Partida Rol por web

De pronto una corriente gélida de aire cubrió el cuerpo de todos los allí presentes. Igor y Envy también cayeron paralizados por la magia del cuadro de Irina. Y una sombra oscura se presentó ante ellos. 

Era Strahd:

Soltadles. Ordenó el señor del castillo en el mismo momento en que la magia del cuadro había hecho mella en todo el grupo. Aún no están preparados. ¿Verdad Igor? Dijo mirándole a él detenidamente. Es mejor que sigan buscando lo que quieren encontrar, creen que así lograrán derrotarme. Pero aún no están preparados. 

 ¡Será mejor que regreséis con Cyrus, no le abandonéis, sin él, volveréis a morir entre mis terribles secuaces, y tenedlo en cuenta, estoy deseando luchar contra vosotros, pero cuando estéis preparados! Y entonces, hizo un gesto con la mano, y todo el grupo inmovilizado cayó por las escaleras por donde habían venido.

Envi en su forma licantropa habia luchado con todas sus fuerzas para mover aunque fuese un solo pelo, no podia ni gruñirle, y si hubiera podido se hubiera lanzado en una rapida y suicida carrera contra el olvidandose de alguna ultima cerveza. Pero no pudo, en vez de eso el siguio demostrando su superioridad hasta dejandolos libres y alentandonos a seguir.
En la caida por las escaleras no pudo menos que sentir rabia e impotencia mientras termino volviendo a su forma humana, desnuda en el suelo entremezclada con el resto del grupo.
Ella tenia un poco mas de resistencia al dolor que el resto, con lo que calcula que por eso fue la primera en empezar a levantarse, mientras sacaba la mano de Alese de su pecho.

-agh, bueno, eso no fue para nada humillante- Dijo mientras se ponía de pie -¿A que no?-Luego volvió a tomar la mano de Alese para ayudarla a levantarse.

Quenya sufrió un sinfín de sensaciones al ver a Stradh y a todo su grupo paralizado. Miedo, ira, rabia, frustración, temor... Incluso ganas de morir. Si hubiese estado libre de ese conjuro, seguramente también se hubiese quedado paralizada. Ese era el rival al que había que matar para terminar con esa pesadilla... Y parecía un dios mientras ellos eran tristes hormiguitas. Y ese pensamiento pareció confirmado cuando, con un simple gesto, todos rodaron escaleras abajo. Esa caída era más a la moral que al físico, pues parecía que ninguno había sufrido daños.

En absoluto, estamos acostumbrados a que de vez en cuando nos tiren por las escaleras clavó su espadón en el suelo para levantarse.

Igor, ¿a qué se refería Strahd? ¿Por qué te ha hablado directamente a ti? preguntó mientras miraba sus pertenencias, por si se habían dispersado en la caída Tenemos que volver con Cyrus, al parecer. Somos tristes marionetas.

Alese aceptó agradecido la ayuda de Envy, sin embargo no sonrió, su "gracias" seguramente solo fue audible para la receptora por los superiores sentidos de lso que ahora gozaba, en concreto por sus grandes orejas.

- Os he fallado -dijo de un modo algo más audible-. Estaba ahí y no he podido hacer nada. Podría habernos matado y no quiso. Se supone que el Señor del Alba me ha enviado aquí para usar su poder llegado este preciso momento y no he podido ni moverme, mucho menos tratar de acabar con él. Su confianza ha sido tal que nos ha permitido vivir y su poder parece haber demostrado que tenía razón, por añadidura... lo... lo siento.

Tras la terrible caída provocada por Strahd y tras el mutismo de Igor por no contestar a la pregunta de Quenya, el grupo decidió regresar por donde había venido en busca del guía del castillo. Al pasar por el rellano pudieron ver que Frosty que el cuerpo de Frosty, que teóricamente debería estar allí pues se había sacrificado por ayudarles, había desaparecido. Pero las armaduras ahora estaban tiradas en el suelo y desmonatadas.

Después cruzaron la sala del banquete donde se habían enfrentado a la terrorífica cantante y finalmente regresaron junto a Cyrus. 

Aaaagh. Los invitados están hechos polvo, dan asco y tienen muy mala pinta. Dijo analizándoles. Os dije que este lugar era peligroso, pero claro, ¿quién va a hacer caso del loco de Cyrus?

No te culpes, Alese. Piensa de esta forma. Nos ha permitido conocer a Strahd y poder medir su fuerza. Ahora sabemos que no podemos hacerle frente así como así, necesitamos seguir investigando quiso animar a la joven, pero sabía que no lo conseguiría. Sabía que cargaría con la culpa de esa situación.

No le pasó desapercibido el silencio de Igor. Le observaba fijamente, meditando el por qué de su mutismo. ¿Acaso estaba junto a Strahd? ¿Habrían hecho algún tipo de trato? No podía aventurar nada, pues no sería muy apropiado empezar una guerra entre ellos.

Cyrus, es que es todo demasiado complicado. No podíamos luchar contra Nicoramus porque era demasiado poderoso, por aquí tampoco hemos tenido suerte. Pero creo recordar que nos dijiste que si limpiábamos la habitación de fantasmas vendrías con nosotros, ¿no? Pues venga, esta habitación ya está libre. Llévanos escaleras abajo. ¿O prefieres que vayamos por otro camino?

Cyrus es sabio amigos! Cyrus sabe! Hagamos caso de Cyrus y que él nos guie por el Castillo amigos! Exclamo con voz melosa la contusionada Kara tras caer rodando por las escaleras. Que otra cosa podía hacer sin su equipo y en aquel infecto lugar que les prometía una muerte rápida y amarga.

