Partida Rol por web

- Puedo entender tu falta de fe hijo mío, especialmente en momentos como este. Y yo... - dijo sincerándose con Terry. - yo seguramente sea el menos indicado para conseguir que abras los ojos y confíes en nuestro señor. Pero, si no acabáis con la maldición... - continúa pero esta vez mirando a Morgane. - será ella la que acabe con todos nosotros. Puede que hasta ahora halláis podido hacer frente a sus engendros, pero cuando él llegue, nada lo detendrá. Siento deciros que sólo una persona ha logrado sobrevivir hasta el amanecer y esa fue Marla.

El silencio se hace de nuevo en la capilla tras pronunciar su nombre.

Según os había contado, Marla, era la mujer de Albert Ebernburg. Y pese a todo, tampoco logró vivir durante mucho más tiempo. Se ahorcó con las primeras lices del alba.

- Me temo que tarde o temprano nos encontrará... es sólo cuestión de tiempo.

Observa su reloj intranquila, son las una de la madrugada y en esta época del año no amanecerá al menos hasta las seis...demasiado tiempo. Podían esperar, al parecer los ¿muertos? y los perros no se acercaban a la iglesia por el momento pero si se producía un ataque las vidrieras no servirían para nada y la madera de los bancos sería demasiado combustible para los molotov de Terry.

- ¿Qué hacemos? - pregunta a sus compañeros obviando el último comentario del padre Miles. Yo creo que por el momento estamos más seguros aquí, podríamos apilar los bancos a modo de barricadas en las ventanas y esperar que amanezca. Luego mira a Terry:  Y procura no tirar dentro de la iglesia los molotov, podríamos salir ardiendo nosotros.

-Mmmmm... Vamos a ver, padre. Dada mi educación, debería no creerle en absoluto. Pero ya he visto esa horda y a sus "agradables" vecinos de la parte trasera. No sé si tiene razón o no y sea maldición o no, no deja de ser una especie de enfermedad. Si tenemos que acabar con esa maldición, primero tendremos que encontrar al "paciente" y si puede ser, antes descubrir el "medicamento" que le cure, es decir, al parecer esa Marla ¿Sabe usted dónde podríamos encontrar su cadáver o cualquier cosa que nos lleve a ella? Eso parece la clave de este embrollo... Me parece a mí.

Una carcajada retumbó en las paredes de la iglesia cuando Terry escuchó a Morganne.

-Tranqui amiguita, intentaré no hacer una barbacoa aquí dentro- le dijo en voz alta desde su asiento.

-Bla, bla, blanco la "paciente". Bla, bla, bla "medicamento"- repetía las palabras de Kenneth haciendo el gesto de comillas con los dedos de manera excesivamente efusiva. -Vamos Doc, no seas tan estirado. La mejor medicina es hacerles tragar plomo y lo sabes...-

-Hablando de tragar plomo... ¿Usted sabe dónde puede estar ese hijoputa de Bernie?- preguntó al cura. Con todo aquel jaleo casi se había olvidado de aquel cabronazo.

El padre Miles oye lo que todos tienen que decir, pero centra su atención en las palabras del sanitario. Quizá Kenneth estuviera más cerca de solventar el problema de lo que creía.

- Hm... quien sabe... es posible.

Veis como empieza a pasear por la galería principal. Se acerca a una cortina y la retira, dejando al descubierto una segunda puerta al fondo de la sala. Abre una mira exactamente igual que la que había en la puerta principal. Se detiene unos segundos y vuelve a cerrar.

- Todavía siguen ahí fuera... ¿quizá estén buscándola a ella? No, no es posible... - y girándose hacia vosotros continua para responder a Kenneth y a así mismo. - La muerte de Marla, como ya sabéis fue un suicidio. En aquella época el sacerdote encargado de la iglesia no creo que permitiera que ella fuese enterrada en terreno consagrado. Eso o quizás el hecho de que los Ebernburg todavía tuvieran influencias para decantar la balanza a su favor. La cuestión es que los restos de esa pobre mujer no descansan en el cementerio.

De nuevo vuelve a la bancada y recoge la biblia. La mira como si pudiera ver a través de ella y de pronto parece haber tenido una idea.

- Los archivos de esta iglesia siguen en el sótano. Allí hay registro de todos los nacimientos y fallecimientos de los parroquianos desde su fundación a principios del siglo XIX. Cuando alguna vez he tenido que consultarlo me he dado cuenta de que era realmente meticuloso y exhaustivo.

