Partida Rol por web

- Eso es una buena idea

- La habitación parece estar intacta. Al gato no le ha pasado nada y ya que la ventana de la habitación está abierta, supongo que el gato viene de fuera o a entrado y salido sin problemas, por lo que no parecen afectarle las trampas si es que las hay.

- Tenía la intención de entrar, pero al ver lo que le has hecho a ella se me han quitado las ganas.

- Sería bueno que el grandote hablara con su pequeño amigo... Edirian, para que nos tradujera de una buena vez.

Viero se dirige a Corlas y le señala al gato

- Eludez? - intenta preguntar.

luego señala el ave de Gavilano.

- Eludez? - pregunta nuevamente.

Siento alivio al ver llegar a la gente que justo iba a buscar, y aún más al ver a Inara aparentemente a salvo. Lo que sea que haya hecho Gavilano parece haber funcionado a pesar de parecer algo raro. No lo más raro hasta ahora, supongo.

Le sonrío como respuesta a sus palabras, sin duda dichas para consolarme tras mi escenita. Toda esta situación me ha inspirado confianza en él, tanto por su actitud como por cómo ha logrado solucionar la situación con calma.

Sigo la conversación con atención cuando me sorprendo reconociendo algunas de las palabras que intercambian Corlas e Yria, al parecer aunque él habla dómine ella usa el ventur en la conversación, si bien con dificultad.

-Eludez, es una palabra ventur, significa "excluir" o "excluidos", supongo que se refiere a que las únicas personas a las que no atacará la trampa son aquellas que hayan sido designadas específicamente.

Acto seguido me giro a Corlas y le hablo en ventur.

En ventur:

-Hola, viví muchos años en Venturia, así que puedo hablar ventur con facilidad. Sólo para confirmar, ¿me entendéis sin problema?

Adalo decidió ignorar aquel grito pese a que su piel se erizo al igual que la de Eikon al escucharlo, siguió con la mirada a aquel hombre tatuado salir corriendo de la estancia y volvió a fijar su mirada en los cristales. Se incorporo mientras soltaba un ligero suspiro y comenzó a caminar hacia la puerta. No se me dan muy bien estas cosas, y parece que el grupo tiene mejores investigadores, esperare lo que descubran los otros. 

Mientras pensaba se encamino lentamente a la puerta principal, acomodaría a su fiel caballo hasta las cuadras y una vez terminado de cepillar a su fiel compañero ya pensaría que hacer. Fue entonces cuando volvió a recordar aquel grito. No deberían fisgonear en la habitación de los oficiales... 

 Ante el pedido de Gavilano y su robusta mano parando su gesto, Peara abandona la acción de despertar a Inara. Si lo que decía el rubio hombre era correcto, lo mejor era dejarla descansar luego de tan estresante experiencia. Cuando llegó el pedido del hombre por alguna mujer que la llevara a algún lugar más recluido para evitarle la vergüenza, la estudiosa se mostró lista para ayudar.

- Oh, permíteme... yo me encargaré de que pueda tener privacidad cuando despierte. Le prepararé un baño en caso de que ella lo vea necesario... que seguramente será el caso. Y luego nos puedes alcanzar las nuevas ropas...

 Acercándose al dúo de la pirata inconsciente y el rubio gavilán, Peara se ofrece a cargar con la dama. Si bien la estudiosa no es la persona más fuerte del mundo (ni por asomo), logra a duras penas poder cargar a Inara.

Hiparchia se detuvo un segundo. Miró las escaleras, escuchó los pasos. ¿Quién estaba armando todo ese jaleo?

Se apresuró a subir a los pisos superiores, intrigada por los ruidos de arriba. 

Finalmente, fue Peara quien se ofreció para despertar a Inara en algún lugar más agradable y recogido que la mitad de un descansillo de escaleras repleto de gente. Con gusto, el joven rubio se acercó a ella.

-Gracias, Peara. Seguro que agradece ese baño… y la compañía. –Respondió mientras dejaba a la durmiente mujer en brazos de la Lectora. Con suerte, el despertar de la morena sería así mucho más sencillo de esa forma. –Mi equipaje está abajo. Yo mismo os llevaré esa ropa si no encontráis nada en las habitaciones.

