Partida Rol por web

La Casa de las Rarezas

Ambientación - La Tercera Guerra Irediana.

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12/05/2019, 23:40
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(NE: Fascículos de ligero corte satírico de la revista “Cultura Cómica”, de muy reciente publicación. Todos ellos ilustrados, tratan las causas que dieron pie a la Tercera Guerra Irediana. Bastante precisos pese al tono con el que se muestran).

Iredia en el 1772 DI, antes del inicio de la Tercera Guerra Irediana.

(Mapa a mayor resolución, https://i.imgur.com/RvOSZwa.jpg)

1772 DI. Buenos tiempos, ¿eh? En aquellos momentos, si eras darguiano, mirabas al cielo por la mañana y te golpeabas en el pecho orgulloso de tu patria y tu rey. ¿Cómo no ibas a hacer tal cosa? Tras la muerte del rey Cael I tres años atrás, habías visto como todo pintaba complicado por una temporada: parecía que su hijo mayor, Enael iba a ser coronado Enael IV, y eso significaba que muy pronto el rey de Darguia sería conocido como el Borracho o el Incompetente; todos sabemos lo que implica tener a un rey con un sobrenombre parecido. Pero los coherentes tuvieron sentido común, como se esperan de ellos, y convencieron a Enael de que abdicase y cediese la corona celeste a su hermano menor, Cael. Y así, en vez de Enael IV, teníamos a Cael II el Astuto, y todo pintaba de maravilla.

¿Quién nos iba a decir lo que se avecinaba? Había que ser el mayor pesimista del estado para afirmar que en poco menos de dos años, Darguia se habría resquebrajado como un juguete roto.

Pero centrémonos en los acontecimientos. 1772 DI. Se acerca el invierno, y la nación discurre en una paz tranquila gracias a los acuerdos comerciales firmados con Redas y Venturia. Lo que no quita que ya en ese momento se estuviese fraguando la catástrofe desde varios frentes:

  • En Turia, una figura que todo el mundo daba por olvidada trazaba sus propios planes. Liusel de Asdria, hijo mayor de Enael, organizaba su pequeño ejército y acordaba pactos para recuperar la corona que, en su opinión, era suya por derecho. Los bosques de Turia le permitieron esconder sus fuerzas y gracias al apoyo Sardas di Liondrei, conde de Lior y uno de los nobles más influyentes de Turia, fue granjeándose la lealtad de muchos de los nobles del Norte… Excepto el puñado que acabarían llevándole a la ruina
  • Clave para el éxito de la rebelión fue que en Turia, las tensiones con el estado central ya estaban más que presentes. Que no os engañen y os comenten que los motivos de la rebelión nacieron a raíz de la masacre teatral: muchos problemas ya habían empezado cuando desde Darguia se miraba para otro lada ante los problemas fronterizos de los turianos con Galdia.
  • De la misma forma, gran parte de la nobleza darguiana estaba descontenta con el rey. Esto se acentuaba en Duriel, la que era la capital compartida con Calendia (a veces la familia gobernaba desde una, a veces desde otra) y donde los duques de la ciudad no parecían dispuestos a compartir el poder su Asamblea con el rey. Algo similar pasaba en otras ciudades, donde además las zarpas de los duques de Duriel se dejaban notar en multitud de aspectos: no por nada las casas ducales de la vieja capital eran las casas más poderosas de Iredia.
  • En la gran Andrimera, la fortaleza más segura de todo el Viejo Continente, llamada la que no cae, se había instaurado al mando un general que debería sonaros pero cuyo nombre ha sido borrado de todo registro, o casi: Faria di Cordado, un hombre experimentado se decía, pero que demostró su arrogancia e incompetencia haciendo que el sobrenombre de Andrimera dejase de ser la que no cae a la que cayó por su culpa.
  • Y por último, estaba el duque de Todoel. Sus acciones siempre se han señalado como el detonante de la guerra, si bien nunca se ha debatido en exceso sobre sus motivaciones. El duque Audan d’Itodein era un hombre joven, sereno, y que se había movido con sagacidad en el ambiente de la corte. Muchos le catalogaban como un hombre más que sensato. Pero no debía ser más que apariencia, pues en cuanto se presentó la ocasión, no dudó en atacar un territorio enemigo (bajo el pretexto de que la cesión a Galdia había expirado y que los territorios le pertenecían por derecho) que llevo a ambas naciones a la guerra.

