Partida Rol por web

La propuesta de Edirian me toma un poco por sorpresa, pero enseguida sonrío.

Bueno, maese Edirian, normalmente diría que es de mal gusto andar exigiendo compensación por un pequeño favor hacia una dama, pero supongo que lo que pide es más que razonable. No podemos permitir que se rumoree que la casa d'Iridar es desagradecida - el tono jocoso que mantenía se vuelve aún mas marcado al decir esto último- Me temo que no tengo otra opción que acceder.

Pongo una cara de claramente fingida pena, que no enmascara para nada mi divertimiento.

Adalo bebía de su jarra de cerveza tostada mientras las conversaciones surgían a su alrededor, algunos sincerándose otros contando sus orígenes, la sangre joven se dejaba notar con algunos flirteos. Si todos mis problemas fueran tan sencillos. Pensó mientras daba otro sorbo.

Por fin parecía que le había llegado el turno, no espero que le prestaran mucha atención, al fin y al cabo era el viejo del grupo... Pero continuo hablando sin importarle demasiado.

- Ya en el salón creo que comente mi procedencia, soy Turiano al igual que mi familia y como ella he luchado en el ejercito toda mi vida. Pese a mi posición de noble y mi cargo como oficial nunca me ha gustado la política ni sus florituras, y parece ser que yo a ella tampoco ya que por su culpa soy ahora un paria en mi propia tierra.

No sabia muy bien porque había dicho eso, quizás necesitaba contárselo a alguien o la graduación de la cerveza le había hecho resbalar a su lengua, ya parecía no importarle.

- Turia es ahora un polvorín a punto de explotar, por eso necesito a las rarezas, pero... -La mirada se perdió por un momento en su jarra- No estáis aquí para escuchar historias de un viejo, bebed y divertíos yo seguiré aquí guardando os el sitio.

Adalo tomo un poco de comida y continuo escuchando en silencio a sus camaradas mientras la música amenizaba sus pensamientos. Nevela... Enole...

Cuando vio la mueca de disgusto en el rostro de Hiparchia, la sonrisa del apuesto joven se ensanchó aún más, como si el gesto de la erudita, en lugar de ofensivo, resultara terriblemente gracioso. Pero tampoco le dedicó un exceso de atención, pues además de su brindis, continuaba la conversación con las dos gemelas.

-Bueno, también podría haber dicho que he vivido viajando, aprendiendo a tocar y metiéndome en algunos líos, pero ¿qué interés tendría eso? -Contestó, risueño, mirando a Esla y encogiéndose de hombros. -Aun así, puedo asegurar que todo cuanto he dicho es cierto. Aunque, no lo niego, es posible que lo haya adornado un poco. Pero hasta la mejor historia está desnuda si no se la viste con las palabras adecuadas. Estoy seguro de que todos vosotros guardáis una historia que, bien contada, sería incluso mejor que la mía. Y vosotras más que nadie. -Añadió hacia las dos gemelas y luego, bromeando, miró a la escéptica señora de Inara. -Salvo, quizás, la señorita Hiparchia, que al parecer necesitaría nacer y morir dos aburridas vidas para acumular material suficiente para un buen relato.

Luego devolvió su atención a Esla, reflexionando sobre lo que le había dicho la noble antes del inciso de la historia que él había contado.

-Ah, y yo que pensaba encontrar un trabajo fácil y una buena paga… -Bromeó, mintiendo teatralmente, pero cuando siguió hablando, había algo en su voz que dejaba claro que sus palabras iban mucho más allá de una simple broma. -Pero si de verdad vas a esforzarte tanto, Esla, entonces tendrás que dejar que te ayude a dar forma a esa leyenda. No hay nada imposible para las Rarezas.

-Primero tendremos que solucionar nuestros propios problemas, que no son escasos… -Dijo de pronto, girándose hacia el veterano guerrero, y dejando claro que había escuchado perfectamente su intervención. –Pero Adalo, ten por seguro que tan pronto podamos, te ayudaremos con todo lo que tengamos. Tus problemas son ahora también los nuestros, compañero.

-¡Eikon! –Añadió, mirando al hombre tatuado. -Estás muy callado, ¿Por qué no nos cuentas qué hacías antes de que nos encontráramos en la posada?

