Partida Rol por web

Keneth se ofreció a seguirla. Ciertamente se sentía más segura con alguien cubriéndole las espaldas por si hubiera problemas, pero pronto descubrió que su presencia causaba más problemas que soluciones; entre él y Alice, su oportunidad de investigar los alrededores de la granja sin ser descubiertos parecía desvanecerse.

Christie se asomó por una ventana con cuidado pero después de unos segundos, cuando creía que no iba a lograr ver nada, su corazón casi le dió un vuelco al percibir una sombra moverse en el interior, rápida y efímera. Algo ahí dentro se movía pero no había conseguido distinguir qué.

El silencio seguía invadiendo todo por lo que sentía que cualquier ruido podría colocarles una diana en la cabeza. Y en silencio también hizo un gesto a su compañero para que regresaran junto al resto para contarles lo que había visto, justo cuando Terry negaba con su cabeza: no estaba teniendo suerte tampoco con los vehículos.

- He visto algo dentro de la casa, moviéndose, pero no puedo asegurar qué fue, estaba muy oscuro, ni una sola luz en el interior - dijo una vez que se reunió de nuevo con ellos, sin dejar de echar un vistazo a sus espaldas, compartió al fin sus temores - Esto no me gusta nada de nada, llevo tiempo pensando que nos están observando o que incluso nos están conduciendo hacia nuestra muerte - sabía perfectamente cómo sonaba, reconocía incluso que los demás pudieran pensar que había perdido un tornillo, pero le daba igual - Hemos sufrido las casualidades de toda una semana en menos de veinticuatro horas. La casa parece tranquila pero yo no me fiaría ya ni de mi sombra.

- Supongo que para esto no valen las ganzúas, dice Morganne a Terry cuando descubren que la camioneta no tiene batería. Aquello iba más allá de que les hubieran dejado tirados en el pueblo, de alguna forma alguien intentaba que quien viviera o llegara a ese remoto pueblo no pudiera salir de allí. ¿Qué hacemos ahora? , pegunta a Terry ¿Podríamos usar la batería del autobús? No probamos a hacerle el puente al bus ¿crees que sería igual de fácil?

-El hijoputa de Bernie se ha tomado demasiadas molestias para que acabemos aquí. Seguro que ha dejado el autobús hecho unos zorros- contestó a Morganne.

Después se bajó del vehículo mientras Christie llegaba a contarles historias de terror sobre que iban a morir todos. No iba a negar que el también lo había pensado en algún momento, pero probablemente sería un truco habitual de Bernie para conseguir clientes para la tienda.

-Podemos hacer dos cosas: meternos en una de las casas y cargarnos a los que estén dentro o buscar a Bernie y pedirle explicaciones. Cuando digo pedirle explicaciones quiero decir darle de hostias...- dijo ésto último en voz baja dirigiéndose a Morganne con una sonrisa. Ya la estaba enseñando a ser una delincuente, ¿no?

No esperó una respuesta del grupo y se puso a buscar de nuevo las rodadas que había estado siguiendo. Al final del camino de baldosas amarillas encontraría lo que estaba buscando...

Kenneth se había quedado del color de la propia luna cuando aquel tablón chirrió y rompió el silencio. Completamente inmóvil, sintió la mirada de Christie clavarse sobre él. Aquella posible sombra hizo que su torpeza quedara en un segundo plano.

- ¿Podremos entrar forzándola? - Susurró a la exmilitar.

Tomando algo de distancia, intentó descubrir alguna ventana abierta u otra posible forma de entrar sin la necesidad de forzar la puerta o avisar de su llegada.

Estos métodos no eran aprobados por él, pero esa experiencia parecía haberlos cambiado a todos. Desde luego, si salían de aquella pesadilla, ninguno volvería a ser el mismo.

Terry, en su ansia por ajustar las cuentas con Bernie, recupera el rastro de esas rodaduras que le llevan a la parte trasera de la casa. Allí hay un cobertizo y bajo este, un coche que reconocéis. Es el de Sheila, la dependienta de la tienda.

En esta ocasión el capó está abierto y ni siquiera se han molestado en disimular el sabotaje. Parece que tenían prisa en dejarlo inservible y se les olvidó cerrar el capó...

En el cobertizo hay algunas herramientas. Veis unos pequeños bidones de gasolina, trapos y botellas vacías. Terry que sabe de estás cosas, esboza una sonrisilla y rápido suma 2 y 2. Con esto se podría improvisar unos cócteles molotov. Era un arma muy útil contra aquellas criaturas, pero peligrosa para uno mismo si no se manipulaba con cuidado.

