Partida Rol por web

Tenía ganas de dormir, y luego de vestirse como una persona. Procuraba no recordar la escena de sexo con Hwo, por que así vestida no era el mejor momento para volverse a ponerse calentorra. Y menos delante de su padre.

-Lo que pasó es que tienes razón, y yo no te hise caso. Es una pinche sabandija, ese cabrón. Si estoy viva y aquí es grasias a Hwo. Él luchó con los guardas y luego escapó de la chota. Si no, no se que hubiera pasado...

Le dió un abrazo cuando dijo aquello. Al fin, joder. Al fin su hija entraba en razón. Ahora estarían enemistados con la gente de Raúl, pero eso es algo que ya sabían. Había terminado la guerra fría, ahora comenzaba la guerra de verdad.

-Ay mijita. Me alegro de que estés bien.

Frotó su espalda, para luego separarse un poco y hacerle un gesto con la cabeza.

-Anda, ve a dormir algo y cámbiate. Mañana será otro día.

Mañana, que era ahora mismo. Ella se marchó, no sin antes darse la vuelta un momento, cuando nadie la vió, y sonreírle al coreano. Mientras, su padre se acercó, sacando una billetera que tenía en el pantalón. Le ofreció nada menos que 12.000.

-Ésto por las molestias. Y mi tarjeta para lo que necesites. Pásate por aquí cuando quieras, y te daremos trabajo del de verdad.

Le dió una palmada en el hombro.

-Muchas gracias, por todo. Procura descansar.

Se sumó a la pregunta, pero no a la cerveza. Tenía que conducir y era un tío "responsable". Al menos, habitualmente.

-Eso, Lester. Que nos tienes en ascuas. ¿De que va éste trabajo?

Se colocó las gafas, poniendo unos planos en otra pantalla de ordenador para que los pudieran ver.

-Necesitaba datos, joder. Menos mal que hice un hackeo hace unos años a la base de datos del registro de la propiedad en Las Venturas. Sabía que me iba a ser útil, bueno.

Se aclaró la garganta.

-El despacho de Wu Zi Mu, habitación, penthouse, ático o como queramos llamarle está, oh sorpresa, en la última planta del Casino Emperador. La seguridad es fuerte, pero la mayoría está informatizada. Atrás quedan los 90 y pagar a decenas de mercenarios para que cubran todos los accesos.

Señaló los planos de la última planta.

-El punto de entrada del ladrón tiene que ser el helipuerto personal, justo bajo la espira del edificio. El problema es que tiene una defensa automatizada de última generación, con bloqueo de las puertas. No pasaría nada, por que se puede entrar rompiendo los cristales. Pero cuando esa alarma se activa, el expositor de joyería se oculta en una funda de titanio que solo podría perforar una punta de diamante. Un equipo demasiado pesado y se tardaría demasiado rato. Se os echaría toda la seguridad encima y toda la policía de Las Venturas.

Negó.

-Así que el plan tendrá dos fases. En la fase 1, Michael va a tener que conseguir hacerse pasar por un operario de la empresa de electrónica que lleva el servidor informático. Haremos ésto al nuevo estilo, no al viejo. Nada de apagar la electricidad ni el servidor. Le meteremos un virus, para que cíclicamente envíe mensaje de que todo va fenomal. Eso tiene sus pros y sus contras. El pro es que si no se dan cuenta, todo puede ser muy rápido. La contra es que ellos mismos pueden hacer reset al sistema, y todo se va al pedo. Por eso, es importante que la fase dos, el lanzamiento con paracaídas, sea rápido, preciso y efectivo. Entrar, coger los diamantes, salir de allí acto seguido.

Bebía tranquilamente escuchando todo aquello, no distaba mucho del guión de filmes como "La Trampa", "Un Plan Brillante" o "El Gran Golpe", irónico, Fehr hacía pelis, ella las vivía.
Su tío tenía razón a esa peña le iba lo fuerte de verdad, ahí no había red de seguridad, o salía a las mil maravillas o te ibas al carajo del tó y pa siempre. Tamborileaba la boca del botellín sobre los labios pensando, era un riesgo de cojones pero al cambio obtenías una cantidad indecente de pasta y te reías en la cara del chino.

