Partida Rol por web

Mi cara de sorpresa no tenía precio -¿Pero esto qué es?- dije al ver el absurdo invento, tres hombrecillos intentan esconderse tras una lata gigante, estaba muy cabreada por la tomadura de pelo. Cogí mi espada y comencé a intentar matarlos, comencé por el de en medio, que pensaba era el que manejaba las hachas.

Es difícil poder acertar bien, porque son pequeños y el hueco en el que se encuentran también lo es.

Uno de ellos salta y se coloca detrás de ti, los otros dos siguen dentro, parapetados, y todos te pinchan con sus lanzas a la vez. Son escurridizos, y rápidos. Sus caras arrugadas muestran desagrado al verte y gritan con sus vocecillas agudas al herirte.

He sido muy osada queriendo acabar con ellos tan rápido, son escurridizos son los bichitos estos. Doy un par de pasos atrás, para alejarme de los dos que están dentro y así poder acabar con el que tengo a mis espladas.

De un sólo golpe cercenas la cabeza del hombrecillo, que rueda hasta detenerse contra un árbol. Los otros dos, al verlo, saltan del ingenio y salen corriendo en direcciones distintas, dando saltos torpes y gritando.

Cuando le corto la cabeza a uno de ellos y veo que los otros dos salen corriendo, directamente paso de seguirlos, me encontraba cansada. Ahora miraba alrededor a ver si veía a Sköll, no fue así, entonces retomé mi camino en dirección a la torre. 

Caminas durante muchas horas más, y se te hace de noche. La torre está cerca, muy cerca, mañana alcanzarás su base. Sköll no aparece por ninguna parte, y el bosque parece tranquilo.

Hoy se me ha echado la noche encima, así que voy a detenerme para pasar la noche. Me parece encontrar un buen sitio, entre unos arbustos lo suficientemente altos como para que me oculten. Despliego mi saco de dormir y estoy tan cansada que ni me entretengo a hacer fuego. Como una porción de carne seca doy un buen trago a mi pellejo con agua, y añoro mi cerveza. 

Al despertar encuentras a Sköll babeando frente a ti. Junto a los arbustos hay dos apestosos bultos, son los derros que huyeron, cazados por tu acompañante y traídos ante ti como una ofrenda. No hay nada que te sirva entre sus ropas, y sus pequeñas armas son ridículas si las comparas con las tuyas.

Durante la mañana caminas hacia la torre, acompañada a ratos por Sköll, deambulando por el bosque oscuro y sombrío, aprovechando cada claro para retomar el rumbo correcto y dirigirte hacia el centro. El trayecto es difícil, como si el bosque creciese para hacer que te perdieses, llevándote constantemente hacia afuera, alejándote de la torre.

Finalmente, guiada por tu instinto, intuición, observación y con un poco de ayuda del lobo, la encuentras: la torre se alza ante ti y se pierde en el cielo, entre las nubes, su está enraizada en la roca de una montaña. No parece que eso de ahí sea la puerta principal, y dudas que siquiera exista; sino que más bien es una de tantas, una de entre infinitas puertas, cada una diferente a las otras o quizá idénticas.

Cuando por fin me acerco a la torre y aparece ante mí una puerta que para nada sería la puerta principal, me parece extraño. ¿Será que está construida así para confundir? esa era mi mayor sospecha, que todo allí estaba construido con tales fines. 

Pero lo cierto es que había llegado a una puerta, no sería la principal, pero era un acceso hacia la torre. Y desde que me adentré en el laberinto este fue mi único objetivo la torre.

Te adentras por el hueco y llegas a un patio amplio, con otra puerta al otro lado. Este lugar, el patio, parece más refinado y ornamentado. Hay mosaicos, motivos geométricos hechos en piedra, columnas esbeltas, las ramas de los árboles tamizan la luz, el aire es agradable. Cuando te acercas a la puerta te das cuenta de que no puedes continuar. Una gran escultura de mármol, que representa a un guerrero griego, bloquea el acceso. A simple vista no cabrías por los huecos que deja entre las jambas y él. A sus pies tiene labrada una inscripción, que puedes leer:

"Aquí descansa Asterión, hijo Pasífae, reina de Creta. Visita este templo como un amigo."

Me detengo ante la gran escultura que bloquea el acceso, es muy imponente. La observo con bastante detenimiento, intentando encontrar algo que me ayude a poder cruzar el umbral. Es entonces cuando veo una inscripción a los pies de la escultura.

-¿Asterión? ¿hijo de la reina de Creta? ¿Pasífae es la mujer de Minos?- hago todas esas preguntas en voz alta como intentando encontrar sentido a las piezas que componen este puzzle. Llego a la conclusión de que voy a dar por válidas mis sospechas -eso quiere decir que el minotauro está dentro-

Pero para poder entrar únicamente puedo hacerlo "como un amigo". Esto si me deja más descolocada, no sé exactamente qué quiere decir "vista como un amigo" me quedo pensando e incluso doy unos pasos en círculos enfrente de la escultura intentando aclarar cuál debe ser mi siguiente paso. Una idea se me viene a la cabeza, si fuera un enemigo lucharía, pero un amigo cuando entra en algún templo...agradece y ¿cuál es la manera de agradecer que estaría en mi mano? - ¡Una ofrenda!-

Rebusco en mi petate las monedas de plata que llevo, tengo 40, las dejaré todas. Si salgo no me harán falta porque tendré riquezas y si me quedo aquí, menos.

Me inclino ante la escultura haciendo una reverencia y coloco la bolsita de las monedas a sus pies - Señor del laberinto, Asterión, reciba como ofrenda estas cuarenta monedas de plata en señal de mi respeto a su templo-

Cuando te acercas, hablas y depositas las monedas a los pies de la estatua nada ocurre. No ves ni un mínimo movimiento, ni un mínimo sonido.

No percibí ni el más mínimo atisbo de que realmente mi ofrenda hubiese servido para algo. Recogí las monedas, me las guardé y comencé a tocar la estatua, a lo mejor tenía una pieza que se movía y daba a un pasadizo secreto o se le levantaba el brazo y podía pasar, no sabía qué hacer, pero tenía que intentar algo.

Pasa el tiempo. Pasan las horas. El patio se mantiene igual, nada cambia, nada se mueve. El tiempo pasa, el sol cruza el cielo despacio, dibujando sombras y colores sobre las paredes de piedra en su viaje.

"Visita este templo como un amigo." -esta frase resuena en tu cabeza- "...como un amigo."

Nada, no hay ninguna señal de nada. No sé qué más puedo hacer, será mejor que descanse coma y beba algo, a ver si con el estómago lleno aparece ante mí la solución.

Lo había intentado por las buenas y no había funcionado, así que ahora lo haría a mi manera. Me coloqué justo en frente de la escultura, cerré los ojos y tomé aire. Retrocedí algunos pasos que hice coincidir con algunos pensamientos, me situaba en todo lo que había dejado atrás, mi aldea y mi familia. Los siguientes pasos atrás, fueron para todo lo que había superado desde que me adentré en el laberinto, cada criatura con la que había luchado, las que maté y las que no. Y el último y el más importante, para recordar cuando mi hermano partió a este infierno del que nunca regresó, su mirada y su vacío, encogieron mi alma.

La venganza, la ira, el dolor y el odio a todo lo que hubiese allí dentro, hizo que todos mis demonios se removiesen en mi interior. Abrí los ojos, desenvainé mi espada y de mi garganta salió el grito de quién no teme morir si así lo habían tejido Las Nornas, en el hilo del destino. Corrí y con mi espada fui directa a acabar con el brazo de la escultura.