Así pues, los sucesos no fueron tan repentinos como algunos señalan. Al menos no todos. Quizás lo parecieran para el señor de Serdenia, Roenar far Vettise, un orondo y despreocupado coherente afincado en Criel que, según se cuenta, cuando recibió la noticia de la conquista de Serdenia casi se atraganta con un hueso de pollo. Jamás se había visto tal ridículo, decía la prensa galdiana. En un solo día, los ejércitos del duque de Todoel, que ni siquiera había solicitado al rey de Darguia su permiso, desembarcaron en Serdenia en dos bloques, uno en Vaduser y otro en Aruser, y tomaron ambas ciudades sin oposición alguna. La familia Vettise cargaba con la responsabilidad de vigilar las fronteras de la isla desde que se les había concedido el señorío, pero una mezcla de parsimonia y negligencia les había llevado a retirar casi todas las fuerzas militares en activo, para, en propias palabras, “evitar gastos”.

Darguia conquista Serdenia en el duodécimo de 1772 DI.

(Mapa a mayor resolución, https://i.imgur.com/aYG2ZtJ.jpg)

Al final, los gastos se dispararon, claro. La lejanía con la costa galdiana hacía casi imposible su recuperación inmediata y el ridículo contraía consecuencias inevitables. Galdia no podía afrontar otra cosa que no fuese entrar en guerra. Y en Darguia se veía aquello muy bien.

Tal era la seguridad de los darguianos en su superioridad militar, que ni el propio rey censuró al duque de Todoel por atacar a una nación extranjera sin ningún tipo de permiso. Aunque puede que tuviese otras razones: castigar de forma pública al duque d’Itodein habría supuesto reconocer el error de sus actos, con la consiguiente devolución de los territorios conquistados y el más que probable acuerdo retributivo con Galdia por la afrenta. Al apoyar las acciones de Todoel, Cael II las reconocía como auspiciadas por su poder, y trataba de reforzar su autoridad entre la nobleza darguiana. Y quien sabe, si no le hubiesen asesinado unos meses después, quizás se habría encargado de vengarse de la traición de Todoel de alguna forma.

Pero eso es algo que no sabremos pues el buen rey decidió, en su infinita sabiduría, que cancelar el viaje que había planificado a Turia no era necesario. Ni la guerra, que debería haberle hecho ser más prudente, ni las muestras de deslealtad de su nobleza le hicieron replantearse su destino. Y allí se fraguó el fin de Darguia.

Así pues, la corte viajaba al norte en pleno invierno, y Galdia sitiaba Andrimera, la que nunca cae. Una decisión absurda en apariencia, pues Andrimera se hallaba sobre la confluencia de tres ríos y era prácticamente insostenible mantener un sitio sin contar con un ejército descomunal, que lo único que podría hacer era estar allí sentado. El sitio duró casi dos meses, y parecía conducir a un fracaso galdiano clamoroso. Muchas fuentes afirman que la decisión de atacar directamente Andrimera provenía del canciller Fonsac en persona. Sabedor de que una guerra con Darguia conduciría a una derrota con casi toda seguridad, Fonsac decidió apostarlo a un todo o nada: atacar en Andrimera y fracasar implicaría firmar una paz rápida sin un excesivo desgaste que sumiese al reino en una mayor crisis. Atacar y triunfar, algo que sonaba más a utopía que a realidad, significaba desarticular todas las defensas fronterizas de Darguia y a gran parte de su ejército. Significaba tener una oportunidad de victoria.

Las malas lenguas aseguran que Fonsac nunca creyó en la victoria. Pero la obtuvo de todas formas.

El cómo es más una historia de épica y hazañas que de un libro de historia. No fue un asedio sangriento, pese a que tras la batalla murieron miles de hombres. Fue la labor de un grupo, ya conocido entonces pero sin la repercusión que, merecidamente, ostentan hoy. Fue la labor de la Casa de la Guerra de las Rarezas.

Contratados por Iurein far Lordein, el joven señor de Faro Blanco, la Casa de las Rarezas no contaba con más de cien hombres, pero todos ellos eran héroes reencarnados: armados con los poderes de la coherencia, o enarbolando la Lengua del Éter, o simplemente dando espadazos como fieras desbocadas, cada uno de ellos era una figura temible en potencia. Así, cuando su líder, el capitán Caedus, vio el fracaso del asedio que se avecinaba, se acercó a far Lordein con un sencillo plan: la Casa de las Rarezas asaltaría la fortaleza y abriría todas las puertas de la ciudad simultáneamente, a medianoche.

