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La Compañía Negra 2: La Puerta de Galdan.

La Compañía Negra 2: La Puerta de Galdan: Epílogo Final.

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14/02/2017, 22:08
El Cráneo de Plata.

LA COMPAÑÍA NEGRA 2: LA PUERTA DE GALDAN: EPÍLOGO FINAL.

La noche del Noveno día del mes del Pie del año 202, se celebró la Asamblea General de la Duodécima Compañía Libre de Khatovar para elegir a un nuevo Capitán tras el fallecimiento del Capitán-Analista en la Batalla de Galdan.

Matagatos, hasta entonces Cabo y líder de los Hostigadores, fue elegido Capitán por más de diez votos de diferencia con el segundo contendiente, el Viejo Capitán, y por más de veinte con respecto al tercero y último, el Soldado Preocupado, miembro de la Escuadra Barril de la Infantería.

Una de sus primeras decisiones es nombrar Teniente al Viejo, que acepta inmediatamente.

Asciende a Lengua Negra al rango de Analista, con lo que queda completado el cuadro de Oficiales de la Compañía.

Se debate brevemente la opción de fusionar Hostigadores con Campamenteros, pero finalmente se decide mantenerlos como escuadras separadas.

A propuesta de Lengua Negra, Piojillo es nombrado líder de los Campamenteros, aunque de momento no es ascendido a Cabo, tendrá que ganárselo. Piojillo podrá designar un Segundo de los Campamenteros.

El Pelotón de Exploradores queda disuelto por ahora, igual que la Escuadra Ballestero de los Reservas. Frontera y Ballestero son transferidos a los Campamenteros.

Se aprueba la permuta entre Derviche y Desastre. Antes, Derviche es castigada por haber amenazado la vida de Lengua Negra, recibe diez latigazos de Piojillo.

Derviche pasa a ser miembro de la Escuadra Barril, mientras que Desastre se integra en los Campamenteros.

El Recluta Dolor es transferido de los Dolorosos a la Escuadra Barril, a petición del Cabo Barril.

Khadesa la Quinta, pese a ser personal no combatiente y Seguidora de Campamento, sigue estando asignada a la Escuadra de Hostigadores, a la que acompañará en todo momento, aunque con instrucciones de mantenerse en retaguardia, sin entrar directamente en combate.

El Cuadro de Magos se reajusta automáticamente por antigüedad. Sedoso pasa a ser el Primer Mago de la Compañía, Caratótem el Segundo y Serpiente el Tercero. Todos saben que Serpiente es de lejos el más poderoso de los tres, pero el fiasco en el ritual del Señor del Dolor durante la batalla, del que muchos culpan al exceso de soberbia y de confianza en sí mismo de Serpiente, hace que a todos les parezca bien que siga jerárquicamente por debajo en el Escalafón de los otros Magos más veteranos.

Aunque algunos argumentan que el contrato de la Compañía para con Cho’n Delor ya ha sido cumplido con la toma de la Fortaleza de la Puerta de Galdan, el Capitán Matagatos decide que no es así, que el cometido del contrato es la conquista o aniquilación del Reino Pastel. En esto recibe el pleno apoyo del Teniente Viejo, de Portaestandarte, y de muchos otros.

Ponzoña es ascendido al rango de Cabo y nombrado líder de los Hostigadores. Duda por un momento en nombrar a Campaña como su Segundo, pero finalmente opta por funcionar sin un Segundo al mando nombrado oficialmente.

Una semana después de la Asamblea, el Chambelán de las Cuchillas visita a las tropas en la Fortaleza de la Puerta de Galdan. El Capitán Matagatos le informa de lo sucedido en la Batalla.

El Chambelán de las Cuchillas promete una línea continua de suministros y nuevos refuerzos para la Compañía, en la forma de los Mercenarios Independientes y de tropas adicionales de los Comunes de Cho’n Delor. Además, en unos tres meses más se espera una nueva promoción de Reclutas para la Compañía, la Segunda de Dolorosos, lo que aumentará las fuerzas de la Compañía Negra en cincuenta efectivos más.

El Chambelán transmite también las nuevas órdenes para la Duodécima. Gracias a los esfuerzos del propio Matagatos, muchos se encuentran razonablemente recuperados para volver a la lucha. Las órdenes son volver a presionar en el ataque. Atacando primero pueblos y aldeas para cortar los suministros de comida a las tres principales ciudades del Triplete, y a continuación sitiar y aislar éstas para que no puedan comunicarse ni reforzarse entre sí.

Las instrucciones con respecto a los no muertos son en principio dejarlos actuar contra los defensores del Reino Pastel, pero eliminarlos cuando supongan una molestia o ya hayan cumplido su función. Son un arma, un arma contra el Triplete, que puede volverse contra Cho’n Delor y la Compañía Negra, por lo que es mejor inicialmente mantener la distancia y dejar que ambos enemigos se desgasten entre sí, para finalmente entrar y acabar con el que haya quedado en pie.

Durante un mes, la Compañía avanza por territorio del Reino Pastel, tomando una aldea tras otra, un pueblo tras otro. En general es tarea fácil, pues los muertos ya han allanado el camino, eliminando o debilitando a los defensores. Cuando llega la Compañía primero los Arqueros cubren el cielo de flechas, con el apoyo de los Campamenteros. Después, siempre avanzan Hostigadores y la Infantería, sofocando cualquier foco de resistencia que pudiera quedar, exterminando a los supervivientes, ya sean vivos o no muertos.

Cada semana, la lucha se vuelve más cruel, pues son muchos los que sienten un odio enconado hacia el Triplete y las venganzas se vuelven sádicas y crecientemente inhumanas. La Oscuridad ha llegado, y con ella la Compañía Negra.

Con casi todas las aldeas exterminadas o evacuadas, la Compañía se enfrenta, con apoyo de los Independientes y los Comunes, a la primera oposición seria: las tropas de elite del Triplete, los Guerreros del Cielo, y la caballería de los Dolientes.

En estas terribles batallas la ferocidad sanguinaria del Viejo y de Portaestandarte resulta decisiva, junto con el poder brutal del Mercenario Independiente Golkas el nar, de su líder Sierra, y la creciente habilidad con las armas de los Hermanos Juramentados de la Compañía, en especial Hostigadores e Infantería.

Como un incendio de verano, la maldad y la crueldad extrema se extienden por toda la Compañía. Desde el torturador Sedoso, el más vil de los hombres, al racista Caratótem, el sadismo es un mal contagioso que se va extendiendo de unos a otros. Pronto es compartido por la Caballería, y por las Escuadras Lemur y Mostaza.

El miedo y el odio se funden a partes iguales en la voluntad colectiva del Triplete. Las tres ciudades aúnan todas sus fuerzas y hechicerías y crean una barrera mágica impenetrable un escudo de luz blanco-azulada que se extiende como un gigantesco triángulo alrededor de las tres ciudades: la Ciudad de las Panteras, la Ciudad del Dios Elefante, y la Ciudad Pastel. Es una barrera que tiene un coste espantoso, pues docenas de ciudadanos tienen que sacrificar sus vidas entre horrísonos gritos para mantenerla en pie, alzándose desde muchos metros bajo el suelo hasta una gran altura.

Los brujos y hechiceros de las tres ciudades suman su saber al del Irredento Hermano y tantos otros poderosos hechiceros, derivan sus nigromancias de las líneas geománticas de poder, e incluso roban irresponsablemente poder la línea de monolitos, desequilibrando su poder de contención y haciendo que, en muchas zonas, las Tierras Salvajes avancen y el propio suelo comience a mutar en formas extrañas e inquietantes, como una sopa burbujeante.

Serpiente canaliza numerosas veces su poder hacia las barreras mágicas del Triplete, tratando de sobrecargarla, al tiempo que el Viejo y Portaestandarte realizan sacrificios y rituales oscuros al objeto de derribar la protección. Más y más supervivientes del Reino Pastel son traídos para ser ofrecidos como sacrificio al Señor del Dolor, y cuando se comienzan a acabar, van trayendo esclavos y ciudadanos cautivos de Cho’n Delor y de lugares más allá, como Dádiz e Idón.

Una noche Portaestandarte se enfrenta finalmente a Último Inmortal y junto con los poderes sombríos del Viejo ambos logran capturarlo y ofrendar su alma imperecedera a los poderes más oscuros y siniestros de la tierra.

Esa noche la barrera mágica que rodea las tres ciudades comienza a vibrar y a pulsar en una poderosa onda creciente que causa terremotos y llameantes simas ardientes. El poder parece ir en aumento en lugar de disminuir.

En un raro momento de lucidez, Portaestandarte le entrega la Lanza de la Pasión a Matagatos y le conmina a que huya junto con aquellos Hermanos que aún no han sucumbido a la locura. El Viejo le ataca y desgarra su carne en un momento de rabia extrema, derramando su vida por el suelo terroso, acre y oscuro del Reino Pastel, que comienza a cubrirse de humo y llamas apocalípticas.

Matagatos se enfrenta al Viejo, pero entonces, gran parte de los Mercenarios Independientes y varios Hermanos de la Caballería, Infantería y Arqueros se transforman en criaturas hambrientas, algunas con garras y colmillos, más semejantes a bestias que a hombres, otros con bocas babeantes que parecen gusanos.

Lengua Negra insta a Matagatos a huir, y éste finalmente accede, portando el estandarte y conduciendo a quienes todavía son humanos hacia el Oeste. Hostigadores, Campamenteros y Escuadra Barril les siguen, manteniendo su lealtad hacia el Estandarte de la Compañía, hacia el nuevo Capitán, Matagatos, y hacia el Juramento de Hermandad de la Duodécima.

Las fuerzas leales a Matagatos emprenden la retirada, aunque la mayoría de caballos enloquecen y descabalgan a sus jinetes, acabando después atrapados por los monstruos sedientos de sangre, que devoran sus vidas sin compasión.

Las ondas pulsantes de la barrera mágica que rodea las tres ciudades crecen en intensidad y violencia, tal vez alimentadas por la sangre derramada del Portaestandarte y por la cacofonía de energías violentas desatadas. Las tres ciudades explotan en una colosal explosión blanca. La onda expansiva comienza a causar una extrema devastación jamás vista en todo el terreno, que se cubre de grietas llameantes y de sofocantes vientos huracanados sembrados de infinidad de rayos.

Parece el fin del mundo, aunque en realidad es sólo el final del Reino Pastel, de Cho’n Delor y de vastas partes de la Gran Sabana y tierras circundantes.

El fuego y los gritos de la tierra rodean a los supervivientes de la Compañía, las llamas han alcanzado a los antiguos aliados y Hermanos convertidos en monstruos, pero ahora amenazan con devorar a los últimos leales al Juramento.

