Partida Rol por web

Y mientras volvías a la vida, sentías como punzadas que te atravesaban y te aferraban a un nuevo lugar. Como cosida desde lo más profundo de tu alma, una sensación fría que a la vez que devolvía el calor de la vida.

Intentabas abrir los ojos, pero el cansancio no te permitía del todo abrirlos sin más... era como si aún no estuvieras lista.

Un nuevo intento, y tras unos segundos, sientes como tus ojos poco a poco se acomodan en una ubicación negra, oscura... llena de nada, invadida de soledad...

Sientes una opresión en tu pecho, como un vacío irrefrenable, incapaz de mantener con estoicidad...

Pero entonces aquella negrura se abre, y en medio de aquella sala vacía aparece una franja de luz que parece disipar las nubes que simulaban aquel vacío y a la vez te abocaban a aquel sentimiento...

Tus pasos se dirigían al centro de aquella luz, y como hilos de seda... bajo aquella luz, descubres unos hilos que surgen de tu cuerpo, y que te atan a una zona del suelo... Parecen delicados, pero por mucho que lo intentas nunca se romperán...

Mientras lo intentas, unos pasos se acercan a tu posición, y tras delatarse ves como Raffariel se acerca silenciosa, en su mano porta una larga aguja, la cuál en un rápido movimiento enhebra con aquellos hilos tuyos que se aferraban al suelo y tras una puntada rápida los cose a su mano derecha... mientras te mira con diligencia.

Algo te decía que aquella vuelta y sentimientos tenían que ver con ella, y sobretodo... que debías de agradecer su intención, pues ella manejaba tu existencia con pericia. Una macabra costurera, capaz de coser una vida entre los muertos del más allá...

Todo es oscuro, todo es soledad...

Aferrándome a aquel rayo de luz que no sólo me otorgaba la claridad, si no el calor de la vida, comprobé que sólo era una marioneta con costuras y cosida. Realmente mi cuerpo sólo era un obstáculo material entre el alma y el infinito, entre la paz o el infierno. Me tenía que liberar, pero entre intentos fallidos vi a mi costurera, y en cierta forma: a mi dueña.

Si ella me había devuelto a aquel extraño lugar, era porque tenía un poder demasiado fuerte sobre mí. Con mil dudas, pero claramente con un brillo especial en los ojos, la miré. Antes de morir tenía claro que entre ambas había un vínculo, pero jamás se me habría ocurrido pensar en uno tan...eterno. Pese a ello, me alegraba, aunque no la conociera, que fuera aquella Melknhar.

- ¿Dónde estoy Raffariel? - musité levantando mi mano y estirando los dedos, perdida entre cavilaciones, pero luchando en plena búsqueda por rozar la suya - ¿qué debo hacer? 

Con el sentimiento de redención oprimiéndome la respiración, y una condenada merced hacia su ser, ansié conocer las respuestas. 

- Mi soledad dura lo que yo permito que dure... Murmuro mientras termino de mover mis hilos. - Te dije que podías confiar en mi, chica linda. 

Me acerco a Yaiza. - Bienvenida de nuevo entre nosotros... Espero que logremos llegar con los malditos asesinos cobardes, tuve que usar mi poder para que no hayan más muertes... O al menos espero que no las hayan... Mantente viva que mi vida y la tuya están ligadas.

- Muchas gracias por todo Raffariel - dije mientras tocaba delicadamente su rostro; transmitiéndole mi cariño, y en parte también agradeciéndole su cumplido. Sentía una deuda impagable e inmensa con ella por haber apostado y confiado en mi.

Mantente viva que mi vida y la tuya están ligadas. Con éstas palabras repetidas más de una vez en mi cabeza, noté como una responsabilidad enorme me cayó sobre los hombros. 

- Haré lo que pueda para que no sufras daño alguno - asentí con una mirada sincera, pero no me quedé ahí, pues si quería protegerla, debía atacar a los infiltrados, por ello, opté por preguntarle - ¿conoces a algún traidor al que poder asaltar con seguridad?

- Hasta el momento la desconfianza es contra Daeron. Su dudosa sobre reacción... Nada claro... No tengo nada más. Si te enteras de algo, hija mía, hazmelo saber... Pronto vendrán más hermanos...

Digo siempre con una sonrisa cálida en mi rostro.

Asintiendo con la cabeza y observando su sonrisa, formé a su vez -como si mi gesto fuera su espejo-, una muy tenue en mi rostro - esperaré que lleguen más hermanos para así cazar con certeza...por ahora tan sólo me debato entre teorías y descartes, pero en cuanto sepa algo te lo confirmaré - madre, pensé.

