Partida Rol por web

El resto de compañeros se mantenían en silencio. Parecía que el caso les había afectado o algo.

-Pues por lo que parece, no podemos tirar mucho más de estos dos puntos. Se me ocurre que mañana por la mañana deberíamos hablar con el señor Minot por un lado, ya que ese el compañero de piso de Charles, y quizá con William Andrews, ya que el retrataba a la señorita Fristiene, y me ha parecido que ella no nos lo ha contado todo...quizá él pueda contarnos algo más. Y el libro... -se queda unos segundos en silencio -quizá también deberíamos comprarlo a ver. A lo mejor nos ayuda a entender algo...

Luego levanta la cabeza, observando a los demás.

- A mí me gustaría estar en la puerta de la tienda donde tienen el libro antes de que abran. Me temo que por el precio que tenía alguien lo compre. Por cierto, - digo mirando sobre todo a Jimmy, - me sigue pareciendo muy extraño que nos hayamos perdido. ¿A ti no?

Era tarde ya, y todos estaban cansados. Pensar en ese pobre muchacho quizá perdido por ahí por culpa de un mal golpe... Pudiera haber estado borracho, o algo trastornado, y haber desembarcado sin atar la barca correctamente. Podía estar ahora mismo sentado calentito junto a un fuego, con todo el mundo buscándole; podía ser ahora una masa hinchada y pálida que los peces iban comiendo poco a poco; podía haber sufrido un mal golpe, y su muerte ser cosa de minutos, por culpa de una prolongada hipotermia...

Las posibilidades pasaban como fantasmas por las cabezas, dejando cada una señales como de hierros al rojo, que eran motivo de constantes gestos, ruidos leves, miradas, comentarios inacabados.

Por fin se impusieron claras las tareas de hablar con Minot, y quizá con más profundidad con Andrews. Y comprar ese libro, por la puede que insensata curiosidad de saber porqué había impresionado tanto al poeta.

Era, sin duda, hora de moverse. Cada uno a su cama. Fuera volvía a nevar.

Al salir, la fuerza de la nevada os impidió daros cuenta de inmediato de lo que había de extraño en la calle. Los pies chapoteaban en la nieve ya muchas veces pisoteada. A todos se os habían mojado los pies en cierta medida, y la impresión era desagradable.

La visión de los enormes copos de nieve cayendo a la luz de la luna daba vértigo. Parados, el movimiento de los millones de puntos blancos, daba la sensación de que estabais en un tren a toda marcha, lo que producía la necesidad de equilibrar con la inclinación de vuestro cuerpo la inercia provocada por el movimiento fantasmagórico y silencioso.

Os llamó la atención una ventana pobremente iluminada, porque, al parecer, el resto de la calle se había quedado completamente a oscuras. Quizá algún problema con la canalización de gas. ¿O en este barrio la luz pública ya era eléctrica?

Las contraventanas del enorme caserón estaban echadas todas, excepto aquella, donde una de las hojas de madera que debían preservar la intimidad y el calor de sus habitantes, daba golpes perezosos por estar mal cerrada y por ser sacudida por aquella fría brisa que hacía a la nieve formar diseños hipnóticos y poco tranquilizadores. La pobreza de la iluminación que dibujaba un perfecto grupo de paralepípedos en medio de aquella alucinante nevada os hizo pensar de inmediato en una vela o candil. Un rostro desdibujado por un cristal excesivamente basto para la hechura de aquella arquitectura miraba hacia la calle. Hacia vosotros. Era el típico gesto del pueblerino que ha, quizá, escuchado movimiento en la calle y se asoma para ver quién anda por ahí a horas tan tardías, y con ese tiempo. Un rostro pálido, seguramente empolvado, con una peluca blanca y lo que parecía el inicio de una casaca roja, antes de desaparecer por las formas que dibujaban el cristal y la luz de la vela o candil que parecía sostener con dos dedos enguantados de blanco.