Siguiendo un extraño instinto, Matagatos estrella la Lanza de la Pasión contra una gran roca, partiendo la misma, y sumiendo el mundo en una cegadora luz resplandeciente, al tiempo que la Lanza y el Estandarte desaparecen.

Por un momento se siente un calor insoportable como si la sangre de todos los presentes hirviera y se evaporase, después hay una sensación de infinita caída antes de que Hostigadores, Campamenteros y hombres de Barril caigan a unas frías aguas poco profundas. Pronto la mayoría hace pie y pocos corren verdadero riesgo de morir ahogados.

El agua fría llega por la cintura y el cielo parece cubierto de heladas nieblas y velos de sombra. Entonces, cuando todo parece más desesperado, el Sol se eleva desde el Este (o lo que pudiera ser el Este) iluminando el lugar, un gigantesco lago, y hacia el Oeste (lo que pudiera ser el Oeste) se atisba tierra. Tierra y seguridad, y la promesa de un nuevo comienzo.

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15/02/2017, 09:38
Lombriz.
Sólo para el director

En construcción...

- Tiradas (2)

Notas de juego

Resistirse a contagiarse del ambiente de depravación 2+6=8, No ha sido pifia por los pelos pero en cualquier caso, no se resiste nada de nada y va a ser un epílogo depravado.

"Sabor" del epílogo 4:
Diamonds—Desire:
Tell a tale about something your
hero wants (or already has). It might be a material
possession, recognition, a political goal, or even a trip
he wishes to take to some amazing destination.

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17/02/2017, 06:04
Preocupado, Pelotón de Infantería, Escuadra Barril.

La felicidad nunca duraba mucho en la vida de Preocupado, eso era algo que había aprendido desde que era un niño, pero aquella vez al menos había disfrutado de un par de días de tranquilidad. Plumilla había sido la culpable de aquel pequeño cambio, la campamentera que los espíritus habían puesto en su camino le había contagiado con un poco de su alegría. La visitó durante su convalecencia en la tienda de los heridos y la ayudó durante su recuperación mientras poco a poco se iban conociendo. Claro que ciertamente los espíritus no obraron en solitario, no podemos dejar en el olvido las importantes intervenciones de su amigo y Hermano Lagrimita, así como las de su guía espiritual y consejero Caratótem, sin ellos quizás todo aquello no habría sucedido.

Y mientras dividía su tiempo entre Plumilla, ayudar en la tienda de los heridos por las mañanas y al Cabo Barril por las tardes, llegó la importante noche de la votación para elegir a un nuevo Capitán.

Al principio tan solo se preocupaba por el rumbo que tomaría la Compañía Negra bajo el mando de Portaestandarte, el único que parecía tener capacidad para liderarlos, aunque como en la anterior votación Preocupado tenía sus reservas sobre las decisiones que podía tomar. La aparición del antiguo Capitán lo revolucionó todo y la votación se volvió un tanto caótica y sorpresiva, sobre todo cuando el mismo Preocupado fue llamado a ser uno de los candidatos. Aceptó, por respeto a la sabiduría de Caratótem y por intentar cumplir la voluntad de los espíritus, aunque estos siempre eran misteriosos y difíciles de interpretar, por eso la votación acabó ganándola el Cabo Matagatos con cierta ventaja.

El infante estaba preocupado por el resultado y el rumbo que podrían llevar las cosas. Ciertamente ninguno de los otros candidatos le convencía por diferentes motivos, pero si la voluntad de los espíritus había sido esa debía respetarla, y si los espíritus malvados habían sido los responsables era mejor que todos se prepararan para el funesto futuro que les esperaría.

La Compañía Negra se reorganizó rápidamente. Debía admitir que los cambios tenían mucho sentido y que además habían sido muchos menos de los que se esperaba, lo cual era bueno pues corrían el riesgo de estropear cosas que ya estaban funcionando bastante bien. En el caso de la infantería el cambio entre Derviche y Desastre fue lo más destacable. Le preocupaba la presencia de la mujer en el pelotón, tenía un carácter fuerte y más de una vez había chocado con algunos compañeros, pero la recibió como una más intentando limar las diferencias y fijarse más en lo que los unía que en lo que los separaba. Allí también fue fundamental la influencia cada vez mayor de Plumilla en su vida, ahora veía a las mujeres desde otro punto de vista y aunque ninguna se podía comparar a la pequeña campamentera al menos las toleraba mejor a su alrededor.

Otro motivo de celebración era el ascenso de Caratótem como segundo mago de la Compañía Negra, el chamán poco a poco iba acercándose a ocupar el puesto que por derecho le correspondía pues nadie como él velaba por los intereses de todos, solo había que mirar a los otros dos magos, era mejor ni pensar en ellos si uno no quería verse afectado por una gran cantidad de mal yuyu.

Preocupado comenzó a entrenar a Plumilla, estaba claro que su físico no le permitiría entablar ningún combate cuerpo a cuerpo en igualdad de condiciones con casi nadie, así que optaron por practicar el tiro con arco, así podría mantener a distancia a los enemigos y apoyar a sus compañeros, también le intentó enseñar algún movimiento básico de ataque y defensa con armas cortas, nunca se sabía cuándo podía hacer uso de ellos, aunque le preocupaba que llegara el caso. Ciertamente la mejor protección que Plumilla tenía era el amuleto que Caratótem le había preparado con el abalorio, con el los espíritus la protegerían siempre y así no tendría que estar tan preocupado por ella, aunque ciertamente seguía estándolo.

La Compañía Negra no abandonó su contrato con la toma de la fortaleza de Galdan, Preocupado se contaba entre los que apoyaban la opción de que llegados a este punto ya habían servido suficiente al Señor del Dolor, pero el Capitán Matagatos y los mandos decidieron seguir adelante. No tardó mucho en aparecer El Chambelán de las Cuchillas con sus promesas de suministros y refuerzos, por supuesto Preocupado no se fiaba.

Seguramente todo lo que venga estará maldito, como la mayoría de las dádivas. Esto solo puede ir a peor.

Tras aquello la movilización era inminente, se notaba en los preparativos y en la prisa por que todos los luchadores estuvieran disponibles.

Durante un mes se estuvieron adentrando en el territorio enemigo, un trabajo fácil pues se trataba de pueblos y aldeas pequeñas y que apenas habían resistido el paso de los muertos, a estos intentaban evitarlos y dejarlos vivos con la esperanza de que se ocuparan de algún enemigo desgraciado. Sin piedad y con una gran eficacia la tierra se iba vaciando a medida que la Compañía Negra avanzaba si se encontraban con alguien, simplemente lo exterminaban, no se hacían prisioneros.

Cuando acabaron con los pueblos y aldeas se encontraron con lo que el Triplete consideraba sus tropas de élite: Los Guerreros del Cielo y la caballería de los Dolientes. Iba a ser una lucha encarnizada tras la cual el bando ganador saldría muy reforzado.

Preocupado pidió la ayuda de los espíritus como siempre hacía y habló con Plumilla la noche antes de entrar en combate.

-Mañana debes tener mucho cuidado, recuerda lo que has aprendido, quédate por detrás de tus compañeros y apóyalos con el arco, pero no te quedes demasiado atrás, me preocupa que algún enemigo herido pudiera atacarte. Si tu pelotón se ve sobrepasado intenta buscar el apoyo de la escuadra más cercana o retrocede hacia el campamento. Y no te olvides de tu amuleto, llévalo siempre encima.

Le preocupaba la seguridad de la pequeña K'Hlata y durante el combate no podría cuidar de ella, solo podía confiar en los espíritus.

Fueron varias batallas, largas y cruentas, donde tuvieron que esforzarse al máximo para resistir los envites del enemigo, claro que ellos también luchaban con fiereza y atacaban el centro de la formación enemiga. El viejo Capitán resultó ser un feroz combatiente gracias a lo que fuera que le había hecho el Señor del Dolor, también Portaestandarte como siempre y algunos de los mercenarios. Las batallas sacaban lo peor de cada persona y aquella pareció poner al límite a más de uno. Preocupado encontraba consuelo tras cada una en Plumilla, a la que encontró viva y atendiendo a los heridos gracias a la protección de los espíritus. Pero el cambio en la gente era evidente, incluso Caratótem comenzaba a comportarse raro y eso le preocupaba, por eso de vez en cuando intentaba animar a sus compañeros de escuadra.

-¿Cómo estáis Hermanos? ¿Alguno está herido? Yo puedo vendaros o lavaros las heridas y si es más grave Lagrimita puede echar un vistazo ¿Verdad Hermano? Si no tendréis que acudir a Plumilla o Matagatos. Me alegra que sigamos todos vivos. He visto volver a Desastre con los Campamenteros, nuestro hermano también sigue vivo. -Había que buscar algún motivo de alegría para levantar el ánimo, aunque en general el ambiente era muy funesto.- Creo que no podrán aguantar mucho más, quizás mañana podamos romper sus filas y acabar con ellos. Derviche, lo estás haciendo bien Hermana, pero no olvides de seguir las indicaciones del Cabo Barril, debemos confiar en él, hasta ahora nos ha mantenido con vida.

Finalmente consiguieron vencer a las tropas del Triplete y el camino hacia las ciudades quedó libre. Eso hizo que se desatara el temor en ellas y que unieran sus fuerzas para levantar una gran barrera mágica que les protegiera, pero incluso para eso el coste que debían pagar en vidas era muy alto.

La magia negra y oscura estaba por todos lados y ambos bandos hacían uso de ella para intentar derrotar al otro. Preocupado se refugiaba en sus plegarias a los buenos espíritus y en su amuleto, pero sentía que nada era suficiente ante el poder malvado que les rodeaba, se temía que algo malo iba a pasar.

La lucha entre Portaestandarte y el Último Inmortal llegó a su fin, esta vez nadie pudo detenerlo y Preocupado vio horrorizado como con la ayuda del Viejo Capitán le vencían y lo sacrificaban para desequilibrar la balanza.

No, no pueden matarlo, los espíritus no quieren eso. Ya impidieron una vez que pasaran pero ahora... Si lo matan sucederá algo terrible.

Con el sacrificio consiguieron que la barrera mágica de las ciudades desapareciera, pero también desencadenaron algo mucho peor, algo que los espíritus habían tratado de evitar y que ahora asolaría la tierra. Portaestandarte dejó la Lanza de la Pasión en manos de Matagatos antes de ser atacado por el Viejo Capitán que se había vuelto definitivamente loco. Matagatos vio como su padre era derrotado y muerto, debía vengarse y parecía dispuesto a hacerlo cuando la maldad se desató.

