Partida Rol por web

El peligro pasó por ahora, solo que había que apresurar el paso para terminar de dejarlo atrás. En la calle un par de hombres se habían asomado para observar la carrera de los dos alborotados hombres uniformados.

- Rápido, aprovechemos la ocasión.

Indicó Laria forzando su caminar, pues dado su pequeño tamaño debía prácticamente trotar. Ante las palabras de Arden, guiñó un ojo primero sin decir nada al respecto. En cuanto cruzaron la esquina, sonrió a la joven de tez oscura.

- Nosotras nos vamos, Vela. Ve a casa, lo mejor será dejar pasar el día. En otro momento pasa por la posada de los caminos largos y te invitaré a algo.

La aludida mostró una sonrisa serena.

- Es posible que vaya todo bien, suerte amigas, pasaré pronto por su posada, pienso que les debo un favor.

Levantó una mano a modo de despedida, alejándose por la calle. Eso hizo que que Laria volviera al asunto anterior, por el que la elfa le había interrogado.

- Iba a visitar un edificio abandonado. Su familia fue arrasada hace tres días, en la noche de las cenizas. Lo ha perdido todo, pero tenía una nota de su madre y cree que toda esa fatalidad se debe a que ella pertenecía a una orden secreta. Me lo estuvo contando todo, la orden de los archivistas. Encontraron referencias a los cuervos plateados, un grupo de rebeldes a los Thrune, Rexus se convenció de que hay que enfrentarse de nuevo a ellos. Arden, ¿me acompañarías hasta allí? Necesitamos toda la ayuda posible, gente que sea astuta porque no hay que enfrentarlos directamente.

- Excelente trabajo. - Dijo a la mujer que había abierto con tanta pericia la puerta. La estancia que desveló parecía no haber sido usada en años, ninguna huella corrompía la capa de polvo que marcaba su edad. Sin embargo, una trampilla seguía alargando el camino hasta el nido de los cuervos.

Sobre la mesa, unos cuantos pergaminos y tinta ya pasada se encontraban junto a un valioso anillo. Extraño lugar para haber dejado algo tan preciado, pensó. - Será mejor quedarnos con todo eso.

Volviendo a prestar atención al suelo, trató de ver alguna marca que revelase algo más sobre el pequeño acceso. - Llevemos cuidado, puede haber alguna trampa activa.

Los tesoros poco importaban al guerrero, la verdad. Seguir el rastro de lo que fuera que les había atacado era más importante. Así que, tras agradecer a Nikkha su trabajo con una palmada en el hombro, Erik empezó a buscar pistas de por dónde se había podido ir el misterioso atacante. Y entonces lo encontró, una trampilla sin polvo encima, señal de que había sido recientemente usada.

 -Esto es lo que hemos debido oir hace un rato.

Alargó la mano para abrirla, pero al escuchar a Norwind se detuvo. No era descabellado pensar que podía haber trampas guardando el acceso a la ruta de escape usada por el individuo al que buscaban. Se alejó de la trampilla despacio, dejando a sus compañeros más avezados buscar posibles mecanismos que indicaran la presencia de trampas en aquel acceso. Él por su parte miró la estancia, buscando cualquier indicio que pudiera serles de ayuda.

Vundav seguía al grupo desde atrás, atento a los alrededores por si hubiera algún tipo de emboscada, pero la realidad es que tampoco se concentraba mucho. Mantenía su escudo que poco a poco empezaba a disiparse y tenía preparado un conjuro de ataque, pero poco más.

Aún no confiaba mucho en el grupo. De alguna manera se había visto arrastrado al mismo por proteger al noble que les había guiado, pero ahora en el sucio y abandonado establo empezaba a hartarse.

Encontraron un anillo y unos papeles sobre una mesa. Ignoró el anillo pero buscó ávidamente entre los papeles, para acabar con cara de decepcionado al comprobar que estaban en blanco.

Había una trampilla en el suelo. Dejo a los expertos (la muchacha había demostrado su habilidad con las puertas) mientras seguía al margen observando los alrededores.

Cada cual tenía su momento y lugar. Y desde luego el forzar una cerradura no estaba entre las muchas habilidades de Mishima. Así que dejó hacer a la joven, y lo hizo realmente bien la verdad. Ni quiso ni le interesaba saber donde había aprendido a hacer aquello. Todos el mundo tenía secretos.

Al entrar en la nueva sala dejó que los demás se adelantasen a registrarla y él se quedó a la entrada vigilando que no les pillaran desprevenidos. Por si acaso. Pero lo cierto es que estaba bastante claro qué tenían que hacer a continuación.

La prudencia es buena, pero no debemos demorarnos mucho. Si en verdad había alguién por aquí podemos perderle la pista.

