Partida Rol por web

La joven se había quedado un poco patidifusa con lo que estaba pasando. No terminaba de ver si el cuchillo era solo un truco barato, magia o alguna clase de ser invisible. En cualquier caso mantuvo la guardia alta a la espera de nuevos movimientos hasta que oyó el sonido de las bisagras e intentó localizarlo. 

-Si yo también lo he oído- confirmó a su compañero mientras miraba hacia los alrededores en busca de lo que había provocado el crujido

Había que probar, si no daban un paso adelante no comprobarían qué haría el cuchillo. También parecía haber alguien más allí, o se había escondido de golpe o estaba a punto de salir.

Norwind cogió un trozo de madera para protegerse del cuchillo y dio unos pasos en la estancia, diciendo algunas palabras y buscando algo que se moviese.

- Venimos a ayudar a los Cuervos Plateados, o a retomar lo que ellos empezaron en su día. Somos aliados.

No confiaba en que funcionase, pero no podían seguir agazapados en la puerta.

Vundav había estado concentrándose, intentando ver algo que los demás no podían ver, pero al final tuvo que darse por vencido.

- No consigo detectar ni ver nada más que lo que ya vi antes. Lo que es cierto es que aquí parados no vamos a conseguir esclarecer nada de esto. Yo también he oído chirriar las bisagras, o es el viento o realmente hay alguien o algo aquí.

- Avancemos, pero lentamente.

No hubo voz ni fantasma que surgiera para responder a las palabras de los recién llegados, sólo el silencio parecía habitar la amplia estancia.

Las oficinas secundarias del fondo del establo contaban con algunos muebles viejos, cubiertos de polvo: cada una contenía un escritorio viejo, una silla y algunos armarios vacíos. Entre el polvo se revelan una serie de pequeñas y extrañas huellas de pequeño tamaño con garras que se entrecruzan en el suelo, los escritorios y los armarios.

Hacia el sur unas rejas metálicas impedían el paso a un pasillo en el que habían esparcidos algunos objetos en mal estado que parecían carecer de valor. Curiosamente el pasillo no parecía conducir a ninguna parte.

Las palabras de la elfa lograron causar una reacción en ella. Se levantó sintiendo una punzada de dolor, gimió al instante. Al menos aquello había terminado ya, los golpes y el miedo a que la violentaran. Pudo ver a uno de ellos mirando para asegurarse de que nadie les viera, entonces se hizo un nudo en su garganta. Por suerte aquellas dos mujeres habían venido en su auxilio.

- Mejor será alejarse, es sólo que, todo está cambiando, nunca me sentí así en mi ciudad. Ese hombre es un loco.

Expresó lo que parecía la opinión sobre el alcalde de multitud de ciudadanos, que ahora corrían alejándose de la plaza. Los golpes les habían devuelto al mundo real, aquél en el que los fuertes eran quienes ostentaban el poder.

Así que se alejaron, recorriendo la calle, con Vela caminando lo más rauda que podía y no era mucho. Unos segundos después un grito se escuchó detrás.

- ¡Eh vosotras, deteneos!

Al principio de la calle, las dos figuras habían vuelto, como cazadores que siguieran en pos de su presa. Ambos matones echaron a correr hacia ellas. Laria empujó en una de las direcciones.

- La forja de Olmer está aquí al lado, entremos y directas al suelo.

Dijo con precipitación, tratando de guiarlas a lo que parecía creer era un lugar seguro.

El guerrero avanzó despacio por el decrépito edificio, atendiendo a las extrañas marcas que había en el polvo de los muebles. No era la primera vez que había perseguido a criaturas guiándose sólo por el rastro que dejaban en el suelo. Goblins supervivientes de una escaramuza a los que había que atrapar, lobos salvajes que atacaban granjas y que volvían al bosque...

El escenario podía ser diferente, pero había un rastro visible y un camino a seguir, por lo que Erik empezó a seguirlo para ver a dónde conducía. Y por descontado que ningún espíritu o fantasma intangible podría dejar esas huellas. Se estaban enfrentando a una criatura física. Y acabarían por atraparla.

Los dos guardias no eran muy listos, pero estaban más atentos de lo que parecía en un primer momento. Al ver que no seguían, echamos a correr. No es probable que dos tipos con armadura puedan alcanzar a una elfa de los bosques en una carrera, pero las cortas piernas de la mediana y las incómodas faldas de Vela limitan nuestra velocidad.

- ¡Vamos! - digo aceptando ocultarnos en la fragua. - Si veis que entran detrás de nosotras, escapad por la detrás - digo asumiendo que una fragua debería tener una puerta o ventana trasera para tener una vía de escape en caso de incendio. - Yo les entretendré, que puedo correr más rápido que vosotras...

Pese a todo, lo primero que hago al entrar en la fragua del tal Olmer es buscar un sitio donde ocultarme. Si podemos evitarlo, después de todo, es mejor no tener un enfrentamiento directo con la guardia, por muy loco que esté el nuevo alcalde.

