Partida Rol por web

Hilos invisibles

Capítulo 0: Resonancia (Hyun-jin)

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07/11/2015, 04:42
Narrador

Muzaffer Vargin. Ese nombre ya se repetía una y otra vez en tu cabeza antes de ver a Marcus y vuelve a ser repetido después, cuando recuerdas lo importante que es no dejar ningún detalle suelto. Mientras tanto el violinista va estrechando algunas manos y desprendiendo algunas sonrisas, aunque en los pocos momentos en que diriges tu mirada en su dirección te parece verle distraído, como si hubiera otra persona con la que trata de encontrarse sin lograrlo. Probablemente tú.

Si llega a localizarte o no es algo que no sabes. Quizá ha logrado verte, pero ha entendido tu distancia como una señal de no querer que se acerque a ti. En cualquier caso el momento de salir a escena no tarda en llegar. La música ambiente de la sala ha bajado de volumen, y desde tu posición detrás del escenario puedes oír el murmullo de la gente, que enmudece en cuanto tus compañeros abandonan la chácena para dirigirse a sus instrumentos entre los aplausos del público. Muzaffer Vargin, resuena una vez más en tu cabeza antes de dar el primer paso en tu recorrido hacia el piano.

El recibimiento que la gente os da es tranquilo, un aplauso de rigor sin énfasis ni demasiada emoción todavía. Mientras tanto tus ojos buscan esa figura en la tercera fila del patio de butacas, pero las luces de los focos no te permiten distinguir más que siluetas, y eso haciendo un esfuerzo, de modo que ni siquiera estás seguro de estar mirando la butaca correcta. Finalmente el tiempo va echándosete encima, como si en aquella carrera hubiera pasado de pisarte los talones a mordisquearlos de manera ansiosa, contagiándote ese nerviosismo.

El último en acceder a escena es Abercrombie. Su porte parece más regio bajo la luz de los focos, y en su rostro hay una expresión que es mezcla de satisfacción y calma. Todos los preparativos están hechos y la suerte echada. Ahora sólo queda impresionarlos. Cuando llega a su sitio se toma un instante para observaros antes de sacar su batuta y, como si fuera un mago experto con su varita, hacer que comience la magia.

Aún a pesar de la situación, teniendo a Marcus entre los músicos y a Muzaffer Vargin entre el público, tus dedos empiezan a moverse en el momento preciso. Al principio de una forma casi mecánica vuelan a través de las teclas de marfil, sirviéndote para liberar a través de ellos todas aquellas sensaciones que oprimen tu pecho. La música va penetrando en ti mientras te envuelve, convirtiéndote al mismo tiempo en su marioneta y en su titiritero. Y aunque al principio casi te parece distinguir el violín de Marcus entre los demás, al final todos los músicos sois una misma cosa: una fuente de emoción, sentimiento y fuerza compartida.

La pieza poco a poco va avanzando, y casi sin que te des cuenta todas tus preocupaciones han sido aparcadas para ser sustituidas por la sensación de que las cosas van bien, de que todo está donde debe estar. Os encontráis en la Obertura 73 "Emperador", primer Allegro del Concierto para piano Nº 5 de Beethoven en Mi mayor cuando la sientes.

 

Es una mujer de unos treinta años, y está sentada junto a ti. No es necesario llevar tu vista en su dirección para saber que está ahí, sentada a tu lado. Y al contrario que con la mujer que se apareció el día anterior en esta ocasión tienes la completa certeza de que todo está bien, de que ese es su lugar. A tu lado.

Puedes sentir cómo tu música entra a través de ella, como la siente de igual manera que tú. Ella va vestida con un camisón fino, de hospital, y su rostro se encuentra pálido. Durante varios segundos continúas tocando, totalmente consciente de su presencia, antes de buscarla con la mirada.

Y en el momento en que vuestras pupilas se encuentran algo en tu cerebro y en tu pecho parece conectar con ella, como si la conocieses de siempre, a pesar de no haberla visto nunca, como si pudieras confiar en ella tu vida, incluso tu propia alma. Un hilo invisible parece atarse entonces, uniéndoos de una forma que tu mente no puede racionalizar ni explicar, pero que sientes de una forma tan innegable como inexorable. 

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09/11/2015, 04:13
Park Hyun-jin

Soy la estrella, soy la música. Mis ojos están cerrados y mis dedos son el arte que se desliza ágilmente. Corren, bailan, saltan sobre las teclas de manera armoniosa. Se encuentran, giran, ríen, ruedan y hacen del teclado su patio de juegos. Como si fueran dos patinadoras artísticas, mis manos giran y se mueven sobre el hielo del piano, arrancando los hermosos sonidos y acordes que sólo un piano, un piano bien afinado podría provocar.

Mi cuerpo se contagia del ímpetu que mis manos, las manos, tienen en su propio performance, y comienzo a balancearme como si la música misma hiciera navegar mi cuerpo a través de un mar de notas perfectamente localizadas. No veo a Abercrombie, o a Marcus, ni siquiera a Muzaffer Vargin, pues mi vista no existe más a medida que todo el concierto se eleva en estertores de increíble belleza y la sala es un paisaje de música. Siento la batuta del director viajando a través del aire en sus manos, hilando con precisión el telar de sus músicos, siento la calidez de los reflectores que me arrancan gotas de sudor, siento el subir y bajar de mis dedos, como si fuesen agujas que lentamente fabrican la forma de la seda más hermosa que conozco.