El monje se acercó, miró un momento y luego se dispuso a abrir la trampilla.

Nikkha hinchó el pecho ante el halago del hombre de pelo plateado. Aunque ya no era una niña, para los términos de su raza, tampoco era demasiado madura y aún se vanagloriaba de las palabras bonitas que la gente le dedicaba. Por si fuera poco su profesión no hacía nada para paliar su vanidad por lo que casi sin quererlo, aquel hombre se había ganado una amiga.

Aun sonreía como una boba cuando el hombre del bastón los apremió a continuar. Así que la joven semielfa se puso manos a la obra y continuó avanzando revisando por si había alguna trampa a la vista.

Hago un gesto con la mano, despidiéndome de la mujer.

- ¡Suerte, Vela! - le digo. Cuando se aleja, murmuro para mí. - Espero que no te metas en líos otra vez... - Aunque, seguramente, la pobre mujer sencillamente se había encontrado en un mal sitio en el peor momento posible. A esos guardias habría que castrarles por lo que estaban intentando.

Sigo caminando con la mediana, escuchando su historia. ¿Archivistas? ¿Rebeldes? Todo esto parece quedarme algo grande.

- Verás, yo... No suelo meterme en política... - Una voz en mi cabeza me sorprende con una risa sarcástica. ¿Ah, no? ¿Y qué has estado haciendo toda la mañana? - Al final, da igual que gobiernen unos u otros, porque ninguno va a estar de nuestro lado... - Era una conversación que había mantenido muchas veces, incluso conmigo misma, y sabía que esa respuesta no era del todo cierta. Nadie estaría de nuestro lado, pero algunos sí se opondrían más que otros a la gente como yo. Y con eso no me refería a los ladrones y timadores, sino a gente como Vela, que no puede hacer nada por protegerse a si misma.

¡Maldita sea! Si sigo con este hilo de pensamientos voy a acabar liada en todo esto.

- De todas formas, si la paga es buena no tengo ningún problema en enfrentarme con la gente del alcalde - digo, excusándome una vez más en el dinero. Al menos con eso estoy segura de que voy a poder conseguir algo más útil que con la política.

La mediana miró a los ojos a la elfa, en el poco tiempo que habían compartido ya había visto algunas cosas sobre ella y demostró que le gustaban, pues sonrió con suavidad.

- Te contrataré unas semanas en mi propia semana y después veremos. Eres valiente, también te veo amistosa, así que creo que eres una persona que vamos a necesitar. Vayamos a buscar a Rexus, no me gusta que ande por ahí sólo, es bastante ratón de biblioteca el pobre.

Haciendo un gesto se puso de nuevo en marcha, esperando que Arden fuera tras ella.

Aquella trampilla no mostraba rastros de tener protección alguna, al poco, Mishima la levantó levemente y eso emitió un chirrido que en efecto, coincidía con el sonido escuchado con anterioridad.

Otro ruido se sumó entonces, el de algo tropezando y cayendo al suelo con no demasiado estrépito.

- Desna bendita, quién ha dejado tirada aquí la puerta.

Dos personas habían entrado en el destartalado establo oliendo al instante el espeso aroma, el lugar estaba abandonado y echo un completo desastre. No habían tenido problemas en acceder, puesto que la mitad de la puerta había sido arrancada y ahora estaba en el suelo, cerca también de un cuchillo abandonado.

- ¿Rexus? ¿Andas por aquí? Soy Laria.

Decía una voz femenina que sonaba aguda. Laria hizo un gesto de nuevo a Arden, unos metros más allá había unas rejas abiertas que junto al polvo removido del suelo delataba el paso de varias personas.

El noble reconoció la voz al instante, girándose hacia la puerta y luego de nuevo hacia vosotros.

- Es una amiga, acudí primero a ella para que me acogiera cuando me quedé tirado en la calle, se llama Laria y es una halfling que tiene su propia posada y, bueno, algún que otro recurso más.

Fue explicando a los compañeros que se le habían unido.

- No estaba seguro de que fuera a seguirme pero al final lo ha hecho.

Sonrió ante la perspectiva de que su amiga hubiera decidido seguir ayudándole.

Norwind observó el rubor de Nikkha, la había visto actuar en varios tugurios de los bajos fondos de Kintargo, quitándose de enmedio a borrachos y maleantes sin ninguna ayuda, pero no imaginaba que fuera tan inocente para ciertas cosas.

No obstante la trampilla estaba abierta y habían descubierto dónde estaba en realidad la guarida de los cuervos, cuando una voz de mujer sonó fuera. Rexus contestó al instante y les explicó que la conocía, pero Norwind comenzó a recelar. No había visto a nadie seguirlos, intuía que ninguno de ellos, y sin embargo los habían estado rastreando.

