Partida Rol por web

Se rió como una chiquilla cuando sonó el teléfono. Aprovechó ese minuto para apurar lo que le quedaba del desayuno como una autentica tragaldabas y para cuando Gun les dijo que pasaba y el tal Lester se giró para verla, ella ya estaba asomada por encima del asiento con su cara de ratita curiosa.
-Holaaa!...- saludó muy cucky moviendo la mano. Muy inquietante. Pidió la cuenta ella también.

La situación se estabilizaba favorablemente. El negro mole se rindió. No era imbécil. Le apunté a la cabeza con expresión tensa. La tentación de volarle la cabeza era grande pero, con un ejercicio de fuerza de voluntad, bajé el arma y seguí a Mary.

Al llegar a la piscina, Mary estaba intentando salir. La ayudé sin perder el estado de alerta. (Joder, está buena la muy zorra...)

- Coge mi mano. Hay que darse prisa. - mi expresión estaba más relajada que durante el tiroteo, pero aun lejos de la normalidad.

Mary tomó su mano. A pesar de su vida en el taller, era una mano razonablemente suave y femenina. Le siguió hasta el coche, pues no estaba muy lejos. Todo era un caos de bailarinas chillando mientras trataban de escapar, y coches derrapando para largarse de allí antes de que llegara la policía a hacerse cargo de los muertos y los heridos.

Mary reconoció el coche de su padre. Mucho respeto debía tenerle para dejárselo. El coche estaba casi a la misma altura en la escala de valores que ella misma. Su padre era así, un amante de la automoción.

Montó en el coche con él, que iba de copiloto. Aceleró, enfilando la puerta de la finca, cuando comenzaron a escucharse sirenas. Los coches escapaban como ratas de un barco. La poli no iba a hacer distinciones, aunque los ricos se irían de rositas. Pero les caería una bronca de papá. Y su relación con papá era el universo en el que se movían.

-¡Orale, písale!

No parecía nerviosa, pero si excitada por el tenso momento del tiroteo y escapar. La habían pillado a contrapié, vestida para otra clase de guerra y prácticamente desarmada. Si no fuera por ese chaval chino, Raúl la habría secuestrado. O algo peor.

Debido al contraste con el agua fría de la piscina, tenía los pezones duros como dos rocas. Y a él de vez en cuando se le iba la vista hacia allí.

Estaban en el coche, pero la cosa no podía acabar tan fácilmente.

- No hace falta que me lo digas. - y piso a fondo.

No era un trayecto sencillo para una persecución pero, por suerte, yo lo conocía bastante bien.

- Coge la pistola, pero no dispares a no ser que ellos lo hagan antes. Ponte el cinturón. Esto va a ser movido.

Perder a la poli fue relativamente fácil. Había muchas gallinas en el corral, y pocos zorros para darles caza. Él se limitó a esquivar los coches de policía y acelerar de tal manera que perseguirle fuera una temeridad. Durante un buen rato, evitó las grandes autopistas, consciente de que la poli comenzaría a buscar por ahí.

Eso le dió tiempo para que bajara la adrenalina, ordenar los pensamientos. Había sido un día intenso, que había comenzado currando como siempre en el restaurante, y terminado robando un coche, haciendo una misión personal para un capo de los coches robados y rescatando a su hija a tiro limpio de una carrera ilegal. Joder, podía darse con un canto en los dientes de haber salido con bien de todo aquello, y no en la puta trena o cosido a tiros.

Durante esos largos minutos, él simplemente condujo su coche, atento a la carretera y a sus propios pensamientos. Entonces, ella habló.

-Oye, ¿Puedes parar un momento? Necesito un poco de aire.

La zona estaba despejada. De hecho, seguían en territorio rural. Así que no fue difícil apartarse de la carretera hacia un camino de tierra. Una antigua gasolinera, ahora cerrada. La carreterucha era poco transitada de día. De noche no iban por ahí ni las águilas.

La princesa había sido rescatada. Pero no le apetecía volver con el rey. Al menos no inmediatamente. Su padre le pegaría una buena bronca y le diría todo aquello de "te lo dije", referente a Raúl. Su gran enemigo. Lo sabía. De hecho, había comenzado a salir con él solo para fastidiarle.

