Partida Rol por web

Nuevamente, Kenneth es sorprendido por el sabueso justo en el instante que hace deslizar el arma por el mostrador hasta Terry, golpeándose esta vez con el mostrador.

Con la cabeza aun dándole vueltas y el sonido de la moto de fondo, se le ocurre intentar distraer a aquella bestia, siendo consciente de que tiene que alejarse de ella si no quiere recibir algún tiro amigo.

Sin perder de vista a aquel despreciable ser, intenta buscar algún objeto que lanzar cerca de él, pero no consigue encontrar nada.

Cada vez más nervioso, finalmente toma una mala decisión, subirse al mostrador para, por un lado alejarse de aquel bicho y, por otro, intentar distraerlo..

Con una torpe subida a dicho mostrador, la idea era que el sabueso subiera y después saltar y esconderse, pero ni se inmuta y solo le sigue con la mirada.

Por si fuera poco, ha empeorado la situación, ya que ahora es aún más fácil que el estudiante acabe necesitando de sus propios conocimientos médicos.

Con las piernas aun temblando y con el fracaso obtenido, termina bajando como pudo del mostrador y, trastabillando, acaba en el suelo cuerpo a tierra, al lado de Terry.

Ahora solo le quedaba rezar para que no fallara el disparo.

No me jodas tío, dispárale ya...

En un movimiento que tenía más que ensayado, los dedos de Terry soltaron el revolver en la superficie de madera que tenía delante y agarró la escopeta antes incluso de que dejase de deslizarse por la barra.

No conocía de nada al chaval de la camiseta amarilla, pero joder, no se merecía morir despedazado por aquella criatura.

Sin pensárselo dos veces, cosa muy habitual en él, apuntó los cañones de la escopeta y descerrajó dos disparos al lobo demoníaco.

-¡Nos vemos en el infierno hijo de puta!- gritó mientras sendos cañones vomitaban su fuego sobre el engendro.

Ves como el joven de amarillo intenta subirse al mostrador pero de los nervios de trastabilla y cae al suelo.

El negro de la escopeta entra entonces en acción. Como el joven de amarillo está tumbado deja de incordiarle en su línea de tiro. Suelta dos disparos sobre la criatura.

El primero le da en el lomo, el segundo y hace que se enfurezca abriendo las fauces. Momento que el otro aprovecha para encañonar su segundo disparo a la boca.

Lo que sucede a continuación es una explosión de sangre y tripas que lo mancha todo y a todos.

Hazme otra tirada de Redaños despues de la anterior o acabarás vomitando del asco.

Mientras recarga el rifle escucha amartillar a su espalda una escopeta y cuando se gira Terry descarga los dos cañones de su arma sobre el segundo lobo que se convierte en una explosión de sangre y vísceras, pringando todo de restos.

- Mierda, dudo que tengamos una duch y ropa para cambiarnos.

...y la tensión del momento terminó por explotar para Christie. Curtida en conflictos armados desde que era joven, acostumbrada a luchar bajo la presión de una muerte probable pero, a pesar de todo, aquella imagen del animal reventado literalmente por el disparo de Terry bastó para traer a su memoria los más terribles momentos de aquella época, de compañeros e incluso amigos cuyo destino había sido sellado bajo el fuego enemigo...

...y su familia: extrañaba a su familia; y odiaba estar allí sola rodeada de esos extraños.

Ya no apretaba el labio por frustración, ahora lo hacía de completa impotencia más que por lo desagradable del momento, hasta que al final las lágrimas cayeron de sus ojos incapaz de contenerlas mientras su pecho se agitaba tratando de mantener el aire en sus pulmones. Dejó caer la escopeta sobre el mostrador con las manos temblorosas, produciendo un sonido metálico tan sólo disimulado por el ruido del motor en el exterior.

Ignoraba si estaban a salvo ya, pero en ese preciso instante a Christie sólo le importaba ella misma y su dolor.

Una cosa era pegarle un tiro en una rodilla a un ratero de tres al cuarto que se atrevía a intentar robar al jefe. Incluso machacar los dedos de un pobre desgraciado que debía un par de cientos de pavos era coser y cantar para Terry. Pero ver estallar en mil pedazos a un puto perro del infierno no era algo a lo que su estómago estuviese acostumbrado.

Se agachó tras el mostrador y tras unas arcadas expulsó la bilis y la cerveza que tenía en las tripas. En cierto modo agradeció no haberse gastado más pasta en comida.

Se incorporó lentamente, mientras cesaban los espasmos y se guardaba el revolver de nuevo en su pantalón.

Cogió la escopeta con manos temblorosas. -¿Qué coño te pasa?- se recriminó -¿Ahora te asusta un poco de sangre?-.

Pero el sabía que la respuesta era si. Todo en aquel lugar le ponía los pelos de punta.

-Voy a matar al puto Bernie...- susurró limpiándose la comisura de los labios con el dorso de la mano.

Después del golpe metálico y seco de la escopeta sobre el mostrador y de las arcadas de Terry, que le deján el estómago vacío todo queda en silencio...

Cuando queréis daros cuenta ni siquiera oís el sonido de la moto. Os miráis mutuamente y entonces...  

Al escuchar desbloquear el seguro de la escopeta, aun estando en el suelo, levantó instintivamente la cabeza para mirar la escena, Kenneth quería saber si conseguirían acabar con aquella bestia, y vaya si lo vió.