Y entonces la veo. Primero es una silueta sin forma y luego es una presencia que puedo definir con la misma suavidad y sensualidad con que mis manos tocan la pieza. Mis ojos se abren, encontrando una explosión de formas, colores y luces que no parecen definir más realidad que la de mi mente hundiéndose poco a poco en el piano y alejándose de la realidad y la cordura. No dejo de moverme, no me opongo a que mis brazos lleven tras de sí mi tronco, mientras toco y toco y sigo tocando con suavidad, con encanto, con dulzura.

Está allí… puedo sentir su olor, puedo ver sus ojos y su sonrisa, sus cabellos dorados. Debe ser un ángel, un ángel que ha venido a escuchar mi concierto. Volteo a verla, y sonrío. Sonrío sin pensar en que pierdo la cabeza, sonrío sin considerar que necesito mi medicina, o sin detener la marcha de la música que se riega desde todas partes, por todas partes, que se junta con todos los instrumentos y cae como una cascada sobre los espectadores. Me pierdo un instante en sus ojos, siento la conexión entre ambos en mi cerebro y a pesar de nunca haberla visto antes, su presencia me llena de tranquilidad, su presencia me es tan familiar… que puedo volver a cerrar los ojos, con la certeza de que sigue allí, y continuar moviéndome bajo la fantástica brisa que es la música de Beethoven.

Y tomo aire, y saboreo el ambiente que me rodea, pues nada es tan potente, tan liberador, tan maravilloso como estar sumergido en la música.

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10/11/2015, 00:06
Milka Bendij

Las emociones de la joven te embargan en esa extraña comunión entre ambos, acariciando con suavidad algún lugar en tu pecho. Puedes sentirla, del mismo modo que intuyes que ella te siente a ti. 

 

Todavía puedo sentir mi voluntad pendiente de comprender las palabras de Dallas cuando esa melodía se arremolina en mi muñeca para sacarme de esa nada que percibo como ínfima.

Siento mi cuerpo ligero, tan ligero como las nubes, suspendida en la caricia de esa melodía tan familiar y oportuna. Me dejo mecer por ella, sin prisa para abrir los ojos, sintiendo mi cuerpo tan remolón como cada mañana que mi madre me despertaba con esa misma ondulación del aire aun causada por otras cuerdas, siento la fina sábana que me cubría entonces sobre mi cuerpo, y es entonces cuando mi mente se apresura a devolverme la imagen del encabezado de la partitura acompañada de su lectura en cien ecos con la voz de ella: Concierto para piano Nº 5 de Beethoven en Mi mayor; también conocido como el Emperador.

Catalogada la melodía, desaparece una ligera presión en mi pecho, de una obligación pasada, y tras una inspiración me siento con derecho a abrir los ojos.

Mis oídos siguen pendientes de la pieza, ajenos al dolor casi punzante de la luz en mis ojos que vuelven a cerrarse con fuerza en retirada de un combate que no pretender perder.

Siento ahora la verdadera naturaleza de la tela que me cubre y creo descifrar el significado de todo aquel sueño, hasta que en una nueva inspiración llega a mi el olor a madera y barniz y encierra en un ataúd mi hipótesis. Abro de nuevo los ojos, y me fuerzo a seguir mirando más allá de las luces hasta que tomo consciencia de dónde estoy y un escalofrío recorre mi espalda estremeciéndome, aterrada por el descontrol sobre mi misma.

Mis ojos lidian con el ritmo acelerado de mi corazón por la falta de comprensión de la situación persiguiendo el baile de los dedos que dan vida a la sinfonía, con firmeza y exactitud. Perfecta. Tan cargada de emociones que me da la seguridad de estar en un sueño y modifica la agitación de mi alma.

Abandono el temor de sentarme frente a un público, y el pudor por ignorar si la carne de mi espalda queda al descubierto y todo mi interés se vuelca en el Emperador. Extiendo mis manos sobre las teclas, alejadas de ellas solo lo justo para dejar que otra mano las pulse y con el siguiente Do, apartó la derecha para tocarme la sien con dos dedos, dibujando el deslizante cosquilleo que al tiempo se refleja en una gota de sudor en el pianista.

Me quedo inmóvil cuando su mirada se cruza con la mía y mi consciencia se vuelve más pesada recordándome el escalofrío que ha recorrido mi brazo hasta helarme el cerebro lo que creo segundos antes.

Pero hay algo distinto esta vez, algo nuevo. Me sorprende lo poco que estoy acostumbrada a ello, y al segundo detesto esa laguna en mi maldición. Una parte de mi esta dispuesta a correr, pero es esa misma parte que jamás escucho hasta que vuelvo a vivirla y ya no puedo hacerle caso. No obstante, el resto de mi alma se inunda de la perfección y la delicia de la ejecución de esa pieza. Sonrío colocando los dedos en las cuerdas invisibles de un arpa, discreta, pacientemente esperando mi entrada y cuando esta llega, muevo los brazos y los dedos por ese instrumento que solo existe en mi mente e igualmente solo suena en ella en perfecta armonía con mis recuerdos y con mi sueño.