Abrió la puerta del coche y se sentó sobre el capó, mirando la oscuridad y mirándose una mano, cuya palma rascaba con una uña de la otra. Parecía reflexionar sobre todo aquello. Entendiendo que ella era hija de quien era, y que no puedes escapar de ciertas cosas. O de estar en un bando, aunque no lo hayas escogido. En éste caso, su bando era además el que más le convenía. No quería ver a sus padres muertos, y el garaje en manos de cualquier especulador. Por que eso es lo que querían los amiguitos de Raúl.

El coreano era un hombre silencioso, profesional. Así que se quedó en el asiento, preparado para reemprender la marcha cuando ella lo dijera. Pero la miraba, claro está. No sabía muy bien por que habían parado. Al cabo de unos minutos, ella volvió a entrar en el coche. Pero en vez de dejarle avanzar de nuevo, giró la llave del contacto, apagando el motor, y luego se la quedó. Había echado el freno de mano antes, así que simplemente se quedaron detenidos, a oscuras en mitad de la noche.

-Oye... -comenzó a decir- No te he dado las gracias por lo que has hecho antes.

Hizo una pausa, considerando lo que iba a decir a continuación.

-¿Eres gay, tienes novia o algo de eso?

El madurito pagó con un poco de desgana, y luego salió del local, estirándose un poco. La mañana era para él un tiempo de relax. Cuando Tracey y Jimmy se iban al instituto, a zascandilear por ahí a la playa, o a cualquier otro sitio, y su esposa iba al club de campo a tirarse al profesor que se estuviera tirando ahora. No lo sabía, ni quería saberlo. Al último al que pilló con su mujer le echó la casa abajo, reventándole el pilar maestro.

Conducía de diario un coche pijo, un Merche clase Alta, con algunos tuneos propios. Poca cosa. Era el "coche decente" de ir a recoger a los niños. Tenía más vehículos, claro.

Montarse en el coche con dos desconocidos no era algo que le molara especialmente. Pero prometieron llevarla de vuelta allí cuando hubieran hablado lo que tenían que hablar. Si iban recomendados por su tío, la tranquilizaba un poco.

-Bueno, Lester. Dime algo. No se muy bien que coño estamos haciendo.

Apuraba el café que se había pedido, mirando la ciudad. La mole urbana de Los Santos, una ardiente superficie de asfalto donde el calor del verano se multiplicaba por tres.

-Llévame a mi casa, tengo que darle vueltas al asunto.

Señaló a la pasajera con el pulgar, sin volverse.

-Te presento a la famosa sobrina del señor Gun. Es cierto, tu no le conoces. El tío es un magnate del import/export, que además lleva la gerencia de una empresa de comida rápida wok, Gozushi. La mitad de los negocios turbios del puerto de San Fierro son de ese tío. La otra mitad de un psicópata vividor llamado Wu Zi Mu, que hizo su fortuna entre los 80 y los 90.

Se rascó la barba.

-La chica viene muy recomendada. Había escuchado rumores, pero parece que son ciertos. Pilota motos como nadie, dispara bastante bien, y al parecer está aprendiendo paracaidismo. O sea, lo que estabas buscando: un nuevo fichaje. Además...

Sonrió, colocándose las gafas.

-Creo que lo que estoy pensando le va a gustar. Dicen que robar a un ladrón tiene cien años de perdón. ¿Conocéis el casino Peking, de Las Venturas? Imaginad quien es el propietario. E imaginad quien va robar la colección de diamantes y joyería valorada en varios millones de dólares de la suite de cierto señor ciego...

No iba desarmada y confiaba en sus habilidades, pese a todas las recomendaciones del tío Gun era una chica precavida. "Mujer prevenida vale por dos".

"La famosa sobrina del señor Gun", "magnate de la importación" "Pilota motos como nadie, dispara bastante bien"-basta... me siento halagada- hizo un gesto divertido de falsa modestia. Con una risilla se cruzó de piernas en el asiento trasero dispuesta a escuchar y analizar el lenguaje gestual de sus nuevos conocidos, unos tipos curiosos cuanto menos.
Fue oir el refrán y la sonrisa de un tiburón se dibujó en su cara, ambos pudieron verla a través del retrovisor -Tus palabras son música para mis oídos. Ya sabes lo que se dice, los diamantes son el mejor amigo de las chicas y a mi... no hay nada que me apetezca más que joder al chino- Les guió un ojo

Cuando la joven latina le dijo de parar fue como un soplo de aire fresco. Realmente necesitaba descansar un momento después de todo el estrés acumulado, así que tomó un desvío hacia una gasolinera perdida en la que una vez recuerda haber repostado. 