Si la mediana que indicaba Rexus había podido, quizá lo habían hecho otros. Y los espías del alcalde habían demostrado ya poder hacerse pasar por ciudadanos con facilidad.

Mientras el noble iba hacia el establo a saludar a su amiga, echó un ojo al interior de la trampilla, para que nada le pillara por sorpresa. Tanteó las paredes y qué podía haber ahí abajo.

Al escuchar las voces, especialmente el comentario de la puerta, Erik dejó de buscar posibles rastros y se giró para mirar al lugar del que provenían las voces. ¿Les habían seguido? Sin embargo, antes de que pudiera pensar en atacar a los posibles intrusos, Rexus aclaró la identidad de las personas que acababan de llegar. Al parecer una de ellas, al menos, era persona de confianza para el noble.

 -Cualquier aliado a la causa es bien recibido.

Erik se adelantó unos pasos, acercándose a las recién llegadas con las manos en posición relajada, sin hacer ademán de ir a coger la espada ni movimientos que pudieran interpretarse como agresivos.

 -¿Habéis tenido problemas para llegar? ¿Os han seguido?

Con precaución, seguí a Laria por las calles de la ciudad hasta un edificio que parecía un establo a punto de derrumbarse. Hacía tiempo que habíamos perdido a los guardias, pero aún así, volví a coger mi capa y me la puse por el lado contrario que el que había llevado en la plaza, en el que mostraba un color pardo en vez de el tono verdoso que ahora quedaba por el interior.

Detrás de Laria, observé la escena del granero: un grupo de gente situados al lado de una trampilla. En cuanto entramos, uno de ellos se dirigió hacia Laria y tardé sólo un momento en reconocerle. El noble que había pedido ayuda en la plaza. Fruncí el ceño, pensando de nuevo que no debería involucrarme en temas políticos.

Levanté la cabeza para poder mirar al rostro del siguiente humano que se nos acercó, que debía sobrepasar los dos metros. - Depende de a qué llames problemas... pero nadie nos ha seguido - digo respondiendo a sus preguntas. Pero la complexión del hombre hace que no pase fácilmente desapercibido y un momento después lo relaciono con el amigo de Laria y los problemas de la plaza. - ¡Tú! - miro al resto del grupo, para ver cómo reaccionan y luego desvío nuevamente mi mirada hacia el enorme mandoble que sobresale por encima de su espalda. - ¡Fuiste el primero en desenfundar un arma en la plaza! - Le digo con tono acusatorio. - ¿Te paraste a pensar un momento qué consecuencias podían tener tus acciones? Los locos de los guardias han estado a punto de violar a una pobre chica sólo porque estaba por allí, por no contar las decenas de heridos que habrán dejado atrás...

Ciertamente, si todos los que acompañan a Rexus son tan impetuosos como lo que demostró antes este tipo, van a necesitar mucha más astucia de la que Laria y yo podremos aportar.

Vundav permanecía callado, al parecer este era su estado más normal, estar ligeramente ajeno a lo que ocurría a su alrededor.

Pero en verdad estaba atento a la retaguardia mientras la habilidosa compañera comprobaba la trampilla. Escuchó un par de sujetos que se aproximaban cuando Rexus pareció reconocer a uno. La chica era una halfing que conocía y que también había estado en la plaza.

Al final aquello parecía una reunión de vecinos, parecía imposible que nos les hubieran seguido aunque por la pinta del acompañante de la halfing podía suponer que habían tomado las precauciones necesarias. Simplemente saludó a los recién llegados con un gesto.

Finalmente el monje abrió la trampilla, Vundav miraba con detenimiento cualquier cosa que pudiera salir de ella preparado para atacarla al instante, aunque permanecía en retaguardia como si la cosa no fuera con él.

La pequeña mediana de cabello rubio y grandes ojo se acercó hasta el sonido, había escuchado a Rexus y sólo había que caminar hacia el pasillo, que daba a una sala en la que habían levantado una trampilla en el suelo. Allí, en la sala, había lo que parecía un despacho, con restos de papeles, una mesa y silla que acumulaban el polvo de hacía muchos años.

Laria escuchó a Arden enfrentarse al corpulento humano de la gran espada.

- Vaya, sí, el inquisidor es un maldito loco, ya os lo digo yo que no paro de escuchar historias en mi posada. Pero para echarlo hace falta más gente, bastante más, antes de poder enfrentarlo, porque es poderoso y tiene muchos guardias. Fue un poco premeditado usar las armas pero me temo que tarde o temprano habrá que hacerlo.