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10/11/2015, 05:48
Park Hyun-jin

“¿Qué hace?” Mi  mente estalla en un sinfín de impresiones que ondean al viento. Mis sentidos oscilan, enviándome señales contradictorias, mi corazón late, con un pálpito que dista mucho de ser libre, de ser único: se mueve al ritmo de sus dedos, pues por mi sangre no fluye más que música. Mis ojos luchan por cerrarse, mi boca lucha por ahogarse, por saborear el manantial que es cada crescendo, cada acorde, cada impacto tranquilo sobre las cuerdas que hacen vibrar mi universo una y otra vez, trayendo la vida a mis manos.

Pero la duda es más fuerte. Sus movimientos se cruzan con los míos, sus sensaciones se entrelazan con las ideas que brotan de mi cabeza en forma de incomprensibles partituras y arreglos. “¿Qué hace?” me pregunto disonantemente mientras sus dedos fingen tocar conmigo, mientras su compañía parece deshacerse en silenciosos halagos al disfrutar y querer participar de mi música, de mi obra, de mi talento. Me muevo como un joven ciprés a merced del mistral, mientras el sonido de cientos de miles de hojas se abalanza sobre mí, cubriendo de murmullos las increíblemente graves notas que ambiento mientras los personajes de aquella historia tácita escrita en el cuadernillo frente a mí, cantan con sus feroces y hermosas voces.

Cierro los ojos, me rindo ante los deleites que mi instrumento me provee. Las mieles de un amor incomprensible, un amor oculto a los hombres y mujeres, un amor que sólo disfrutan mientras contemplan en silencio el acto de pura creación que ejecutamos para ellos. Y mi pecho se llena de orgullo, y mis labios rozan con devoción la melodía que impregna cada partícula a mi alrededor, como si fuese capaz de besarla mientras sigo a la música con mi cuerpo, y la música sigue a mis manos.

Giro mi rostro y la veo. La veo divirtiéndose en el aire, la veo disfrutando del éxtasis que es capaz de sentir la música en su piel puede experimentar. La veo fingiendo que hay un arpa frente a ella y niego suavemente con la cabeza, con una sonrisa divertida, con una expresión similar a la que un padre haría al ver que su pequeña juega entre mundos imaginarios, hablando de princesas, dragones y caballeros en dorada armadura. “No sé quién eres” se le ocurrió mientras volvía a mirar  hacia la partitura y cerraba los ojos.

Era el momento de darle su merecido final a aquella obra que embriagaba sus sentidos y traía a los mismos ángeles a contemplar su delicioso concierto.

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11/11/2015, 01:23
Milka Bendij

Mis manos siguen moviéndose sobre cuerdas de aire, autómatas, guiadas por el recuerdo y cada una de sus copias. Entonando la misma nota que el piano en el momento preciso en que debe nacer. Siempre he admirado la calma de la perfección y me he refugiado en ella para encontrar descanso. Sin embargo, ese sueño hecho concierto hace vibrar mi alma, arrancando un pedazo de mí misma para sustituirme con música, música pura y viva.

Recuesto mi sien en la curva del arpa que existe solo para mi e inspiro suave y lentamente. Deseando respirar el concierto, invadir mi aire y mi sangre con él. Mis dedos no se detienen, no saben hacerlo; pero mi mente se relaja transportada a la historia de los personajes de la obra y mi corazón toma un pálpito que no comprendo pero recuerdo.

Siento su mirada y llevo mis ojos a los suyos con una sonrisa tierna y un brillo emocionado. Algo en esos ojos se me antoja familiar, y la calidez de la musica de mi madre vuelve a fluir de mi corazón para mezclarse en ese pedazo de mi alma mutado.

Cierro entonces los ojos y dejo que el peso de mi cabeza, devuelva mi mirada cerrada a las cuerdas. - No sé quién eres. No sé quién fuiste.- pienso avecinando las últimas notas de esa apertura - Pero gracias.

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11/11/2015, 01:32
Narrador

La música se derrama por la sala, llenando cada rincón de una emoción contenida, al mismo tiempo que las personas del público retienen su respiración, como si incluso ese leve sonido pudiese alterar la perfección de la melodía.

A pesar de todo, incluso ese precioso momento de sincronía y perfección llega a su final en un crescendo impecable. Apoteósico. Las luces se apagan con la última nota, dejando el escenario a oscuras mientras los últimos ecos reverberan en cada rincón. El silencio que lo sigue es total. Durante dos, tres segundos, nadie se atreve siquiera a pestañear. Hasta que el primer aplauso llega y tras ese otro y otro más. Finalmente, todo el auditorio se pone en pie, chocando sus manos en un estruendo lleno de calidez y de agradecimiento. 

En la oscuridad, esperando a que el telón se cierre para empezar a recoger los instrumentos, sigues sintiendo su presencia a tu lado, acompañándote en este momento en que tu corazón se llena de esa ligera euforia que llega siempre al terminar un recital. Sin embargo, de alguna forma tienes la certeza de que cuando se enciendan las luces esa comunión que une vuestros cuerpos más allá de la carne habrá terminado, dejando el momento compartido tan sólo en la memoria.

