Partida Rol por web

Cross llega al lugar justo cuando ambos Elders se están saludando.

El Elder McNamara está junto al Elder Lyons, parecen que ambos están contentos.

Mientras avanzas hacia ellos, puedes escuchar cuchichear a algunos hombres de la Hermandad. Al parecer, un grupo de supervivientes han viajado a una especie de cueva que hay muy cerca de aquí, con la intención de matar a unos soldados renegados de la Hermandad.

Aunque ya sabéis como son los rumores... tal vez haya un 50% de verdad en ellos...

-Hola, Elder Lyons, me alegro de verle- le dijo a su compañero antes de fijarse en la mujer recién llegada y en los rumores del resto de Hermanos.

Se acercó a los soldados que hablaban.

-¿Queda muy cerca esa cueva? Si alguien quiere eliminar a unos enemigos de la Hermandad quizá les venga bien algo de apoyo.

No estaba seguro de si lo que decían era cierto o no. Y aunque ido allí en busca de algo de paz, no le diría que no a un poco de acción.

- La cueva está a pocas horas de aquí, hacía el sur. - Dijo Lyons. - Allí fueron cuatro supervivientes, incluida mi hija. El problema es que no sabemos que se podían encontrar allí, así que han ido con mucho cuidado. Seguramente haya Hermanos renegados, pero esa cueva... bueno... las historias cuentan que existe un monstruo enorme allí dentro... y su prole... -

El Elder se puso serio.

- No puedo detenerte, McNamara, pero te recomiendo que si no estás armado, no vayas allí. Lo mismo para usted, Cross. -

Elder Lyons, ELder McNamara saludó muy formalmente el paladín, llevándose el puño derecho al pecho izquierdo, de modo que su guantelete golpeara sonoramente contra la placa pectoral de metal, en signo de respeto.

Será un honor acudir a esa cueva, y acabar con esos malditos renegados. anunció, orgulloso Cross Dispongo de mi armadura en pleno funcionamiento, si bien podría usar cualquier tipo de ayuda o munición que tuvieran a bien proporcionar.

Sin embargo, prosiguió con gesto adusto Cuando completemos esa tarea hay algo que desearía compartir con ustedes dos, es un tema importante.

NOCHE 5

La noche llegó lentamente, mientras los supervivientes hablaban entre ellos. La suerte estaba echada. Lyons estaba asintiendo ante las palabras de Cross. Sabía y conocía muy bien al Paladín por lo que estaba feliz que vaya a ayudar a los de la cueva del sur. Además, su hija estaba con ellos. Y pese a que ella era un soldado, era su hija y cualquier ayuda le iba a venir bien.

El Elder Lyons sonrió a los dos Hermanos y les puso su mano en el hombro a cada uno.

- Os deseo mucha suerte, Hermanos. - Les dijo.

-Creo que me desenvuelvo bien en el cuerpo a cuerpo- dijo McNamara- aunque no le haría ascos a un buen arma.

Sin embargo, estaba dispuesto a ir como fuera. Ayudar a un Hermano siempre era algo que hacía con gusto.

-Vamos pues, Cross- dijo cuando él se ofreció a ir con él- luego hablaremos. Aunque ahora lo importante es ayudar a la hija del Elder Lyons.

Cross revisó su armadura en busca de cualquier desperfecto que pudiera encontrar, que pudiera suponer un punto débil. Después se aseguró de que las baterías láser se encontraban en buenas condiciones para el disparo. Lo último que necesitarían sería un problema de munición en medio del combate.

Listo, Elder Mcnamara. asintió una vez estuvo conforme con todo su equipo Que los renegados tiemblen.

Ambos os retiráis del lugar.

Canijo y Verónica Santangelo llegan a la Ciudadela y son recibidos como se merecen.

La Ciudadela es el bastión de la Hermandad del Acero en el Yermo Capital. Allí la Hermandad traza sus planes de expansión por todo el Yermo. De más está decir que toda la tecnología armamentística del grupo se encuentra centrada allí, donde experimentan con armas nuevas y recomponen las antiguas para utilizarlas en cualquier momento.

La Cúpula de la Hermandad se encuentra aquí, planeando y ordenando a sus subordinados, los cuales cumplen las órdenes sin rechistar. Es una Jerarquía muy marcada, mezcla de militares y religiosos, que veneran la tecnología por sobre todo. Sus servoarmaduras son letales y los protegen de muchos peligros. También, sólo ellos pueden utilizarlas, por lo que sólo con el entrenamiento adecuado una persona que no pertenezca a la Hermandad puede llevar servoarmaduras.

- ¡Alto ahí! - Dijo una voz por un megáfono que no podiáis ver. - ¿Qué demonios hacéis aquí? ¡Identificaos ya o recibiréis fuego ahora mismo! -

En la pared de la puerta, dos armas pesadas automáticas te apuntaron.

Pudistéis ver el puntito rojo del láser en vuestras ropas.

Llegaba a una ciudad. Porque de donde acaba de salir no se estaba nada mal, pero seguía un poco mal herida después delo ocurrido en el otro lugar.  Cuando caminada para ir a ciudadela cada vez que me acerca al umbral enorme escucho una voz muy secante por megafonía, que no sabía de dónde podía venir esa voz.