La casa seguía ejerciendo una misteriosa presencia en medio de la noche. El coche de Sheila estaba ahí aparcado y sin la batería, como el resto. Algo parecía haberse movido en el interior. Por desgracia no había ninguna entrada abierta. La puerta principal y las ventanas estaban cerradas...

¿Valdría la pena aventurarse e investigar en su interior?

Aquella ya estaba resultando demasiado extraño; por un lado la obsesión de Terry con Bernie pero por otro cada vez encontraban más evidencias de que los habían metido en todo ese follón a propósito ¿Acaso la habían localizado? Pero de ser así ¿qué pintaba el resto? ¿Eran víctimas colaterales? La infección y la rabia de los perros bien podían ser experimentos....

- Yo no soy muy buena lanzando cosas, prefiero seguir con el rifle, comentó cuando vio que el rostro de Terry se iluminaba. ¿Por qué no intentamos entrar en la casa con las ganzúas? Se supone que hemos venido buscando refugio y si rompemos las ventanas de poco nos servirá.....aunque ya sabemos que los cristales no van a frenar a esos chuchos.

El frío no cesaba y ya llevaba tiempo calando en los huesos. Los nervios no ayudaban y de vez en cuando terminaban transformándose en escalofríos que recorrían toda la espalda de Kenneth.

Pensativo, se limitó a seguir al resto hasta dar con aquel cobertizo. Inspeccionó timidamente aquel lugar, procurando más bien no hacer ningún otro ruido que provocara las miradas de sus compañeros.

La idea de los cócteles no le convencía para nada. De hecho, lo primero en lo que pensó tras saber aquella posibilidad fue recordar lo que traía el botiquín, en caso de unas posibles quemaduras. 

- Yo tampoco veo claro eso del molotov... Propongo forzar esta maldita puerta, comprobar el interior y tapiar las ventanas si podemos. Tenemos armas para protegernos. - Comentó al grupo.

- Opino igual que ellos - dijo Christie refiriéndose a Morgane y Kenneth - Hemos venido buscando refugio y esto es lo más parecido que vamos a encontrar en los alrededores. Mira que tengo ganas de pillar a Bernie, pero si ese es el coche de la dependienta tal y como parece, creo que será más fácil sacarle respuestas a ella - aún recordaba la mirada de la dependiente al abandonar la tienda - Yo digo que intentemos entrar forzando la cerradura y... sin soltar las armas.

Tanteó uno de esos cócteles molotov caseros que habían podido improvisar. No parecían convercerla.

- Estos cócteles una vez dentro de la casa podrían convertir un posible refugio en una trampa mortal: no tomaré ninguno aunque recomiendo que los dejemos a mano por si las cosas se tuercen de nuevo. No olvidemos que esto todavía puede ser el hogar de alguien.

-No, joder- dijo alzando la voz hasta un límite aceptable - Hay que cojer al puto Bernie y romperle los piños-. Estaba claro que cualquier cosa que se alejase de la idea de su venganza personal contra el chófer no iba a ser bien recibida por Terry.

-¿Qué queréis? ¿Entrar en la puta casa? Pues entremos joder- el cabreo del cobrador era patente.

- Trae las ganzuas- dijo a Morganne mientras se guardaba los cócteles molotov en la bandolera.

Casi se las arrancó de las manos a la pobre chica en su arranque de furia. Lo que no le impidió que sus diestras manos descerrajasen la puerta en un abrir y cerrar de ojos.

- Ahí teneis vuestra puta puerta- el tono de voz de Terry se suavizó un tanto tras su éxito, pero seguia de muy malas pulgas.

Después de hacerse con un armamento inesperado a la par que peligroso, el grupo decide volver a la parte delantera de la casa. El coche de Sheila estaba ahí, así que la mujer no podía andar muy lejos yendo a pie. La vivienda no estaba en sus mejores años, pero tampoco es que se cayera a pedazos. Podría decirse que se mantenía en un estado de conservación lamentable pero que todo seguía en su sitio. Las puertas, las ventanas y la estructura en general parecían poder aguantar sobradamente, mucho mejor que en la propia tienda.

Algunos con la idea de conseguir un refugio y otros con la de tomar la revancha subís al porche e intentáis forzar la puerta. Esta tras un par de intentos por parte de Terry, algo ofuscado, se deja abrir sin romperse. En el interior solo hay oscuridad y silencio, cuando de pronto algo os pone totalmente en alerta.

- ¡No deis un sólo paso o disparo! - grita una voz masculina de repente.

Varias linternas se encienden, casi al mismo tiempo dejándoos algo aturdidos tras haber acostumbrado vuestros ojos a la semi-oscuridad de la noche. Los haces de luz van directos a vuestras caras y tenéis que apartar la vista durante un segundo alzando la mano de forma instintiva para evitar que os ciegue.

