Partida Rol por web

El viejo parecía poder continuar solo, lo cual le proporcionó una extraña sensación de tranquilidad y calma. Quizá por ello se permitió el lujo de mirar en torno suyo y alcanzar a ver algo que le llamó la atención lo suficiente como para acercarse y cogerlo. Le invadió una sensación de familiaridad, una vaga aura de confort al tacto del ropaje y la certeza de que el arma era una prolongación suya. Con un movimiento fluido se colocó las prendas y enarboló el arma de forma casi descuidada. Un grito lacerante hizo que desviara rápidamente su atención del filo de plata para centrarla en el viejo. No, no era él quien había aullado de dolor. Su mirada voló alrededor. 

El anciano sabio detuvo un momento su frenética carrera, al contemplar algo que le resultó familiar. Una daga ceremonial -¿De Pharasma?- se preguntó durante un segundo antes de recoger el libro de plegarias que se encontraba al lado del arma, con un medallón encima de la tapa del libro.

Mientras estaba allí parado, recogiendo los objetos y recordando los símbolos del amuleto, daga y libro, el grito de dolor de otro de los que corrían, lo asustó. El anciano dio un respingo, totalmente sobresaltado y fuera de si. Con los vellos como escarpias y los ojos abiertos como platos por culpa del terror que lo invadió.

-¡Vienen a por nosotros, nos van a matar a todos!- Gritó atemorizado. Intentó buscar con la mirada a aquel que lo había ayudado anteriormente, se sentía más seguro con aquel hombre a su lado.

Si bien las ruinas nada le dijeron sobre su pasado, en ellas encontró algo que le pudo ayudar: una espada, unas ganzúas, además de una cajita con papel, pluma y tintero. No supo qué hacía allí todo aquello y extrañamente no le llego a importar, porque lo que realmente le importaba era la agradable sensación de tenerlo todo consigo. Hasta entonces confusión y desarraigo había sido lo único que había sentido, pero al coger aquello sintió algo de seguridad. Había algo que le pertenecía, que podía llamar suyo, algo que le ataban a un hipotético pasado que no podía recordar. Pero no hay luz sin sombras, ni esperanza sin desesperación, y tras el descubrimiento había llegado el turno de la última.

Buscador se giró al escuchar un grito y comprobó que si huían era de algo, que el terror que los espoleaba era muy real. Demasiado real… Al menos para él, porque se dejó llevar por las voces de desesperación del anciano, por la herida en la espalda del enterrador y por lo que
veía delante de él. Se quedó quieto, paralizado y boqueando sin saber qué decir o qué hacer.

Las paredes de los callejones se hunden, los destrozados ladrillos desparramándose sobre el camino, casi borrando el herido cielo del crepúsculo.

De nuevo, el mugriendo sendero de guijarros. Esta vez, una ruta excava colina arriba, mientras que la otra desciende temerariamente.

Detrás, la niebla amarilla y el implacable sonido de persecución se acerca más y más. Podéis sentir encima de vosotros, el aplastante peso del aura de maldad y crueldad de la criatura que os acecha.

- Réquiem recoge los tres objetos y huye asustado, sin saber bien en qué dirección huir. Izquierda, derecha, arriba o abajo, todo le parece igual. - Efectos: Asustado 3 Asaltos y Estremecido otros 14 más después. Sufre Locura.

- Anciano Sabio hace lo propio que Réquiem, y corre instintivamente siguiéndolo, movido por algún impulso gregario. - Efectos: Asustado 3 Asaltos y Estremecido otros 22 más después. Sufre Locura.

- Buscador de la Verdad deja caer al suelo un pequeño estuche de herramientas, una espada corta y una cajita de madera. Deja de correr y se queda como petrificado en el sitio. - Efectos: Paralizado de Pavor 6 Asaltos. Sufre Locura.

- Pie Izquierdo busca otro camino por el que huir, con Hombro Izquierdo siguiéndole en vuelo rasante. Se siente muy asustado, no desea regresar al seno de la Muerte. Deja atrás al Buscador. - Efectos: Asustado 3 Asaltos y Estremecido otros 17 más después. Elude la presa de la Locura.