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13/11/2015, 02:09
Park Hyun-jin

Tomo aire. La música es mi musa, la música es mi amante, la música es mi clímax. Y luego de la música, viene la fatiga, el agotamiento. Respiro, mis pulmones inhalan y exhalan, como si hubiese estado corriendo una maratón, como si toda la pieza hubiese contenido la respiración por miedo a contaminar la pureza de cada nota. Abro los ojos, bañado por la luz y los aplausos de un público extasiado, un público que seguramente ha sido tocado por mi obra.

Sin embargo las ideas caen lentamente en su lugar, mi pensamiento disuelve la niebla y mis ojos empiezan a observar el escenario. -¿Qué ha sido eso?- susurro mientras las imágenes de la rubia, mientras la sensación de agradecimiento me recorre. Un agradecimiento diferente al del público, uno diferente, uno… desconocido. Observo a mi alrededor, tratando de penetrar la oscuridad, tratando de encontrarla allí. “¿De verdad ha sucedido?” pienso mientras los resquicios de mi nerviosismo logran penetrar aquella tranquilidad que sentía durante el concierto.

Mientras mis ojos se acostumbran a la oscuridad, me descubro mirando las informes siluetas de los violinistas. No puedo verlo, pero sé que está allí, lo he escuchado, puedo reconocer y diferenciar sus acordes en medio de la mareada de violinistas. Estoy mirando hacia donde debería estar Marcus. Siento el deseo de levantarme, de estrechar su mano, de abrazarle… de besarle.

Pero me contengo. Lo nuestro sucedió en su momento, lo nuestro no puede ser. La congoja contamina mi pecho. El público pide más, pero Abercrombie es firme y su apego a los programas sólo es otra manifestación de su deseo de la más absoluta perfección. Y me agrada su decisión, me agrada no enfrentarme a lo inesperado, a ceder e interpretar fuera de programa.

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13/11/2015, 13:15
Milka Bendij

Mi corazón se acelera con las últimas notas, ansiando y temiendo el final de esa perfección, de esos sentimientos tan independientes de mis recuerdos que me hacen sentir no solo viva, sino recién nacida.

Contengo la respiración cuando las luces se apagan, o tal vez, incluso antes de que la corriente deje de llegar a ellas, con el nacimiento de esa última nota que perdurará en las mentes de todos los asistentes más de lo que son capaces de concebir, esa es la magia de los finales, de los crescendos, de una música ejecutada como si fuera extraída de la propia mente de Beethoven. Sonrío en la oscuridad por encima de una respiración agitada que me esfuerzo en moderar para no perturbar aquel momento necesario de silencio.

Cuando los aplausos empiezan, me atrevo a dejar que ese arpa desaparezca retirando mis manos de sus cuerdas y busco una vez más la silueta del pianista, a mi madre le hubiese gustado conocerle y extasiado oírle, pero en ese momento, no puedo dedicarle ningún pensamiento, me siento invadida por un amor diferente al que he conocido, y sin embargo, me resulta familiar.

¿qué ha sido eso? - me planteo, y entonces mis palabras llegan de sus labios y mi mente empieza a trabajar buscando una respuesta en mi vida, hasta que mi cabeza niega tan ligeramente que resulta difícil percibir su movimiento, más en esa oscuridad - Ha sido una obra de arte, un sueño. - respondo en el mismo susurro recogiendo, en su nacimiento, una lágrima que no pertenece en exclusiva a aquel momento.

- ¿Quién eres? ¿cuando ha pasado? - Me obsesiono en no perder la cronología de mis recuerdos y en ese momento siento un impulso de comprobar las siluetas de la fila de los violinistas aunque sé que en ellas no encontraré a mis niñas y aun así busco a alguien y me humedezco los labios.

Rompo esa búsqueda para volver a mirar ese punto a mi lado dónde se encuentra el pianista, suplicando una respuesta que le dé sentido a mis sueños y borre mis miedos reflejados en esa bata de hospital que visto. Le apremio con la mirada a una salvación sintiendo cerca la amenaza de las luces y con ellas de un despertar que no deseo.

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13/11/2015, 16:42
Park Hyun-jin

Sus pensamientos me tocan, sus preguntas saltan a mi cabeza y llenan mis ideas. Sin el influjo constante de la música, aquella sensación pierde cierta tranquilidad. Ella parece venir del público, parece estar sorprendida, parecer querer aplaudir mientras su admiración me toca. Y con cierta aprensión, empiezo a ser consciente de que está allí, allí en donde no debería estar, como la mujer en la cama, como los granos de café, como aquella sensación de que no estaba seguro tras experimentar una y otra vez los efectos de su molesta ansiedad. Frunzo el ceño empezando a inquietarse, sabiendo que los síntomas estaban re-apareciendo.