Avanzando por el establo, con las dos espadas en la mano, Norwind se adelantó hasta llegar casi a mitad tratando de ver qué había más allá. Andaba cauteloso, por si el suelo cedía o algún ruido lo alertaba de algo antes de ser sorprendido.

El cuchillo había quedado en el suelo y el sonido de bisagras había cesado, pero algo le decía que este lugar no iba a ser fácil de explorar.

Viendo la actitud de los dos, seguramente, guerreros, Vundav envainó su espada y se situó detrás de ellos caminando lentamente y observando el entorno mientras preparaba su conjuro de ataque.

Nadie había aparecido ni a decir nada, ni a atacar. Lo mismo les habían asustado,eran un grupo numeroso después de todo.
Pero lo cierto es que no podían quedarse allí todo el día. Así que Mishima se adelantó moviendo hasta casi el final de los establos. No intentó volver a hablar, parecía que no servía de nada.

Obviamente éste sitio no está todo lo abandonado que nos quieren hacer creer, pero es raro que no se muestren de alguna manera. Es bastante aparente que no somos soldados del alcade.

El modo en el que el grupo de mujeres se adentró en la fragua sólo podía considerarse como atropellado. Nada más aparecer ante el viejo enano blanquilampiño, Laria se llevó un dedo a los labios tratando de evitar que el herrero dijera algo que no debía.

Vela gateó al instante, así como Arden y Laria. La mediana venía ya casi sin resuello, dado el esfuerzo que le suponía correr con aquellas cortas piernas. Se había dejado caer con el rostro hacia arriba. Olmer iba a abrir la boca, de manera que Laria repitió el gesto.

- Que me aspen.

Laria hizo una nueva señal, moviendo la mano arriba y abajo. Olmer mostró las suyas: no llevaba el martillo. La herramienta descansaba de manera inerte a un par de metros.

- Supongo que no venís a admirar la delicadeza de mi fabuloso camisote de mallas, lo tengo en oferta, mph.

Nuevos pasos llamaron la atención del viejo, observando los dos matones correr calle abajo, vista al frente aunque las mujeres no advirtieron el detalle. Vela, que estaba cerca de la elfa, se había quedado congelada, dejando incluso de respirar.

Un poco después Olmer caminaba con parsimonia, actuando ahora como si un día de trabajo normal se tratara. Se giró sobre sí mismo.

- Se están alejando, pero no sé si habéis pensado que cuando lleguen a la esquina y no os vean, posiblemente no sepan dónde ir y retrocedan.

Vela asintió, abandonando la parálisis.

- A la puerta de atrás.

Levantándose fue en busca de la puerta que parecía prometer una escapatoria segura. Olmer levantó las manos y después las llevó a la cintura, en la posición de jarra.

- ¿Acaso creéis que dejo la puerta abierta? ¿Para que entre alguien a birlar?

Pero el enano miró a Laria y le lanzó una llave.

- Me debes una jarra.

Tomándola, la mediana hizo un gesto para que la siguieran, apenas había podido recuperar aliento.

- Vamos a mi local. Seguidme.

Indicó a las dos jóvenes.

Un examen cuidadoso sobre el removido polvo sólo daba unas pistas del tamaño de las huellas. Eran unas patas garrudas de unos cuatro centímetros de largo desde el talón a los dedos, que no eran fáciles de categorizar. Quizás se trataría de una rata, solo que sería bípeda, lo que no tenía sentido.

Un poco más al centro, el monje pudo otear el pasillo que había al sur. Algo no encajaba en él, unos maderos fuera de lugar. Más bien unos maderos que se habían torcido unos centímetros dejando una apertura. Afinando la vista, había algo que encajaba con una puerta camuflada, que había quedado entreabierta. Un problema se añadía a la ecuación: esas rejas de metal ruinoso, que impedían el paso al pasillo.

No había nada que fuera en busca de los exploradores, por lo que tendrían que tomar una decisión si querían investigar más.

Umh, estaba claro que debían seguir donde le llevara esa puerta, que podría llevarlos hasta la auténtica guarida de los cuervos, pero debían investigar un poco más por si había más alternativas.

Las indicaciones de Erik los alertaron sobre una pequeña criatura bípeda, ¿quizá habitantes recientes? ¿O era algo más?

Norwind trató de buscar algo más, antes de ayudar a sus compañeros a abrir la extraña puerta que había descubierto Mishima.

Era una suerte que aquel sitio estuviera en semejante estado, ya que la capa de polvo que había sobre los escritorios era gruesa, permitiendo que las huellas de lo que fuera que había estado por allí se imprimieran con precisión. Ahora, lo que indicaban esas huellas... El guerrero regresó con el grueso del grupo para decirles lo que había descubierto.