-El que no arriesga no gana ¿No dicen eso?- dio otro trago tan tranquila (en apariencia, no era tonta y calibraba el peligro) -me gusta, es esencial, eso lo simplifica todo. Habrá que trabajar el timing eso sí ¿Que tiempo tenemos para prepararnos?- era casi poético, robarle su tesoro al dragón - Y... ¿A cuanto asciende y cual va a ser el porcentaje por cabeza?- las cosas claras.

Se rascó una ceja, haciendo el cálculo mental.

-Los diamantes de Courtier de la serie limitada para ganadores del premio al mejor casino, ascienden a unos 150.000 dólares cada collar. Ésta gente tiene cuatro. Además de la joyería que tengan ahí, todo ediciones exclusivas y demás. Calculo un monto de en torno a 700.000 dólares.

Se volvió a colocar las gafas en el puente de la nariz.

-Normalmente en los trabajos yo me quedo con el 30%, y del 70% restante va a partes iguales entre los que dan el golpe. Pero como solo somos tres, yo lo dejaría en 33% para cada uno y 34% para mi. Eso hace 230 por cabeza de beneficios, 238 para mi. A cambio claro está de enemistarnos con éste tipo de por vida y todo eso. 

Levantó una ceja mudando el gesto de su habitual simpático a hierático

-Ese chino de mierda quiere a mi familia fuera de juego así que mi amigo no es, esto lo hago por el placer de reirme en su puta cara mientras pienso como borrarlo del mapa- bebió un largo y definitivo trago -Voy a por todas- miró alrededor buscando una papelera donde tirar el casco -el reparto me parece correcto-. Ahora que lo había dicho en alto pintaba más serio, esos días se había distraído pensando en objetivos menores como Raúl "Pasito a pasito Queen, pasito a pasito...".
-Tendrá gracia si su caída se acaba sufragando con su propio dinero- se rio sonoramente cruzada de brazos
 

Al final, todo había ido sobre ruedas. Y, al entrar al taller, por fin pude sentirme liberado del todo.

- No ha sido nada, César. Gracias a usted por esta oportunidad. Le llamaré pronto pero, por ahora, me voy a dormir. Ha sido un día largo, jeje.

Tomé el vehículo de reparto de vuelta al establecimiento y cogí mi moto rumbo al apartamento. Duchazo, cerveza y pizza fría antes de caer redondo en el sofá con la tele de fondo. Mañana sería otro día.

Ambos se miraron cuando dijo aquello. Habían dado en el clavo, ella tenía motivos personales. Solo esperaban que no arruinara la operación por ellos. Iban a hacer una inversión, así que si no obtenían beneficios y se hacían enemigos... el asunto no podía compensar.

De cualquier modo, la china parecía tener un buen par de huevarios.

-Pues ya está todo dicho. Dános tu teléfono y nos mantendremos en contacto. No obstante imagino que entre conseguir el material, la tapadera del trabajo y trasladar el centro de mando a las Venturas, al menos 14 días. ¿No, Lester?

Asintió.

-Si, aunque intentaré tenerlo listo antes.

-Aproximadamente 15 días... estupendo, así más o menos organizo la agenda- al final dejó el botellín en la encimera y apuntó su número en un taco de post-it que había puesto en la nevera. Le pegó la hoja a Lester en el marco superior de la pantalla del ordenador. Solo el número, sin nombre, y el dibujito de su corona.
-Dadme un toque con lo que sea*, yo ahora tengo que volver a San Fierro, si no necesitais nada más... ¿Alguien me acerca de vuelta al restaurante? Tengo allí la moto -

No podía evitarlo. Con las mujeres seguía siendo de la vieja escuela. Chapado a la antigua. Así que se palmeó los muslos antes de levantarse de un salto.

-Dije que lo haría y lo haré. Las damas primero.

Se montó en el asiento del copiloto. Durante el camino, le dió palique, contándole cosas de su vida. Le preguntó su edad, y luego dijo que tenía una hija de una edad parecida, Tracey. Al parecer le traía de cabeza, por que estaba intentando ganar notoriedad en el mundo de la televisión a través de venderse a si misma como una chica hot. Algo que, por otra parte, estaba a la órden del día.