Sus dudas. Sus dudas repiquetean contra mi cabeza, sus dudas causan un eco incomprensible. Está allí, como aquel deseo de encontrar a alguien... a alguien en la dirección de Marcus. -shhh... Tú no eres real- espeto en un susurro mientras la molestia y el nerviosismo empiezan a hacer mella en mí. No quiero tener que pasar por ello, no quiero tener que rendirme y emplear aquella ominosa medicación. No quiero admitir que podría estar perdiendo la razón.

-Déjame tranquilo, por favor- suplico a aquella presencia que sólo puedo explicar como una alucinación. Aquello que antes era grandioso y parte de la música, pero que ahora sólo ha desencadenado los mecanismos de mi miedo primordial, mi miedo más profundo, mi temor... y el recuerdo de todos los temores y todas las cosas que debería estar verificando ahora mismo para estar tranquilo. -...por favor- cierro los ojos con fuerza, con la esperanza de que cuando los abra, aquella visión se desvanezca.

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13/11/2015, 19:10
Narrador

La luz se enciende tras esos segundos y se derrama por el escenario mientras los aplausos acrecientan su intensidad. Y como si hubiera respondido a tus súplicas, puedes sentir, incluso antes de abrir los ojos, que el hilo invisible que te unía a la joven se estira hasta desprenderse por la tensión, dejando en tu pecho una curiosa sensación de soledad.

Cuando los abres de nuevo, el asiento del piano está vacío, salvo por tu presencia. La mujer rubia parece haberse esfumado de una forma tan etérea como llegó.

Abercrombie realiza un saludo muy leve con la cabeza en dirección al público y se retira con su postura digna y envarada hacia uno de los hombros del escenario. Sin embargo, tus ojos, imantados por la presencia de Marcus unos metros más allá, lo siguen mientras él estrecha la mano de los violinistas que están a su lado.

Cuando él mira en tu dirección y vuestras miradas se cruzan, puedes intuir en la suya el mismo brillo de excitación que baila en los de la mayoría de los miembros de la orquesta. Sus labios se curvan en una sonrisa que parece dirigida única y exclusivamente a ti y te da la impresión de que si no fuese por la cantidad de músicos, atriles e instrumentos que os separan, se acercaría en ese mismo momento a ti. Hace entonces un gesto con las manos, como indicando que habláis después, y empieza a cerrar su libro de partituras. 

Y poco a poco los aplausos se van apagando, el público empieza a abandonar la sala y tus compañeros comienzan a recoger sus partituras e instrumentos.

Tú eres probablemente el que lo tiene más fácil en ese sentido. Tan sólo debes bajar la tapa del teclado del piano y de colocar su funda se encargarán los técnicos del auditorio. Hasta el lugar un poco apartado en que te encuentras te llegan algunos comentarios de tus compañeros y, en general, todo el mundo parece satisfecho y cargado de esa euforia que sobreviene al espectáculo. Todos parecen exactamente iguales a cualquier otra noche de concierto, ignorantes de la experiencia que tú has vivido y que la hace distinta.

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15/11/2015, 07:30
Park Hyun-jin

“¿Qué me está sucediendo?” pienso mientras la angustia me posee. La tristeza, la culpa que me transmite la mirada de Marcus sólo empeora mi actual situación, a medida que voy racionalizando lo que me acaba de suceder. Esta vez fue diferente, esta vez no hubo angustia, no hubo dolor, no fue igual que ayer. Esta vez hubo algo diferente, esta vez había música.

Mientras cierro la tapa del piano, acaricio la suave superficie de madera. Quizás la música era la solución. Sólo tenía conjeturas en mi cabeza, pero posiblemente mi calma pudiese ligarse de manera mucho más profunda a poder estar cerca de la música. Era el único pensamiento positivo que podía obtener de aquella tarde, tratando de separar el éxtasis de la interpretación de la terrible realidad: estoy perdiendo lentamente la cabeza.

Camino con la ventaja de ser el pianista. En estos momentos sólo se me ocurre recurrir a una persona. En mi cabeza la posibilidad de hablar, con total honestidad, con sinceridad, es mi última esperanza. Y sólo existe alguien para con quien tendría tal confianza. Busco entre mi muda de ropa más casual, y saco mi móvil del bolsillo. Sin fijarme en nada más, busco el nombre de esa persona.

“Ji-Hoon Park”

Tomo aire. Es mi única salida en este momento. Debo, necesito hablarlo con alguien y por encima de todas las cosas, necesito saber que no me estoy volviendo loco. El teléfono timbra y espero a escuchar la voz de mi hermano, en ese acento tan marcado, tan único, ese acento distintivo que él mismo decidió tomar también como parte de su protesta ante la educación que nos dieron nuestros padres.

-Hola John- saludo tratando de sonar… normal.

Notas de juego

Voy a asumir que me contestó. De lo contrario, editaré :D

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17/11/2015, 23:18
Narrador

Eres el primero en entrar en el camerino que compartes con Erven, el arpista. Es un lugar acogedor, con las paredes pintadas de un verde claro, un armario dividido en dos partes, un perchero, varios espejos, dos sillas y un par de sillones de cuero. La luz proviene del techo y es suave y homogénea. 

Allí están donde los habías dejado tus efectos personales, tu otra muda de ropa y algunas cosas que ha llevado tu compañero. En uno de los sillones está su mochila, de la que asoman las perneras de un pantalón oscuro. 

