Partida Rol por web

Pero no hubo tiempo para celebrar. Desde las sombras, una espada rojiza surcó el aire como un juicio ineludible. La hoja descendió con la velocidad de la muerte misma, y Dakrima cayó sin poder evitarlo. Su aliento se apagó en un susurro, mientras la sangre teñía la cubierta del barco.

Entonces, el castigo cayó. Selene no perdonaba. Desde el cielo, un segundo rayo lunar descendió con la misma potencia con la que Ephidel había destruido a Àyax. Esta vez, su objetivo fue su propio invocador. El cuerpo de Ephidel se estremeció, bañado en la luz de la diosa. La carne se desvaneció, las sombras en sus ojos se apagaron… pero antes de que la muerte se lo llevara, alargó la mano.

Su destino estaba sellado. Pero no caería solo. Sus dedos se cerraron en torno a Ácaro. Juntos, desaparecieron en la explosión de luz. El silencio se apoderó del barco. Cuando el polvo se disipó, Ácaro apareció en el centro de la cubierta. Su piel intacta, su forma inquebrantable. Inmune a todo daño. Entre sus manos, un huevo decorado resplandecía con una energía cósmica. Un poco más allá, Zita yacía en el suelo, chamuscada con heridas producidas por esta luz plateada.

Aplaudía. Lenta, pausadamente. Con cada palmada, el aire se cargaba de una energía caótica, impredecible, vibrante. Sus ojos centelleaban con la misma luz errática que había guiado a las almas descarriadas hacia su destino.

-¡Oh, Ácaro, Ácaro! ¡Mírate! -exclamó, su voz un canto de júbilo y burla a partes iguales- Contra toda probabilidad, contra todo orden impuesto, sigues aquí.

Dio un paso adelante, inclinando la cabeza con una sonrisa afilada.

-Has danzado sobre el filo de la destrucción. Has visto la traición, el juicio y la furia de los dioses... y, sin embargo, aquí estás, intacto. -Sus labios se curvaron aún más- ¿Acaso hay prueba más clara de que la Discordia te favorece?

Extendió la mano, señalando el huevo decorado que Ácaro sostenía.

-Y mira lo que sostienes... ¿No es hermoso? Caos en su forma más pura. Un ciclo sin principio ni fin. ¿No es esto la verdadera gloria? -Eris rió de nuevo, su júbilo expandiéndose en ondas invisibles que hacían temblar la cubierta bajo sus pies. -Desde hoy, Ácaro, eres un verdadero seguidor de la Discordia... y del Caos.

Se inclinó hacia él, susurrando con voz seductora y peligrosa:

-Vamos a ver hasta dónde llega tu destino.

La furia ardía en los ojos de Melinoe, más intensa que las llamas del Inframundo.

-¡Maldito seas, Ácaro! -su voz retumbó con una ira que resonaba en los mismos cimientos de la realidad- ¡Traidor! ¡Corrupto! ¡Has abrazado el Caos y condenado todo por lo que hemos luchado!

Pero no podía perder tiempo en él. Eris se alzaba ante ella, radiante en su anarquía, la mismísima encarnación de la discordia.

-Oh, ¿no es hermoso, Melinoe? -murmuró Eris, con una sonrisa divertida- El orden se desmorona, la balanza se rompe y el juego se vuelve aún más interesante.

Melinoe apretó los dientes. No podía permitirlo. Canalizó su poder, la energía oscura danzó a su alrededor, sombras de los difuntos extendiéndose con gritos de venganza. Eris reía.

Y entonces, el rugido metálico del cañón de Eris desgarró el aire...

El disparo atravesó la oscuridad, fragmentando su poder como si nunca hubiera existido. El impacto la lanzó por la cubierta, la sangre brotando entre los pliegues de su túnica.

Dolor... Derrota...

Melinoe intentó levantarse, pero su cuerpo no respondía. Había fallado. Eris se acercó lentamente, con la soberbia de una diosa que ya había reclamado su victoria. Un portal se abrió bajo Melinoe. La oscuridad la envolvió, arrastrándola de vuelta a The Crossroads.

Su viaje terminaba aquí…

por ahora...

Bueno, bueno… a ver si lo entendí… ¡porque esto fue un absoluto CAOS! Ephidel, que debería estar en el suelo lamentándose por sus heridas, ¡decide que no! Que mejor se lanza con todo su poder, como si el dolor no existiera. ¿Cómo? ¡Ni idea! Pero fue un desastre total. Y yo ahí, de pie, viendo cómo la luz de la luna de Selene convertía a la oveja en polvo, y luego… ¡bam! De la nada, una espada roja atravesó a Dakrima contra el barco. ¿De dónde salió? ¡Quién sabe! Pero lo que sí sé es que la miré con desaprobación total. ¡Tenía que haber vuelto Lokin’t, no ella! Pero bueno, supongo que se lo tenía bien merecido.

Di un paso atrás, porque honestamente, no quería mancharme de sangre—porque, prioridades—y Ephidel seguía acercándose, con toda la pinta de que me iba a despedazar. Y yo… yo solo miraba. Pero entonces, ¡puf! Se esfumó con un tic en el ojo y cara de haber visto demasiado. Claro, porque al otro lado, Zita estaba… bueno… muerta. Y sin ovejas.

Y yo ahí, en medio de todo, sin decir nada, solo esperando lo inevitable, porque ya me veía derrotado siendo tragado por Chaos al amanecer.

Una completa desconocida llamada Eris se me acerca—sí, así, sin previo aviso—y me felicita. ¿Por qué? ¡No tengo ni idea! Yo, obviamente, me aferré al huevo y lo aparté de ella por si acaso protegiendo a mi precioso huevo. *¿Y ésta quién es? ¿Dónde está Chaos?- Pero antes de que pudiera procesarlo, hizo desaparecer a Melione. Yo solo la vi irse, con una cara de "bueno, esto es lo que hay". Chronos había caído, todo había salido bien… todo bien… hasta que no me dejaron traer de vuelta a mi héroe... y perdí el norte.

Sin mucho más que hacer, mojé un dedo en la sangre que había sobre una madera cercana y dibujé un rostro sonriente en el huevo.

- De ahora en adelante te llamaré Lokin’t. ¿Vale? - jeje - jejeje - jejeje...- Y ahí estaba yo, con el huevo en las manos sobre mi cabeza, riéndome solo, bailando en medio de los restos de la mayor aventura de mi vida-muerte. Porque, sinceramente… ¿qué más podía hacer?