Partida Rol por web

Le fastidiaba tener que ayudar a un noble que quizá solo siguiese sus propios intereses, pero algo le hacía intuir a Norwind que este hombre podía ser de mucha utilidad a la ciudad, convenía mantenerlo vivo... o intentarlo.

No habían sido erróneas sus conjeturas de que el nuevo gobierno ya contaría con espías, y éstos se materializaron en forma de ciudadanos de a pie, iba a ser un gran problema de ahí en adelante, solo podría confiar en quienes conocía, y quizá ni eso.

La situación se ponía más fea de lo que habría esperado.

Escuchando las palabras de socorro, miró a su improvisado compañero: - ¡¡Cuidado, a tu espalda!!- avisándole de un enemigo que tenía detrás suyo mientras él arremetía contra uno de los secuaces que se dirigía hacia el noble, atacando con sus dos espadas y asestando dos golpes rápidos y precisos.

Como no podía ser de otra manera la situación había escalado hasta llegar a la violencia. Una violencia que ya estaba prevista y más que preparada.

La prudencia dictaba que no se metiera en aquello y dejara seguir el curso de los acontecimientos, pero Grend no era de los que solían elegir la prudencia. Sobretodo si hay gente en peligro. Y desde luego mucha gente en ese momento parecía estar con muchos probleas, pues los "soldados" tenían ganas de violencia.

El monje se acercó tranquilamente a uno de ellos y se puso delante suyo impidiendo que atacase a nadie...salvo a él mismo.

Disculpe. Pero ¿no cree que se está sobrepasando demasiado? Esta gente no está armada. Si en verdad son la autoridad local ayudarán a que se vayan pero sin violencia. ¿no?

La voz de Mishima era calmada, aunque en sus ojos podía verse una ligera excitación sobre lo que podría pasar a continuación. Una excitación que no gustaría nada a sus maestros.

Pero ya no estoy en el templo.

¡Oh, mierda!

La orden del alcalde no me pilló completamente desprevenida. Después de estar viendo cómo se tensaban los ánimos durante las últimas horas, estaba claro que esto sólo podía acabar de una manera. Afortunadamente, había aprovechado para separarme un poco de centro de la multitud, pues cuando salieran conrriendo en desbandada parecía probable que hubiera más heridos por aplastamiento de la turba de gente que por las espadas de los guardias.

Un hombre, aparentemente noble, por sus ropajes, gritó pidiendo ayuda al ver cómo se acercaban a él dos de esos guardias armados. Idiota, ¿qué esperabas? Me dije. Normalmente sólo ayudaba a los nobles a aligerar el peso de sus bolsas y estaba suficientemente lejos de él como para no poder hacer nada, pues no iba a disparar con un arco en medio de una multitud. Por otro lado, parece que ya está recibiendo apoyo de un guerrero con un par de espadas cortas. ¿Tantas ganas tiene la gente de meterse en líos? Me pregunto al mirarle, obviando por completo mi profesión. Con cuidado, me coloco detrás de un árbol, quitándome de la vista de los guardias y quitándome del camino de la gente que salga corriendo en estampida.

Sabía que al ponerse directamente agresivo, la guardia que estaba allí apostada se pondría violenta también. Contaba con ello y aunque sabía que era un combate en desventaja, no le importaba. Con lo que no había contado era con que de repente aparecieran tantos matones a sueldo del alcalde.

Por algo estaban los soldados tan tranquilos, sabían que tenían unidades infiltradas entre la masa de gente para controlar a los que se pusieran difíciles en cuanto la situación lo requiriese. Y ahora estaban atacando a los aldeanos por su culpa, porque no había sabido quedarse quieto. Sin embargo, lejos de sentir el remordimiento mordiéndole en su musculoso trasero, Erik se puso aún más furioso con aquel ataque repentino. Adoptando una postura de combate, el guerrero reevaluó su situación. La guardia no parecía estar tomando cartas en el asunto todavía, lo que le permitía centrarse en los matones que tenía más cerca.

Tras echar un rápido vistazo a la gente que tenía alrededor, Erik adoptó una postura de combate, preparado para enfrentarse al primer imbécil que quisiera acercarse a atacarle.