Una vez estuvo libre del peso de Inara, Gavilano se acomodó la ropa arrugada por todo el incidente e hizo crujir su cuello mientras lo giraba hacia un lado. Luego, con toda la tranquilidad del mundo, se sentó en el suelo cerca de Arden y extendió una mano distraídamente en dirección al gato negro. Lo suficientemente cerca para que éste sintiera el acercamiento, lo suficientemente lejos como para que lo considerase una invitación, no una invasión. Todos los animales eran orgullosos a su manera, pero los gatos y las aves lo eran especialmente. La iniciativa les correspondía a ellos.

-¿Qué dices, Sombra? –Dijo con voz acaramelada, dirigiéndose al pequeño animal, mientras movía lentamente la mano. -¿Vendrás a saludarme a mí también?

No parecía tener prisa ninguna, así que se giró también hacia el resto de los que habían hablado para continuar la charla hasta que el animal se decidiera a aceptar o ignorar su propuesta.

-Excluidos, claro. Esa sala sólo es peligrosa para aquellos que no han sido invitados o aceptados por su dueño. –Hizo una pausa, pensativo. –Pero no sabemos si esa trampa se ha consumido al activarla Inara, o si el arcano que lo sustenta la recargará… ni tampoco si hay más. Está claro que ahí dentro podría haber respuestas… pero cada paso en esa sala será peligroso. Arden, Yria… ¿Corlas sabe cómo se podría anular uno de esos guardianes? Tiene que crearse de alguna forma.

 A paso lento pero seguro, Peara carga con la inconsciente Inara para llevarla a alguna de las habitaciones de la segunda planta. Sin embargo, antes de retirarse da una última opinión sobre el extraño suceso.

- Creo que lo mejor sería que intentemos entrar una vez hayamos hecho las votaciones... tal vez la protección que tenga esta habitación se disuelva...

Cael decide dejar la llave original ante la petición de Esla, pero tal como había dicho, se aleja con una de las copias en dirección al palacio de los Venture. Sin mucho más que discutir, tanto tú como Edirian volvéis a la mansión juntos.

El paseo ocurre al mismo tiempo que el atardecer va cayendo sobre los edificios de la ciudad. El muchacho, dicharachero, mantiene una alegre conversación contigo de todo y nada en general, sin importarle demasiado que no tengas intención en darle réplica. Aunque serás apenas un par de años mayor que él, Edirian parece mucho más joven en sus gestos y expresiones, quizás por ese aire risueño que empapa su charla, y hace que sea inevitable sentir simpatía por él. Es de esas personas dotadas con un inefable don de gentes, que sin casi esforzarse consiguen caer bien donde muchos otros resultarían cargantes o desagradables.

Te cuenta que él también es de Duriel, pero que hace ya muchos años que dejó la ciudad para viajar a Criel, la capital de Galdia. No tiene problema en hablarte de sus aventuras, a cada cual más estrambótica que la anterior. Te cuesta distinguir entre la verdad, la exageración o la mentira en lo que cuenta, pero se extiende en detalles.

Te cuenta como invirtió diez mil ducados galdianos en dos metros cuadrados de tela, que según él, es “una reliquia de la Incoherencia de lo más útil”. Te habla de la vez en que se embarcó en una batalla en las repúblicas Durinesas, lo que menciona como el momento más “horriblemente sangriento y desagradable que se pueda vivir”. Pero añade: “Da dinero, eso sí”. Te habla de cómo sirvió al noble Daran far Asderd, un señor galdiano que no reconoces en ese momento,  en un encargo del que, en palabras literales “solo yo podía encargarme, claro. Querían un libro, y me cobré su peso en ducados”.

Al final, llegáis a la mansión en medio de esta impuesta camaradería, no sin antes dar un pequeño desvío hacia una calle cercana al río, donde Edirian afirma haber visto unos cuantos bares, y así es. Allí comprobáis que hay varios lugares de copas y tapas, una tradición de la ciudad de Duriel de la que tu maestro te ha hablado en muchas ocasiones. Orgulloso de su hallazgo, Edirian (“Puedes llamarme Edir”, te ha dicho varias veces) comenta que puede ser una buena zona para irse con el resto esa noche.

Abandonas la cerrajería con una de las copias de la llave. Quizás hayas precipitado tu movimiento, pero de una forma u otra, la sospecha de Esla ha dificultado tus pasos. Sea como sea, avanzas hacia el palacio familiar, que no se encuentra muy lejos de donde estás: solo tienes que recorrer una de las largas calles que surgen del mercado hacia la Plaza del Ducado.

