Partida Rol por web

Sheriff: Los aldeanos puede comunicarse con él en su Caseta, en caso de empate su voto se contabilizará doble, o en su defecto, tendría la obligación de desempatar. Cuando muere nombra al siguiente Sheriff.

Para todo asunto podéis acudir al Sheriff en funciones, actualmente el Reverendo Adam Strong, podéis marearle, podéis conspirar, podéis amenazarle, incluso sobornarle. Es todo vuestro. 

El reverendo había tardado algunas horas en aceptar la situación. Estaba claro que si querían que algo se hiciera no podían depende de los dos recién llegados, a cada cual más inútil. De modo que finalmente decidió echarle redaños al asunto y asumir en parte el papel que le habían encasquetado. Si alguien tenía que colgarse una diana en la frente, su naturaleza hacía que asumiese ser él.

De modo que más tarde que pronto se encaminó hacia la caseta del Sheriff, esperando escuchar a quienes quisieran dedicarle un minuto. Eso era algo a lo que estaba acostumbrado. Después, de todo, era el confesor de muchos de los parroquianos. Al menos de la mitad que tenía más miedo del infierno que de que alguien conociera sus pecados.

En determinado momento de la mañana pidió a uno de los niños que tenía a su cargo, Cody, que llevase una nota al Coronel Luisiana, pidiéndole que se pasase por la caseta cuando tuviera algunos minutos. Conociendo la incapacidad del hombre decidió esperarlo fuera, tranquilamente bajo el sol del nuevo día.

El reverendo había tardado algunas horas en aceptar la situación. Estaba claro que si querían que algo se hiciera no podían depende de los dos recién llegados, a cada cual más inútil. De modo que finalmente decidió echarle redaños al asunto y asumir en parte el papel que le habían encasquetado. Si alguien tenía que colgarse una diana en la frente, su naturaleza hacía que asumiese ser él.

De modo que más tarde que pronto se encaminó hacia la caseta del Sheriff, esperando escuchar a quienes quisieran dedicarle un minuto. Eso era algo a lo que estaba acostumbrado. Después, de todo, era el confesor de muchos de los parroquianos. Al menos de la mitad que tenía más miedo del infierno que de que alguien conociera sus pecados.

En determinado momento de la mañana pidió a uno de los niños que tenía a su cargo, Cody, que llevase una nota a Francis Prescott, pidiéndole que se pasase por la caseta cuando tuviera algunos minutos.

El reverendo había tardado algunas horas en aceptar la situación. Estaba claro que si querían que algo se hiciera no podían depende de los dos recién llegados, a cada cual más inútil. De modo que finalmente decidió echarle redaños al asunto y asumir en parte el papel que le habían encasquetado. Si alguien tenía que colgarse una diana en la frente, su naturaleza hacía que asumiese ser él.

De modo que más tarde que pronto se encaminó hacia la caseta del Sheriff, esperando escuchar a quienes quisieran dedicarle un minuto. Eso era algo a lo que estaba acostumbrado. Después, de todo, era el confesor de muchos de los parroquianos. Al menos de la mitad que tenía más miedo del infierno que de que alguien conociera sus pecados.

En determinado momento de la mañana pidió a uno de los niños que tenía a su cargo, Cody, que llevase una nota a Giesie, el vocero, pidiéndole que se pasase por la caseta cuando tuviera algunos minutos.

El reverendo había tardado algunas horas en aceptar la situación. Estaba claro que si querían que algo se hiciera no podían depende de los dos recién llegados, a cada cual más inútil. De modo que finalmente decidió echarle redaños al asunto y asumir en parte el papel que le habían encasquetado. Si alguien tenía que colgarse una diana en la frente, su naturaleza hacía que asumiese ser él.

De modo que más tarde que pronto se encaminó hacia la caseta del Sheriff, esperando escuchar a quienes quisieran dedicarle un minuto. Eso era algo a lo que estaba acostumbrado. Después, de todo, era el confesor de muchos de los parroquianos. Al menos de la mitad que tenía más miedo del infierno que de que alguien conociera sus pecados.

En determinado momento de la mañana pidió a uno de los niños que tenía a su cargo, Cody, que llevase una nota a Riley, pidiéndole que se pasase por la caseta cuando tuviera algunos minutos.