Pronto había estallado el caos en la plaza frente a la ópera. Los reunidos lanzaron gritos de angustia al advertir que habían matones allí entre ellos. Armados con porras, ¡estaban ya golpeando a simples ciudadanos! Tan sólo ofrecía un poco de consuelo que semejantes golpes iban destinados al cuerpo, tratando de evitar las cabezas de las personas allí congregadas.

- ¡Largo de aquí escoria! ¡No se os ocurra cuestionar a vuestro alcalde!

Uno de los matones se empecinaba en gritar mientras daba porrazos, extasiado por la posibilidad de poder dar rienda suelta a sus instintos más violentos. No era el único, aunque uno de ellos vio truncados sus intentos cuando uno de los presentes desenvainó una espada corta lanzando un tajo hacia él que rasgó su brazo. Aquello provocó un dolor desconocido para aquél hombre, el cual se miró a sí mismo, después inyectando en sangre su mirada, alzando la porra en alto buscando, éste sí, la cabeza del que había osado herirle. Sin embargo, semejante rabia no se correspondía con ninguna expertía en el manejo de armas, de manera que la porra se quedó corta.

Otro de ellos se había aproximado hasta el noble, Rexus, el cual se cubrió el rostro con los brazos. El hombre recibió un golpe en el pecho que le hizo soltar el aire que permanecía en los pulmones.

- ¡AYU...!

Mas había quedado en un mero susto pues había sido un ataque superficial. Los demás matones al servicio de Barzillai la emprendieron contra gente cercana. Pronto Vundav, Erik y Mishima vieron que todo aquello iba en serio, pues esos hombres de aspecto soez fueron directos hacia ellos, empezando una ronda de ataques con los que esperaban machacarlos.

- ¡Os vais a quedar sin ganas de tonterías, bastardos!

Mishima esperaba poder evitar la situación de violencia, en verdad lo esperaba. Pero desde luego lo que no iba a hacer era permitir que pegaran a inocentes si podía evitarlo, y sobretodo que no le pegaran a él.
Reaccionó ante el ataque del matón que tenía delante de manera bastante contundente. Con la contundencia de un bastón de hecho. Golpeó con la punta del mismo como si de una lanza se tratase, que por suerte del tipo que tenía delante no lo era, y cuando se dobló por el dolor levantó el palo golpeandole en la cara. Acto seguido le pegó una ptada en la espinilla para que le ayudara a caer al suelo.

Mejor no te levantes anda.

Miró a su alrededor a ver quién más necesitaba ayuda. Al ver al noble en problemas decidió ir a echarle una mano.

El primer golpe le pilló por sorpresa. El matón había sido más rápido de lo que el guerrero había calculado en un primer momento, dándole una ventaja que supo aprovechar para atacarle. Sin embargo Erik Berglund no se amilanó. Golpes mucho peores había recibido en peleas amistosas en sus tiempos en la milicia. El día que un zarrapastroso como aquel pudiera derrotarle en combate singular, estaría mejor muerto y enterrado.

El guerrero lanzó un insulto en lengua orca como grito de batalla y se abalanzó sobre el matón. Su enorme mandoble se balanceó con fuerza y precisión, golpeando con toda la fuerza de sus musculosos brazos el torso de aquel desgraciado. Tendría suerte si salía de aquella sólo con un par de costillas rotas.

El golpe no fue nada espectacular, pero Vundav no era especialmente resistente a los mismos y le hizo daño. Su intención inicial era no meterse en líos, pero la cosa se estaba complicando por momentos, ya no podía escapar de la contienda.

Se concentró y se rodeó de una protección mágica, así estaría protegido además que generaría daño a nivel mágico que esperaba desalentar a un posible atacante.

Sacó además su espada, atacando al guardia que le había golpeado.

Nikkha había estado ensimismada pensando unos audaces versos que dedicarle a aquel tirano y a su ristra de estúpidas leyes cuando un huevo voló por encima de la multitud y todo se fue al infierno rápidamente. 

En una fracción de segundo había enemigos por doquier armados con porras y decididos a someter a todos aquellos inocentes a base de palos. A la joven semielfa nunca le habían gustado los problemas, pero mucho tenía que llover para que dejase que unos matones trataran de aquella manera a sus conciudadanos. Y menos cuando hacían reclamaciones lógicas ante la locura de aquel gobierno. 