Eikon levanta la vista, distraído. Acaba de pedir lo mismo que el resto, pulpo y vino, y paladea su bebida sin atender mucho a los demás. Serio. El hombre habla con un acento extraño y marcado, uno difícil de reconocer.

- Matar - responde, volviendo la vista hacia la música.

Tras mirar un segundo a Eikon, Edirian se encoge de hombros y alza la voz.

- Yo podría contaros muchas aventuras, supongo. Siempre me he dedicado a una sencilla cosa: un servidor - ríe, sonriente, tocándose el pecho-. Ser soy de aquí, de Duriel, pero me fui cuando apenas era un criajo. He trabajado de muchas cosas. Como rareza por contrato en Criel, haciendo toda clase de misiones para la nobleza y los parlamentarios. Como mercader una temporada, pero me fue regular. Estuve un tiempo en el ejército, pero me desagrada la muerte y el horror de la batalla, así que me largué. Hace un tiempo me mezclé en la corte de Turia, con un alias inventado, todos creían que era un viajero de los lejanos Principados del Nuevo Preservador - se sonríe, recordando aquellos momentos-. Fue divertido. Gané algunas coronas en partidas de cartas, pero entonces alguien se dio cuenta que no hablaba nada ni remotamente parecido a la lengua de los Principados y me tuve que largar. También estuve un tiempo en Valdebrian, por un encargo de Criel, y fue allí donde me aficioné a la ciencia del éter. Un campo muy interesante. Eso y las fiestas universitarias, buah... No hay color. 

Se pone en pie, observando de reojo a Arden, y lanzándole un guiño a la más alegre de las gemelas. 

- Pero, lamentablemente, una dama me ha pedido que le consiga un trofeo, y yo no rechazo una petición de una dama en ninguna circunstancia. Miento. Casi ninguna circunstancia. Volveré pronto, mis queridos amigos - comenta, y se dirige sin más a la salida del local.

Durante toda la charla de Edirian, Yria clava su mirada en Eikon. La chica parece totalmente fuera de lugar, pero disfruta de la tapa con tranquilidad. No habla mucho, recogida sobre si misma, y visiblemente incómoda por el poco espacio o la cantidad de gente.

- Si me disculpan, aprovechando que maese Edirian se va, yo también tengo que irme. Nos vemos mañana - explica de pronto Fantina, poniéndose en pie. Se arrebuja en la capa que ha conseguido en la casa, devuelve una sonrisa hacia Gavilano, negando para que él no la siga, y sale acompañando a Edirian hacia la calle.

Vaaaya, me alagas Viero - Sabía que era conocida en el mar de las Asfigies, al fin y al cabo, pocas mujeres se aventuraban a enrolarse en un barco, y yo había pasado por varios. Así que sí, es muy probable que la voz se hubiera corrido por el mar y las tabernas - Eran otros tiempos, los comienzos fueron bastante duros, no te lo negaré - durante unos instantes visualicé como si estuvieran allí algunos hombres con los que compartí barco y destino - Quizás me costó más dejar a mi familia en tierra, mas que pisar un barco, aunque buenas aventuras me ha traído lo segundo.

¿Sabes? Mi familia por generaciones - eso me llegó a contar mi madre - fue rica y poderosa. Sí, estas hablando con alguien que podría haberlo sido también - A veces las circunstancias cambian tanto las vidas. - Aún así, creo que con riqueza o sin ella, habría acabado enrolándome en un barco de igual manera, quizás habría tardado más años, pero lo habría hecho de igual modo.

¿Y tú, deseas recuperar aquella vida y has venido en busca de ayuda o crees que puedes elegir tu propio destino?

Creo que cada uno de ellos - miro a mi alrededor, con gesto despreocupado - tiene una muy bonita historia que aportar, cargada de luces y sombras - los escuchaba contar sus experiencias, la mayoría tristes, a pesar de los gestos y muecas alegres - Gavilano es como un juglar, de esos que cantan y ríen; siempre es más fácil aparentar ser otra persona que uno mismo, ¿no crees? - no va con mala intención hacia ti, a pesar de las coincidencias- no creo que sea tan torpe con las armas como nos pretende comunicar, ¿tú eres bueno? quizás podamos practicar un poco de esgrima en la casa.