El reverendo había tardado algunas horas en aceptar la situación. Estaba claro que si querían que algo se hiciera no podían depende de los dos recién llegados, a cada cual más inútil. De modo que finalmente decidió echarle redaños al asunto y asumir en parte el papel que le habían encasquetado. Si alguien tenía que colgarse una diana en la frente, su naturaleza hacía que asumiese ser él.

De modo que más tarde que pronto se encaminó hacia la caseta del Sheriff, esperando escuchar a quienes quisieran dedicarle un minuto. Eso era algo a lo que estaba acostumbrado. Después, de todo, era el confesor de muchos de los parroquianos. Al menos de la mitad que tenía más miedo del infierno que de que alguien conociera sus pecados.

En determinado momento de la mañana pidió a uno de los niños que tenía a su cargo, Cody, que llevase una nota a Lila Rocarroja, pidiéndole que se pasase por la caseta cuando tuviera algunos minutos. No terminaba de gustarle la idea de que el chaval estuviera a solas con una pielrroja, pero la muchacha había demostrado una y mil veces venir en son de paz. Se había ganado una oportunidad. El reverendo sólo podía esperar que supiera leer. Y si no, Cody le diría lo que ponía el mensaje.

El reverendo había tardado algunas horas en aceptar la situación. Estaba claro que si querían que algo se hiciera no podían depende de los dos recién llegados, a cada cual más inútil. De modo que finalmente decidió echarle redaños al asunto y asumir en parte el papel que le habían encasquetado. Si alguien tenía que colgarse una diana en la frente, su naturaleza hacía que asumiese ser él.

De modo que más tarde que pronto se encaminó hacia la caseta del Sheriff, esperando escuchar a quienes quisieran dedicarle un minuto. Eso era algo a lo que estaba acostumbrado. Después, de todo, era el confesor de muchos de los parroquianos. Al menos de la mitad que tenía más miedo del infierno que de que alguien conociera sus pecados.

En determinado momento de la mañana pidió a uno de los niños que tenía a su cargo, Cody, que llevase una nota a Joey, pidiéndole que se pasase por la caseta cuando tuviera algunos minutos. No sabía si hablaría con Hearts o con Spades. Esperaba que fuera con el más razonable de los dos.

Reverendo... Dijo Francis modo de saludo a  la par que se quita el sombrero, le sorprendió la llamada del párroco pero fue a verle con rapidez.

Dirá usted en que puedo ayudarlo Señor...

El reverendo había tardado algunas horas en aceptar la situación. Estaba claro que si querían que algo se hiciera no podían depende de los dos recién llegados, a cada cual más inútil. De modo que finalmente decidió echarle redaños al asunto y asumir en parte el papel que le habían encasquetado. Si alguien tenía que colgarse una diana en la frente, su naturaleza hacía que asumiese ser él.

De modo que más tarde que pronto se encaminó hacia la caseta del Sheriff, esperando escuchar a quienes quisieran dedicarle un minuto. Eso era algo a lo que estaba acostumbrado. Después, de todo, era el confesor de muchos de los parroquianos. Al menos de la mitad que tenía más miedo del infierno que de que alguien conociera sus pecados.

En determinado momento de la mañana pidió a uno de los niños que tenía a su cargo, Cody, que llevase una nota a Maybelle Canary, pidiéndole que se pasase por la caseta cuando tuviera algunos minutos. La forastera había dicho ser una cazarrecompensas: después de todo, quizá pudieran ayudarse mutuamente.

El reverendo había tardado algunas horas en aceptar la situación. Estaba claro que si querían que algo se hiciera no podían depende de los dos recién llegados, a cada cual más inútil. De modo que finalmente decidió echarle redaños al asunto y asumir en parte el papel que le habían encasquetado. Si alguien tenía que colgarse una diana en la frente, su naturaleza hacía que asumiese ser él.

De modo que más tarde que pronto se encaminó hacia la caseta del Sheriff, esperando escuchar a quienes quisieran dedicarle un minuto. Eso era algo a lo que estaba acostumbrado. Después, de todo, era el confesor de muchos de los parroquianos. Al menos de la mitad que tenía más miedo del infierno que de que alguien conociera sus pecados.

