Partida Rol por web

Vanth mira a Arkaeron y Orphen. Está de acuerdo con Naldar y Kandalian, y de ser por él ya habría salido de este laboratorio hace rato.

- Creo que me llevaré todos los libros de conjuros y todos los rollos de pergamino, pero no los componentes. Necesitaría un par de días libres para aprenderme un hechizo ajeno, y no disponemos de ese tiempo, en el caso de que realmente haya algún conjuro que me interese. No obstante, no sería una buena idea dejar el laboratorio del enemigo en condiciones de seguir trabajando. Deberíamos quemar todo esto, esparcir los componentes, quemar los cadáveres y las notas... vamos, todo lo que pueda servirle para seguir trabajando si nos derrota...

Oprhen saca un saco y empieza a meter todo en el interior sin parar a consultar que mete a dentro. Mas tarde destrozara quemara o aniquilara lo que sea que hay dentro.

Chicos ir metiendo las cosas, después nos encargamos de eso, como bien dice arkaeon.

Amnyin comienza a romper frascos y amontonar papeles en un recipiente grande donde hacer una pequeña fogata. Entiende y comparte la opinión de Arkaeron: todo lo que hay en ese laboratorio es maligno y si no puede ser usado para el bien está mejor convertido en cenizas.

amnyin espera, antes de quemar cosas mejor las guardamos, no fuera que las necesitemos mas adelante.Oprhen indica que lo meta todo dentro de la bolsa que lleva en las manos.

El tiflin se encoge de hombros y cede los materiales y papeles. Aun con todo, hay frascos, retortas y cacharros demasiado grandes como para ser práctico cargarlos, por lo que resulta más sencillo romper parte de los hallazgos.

Cuando la bolsa de Orphen está llena y parece quedar poco útil en el laboratorio, todos miran hacia el pasillo por el que llegó el sigiloso zombi. Es la única salida de la habitación y la forma de adentrarse en la fortaleza, pero ahora está claro que les esperan.

El gnomo asiste entre excitado y entristecido a la destrucción del material del laboratorio. Lleva en sus saquillos media docena de pedruscos, que contemplará detenidamente cuando tenga un rato. Es curiosa la escala de valores que los de su raza aplica a los objetos.

Mira hacia el pasillo. Ahora entre ansioso y algo parecido a lo que otras razas llamarían temeroso.

Vamos allá.

Sin más, dirije sus pasos hacia el nuevo camino.

Naldar camina por fin hacia un nuevo lugar. Recorre en él una mezcla de sensaciones, mezcla de alivio por haber dejado a un lado el laboratorio oscuro y temor por lo que se puedan encontrar después de este cuarto. De todas maneras, cualquier paso adelante en esta misión es un minuto menos que le queda para salir de ese lugar, así que Naldar repone sus fuerzas.

Ya queda menos...

El pasillo está bien iluminado y solo desemboca en un amplio arco que parece dar a una sala mayor que el laboratorio que acaban de abandonar. El peligro no sorprendía a nadie, y sin embargo todos tienen una mala sensación respecto a lo que están a punto de encontrar. Nada bueno puede salir de poner sobre aviso a un nigromante poderoso.

Cuando llegan al final del pasillo y pasan bajo el arco que hace de puerta, el mal presentimiento se explica. Es una amplia estancia rectangular, con 20 pies a lo ancho en cada dirección desde la puerta y unos 60 hasta el fondo de la sala de techo abovedado. A derecha e izquierda hay cinco y cinco columnas, y delante de cada una hay un sacerdote de túnica color óxido con un cuchillo y una víctima. En el suelo hay pequeñas depresiones cuyo único objetivo debe de ser recoger la sangre que los clérigos amenazan con derramar pronto.

Durante meses los pueblos del oeste habían sido atacados por la horda, y en cada saqueo se llevaron prisioneros. La mayoría de esos sacrificios ya habrán honrado al Dios de la Matanza, pero los supervivientes están aquí, aunque quizá por poco tiempo. Los prisioneros están atados y amordazados, y los sacerdotes tienen los cuchillos en sus gargantas como si esperaran una orden. Entonces, de una pequeña puerta al fondo de la habitación, entra el nigromante.

No deis un paso más dice primero, antes de que a uno se le ocurriera hacerlo. Después, comprobando que ya tiene la plena atención de su audiencia, habla con mucha más calma.

Bien, habéis llegado hasta aquí y si no os han detenido los ejércitos del amo, nada en esta fortaleza lo hará. Salvo el propio amo, claro, pero no hay razón para molestarle, de modo que no puedo permitir que sigáis. 

Su mano derecha está ligeramente alzada, dando la impresión de que va a dar la orden esperada de un momento a otro. Además de las diez víctimas, hay tres niños atados y tirados en el suelo justo a los pies del nigromante. Este se agacha, posando la rodilla derecha en el suelo como para estar más cerca de esos prisioneros mientras sigue hablando. Parece querer seguir hablando, pero se toma unos segundos para ello. Resulta claro que todos los sacerdotes reaccionaran como uno, matando a sus víctimas a la mínima señal de ataque o a la orden del conjurador. 

- Vaya, aparentemente pretendes detenernos con un dilema moral: Si avanzamos matarás a una serie de gente inocente. Si no lo hacemos tu amo matará a millones de seres inocentes... -Arkaeron puso las palmas hacia arriba como si sopesase las dos opciones, entonces levantó una al tiempo que bajaba la otra, en ambos casos hasta donde le permitían sus brazos- Yo tengo la elección muy clara ¿No tienes ningún otro truco mejor?

Naldar aunque no te guste, mata a uno de los rehenes. Deja claro porque estamos aquí. dice con un susurro.