Yo había preguntado, y poco a poco, los demás fueron comentando lo que querían de sus vidas, justificando el porqué venían a Duriel, con qué motivaciones. Lo cierto es que, por lo que había podido escuchar, la mayoría perseguía algún tipo de interés por el que la Casa de las Rarezas podía ayudarles, y sentí cierta envida. 

Mi barco se hundió... una galerna - el mar tenía eso y mucho más - Salve la vida y perdí a toda la tripulación - podría haber añadido que con el barco se fueron todas las personas con las que había compartido mis últimos años, las ilusiones, los saqueos, botines y buenas mercancías de tela y ron - Todo se fue al fondo del mar. Y me rescató otro barco - el mar igual que quita, también da - en el que viajaba Hiparchía con la que mantengo desde entonces una muy buena relación.

Llevo muchos años viviendo en el mar, nací en la isla Isardi, allí mi familia tenía grandes propiedades - no sé si fue mi abuelo el primero que había comenzado a prosperar en el negocio de la venta del acero y fue mi padre quien proveyó de grandes navíos, o fuera al revés - recuerdo aún cuando era niña, eigghhh... Vestía como ellas (Arden y Esla) - la verdad que nunca me gustaron esos vestidos, me impedían saltar y subirme a los árboles - fue un tiempo... - ojos vidriosos y mueca agridulce - me gusta retenerlo en el recuerdo cómo fue antes de que todo cambiara. Pero nada dura eternamente.

Reconozco que aquella no era mi vida, me habría ido igual de no haber sucedido nada de lo que ocurrió - mira fijamente a Eikon - y aquí estoy... con una tripulación nueva, brindemos!!!

Viero pidió otra tapa igual a la anterior, en eso acercó a una mesera que estaba cerca a Hiparchia y en ese lugar se quedó.

Inara: ¿Y tú, deseas recuperar aquella vida y has venido en busca de ayuda o crees que puedes elegir tu propio destino?

- Llegar al Triángulo sin ley fué como renacer... en un infierno, y salir de allí fué como renacer por segunda vez. - dijo Viero mirando a Inara a los ojos con una sonrisa de ironía - Y todo lo que ha muerto, muerto está.

- El único lazo que me ata a mi pasado es mi apellido, y aunque tengo muy buenos recuerdos de esos días... jamás volverán, además, todo lo que respecta a mi familia y el legado de mis ancestros está corrupto hasta las raices - dijo percatandose que Hiparchia estaba mas cerca de lo que creía - Y cuando las raices están podridas, ya el árbol no tiene esperanza - concluyó mirando a Hiparchia como quien dice algo lógico.

- Por ahora solo vine a despejar mi mente, amasar poder y riquezas - entonces volteó y sonrió a Hiparchia - y quizás aprender sobre los misterios del éter, que siempre me ha parecido un tema fascinante. Le preguntaría a Edirian, pero me da escalofrios... es como si un viejo encarnara a un muchacho.

Inara: ... ¿tú eres bueno? quizás podamos practicar un poco de esgrima en la casa.

 - JA JA JA - rió más fuerte de lo que creía - pero luego no te quejes si hago trampa. Es lo que pasa cuando eres mas diestro con un fusíl que con una espada.

Viero había prestado atención a la interacción entre Hiparchia y Gavilano, sin duda parecían ser dos polos opuestos. Lo que le parecía muy gracioso.

- JA JA JA!!

- BRINDEMOS!!

Después de soltar una risa que no tenía nada que ver con el tema, Viero se acercó a Hiparchia y le dijo a Gavilano.

- Por cierto, ten cuidado con tus palabras Gavillano - dijo y tomó un sorbo de vino - no hay peor error que menoscabar el criterio de una mujer de caracter. Siempre saldrás perdiendo.

- ¿Que hay de tí, señorita de Menas? ¿Que te trae hasta Duriel? Si lo que buscas es conocimiento no sabría como podrías conseguirlo de una pandilla de locos. JAAA JA JA.

Allí donde estaba, Viero tranquilamente ya llevaba cuatro copas, dos que había pedido y dos más de algún despistado. Asi que los efectos del alcohol le soltaban un poco la lengua.