Sobre la repisa puedes ver un cuenco con fruta fresca, que ha debido dejar allí el personal del teatro, y también varios botellines de agua. 

Sin embargo, son las flores las que llaman tu atención. No es nada habitual que los músicos recibáis ramos de flores, como sí sucede con los actores o bailarines. Y sin embargo ahí está, sobre la repisa, un bonito conjunto de tulipanes amarillos, con una tarjeta en la que pone tu nombre escrito con una cuidadosa caligrafía. 

Mientras esperas a que el teléfono dé tono y tu hermano lo coja al otro lado de la línea, puedes contemplar la tarjeta de colores pastel, que sólo contiene cinco palabras manuscritas con un bolígrafo de tinta azul y que parece una tarjeta cualquiera de las que tienen en cualquier floristería. 

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18/11/2015, 01:23
Teléfono

Suenan cuatro tonos antes de que tu hermano descuelgue el teléfono. Cuando lo hace, escuchas música alta de fondo que te hace pensar que probablemente estará en su bar del Soho.

- ¿Hyun? ¡Espera un momento, que no te oigo! -exclama, al mismo tiempo que empiezas a escuchar pasos y movimiento. Y tras unos segundos, la música desaparece, probablemente amortiguada por la puerta que separa la oficina del resto del bar. 

- ¿Hyun? -repite de nuevo, ahora en un tono más normal- ¿Sigues ahí? 

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20/11/2015, 13:47
Park Hyun-jin

Lo primero que noto son las flores. Tulipanes, elegantemente puestos, como si de un premio se tratase. Me acerco lentamente, extrañado, pero no sorprendido. Y sin embargo, es cuando tomo la tarjeta entre mis manos que frunzo el ceño y aprieto mi puño. "¿no han terminado?" pienso molesto. En mi cabeza se trata de otra broma, otra cruel broma de mis colegas y aquello sólo agudiza mi sensación general de molestia con aquel mal día que he tenido. Tomo la tarjeta y la pongo en mi bolsillo con cuidado y luego paso las flores de la repisa más cercana a dónde estoy a la repisa de Erven*.

No estoy nada contento con el desarrollo de aquellas bromas de mal gusto... sin embargo, tenía una manera de dejarlos en evidencia. Tendría que hablar con los responsables de seguridad y con las personas de mantenimiento y limpieza. Después de todos eran ellos los que permitían la entrada de personas para depositar obsequios y si esto había sido planeado por sus colegas, entonces al menos tendré algo para acusarles. Hago una mueca de molestia "detesto las sorpresas" pienso empezando a alterarme y busco mi móvil entre mis cosas. Llamo a John esperando a que aparezca Erven. Con todo lo que ha sucedido estos dos días, hay una desconfianza latente en mi interior, una desconfianza intrínseca hacia lo que observo, percibo y siento.

Cuando John me contesta, escucho música de fondo. Siempre hay música. Ambos profesamos un amor por la música, aunque nuestros gustos sean bastante diferentes, de las pocas cosas en común que tenemos es el poder disfrutar y dejarnos llevar por la música que más nos llena. Es una verdadera lástima que no podamos hablar de ello sin tener que darnos cuenta de la distancia que aún existe entre ambos en aquella pasión compartida. 

-Aquí estoy, John- respondo con la poca tranquilidad que puedo evocar, dadas las circunstancias. No era la primera vez que la música del bar era la protagonista de una llamada a mi hermano, y dudaba que fuese la última. -John, tengo un... problema.- dudo buscando la expresión más adecuada, sin entrar en demasiados detalles. No estoy listo, no todavía. -Necesito hablarlo con alguien. ¿Tienes... tienes tiempo esta noche?-mi voz suena afligida, cansada. No puedo evitarlo, no puedo evitar sentir que es necesario hablar todo esto pronto. Observo una porción del frasco con los ansiolíticos que se asoma por el bolsillo del abrigo que traje esta mañana. Nunca había sido tan atractiva y tentadora la idea de tomar aquella medicina, y nunca había tenido tanto miedo de sus consecuencias como ahora mismo. Sólo espero que John tenga algo de tiempo para mí...

Notas de juego

* Si no tiene una repisa, o una mesa, dejo las flores junto a su mochila.

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20/11/2015, 22:36
Teléfono

- Eh... -Puedes notar cómo tu hermano titubea en un primer momento y no te cuesta imaginarlo comprobando la hora que es antes de responder. -Sí -dice finalmente-. Claro. En veinte minutos llegará Myra y estaré libre. ¿Quieres venir al bar o que salgamos a cenar? ¿O prefieres que me pase por tu casa?

Suena decidido y al mismo tiempo te das cuenta de que has logrado inquietarlo, sin llegar a la preocupación. Claro que es difícil conseguir que Ji-Hoon se preocupe muy en serio por nada. A pesar de lo unidos que estáis, vuestros caracteres y formas de ver el mundo son completamente diferentes y donde tú necesitas controlar cada ápice de tu vida, él prefiere dejarse llevar sin -como dice él- comerse tanto el tarro.