De un vistazo vio que un grupo de "insurgentes" se había reunido alrededor del noble llamado Rexus y un poco más allá el beligerante guerrero del espadón se enfrentaba también a los secuaces del gobernador. Las cuentas, sin embargo, salían muy negativas para sus improvisados aliados. Dieciséis enemigos contra cinco aliados (y eso contándose ella misma) así que salvo intervención divina o refuerzos inesperados, lo mejor sería intentar atraer a algunos hacia su causa. Sólo haría falta un poco de su alegría natural, su brillante ingenio y una chispa de magia. Sin perder el tiempo, desenfundó su fino estoque y comenzó a preparar un conjuro de sugestión contra el matón que tenía más cerca. 

-¡Ey, ey! Ese tío de allí os está traicionando- Avisó tras lanzar el conjuro al secuaz que tenía a un par de pasos, mientras señalaba a otro matón- Ocúpate de él mientras refuerzo a los que están con el noble- Ofreció seleccionando muy bien sus palabras

Negué con la cabeza viendo cómo la violencia escalaba y varios de los presentes empezaban a responder a los guardias con sus propias armas. Por un momento, estuve tentada de irme antes de que los problemas me acabasen salpicando, pero por muy lejos que estuviera todo esto iba a afectar a la ciudad al completo y, a la larga, no habría ningún lugar donde refugiarse. A pesar de todo, para mí no tenía sentido lanzarme como una loca a atacar a los guardias. No es que los miembros de su profesión me mereciesen ningún respeto, más bien lo contrario pues estaba convencida de que cualquiera que se pusiera un uniforme merece la tunda que le vaya a caer por llevarlo, pero ahora mismo no tenía ningún motivo para ser yo quien se la diera.

Miré un momento hacia arriba. La gente sigue corriendo en todas las direcciones y el lugar más seguro para pasar desapercibida, tanto de los guardias como de cualquier observador ocasual, parece ser la copa del árbol tras el que me estaba protegiendo. De un pequeño salto, me sujeto a las ramas más bajas, tratando de pasar desapercibida el mayor tiempo posible.

Parte de remordimiento empezó a aflorar en su interior, por mucho que las palabras de los secuaces sonasen a desprecio, el combate no era justo. Ellos contaban tan solo con porras, y estaban siendo atacados de modo mortal.

Aunque la situación parecía trivial, Norwind no podía emplear la fuerza de modo tan brutal contra enemigos así. Sacó la segunda de sus espadas mientras golpeaba con el canto de otra al enemigo que tenía delante.

Lo que si estaba claro es que no iban a poder acabar con todos los guardias ni espías de la plaza... si se paraba a pensar con claridad, debía apartar al noble de allí, y hablar más tranquilamente en cualquier otro lugar. Incluso si no era él, la situación se había vuelto por fin claramente hostil, perdiendo el velo que acompañaba a la nueva cúpula de mando, y muchos de los nobles estarían dispuestos a dar el paso contra ellos, financiando a cualquiera que supiera cómo hacerlo.

La ciudad había cambiado de golpe, era como si todo lo que había vivido, los lugares de su infancia, su gente... estuvieran a punto de desaparecer, y solo poniendo en peligro eso mismo se pudiera intentar mantenerlo para otros. Intentar... pues nada aseguraba detener el cambio que ya había empezado.

Sabía que si daba el paso de luchar contra el alcalde... su mundo se desmoronaría y no podría volver a él. Lo buscarían, tratarían de atraparlo, y sería un proscrito, quizá para siempre.

Lo que hacía unos momentos era un anhelo ahora era agonía. Todo su futuro dependía de ese día.

Una lluvia de porrazos estaba cayendo sobre los ciudadanos, desprevenidos por la aparición de tantos ¿matones? las personas se estaban apartando de las puertas de la ópera. La plaza se veía algo más despejada mientras la gente se empujaba una a la otra.

En ese momento un forzudo armado con espadón causó una herida letal a un oponente dejándolo tendido en el suelo. La lucha se estaba encarnizando, Vundav y Mishima golpeaban con fuerza también, mientras que Norwind se contenía lo que le impidió acabar con el matón de delante.

Los enemigos vieron a los que ofrecían mayor resistencia y se aproximaban también. Uno de ellos escuchó las palabras de una mujer cercana y al hacerlo se dio la vuelta. - Qué dices, qué hace ese zopenco. - Dijo mientras se alejaba a hablar con su compañero.

Rexus se había cubierto con el brazo esperando un golpe, no había esperado que lo que parecía un monje hubiera aparecido para ayudarle.