Tragando saliva se atiborró de fuerza y se puso en pie, su devoción a Lathander le ayudaría a salir victoriosa de allí.

-Cyrus, llevanos a donde tenemos que ir, y te prometo que te pago una cerveza en la taverna del pueblo- Le dijo ya con un pequeño tono de impaciencia la chica desnuda con sus bolsitas en el cuello y su cimitarra en la mano.

Igor tardó en levantarse del suelo. Todavía no comprendía bien qué le había paralizado en aquella sala. Extendió su brazo y acarició a Ocaso un rato antes de levantarse. En su primer encuentro con Strahd había conseguido liberarse de él, a duras penas, pero lo había logrado, o al menos eso había pensado. Ahora tras su abrumadora superioridad dudaba que aquello no obedeciera a algún plan del vampiro que no terminaba de atisbar.

Negó con la cabeza, algo abatido, pero rápidamente trató de cambiar de semblante. - Bien, pensemos que el destino o nuestros dioses nos dan una nueva oportunidad. No decaigamos. - dijo con voz animosa.

Cyrus... su guía. Era claro que no les quedaba otra. Que Strahd buscaba un combate memorable, lo dudaba. Era posible que no pudiera acercarse a las reliquias tras la que ellos se hallaban y quería valerse de ellos para que se las entregásemos, como se solía decir, en bandeja de plata. Gran dilema pues también era la única forma que tenían para intentar acabar con él.

Bueno, tocaba seguir adelante. 

Cyrus confió en las palabras de los aventureros, abrió la puerta de la primera sala, donde se habían encontrado con el espíritu cantor el cuál habían logrado expulsar. Y entonces cruzó la sala. Dejó a la derecha la puerta por donde habían entrado antes y se dirigió hacia el fondo de la sala. Cuando abrió la puerta, la cerró de golpe. ¡¡Maldito!! ¡¡Sois unos invitados muy molestos!! Cyrus ha dicho que no pasará mientras haya espíritus o muertos, y ahí aún queda uno. No señor, no. Cyrus no piensa seguir guiándoles mientras esas criaturas permanezcan en la misma sala que él. 

- De acuerdo, espera aquí entonces... 

Tras las palabras de Cyrus y tras haber sentido la presencia de no muertos en la otra sala. Al ver que Alesse se preparaba para combatirlos el hizo lo propio. Preparó su mayal y avanzó con decisión junto con la sacerdotisa.

A Envy le exasperaba el arrojo de Alese, normalmente lo alabaria, pero no cuando ella era quien habia dicho que iria delante para cubrirla. Y lo habia dicho varias veces. -Alese, espera, que yo tengo que ir delante tuyo!- Dijo mientras su piel volvia a cubrirse de pelo, su altura aumentaba y se adelataba a ella una licantropo en forma hibrida con su cimitarra en mano.

Quenya puso los ojos en blanco. En ningún momento le habían dicho al sirviente que habían limpiado el castillo de muertos vivientes. Suspiró y alzó la espada Bueno, pues a por ellos, que no sea por nosotros dijo, y avanzó junto a Envy para ponerse en primera fila de batalla.

Una rugiente chimenea llena esta habitación con oleadas de luz roja y ambarina. Las paredes están abarrotadas de libros y tomos antiguos, cuyas cubiertas de cuero están bien conservadas y cuidadas. El suelo de piedra queda oculto bajo una lujosa alfombra de diseño intrincado. Una gran mesa baja se asienta en el centro de la sala, encerda y pulida hasta brillar como un espejo. Incluso el atizador que hay junto al fuego está pulido con esmero. 

El resto del espacio está ocupado por grandes divanes y sillones bien mullidos, así como dos lujosas sillas de madera situadas frente a la chimenea. Un enorme cuadro, con un grueso marco dorado, cuelga sobre la repisa del hogar, iluminado por las luces danzantes de las llamas; representa a una mujer que es el vivo retrato de la hija del burgomaestre, Irina Kolyana. 

Un humanoide fantasmal de aspecto atormentado y algo chiflado está de cuclillas contemplando el fuego. La parte inferior de su cuerpo se divide en una nube ectoplasmática. Y las vacías cuencas de sus ojos, ocultan una inteligencia maliciosa.

Quenya hizo un rápido repaso del mobiliario del salón, pero no se quedó observando el cuadro de Irina. Esta vez no iba a picar, tenía asuntos que resolver.

Pensó en atacar directamente, ir corriendo con su espada y estamparla en la cabeza de aquel ser semitransparente. Pero la experiencia adquirida allí le había enseñado a ser precavida.

Así que recurrió a su magia. Hizo que su mano girara varias veces alrededor de una esfera invisible hasta que apareció. Blanquecina como un fantasma, emitía destellos de poder. Quenya no la hizo esperar, y la lanzó contra la criatura.

Kara quiso hablar con el espíritu pero vio que Quenya atacaba sin miramientos y quizás fuera la mejor estrategia después de todo. Alzando su símbolo pronuncio una palabra de poder para expulsar al ser del inframundo, surgiendo un halo de luz que ilumino toda la estancia.. -Yo te expulso! exclamo la clériga de Lathander, esperando tener éxito. 

El poder de aquel lugar sobrepasaba a los héroes según comprobaba a cada paso.

Alese ya no dijo nada, no merecía la pena, pero levantó el símbolo de Pelor y emitió una fuerte luz de color rojo intenso.