En determinado momento de la mañana pidió a uno de los niños que tenía a su cargo, Cody, que llevase una nota al viejo Mickey, pidiéndole que se pasase por la caseta cuando tuviera algunos minutos.

El reverendo había tardado algunas horas en aceptar la situación. Estaba claro que si querían que algo se hiciera no podían depende de los dos recién llegados, a cada cual más inútil. De modo que finalmente decidió echarle redaños al asunto y asumir en parte el papel que le habían encasquetado. Si alguien tenía que colgarse una diana en la frente, su naturaleza hacía que asumiese ser él.

De modo que más tarde que pronto se encaminó hacia la caseta del Sheriff, esperando escuchar a quienes quisieran dedicarle un minuto. Eso era algo a lo que estaba acostumbrado. Después, de todo, era el confesor de muchos de los parroquianos. Al menos de la mitad que tenía más miedo del infierno que de que alguien conociera sus pecados.

En determinado momento de la mañana pidió a uno de los niños que tenía a su cargo, Cody, que llevase una nota a Hardigan, pidiéndole que se pasase por la caseta cuando tuviera algunos minutos. En la situación en la que estaban, un tipo duro como él podía ser lo que Bala Dorada necesitaba.

El reverendo había tardado algunas horas en aceptar la situación. Estaba claro que si querían que algo se hiciera no podían depende de los dos recién llegados, a cada cual más inútil. De modo que finalmente decidió echarle redaños al asunto y asumir en parte el papel que le habían encasquetado. Si alguien tenía que colgarse una diana en la frente, su naturaleza hacía que asumiese ser él.

De modo que más tarde que pronto se encaminó hacia la caseta del Sheriff, esperando escuchar a quienes quisieran dedicarle un minuto. Eso era algo a lo que estaba acostumbrado. Después, de todo, era el confesor de muchos de los parroquianos. Al menos de la mitad que tenía más miedo del infierno que de que alguien conociera sus pecados.

En determinado momento de la mañana pidió a uno de los niños que tenía a su cargo, Cody, que llevase una nota a Rosalind, pidiéndole que se pasase por la caseta cuando tuviera algunos minutos.

El reverendo había tardado algunas horas en aceptar la situación. Estaba claro que si querían que algo se hiciera no podían depende de los dos recién llegados, a cada cual más inútil. De modo que finalmente decidió echarle redaños al asunto y asumir en parte el papel que le habían encasquetado. Si alguien tenía que colgarse una diana en la frente, su naturaleza hacía que asumiese ser él.

De modo que más tarde que pronto se encaminó hacia la caseta del Sheriff, esperando escuchar a quienes quisieran dedicarle un minuto. Eso era algo a lo que estaba acostumbrado. Después, de todo, era el confesor de muchos de los parroquianos. Al menos de la mitad que tenía más miedo del infierno que de que alguien conociera sus pecados.

En determinado momento de la mañana pidió a uno de los niños que tenía a su cargo, Cody, que llevase una nota a Susie, pidiéndole que se pasase por la caseta cuando tuviera algunos minutos. Siempre le había parecido una de las personas más razonables del lugar. Esperaba que entre los dos pudieran sacar algo en claro.

El reverendo había tardado algunas horas en aceptar la situación. Estaba claro que si querían que algo se hiciera no podían depende de los dos recién llegados, a cada cual más inútil. De modo que finalmente decidió echarle redaños al asunto y asumir en parte el papel que le habían encasquetado. Si alguien tenía que colgarse una diana en la frente, su naturaleza hacía que asumiese ser él.

De modo que más tarde que pronto se encaminó hacia la caseta del Sheriff, esperando escuchar a quienes quisieran dedicarle un minuto. Eso era algo a lo que estaba acostumbrado. Después, de todo, era el confesor de muchos de los parroquianos. Al menos de la mitad que tenía más miedo del infierno que de que alguien conociera sus pecados.

En determinado momento de la mañana pidió a uno de los niños que tenía a su cargo, Cody, que llevase una nota a Stolesouls, pidiéndole que se pasase por la caseta cuando tuviera algunos minutos.

Al recibir la rápida visita de Prescott el reverendo salió de la caseta. Prefería hablar fuera, bajo el sol del nuevo día.