Allí, tras unas inmensas murallas se puede observar el enorme palacio, en especial las dos torres que se alzan sobre los jardines. Nada más llegar a las puertas cerradas, ves a la guardia, dos dragones de cobre a los que no reconoces: aunque el servicio suele trabajar de continuo, los guardias están en manos de Cord far Ascard, y suele cambiar sus destinos cada pocos días.

En todo caso, ellos te reconocen de inmediato. Hacen una reverencia y te dejan pasar. El sol está a punto de ponerse tras el palacio, y cuando recorres el largo sendero hacia la entrada principal te encuentras de frente nada más y nada menos que al propio comandante de los Dragones de Cobre, el inmenso Cord far Ascard.

Te decides a llevar a tu caballo a los establos, dejando la sala de los espejos en la que no has sacado nada en claro. El animal lo cambiaste en tu viaje hacia el sur en una casa de postas, y ha sido obediente hasta el momento.

Las caballerizas son muy grandes, mucho más que casi cualquier que casi cualquier granja. Típicas de las casas de la guerra. No encuentras nada peculiar en el lugar. Cuando por fin terminas de dejar al animal en paz, observas que la noche ya ha caído en la ciudad. Probablemente sea la hora de acudir a la cena, si es que todavía tienes intención de unirte al resto. Así que avanzas hacia el salón, donde ves reuniéndose a la gente que estaba explorando y a Esla y Edirian llegar del exterior. Faltan, que tu veas, Hiparchia, Peara, Inara, Fantina y Cael.

Como toda respuesta, Corlas asiente y esboza hacia ti una sonrisa. Está claro que te entiende aunque no parece muy seguro para hablar en el idioma, por lo menos has conseguido la forma de hablar con él de forma que te pueda entender. Y probablemente pueda chapurrear algo si es necesario. 

La discusión sobre la habitación del Comandante llega a un impasse. Corlas responde con una negativa cuando Yria consigue, con bastante esfuerzo, trasladarle la propuesta. Las palabras de Peara parecen bastante razonable: es posible que el problema se solucione solo, y en todo caso, si elegís un comandante este podrá tomar las medidas oportunas sobre como investigar en esas habitaciones.

Mientras todos observáis como el gato ignora con indiferencia los intentos de Gavilano de seducirle, esquivando su mirada y su atención para seguir rozándose con la pierna de Arden, desde las ventanas de la habitación veis como comienza a atardecer sobre Duriel. Pronto llegará la noche.

Y aunque Peara se crea dotada de la fuerza de un huracán, es bastante evidente que no puede cargar sola a una mujer grande y fuerte como es Inara. Por suerte, Corlas se ofrece grácilmente a llevarla a las habitaciones, lo que hace con una facilidad aplastante. Ambos descienden hacia la planta inferior, acompañados de Fantina, que decide ayudarlas como pueda, esta última echando una mirada nerviosa y atemorizada a Viero tras las palabras que este le ha lanzado.

El resto tenéis poco más que hacer allí arriba, si vuestra decisión es aplazar la investigación de la habitación, más aún cuando ha caído la noche y la visibilidad es cada vez peor. Quizás sea hora de prepararse para la cena.

Mientras Hiparchia sube por las escaleras tras volver a la mansión, al llegar a la segunda planta se encuentra de frente a Peara de Valdebrian, Fantina y Corlas far Baffreim, este último cargando entre sus brazos a una inconsciente Inara. Corlas no se detiene sino que conduce a la mujer entre sus brazos hacia una de las habitaciones, acompañado de Peara. Es Fantina quien le explica la situación a Hiparchia.

Tras hablar con Fantina un momento, Hiparchia va con vosotros hacia la habitación a ayudar a Inara. Corlas la deja en la cama, la cubre con una sábana y señala un armario donde parece haber ropa abundante, que posiblemente le sirva a Inara. Haciendo una amable reverencia, os deja para que la despertéis vosotras dos. Mientras tantom Fantina comienza a llenar la tina de la habitación (no está separada, forma parte del mismo cuarto) con agua caliente.

En una maravilla de la casa, el agua corriente calienta sin necesidad de una caldera por medio de frases arcanas preparadas tiempo atrás, y mana del grifo a una temperatura humeante, que maravilla los ojos de Fantina mientras la prepara.