La escena fue digna de las peores películas gore de serie B. Vísceras y sangre desparramadas por doquier. Desde un punto de vista científico, al que soñaba con ser médico, le fascinó. Intentaba descubrir de donde eran los trozos que habían salpicado toda la sala, pero era imposible, aquella escopeta parecía haber hecho el trabajo de ella y de diez escopetas más.

Por fin se levantó y su miedo, en un parpadeo, había desaparecido. Estaban fuera de peligro y, lo que era más importante, de una pieza.

- ¡JODER! ¡VAYA TIROS COLEGA! ¡ME CAGO EN LA PUTA! - exclamó eufórico, intentando que los trozos de aquel animal no se quedaran pegados a sus zapatos.

- Qué poco ha faltado tío, te debo una. - le dijo girándose hacía el mostrador - Ehmm... ¿Terry? 

Las arcadas y los posteriores vómitos le hicieron delatar su posición, tras el mostrador. Parecía que no todos tenían suficiente estomago, ya que la otra chica que había disparado también se había derrumbado.

- Hey gente venga tranquilidad, estos cabrones ya están muertos, tomad algo de azúcar. - dijo mientras buscaba algún refresco en la nevera.

Si esta gente hubiera estado en la morgue en mi primer día de prácticas... habrían echado hasta el hígado.

Al asomarme a la ventana me asusto al ver a aquella feroz criatura luchando contra las personas que hay dentro de la tienda. A los pocos minutos, tras el último disparo y la muerte de la criatura me relajo y dejo de temblar. Ya había “visto” antes a estos bichos, pero en la oscuridad no se distinguían tanto.

Tras comprobar desde mi ángulo de visión que ya no hay más criaturas que matar dentro de la tienda, me dirijo a Brian y le digo:

-Brian, voy a ayudarte a levantarte y vas a venir conmigo hasta esa ventana. Voy a llamar para que nos abran y ojalá nos dejen entrar... aquí fuera hay demasiado peligro.-le digo mientras me coloco detrás de él, lo cojo por debajo de los brazos y le ayudo a ponerse de pie.

Cuando llegamos hasta la ventana, golpeo esperando que alguien nos abra.

Después del golpe metálico y seco de la escopeta sobre el mostrador y de las arcadas de Terry, que le deján el estómago vacío, todo queda en silencio...

Cuando queréis daros cuenta ni siquiera oís el sonido de la moto. Os miráis mutuamente y entonces... algo rompe ese efímero momento de calma.

Es el ruido de una ventana* al ser golpeada. Todos os girais hacia allí para ver como la pareja de moteros ha regresado. Todavía llevan el casco pero el hombre lleva la visera levantada.

La chica golpea el cristal con insistencia. Y el hombre os insta a que abráis.

- ¡Vienen más de esos muertos, dejadnos entrar joder! - grita apremiandoos.

Gracias a la luz directa de la farola podéis ver no sólo sus siluetas, si no en que actitud se encuentran.

Ambos parecen estar heridos, pero él de forma más grave por como ella le ayuda a sostenerse en pie.

Por mucho que intentaran disimular, poco les falta para parecer desesperados buscando refugio...

El golpeteo apresurado de la ventana junto con aquellas palabras amortiguadas tras el cristal trajeron a Christie de vuelta, aunque todavía con la mente nublada por la pérdida anterior de nervios. Reconocía a esas dos personas, de antes refugiarse en la tienda, y no parecían haberlo pasado mucho mejor que los del interior. Estaba claro que necesitaban ayuda, y también era obvio que si había más peligros acechando en la noche, convenía que estuvieran juntos para defenderse.

Entonces recordó la puerta, casi tan perfectamente bloqueada por la nevera minutos antes que resultaría otro esfuerzo el desencajarla de allí. La otra opción eran las ventanas reventadas; podrían agrandar y sanear el hueco creado por esas bestias pero sería más peligroso para los dos moteros el atravesarlas. No tenían muchas más alternativas inmediatas al menos.

- Tenemos que ayudarles - dijo - No podemos dejarles ahí afuera. Que alguien me eche una mano a liberar la puerta de nuevo.

Por el aspecto de los motoristas se deduce que hay más lobos rondando los alrededores, quizás una manada salvaje y hambrienta se ha decidido a atacar el pueblo justo el día que ellos han llegado, vaya suerte. Ve que Christie se acerca a la nevera y va hacia ella: Espera, intentemos no abrir más entradas ¿por qué no entran por la ventana?

No iba a dejarlos fuera pero la barricada se había mostrado eficaz en el asalto anterior y tener controlado por donde podían entrar más parecía más seguro.

Los gritos de los de fuera hacen que suelte la lata de nuevo en la nevera, con la exaltación del momento hasta los había olvidado.

Esa batalla estaba ganada, pero no tenían ni idea de si quedaba alguna más, ni de lo que les esperaba ahí fuera.

- Vamos joder, ¡hay que quitar esa nevera! - hizo caso omiso a las palabras de Morgane.

Sin tiempo que perder, corrió a ayudar a Christie con la improvisada barricada, aunque parecía poder ella sola.

- ¡Ya abrimos! ¡Esperad un momento! - gritó a los del otro lado.

-Ey, ey, ey. Un momento- dijo mientras cargaba de nuevo su escopeta -La chica tiene razón. No necesitamos más agujeros por los que puedan colarse esos putos bichos-.

Después se acercó a la ventana.

-Tampoco está tan alto. Y aquéllos chavales parecían bastante tirillas. Podemos meterlos por aquí-.