Parándome por un momento a contemplar mi alrededor, suspiré - todo es demasiado nuevo, además, pocas voces en Oldland son de fiar - dejé un breve silencio entre medias pues pensé que todo el mundo, el normal, era igual, pero que allí no jugábamos con mentiras, si no con la vida - espero que mis instintos acierten - volví a fijarme en ella - pues con los nuevos legados que se debaten por salir en mí: yo misma soy más crítica.

- Y...- de pronto una duda surgió de mi interior - ¿cómo sabes que todos los que vuelven a la vida son inocentes? quiero decir...¿es posible que alguien venga aquí siendo traidor? - fruncí ligeramente el ceño.

Y poco a poco a igual que te paso a ti... Sarghagas, se adentraba en aquel lugar...

Sonrío nuevamente. Mi soledad ya no era tal... Tenía un nuevo lacayo o más bien otro hijo...

- Bienvenido entre nosotros hijo mío, cada vez somos más y nos alzaremos para combatir a los traidores que nos quieren muertos... Mantente con vida para nosotros y nosotros nos mantendremos con vida para ti.

Nunca hubiera pensado me eligieran para volver a la vida. Normalmente la gente me considera un traidor y un ser despreciable, solo por mi aspecto y mi compañía. Se equivocaban. No me considero una persona ejemplar, ya que durante mi vida he realizado actos cuestionables y me he buscado la vida, anteponiéndola a la de los demás, pero no era un mísero traidor. 

-Gracias por devolverme a la vida y confiar en mí, maestra. Fui eliminado muy pronto de la reunión, lo cual no pude ayudar a encontrar a esos bastardos traidores. Ahora tengo la oportunidad, gracias a ti-realicé un gesto de agradecimiento con la cabeza.

-Te voy a confiar mi secreto-una pausa de silencio.-Mis ratas pueden contemplar la verdadera condición de los muertos y transmitirme el mensaje. El único requisito es que deben de probar la sangre del caído. Lo intenté al comienzo de la reunión con el chico del panda, pero muchos se opusieron y seguramente significó mi muerte. Ahora estoy a tu servicio y antepondré tus necesidades a las mías. Si me lo ordenas, puedo decretar a mis ratas que se alimenten de cualquier cadáver para conocer su naturaleza y habilidad. Estoy dispuesto a volver a arriesgarme, si así lo deseas. Solo dime un nombre de los fallecidos y yo me encargaré del resto.

Sabía que si intentaba alimentar a mis ratas, volvería a caer en el mismo juicio y posiblemente sería aniquilado. Tropezar con la misma piedra dos veces, se suele decir. Pero quizás las cosas habían cambiado, y tras tantas muertes, la falsa sensibilidad de algunos ya no era una prioridad. 

La pregunta que le hice a Raffariel quedó en el aire, eclipsada ante una nueva llegada.

Sarghagas...

Observé cómo llegaba a aquel lugar. Si Raffariel había apostado por él, yo debía respetarlo, dándole mi apoyo y confianza a ambos. Cierto era que no tenía la certeza de que fuera una semilla del mal, pero mi arco había ayudado a aniquilarlo. El recuerdo de aquello aún rondaba con fuerza en mi cabeza, brotando y expandiéndose hasta mis retinas, como la sangre lo hacía en los cuerpos sin vida.

Miré por unos segundos a mi maestra y luego - de nuevo - posé mis ojos en el nuevo inquilino. Su aspecto no me importaba, yo veía belleza allí donde fuera, por éso, no dudé en referirme a él con amabilidad e interés por saber más.

- Bienvenido, espero que el pasado quede atrás - sonreí con sutileza - ahora que estás aquí, que has vuelto a la vida...aprovéchala.

Si lo que decía era verdad...sería un pilar demasiado importante para conocer más de un enigma, sin embargo, debía demostrarlo. Ladeé mi rostro, pues allí delante tenía a un nuevo hermano.

Miro con aún más felicidad al surgimiento de mis hijos, ahora comienzan a hablar.

- Me hace muy feliz tenerlos reunidos, queridos... Miro a Yaiza. - Pueden resurgir cualquiera que yo escoja, sea  o no sea un traidor... Al fin de cuentas yo seleccionaré solo aquellos que hayan muerto por asesinato de los traidores, para asegurar que no es de ellos, ustedes dos cayeron en esas condiciones.

Luego miro a Sarghagas.

- Muy bien hijo mio, bienvenido entre nosotros, confío en ti al igual que en Yaiza... ¿Ese poder puedes seguir usándolo o lo pierdes por haber pasado por la muerte?

Asentí levemente con la cabeza a las palabras de la arquera. El pasado quedaba atrás y era borrado con el tiempo, como si de huellas en la nieve se tratase. A pesar de haber participado en mi ajusticiamiento, no le guardaba ningún rencor. Ahora estábamos unidos por un vínculo irrompible, a merced de nuestra ama.