Fue horrible ver a aliados convertirse en horribles criaturas, la gente que se había dejado llevar por la locura, por el Señor del Dolor, se transformó en monstruos. Lengua Negra y Matagatos ordenaron la retirada. En aquellos momentos la huida era lo único posible. Preocupado buscó a Plumilla y la tomó de la mano.

-¡Vamos! ¡Corre! Debemos buscar a Caratótem y ponerlo a salvo!

El caos era total y los amigos y Hermanos de repente se convertían en enemigos. Contempló horrorizado como Caratótem se transformaba en uno de aquellos monstruos y de su cuerpo comenzaban a salirle tentáculos y unos enormes colmillos de la boca. Durante un momento se quedó paralizado sin saber qué hacer, fue la voz del propio chamán la que lo espabiló.

-¡Corred, no podré controlarlo durante mucho tiempo, debéis salvaros!

Los monstruos estaban cada vez más cerca y pronto los atraparían. Caratótem, o lo que era ahora, comenzó a luchar contra los primeros que se acercaban dándoles un precioso tiempo para escapar. Preocupado era consciente de que no duraría mucho y aunque ya era tarde comprendía el sacrificio que el chamán había hecho por todos.

Lo sabía desde el principio, lo sabía y no me dijo nada para que no me preocupara. Dejó que el poder oscuro entrara en él para poder usarlo en su contra y darnos a todos una oportunidad. Ni siquiera le di las gracias.

Preocupado corría con lágrimas en los ojos, Caratótem había sido un padre para él y no volvería a tenerlo a su lado. Al menos se encargaría de que todos supieran el sacrificio que había realizado para que todos pudieran huir. Tiró un poco de Plumilla para ir más rápido.

-¡Debemos buscar a Rastrojo! ¡Es importante, debo salvarlo!

Sabía que cuando Caratótem faltara sería Rastrojo el guía espiritual de la Compañía Negra, ascendería a chamán, y él había dado su palabra de prometerlo, no pensaba abandonarlo entre todo aquel lío y fallar a Caratótem después de lo que había hecho. Lo localizó junto a un grupo de rezagados que seguían el estandarte y estuvo tentado a cogerlo de un brazo para que no dejara de correr y se aproximara lo más posible a la cabeza del grupo alejándose de las monstruosidades que los seguían. Pero no debía tocar a un chamán, eso estaba prohibido.

-¡Corre Rastrojo! ¡Como si fuera lo último que vas hacer, que será lo último si nos alcanzan esas bestias! -Apoyó su escudo en la espalda del chamán para imprimirle un mayor impulso a su carrera, no era la primera vez que lo hacía, aunque la anterior lo había usado de apoyo para evitar que el chamán lo tocara al compartir montura.- ¡Vamos! ¡Vamos! ¡Estamos cerca!

Le preocupaba que a pesar de poner tierra de por medio y alejarse de allí las bestias terminaran por atraparlos, pero tampoco podían hacer mucho más.

Si se acercan dejaré a Plumilla y a Rastrojo y les plantaré cara, así al menos ellos tendrán un poco más de tiempo.

No hizo falta, muchas monturas enloquecieron y fueron quedando atrás, las bestias que los perseguían las devoraban cuando las iban encontrando y eso les daba algo más de tiempo en su huíia, pero le preocupaba que pronto comenzarían todos a cansarse.

Detrás de ellos la magia desatada cada vez hacía mayores destrozos. Sintieron tres grandes explosiones, una por cada ciudad y como el suelo se abría en grandes grietas a su alrededor. Después vino el fuego, al principio era solo un gran resplandor que se acercaba, alcanzó a las criaturas que los perseguían y acabó con ellas, pero pronto llegaría también hasta ellos, sin duda estaban ante el final de sus vidas y de la Compañía Negra.

En un arranque de rabia o inspiración, nunca lo tuvo claro, vio como Matagatos rompía la Lanza de la Pasión contra una gran roca. Provocó una gran luz que lo cegó por completo, aunque vio como lanza y estandarte desaparecían. Solo sentía la mano de Plumilla fuertemente agarrada a la suya y como la sangre se le volvía cada vez más caliente, sin duda iban a quemarse, como todo aquel mundo gracias a la magia negra desatada. Solo los espíritus podían salvarlos, pero quizás les había llegado el momento de subir a las praderas infinitas, allí cazaría junto a Plumilla y volverían a encontrarse con Caratótem.

Y entonces cayó, lo cual le preocupaba mucho porque se suponía que debía ascender. ¿Que había hecho para que los espíritus decidieran que tenía que ir en la dirección contraria? ¿Había ofendido a los espíritus de alguna forma?

Sintió el frío del agua, y manoteó intentando mantenerse a flote, durante algún momento de la caída la mano de Plumilla se le había escurrido. Se dio cuenta que hacía pie y se levantó mientras miraba a su alrededor preocupado.

¿Qué es esto? ¿Dónde estamos?

Comenzó a ver a sus compañeros, todos los que habían huido estaban allí, la mayoría comenzaban a levantarse, los que llevaban armaduras más pesadas les estaba costando pero pronto alguien les tendía una mano. Vio el rostro de Plumilla emerger y tomar aire. Sonrió y olvidó por un momento sus preocupaciones mientras corría hacia ella y la abrazaba.

-¡Estás viva! Me preocupaba que... ¿Estás bien?

Miró a su alrededor, no reconocía ese lugar ni sabía cómo habían llegado hasta allí, pero era muy distinto a nada de lo que había conocido hasta el momento. Desde donde estaban se veía la orilla del lago, ahora iluminada por el sol que subía hacia el horizonte. Era un nuevo amanecer. ¿Ese era el regalo de los espíritus? ¿Un nuevo comienzo para todos?

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17/02/2017, 13:22
Desastre.

Dos días después de que el Gran Tigre perdiese la vida nació un niño. Era un niño sano, grande y fuerte que sin duda se convertiría en uno de los mejores guerreros de las últimas generaciones. Un día después nació Tigre Esperanzado.

Estar siempre a la sombra de Garra, el tigre reencarnado, hizo que Tigre Esperanzado, o Huesito como todos le llamaban, acabase teniendo un carácter hastiado. Las constantes alabanzas hacia la habilidad de Garra y las constantes comparaciones que le hacían a Desastre cuando se encontraba entre los miembros de su tribu empujaron a Desastre a adentrarse en la Sabana para alejarse del mundo.

Así aprendió muchas de las cosas que sabe hoy en día, observando los distintos tipos de animales aprendió la belleza que se escondía en su interior, aprendió sus distintos comportamientos y a saber cuándo estaban asustados, hambrientos, cuándo iban a atacar o cuándo estaban simplemente avisando para que retrocedieses. Con ayuda de su madre aprendió también distintas plantas y sus nombres, sus usos, cuáles eran venenosas y cuáles eran beneficiosas... Convirtió la naturaleza en su hogar y aprendió a moverse por ella como un animal más.

Cuando llegó el decimocuarto día de su nacimiento su padre decidió dar a Tigre Esperanzado otro nombre. De la misma forma que sacrifican al más débil ante el tigre para que se reencarne en un tigre y recobre algo de su valor, el padre de Tigre Esperanzado decidió sacrificarle a él. Sin piedad ni pregunta, su padre le regaló el nombre de Sacrificio Afortunado y lo mandó a ingresar en las filas de la Compañía Negra con la esperanza de que se convirtiese en un gran guerrero.

Debía enfrentarse solo a un viaje que muy pocos eran capaces de completar y, si sobrevivía, debía conseguir entrar a formar parte de la legendaria Compañía Negra. Toda una prueba de determinación y carácter que sólo alguien digno de un Tigre sería capaz de hacer.

Pero el joven que había llegado hasta allí no era el mismo joven que había abandonado la tribu Carnaza de Tigre. Aquellos meses en la sabana lo habían vuelto más salvaje, más animal. Era el día tres del mes del Antílope cuando Huesito fue aceptado como aspirante de la Compañía Negra. En tres meses sus capacidades combativas le hicieron ganarse un puesto como Recluta. Pero esos meses no sólo le sirvieron para ganarse un puesto de Recluta, también le sirvieron para ganarse un mote y comenzar a labrarse una reputación. Su carácter hastiado y asalvajado le hacía incapaz de comprender la necesidad de la formación y la fanfarria que tanto parecía gustarle al Sargento Gulg, que siempre se refería a él como Desastre y, pronto, todos los demás siguieron su ejemplo. Muchos de sus compañeros le creían idiota por pasar todo el día mirando al horizonte, a la sabana en la que dejó una parte de su alma y a la que espera regresar un día reencarnado en tigre.

En tan sólo tres meses Desastre fue aceptado como Recluta, era un gran guerrero pero todos los rituales sociales de la Compañía eran demasiado para él. Pasó casi un año como Recluta, en ese año Desastre pasó algo más de tiempo con los demás Reclutas. Sobre todo con Preocupado. El primer día que hablaron, Desastre estaba sentado con la mirada perdida en el infinito cuando Preocupado se sentó a su lado a hablarle de lo mucho que le preocupaba algo. Había tardado un momento en darse cuenta de que alguien se había sentado junto a él y algo más en empezar a escuchar de que le estaba hablando aquel Caimán Negro. Eran un idiota y un pesimista a los que nadie más tomaba en serio y tal vez eso fue lo que les unió. Desastre no tardó en darse cuenta que la sabiduría que escondían casi siempre las palabras de Preocupado y decidió que escucharlo no le haría ningún mal.

También se llevaba bastante bien con Pietorcido, un Recluta que llevaba algo más de tiempo que él en la compañía y que antes de que se cumpliese un mes del ascenso de Desastre a Recluta juró su capa. Pasó bastante tiempo hasta que Desastre consiguió convencer a Pietorcido de que fuese su Hermano de Capa y, desde que lo convenció, tardaron aún un par de semanas hasta que Desastre entendió todos los detalles del Juramento y el simbolismo que lo rodeaba. 

Desastre llegó a la batalla de los Tres Castores como un Hermano de capa, un Soldado digno de la compañía. Un Soldado Nuevo, pero un Soldado al fin y al cabo. Se situó junto a su escuadra delante de la Caballería mágicamente ocultada haciendo el cebo perfecto para que el plan de Capitán surtiese efecto y llegado el momento se abalanzó a la batalla sin miedo a la muerte, luchando con ferocidad y garra. Tanto fue así que se separó de Preocupado junto a quien había comenzado luchando y llegó hasta el templo en llamas. Se paró un momento a mirar el fuego, obnubilado por su belleza y a sus oídos llegó una voz.