- Tormento de Tinieblas trata de alcanzar al Anciano Sabio, que pese a su avanzada edad parece estar corriendo increíblemente rápido. Siente el frío soplo de las nieblas amarillas y se estremece ante la Presencia Temible que desprenden. - Efectos: Estremecido 15 Asaltos (2º estadío de Miedo Menor). Elude la Locura.

- Perseguidor: La garra sostiene al Enterrador por la espalda, al tiempo que una afiladísima y aserrada cuchilla de guerra comienza a separarle la columna vertebral del resto del cuerpo, con el toque de un sádico cirujano experto. - Efectos: Estremecido 14 (2º estadío de Miedo Menor). Elude la Locura. Sufre otros 8 puntos de daño, y cae al suelo, inconsciente y Agonizando y Muriendo.

- Enterrador (Daño Sufrido: -13): Inconsciente. Agonizando y Muriendo. Puntos de Golpe Actuales: -3. Pierde 1 PG por asalto, puede intentar estabilizarse por sí mismo el próximo asalto con una prueba de Constitución a -3 de CD 10.

Tormento tenía la sensación de estarse movimiendo en el interior de una pesadilla, desplazándose por un escenario onírico en el que el aire olía a metal, los sonidos se percibían secos y el suelo pulsaba con vida propia. Y por encima de todo o debajo de todo o quizá impregnándolo todo, la omnipresente niebla en cuyo interior se agazapaba la muerte. Una realidad que despertaba los más ancestrales temores, atávicos miedos de cuando el ser humano era un bípedo objeto de caza, alimento de otros más rápidos, más feroces, más voraces. Un aliento helado lo golpeó y todo su ser se estremeció. Venció el deseo natural de arrojarse al suelo en posición fetal, de llorar, de gemir y lamentarse. En medio del horror y del cosustancial dolor psíquico que acarreaba, hallaba un enfermizo placer. Pero el instinto primaba incluso frente al insano goce y Tormento siguió corriendo, haciendo caso omiso de los nuevos gritos, del sonido de los huesos quebrados y de la carne rasgada.

Las dilatadas pupilas registraron en torno, tratando de distinguir la fuente de aquella fuerza paralizadora que estrangulaba su cuerpo y su mente y, a un tiempo, de localizar al anciano por quien sentía una irracional preocupación. Creyó distinguirlo y aceleró el paso de su carrera para alcanzar al anciano que parecía avanzar como un barco sin timón que lo guiara.

-Por aquí, hacia arriba -le dijo sin saber por qué hacía aquella elección inconsciente.

Los objetos que había encontrado cayeron golpeando el suelo con un sonido que a nadie llegó porque más alto que nada lo único que se escuchaba eran las voces de desesperación y dolor. Más cerca que nadie los escuchaba Buscador, demasiado consciente de ello porque en la escena ya nada más vio. Sus ojos abiertos de par en par, sin poder ni siquiera llegar a parpadear, se humedecían por el esfuerzo y la desesperación. Los músculos no le respondían, se habían vuelto tan ajenos a él como sus recuerdos o dentro de poco su propia vida. No era nada, no era nadie, y nadie le recordaría.

Siendo muy consciente de ello se quedó quieto sabiendo el destino que le esperaba y esperando su turno como el cerdo en el matadero. Por suerte los dioses le concedieron una última gracia y su cuerpo le obedeció el tiempo suficiente como para poder cerrar los párpados. Una solitaria lágrima descendió por su mejilla: sentiría el dolor, sentiría el tormento, sentiría su piel siendo desgarrada. Lo sabía muy bien, pero al menos no lo vería...

Réquiem se detiene a escuchar momentáneamente, escucha una pisadas que parecen provenir de la extraña niebla que les acecha. Pronto sigue su camino pero algo le hace mirar hacia atrás. Son los gritos de uno de los hombres que le acompañan que ha sido alcanzado por la niebla y algo aun no visible ha sacado su garra de la niebla y ha desgarrado su espalda. La visión de lo sucedido provoca en Réquiem una subida increíble de pulsaciones, un pánico que le hace alejarse a la carrera de la niebla sin pensar en que dirección correr y le hace temblar sin control.

Su cerebro sin embargo en un momento de lucidez, le recuerda que tiene un modo de conseguir controlarse y entonces se pone a ello elevando su voz y pronunciando con claridad aunque tembloroso unas palabras.