Ahora que la policía no les seguía, podía lanzar miradas furtivas a Mary y a sus oscuros y húmedos pezones. El vestido, pese a hacer calor, estaba lejos de secarse. Y esa imagen era lo bastante potente para excitar al más pintado.

Ella abandonó el vehículo y se sentó en el capó. Yo permanecí en el asiento y encendí un pitillo con cuyo humo llené mis pulmones despacio, relajándome mientras la observaba. Ella permaneció unos minutos meditativa. Por fin disponía de tiempo para contemplarla. Su figura era perfecta, tenía curvas y la piel morena y tersa. 

Terminé el cigarro pero, antes de que pudiera encender otro, ella bajó del capó y se dirigió a la puerta del coche. Guardé el paquete de tabaco en el bolsillo del pantalón y me dispuse a arrancar el coche; pero ella cogió las llaves y se las guardó. Ese gesto me inquietó durante un par de segundos, pero solo hasta que empezó a hablar.

(¿En serio?. Qué forma tan sutil de insinuarte, querida. Has visto muchas películas.)

- No hay por qué darlas. - dije en tono desenfadado esbozando media sonrisa - Y no, ni soy gay ni tengo novia. Respecto al "algo de eso", de eso sí que tengo y bastante.

Más que ver muchas películas, había visto muchos hombres. Los sabía primarios como un nehandertal, dispuestos a bajar cuesta abajo y sin frenos cuando se les ofrecía la oportunidad. Él parecía de los atrevidos, pero con los asiáticos nunca se sabe, que son un poco raros.

¿Estaba como una cabra, o es que le ponían como una moto los tíos malotes? Después de todo, estaba en esa fase de su adolescencia.

-Entonces... ¿Te importaría coger y...? -se acercó a él, poniendo una mano en su pecho- ¿Follarme como si no hubiera un mañana?

(Justo lo que quería oír)

Con un único y fluido movimiento echo el asiento hacia atrás y la miro con lascivia de arriba a abajo mientras lo reclino.

- Sube. Que te llevo.

El polvo que estaba por venir pintaba bien. Con ella no se andaría con mucha delicadeza. Le daría como si no hubiera un mañana... Pero todo a su debido tiempo. Primero había que calentar motores.

Subieron a una zona de la ciudad más residencial. Burro Heights, el barrio de Amarillo Vista. Casitas unifamiliares del sueño americano, aunque sin jardines delanteros bonitos ni nada de eso. El sueño americano truncado. La casa de Lester era un pequeño fortín rodeado de vallas y carteles de advertencia al peligro. Su techo rebosaba de antenas y otros aparatos de vigilancia. Era su pequeño fuerte, en el que se aislaba del mundo exterior, maquinando sus locuras.

Bajaron del coche y vió que caminaba con un bastón y mucho esfuerzo. Al parecer, normalmente usaba sillas de ruedas, pero podía ir con bastón si el trayecto era corto. El piso era poco acogedor, con mobiliario viejo, poco ordenado y bastante sucio. Un piso de hombre que vivía solo pegado al ordenador, bebiendo latas de Burn y comiendo pizzas.

Tenía muchos libros, cds, pen drives, ordenadores y material de seguimiento de varios tipos. Parecía la cueva de Alí Babá, con tecnología antigua y moderna para espionaje, seguimiento y hackeo.

-Disculpad el desorden, pero normalmente no recibo compañía. Y menos femenina. Por esa la tapa del váter estará levantada, y todo eso.

Hizo un gesto de desdén con la mano.

-Si queréis una cerveza id a la nevera y cogedla. Yo ya he caminado bastante por hoy, así que me toca un ratito de silla.

Dicho ésto, se dejó caer pesadamente en su silla de ruedas con cojines y se puso a trastear en el ordenador, como olvidándose de su presencia.

No tenían prisa, así que se dedicaron a lo suyo. A tocarse, a besarse con pasión. A desnudarse con las manos. La verdad es que las mujeres latinas y algunas occidentales tenían un cuerpo mucho más rotundo que las asiáticas, con curvas, con sitios donde agarrar. Él no se quejaba. Había crecido allí y apreciaba un buen par de tetas que agarrar, con sus correspondientes pezones para chuparlos como si fueran un caramelo de fresa. Y los culos, sobre todo era de culos.

