Partida Rol por web

- Sí, veamos primero esa puerta de hierro - respondió Alek.

No quería admitirlo, pero también se sentía confundido con todo ese asunto. Estaba acostumbrado a luchar contra bestias y animales salvajes, o incluso bandidos, pero no era muy bueno investigando misterios arcanos. 

- Tal vez la maestra de escuela pueda decirnos más - dijo - si es que podemos volver a Niom... -

Taddeus abrió la marcha hacia el interior de la habitación, añadiendo los desperdicios de la bestia y de sus banquetes a su ya tintado calzado, seguido por Alek. Stella y Sam no querían quedarse atrás, peor aun así preferían dejar actuar a sus compañeros. No les agradaba la idea de quedarse solos en el pasillo, peor tampoco les emocionaba la idea de explorar aquel rincón del palacio.

- Puaj, justo lo que me faltaba hoy para terminar de mancar mis ropas con pringues que nunca habría imaginado tocar.- Se quejó la barda, dando grandes zancadas para tratar de pisar lo mínimo posible aquella ponzoña.

- Madre mía, yo podría haber sido cualquiera de estos pequeños esqueletos, si la bestia me hubiese alcanzado ahí fuera.- Comentó el mediano, tornándose ligeramente amarillo mientras trataba de rescatar un cráneo de rata, que deslizó sin muchos miramientos en su zurrón.

El entrenado oido del explorador (casi a la par que el de su compañero cuadrúpedo) detectó un sonido singular a medida que avanzaban, proveniente del otro lado de la puerta, parecía ser un zumbido que iba y venía, puntuado por algo que creía reconocer como el resollar de un anciano o alguien enfermo.

La puerta lucía una basta argolla a modo de tirador y no parecía estar ni cerrada ni protegida por trampa alguna.

Alek se acercó a Taddeus y le susurró. - Tú ya estás bastante golpeado. Dale la antorcha a Stella y abre la puerta, yo me pongo adelante. Si algo ataca, le das con todo. -

El explorador no pudo adivinar la expresión del paladín debajo del casco, pero por las dudas aclaró: - No creas que me hago el valiente, por lo que se escucha parece que es alguien, o algo, herido. Puede ser un prisionero -

"No hay razón para cerrar la puerta si es un prisionero ya que la única forma de salir era a través del monstruo", se quiso convencer. Desenvainó su espada corta. Colmillo, a su lado, gruñó.

- Tu siempre opinas igual, ¿verdad Colmillo? -

Taddeus adivinaba que su rostro estaba enrojecido del esfuerzo y del asco. Afortunadamente sus compañeros no podían verlo, aunque en sus resoplidos se adivinaba el esfuerzo. El suelo de aquel lugar era horrendo, pero debía mantener su mente fija en el objetivo, y en aquel momento el objetivo era la puerta.

Asintió a Alek y alcanzó la antorcha a Stella. Luego desenvainó su espada, e hizo una señal al guardabosques consultando si estaba listo. Cuando le hubo asentido intentó abrir la puerta, cuidandose de no estar en el camino de lo que pudiera salir, pero asomandose para ver lo que había dentro. En aquel lugar daba la sensación que la respuesta a la incógnita podía ser cualquier cosa.

A Stella no le hizo mucha gracia que le entregasen la antorcha, puede que porque pensase que aquello la podía convertir en un blanco fácil, peor aun así, la tomó y se pertrechó tras el paladín, mientras Sam hacía lo propio refugiándose tras ella. 

Taddeus abrió la puerta sin ninguna dificultad, tratando de hacer a un lado, dejando que Alek tomase la iniciativa, pero trataba de mirar de medio lado qué podía ser lo que hacía ruido allí dentro.

Alek, más osado, acompañado por Colmillo, abordó el umbral de la puerta que se había desnudado ante ellos, presenciando una escena que no terminaba de comprender. Era como si aquel espacio estuviese lleno de objetos girando, volando, en torno a la estancia, el zumbido era producido por el violento movimiento de un gran balón de cuero al moverse en una órbita que lo acercaba y alejaba de la puerta. Pero otros objetos creaban zumbidos más pequeños: un hatillo de maderas, un atizador, una capa andrajosa, un tronco, un ladrillo... Todos girando salvajemente en una danza imposible para aquellos objetos.

Pero cuando uno de los objetos acertó con su movimiento al hueco recién abierto por los exploradores, este salió despedido del cuarto por efecto de la fuerza centrífuga. Se trataba de un libro sin cubiertas que terminó golpeando el brazo con el que Alek se cubrió el rostro. Peor siguiendo su ejemplo, otros objetos fueron arrojados, chocando contra el suelo, las paredes, el codo de Stella... Y el casco de Taddeus, que casi sonó como un gong al ser golpeado por una bola metálica. El paladín sintió un fuerte mareo, viendo cómo todo se tornaba azul a su alrededor al tiempo que casi perdía el equilibrio.

- ¡MALDITOS! ¿QUÉ LE HABÉIS HECHO A ODON? ¿QUE LE HABÉIS HECHO?- Se escuchó una voz envejecida proveniente del cuarto.

Donde antes estaban Alek y tus amigos todo parce haberse torcido. Ahora ves a infieles rabiosos, armados, portando un estandarte con el símbolo de Ashur trazado con excrementos.

¿De dónde habían salido aquellos infieles? Quienquiera que mancillace el nombre de Ashur debía ser castigado. Taddeus apretó fuerte su mano con el puño de la espada y su bíceps derecho se preparó para la estocada. Pero de repente pensó ¿De dónde habían salido? ¿Y dónde estaban sus compañeros? Algo no cuadraba...  Trató de resistirse y darle un poco mas de vueltas en su cabeza antes de actuar

Taddeus se volvió hacia Alek y sus compañeros, acero en mano, pareciendo reaccionar de manera extraña, como si fuese a atacarlos, con la furia de sus ojos casi emitiendo luz desde detrás de su yelmo, pero el paladín terminó por bajar el arma mientras desterraba oscuras imágenes de su cabeza, recobrando una visión de la realidad que había parecido perder por unos segundos, pero aun así parecía aturdido, confuso, como si el volver a sus cabales se hubiese cobrado una buena suma de sus magulladas neuronas. Sus compañeros no sabían que se le había pasado por la cabeza, pero supieron que no querían volver a ver aquella ira enfocada en su dirección nunca más.

Lo que sea que haya afectado a Taddeus podía ocurrir otra vez, así que Alek no podía darse el lujo de perder tiempo. Aprovechando su posición se abalanzó dentro de la habitación, espada en mano, tratando de llegar al origen de la voz, esquivando el torbellino de objetos voladores.

- ¡Basta! - gritó el explorador, irritado - ¡Detén esta tontería o te las verás con nuestro acero! -

Taddeus recobró la calma tras mucho esfuerzo. Algo dentro de él todavía lo hacía dudar, pero su férrea voluntad se impuso, a costa de quedarse de pie como una estatua, agradeciendo que Alek tomara la iniciativa, él debía tomarse unos momentos para volver en sí y enfocarse en el objetivo, que era descubrir dónde estaban los niños. Mientras Alek hablaba, se repetía su misión como un mantra dentro de su cabeza.