Alguien en el interior del templo pedía ayuda a gritos y Desastre no dudó en entrar. Sacó como pudo a un Recluta de la Compañía, Lengua Negra y le pidió ayuda a Lagrimita para sacar a Mentiroso. Luego los cargaron hasta donde estaba Tragasapos y este decidió que debían ir al lugar donde formaban los Hostigadores. Había participado en la batalla de forma notable, apenas había sido herido y había salvado la vida a un par de Reclutas. Desastre estaba contento.

Su éxito en la batalla no tardó en extenderse entre los Reclutas y uno llamado Peregrino le pidió que se convirtiese en su Hermano de Capa. Era todo un honor para alguien como él aceptar eso. Pero no todo tras la batalla fue una alegría. Pietorcido, su Hermano de Capa, había fallecido así como su compañero de pelotón Lanzadardos. Preocupado le pidió por favor que diese sepultura a Lanzadardos y Desastre no dudó en encargarse de ello. 

Orgulloso de su buena memoria y de como había aprendido el ritual del Juramento de la capa, Desastre no dudó en explicárselo a Peregrino. Peregrino sujetaría la capa haciendo el papel que había hecho Pietorcido y él se arrodillaría delante como ya había hecho una vez. Todo era sencillo. Sólo se olvidó que esa vez era él quien hacía el papel de Pietorcido y Escupeserpientes tuvo que recordárselo cuando se encontraba arrodillado delante de toda la Compañía. Podía ver las sonrisas en los rostros de todos los presentes, pero no dijo nada. Se levantó ocupando su lugar y terminó la Ceremonia sin mayores altercados. 

Desde ese momento, el paso de Desastre por la Compañía no había tenido nada de destacable. Ansiaba tener un mayor contacto con la naturaleza y los animales a los que tanto extrañaba. Había combatido siempre que se le había dado la oportunidad, había entrenado duro para convertirse en un gran guerrero y había trabajado en sus ratos libres en los establos tan solo para poder tratar con los caballos. También había estado investigando y preguntando si tenía que pedir algún permiso a la hora de aceptar una bestia salvaje y tenerla en el campamento. Ya que él no podía ir a la naturaleza tal vez podría traer la naturaleza a él.

Un grupo de reconocimiento avanzado fue enviado a la zona Sur, la más peligrosa por su cercanía a la Fortaleza de la Puerta de Galdan. Veintitrés de Cebra de 201 regresaron el Sargento Virote y los suyos traían consigo un lagarto gigante, que portaba como jinete al Recluta Campaña, muy malherido. Enseguida se corrió la voz en el Campamento de que la propia Segadora y sus últimos guerreros habían sido aniquilados por Campaña y Peregrino, en una gesta heroica increíble. El Sargento Virote mostró la cabeza de la Segadora como prueba, y también su espada, la famosa Segadora, con la que tanto le gustaba a su dueña decapitar a sus enemigos. Pero a Peregrino lo trajeron muerto.

La muerte de Peregrino le dejó un amargo sabor. En vida aquel guerrero combatió con Campaña en un tremendo combate de entrenamiento. La destreza, la velocidad y la finura en combate de Peregrino se acabaron imponiendo frente a la fuerza bruta y a la resistencia sobrehumana de Campaña. Fue una lucha digna de verse. Desde entonces parecía que un gran vacío interior acuciaba a Desastre. A Peregrino lo enterraron en los túmulos al Norte del Campamento Principal en el Llano de Galdan. El funeral se llevó a cabo con todos los honores, como si fuera el de un Oficial.

A Mediodía del Primer Día del mes de la Cebra llegó un mensajero de excepción procedente de Cho'n Delor. Se trataba de Ansia de Dominio, enviado por el Chambelán de las Cuchillas para comunicar a la Compañía que la Capital estaba lista para celebrar un Festín de la Victoria en honor a la Compañía Negra por su triunfo contra los Fantasmas Irredentos del Triplete.

Según la invitación, debían acudir todos los Hermanos Juramentados y también los Reclutas que se hubieran ganado ya su derecho a Jurar, pues el Chambelán de las Cuchillas quería que se celebrase una nueva Ceremonia de Jura para ellos. Tras, eso, como parte de la celebración de la victoria, cada Hermano Juramentado presente podría solicitarle personalmente una dádiva, que le sería concedida si estuviera en sus manos y siempre que fuera proporcionada a la reputación del miembro de la Compañía solicitante. Ésta sería una recompensa excepcional y adicional a la paga mensual en piezas de plata que el País de Cho'n Delor pagaba regularmente a la Compañía Negra por sus servicios como mercenarios.

Noche del Dos de la Jirafa, último mes del Verano, Año 201 de Khatovar.

El Campamento Principal de la Compañía Negra fue atacado por un pequeño grupo de arqueras de elite de Galdan comandado por los héroes menores del Triplete Brenda y Kano. Dos centinelas de los Reservas de Ballestero fueron abatidos cada uno de dos certeros flechazos casi simultáneos y silenciosos. El hueco dejado en las defensas fue aprovechado por Brenda y Kano para trepar la empalizada y sembrar el caos.

Incendiaron los establos donde estaban Hechizado y los caballos de los Oficiales y de los Magos. También quemaron los almacenes de provisiones de la Compañía, apuñalaron a dos esclavas, y a dos mozos de cuadra. Le cortaron el cuello a la meretriz Bimbata y a la Pitonisa Yumma la Medio Calva (la Tercera Pitonisa).

El Pelotón de Arqueros fue el primero en reaccionar y atacar a los saboteadores, que lograron escapar en la confusión de la noche y los incendios. Ballestero y Virote consiguieron abatir desde la empalizada a tres arqueras de Galdan ya en retirada.

El Mago Tragasapos usó una niebla húmeda para apagar los incendios, y Caratótem atendió y curó las quemaduras de los caballos. Más de la mitad de las provisiones de la Compañía quedaron inservibles por el fuego y el humo.

Mañana del Tres de la Jirafa de 201 de Khatovar:

Piojillo, de los Campamenteros, llegó al galope al Campamento Principal, completamente exhausto tras cabalgar toda la noche, a lomos de un derrengado caballo de guerra pesado del Triplete.

Enseguida se dio la alarma, pues avisó de que le perseguían jinetes del Triplete, al menos once, y de que Sicofante, de los Hostigadores, se había quedado atrás a enfrentarse a ellos para darle tiempo a escapar.

Lengua Negra ordenó preparar la defensa del Campamento, mientras Ponzoña corrió a avisar a Analista, quien confirmó esa orden.

Fuera de la empalizada había en ese momento un grupo numeroso de Seguidores de Campamento que estaban regresando desde Cho’n Delor con nuevos suministros. También otro grupo, de los que se encontraban cultivando un escuálido huerto en el árido Llano, usando agua de los pozos excavados en el interior del Campamento.

El ataque del Triplete resultó ser sorprendentemente veloz, pese a que Cortaplumas y el Cabo Ridvan estaban alerta y dieron enseguida la alarma a voz en grito.

Un comerciante de la Compañía, Precio, era el último con su carro lleno de hortalizas procedentes de las aldeas agrícolas Doloritas. Cuatro Rufianes de Usurero, esos tipejos siniestros con cuchillo que normalmente se dedicaban a incordiar a todo el mundo y a amenazar a los que debían dinero a Usurero (como a Piojillo hasta que Lengua Negra saldó sus deudas recientemente), desenvainaron sus espadas cortas o garrotes y se interpusieron entre el carro de verduras y los atacantes, que parecían un grupo de jinetes del Triplete fuertemente armados y vestidos con carísimos ropajes nobles de fantasía.

Una mujer de piel blanca con una armadura de semiplacas, que aparentemente debería de ofrecerle poca protección, arrojó dos espadas cortas a una velocidad imposible desde lo alto de su increíble caballo de guerra pesado, un animal monstruosamente grande y fuerte. Dos de los Rufianes cayeron inmediatamente al suelo al ser alcanzados por las espadas cortas así alanzadas, mientras los otros dos pugnaban por defenderse mientras los jinetes nobles del Triplete les lanzaban lazos de cuerda.

El Cabo Ridvan disparó una certera flecha justo al centro del pecho de la mujer que lideraba el ataque, la Heroína de la Puerta de Galdan en persona. La mujer agarró la flecha al vuelo y la tiró con desprecio a un lado al tiempo que desenvainaba un destellante alfanje que reflejaba la luz del Sol de un modo antinatural, cegando por un momento a los defensores de la Compañía, que en ese instante disparaban una lluvia de flechas y jabalinas.

El Sargento Virote ordenó que se abrieran las puertas para iniciar la persecución de las fuerzas enemigas. Analista salió entonces corriendo de la Tienda de Mando y dio una contraorden de la orden dada por el Sargento del Pelotón de Arqueros. Ordenó que nadie saliera ni se moviera de su puesto en la empalizada, pues creía que se trataba de una trampa para atraer a los miembros de la Compañía fuera de la protección del Campamento.

Transcurrió menos de una hora, y los vigías en el lienzo Sur de empalizada vieron que los tripleteros estaban colocando postes clavados en el suelo, delante del Campamento de la Compañía, justo fuera del límite del alcance de los arcos. Los jinetes nobles hicieron su aparición entonces, soltando sacos de leña alrededor de los postes, en los que poco después unos soldados de infantería del Triplete fuertemente acorazados con armaduras de escamas pese al calor reinante, ataron a cinco figuras a los postes alrededor de los cuales estaba apilada la leña… Se trataba de los cuatro Rufianes de Usurero, y de alguien más que parecía herido, aunque vivo, y al que colocaron en el centro, en una posición destacada.

Los ojos de vista aguda de Ridvan y de Cortaplumas fueron los primeros en identificar al quinto hombre: se trataba de Sicofante. Enseguida se corrió la voz entre los defensores de la Compañía.

La quietud fue rota repentinamente por un estruendo terrible que resonó en la parte interior de las puertas principales del fuerte de la Compañía. Alguien las acababa de embestir desde dentro con una fuerza monstruosa y se escuchó claramente un crujido de madera rota mientras las puertas se abrían.

Todos los defensores del adarve miraron hacia abajo, hacia las propias puertas, rotas desde dentro por una figura acorazada. ¡El Cabo Barril!

El hombretón gritó como una bestia enfurecida mientras terminaba de abrir las atrancadas puertas y salía corriendo en una loca carrera hacia las cinco hogueras, la Heroína, los diez jinetes nobles, la infantería pesada, y el agonizante Sicofante.

Tras un breve instante de vacilación mientras Analista gritaba ordenando que nadie se moviera, toda la Infantería, con la Sargento Vientos y el Cabo Lemur a la cabeza, salió del Campamento en una loca y desenfrenada carrera.

Desastre siguió las órdenes y participo en la batalla no se dejó llevar por el ansia del odio del Cabo Barril pero guerreó.