Algo nervioso se encamina hacia unas escaleras que hay en la parte trasera, al lado contrario de la puerta tras la cortina.

- Quizá vuestro compañero tenga razón y ahí este la clave para resolver la maldición. - dice invitandoos a descender.

- Por cierto. - le dice Terry a mitad de escalera. - Bernie es de Ebernburg, pero si te dijera donde vive, estaría alimentando tu odio. Y eso sólo terminaría por destruirte a tí mismo. Ahora debemos centrarnos en acabar con la maldad de este lugar.

El sacerdote se pierde en el sótano. En ese polvoriento y húmedo lugar, os aguarda mientras, con una luz algo pobre, comienza a sacar antiguos archivos sobre una mesa.

Parece que esto os podría llevar un buen rato...

- No es que esté muy de acuerdo con eso de enfrentarse a lo que sea que causa esto pero supongo que rebuscar entre viejos papeles al menos mantendrá nuestra mente ocupada. Morganne se acerca a la puerta trasera y echa un vistazo por la mirilla antes de dirigirse al sótano con el padre Miles.

- Sabe, le dice al sacerdote cuando llega abajo, hace mucho tiempo que deje de pensar en todo eso de que Dios es amor y que cuida de nosotros; por mi experiencia cada uno debe protegerse su culo y que todo esto siga pasando a lo largo de tantos años no hace sino afianzar esta idea.

Usando su pequeña linterna comienza a buscar registros de en los archivos que le va pasando el cura.

-Estaría alimentando tu odio- repetía las palabras del padre Miles con voz burlona -Santurrón...- rezongaba mientras seguía a Morganne. Descendió hasta el sótano y ojeó varios volúmenes sin demasiado interés. No podía quitarse de la cabeza las ganas de machacar a Bernie.

Morganne parecía más centrada y no quiso molestarla. Se limitó a asegurarse de que aquel tipo no intentaba nada raro con ella. Con su actual nivel de estrés y mala hostia no le importaría machacar aunque fuese a un cura.

El grupo comienza a revisar entre los cientos de documentos que conforman el archivo. Morgane parece realmente empeñada en descubrir el paradero de Marla.

Tras una media hora buscando, finalmente encuentra un registro el cambio de apellido de Marla tras su muerte, pasando de Ebernburg a Hoffman. Al parecer estaba registrada con su nombre de soltera y por eso había sido más difícil de encontrar. Eso y que estaba enterrada fuera del campo santo, daba a entender que se había hecho por parte de su familia.

Siguiendo el rastro a partir de su apellido de soltera, averiguais que fue enterrada en una propiedad privada, cuyo propietario dio el permiso, situada a tres kilómetros al sur del pueblo según os informa el padre Miles.

- En aquel lugar ya no hay nada. Os será difícil encontrar la tumba de esa mujer entre la maleza. Puede que todavía quede en pie algún resto de la granja que hubo hace décadas...

El sacerdote comienza a subir de nuevo las escaleras, convencido de que eso es todo lo que puede hacer por vosotros.

Había resultado provechoso "provocar" al padre a que estrujara un poco sus neuronas: Morgane pareció encontrar una información de valor, aunque al final el cura se encargó de que no cediésemos a cualquier tentación de euforia. Aún así, me sentí tan satisfecho de haber usado con lógica un método algo científico en una situación tan irreal, como un poco harto de ese perpetuo ir de "sobradito" de Terry. ¡En fin! Cada uno es como es y no había manera de tirar adelante con aquello si no era todos juntos, así que habría que soportar sus permanentes salidas de pata de banco. Al menos mientras tuviésemos detrás a aquella jauria de, "seres de ultratumba" capitaneados por aquel que estuvo pirado en vida y al que la muerte tampoco parecía haberle sentado especialmente bien.

- ¡Bueno!... ¿Y qué hacemos ahora? ¿Salimos a enfrentarnos con todos esos seres en mitad de la noche a ver si hay suerte y nos tropezamos con esa tumba, o preferís que esperemos prudentemente al amanecer y podamos buscar bajo la luz del sol y viendo de lejos venir (caso que vengan) a cualquier criatura que quiera pasaportarnos a bocados?

Evidentemente, en la forma de plantear la pregunta, estaba claro cuál era la opción que yo prefería y por supuesto, la de cualquiera que tuviera la cabeza sobre los hombros y ocupada por un cerebro y no por un montón de serrín.