Y ella tiene un buen culo de latina. Así que no perdió ocasión en sobarlo bien sobado. Incluso hizo un poco de malabares, y tumbándola de una manera un poco extraña, pudo usar la lengua para algo más que para conversar. Ella, que era agradecida, le devolvió el favor con una buena sesión de sexo oral.

Se sorprendió de que Hwo no tuviera una de esas cuquitas asiáticas. Para tener genes coreanos, era algo así como el negrata del barrio. Lo que equivalía a un nivel medio-alto de longitud entre los blancos.

El baile, finalmente, tras encapuchar al soldadito (iba a lo loco pero no estaba loca) lo comenzó ella, poniéndose encima. No sabía si había recibido clases de equitación, pero la verdad es que era una amazona excelente. Comenzó sabrosón, sin darle mucha caña, y luego fue alternando, como hacen algunas mujeres para que los hombres les duren más. Un ratito fuerte, otro más flojo, incluso parar un momento para besar.

La casa no era más que el reflejo del dueño que tenía, trabajo y enfermedad, sumado a un carácter masculino “tipo” no dejaba espacio a la limpieza. Tampoco era el peor lugar en el que había parado, pero le dio un poco de sentimiento.

-Lo de femenina lo dices por mi?- bromeó cogiendo una de esas cervezas. Exhaló tras darle un buen trago –Bueno… y… ¿Qué puedo hacer por vosotros?- preguntó apoyada en el marco entre salón y cocina mirando el teléfono por si había mensajes nuevos, incluído el mail de Zero. 

(Qué bueno es estar vivo)

La chica sabía, casi demasiado bien, lo que hacía. De vez en cuando me daba una tregua que, aunque nunca reconocería, necesitaba para no explotar como si descorchara una botella de champán. Pero, después de un rato gozándolo fuerte y flojo, su actitud dominante me picó la vena indómita. La alcé sin sacársela y, mientras le mordía el cuello, salimos del coche la coloqué sobre el capó, con una brusquedad milimetrada que la pondría a tono para el clímax, y le di "doggy style" salvajemente hasta llegar a unos de los mejores orgasmos de mi vida.

- ¡Fuo!. Eres la caña, Mary. - dije, encantado, mientras recuperaba el aliento - ¡No recuerdo otro orgasmo tan tocho como este!. Más de una tendría que aprender algo de tí, jaja. - añadí mientras buscaba un pitillo para celebrarlo. Le ofrecí uno y fumé tranquilamente.

Una vez estuvimos preparados, arranqué el coche y puse rumbo al taller de César.

La niña sonrió por lo que dijo, colocándose de nuevo lo que quedaba del vestido y tomando un cigarrillo para fumarlo como si fuera una delicatessen. Él emprendió la marcha, pero durante un buen trecho no dijo nada. Solo miró la carretera y estuvo a punto de quedarse dormida.

Pero cuando se acercaron a San Fierro, le pidió el móvil. En teoría para llamar a su padre y decir que estaban llegando. Pero estuvo tecleando un rato.

Llegaron a la puerta del garaje, y le devolvió el móvil. La luz todavía estaba encendida, y eso que estaba a punto de amanecer. Antes de que se bajaran le miró con una sonrisa.

-Te he apuntado mi número. No tardes mucho en llamarme. Pero a mi padre, de momento, no le digas nada.

Dicho lo cual se bajó del coche y descalza, aunque muy digna, se dirigió a la puerta del garaje y la subió.

Se había quedado frito con unos tapones en una silla, esperando. Uno de los mecánicos estaba "de guardia" terminando un trabajo ilegal que iban a recoger a primera hora de la mañana. Así que se acercó y le zarandeó con la mano, hasta que se despertó.

El padre se levantó como si hubiera caído un proyectil de artillería a unos metros, abriendo los ojos de par en par. Se pasó la mano por la cara y luego se levantó, caminando hacia su hija.

-Estáis aquí. Os tomó tiempo.

Miró a su hija, que tenía una expresión de tranquilidad. Una expresión que no entendía del todo.

-¿Que pasó? Espero que te hayas convencido de una vez que Raúl no te conviene. Ni a ti ni a tu familia.