Tras vosotros todavía se podía escuchar la lejana música del fonógrafo del local que acababais de abandonar. Delante, una visión, una ventana, un ciudadano curioso, que podían pertenecer fácilmente al siglo dieciocho. Con un pequeño esfuerzo de la imaginación podíais imaginar a aquel vecino con zapatos de hebilla, calzas, calzones, tricornio y todo lo demás. Y tomando una pizca de rapé para estornudar con fuerza sobre un pañuelito con puntillas.

Parecía que todo estaba claro ya, mañana echarían un vistazo a aquel libro. Le había parecido ver cosas demasiado raras en él como para no hacerlo, y tenía la siniestra sospecha de que cualquiera que hubiera sido el destino de Charles estaba relacionado con aquellos escritos. Salieron del local a la fría y nevada noche, pero algo no estaba bien... Demasiada oscuridad, salvo en una ventana... Y el hombre que pareció mirarles a través de ella parecía ataviado con ropajes más propios del siglo XVIII que al actual. 

-Que extraño...

El comentario de Jimmy me saca de mis propios pensamientos.

- ¿Tú también lo has visto? Creía que estaba alucinando por el cansancio. ¿Has observado cómo vestía?

El grupo salió al frío exterior para ir a descansar. Mike se había quedado con ganas de saber la historia de Amanda sobre por qué se perdieron, pero las prisas por irse a casa le habían dejado con la historia a medias. Fuera, todo estaba prácticamente oscuro. ¿Había habido un apagón? A excepción de una casa solitaria, donde alguien pareció observarles. Alguien vestido a la antigua.

-Sí, es curioso... -contestó a sus compañeros- parecía de otra época.

Harry se acercó un par de pasos hacia el caserón.

-Por cierto ¿qué os paso? ¿Os perdisteis? -Dijo mientras observaba con más atención.

Esa casa, a pesar de la oscuridad... te das cuenta de que no es la misma que antes de entrar. La estructura general si parece la misma, pero está como más alta con respecto a la calle, y las contraventanas, la cerrajería en general y la fachada no son las mismas.

Y miras hacia donde se supone que debería haber una farola. Está apagada o, quizá, vislumbres una diminuta luminosidad en su interior. Difícil de decir con la nieve y la escarcha que la cubren. Pero no es la misma farola. Ni está en el mismo sitio. Esta sale de una pared, y el trabajo del metal es completamente diferente.

-Sí, parece vestido de otra época...-dijo el marino, sin saber muy bien qué decir al respecto. Desde luego, acercarse a su casa y llamar para preguntarle por qué vestía así le parecía exagerado, así que poco más podían hacer respecto a eso de momento. 

-Eh... Sí, supongo que nos perdimos-dijo, sin saber muy bien como explicarlo-suena tonto, después de tanto tiempo viviendo aquí, pero lo hicimos. 

-Pues sí, es muy curioso que os perdierais en un pueblo en el que habéis vivido toda la vida... -Dijo algo distraído, estaba mirando absorto el edificio.

-¿Os habéis dado cuenta? Esta casa... está como más alta con respecto a la calle, y las contraventanas, la cerrajería en general y la fachada no son las mismas que cuando entramos esta mañana en el restaurante. Y la farola...no es la misma. O al menos no esta en el mismo sitio... Esta sale de la pared y el trabajo de metal es diferente al de antes...

- Da la sensación de que partes del pueblo están retrocediendo en el tiempo, como...

Intento localizar con la mirada la casa junto al precipicio, segura de que mis compañeros saben a qué me refiero.

Jimmy escuchó las palabras de Amanda, girándose hacia ella, para después mirar en la dirección en la que miraba. ¿La casa? Quizás ahora estuviera ahí, el marino no lo sabía. Demasiadas cosas raras pasaban en aquel pueblo, y por algún motivo parecía que siempre se veían envueltos en ellas. 

-¿Qué queréis hacer? ¿Investigamos esta casa tan extraña?

Oh. Maravilloso, decía Fawkes. Es como si hubiéramos retrocedido en el tiempo...

Parecía un poquito fuera de si.

¡Mira!