- ¡Vengan conmigo! ¡Es mejor irse!

Exclamó el noble. Sorprendentemente algunos de los ciudadanos le escucharon, convenciéndose de que aquella lucha no les convenía. Rexus observó a los luchadores cercanos.

- Vengan a hablar conmigo.

Indicó a todos. Entretanto los guardias seguían golpeando, logrando herir a Mishima en la cabeza. Un pequeño reguero de sangre cayó por su sien derecha.

Lo cierto es que Mishima no esperaba que el infiltrado lograse golpearle, se había confiado demasiado. Así que cuando notó la sagre en su boca escupió al suelo y le devolvió el favor.

Sin ninguna tecnica básica, agarró el bastón a dos manos y le arreó en toda la cabeza. Luego, mientras todavía se estaba quejando de ese golpe, le propinó un patada en la rodilla para tirarlo al suelo.

No esperó a recrearse en su trabajo, si no que en cuanto el noble al que se había acercado a ayudar dijo que se marcharan él asintió.

Sí. Son demasiados como para pelear contra todos los soldados que hay, es mejor marcharse para poder pelear otro día. Usted guía.

Aprovechando las palabras de apremio de Rexus, el guerrero fue a encontrarse con él y desaparecer entre los callejones.

La situación había sido coherente, el pueblo había estallado tras el comportamiento de la guardia y había quedado avisado por el nuevo alcalde. Si alguien alborotaba, sería acallado de un modo más duro del que estaba acostumbrado.

Y los nobles debían proteger su situación de privilegio o se verían obligados a huir, o quizá algo peor.

No era nada que no fuera previsible, pero ahora era cuestión de ver qué saldría de todo eso. Quién lucharía y quién no.

La resolución de Rexus le pareció más que bien a Vundav que, sin dudarlo un instante, le siguió fuera de la contienda.

Ya había recibido algo y aunque rodeado de su escudo se sentía algo mejor, decidió que no era bueno ni atacar más ni ejecutar más magia.

Erik habría seguido peleando más que a gusto, pero cuando vio que la gente empezaba a huir en desbandada, incluyendo a las pocas personas que parecían ser capaces de combatir, el guerrero optó por empezar a retroceder. Después de todo, había matado a uno de los hombres del alcalde, así que si se quedaba en clara inferioridad numérica y conseguían echarle el guante, como mínimo le condenarían a muerte. Y no podía permitírselo. No cuando estaba tan cerca de su objetivo.

Tras asegurarse de que no tenía más enemigos inmediatamente cerca, erik envainó su espadón y se marchó de allí, siguiendo a aquel noble que parecía tener más valor que los demás para hablar en contra de Thrune. Al menos era el mejor candidato para darle la información que pudiera necesitar para moverse sin problemas por esa ciudad.

Oculta en lugar seguro, vi lo que estaba sucediendo. Tras un ataque inicial algo sorprendente, la gente empezaba a retirarse y parecían decididos a seguir a un noble entre las calles. Mi desconfianza natural hacia las clases altas, la relativa tranquilidad de la posición en la que me había ocultado y mi ausencia de intervención en el conflicto anterior me hicieron decidirme por mantener mi posición en vez de salir corriendo entre demasiada gente.

Mientras esperaba, jugueteé un poco con las empuñaduras de mis dagas, por si acaso alguno de los guardias me detectaba y se decidía a repartir a todo el que quedase por la zona.

Si el combate estaba yendo bastante bien era porque la guardia estaba dejando actuar a aquellos matones. Si ellos intervinieran estaba claro que las cosas iban a ser muy distintas. Por lo que, cuando se abrió la oportunidad de retirarse de allí, Nikkha no se lo pensó dos veces y salió a galope tendido tras el noble. Tenía un par trucos bajo la manga por si alguno de aquellos miserables se decidían a seguirlos, pero por lo que parecía aun no harían falta. 

-¡Os sigo, esperadme!- avisó con su melodiosa voz al grupo de combatientes que se había atrevido a oponer resistencia ante el gobernador.

No pudo evitar mirar atrás para ver como aquellos malnacidos aporreaban a diestro y siniestro a aquellos pobres ciudadanos que no habían hecho nada para merecerse un trato como aquél. Pagarían por ello, el pueblo se rebelaría ante aquel abuso ya fuera con nobles como el tal Rexxus o sin ellos. Una chispa de esperanza crecía en el pecho de la joven semielfa y le tornaba los labios en una sombra de sonrisa. El cambio iba a llegar. 