-Correcto mi señora. Mientras esté con vida mis ratas pueden conocer la identidad de cualquiera de los fallecidos con tan solo probar un poco de su sangre-corroboré firmemente a Raffariel. -También necesito que me pronuncies un nombre de entre los vivos para emitir mi voto contra él. No he estado presente en la reunión y no tengo ninguna pista sobre quién puede ser semilla. Con mi desinformación, temo votar a algún inocente.

De pronto mi confianza flaqueó.

Una enorme duda me comenzó a rondar. Enfrié mi gesto, y es que Sarghagas no murió a causa de los traidores, si no en un linchamiento por los demás a causa de la creencia general de todo lo contrario...

Una pieza más se desencajó de mi puzzle. La seguridad de Raffariel hacia él, en mí no era tal. Pese a que aceptaba su decisión, me sentía en la obligación de protegerme a mí y a ella de cualquier posible incertidumbre, por ende, me adelanté a hablar antes de que ella le respondiera.

- Fallecidos...- dije frunciendo el ceño, más no sonaba correcto. En toda fuerza del bien, aquello que se asemejara a muerte y vísceras era del lado contrario - ¿de quién desconfías tú? ¿y porqué? - lo miré fijamente, si era un hermano puro necesitaría sus respuestas para creer.

En mis hijos puedo confiar. 

Es algo que no puedo dejar de pensar. - Desconfío del árabe y Noi. Mi votación será para el árabe, pero no tengo ningún indicio de que sea traidor. Mi poder ya lo saben, no tengo más... Para eso te necesito a ti mi querido Sarghagas... a Yaiza para la complicidad Grohven. Necesitamos información, mientras más tiempo duremos vivos, más seremos... Y vayan pensando en quien se sumará a esta familia...

Escuché a mi maestra con atención. Ella me había devuelto a la vida y a ella no sería capaz de mentir ni engañar. La presencia de Yaiza no me acomodaba demasiado, pero si Raffariel confiaba en ella, yo también debía de hacerlo.

-Mi voto ha sido para el árabe-afirmé contundentemente. -He intentando hacer creer, que mis poderes pueden ser modificados por algunos de los presentes, pero te confieso que es prácticamente imposible. Lo que mis ratas me susurran a través de los cadáveres es totalmente de fiar-aclaré a mi maestra. -De esta manera puedo informar de lo que me ordenes, pudiendo poner la excusa de que mi información ha sido alterada. Solo nosotros sabremos la verdadera condición de cualquier muerto que haya sido ajusticiado. Mucho me temo que no puedo obtener información de los asesinados por las semillas.- Esto reducía el número de cadáveres a observar. Aun así, la habilidad podía ser de bastante utilidad si era usada inteligentemente. -Me mantengo a la espera de que me pronuncies un nombre. Lo sabremos todo de él.

Acto seguido fijé mi mirada en la arquera, respondiendo a su pregunta.

-No tengo motivos para desconfiar de nadie. Quizás quién mas curiosidad me provoca es Olenna. Es capaz de comunicarse con los vivos y los muertos, pero me temo que usa los testimonios a su conveniencia, filtrando demasiadas palabras de un lugar a otro. Creo que está jugando a ser dios. Si fuera una de las traidoras, tendría demasiada información para compartir con los demás traidores.

Asiento con las palabras del amo de las ratas.

- Tienes razón... Le digo en referencia a lo que menciona de Orianna. - Pero hay alguien de quien sospecho más y me gustaría aclarar mis dudas... Deidre... No se porqué. Pero algo en ella pinta distinto, en su forma de expresarse y de defender al tipo de las cuchillas fallecido... Podrías partir por ella.... No le creo su poder que dice tener...

Miré con cierta desconcierto a mi señora.

-Quizás me entendiste mal, quizás no supe explicarme... Mi poder solo es utilizable con los sentenciados por los asistentes del concilio. No puedo contemplar el poder de los vivos ni el de los asesinados por los traidores-intenté aclarar brevemente, para no crear más confusión

- Me disculpo entonces querido hijo... Tengo poco tiempo, la noche ha caído y uno más puedo traer a nosotros. Estoy entre Smel y Nimay... Díganme ustedes cual les da confianza...

-Ambos me parecen inocentes, pero de poco vale mi intuición, ya que no llegué a intimar con ninguno de los dos-contesté con sinceridad. -Si te parece bien-me dirigía a Raffariel-voy a comprobar la verdadera condición de Dyehuty, así sabremos si hemos acabado con un inocente o acaso erramos en nuestra votación. 

-Maestra, mis ratas me han confirmado la identidad del árabe. Sin lugar a dudas era un traidor.