La Heroína de la Puerta de Galdan arrojó una lanza al estómago del Cabo Barril, que siguió corriendo pese a la tremenda herida. A continuación desenvainó un segundo alfanje, aunque este no brillaba como el primero. Cuando el tambaleante Barril llegó a su alcance, lo recibió con una tremenda ráfaga de cortes, irrealmente veloces, y el gigantesco Barril cayó desplomado al suelo. Justo cuando caía, logró alcanzar de refilón a la Heroína, causándole un ínfimo corte en la mejilla izquierda.

Sin embargo, pronto se reveló que las cosas no iban a ser tan fáciles para las fuerzas del Reino Pastel. Los guerreros de la Compañía luchaban con los ojos anegados en lágrimas, gritando inconexa e incoherentemente. Muchos gritaban el nombre de Sicofante, como si fuese un grito de guerra, otros gritaban Peregrino, o los nombres de otros amigos y hermanos caídos durante esta Guerra Pastel contra los Fantasmas Irredentos y otras fuerzas del Triplete.

Desastre nunca lloró a Peregrino sabía que se reencarnaría en un gran tigre por haber luchado en un combate sin cuartel contra la segadora.

La batalla fue salvaje, y todos los miembros de la Infantería resultaron heridos o malheridos, pero los nobles y veteranos del Triplete fueron despedazados con ensañamiento, mientras la Heroína y las Arqueras de Galdan huían, en especial cuando otras fuerzas de la Compañía comenzaron a salir del fuerte corriendo o a caballo para unirse a la lucha, pese a las órdenes de Analista.

Al final en el campo sólo quedaron los heridos de la Compañía y los muertos del Triplete, cuyas fuerzas que no huyeron resultaron aniquiladas. La Heroína debía aprender todavía a no subestimar a la Compañía Negra.

En esta batalla Desastre se dio cuenta de que su cuerpo se recuperaba más rápido que la de otros de su Compañía. El tigre había bendecido a Desastre con una constitución propia de un gran guerrero de un gran tigre de la estepa.

Algunos daban por hecho que la Sargento Vientos o el Cabo Barril, al menos, serían degradados, pero no fue así.

Tras la batalla, el Cabo Barril había sido dado por muerto, pero Matagatos quiso asegurarse y descubrió que milagrosamente su cuerpo todavía retenía un tenue hálito de vida. Trabajando laboriosamente durante días en su cuidado y tras someterle a varias operaciones quirúrgicas logró asegurar su permanencia en el mundo de los vivos, aunque tardaría meses en recuperarse por completo.

Finalmente, sin mayor incidente el grueso de la Duodécima arribó ante las formidables murallas de Cho’n Delor. Las fuerzas de Hermanos Juramentados y algunos Reclutas atravesaron las puertas de la barbacana principal, el Bastión del Dolor. La Compañía fue recibida con honores y aclamación popular de toda la ciudadanía. Para esta gente los mercenarios de la Compañía, llamados en las leyendas Soldados de Hueso, Soldados de la Oscuridad, o Soldados de Piedra; eran héroes. Si bien era cierto que al Sur del Llano de Galdan los mismos guerreros eran vistos como los villanos de más negro corazón, las historias de cuya maldad se empleaban para amedrentar a los niños traviesos cuando se portaban mal.

La Compañía fue recibida en las puertas de la ciudad capital por el Ministro Potestad y el General Sar Krogan para ser escoltada hasta las puertas del Palacio de la Discordia, cuartel general oficial de la Compañía Negra en Cho'n Delor.

Día treinta de la Jirafa de 201 de Khatovar.

La mayor parte de los Hermanos Juramentados se encontraban en Cho'n Delor. Atrás, en el Campamento Principal, se habían quedado casi todos los Seguidores del Campamento y un Retén al cuidado del paralizado anterior Capitán y del Campamento. El Retén estaba bajo el mando Guardaespaldas, quien delegó en Astado, de los Exploradores, la tarea de organizar las guardias. Además de Astado, en el Retén estaban también Frontera, Tristeza, Caracabra, Ojopocho, Uro, Chamán Rojo, Odio y Reyezuelo.

Sin que el grueso de la Compañía lo supiera, el Campamento Principal defendido por el retén fue atacado por un destacamento del Triplete comandado por la mismísima Heroína de la Puerta de Galdan.

El ataque fue rápido y pilló al Campamento por sorpresa. El objetivo del enemigo era, casi sin duda, acabar con el Capitán. Por un momento se temió el desastre, pues el enemigo contaba entre sus filas con un aterrador dragón, una criatura de leyenda que volaba y escupía fuego por la boca. Guardaespaldas organizó la defensa y tras un intenso combate se consiguió repeler al enemigo, acabando con varios fantasmas irredentos. La mismísima Heroína debió huir tras ser gravemente herida por Guardaespaldas y Uro.

Dos días antes, en el Palacio de la Discordia, Cielo hirió gravemente a Desastre en el transcurso de un enérgico entrenamiento. La herida era muy aparatosa, pues le rajó el vientre dejando ver los intestinos, pero Matagatos la curó con tal maestría que Desastre incluso pudo asistir al Bastión del Dolor, aunque no por su propio pie y después pudo permanecer en pie el tiempo justo para pedir su dádiva, antes de ser trasladado a un dormitorio para descansar bajo los efectos de la leche de amapola, para el dolor.

Desastre comprendía que los espíritus habían bendecido su cuerpo y pensó que ellos preparaban algo grande. En esa misma noche se le apareció el espíritu de una mujer que le habló con el cariño de una madre. Sus palabras provocarían que Desastre lo viese como el destino que los espíritus le tenían designado. 

Notas de juego

Parte I

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17/02/2017, 13:38
Desastre.

Serpiente viajó en compañía de tres monstruosos hechiceros y de dos demonios a la pirámide del Templo del Dolor, donde empezó la mayor instrucción de su vida en los secretos de la magia negra y de la canalización de energía. El Señor del Dolor le comunicó que tenía un plan para asaltar la Fortaleza de la Puerta de Galdan, alzar un ejército de muertos vivientes que combatirían a los del Triplete como fuerzas inagotables. Ellos atraerían las flechas y servirían de escudo a la Compañía, que podría trepar con escalas y conquistar la inexpugnable fortaleza. El plan parecía grandioso y las energías mágicas implicadas eran sobrecogedoras. Para Serpiente, la posibilidad de canalizar en su cuerpo esa cantidad prodigiosa de energía mágica resultaba terriblemente excitante.

Cuando el infante recuperó su consciencia en la tienda de los heridos algo había cambiado en su interior. Su primer contacto con Derviche fue casi casual, los espíritus con sus promesas le llevaron a buscar y preguntar sobre la cría de felinos y sus caprichos le llevaron hasta la apadrinada de Peregrino a quien comenzaría a tener en cuenta más desde ese momento. 

Otro contendiente tardó en aparecer. Bueno, decir eso sería mentir. El otro bando hizo su aparición tan solo tres días después del accidente en el entrenamiento. Las dádivas, el mal entregado por el Señor de Dolor con la promesa del poder. El peor tipo de mal, el que te autoconvences de que no es tan malo. La tentación de poder. 

Pero aunque ese mal ya estaba presente en Desastre y en su mente, no fue hasta el momento de la verdad cuando comenzó el verdadero asalto por el alma del infante. La misión había comenzado, partían para acabar con el Último Inmortal y los espíritus le habían dicho que allí conseguiría lo que era suyo por derecho.

En aquella cueva con los leones tuvo lugar el primer encontronazo en su interior. Encontronazo se saldó con la tentación siendo más fuerte que la voluntad de Desastre de seguir a los espíritus. Una victoria que elevaba el marcador pero que tan solo duraría unos días pues algo más tarde los espíritus guiaron los pasos de Desastre que marcó el empate saboteando el ritual de Portaestandarte.

Los meses siguientes fueron meses de inactividad de la compañía pero meses de gran trabajo para este infante. Además de sus entrenamientos tenía que trabajar en los entrenamientos de su manada y se dedicaba a viajar entre las pitonisas y el chaman buscando a alguien que fuese capaz de decirle lo que los espíritus pensaban de lo que había hecho, de lo que iba a ser de su manada y de lo que debía hacer. 

Pero los espíritus guardaban silencio. Sin embargo la tentación movió ficha y antes de que el año hubiese acabado, uno de sus animales, Tsaro, atacó a Caratotem mientras el chaman lo estaba examinando. La presencia de Desastre, que se había relajado un poco ante un hombre del que se decía que podía hablar con los animales, junto con el hecho de que aún fuesen unos cachorros bastaron para evitar que la cosa fuese a mayores.

Rompelomos perdonó la vida de los cachorros pero le prohibió acercarse a los chamanes. Las pitonisas comenzaron a cerrarle sus puertas y así, Desastre quedó aislado de lo que los espíritus querían de él. Un movimiento magistral que daba una gran ventaja a uno de los bandos. 

Pero esos hechos no paralizaron al infante que tenía que seguir adelante con su vida. Siguió entrenando, siguió adiestrando y siguió hablando con unos y con otros. La noche de fin de año, Desastre se reunió con Derviche frente a la tumba de Peregrino donde hicieron una despedida de su hermano, donde Desastre le hizo un regalo y se sentaron a charlar. 

Los meses pasaron y los cachorros crecieron, las pitonisas y los chamanes seguían negándose a verlos. Había algo extraño en ellos, eran grandes, más grandes que un león normal y su piel era más dura y rugosa con un color gris oscuro lleno de vetas. Eran agresivos cuando tenían que atacar y se comportaban de manera intachable bajo la mirada atenta del K'hlata.

Desastre sabía que había algo en ellos que no era natural, la carne que les había dado los había cambiado. Los había hecho más grandes y más fuertes. Los había hecho poderosos. Pero tambien los había hecho peligrosos. Poco a poco habían ido cerrando su círculo de confianza. Comenzaron a clasificar a la gente como parte de la manada o como personas a las que toleraban si Desastre estaba delante.

La infantería era la manada, los demás eran tolerables y a pesar de que Desatre trabajaba activamente para que eso no fuese así la cosa cambiaba muy poco a poco.

Mientras todos estos hechos pasaban la mente de Desastre bullía de actividad. Veía a sus leones y como el Señor del Dolor les había otorgado el poder. Se lo había otorgado a él. Aquellos animales le otorgarían la gloria que tanto había buscado. Se reencarnaría en uno de los tigres más peligrosos que el hombre hubiese conocido. ¿Como podía aquello ser algo malo?

Al final la compañía trabajaba para el Señor del Dolor, iban a hacer toda la campaña militar contra la puerta ayudados por todo tipo de brujos y criaturas. ¿Que había de malo en aceptar su ayuda un poco más? Porqué debía renunciar a su manada y el poder que esta le daba...