La confusión iba reinando en la plaza, toda aquella gente que había logrado reunirse ahora estaba recibiendo porrazos por doquier y era gente indefensa, sin armas consigo. Ante la violencia a la que estaban siendo sometidos el conato de manifestación estaba cediendo.

Arden, en lo alto de ese árbol era testigo de primera mano de cómo la sangre había brotado en varias de las personas, quienes entre lamentos optaban por abandonar el lugar. Aquella reunión improvisada simplemente había fallado y los guardias del inquisidor iban estallando en carcajadas, profiriendo burlas ante la debilidad de los ciudadanos de Kintargo.

Desde abajo, la elfa escuchó una voz.

- Eh tú, no me parece que seas de por aquí.

En la base del tronco y aprovechando su menudo tamaño, había una halfling de cabello rubio corto.

- La verdad, pareces perdida, ¿va todo bien? Yo me llamo Laria. Venía con un amigo pero no me puedo exponer tanto, bueno, tengo que salir de aquí y no quiero que me vean.

Fue explicando con el tono de voz justo para ser escuchada. Gracias al escándalo podía seguir pasando desapercibida. La halfling era de mediana edad, algo rechoncha, vestida como una ciudadana más. En Kintargo habían algunos de los suyos mas no demasiados.

Pronto la plaza se convirtió en una congregación de gritos y golpes. Los ciudadanos de Kintargo iban desprovistos de armas, de manera que no tenían defensa ante los porrazos. Sólo unos pocos oponían resistencia y eso empezaba a llamar la atención. La mujer de la lanza estaba dirigiendo ya miradas, charlando con sus subordinados. En aquél momento Rexus había pedido que se retiraran y los desconocidos le hicieron caso, de manera que se alejaron, aprovechando la espantada del resto de personas presentes.

- Laria, la he perdido de vista.

Rexus miró hacia atrás pero no podía verla y tampoco podía quedarse allí, por lo que siguió camino.

- Gracias por vuestra ayuda, me tenían rodeado y fue espantoso. No ha sido lo peor que me ha pasado estos días. Está siendo todo un infierno para mi.

Empezó a explicar mientras los pasos os seguían llevando lejos de la plaza, por las calles.

- Mi familia ha sido aniquilada, me han desposeído de todo. Mi nombre es Rexus Victocora, y hasta la Noche de las Cenizas de la semana pasada, fui uno de los nobles de esta ciudad. La finca de mis padres se incendió esa noche; escapé simplemente porque estaba estudiando en la Academia de Alabastro durante el incendio. Como sabréis, hubo otros incendios esa noche, incendios que muchos creen que fueron iniciados por Barzillai Thrune o sus agentes en un intento de aplastar cualquier espíritu de rebelión que Kintargo pudiera tener. Ahora más que nunca necesitamos ese espíritu de rebelión para mantenernos fuertes, pero las acciones de Thrune han llevado a esconderse a quienes se mantendrían fuertes y resistirían. Los que alguna vez pudieron unir la ciudad a una causa, como el alcalde Jilia Bainilus y mis padres, están desaparecidos en el mejor de los casos, y es más probable que estén muertos. No puedo hacer esto solo, pero con la ayuda de ciudadanos talentosos como ustedes, tengo la esperanza de que podamos hacerlo. Mi madre me dejó una nota y al leerla pude entender algunas cosas. Me la entregó Laria, es una halfling, venía conmigo pero no quiso mezclarse con la multitud. 

Rexus buscó entonces entre el abrigo para terminar mostrando un pergamino, con el movimiento apresurado lo llegó a aplastar y al instante se lamentó. Al final lo abrió, mostrando la escritura que a esa distancia era ininteligible.

- Mi madre encontró uno de los antiguos refugios secretos de los Cuervos Plateados.

Asintió un momento abriendo los ojos de par en par.

- Un antiguo grupo que opuso resistencia a Cheliax durante un tiempo. En ese refugio puede haber más información sobre ellos, así lo creía ella. ¿Me acompañaríais a investigarlo? No os puedo ofrecer nada salvo que encontremos algo valioso allí, pero como veis la ciudad os necesita.