Y como digo, dejo el resto para cuentos menos cínicos que el mío. Al fin y al cabo lo hicieron: todas las puertas se abrieron a medianoche.

La noticia llegó a Darguia el mismo día que el rey Cael y su corte arribaban a su destino: Gidia. Se comenta que Cael II recibió las malas nuevas del propio conde Gidial, horas antes de que este le asesinara, y las desechó como imposibles. ¿Habría cambiado algo si la hubiese creído ciertas? Probablemente no, pues ya se sabe que el destino es traicionero. No lo sabremos, en cualquier caso.

(Mapa a mayor resolución, https://i.imgur.com/RvOSZwa.jpg)

 

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12/05/2019, 23:52
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Y ahora, entremos en el territorio del misterio y la conspiración.

La masacre teatral.

¿Qué pasó realmente? Bueno, esto es lo que tenemos claro: aquella misma noche, la corte se reunió en el magno salón del palacio condal de Gidia el cual, por cierto, hoy permanece cerrado de forma perpetua por orden del príncipe de Turia. El Conde Gidial, al cual no acompañaba su familia, y que se había asegurado de que el rey estuviese protegido por una gran cantidad de guardias, dio inicio a un festín durante el cual, se ofrecería una representación teatral sobre la victoria del rey Enael II durante la Segunda Guerra Irediana.

La obra estaba representada por la compañía de Vircot Tremmor, un famoso embaucador de aquellos tiempos, que, según todo lo que se ha dado a conocer, se había infiltrado en la fiesta para robar la Corona Celeste, símbolo de autoridad del rey de Darguia. Su plan era entregársela a Liusel el Pretendiente poco después, si todo salía bien. No fue así, claro. Durante la obra, el conde Gidial, entre lágrimas según aseguraron los testigos supervivientes, dio inicio a un brindis incoherente y extraño, que terminó con una única frase.

Por Darguia.

En ese momento, las balas volaron por el salón. Nadie lo esperaba. Ni los Lectores estaban preparados para defenderse, y se sospecha que los atacantes tenían a un lector trabajando con ellos. El rey fue el primero en morir y en el caos subsiguiente, cayeron sus dos hijos mayores, su esposa, el conde Verenar de Cainia, el Barón de los Salones Dorados y multitud de nobles y herederos de toda Darguia. Sesenta y siete miembros de la corte asesinados, incluyendo al conde Gidial, que se degolló entre lágrimas, mientras susurraba por Darguia una y otra vez.

Algunas figuras de relevancia se salvaron, como el propio duque de Todoel, que había viajado junto a la comitiva y que estaba ausente por una terrible indigestión, o el barón Animer, que se escondió debajo de un mantel. Y, en especial, Lenai d’Asdria, la hija de apenas cuatro años del rey Cael, que se encontraba enferma en una de las habitaciones. Varios asesinos fueron en su búsqueda, pero fueron detenidos por el famoso Hacedor Sombrío, Andon Dubio, el héroe que salvo a la casa de Asdria de su destrucción.

Esto es lo que pasó. ¿Por qué ocurrió realmente? Quién sabe.

Quizás el conde Gidial lo planease en persona, enloquecido, como muchos afirman. Puede que hubiese perdido la razón y el mismo mantuviese retenidos a su mujer y sus hijos lejos. Quizás fuese así.

O quizás a Gidial le manipulase alguna otra persona. Puede que el duque de Todoel, que con su afortunada indigestión se libró de la masacre y fue uno de los más beneficiados en apariencia de lo sucedido. Y sin embargo, todas las fuentes afirman que le sacaron de Gidia a escondidas, entre dos hombres, pues apenas podía caminar. Pues la indigestión parecía ser veneno.

Quizás fuese el canciller Fonsac, en un intento de desmantelar la estabilidad de Darguia tras la victoria en Andrimera, pese a que un acto de tal complejidad y vileza no encaje con las políticas prudentes y pacientes de un hombre como Fonsac.

O quizás fuese Liusel el Pretendiente en un intento de derrocar a su competencia, como muchos han creído. Quizás no él en persona, sino Sardas di Liondrei, conde de Lior y su principal valedor. Pero, si iban a matar a la casa real, ¿para qué organizar aquel complejísimo y arriesgado plan para robar la corona?