Una multitud de voces comienzan a oirse, muy agitadas y nerviosas. Con la luz en contra no podéis distinguir sus caras y apenas podéis saber de cuantos se tratan. Pero varias de esas voces son masculinas y alguna que otra femenina. Mínimo pueden ser de 4 a 5 personas. 

Todos, aparte de apuntaros con sus linternas, lo hacen con los cañones de unas escopetas directamente hacia vosotros. Eso si podéis distinguirlo perfectamente. Y era señal inequívoca que allí no se os había perdido nada.

- ¡Largo de mi propiedad! - grita de nuevo esa misma voz. 

Podéis contar que al menos tres de ellos os están apuntando con escopetas a una distancia lo suficientemente corta como para causar una verdadera carnicería, al igual que hizo Terry con el sabueso apenas una hora antes.  

Si, es cierto que vosotros también tenéis armas, pero si a alguien se le ocurre disparar el gatillo eso puede ser un verdadero baño de sangre por ambas partes. La tensión se puede palpar en el aire que de repente parece haberse vuelto helado, pues un sudor frío os recorre a todos la espalda...

Cualquier factor sorpresa se había desvanecido hacía tiempo, desde que se acercaran a la vivienda montando ese alboroto pese a las precauciones que la ex-militar se había esforzado por tomar. Terry puso la guinda del pastel accediendo a forzar la cerradura con esos ademanes, por lo que lo más normal del mundo es que les abordaran así pese a que en su cabeza sólo había planteado esa situación remotamente. Mierda.

Con la vista cegada por las linternas, sólo distinguía siluetas en la oscuridad; posiblemente una de ellas debía ser la sombra que había visto moverse en el interior a través de la ventana momentos antes. Afuera estaban en peligro, pero cualquier gesto en falso y su vida podría acabar ahí mismo.

Lentamente, muy lentamente, y haciendo acopio de toda la diplomacia que los nervios le permitían comenzó a hablar.

- Tranquilos, no buscamos pelea, sólo queremos algún sitio donde pasar la noche - empezó a bajar despacio su escopeta a modo de señal de paz - Nos están persiguiendo y ya han matado a dos de los nuestros; cualquier sitio nos vale, por favor.

Dudaba que quienes fueran aquellas personas, les fueran a recibir con los brazos abiertos; es más, se preguntaba incluso si no estarían de algún modo metidas en el ajo. No podían fiarse.

Morganne no tiene tiempo de reaccionar cuando Terry le quita las ganzúas de las manos y las usa para abrir la puerta. En el momento en el que comienzan a entrar unas linternas le ciegan y tiene que taparse los ojos, perdiendo momentáneamante la visión. Al parecer varias personas se alojan en la casa y parecen armadas, una de ellas les insta a irse y casi está empezando a recular cuando Christie hace de portavoz y solicita su ayuda.

Con los ojos un poco recuperados, la chica de pelo blanco aferra con firmeza el rifle aunque apuntando al suelo para no provocar a los dueños de la casa y que la situación se convierta en una carnicería.

El recibimiento estuvo a punto de hacer a Terry partirse de risa. Después de acabar con los perros del infierno y con dos cuadrillas de zombis iban a morir tiroteados por unos putos paletos.

-Si empezamos a disparar los unos contra los otros los que no mueran ahora lo harán cuando esos seres caníbales lleguen tras el sonido de los disparos- trató de calmar los ánimos. Pero la escopeta no se movió de sus manos.

- Solamente queremos largamos de éste... pueblo- evitó con esfuerzo decir algo ofensivo

Tras unos cuantos parpadeos, Kenneth pudo distinguir algunas siluetas, aunque sin tener claro cuantos eran ni quienes eran, de hecho apenas distinguía nada, pero sea como fuere, estaban en clara desventaja.

La situación era muy tensa y el grupo ya había intentado apaciguar los ánimos, sin saber todavía si surtirían algún efecto unas simples palabras.

Si estaban allí encerrados, a oscuras y en silencio, era porque temían a algo o a alguien, así que no sería fácil hacerlos entrar en razón. Seguramente habrían visto lo mismo que ellos, pero habían encontrado antes un refugio seguro.

Con la respiración agitada e intentando apartar la luz de su cara con la mano, habló tras sus compañeros.

- Por favor, solo necesitamos un refugio, esas bestias ya han matado a tres de los nuestros... -

El nivel de tensión se eleva a cada segundo que pasa. No sabéis muy bien que mueve a esas personas a defenderse de vosotros de forma tan vehemente. Pero está claro que no van a ceder ni un sólo paso para dejaros entrar. De nuevo el hombre que lleva la voz cantante os vuelve a amenazar con el arma dando un paso al frente. 