- Es complicado de explicar, Prescott. - Le dijo en un tono paternal. - Es evidente que ni ese Sheriff ni su ayudante van a hacer nada por aclarar lo que está pasando. De modo que sólo nosotros podemos salir de este atolladero. He pedido a algunas personas que vengan... Sólo las que me inspiran más confianza. - Explicó antes de hacer una pausa y dedicarle una larga mirada, esperando ver su reacción a sus palabras. - Dígame, ¿vio usted algo que pueda servirnos de ayuda?

Spades recibió el mensaje que el niño le dio en mano. Ahora, con la mañana bien entrada, había tenido tiempo de aclarar sus ideas, desde luego había tenido despertares bruscos, pero ninguno como el de hoy.

No había tenido tiempo de asearse desde la mañana anterior, y eso era algo que normalmente le tendría hecho una furia. Hoy no era el caso, hoy estaba abatido y pálido.

No es que tenga mucho trato con el reverendo, pero el hombre le ha echado valor asumiendo las tareas de reconducir a su perdido rebaño.

Y si alguien entendía de ser una oveja descarriada, ese era Spades. En toda su definición: perdido, sí, pero más inofensivo y con menos ganas de problemas que la más anodina de las ovejas.

Spades entró en la caseta del sheriff, dónde el reverendo le había hecho llamar, golpeando antes la puerta en señal de respeto. Lo cierto es que los curas le asustaban, quizás por la inseguridad de si Dios comprendería su picaresca infantil o si acabaría asandose en los dominios del de abajo.

¿Me ha hecho llamar, padre? - dijo quedamente.

Rosalind acudió a la caseta, algo confusa. Aún no entendía muy bien en qué consistía su nuevo empleo, y tampoco sabía si iba a ganarse un sobresueldo con ello- ¿Me llamaba, Reverendo?-preguntó, con educación. Después de todo, el Reverendo era un hombre de Dios, y eso a ella le causaba mucho respeto.

El cowboy cede el paso al reverendo y sale con el afuera, se pone el sombrero y se enciende un pitillo no sin antes ofrecerle a  su acompañante.

Es un honor pues que me llame Reverendo, la verdad que no vi nada, ojala sirviera de mas ayuda, pero bueno solo a sido un negro, igual a sido algo entre indios y negros y esas creencias alejadas de los caminos del Señor.

Al oír los golpes en la puerta el reverendo abrió tras un par de segundos. Y al ver a Joey le hizo un gesto para que pasase.

- Sí, así es. - Afirmó, tomando asiento sobre la mesa de manera informal y haciéndole un gesto para que se apoyase donde quisiera.

- Estoy... Preocupado por lo que ha pasado hoy. - Afirmó antes de tomar aire. - Me gustaría saber qué opina usted.

Maybelle se encontraba en el Saloon cuando recibió la nota del muchacho y enarcó una ceja mientras una sonrisa divertida de medio lado se esbozaba muy levemente en sus labios. Tiró la colilla del cigarro al suelo y la pisó al ponerse en pie para seguir al chico hasta la caseta que el cura parecía tener intención de utilizar de confesionario.

Cuando entró allí saludó rozando su sombrero con la punta de los dedos, echó un rápido vistazo alrededor, examinando el lugar y finalmente buscó un sitio donde sentarse. Con parsimonia sacó la bolsa de tabaco y empezó a liar un cigarro. 

- ¿Quiere fumar? - Preguntó al sacerdote de forma casual, ofreciéndole la bolsa también. Su voz era grave y vibrante, un poco rasposa por el humo del tabaco. La voz de alguien que no está acostumbrado a hablar demasiado y que cuando lo hace no suele gastar saliva en conversaciones innecesarias. - Pronto voy a tener que comprar más. Espero que esa pielrroja tenga suministros encima.

Cuando se llevó el cigarro a la boca y lo encendió se sintió más cómoda y apoyó un codo en la mesa mientras su espalda se reclinaba en el respaldo de la silla. 

- ¿Sabe? Le vi anoche entrando en el camerino de la señorita Watson. - Comenzó sin más rodeos. - Me alegró ver que tan sólo necesitaba un pequeño empujón para recorrer ese camino del que no se apartaban sus ojos. - Hizo una pausa y vació el humo de sus pulmones despacio antes de mirar al sacerdote con ojos inquisitivos. - ¿Y bien? ¿Sobre qué quería hablar conmigo?