Otras muchas figuras han sido señaladas. Damnar di Gidial, traicionando a su padre para coronarse como príncipe. O alguna organización en las sombras, como el ficticio Aether o quien sabe quién. Fuese quien fuese el responsable, lo más probable es que jamás lo sepamos. Lo único que nos queda es especular, que al menos es divertido.

Y en todo caso, el mundo no dejó de girar. Toda Darguia parecía perpleja de la noche a la mañana. Las fuerzas galdianas, ahora asentadas en Andrimera, avanzaban hacia el oeste sin oposición, segando el norte Darguiano del sur. La familia real estaba aniquilada (aún pasaría un año hasta que Dubio llevase a Lenai a Calendia, y se reconociese que seguía viva) y los dos únicos Asdria que quedaban decidieron ponerse cada uno una corona, que en ningún caso fue la celeste, pues esa se perdió durante la masacre.

En el sur, las cortes de Calendia tuvieron la mejor idea que se les ocurrió, y fue coronar al Asdria borracho, pues era el único que tenían a mano. Y así se nombró rey de Darguia a Enael IV el Rechazado, cuya coronación fue un evento patético al que nadie acudió y en el que ni siquiera hubo un mísero aplauso.

Y en el norte, en el caos, Liusel desoyó los supuestos consejos de Sardas de Liondrei, que le insistía en tener paciencia y plegarse a la coronación de su padre en Calendia. Liusel harto de esperar, avisó a los nobles turianos de que tenían un nuevo rey, y se coronó como Liusel I de Asdria, al que acabarían llamando el Breve.

El rey de Darguia del Sur y el rey de Darguia del Norte.

Los planes de Liusel eran claros y parecían lógicos. Tras conseguir el apoyo de la mayor parte de la nobleza, movió a su pequeño ejército hacia Uveu, la ciudad central de Turia, desde la que organizaría su guerra contra Galdia y contra su padre una vez hubiese repelido a los galdianos. Contaba con el apoyo del marqués de Uveu, Filoi di Uveral, así pues no esperaba más que encontrarse las puertas abiertas. Pero para cuando su ejército se personó en la ciudad, las cosas habían cambiado. El barón Nel di Dorvian, un jovencísimo coherente, señor de unas pequeñas tierras cercanas, había tomado el control de Uveu, retenido al marques en palacio, y con apoyo de la nobleza de la ciudad y de su guardia, había negado la entrada del rey Liusel I, al no reconocerle como su rey hasta que las cortes de Calendia así lo dijesen. Liusel de pronto carecía de una base centralizada, y no podía sin más dejar la ciudad en manos del barón, así pues inició su asedio. Pero Dorvian demostró ser un estratega respetable, y retuvo los avances de Liusel con ingenio y dedicación.

Luisel I se autoproclama en Turia y sitia Uveu, en el cuarto de 1773 DI.

(Mapa a mayor resolución, https://i.imgur.com/o8WXX81.jpg)

Así estaba, de la noche a la mañana, Darguia. Partida en dos, sumida en rencillas internas y descontrolada. Liusel, incapaz de tomar Uveu con la rapidez esperada, divide su ejército para que parte detenga el avance galdiano mientras que el resto de fuerzas permanecen sitiando la ciudad. Manda a Sardas di Liondrei al sur, a plantar cara a los galdianos, pero con tan pocas fuerzas que lo único que este consigue hacer Liondrei es retrasar su avance y evitar que conquisten sus tierras en Lior.

Y en la Darguia del sur, algo parecido ocurre. El Duque de Todoel regresa a su ciudad y se niega a cooperar con Enael IV ni a enviar fuerzas. Sabe que va a perder Serdenia, pero decide pelear por su cuenta. En Duriel, la Asamblea de los Nueve ordena enviar apenas doscientos hombres, reclutados entre los voluntarios, pero no envía a ninguna de sus Casas de la Guerra a la lucha. Prácticamente ninguna de las ciudades del suroeste responde a la llamada, y el caso más sangrante es el de Valdebrian, donde el concilio de Lectores Darguiano se asienta, justo al lado de la Universidad del Éter. Los Lectores deciden que no participarán en la guerra, pues Enael IV se niega a firmar los acuerdos que ellos le proponen y les exige ir a la guerra por simple deber de estado. Esto, que puede parecer algo secundario, no lo es, más cuando uno observa la actitud del canciller Fonsac en Galdia con el Concilio de Lectores de Coisiel, del cual logra su apoyo tras ofrecerle una independencia política casi total.