 -Sea lo que sea que estuvo aquí, el rastro que ha dejado me indica que se trata de una criatura bípeda con pies de rata. Si esas huellas pertenecen a lo que sea que nos intentaba asustar, nos enfrentamos a una aberración de la naturaleza o a un pillo que sabe disimular rastros como un profesional.

Por suerte no había sido el único que había descubierto cosas, ya que de tener sólo esa información estarían bastante perdidos. Mishima había encontrado una puerta, o lo que parecía una puerta, tras la reja del pasillo. el metal no estaba en sus mejores días, pero aún estaba lo bastante fuerte como para darles problemas.

 -¿Alguien tiene una sugerencia sobre qué hacer con esta reja? ¿O directamente la tiramos por la fuerza?

Él ya había demostrado el poder de sus músculos arrancando una puerta. Si esa reja estaba lo suficientemente comida por el tiempo, seguramente también pudiera arrancarla. Pero antes de arriesgarse a un tirón muscular en los brazos, prefería escuchar otras sugerencias. Que si había enemigos más adelante y él se lesionaba, se convertiría en una carga para el grupo. Y eso sí que no podía permitírselo.

Escuchamos cómo los guardias se alejaron por la calle y, rápidamente, salí de detrás del barril tras el que me había ocultado. Miré al herrero, un enano, y le escuché en silencio mientras hablaba con la mediana.

- Gracias, maese herrero - le dije mientras me dirigía a la parte trasera de la fragua, siguiendo a Laria. Un lugar para apuntar, esta herrería. En las próximas noches grabaría una marca de ladrón en el dintel de la puerta, informando a mis compañeros de profesión que se trata de un lugar de gente amiga para que no se convierta en objetivo de ningún robo.

Salí a la calle y eché un rápido vistazo a los laterales para asegurarme de que los guardias no estaban en las cercanías. Mientras me disponía a seguir a Laria, me quité la capa para guardarla en la mochila y cogí una cinta para atarme el pelo en una coleta. Una mediana, una elfa y una humana juntas podían llamar la atención, pero cambiar de apariencia era un viejo truco para despistar a cualquier perseguidor y lo tenía demasiado aprehendido como para no llevarlo a cabo de forma casi instintiva.

- Hablaste de que habías ido a la plaza con un amigo, Laria - le comento a la mediana mientras caminamos. - ¿Sabes si ha conseguido escapar de allí?

Nikkha estaba acostumbrada a codearse con las omnipresentes ratas en los barrios bajos, pero nunca en su vida había visto ratas bípedas. Era cierto que las ratas podían mantenerse sobre sus dos patas traseras, pero de ahí a caminar iba un mundo.

Sin embargo aquella reja parecía que era el siguiente obstáculo en el camino, por lo que se acercó con cuidado y con unos movimientos hábiles, tendió sus armas a su compañero, para poder tener ambas manos libres para sus herramientas de ladrón. 

-Dejadme ver si podemos pasar por ella sin tener que romperla.- ofreció en lo que inspeccionaba la reja en busca de alguna cerradura que forzar.

Vundav no sabía a qué criatura podían pertenecer aquellas huellas. Se mantenía en segundo plano dejando que sus compañeros llevaran la iniciativa y preparado por si surgía algún tipo de peligro.

La puerta al menos indicaba un lugar por donde continuar investigando, pero las huellas encontradas sugerían algo no humano.

Que raro.

Se giró al noble.

Entiendo que los antiguos integrantes de los cuervos plateados eran humanos ¿no? O por lo menos humanoides normales. Nada de ratas andantes o cosas de esas ¿verdad?
Por tenerlo en cuenta más que nada.

Cuando la joven propuso abrir la puerta de manera delicada Mishima no puso objeción alguna.

Por favor. Sería todo un detalle por tú parte el que abrieras la puerta. Aún así vigilaría por si está protegida de alguna manera.

Después de todo habían visto moverse solo un cuchillo. ¿Quién sabe qué más podía haber allí?

La atención de los presentes quedó en aquella puerta metálica, cerrada, nada indicaba que nadie la hubiera abierto en mucho tiempo. Mirando cada detalle, sólo se corroboraba que no había peligro alrededor. Bastaría una persona fuerte u otra habilidosa, para lograr superar ese escollo. Mikkha había extraído sus ganzúas, dedicándose a la nueva tarea de modo preciso, los finos dedos se movían con tino hasta que lograron mover el mecanismo, abriéndola.

Unos maderos habían quedado torcidos delatando la presencia de la sala de al lado, cuya existencia era fácil de intuir sólo porque un pasillo estrecho ahí no se correspondía con la forma del establo en el interior. Dentro, un nuevo despacho cubierto de polvo, sobre la mesa tinta seca, una pluma, algunos pergaminos en los que no había nada escrito. También se podía ver un anillo con un sello en forma de cuervo, que parecía valioso.

No costó ver en el suelo las marcas de una trampilla. La falta de polvo había marcado con claridad la existencia de aquél nuevo acceso.