Y así, ante el mutismo de los espíritus, el otro bando avanzaba libremente. La repugnante idea de ver a su manada corrompida por la oscuridad del Señor del Dolor le parecía cada día más atractiva. La promesa de poder atraía el alma de Desastre como la luz de la antorcha atrae a los insectos.

Desastre había encontrado en sus leones aquello que llenaba el vacío interior que poseía desde la muerte de Peregrino.

Notas de juego

Parte II

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17/02/2017, 14:02
Desastre.

Desastre recordó como empezó todo con la dádiva en el palacio de Chon Delor:

Desastre había estado tan pendiente de pensar como iba a pedir lo que iba a pedir que casi pasó por alto la seña que le hizo el Cabo Lemur. Se levantó de manera apresurada y luego caminó abriéndose paso hasta colocarse delante del Chambelán de las cuchillas. Saludó con respeto y habló con voz potente sabiendo que solo pedía lo que era suyo por derecho. No temblaba y no respiraba agitado, estaba tranquilo, inusitadamente tranquilo. 

- Debo hacer un viaje a las montañas, es parte de una búsqueda espiritual en la que se juzgará si soy digno para formar mi propia manada. Deseo obtener el permiso para partir en esa búsqueda. - dijo el soldado mirando al Chambelán a los ojos y hablando con respeto y determinación.

Le aprobaron la búsqueda pero no quedo ahí, Potestad uno de los hechiceros más poderosos de Chon Delor le dio una tela que contenía unos gramos de carne de dios. Lo dijo en voz apena audible a Desastre. Fue esa carne la que inició el ascenso o caída de Desastre. Su mente desde entonces se torturó en las noches siguientes después de la gran pérdida, preguntándose qué hubiera pasado si no le hubiera dado de comer aquella carne a sus leones...

Todavía Desastre recuerda cuando fue cogiendo confianza con Derviche. Y en Chon Delor le preguntó:

Un instante después de que la mujer hubiese salido por la puerta unos pasos se acercaron hasta ella. El K'hlata alargó la mano para agarrar el brazo de la mujer y que se detuviese y se plantó ante ella mostrándose tranquilo. Inconscientemente tranquilo. - Quiero hablar contigo Derviche. - dijo el soldado con voz seria mirándole a la cara sin mostrar nerviosismo alguno como si no fuese consciente de lo que se decía de quien tenía delante o de el más que probable mal humor de la mujer. - Sobre los jaguares de tu antigua tribu. - aclaró sin poder evitar sonreír de forma amable a la mujer. 

No tengo nada de lo que culparte, vengo a aprender sobre tu tribu. - dijo el soldado haciendo un gesto de negación con las manos antes de señalar a la mujer. Luego recorrió con su mirada el lugar donde estaban y buscó un lugar donde ambos pudiesen sentarse y, tras sentarse él, la invitó con un gesto a acompañarle. - He oído historias de que vuestra tribu ha podido amaestrar jaguares para vigilar vuestras aldeas. ¿Cuánto tienen de cierto? - preguntó Desastre mostrando interés y centrando toda su atención en su interlocutora. 

 

- ¿Estarás demasiado ocupada golpeando tu camastro? - preguntó Desastre con una sonrisa irónica. ¿Realmente podía ser tan inconsciente? - Eras tú o Asesina, Derviche. Y pueden decir muchas cosas de ti pero está claro que tienes valor y eso es algo que respeto. - dijo el soldado borrando la sonrisa de su cara y tornándose serio. 

- Siéntate y hablemos, alejar los pensamientos del problema apaga la rabia y te vendrá bien. - pidió el soldado sabiamente recuperando el gesto amable. - Peregrino siempre decía eso, y creo que Peregrino era sabio. - añadió el soldado mirando a los ojos de derviche con bondad. No quería que pensase que él era un sabio ni llevarse el mérito de algo que había hecho otro.

 

 - Necesito tu ayuda. - le dijo completamente serio, no había ningún tipo de broma en eso. -  Y tu necesitas soltar lo que tienes dentro. Si quieres hablar o gritar te escucharé y si prefieres golpear algo, sea. La compañía está llena de gente que cuando más lo necesitamos nos dejan solos. No tiene porqué ser así. - dijo el soldado antes de apartarse del camino de Derviche dejandole libre opción sobre si prefería quedarse o quería marcharse.

Sé que Peregrino murió, fui su hermano de capa. - dijo secamente y con tristeza Desastre. - Cuando todos se limitaban a reírse de mi por ser un desastre él vino y me mostró su confianza. Sacaba lo mejor de mí. ¿Lo conocías? - preguntó el soldado mirando a la mujer que tenía delante. 

- Voy a formar una manada de felinos al servicio de la compañía. He oído las historias de los de tu tribu y me gustaría que me contases todo lo que sepas al respecto. Voy a hacerlo tanto si me ayudas como si no, pero me vendría bien saber algo más sobre domar felinos. - dijo con sinceridad y determinación. Si la mujer decidía reírse de él era cosa suya pero el tenía la tranquilidad de haber hecho cuanto estaba en su mano.

Como había hecho en otras ocasiones antes de la batalla, Desastre se levantó temprano y se alejó de la tienda en la que dormían sus hermanos. Su manada y él pasaron un breve instante por la tienda de Grog a recoger un encargo que había hecho y todo estuvo listo.

No pasó mucho hasta que los rugidos de los dos leones y los del propio Desastre se escucharon en el campamento. Había adaptado un poco su ritual pre-batalla para que sus hermanos tuviesen un lugar en ella. Siempre habían sido uno y ese día no iba a ser diferente. 

Cuando aparecieron para formar el aspecto del trío era cuanto menos siniestro. La piel, de por sí oscura y veteada de los leones estaba cubierta de hollín, eso haría de detectarlos entre la niebla un verdadero problema. Además, los rostros de los animales estaban bañados en sangre fresca. Desastre había hecho lo mismo sobre su propio cuerpo cubriéndose como había podido de hollín hasta que nada de sus pertenencias brillase reflejando la luz y su rostro, como el de sus hermanos estaba manchado en sangre.

- Defended a la manada. Sed la muerte en la niebla. - Les dijo a los leones con una sonrisa casi cruel al tiempo que se ponía en el lugar indicado por su Cabo. Los leones soltaron un gruñido y se colocaron cerca del infante caminando a paso tranquilo, atentos a todo lo que había a su alrededor que amenazase la escalera. - Estamos listos Cabo.

Desastre vio algo brillar en las murallas, desvió la vista de los leones un instante para centrarse en aquello. Vio las jaulas pero vio algo más. Los exploradores están en las jaulas. Me parece ver como Escudo y Frontera se están moviendo. - hablo el infante mientras su mente trataba de asimilar lo que estaba viendo. - Esos cabrones van a hacer con ellos como hicieron con Sicofante. Aunque se mueven ya están muertos. El triplete es lo único que se interpone entre nosotros y la sabana que nos vio nacer a casi todos. El triplete que tantos hermanos nos ha arrebatado. Y tan sólo ese muro los separa de nosotros. Tomaremos ese muro, mataremos a los soldados del triplete y vengaremos las vidas de los hermanos que mataron. ¿Quien está conmigo? - dijo Desastre sin chillar pero con determinación mientras miraba a sus hermanos.

El Ritual diseñado por Serpiente y el Señor del Dolor estaba destinado a crear entorno a dos millares de no muertos sin mente bajo el control de Serpiente. Sin embargo, se produjo un error y el poder necromántico no se repartió por todo el Llano de Galdan de manera uniforme. Se crearon un total de seis mil Caminantes, el triple de los previstos, aunque la mayoría a partir de los cadáveres más deteriorados dieron lugar a un tipo sub-estándar, los Carcomidos, probablemente un sub-producto indeseado del Ritual. Más aún, unos pocos individuos absorbieron una cantidad de poder desproporcionada, dando lugar a tipos de Caminantes más poderosos, como los Toscos y Embrujados, y en especial el General de la Sangre y sus hijos. Éste resultó tan poderoso como para arrebatarle el control de la horda no muerta a Serpiente y volverla contra los vivos en el Llano: La Compañía Negra y las tropas de Cho’n Delor comandadas por la Ministra Sesvolea y la Coronel Mindy. La batalla resultante no estaba prevista que resultara así, pues se convirtió en una lucha encarnizada y sin cuartel entre los vivos y los muertos.

Las fuerzas de los Comunes de Cho’n Delor de la Bruja Sesvolea y los Escorias de Cho’n Delor de la Coronel Mindy sufrieron pérdidas muy por encima del cincuenta por ciento mientras cada una se enfrentaba por separado a una horda de dos millares de muertos. La magia ígnea de Sesvolea y la maestría estratégica y con la espada de Mindy evitaron que ambas fuerzas fueran absorbidas por completo por la horda.

Los leones terribles entrenados por Desastre fueron una gran ayuda, hasta que finalmente fueron derrotados y se alzaron como no muertos, abandonando uno de ellos el campo de batalla por el Oeste para no volver a ser visto.

Hostigadores y Escuadra Barril se enfrentaron también en combate directo con la Heroína de la Puerta de Galdan, que fue derribada por Guepardo y acosada por Preocupado entre otros, y que finalmente recibió el golpe de gracia por parte del Berserker Uro.

El enfervorecido por el trance de Furia Uro cortó la cabeza de la Heroína tras matarla y ascendió a lo más alto de la Torre Oeste, donde se alzaba el Dragón de Triplet (que resultó ser una catapulta pesada enmascarada con una poderosa ilusión mágica) y mostró la cabeza cortada, visible desde todas las zonas del campo de batalla. Esto fue un mazazo para la moral de los Defensores de Galdan, que consideraban a su campeona imbatible.

Desastre de la escuadra del Cabo Barril demostró haber sido letal con sus leones. Muchas advertencias tuvo que soportar de Preocupado. Él le aconsejó que hiciese caso a Caratótem y que le pidiese consejo asiduamente. Pero no siguió la advertencia del Chamán y tampoco se dejó llevar por los consejos de Kadhesa la pitonisa. Se dejó llevar por su instinto y quizás por los consejos de la pitonisa Yamila que le dijo que siguiera a Portaestandarte que los espíritus le darían lo que buscaba y que al final encontró a los cachorros de León. Después pasarían años para hacer grandes a sus Leones y fue cuando recibió la carne especial como ofrenda que daba el Dios del Dolor y la pitonisa Kadhesa le advirtió que no se la diera a comer a sus animales. Pero todo fue en vano, cuando a Desastre se le metía algo entre ceja y ceja es lo que hacía. Varias veces Preocupado le expresó su inquietud por no seguir la senda de los espíritus que hablaban por el viejo Chamán.