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12/05/2019, 23:53
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No es sorprendente entonces que siete meses después, las cosas pintasen tal que así.

Galdia reconquista Serdenia y sitia Todoel, Lior y Vailén, en el undécimo de 1773 DI.

(Mapa a mayor resolución, https://i.imgur.com/sypz4Em.jpg)

La única batalla de relevancia que ocurre en estos siete meses es la batalla de Quirós. O mejor dicho, las batallas de Quirós, donde los dos ejércitos darguianos, el de Liusel I y el de Enael IV, atacan en un espacio de tres días a los galdianos, que los aplastan por separado con una contundencia desgarradora. Incluso si, como muchos proponen, ambos ejércitos darguianos se hubiesen aliado, es probable que hubiesen perdido, pero cuando la noticia de ambas batallas llega al resto de lo que antaño era Darguia, la prensa decide atacar. Ambos reyes son mostrados en caricaturas como imbéciles sin sentido, en especial Liusel I, al que se le llama “El que no quiso esperar”, por el mero hecho de que si apoyase a su padre pasaría a ser el heredero al trono.

Así, Galdia reconquista Serdenia con facilidad, y sitia tres ciudades de forma simultánea, Lior en una Darguia del Norte que todavía mantenía a Uveu bajo sitio, y Todoel en el oeste y Vailén en el este de la Darguia del Sur. En Criel, el canciller Fonsac celebra fiestas y bailes mientras la prensa le adora y le trata como el mayor héroe de la historia de la nación. Y no es para menos.

Y entonces, una cuarta figura entra en la guerra. O quizás podríamos decir, que vuelve a entrar. Se trata de Damnar di Gidial, joven hijo mayor del conde di Gidial, que vuelve a Turia junto a un grupo de apenas mil mercenarios, pero entre los cuales hay unos cien de cada vez mayor reputación: la Casa de las Rarezas.

Y es que, tras la conquista de Andrimera, Iurein far Lordein decide pagarles debidamente y dejarles marchar. ¿Por qué? Puede que para que no le eclipsasen como héroe de la conquista, o puede que fuesen muy caros, aunque se dice que a Damnar no le cobraron ni una sola corona.

El caso es que el ejército del joven conde de Gidia cruza el río Barín en el duodécimo del 1773 DI y en menos de un mes, reconquista el puerto de Ordiguera y viaja hacia Uveu. Gidial parece dispuesto a derrotar a Liusel cueste lo que cueste, al culparle de lo sucedido en la masacre teatral. Y tiene la suerte de tener un gran aliado en el barón Dorvian, que ha resistido durante todo este tiempo el asedio primero, y el sitio después, de Uveu, granjeándose el respeto de todos los nobles de la ciudad. Dorvian y Gidial son amigos de juventud y cuando el barón recibe la noticia de que su viejo amigo acude a su rescate, convence a los nobles de que ha llegado la hora de plantar cara a Liusel.

Damnar di Gidial avanza con la Casa de las Rarezas hacia Uveu en el primero de 1774 DI.

(Mapa a mayor resolución, https://i.imgur.com/31cSGw5.jpg)

Y quizás aquí debamos romper una lanza en favor de Liusel I, el Breve, el Impaciente, pues al fin y al cabo hablamos de su muerte. Tacharle de insensato es habitual, pero ¿qué iba a hacer? Muchos han afirmado que debería haberse replegado ante el avance de Gidial, o haber llamado a Liondrei para que acudiese en su ayuda. Pero, primero, Gidial solo tenía unos mil hombres, un número tan pequeño que costaba llamarlo ejército. Y segundo, Liondrei estaba bastante ocupado defendiendo Lior de los galdianos: de haber acudido en su ayuda, Lior habría caído en manos galdianas.

Así que Liusel hizo lo que creía lógico, valiente, y honorable. Agrupó las fuerzas que le quedaban disponibles y atacó a Gidial. No debió valorar como un riesgo dejar en la retaguardia al barón Dorvian y los defensores de Uveu, que abandonaron por primera vez en un año su ciudad para golpearle con todo lo que tenían, y no debió valorar la diferencia que suponían los miembros de la casa de las Rarezas respecto a soldados rasos corrientes.

Sea como sea, así llegó el final del reinado de Liusel I de Asdria: en la batalla de Uveu, tras un intenso duelo con el Dorvian, en el que casi acaba con el barón, para morir instantes después a manos del propio Damnar di Gidial. Un final digno de un rey indigno, o de uno equivocado, al menos.