También conoces a Myra Johnson, una de las mejores amigas de tu hermano desde hace años, que trabaja como encargada en su club. Es probablemente, después de ti, la persona en la que más confía Ji-Hoon y la única a la que siente capaz de dejar al cargo del bar cuando él no está.

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20/11/2015, 22:37
Erven Kindelanver

La repisa es única para los dos usuarios del camerino, pero lo suficientemente amplia como para que haya quedado repartida desde el primer día. Tus cosas suelen estar a la izquierda y las de Erven a la derecha. Y es hacia ese lado que empujas el ramo, dejándolo cerca de algunas de las cosas del arpista.

En aquel momento entra él, tras tamborilear en la puerta un instante a modo de aviso previo, pero sin esperar a que le des paso. Al fin y al cabo, es también su camerino. Entra con la carpeta de partituras en la mano y la pajarita desabrochada, colgando de su cuello descuidadamente.

Es Erven un chico joven, de unos veintisiete o veintiocho años, delgado y tímido. En alguna ocasión te has preguntado si precisamente la timidez de ambos fue la causa de que os colocaran juntos en el reparto de camerinos, o si tuvo más que ver con el hecho de que ambos sois solistas en la orquesta. Como sea, es un chico lleno de talento, meticuloso y callado, pero con el tiempo ha cogido algo de confianza contigo y en algunas ocasiones incluso te ha contado algunos detalles pequeños y poco importantes de su vida.

- Señor Park, Marc... -detiene sus palabras de golpe al ver que estás hablando por teléfono y hace un gesto con la mano pidiéndote disculpas por haber estado a punto de interrumpirte. 

Puedes ver entonces cómo sus ojos se detienen sobre el ramo y frunce el ceño con curiosidad. Se acerca y estira la mano para tocar uno de los tulipanes con las puntas de los dedos. Después mueve un poco las flores, buscando entre ellas una tarjeta que no encuentra. 

Finalmente te mira y señala las flores en silencio, sin querer alzar la voz para no molestar a tu llamada, y frunce el ceño señalándose después a él mismo. Parece estar preguntándote si los tulipanes son para él.

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26/11/2015, 13:05
Park Hyun-jin

Divido mi atención una vez Erven llega. Observo su reacción y su comportamiento, tratando de dilucidar si él hace parte de aquella molesta broma. Sin embargo es tímido, no hemos hablado mucho y en mi cabeza cuesta mucho pensar que él pudiese ser del tipo de persona que decide participar de aquel juego cruel. Y sin embargo, no puedo confiar completamente en nadie, no puedo aparentar estar ciego ante la persistente sensación en mi cabeza de que algo anda mal y que todo aquello podría ser el síntoma de algo peor. De algo mucho peor. Cierro los ojos con fuerza, tratando de diluir mi preocupación, tratando de tener algo de esperanza en que todo aquello sólo sería el resultado de un muy mal día.

No obstante, cuando intenta decirme algo, me petrifico observándole. "Marc... ¿Marcus?". Experimento una sensación incómoda en mi estómago. "¿Está Marcus buscándome?" me pregunto mientras lucho por que mi cabeza no desvaríe y trato de que mi atención no se divida aún más, si es posible. No era el mejor día, no era el mejor momento y definitivamente las cosas no habían cambiado desde la última vez que hablaron. Lo único diferente era el insofocable sentimiento de culpa que siento en mi pecho cada vez que escucho su nombre y que sólo se intensifica cuando le veo. Justo hoy, cuando estoy al borde de rendirme, cuando estoy al borde de un colapso por lo que parece una horrible manifestación de mi estrés, justo hoy Marcus es la última persona a la que quisiera ver.

-Eh... yo, yo creo- digo tratando de responder a mi hermano. Observo a Erven y tapo la parte de abajo de mi celular, como si fuese un auricular de un teléfono, para responder a mi colega. "Eso creo" digo en voz baja, vocalizando más de lo que pronuncio "Estaban allí cuando llegué" miento. Pero la verdad es que no quiero tener nada que ver con aquellas flores, no quiero caer en el juego de quien quiera que se esté tomando el trabajo de mortificarme. Descubro la parte de abajo del teléfono para responder a mi hermano. -Prefiero un restaurante, John. Si no te molesta- replico. Un bar, lleno de gente, es un lugar propenso a lo inesperado y no, tampoco hoy quiero tener que lidiar con demasiados elementos inesperados si puedo evitarlo. -¿Te parece Stuzzico*?- un restaurante pequeño al que le gustaba ir de vez en cuando y al que había ido con su hermano un par de ocasiones. Poco concurrido, buena comida, y un flujo de gente aceptable que le daba la sensación de estar en control de sus alrededor y en donde era menos probable ser sorprendido en medio del caos que los bares y las multitudes traen intrínsecamente. -En una hora- añado calculando mentalmente el tiempo que me tomará llegar allí.

De cualquier manera, tengo que hacerle una visita al responsable de seguridad. Si alguien ha entrado y ha dejado las flores, la única persona que puede ayudarme es la que haya estado al frente del acceso y control de entrada de las personas al lugar. Suspiro esperando una respuesta de John, observando a Erven, tratando de pensar en qué debería preguntarle a seguridad y evitando dejar que mi mente se concentrara, aunque fuese en una pequeña proporción, en Marcus.