Ella escuchaba unas veces, y otras miraba la ciudad. Eran negocios. No iba a hacer amigos con ellos. Pero en general no le pareció un mal tipo. De hecho se llegó a plantear si realmente era un ladrón de guante blanco como le habían contado, y no un señor pijo con la crisis de los cuarenta. Pero a la vista estaba la fama y los recientes sucesos.

-Bueno, ésta es tu parada -dijo, llevándola junto a la moto- Estaremos en contacto. Y si necesitas un par de manos hábiles para trabajos delicados... de robo, me refiero. Puedes llamarme.

Se despidió con un apretón de manos.
Poniendose el casco se preguntaba que habría llevado a esos hombres de perfil tan aparentemente común a tener ese trabajo, tal vez no sabían hacer otra cosa, tal vez no les quedaba más remedio. Ese mundo, al que ella misma pertenecía, va contigo allá donde vayas.
Arrancó, en las 3 horas de viaje (volvió a pisarle un poco) le dio tiempo de darle vueltas al bolo. Muy fuerte todo, tal parecía que en esos 10 años de ausencia la realidad había estado acolchada, como cuando ves el mundo desde dentro del agua, y acababa de salir a tomar aire y le abrumaban los colores la luz y el ruido.
Pensó en donde se estaba metiendo, en que ahora jugaba en la liga de los adultos y lo que se jugaba, pensó en Golan y en como se estaba entregando a ese...amor? tan fácil y abiertamente. En ambos casos iba a por todas y el terreno se movía bajo sus pies. No obstante sus tribulaciones siempre acababan pivotando en Fehr, preocupandose por él, por lo que pudiera pensar o le pudieran hacer. Era el salvavidas que mantenía a flote su humanidad y el objetivo al que aspirar.

Tuvo que hacer memoria para recordar donde habían escondido el coche, dejó la moto en el motel y se dio un paseo hasta el vehículo, tampoco era muy lejos, que estaban vagos después del kiki y no había ganas de andar mucho.
A pleno día tuvo que tirar por comarcales y hacer requiebros que sortearan las cámaras, lo cual le hizo echar un buen rato. Le daba cierta pena deshacerse de él, aún olía a la noche anterior y eso le traía recuerdos, pero la nostalgia entraba en directo conflicto con la estupenda colección de cargos que arrastraba, así que había que ser prácticos. Lo bueno es que tan cuidado como estaba y sin forzar obtendría un buen dinero que reinvertir en el coche nuevo.
Guassupeo a Cesar avisando que llegaba en un rato. 

Eran las ocho de la tarde cuando llegó al garaje, bastante cansada después de conducir tanto. Aún le faltaba otra hora de vuelta hasta su motel cerca de Paleto Bay, y la idea le provocaba una vagancia total y absoluta. Le llamaba la atención que Zero no había mandado los archivos que le pidió. Y el silencio de Wook y su hermano. Seguramente estarían viviendo su idílica luna de miel.

En el garaje estaba, como siempre, Jehtro pendiente de todo, y The Truth cambiándole las bugías a un viejo Camaro del 73. Las cosas no cambiaban. Solo cambiaba ella.

-Hola pequeña -dijo, dándole un beso en la frente- Te estábamos esperando. ¿Cual es el coche que debemos jubilar?

La miró, extrañado.

-Se te ve cansada. Muchas horas de carretera, imagino.

Tenía un cigarro "adobado" en la boca, y se giró a mirarla limpiándose las manos en un trapo.

-César está al caer. A Zero lo tienes en su estudio, como siempre trabajando con los ordenadores. Dice que ya te ha ojeado un coche, y que te gustará.

Parpadeó.

-Creo que tienes los chakras super cerrados. Ten, fúmate ésto -le pasó un peta tamaño king size- Ladera sur de los Andes. Canela en rama. Con uno de éstos conocí a Herbie, mi cabra astral. Necesitas un tótem para abandonar tu cuerpo y navegar a través de las dimensiones desconocidas, o tu alma se perderá como lágrimas en la lluvia.

-Eso es de una peli. Ya estás plagiando otra vez. Cada día se te va un poco más el tarro, abuelo.

Sonrió, cruzándose de brazos.