Preocupado sabía que Desastre se había alejado de la senda y aunque vio que tenía predisposición para hablar con el viejo no obedeció sus advertencias. Caratótem advertía sobre la maldición que pesaba en las ofrendas que el Dios del Dolor había ofrecido a la Compañía. Y que estas debían de estar bajo la supervisión del Chamán para bendecirlas o incluso dejarlas si el viejo no encontraba indicios de una posible solución.

Por otro lado tuvo el problema de Derviche que quería alejarse del mandato de Lengua Negra que según ella era un mando ineficaz. Las conversaciones entre Desastre y Derviche incluyeron más tarde a Lagrimita de sus preocupaciones y pesares. Se fue cuestionando todo este problema con una solución que le había dado el Cabo Lengua Negra a Derviche. La solución consistía en una permuta o cambio de Escuadrón siempre que otro quisiera ingresar en el puesto vacío que dejaba la Jaguar. Pero, ¿quién podía ser tan osado para cambiar su puesto por el de los Campamenteros? Pues sí encontró a Desastre que intentando ser un guía espiritual para Derviche o un amigo que apaciguara su instinto asesino hizo que la permuta se pudiera finalizar. Desastre le había hablado tan bien de la Escuadra del Cabo Barril de su honor, compañerismo, valentía que la jaguar sintió que si fuera miembro de la Escuadra todos los problemas que tenía en la Compañía se le solucionarían. Y así fue como Desastre pasó a la escuadra de Campamenteros regida por Piojillo.

Notas de juego

Parte III

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17/02/2017, 15:00
Desastre.

La noche del Noveno día del mes del Pie del año 202, se celebró la Asamblea General de la Duodécima Compañía Libre de Khatovar para elegir a un nuevo Capitán tras el fallecimiento del Capitán-Analista en la Batalla de Galdan.

Matagatos, hasta entonces Cabo y líder de los Hostigadores, fue elegido Capitán por más de diez votos de diferencia con el segundo contendiente, el Viejo Capitán, y por más de veinte con respecto al tercero y último, el Soldado Preocupado, miembro de la Escuadra Barril de la Infantería.

Una de sus primeras decisiones fue nombrar Teniente al Viejo, que aceptó inmediatamente.

Ascendió a Lengua Negra al rango de Analista, con lo que quedó completado el cuadro de Oficiales de la Compañía.

Se debatió brevemente la opción de fusionar Hostigadores con Campamenteros, pero finalmente se decidió mantenerlos como escuadras separadas.

A propuesta de Lengua Negra, Piojillo fue nombrado líder de los Campamenteros, aunque de momento no fue ascendido a Cabo, tendría que ganárselo. Piojillo pudo designar un Segundo de los Campamenteros.

El Pelotón de Exploradores quedó disuelto por ahora, igual que la Escuadra Ballestero de los Reservas. Frontera y Ballestero fueron transferidos a los Campamenteros.

Se aprobó la permuta entre Derviche y Desastre. Antes, Derviche fue castigada por haber amenazado la vida de Lengua Negra, recibió diez latigazos de Piojillo.

Derviche pasó a ser miembro de la Escuadra Barril, mientras que Desastre se integró en los Campamenteros.

El Recluta Dolor fue transferido de los Dolorosos a la Escuadra Barril, a petición del Cabo Barril.

El Cuadro de Magos se reajusta automáticamente por antigüedad. Sedoso pasó a ser el Primer Mago de la Compañía, Caratótem el Segundo y Serpiente el Tercero. Todos sabían que Serpiente era de lejos el más poderoso de los tres, pero el fiasco en el ritual del Señor del Dolor durante la batalla, del que muchos culparon al exceso de soberbia y de confianza en sí mismo de Serpiente, hizo que a todos les pareciera bien que siguiera jerárquicamente por debajo en el Escalafón de los otros Magos más veteranos.

Aunque algunos argumentaron que el contrato de la Compañía para con Cho’n Delor ya había sido cumplido con la toma de la Fortaleza de la Puerta de Galdan, el Capitán Matagatos decidió que no era así, que el cometido del contrato era la conquista o aniquilación del Reino Pastel. En esto recibió el pleno apoyo del Teniente Viejo, de Portaestandarte, y de muchos otros.

Durante un mes, la Compañía avanzó por territorio del Reino Pastel, tomando una aldea tras otra, un pueblo tras otro. En general era tarea fácil, pues los muertos ya habían allanado el camino, eliminando o debilitando a los defensores. Cuando llegó la Compañía primero los Arqueros cubrieron el cielo de flechas, con el apoyo de los Campamenteros. Después, siempre avanzaron Hostigadores y la Infantería, sofocando cualquier foco de resistencia que pudiera quedar, exterminando a los supervivientes, ya fuesen vivos o no muertos.

Desastre estaba cansado las pesadillas le asaltaban por las noches, se levantaba llamando a uno de sus leones. Habló con los magos para ver si había solución para uno de ellos que era no - muerto. Nadie le respondía se sentía incomprendido llamaba a su león por las noches entre pesadillas. En la batalla creía ver a su león en la lejanía que se acercaba pero eran espejismos, por la falta de sueño, por el desgaste de no comer ni beber lo que el cuerpo necesitaba. Mató creyendo que estaba más muerto que vivo, luchaba sin ningún tipo de afán o ilusión. Las pérdidas no las había asimilado se encontraba entre los primeros eran la fuerza de choque. Si el Cabo Barril lo viera seguro que se enfurecería de no ser ellos los primeros. En más de una ocasión estuvo apunto de ser herido pero Frontera le apoyaba luchaba codo con codo con él. Se había percatado de la desilusión de Desastre y lo protegió hasta el final.

Con casi todas las aldeas exterminadas o evacuadas, la Compañía se enfrentó, con apoyo de los Independientes y los Comunes, a la primera oposición seria: las tropas de elite del Triplete, los Guerreros del Cielo, y la caballería de los Dolientes.

En estas terribles batallas la ferocidad sanguinaria del Viejo y de Portaestandarte resultó decisiva, junto con el poder brutal del Mercenario Independiente Golkas el nar, de su líder Sierra, y la creciente habilidad con las armas de los Hermanos Juramentados de la Compañía, en especial Hostigadores e Infantería.

Desastre se recuperó no tenía más remedio los combates se hacían cada vez más feroces y no quería que Frontera muriera por su culpa. Escupió a los cuatro vientos en nombre de la Compañía, le desagradaba en extremo aquellos que luchaban sin honor, pero se tenía que tragar sus palabras, solo su lanza hablaba y su escudo respondía hasta que la sangre llenaba su cuerpo. Y así pasó un día y otro teniendo que comer para no desfallecer, teniendo que dormir para poder luchar. Fue asimilando la pérdida de sus Leones, las pérdidas que hubo tenido en su vida. Él seguía vivo, seguía luchando seguía combatiendo con desagrado sabiendo que las fuerzas oscuras eran sus aliadas. 

Una noche Portaestandarte se enfrentó finalmente a Último Inmortal y junto con los poderes sombríos del Viejo ambos lograron capturarlo y ofrendar su alma imperecedera a los poderes más oscuros y siniestros de la tierra.

Esa noche la barrera mágica que rodeaba las tres ciudades comenzó a vibrar y a pulsar en una poderosa onda creciente que causó terremotos y llameantes simas ardientes. El poder pareció ir en aumento en lugar de disminuir.

Desastre vio el fin en sus ojos, el mal se extendía por la Compañía el gritaba por la unión de los hermanos, por la lealtad de los capas, prodigaba sus palabras a los cuatro vientos - ¡fuera asesinos, fuera sicarios! - pero el mal se seguía extendiendo en el corazón de la Compañía.

En un raro momento de lucidez, Portaestandarte le entregó la Lanza de la Pasión a Matagatos y le conminó a que huyera junto con aquellos Hermanos que aún no habían sucumbido a la locura. El Viejo le atacó y desgarró su carne en un momento de rabia extrema, derramando su vida por el suelo terroso, acre y oscuro del Reino Pastel, que comienzó a cubrirse de humo y llamas apocalípticas.

Matagatos se enfrenta al Viejo, pero entonces, gran parte de los Mercenarios Independientes y varios Hermanos de la Caballería, Infantería y Arqueros se transformaron en criaturas hambrientas, algunas con garras y colmillos, más semejantes a bestias que a hombres, otros con bocas babeantes que parecían gusanos.

Desastre combatió contra ellos contra esas criaturas salidas del mismo infierno. Poseían colmillos y garras pero él seguía teniendo confianza en Matagatos su Capitán. Luchó con fiereza como un tigre señalando las muescas de sus muertes en su lanza que se contaban por cientos ya no cabía duda el destino lo reclamaba a convertirse en el gran tigre. 

Lengua Negra instó a Matagatos a huir, y finalmente accedió, portando el estandarte y conduciendo a quienes todavía eran humanos hacia el Oeste. Hostigadores, Campamenteros y Escuadra Barril les siguieron, manteniendo su lealtad hacia el Estandarte de la Compañía, hacia el nuevo Capitán, Matagatos, y hacia el Juramento de Hermandad de la Duodécima.

Desastre ya no sabía cuantos habían muertos y cuantos habían sucumbido al mal. Había sido testigo del castigo divino por todo el mal que había invadido a la Compañía y se alegró de que se hubiera purificado. Aquellos que quedaban eran fieles a Matagatos, eran fieles a sus principios. Era la hora de sembrar el grano desperdiciado de hacer fructificar lo bueno y erradicar lo malo. Era la hora de que la Compañía recuperase la lealtad y la hermandad perdida.

Notas de juego

Parte IV Final.

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17/02/2017, 19:33
Frontera.

Nadie podría decir que Frontera fuera el tipo más atento del mundo, ni el más listo, ni el más hábil. Joder... si hasta se había granjeado una fama inmerecida de "conocedor de hierbas" sin realmente tener ni idea de ellas. Bueno, miento, sabía cuales eran aptas para masticar y no quedarse tieso en el proceso, si eso contaba como experto herbolario entonces Frontera daba mil vueltas a los herboristas de la Compañía Negra. Pero.. ¿por dónde íbamos? ¡Ah, sí! Digamos que Frontera nunca fue el más avispado, pero en ese rol secundario de ignorado voyeur, Frontera callaba, observaba y, sobre todo, aprendía.

