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El jefe Cántabro acude a tierras astures para celebrar la amistad entre los pueblos y conocer qué ideas o peticiones quiere Curuxa.

Curuxa recibe al líder cántabro y su séquito acompañada de representantes del poder tribal y social de los Astures. Tras las presentaciones y el intercambio de presentes (entre los que destacan la ya famosa cerámica astur), Curuxa entra en materia con el rey Cántabro.

Majestad, si os he convocado es para informaros de un hecho que habrá de traer prosperidad a nuestros pueblos. Quizás hayáis sido informado de ello ya, pero como pueblos vecinos y hermanos he considerado que dicha nueva debíais escucharla de mis labios. - Curuxa guarda silencio un instante, midiendo la reacción del monarca - Una gran alianza se está tejiendo en Iberia. Y no para acudir a ninguna guerra sino para gloria de los dioses y nuestros ancestros. Astures, Galaicos y Lusitanos hemos unido esfuerzos para traer la paz y la prosperidad a nuestros pueblos. Desde la desembocadura del Río Tejo hasta la del río de la Diosa Deva, los hombres y mujeres se unen y preparan para este futuro. Los campos y bosques se siegan y talan para alimentarles y calentarles. Las naves recorren nuestro bravo Mar y remontan los ríos cargadas de mercancías. Por el momento, los campesinos evitan el hambre y la enfermedad; los soldados respiran aliviados al reducirse los enemigos; y las élites se regocijan ante las nuevas oportunidades de poder y gloria que se les presentan.

Así es el presente que nos envuelve y el futuro hacia el que se avanza. Y nos gustaría que vuestro pueblo fuese partícipe de él. Los lazos que nos unen son más que los fosos que nos separan. Decidme, ¿qué os inspira todo esto?

Curuxa, sonriente, da la palabra a su igual, a la espera de su reacción. Se ha expresado como una madre, como hizo en Galaecia ante los otros dos reyes, y espera tener los mismos resultados.

El jefe de los Cántabros se muestra alegre y conciliador.

- Nobles vecinos.- Os alaba.- Nada nos gustaría más que participar en una gran alianza que nos permita crecer fuertes y recios, que haga traer la paz a nuestros pueblos y la destrucción a nuestros enemigos. Siempre y cuando las tribus tengan los mismos derechos y obligaciones, los Cántabros participaremos.

El jefe acepta entrar en la alianza.

- Aprovechando la visita. He de buscar esposa a mi primogénito y si no estoy equivocado disponéis de una hija que en breve será mujer. Si vos permitís, puede viajar a mis tierras y celebrar el enlace entre ambos pueblos.

Curuxa no esconde su alegría ante la respuesta del líder cántabro: Bienvenido seais a dicha alianza entonces. La prosperidad de nuestros pueblos estará garantizada. No obstante, para ratificarla debemos estar presentes todos los involucrados: enviaré emisarios a los Galaicos y a los Lusitanos para que acudan con la mayor prontitud posible a mis tierras, donde habremos de formalizar vuestra adhesión. Ese día daré la mano de mi hija a vuesto hijo o, en caso en que los dioses no lo permitan, la de otra joven de igual cuna mercedora de tal honor.

Curuxa se levanta, dando por terminada la reunión. Se despide del líder cántabro con estas últimas palabras.

- Ha sido un placer vuestra visita. Espero que el resto de aliados acudan pronto y podáis cruzar el río de la Diosa Deva con una doncella digna de vuestro primogénito.