-Por cierto, te alegrará saber que ayer casi matan a Raúl. Tuvo que huir en pelotas de una habitación de hotel, de tu prima Mary con una navaja y tu primo Hwo que se cepilló a la mitad de los guardias de seguridad de la carrera. De aquí a nada tendremos que instalar una ametralladora de esas automáticas para vigilar el local. Seguro que vienen por aquí clamando venganza, y querrán hacernos pagar la osadía.

No sabía que tenía más, si hambre o sueño, sería capaz de comerse una vaca mientras dormía de pie.
-Uffff, desde que me bajé del avión no he parado, pero en fin, es lo que toca así que… a apechugar- saludó a Jethro con un golpecito de cabeza en el hombro –Pues mira, aquí tienes el caramelito. No tiene ni un arañazo, hasta anoche olía a nuevo- le lanzó las llaves –el dueño es un tío clásico y detallista- y hasta ahí podía leer de momento –ayer se me fue un poco la pinza y en fin… no es plan de buscarle un lío...- el silencio posterior y el ladeo de mirada fue significativo.

–Chakras?- bromeó respondiendo a the Truth –creo que me los he comido por el camino- crujió la espalda curvandola hacia atrás –Dios, tengo el culo cuadrado de tanta moto- aceptó el canuto –¡Gracias abuelo! Esto me hará dormir esta noche como un bebé, que tiene pinta de que los brazos me van a joder un rato largo- (por las agujetas) observó lo cuidadosamente que lo había liado, sí, tenía pinta de ser el pata negra de la maría. Sonrió pensando en la idea del tótem -¿Cuál será el mio? Un mapache rosa? Molaría…-  “Si se me aparece Shirkan me meo”.

-DA FUCK!?- exclamó al oír lo de Raúl –No me jodas!- las carcajadas resonaron por el taller –Hostia con el primito, César estará contento. Pero…- puso los brazos en jarra –ahora me va a tocar a mi comerme el marrón, que aún no he hablado con él- aun así se le escapaba la risa, la imagen de Raúl huyendo como el cobarde que era con el badajo colgando era harto cómica. –Sí… sí… la cosa se pone calentita por momentos, a ver por donde nos sale ahora el frijolito…- habría que andar con mil ojos –oye voy con Zero a ver que me cuenta-

Estaba con los cascos puestos, como siempre que se concentraba. Música clásica europea y cosas así. Decían que era buena para concentrarse. A pesar de su aspecto asiático, pues sus bisabuelos eran japoneses, Zero era un americano de pura cepa. A veces ni siquiera maneja los palillos de forma competente para comer. Le gustaban las hamburguesas, el pan, las chicas blancas con el culo grande y todas esas cosas que te certifican como occidental de pedigrí. Además que tenía acento de allí, de California.

Le sorprendió, inclinándose a ver que hacía. Estaba con el AutoCat, diseñando un bloque de motor de doce válvulas de inyección a gasolina que era una maravilla verlo.

-Coño, me has asustado -dijo, quitándose los auriculares.

Sonrió un momento, y se la quedó mirando. Sabía por que estaba allí. Y él no sabía como disculparse. Pero sabía que a ella no le gustaban las tonterías, ni se iba por las ramas.

-Perdona, es que... es muy fuerte.

Parpadeó.

-Tu madre se acuesta con Raúl...

Hizo una pausa, mirándola.

-Y aparte de él, con el inspector de policía Hooker... el hijo de un político... el entrenador personal... la lista es larga.

“Y eso dueleeeee” como dicen en smackdown.
Nada que no sospechara, pero una cosa es olerlo y otra verlo.
Parpadeó. Tragó.
Así estuvo en silencio unos incómodos segundos en los que Zero notó como se tensaba como un doverman. Resopló, le palmeó el hombro en signo de agradecimiento y fue a coger una cerveza de la nevera. Se sentó en el sofá (de esos de cuero, ajado y crujiente pero capaz de resistir un apocalipsis) y bebió calma, en silencio, igual que si estuvieran en el ojo del huracán –vuelcame los datos por favor, los necesito-. Los iba a reenviar de inmediato, mientras tanto pensaba que hacer, como borrar a su madre de la faz de la tierra y que no quedara ni una brizna de polvo que recordara que una vez pisó la tierra. Y a Raúl… ya vería que hacer con él…