 

Notas de juego

*Stuzzico, un pequeño restaurante en kendal street. Relativamente cerca al Soho y no tanto al sitio en dónde estoy (como es la LPO, supongo que estamos en el Royal Festival Hall, que es la sede de la filarmónica, a 30 minutos del lugar en coche, según google maps).

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27/11/2015, 13:01
Teléfono

—Sin problema —responde tu hermano en un primer momento cuando mencionas tu preferencia por el restaurante. Sin embargo, cuando nombras el local y añades que tardarás una hora, notas cómo titubea—. Eh... ¿Pero el Stuzzico estará abierto tan tarde? Creo que a esa hora ya tendríamos que ir a un veinticuatro horas, o a alguno que cierre bastante tarde. Si quieres italiano, aquí en el Soho hay uno que cierra tarde, el Soho Centrale. O si te da igual, podemos ir a Bishopsgate. Allí creo que hay un par que no cierran.

Mientras escuchas sus palabras, un zumbido junto a tu oreja te indica que acabas de recibir un mensaje.

 

Notas de juego

El Stuzzico cierra a las 22.30h y ahora son las 22.15h, estás ya casi en horario de sobrecena XD. Otras opciones:

Soho Centrale (cierra a las 23.30h, así que irías un poco justo). Ruta.

Eds Easy Dinner Soho (lo mismo, a las 23.30h). Ruta.

Duck & Waffle (24/7). Ruta.

Polo Bar (24/7). Ruta.

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28/11/2015, 00:18
Erven Kindelanver

El arpista recibe tu respuesta con una mueca de extrañeza. Y no es para menos, en todo el tiempo que llevas en la Filarmónica nunca has visto que recibiese un ramo de flores. Finalmente se encoge de hombros y se vuelve a mirar los tulipanes, buscando de nuevo alguna tarjeta entre ellos que explique su presencia allí. Al no encontrarla parece decidir desentenderse del tema y empieza a recoger sus cosas. Se quita la pajarita y la chaqueta, mete la carpeta de las partituras en su mochila y saca de ella un jersey azul marino más informal. 

En eso se encuentra cuando alguien llama a la puerta. Dos toques firmes y sonoros. Erven endereza su postura al escucharlo y te mira.

—Debe ser Marcus —susurra, vocalizando mucho para que puedas entenderle sin que te moleste en tu llamada—. Le estaba buscando. 

Y con tranquilidad empieza a caminar hacia la puerta, al parecer dispuesto a abrir, pero dedicándote una mirada interrogativa, probablemente preguntándote con ella si quieres que le dé largas al violinista.

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29/11/2015, 20:51
Park Hyun-jin

-Tienes razón- respondo con aire grave. "Concéntrate, concéntrate. Es el tipo de cosas que no puedes pasar por alto" me digo a mí mismo. Me siento mortificado por el mal día que he tenido, mi cabeza palpita tratando de organizar mis caóticas sensaciones. Necesito relajarme, necesito un pensar. Necesito un lugar pequeño, discreto, con poca gente de la que estar pendiente, con la posibilidad de sentirme más en confianza, no muy lejos de donde estaba. Cierro los ojos y me concentro en pensar con más fuerza la respuesta a mi búsqueda. En mi cabeza los recuerdos tratan de hacerse nítidos de manera poco ordenada.

-¿Y si vamos a Bar Italia*?- un momento de lucidez es suficiente para arrojarme la respuesta. Esbozo lo que parece una sonrisa a medias, tratando de expresar un poco de satisfacción en medio del torbellino de molestias que me atormentan muy a mi pesar. Aquella debería ser una buena noche, una gran noche.

-Gracias- le digo sin hablar a Erven, vocalizando cada palabra y luego me dirijo hacia mis cosas para organizarlas, al tiempo que digo -Un momento- en voz alta para que quien estuviese del otro lado escuchase. -John, nos vemos en una hora. Tengo que solucionar algunas cosas aquí y saldré para allá- pronuncio con algo de alivia -Gracias- añado genuinamente agradecido con mi hermano. Quizás la única persona con la que pudiese intentar ser todo lo sincero que me fuese posible. Espero su despedida para responderle y terminar la comunicación.

Luego mi cabeza salta a pensar en Marcus. Marcus ahora, la otra dificultad, el otro problema, la otra interminable fuente de angustia. "¿Qué quiere? ¿Qué busca? ¿Qué..." las preguntas se acumulan en mi cabeza. Cierro los ojos. Si quería hacer todo lo que quería hacer tendría que huir, y no tenía ganas de permanecer mucho tiempo en el camerino, menos si hasta allí pretendían hacerle llegar "sus" bromas. Miro despectivamente las flores, y llevo la maleta atrás. Ya me cambiaría luego, pero por ahora, quería salir de allí y no quedar acorralado ante lo que quisiese Marcus. -Buenas noches, Kindelanver- digo con una sonrisa de cortesía y salgo del camerino tomando aire, como si estuviese a punto de sumergirme de improvisto en una enorme y profunda masa de agua.

Notas de juego

*Bar Italia