Rexus entretanto escuchaba la conversación, abrió los ojos mostrando un cierto nerviosismo.

- Le podemos ganar, a Barzillai, no es tan fuerte como cree, aquí los Thrune no son tan poderosos y los recursos los están usando contra los siervos de Iomedae que les plantan batalla, el inquisidor no tendrá refuerzos así que si nos hacemos fuertes le venceremos. Y yo sé que lo podemos hacer, gente como vosotros es la que hace falta. Hacernos fuertes, sin ser encontrados. Necesitamos un buen escondite donde organizarnos.

Laria miró al que parecía su amigo.

- Como sabes yo tengo uno, aunque hay que hablar luego sobre eso.

Allí al lado, Vundav levantaba la trampilla y podía ver unas escaleras que bajaban. Alumbrando, se veía un sótano cuyo aire estaba seco, apestaba a abandono. 

El sonido de una piedra desplazándose por el suelo les alertó, venía de allí abajo, de ese sótano recién descubierto. Duró sólo un segundo, deteniéndose a continuación, en ese tiempo no podía haber ocurrido gran cosa.

- Shhhh. - Desde su posición, Norwind avisó al grupo para que se mantuviese en silencio. - Hay alguien ahí abajo.

Pese a que el lugar parecía abandonado, un extraño ruido venía de abajo. - Será mejor que bajemos.- Siguió diciendo en susurros.

En condiciones normales, cualquiera que pudiera ver con poca luz debía avanzar la comitiva, pero si quien estaba abajo los había oído, ya contaba con ventaja y era mejor no permitirle encontrar un buen escondite que hiciera que fuera imposible encontrarlo.

Bajó con decisión a través de la escalera, elevando la voz. - Espera, solo queremos hablar contigo. Somos aliados de los antiguos Cuervos, buscamos lo mismo que tú. Nadie que prive a otros de libertad es bienvenido en Kintargo.

Confiaba en que sus palabras fueran escuchadas, y más aún que convenciesen a quien iban interpeladas, pero siendo sincero no tenía muchas esperanzas de ello. Intuía que tendrían que alcanzarlo si querían hablar con él, o ella. O ellos.

Mishima no estaba muy atento a lo que pasaba en la puerta. En un principio sí, por si era alguno de los guardias. Pero en cuanto quedó claro que eran conocidas de Rexus se volvió a centrar en la trampilla que había abierto. Sobretodo después de escuchar ruido nuevamente abajo.

Muy bien. Bajemos.

Iba a saltar dentro pero Norwind se le adelantó, por lo que bajó detrás suyo preparado para apoyarle en caso de que fuese necesario. Asintió a sus palabras, pues preferia no tener que pelear con quién hubiese allí.

Nikkha vio a las supuestas aliadas e iba a saludarlas cuando se desató aquel intercambio bronco de pareceres sobre como se debía haber actuado en la plaza. Casi sin quererlo se sitió mal por aquella mujer que fue forzada, aunque sin éxito, y por las decenas de heridos. En su cabeza se justificaba con que aquellas atrocidades pasaban todos los días y que protestar ante aquel gobierno ya era más un deber que un derecho. Pero aquellas palabras de autoconsuelo no la llenaban del todo.

Por suerte la mediana saltó y evitó que el enfrentamiento escalase, dando esperanza a aquella semilla de rebelión que se estaba gestando. Por lo que la halfling contaba, el "poderoso" gobierno Thrune solo era una fachada creada para mantener una ilusión entre sus súbditos para que estos no se rebelasen. La confirmación de que los paladines de Iomedae estaban ocasionando graves problemas a sus tiránicos gobernantes, reconfortó a la joven semielfa.

Distraída por las palabras de las recién llegadas, Nikkha no se percató de las maniobras de sus compañeros hasta que Norwind llamó por alguien en el fondo de la trampilla. Rápidamente, extrajo su lira y se dispuso a tocar una inspiradora oda que animase a sus compañeros en caso de que algo les atacase ahí abajo.

En el momento que se abrió la trampilla se escuchó en el interior un ruido, lo que hizo que dos de sus compañeros entraran directamente en la oscuridad del sótano. Vundav torció el gesto, no sabía las capacidades de sus compañeros ni si eran capaces de ver en la oscuridad. La entrada al subsuelo era el punto lógico para una emboscada.

Aunque él no la necesitaba para nada chasqueó los dedos y al instante conjuró luz para permitir que sus compañeros pudieran ver bien en el interior, mientras descendía tras ellos.

Siempre en silencio, una vez más confió en su escudo mientras observaba el sótano ahora iluminado en detalle. En su mente se formaba el conjuro de ataque por si las cosas se torcían.