En el frente sur, la ciudad de Todoel consigue repeler a los galdianos en la que debió ser la única victoria darguiana de renombre en toda la Guerra. Pero en el este, Vailén cae de la noche a la mañana, cuando las fuerzas de Iurein far Lordein desembarcan desde el río, librando así las murallas de la ciudad. La última línea de defensa entre Calendia, la capital darguiana, y Galdia, acababa de caer.

Estamos llegando al final.

Galdia asedia y conquista Vailén y Damnar di Gidial toma Gidia y gran parte de Turia en el cuarto de 1774 DI.

(Mapa a mayor resolución, https://i.imgur.com/lQC9t97.jpg)

Comentan que cuando Enael IV fue asesinado, comía unas uvas y unos aguacates en la terraza del palacio de Calendia. Era primavera, y el ejército galdiano aplastaba la poca oposición que le quedaba mientras avanzaba hacia la capital, pero Enael parecía alegre y distraído, pues era temporada de uvas y se había enamorado de una jovencita de la corte. Le apuñalaron quince veces, y nunca se supo quién había sido, pero su guardia personal estaba ausente y su Lector se había retirado a sus habitaciones cuando ocurrió.

Solo una semana antes, Lenai d’Asdria había sido devuelta a la corte de Calendia, tras un arduo viaje por toda la península que, de nuevo, es más carne de leyendas que de narraciones como esta. Enael no parecía muy contento con su regreso, pero la princesa fue acogida por el archiduque de Calendia, Gabian di Harcanes, el mismo Gabian di Harcanes que colocaría sobre su pequeña cabeza la corona apenas una hora después del asesinato de su tío, el mismo que se nombraría regente de Darguia apenas dos minutos tras la coronación, y el mismo que mandaría las condiciones de rendición inmediata a los galdianos antes de que aquel día llegase a su fin.

La guerra entre Darguia y Galdia acabó así, con una concesión total de territorios al enemigo. Fonsac aceptó las condiciones, pues creía que era más que suficiente para imponerse y evitar el desgaste que supondría seguir pagando al ejército durante un año más. Pero la guerra no terminó del todo, porque dos facciones negaron a Lenai I d’Asdria como su reina: los nobles turianos, comandados por el heroico Damnar di Gidial, conde de Gidia, y los nobles del suroeste darguiano, encabezados por el duque de Todoel, la Asamblea de los Nueve de Duriel y el Decano de Valdebrian.

El estado de Iredia tras el fin de la Tercera Guerra Irediana en el séptimo del 1774 DI.

(Mapa a mayor resolución, https://i.imgur.com/JZtQq5I.jpg)

En Turia las razones fueron sencillas: no más guerras estúpidas por culpa de los Asdria. Turia estaba separada físicamente de la Darguia del sur, y se negó a reconocer su autoridad. Los nobles y la plebe aclamaron al conde di Gidial como su nuevo señor, y así se le proclamó Príncipe de Turia, el nombre de la nueva nación independiente. Nación que jamás firmo una paz con Galdia, y que en teoría, sigue en guerra con ellos aún quince años después.

En las ciudades libres, las razones que se esgrimieron fueron más sutiles aunque esencialmente las mismas. Pero de fondo subyacía el saberse como el territorio menos maltratado por la guerra, al no haber participado activamente en ninguna batalla excepto en Todoel, donde además se había conseguido la victoria. Los nobles locales sabían que si se separaban de Darguia, podrían beneficiarse de no tener que cargar con la región más maltrecha de las dos. Así, siete ciudades se declararon independientes, y todos los nobles menores de los territorios independientes apoyaron la separación. Las ciudades libres funcionarían como estados autogobernados, pero unidos como una coalición contra las fuerzas exteriores. Al menos, tuvieron la prudencia de acordar la paz con Galdia, cosa que los turianos no han parecido muy dispuestos a hacer.

1774 DI. Si habías sido darguiano, quizás un buen día te levantarías y mirarías al cielo de la mañana. Igual que dos años atrás habías mirado y te habías golpeado el pecho, orgulloso de ser darguiano. Ahora puede ser que fueses un ciudadano libre, un turiano, o un galdiano, así que quizás el orgullo patriótico lo habrías perdido. Y si seguías siendo darguiano, era muy probable que no tuvieses ninguna gana de presumir de ello.