NO PASARÁN en honor a los valientes,
NO PASARÁN en honor a los audaces,
Que en sus hoces y machetes
Alzaron bien alto sus voces
Para defender sus estandartes.

Que antes muertos que en barrotes,
Más hambrientos que rapaces,
Siempre listos y en sus portes
Fuesen las que fuesen las veces
Que sangrasen en combates.

Una vez termina las palabras trata de llegar hasta el paralizado Buscador de la verdad e intenta alejarlo y a si mismo de la niebla lo máximo posible.

- ¡Buscar un lugar alto! Debemos obligarle a abandonar la niebla- gritó aquel hombre con la túnica, el libro y la daga entre sus manos,  mientras corría tratando de alcanzar entre las callejas una posición más alta, elevada respecto a la niebla que lo invadía todo.

Había visto caer a uno de los seres con los que corría pero no hizo gesto alguno de dolor. El miedo y la necesidad de escapar eran, ahora, sus máximas prioridades.

Anciano Sabia corría y brincaba como un crío asustado por la sombra de detrás de la puerta, la de debajo de la cama, y la del fondo del armario. A cada paso veía un enemigo nuevo, dispuesto a saltar sobre él y arrancarle la médula como a aquel desgraciado hacía apenas unos segundos.

-¡Quieren nuestros huesos!- Gritaba totalmente en pánico -¡Los roeran con sus dientes afilados!- Vociferaba mientras continuaba detrás de aquel extrano -¡Y nos chuparán hasta el tuétano! ¡Corred por vuestras vidas! ¡Nos van a matar a todoooos!-

No sabía bien porque gritaba todo aquello, tan solo tenía en mente el terror que lo azotaba hasta el extremo de hacerle olvidar sus debilidades físicas. Una sombre nueva indicaba un nuevo brinco del anciano, así como un nuevo gemido de terror, lo mismo pasaba con cualquier sonido no identificado.

Entonces escuchó algo que le hizo razonar durante apenas 10 segundos. ¡Niebla! ¡Eso era!, la bestia iba escudada en una espesa bruma, y, por lo poco que recordaba él, era capaz de invocar algo parecido, si rezaba a...¿Pharasma era?, tenía que intentarlo.

O quizás no, mientras continuaba asustado, pensando con suma dificultad, descubrió que era capaz de hacer mas cosas, y no ser un inútil viejo y llorón.

No puedo pensar con claridad, y no puedo tomarme ni un segundo de respiro, o esa bestia me cogerá también.

Quizás en aquella morada de maldad, hacía falta algo básico, luz. Quizás algo de luz los ayudaría. O no. Tenía una duda terrible agarrándole la mano a su miedo.

Se decidió por ocultarse.

-Por favor, Pharasma, si de verdad te sirvo y soy tu fiel, escóndeme de mis enemigos-

Hizo unos gestos con las manos tras recitar la plegaria y esperó que surtiera efecto.

Tormento boqueó como un pez fuera del agua, la respiración colapsada cuando vio al viejo cercenado por un filo imposible, la verdadera siega de la muerte. Su sangre lo salpicó y el calor de aquellas lágrimas rojas en su rostro lo devolvió a la despreciable realidad. Aulló como un lobo, mezcla de dolor y ansia de venganza, consciente de que de algún modo había fallado a algo que le hubiera sido encomendado. Dividido entre el deseo de dejarse caer junto al cadáver y velarlo y el deseo de huir fruto del terror que se agarraba a su estómago como un chancro cancerígeno, dudó una milésima de segundo.

El sabor salado y férrico de la sangre llegó a la comisura de sus labios y la lamió con un ansia antinatural. Hubiera querido proteger al anciano. Ahora yacía a sus pies envuelto en la nauseabunda niebla en cuyo seno residía la fuente de sus sufrimiento. Tan solo quedaba pelear, pero no aún con su mente embotada. Se lanzó a la carrera, ascendiendo, huyendo, los sentidos alerta, mudo, enarbolando su arma. Era hora de dejar de ser presa para ser depredador.

Tirada de percepción en relación a amenazas inmediatas en su carrera. Resultado: 16.

Tirada de sigilo para avanzar en su carrera sin sacar ruidos que atraigan la atención de quien los está cazando. Resultado: 23