Y me puse a observar por todo mi alrededor sin hace ningún movimiento brusco con la cabeza, cuando escucho que nos identifiquemos, pensaba iba sola cuando veo hacia un lado un muchacho de color oscura. Dije mirando hacia lo alto porque no sabía de dónde provenía es voz. Con voz firme. -Soy verónica  y vengo a explorar Ciudadela si me dan el permiso. No tengo nada que ocultar, si quieren puedo dejar mi arma para que lo comprueben que no soy una extraña.
 

levanto las manos rapidamente y mirando al suelo casi grito - ¡CANIJO, ME LLAMO CANIJO! Bueno, ese no es mi nombre, pero al menos asi me llama todo el mundo. Vengo de Novac, ¡No disparen por favor!

Vi al chico que decía que se llamaba canijo... y le dije con sutileza. – Calma Canijo encantada de conocerte, pero no creo que disparen, si no ya lo hubieran hecho y no nos hubieran dejado presentarnos. Le dije una sonrisa tranquilizadora.

Me estaba cansando un poco con la espera y con los brazos hacia arriba no se que querrán de nosotros, pero estaba claro que no éramos personas sospechosas.
 

- Voz reconocida. Concuerda, Escriba. - Dijo el hermano. - Pero, atenta, Santangelo, mientras estéis aquí dentro, el señor Canijo es vuestra responsabilidad. No nos hacemos cargo de lo que haga mal y si lo descubrimos haciendo alguna tontería, el castigo será para los dos. -

*Zumbido de estática*

- Podéis pasar. -

Las puertas comenzaron a moverse hacia arriba al mismo tiempo que las armas pesadas dejaron de apuntaros. Lentamente, la puerta dejo el espacio suficiente para que podáis pasar y delante de vuestros ojos se encontraba la Ciudadela. Grande, majestuosa, tecnológica. Las puertas se cerraron automáticamente al pasar por la entrada y uno de los Hermanos del Acero ataviado en una servoarmadura de camuflaje, os salió al paso para saludaros y daros la bienvenida.

- Bienvenidos a La Ciudadela. - Dijo sin más. Sécamente.

Escuchaba aquella voz que salía por el megáfono y trague saliva al escuchar que el señor canijo era mi responsabilidad, y si hacia algo raro el castigo era para los dos.  Y mi vocecita de mi cabeza me decía. Yo no quería ser responsable de una persona que no conocía y más de un muchacho ya tenía yo suficiente conmigo que estar de niñera con otro. Pero era lo que tenía que a pechuga si quería entrar a ciudadela.

Una vez dicho lo que nos dijeron se abrieron las puerta y miraba al chico por si estaba un poco a susto, pero por ahora lo veía bien, me que un poco asombrada con la boca un poco abierta, al ver que no era nada al as otras ciudades que había visitado, esta  para mí era la mejor. Era grande esta ciudad y con mucha tecnología estaba contenta por entra aquí.

Cuando se iban cerrando las puertas nos recibe un muchacho apuesto y esbelto que nos daba la bienvenida. Y aunque fuera bonica era una persona muy seca. Y le dije un poco seria. –Gracias a ustedes por habernos recibido, en ciudadela.

DIA 6

Detrás del muchacho, un hombre de avanzada edad apareció. Veronica lo reconoció enseguida como el Elder Lyons, director y guía espiritual de La Ciudadela. El anciano se acercó a la muchacha y al pequeño y sonrió, mesándose al mismo tiempo la larga barba que llevaba algo descuidada.

- Bienvenidos. - Dijo sin más. - ¿Qué podemos hacer por vosotros? Han pasado muchos supervivientes por este lugar ultimamente, al parecer, somos el centro de atención en el Yermo. -

Los soldados rieron la gracia del Elder, que no dejó de sonreir.

Una vez que ya estábamos dentro vino un señor mayor a recibirnos también. Y nos preguntaba que hacíamos en este sitio, porque por lo visto era el más reclamado de este yermo. Pero no sé porque nos dijo a que se debe nuestra visita, pues no venimos de venimos de fiesta, no se que se habrá pensado, ya que por fuera ocurren cosas inexplicables.

Le sonreí muy amable, pero que serio eran estos señores. Y les dije. – Gracias por el recibiemiento, Señor venimos a explorar esta ciudad y esta unos días hospedados en ciudadela ya que en los otros lugares, estarán llenos. Si no les molesta que estemos en vuestra ciudad.
 

- Oh, para nada. - Dijo Lyons. - Pero ya sabéis que si montáis algún numerito los soldados os harán pagar por vuestros crímenes. Después de todo, somos una organización religiosa-militar, somos justos con los pecadores, y tu siendo parte de la misma, Verónica, debes de saberlo. -

El Elder sonrió.

- Podéis recorrer la ciudad si queréis, no hay ningún problema. También podéis preguntarme si queréis ayudar, tenemos varios asuntos que resolver por aquí. -

Escuchaba atentamente a Elder Lyons sobre que podíamos explorar ciudadela pero deberíamos de tener más cuidado.  Le mire un podo seria le dije. –Pues si necesitáis ayuda, yo os puedo ayudar. No sabía que tenía que hacer pero estaba tranquila no me asustaría con lo que vi en las demás ciudades.