- ¡Aquí no se os ha perdido nada. Y como deis un sólo paso os vació el cargador encima! - Grita el granjero. Pues os dais cuenta de tres cosas.

La primera es que tiene un acento de paleto de pueblo y con muy mala leche. Sabéis que habla muy en serio, incluso le tiembla la voz de la tensión y los nervios. Sabéis que una persona en ese estado puede cometer cualquier locura y os está apuntando con un arma de un calibre importante. Por último intuis en el un terror del que no sabéis determinar el origen. Pero si que lo que lo mueve a hacer todo esto es el miedo y este es irracional.

El tipo pone el dedo en el gatillo y cuando está a punto de disparar al primero que esté delante, una voz que reconocéis desde el interior de la vivienda dice algo. Es la voz de Sheila...

- No podemos ayudaros o él nos matará... marchaos de aquí por favor. - os suplica casi llorando. 

De pronto otra voz desde el interior, perteneciente a un hombre que no reconocéis, grita.

- ¡Cállate Sheila! que se vayan a buscar otro sitio. - le grita y justo después os cierra la puerta delante de los morros.

Os quedáis todos petrificados creyendo que ibais a morir ahí mismo. Y hasta que no pasan unos segundos no volvéis a tomar aliento. Inspiráis el frió aire una vez más que entra en vuestros pulmones todavía de una pieza. Os habéis enfrentado a la muerte cara a cara y dudáis mucho que si os atrevéis a abrir de nuevo esa puerta vuelvan a ser tan "amables" con vosotros.

Mirándoos los unos a los otros, no sabéis muy bien que hacer ahora cuando de pronto vuelven a oirse esos aullidos. Unos aullidos que reconocéis perfectamente. Se trata de más de esos cánidos ¿Es que nunca os van a dejar en paz?

- Esa gente está aterrada, dice Morganne cuando se repone de la impresión. Alguien está haciendo todo esto y les retiene aquí por algún motivo...no podemos liarnos a tiros con ellos para que nos dejen entrar en la casa.

La situación no pinta bien, otra vez se escuchan los sabuesos y los infectados que dejaron atrás tarde o temprano llegaran siguiendo el camino. Las luces pueden ser una opción pero supone adentrarse de nuevo en el bosque, la otra opción es intentar buscar refugio en uno de los edificios auxiliares de la granja.

Mira a los demás esperando que opinen.

Sus sospechas cobraban fuerza a cada minuto que transcurría, con cada nueva situación; todo indicaba que estaban metidos en algo tan turbio que sería difícil explicarlo con sólo palabras. Alguien parecía haber puesto mucha dedicación para verlos muertos, a todos ellos, o al menos en peligro de muerte ¿pero por qué? No existían conexiones aparentes entre los miembros del pasaje ¿había sido sólo fruto del azar? Su instinto le gritaba que no pero, por más que lo hiciera, la incógnita seguía en el aire.

Aquellos perros se acercaban, sus aullidos los anunciaban inequívocamente y no tenían lugar donde protegerse de ellos... pero tenían nuevas armas.

Miró a sus compañeros, igual de paralizados que ella - Agarrad esos cócteles; si alguna de esas betias se acerca hagámosle comer fuego.

Echó un vistazo a su alrededor, buscando lo más parecido a algo que pudiera al menos guardarles las espaldas: una caseta, un cobertizo, un almacén... algo que pudieran defender sin verse rodeados.

El portazo en las narices sufrido por el grupo tuvo en Terry dos efectos completamente contradictorios. Por un lado sintió alivio por no haber acabado reventado por el suelo y por otro sintió una furia que iba en aumento al darse cuenta de que aquellos putos paletos les estaban empujando hacia la muerte.

-¿Que tienen miedo? Nos ha jodido niña. Pero no tienen miedo de los perros ni de los zombies, tienen miedo de alguien...- paró un instante sumido en sus propias cavilaciones. -Lo que quiere decir que saben que están a salvo dentro de esa casa ¡Y no nos quieren dejar entrar! Los muy hijos de puta...- gritó hacia la puerta cerrada. Mantener el silencio ya no servía de nada. Los habitantes de la casa ya sabían de su presencia y a juzgar por los aullidos, los lobos también había localizado su rastro.

-¿Queréis quedaros dentro de vuestra casita al calor del hogar mientras nos destripan, eh, hijos de perra?- gritaba fuera de si mientras extraía un cóctel molotov de su bandolera. -Yo os daré calor-.

-Dejadme un mechero- dijo al grupo -Que se jodan esos hijos de puta-