Cuando os decidís a despertar a Inara, esta abre los ojos con cierta confusión… Y una ligera melancolía en su mirada. Probablemente necesite una explicación. Quizás intimidad. Aún no sabéis que esperar de esa situación.

- Buenos noches, mi señora – saluda la muchacha. Pálida y nerviosa, es obvio que la chica parece una prostituta. Te vuelves a preguntar por los Perdidos que hace ahí-. Verá, ha habido un problema, pero Inara está bien… Investigando, subimos a la planta superior, y la señorita Inara decidió que debía abrir la puerta de las habitaciones del Comandante. Logró hacerlo, pero la puerta estaba… ¿Encantada? Dicen que un arcano ha… Protegido la habitación de todos los que no figuren en algo. Excluidos decían. No lo entiendo muy bien. Sea como sea, la trampa sumió a la señorita Inara en un gran dolor, tanto que parecía que iba a matarla allí mismo… Por suerte Gavilano logró detener el dolor, aunque la señorita ha quedado inconsciente, y bueno… Debería ducharse – comenta. Por el tono parece que se haya “manchado”-. Peara va a prepararle un baño y despertarla, pero como la conocéis quizás queráis ayudar. El resto siguen arriba, pero han dejado detener la investigación por hoy, se van a preparar para ir a cenar…

Te despiertas al fin. Estás en una habitación de la casa, y a tu lado se encuentra Peara y la señorita Hiparchia. Durante un momento, la sensación de placer que habías sentido antes perdura, como un eco, como un miembro fantasma. Pero se difumina. Y hay algo triste, algo descorazonador en lo que sientes.

Sabes que jamás volverás a sentirte satisfecha con ningún placer en tu vida. Nada será equivalente a lo que sentiste allí arriba, tras el dolor. Nada.

Y allí están. Tienes una sábana cubriéndote y oyes el sonido del agua corriendo, y ves un poco más lejos a Fantina, que está llenando una bañera. Para ti. Lo sabes de inmediato, notando tus pantalones manchados… No sabes si sentir vergüenza o no.

Las dos mujeres están junto a ti, quizás para ofrecerte ayuda, aunque casi deseas que te dejen a solas para poder cambiarte y ducharte. Ahora mismo das asco. Por suerte te han tapado…

Mientras Inara es atendida, el resto os preparáis para la cena. Hacéis lo que todavía no habíais hecho: buscáis habitaciones para quedaros, de momento alejándoos de las de los oficiales. Guardáis vuestros equipajes, quizás aprovecháis para daros una ducha o cambiaros de ropa.

Al cabo de media hora, el grupo está reunido en el salón de la planta baja. Observáis a Vairan, que ha permanecido vigilante y disfrutando de una copa  en el salón. Solo faltan por bajar Inara, Hiparchia, Peara y Fantina… Suponéis que todavía estarán ocupadas. En ese momento veis que llegan a la casa Edirian y Esla, que nada más entrar observan el alborozo en el salón donde todos comenzáis a reuniros antes de salir a la cena. Cael, sin embargo, no les acompaña.

Nada más llegar a la casa, ves que hay bastante gente reunida en el salón. Gavilano, Viero, Corlas, Yria, Vairan,  Adalo, Eikon y tu hermana… Pero no ves a Hiparchia, Inara, Fantina ni Peara. Sea como sea, la gente que se encuentra allí parece preparándose para la cena.

Pasado un rato, acaba reuniéndose bastante gente en el salón. Parece que se han preparado para la cena. Allí están todos menos Cael, Hiparchia, Inara, Peara y Fantina. 

- ¡Buenas! – saluda Edirian con un aire risueño -. ¡Traemos llaves! Unas cuantas al menos. Pero eso no es importante, lo importante es que he visto unos garitos de tapas al otro lado del río, que por la Madre y el Preservador, tenían una pinta de cagarse. ¿Estáis listos? ¿Quién falta? Cael ha ido a ver a su familia, dudo que se nos una. Bah, tengo unas ganas de echarme unas copas que no puedo más. ¡Corlas, amigo mío! – saluda al grandullón y se acerca a él, hablando en el idioma que solo ambos conocen.

El gigante se ríe a carcajadas, observando a Esla por un momento, niega y responde algo, a lo cual Edirian asiente.

- ¡Venga! Si estas no bajan ya les decimos para donde vamos, la fiesta no espera por nadie.