Christie no daba crédito a toda la sarta de mitos, leyendas y cuentos para asustar niños que había ido escuchando en silencio desde que el padre comenzara su sermón. Controlarse no le había sido fácil, pero guardó silencio, un silencio reflexivo ya que lo que había vivido aquella noche era muy real. Todavía seguía esperando ver aparecer a un cámara de televisión para anunciarles que todo había sido parte de un reallity de esos cutres que echaban en la televión de madrugada.

De todo el rollo que les habían contado sólo tenía claro una cosa: no quería morir allí hoy, por lo que haría lo que hiciera falta para volver a ver el amanecer.

- Yo digo que nos quedemos ¡a la mierda con la maldición! - dijo tras su largo silencio hablando directamente a sus compañeros, sin mirar siquiera al sacerdote - Pasemos aquí la noche e informemos a las autoridades militares mañana para que investiguen el asunto. Ya hemos visto lo que les sucede a los que andan a oscuras por el bosque y no pienso permitir ni una muerte más. Buscábamos un lugar seguro ¡joder, lo hemos encontrado, ¿no?! No hay nada allí afuera que merezca la pena esta noche.

Christie se tranquilizó por momentos después de su eufórico pseudo discurso, esperaba que aquellas personas entraran en razón y dejaran de perseguir fantasmas: su vida era más preciada.

Por una vez estaba de acuerdo tanto con Kenneth como con Christie. ¿Para qué jugarse el pellejo buscando tumbas si podían esperar en la iglesia hasta el amanecer?

-Yo también voto por quedarnos. Qué les den por culo a todos esos putos paletos. Y si los zombies quieren bronca se la podemos dar agusto aquí mismo- dijo corroborando las palabras del resto del grupo.

Dicho lo cual se puso a preparar su pequeño arsenal dispuesto a cargarse a cualquiera que atravesara aquells puerta.

El grupo comienza a subir las escaleras del húmedo sótano. Parece que algunos de ellos no están muy de acuerdo en buscar la tumba de Marla, pues creen que la maldición no es más que los delirios de un sacerdote chiflado. La idea de usar la iglesia como refugio les parece mucho mejor y menos arriesgada. Otros en cambio piensan que quizá haya algo de verdad tras todo eso.

- Es cierto que encontrar esa tumba mientras todas esas criaturas deambulan por la oscuridad es poner vuestra vida en riesgo, pero como ya os he dicho este lugar tampoco es seguro. - os dice el Padre Miles preocupado. - Desde el momento en el que decidí daros cobijo, mi destino está ligado al vuestro, así que apoyaré lo que decidáis. Pero tened en cuenta que El Maestro de la Caza no se rendirá hasta que nos atrape...

En ese momento Morgane siente que algo va mal. No sabe muy bien lo que es, pero ya ha vivido momentos como ese a lo largo de su vida. No sabe exactamente el porqué, pero tiene un sexto sentido que la advierte ante los peligros. Y ahora ese palpito es más fuerte que nunca. El corazón comienza a bombear rápidamente y se tensa a la vista de todos.

Cuando finalmente llegáis a la nave central de la pequeña iglesia, sucede algo que deja a todos sorprendidos. La puerta principal se viene abajo de golpe y un estrépito de cristales resuena a vuestro alrededor. Las vidrieras laterales quedan hechas añicos y cuatro de esos sabuesos os rodean. 

Al fondo de la sala, la entrada principal queda totalmente abierta. Y un extraño ser que posee una enorme cornamenta, se agacha ligeramente para pasar por el arco de la puerta y entrar en la nave principal. Varios de esos muertos vivientes se cuelan desde su espalda dirigiéndose a vosotros. El extraño ser tiene un aspecto aterrador...

Una voz atronadora inunda la sala...

- ¡¡¡ ESTA VEZ TU DIOS NO VA A SALVARTE MILES. NADIE HUYE DE MI POR MUCHO TIEMPO !!!

Con un gesto ordena que los sabuesos se lancen contra el sacerdote para destrozarlo y el resto de los muertos vayan a por vosotros.

- ¡Maldita sea! ¿Pero una iglesia no es un lugar sagrado y estos bichos no podían entrar?

Las palabras de Kenneth, surgieron de su boca casi como un automatismo en respuesta al terror que le causaba aquella situación...