Cuando vió a Fantina salir del establecimiento después de Edirian, exclamó.

- ¡Chicos! Andad con cuidado, tenemos que encontrar a nuestros compañeros, no repoblarnos!

Rió entonces hasta que se calmó y mordió otro bocado de su tapa.

Entonces mientras masticaba miró a Hiparchia esperando alguna respuesta a su pregunta.

Hiparchia puso la oreja a mitad de la conversación, así que cuando Viero le buscó con la mirada simplemente asintió, tratando de ponerse al día. ¿Triángulo sin ley? ¿De qué hablaban?

Supongo que sí... -respondió a la metáfora arbórea de Viero. El joven prosiguió. 

¿Amasar poder y riquezas? -miró Hiparchia con suspicacia a su interlocutor, como si dudara de que el hombre estuviese siendo del todo sincero. Unos anhelos demasiado mundanos para una persona tan enigmática como vos. Esperaba un poco más de usted -bromeó mientras apuraba su copa. Del éter olvídate. Podrías malgastar una década tratando de entender sus secretos y con llegarías a ser capaz de hacer levitar una cucharilla de té. Demasiado esfuerzo para una recompensa tan nimia. Señaló con disimulo a Peara. La señorita de Valdebrian te intentará convencer de lo contrario, pero créeme, es una pérdida de tiempo. 

Decidió pasar por alto el comentario de Viero. Estaba claro que había bebido demasiado. Que Gavilano tuviese que andar con ojo poco tenía que ver con que ella fuese hombre o mujer. De todas formas, consideró inútil hacer el apunte. A la pregunta directa no tuvo más remedio que responder. 

-La verdad es que vine a Duriel por el vino. -bromeó, volviendo a llenar su copa hasta una altura considerable. La región de Menas es húmeda, con abundantes lluvias, y los inviernos son duros, con heladas hasta casi la primavera. No es tierra de vid, la uva sufre demasiado. Sólo un necio se dedicaría al negocio del noble zumo. Volvió a dar un largo trago. Una sensación agradable, un ligero calor, descendió desde su nuca hasta el coxis. Quizá estaba bebiendo demasiado ella también. Pero no sólo el vino es bueno aquí en Duriel. Como todo el mundo sabe, los mejores amantes se encuentran al sur, donde la sangre es caliente y la pasión florece donde una menos lo espera...

No miró a nadie en especial, pero más de uno no pudo evitar sentir el rubor en sus mejillas. 

Al cabo de un rato la música se detiene, los tres intérpretes se vuelven hacia el público de pronto. Esta vez quien toma la palabra es el hombre joven, que comienza a presentar una canción.

- Esta melodía está compuesta hace muy poco, y aunque la letra tiene que matizarse, queremos que sepáis que surge del corazón. Priscilla, por favor.

La música que acompaña ahora la letra es triste, suave, melódica. Un canto lúgubre y ronroneante que inunda el local. La gente guarda repentino silencio.

Priscilla comienza a cantar con voz clara y hermosa, una canción que no conocéis y que resuena en la sala por su tono siniestro.

“Sangre en su alma, sus manos, sus venas,

cantan sus ojos mientras la horca espera,

su cuello perlado la añora y desea,

la horca, la horca, que el mal libera.”

“Tañan campanas al sol de la vera,

sonrían los niños de paz venidera,

alegres, seguros de que nada les pueda

cuando diablos en zuecos toman Ordiguera.”

“«Salvadnos, salvadnos» mienten a las puertas.

“Salvadnos, salvadnos”, con voz lastimera

«Salvadnos, salvadnos»  ruegan ahí fuera,

«Salvadnos, salvadnos»  sus lágrimas vuelan.”

“Y allá va el señor, amo de Ordiguera,

y a los diablos niega su alma siquiera,

y así los deja como cuerpos en pena

la hambre y la muerte esperando su cena.”

“Sangre en su alma, sus manos, sus venas,

cantan sus ojos mientras la horca espera,

su cuello perlado la añora, la sueña,

la horca, la horca, que su mal libera.”

“El bravo señor vuelve sin espera,

aplausos le lanzan las gentes de veras,

perpetuo en su gloria imperecedera,

al hombre que había salvado Ordiguera.”

“Más ella ansia su sangre, su pena.

Venganza el Absurdo jamás él deniega,

y oye pues su suplica, la que ella pidiera

de en sus manos dejar que su ira sufriera.”

“Allá en la torre, que nadie la viera

guiada su mano por pura Incoherencia,

alza su arma al cielo, y deja que siguiera

la flecha el camino que el Absurdo dijera.”

 “Y así fue el final del señor de Ordiguera,

a manos de una hija de la misma Incoherencia

y ahora los diablos, en sus tumbas juegan

y ella a la soga, ansiosa, espera.”

“Sangre en su alma, sus manos, sus venas,

cantan sus ojos mientras la horca espera,

su cuello perlado la añora, la sueña,

la horca, la horca, del mal la libera.”

Cuando termina la gente aplaude mortecinamente, nerviosos. La canción es extraña y habla de una noticia surgida hace unas pocas semanas en los noticiarios: el asesinato del barón de Ordiguera. Algunos quizás recordáis el titular, pero ninguno sabe muy claramente lo que ha pasado.

Sea como sea los músicos hacen una reverencia y comienzan a recoger los instrumentos. Parece que la música en directo ha terminado, y todos habéis acabado ya de cenar. Quizás muchos queráis retiraros ya, otros seguir de fiesta, o quizás no, pero sea como sea, todos tenéis el estómago lleno y la noche ya ha caído sobre Duriel.

De pronto, pálida como la muerte, Yria se pone en pie con un gesto de rabia en la mirada.

- A tomar por culo. Voy dormir  - dice y sale a paso rápido de la sala.

Al verla, Corlas parece sobresaltado, observa a su acompañante en el viaje hasta Duriel y haciendo un gesto para excusarle sale tras ella. En la puerta se cruzan con Edirian, que intercambia unas breves palabras con ellos y vuelve hasta reunirse con vosotros.

- Caballeros. Mis señoras – sonríe acercándose hacia las dos gemelas con expresión triunfal y sacando de su chaqueta unas bolsas de papel. Dentro hay dos roscos de naranja, que les entrega a cada una.- Uno es un hombre de palabra, y si me propongo algo, lo consigo. El Preservador me dio mis dones, el Éter mis poderes, pero esto me lo enseñaron mi madre y mi hermana: nunca incumplas una promesa a una dama hermosa.

Gavilano, que escuchaba al resto sonriente mientras daba algunos sorbos a su copa, parecía estar a punto de decir algo en respuesta, pero en el momento que iba a comenzar a hablar, los tres músicos anunciaron una nueva canción, y guardó silencio.

Lo hizo mientras la presentaba, sonriendo. Lo hizo también mientras las notas lúgubres flotaban por la sala acompañadas de una dulce voz que desgranaba palabras que, de algún modo, llevaban consigo una desazón. Y cuando finalmente acabó, el aplauso que el joven rubio dedicó a los intérpretes fue lento y pensativo. Incluso después de que Yria hubiera abandonado el local seguida por Corlas, aguardó, y se mantuvo así hasta que la familiar silueta de Edirian apareció de nuevo entre el gentío.

-Debo sentirme terriblemente traicionado, Edirian. –Contestó Gavilano, acercándose al burgués con una amplia sonrisa. También él había tomado algunas copas de vino, pero el único efecto aparente era aún el leve rubor de sus mejillas y el brillo en sus ojos claros. Lo cierto es que parecía difícil que el alcohol soltara una lengua ya de por sí libre. –Así que realmente consideraríais incumplir las que a mí me ofrecierais.

-Y si vuelves a ver al Preservador, pídele también algunos dones para repartirnos al resto. –Bromeó con ganas, palmeando el hombro del otro joven. –En cualquier caso, yo también había hecho una promesa, el tocar algo de música por mi cuenta en esa terraza del Conquistador. ¿Os apetece cambiar de aires? –Dijo finalmente, mirando al resto de los presentes.

Fue un instante. Mientras se apoyaba en Edirian, la sonrisa de Gavilano se esfumó por un segundo, dejando entrever un gesto de cierta preocupación, y susurró.

-¿Yria estará bien? Parecía como si tuviera algún problema.