Frontera recibió el Año Nuevo del mismo modo que los demás, pero la resaca en el K’Hlata duraba poco, alguna ventaja debía haber de estar acostumbrado a mascar todo tipo de plantas y porquerías varias, o simplemente la hierba elegida en esa ocasión tenía un desconocido efecto que paliaba la resaca, a saber. Si Frontera sabía algo al respecto, se lo llevaría a la tumba, hay secretos que es mejor no revelar al mundo para que las cosas sigan siendo como son: los borrachos con resaca, y los sobrios sintiéndose superiores a ellos por no beber. Un sentimiento estéril y estúpido, infantil, pero el explorador K’Hlata sentía esos momentos de silencio matutino siempre era revelador e intrigante. La Primera Pitonisa había anunciado el final de la guerra, claro que en la línea de la habitual ambigüedad profética ya era más complicado que dictaminase un vencedor. ¡No fuera que se cumplieran los pronósticos!

Pero aunque Frontera siempre intentaba adquirir una actitud pretendidamente interesante, la verdad es que de poco se enteraba de lo que sucedía en el campamento. Aquello era un caos dentro del orden marcial, los pocos momentos de asueto de los que disfrutaba estaban teñidos por un absurdo de idas y venidas, entrenamientos letales y cotilleos de quién deseaba acostarse con quién. Frontera se mantuvo al margen de todo aquello, observando desde la frontera de Taglios como decía el Sargento Gulg, y quedó patente que nunca terminaba de entender el funcionamiento interno de todo aquello. ¡Ojo! Se sentía orgulloso de pertenecer a la Compañía Negra, pero quizá era el efecto de las hierbas que se sentía verdaderamente ajeno a la mayoría de sus compañeros.

Cuando se propagaron las victorias del Triplete en las escaramuzas, el castigo a la maquinaria de asedio y la moral decadente, Frontera se mantuvo incólume a todo aquello. Una ventaja de masticar hierbas raras, supongo, él seguía observando sin terminar de encontrar la pieza a adecuada con la que engrasar todo aquello. Las habladurías crecían alrededor de ausente explorador, algunos aseguraban que a Frontera se le había ido la cabeza definitivamente, en un retorcido acto de celos por la locura de Portaestandarte. Pero Frontera distaba mucho de estar loco, bueno... quizá un poco lo estaba, a veces escuchar voces de gente que no estaba allí podría definirse como algo parecido a ello, pero eran espíritus. Y quien habla con espíritus no está loco, ¿verdad? Solo está chamánico.

El año iba pasando, Frontera seguía observando, la Compañía Negra se preparaba. El explorador cumplía con las órdenes y masticaba hierba. Si la guerra iba a terminar ese año, Frontera no lo sabía, no sabía nada, seguía perdido en su océano personal. Cierto, ese año iba a terminar la guerra, pero la cosa parecía cada vez más volcada en un resultado negativo para la Última de Kathovar. Claro que Frontera no se planteaba esas cosas, Frontera no se planteaba si iba a vivir o morir, Frontera tenía mayores problemas con los que lidiar... en pleno asedio de las Puertas de Galdan, ¿encontraría la hierba para librarse de las resacas?

Notas de juego

Parte I

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17/02/2017, 19:38
Frontera.

Frontera no tuvo muchos amigos o conocidos dentro de la compañía pero habló con algunos por ejemplo con Belleza:

Frontera había dejado de entrenar como tantos otros, ahora disfrutaba de un poco de descanso mientras mascaba los dioses sabían qué hierbas. En realidad estaba bastante lúcido, procuraba que sus caprichos no interfirieran en sus labores habituales en la Compañía. De esa guisa vio cruzarse a Belleza con cara algo mohína, la había visto entrenar con Niño Guerrero por lo que decidió acercarse para saber qué le sucedía.

-Belleza, te veo abatida.. ¿qué sucede?- preguntó moviendo la cabeza intrigado. -¿Puede ayudarte en algo Frontera?- se ofreció pensativo mientras seguía mascando lo que fuera que tuviera en la boca.

Frontera sonrió a su nueva compañera de pelotón, aunque su pregunta sobre la tienda de los heridos consiguió que frunciera el ceño acompañada de una negación de cabeza.

-No, nadie me ha llamado, ¿por qué? ¿he hecho algo? ¿quieren algo?- preguntó alarmado, como si lo hubieran pillado in fraganti en algo. Movió la mano restando importancia. -Espero no tener que frecuentar mucho esas tiendas, ¡ja! Los espíritus me guarden enterito.- esbozó una sonrisa amplia.

Siguió mascando lo que fuera que tuviera en la boca, mirando con detenimiento a Belleza y no solo por sus generosos atributos físicos.

-¿Por qué pediste trasladarte a los exploradores?- ante cualquier reacción de suspicacia, Frontera alzó las manos en señal de inocencia y una sonrisa. -Curiosidad, malsana curiosidad.

También con niño guerrero:

Frontera rara vez participaba en las muestras de habilidad arqueras de nadie, pero que lo considerasen algo disperso no quería decir que no observara. El explorador apreciaba la habilidad marcial de Niño Guerrero, era un buen tirador, normalmente no decía nada al respecto, pero ese día quizá la mente estaba algo más turbada de lo normal y se acercó al joven K’Hlata.

-Tiras bien con el arco, los espíritus y los ancestros te hablan al tensar la cuerda.- hizo un gesto que imitaba un disparo con arco. -¿Los oyes hablar cuando silba la saeta? ¿Qué te dicen?- sí, Frontera estaba mascando algo, una vez más, a saber qué. Aunque por ahora no parecía especialmente.. ¿ido?

Frontera asintió complacido por las palabras de Niño Guerrero, si bien a él los espíritus no le hacían ni caso, sabía que existían. Frontera poco seso tenía para esas cosas, pero sabía lo suficiente, y a los espíritus les agradaba el ímpetu y el entusiasmo. Cuando el compañero explorador preguntó por Ojopocho, ensombreció un poco el ánimo.

-Estaban de guardia, él y Tristeza.- mascó la hierba de dudosa procedencia. -Arqueras de Galdan y Fantasmas Irredentos.. cayeron sobre ellos por sorpresa. Los espíritus saben que no pudieron hacer nada, maldigo a sus asesinos.- escupió algo muy negro a un lado.- Para cuando pudimos llegar a ellos, era tarde.

-Sus cuerpos murieron.. sus espíritus...- alzó los brazos al aire. - Ahora vuelan junto a las nubes de sus ancestros. Nos observan, nos protegen. 

Notas de juego

Parte - II

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17/02/2017, 19:49
Frontera.

Frontera fue hecho prisionero así que no pudo participar en la batalla de La Puerta de Galdan. Su único anhelo fue no morir en una jaula a varios metros del suelo por hambre y sed. O por aquellos muertos vivientes que subían para luchar con las arqueras de galdan. Escuchó como las jaulas bajaban menos la de él que se quedó anclada a mitad por una de las escalas. Hasta para eso tenía mala suerte tuvo que agarrarse a dicha escala y después bordear lo que era toda una montaña de cuerpos muertos para conseguir trepar por una parte accesible.

Allí se encontró a Desastre que había caído a causa de dos flechas que le hirieron desde las almenaras del Castillo. Intentó revivirlo y recibió una buena regañina por ello. Nunca había visto un cuerpo recuperarse tan rápido como el de Desastre o era por efecto de las hierbas nunca supo decirlo. Aunque ahora no había tomado ninguna estaba en los huesos deshidratado pero también era motivo para tener alucinaciones fuera lo que fuese escaló acompañando a Desastre o a la ilusión de Desastre por la escala hasta arriba. Los hechos que siguieron no interesa contarlos pues en las almenas solo pudo moverse de un lado para otro para no ser un estorbo pero sobrevivió.

Cuando la Compañía Negra conquistó las puertas Frontera estaba comiendo y bebiendo lo que el agradecido Desastre le había dejado junto a una vestimenta. Ese gesto nunca lo olvidaría y desde aquella vez siempre se mantuvo cerca de Desastre.

Tras la asamblea para votar al nuevo Capitán él y Desastre votaron por Matagatos, le gustó el discurso que dio Desastre y no tanto el suyo. Su recuperación en la tienda de los heridos fue paulatina pero buena gracias a Matagatos que le encajó el brazo y al ser el único de la Compañía de exploradores que había sobrevivido los Mandos lo dejaron descansar. Cuando se recuperó le destinaron a los Campamenteros junto con Desastre y fue feliz de estar con su amigo. De él aprendió a dejar de tomar esas hierbas incluso de robarlas, tenía que cambiar su vulgar vida y abrirse a los guerreros. Pero todo eso era imposible si seguía comportándose de aquel modo, necesitaba los consejos de Desastre y su autodisciplina y de esa forma cambió.

Cuando se convocó a la Compañía Negra para que siguiera atacando los poblados que quedaban bajo el dominio del Triplete. Frontera tuvo que proteger a Desastre debido a su estado depresivo cubriendo sus flancos y espaldas. El hecho de que hubiera dejado de consumir hierbas le había servido para estar totalmente lúcido en la batalla. Luchó como un verdadero guerrero con los ojos desencajados y los músculos a flor de piel debido a su estado o su trance en la guerra. Inundó el campo de batalla de muertos alrededor de Desastre y le devolvió con creces el bien que le había hecho. Aquel hecho o acción ayudó a Desastre a salir de su estado, y provocó que salvase su vida cuando tuvo que combatir en la batalla más cruenta contra los guerreros más feroces que eran la élite del Triplete llamados los Guerreros del Cielo y la caballería de los Dolientes. Si no hubiese estado mentalmente preparado para esa batalla Desastre hubiera muerto y por ello le debió la vida a Frontera.

Cuando llegó el fin de lo conocido como decía Frontera se mantuvo leal a Matagatos. El Capitán tuvo que huir del territorio debido a que parte de la Compañía se habían transformados en monstruos bebedores de sangre pero se encontró protegido por los Campamenteros. Ambos se enfrentaron a demonios salidos de la misma compañía a causa del gran cataclismo provocado por la convocación que desencadenó el fin de lo conocido. Después de un gran viaje cruzaron los helados ríos y tras ellos encontraron unas tierras vírgenes. Se adentraron en aquel lugar con la esperanza de resurgir de entre las cenizas.

Notas de juego

Parte III Final.

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18/02/2017, 21:19
Rastrojo.

EL LIBRO DE LOS MUERTOS

Capítulo I: Testimonio Apócrifo

Ha tenido muchos nombres a lo largo de los años. Yo les llamo los Errantes.
Mi maestro antes que yo les llamó la Compañía Negra. Y antes que eso era
la Duodécima, intuyo que no por formar parte de algo mayor con más partes,
sino por haber tenido once nombres más antes. Y a lo largo de su historia,
han guardado registro de sus tropelías, no de modo oral, de padres a hijos,

como en las tribus decentes, sino por escrito, ocultándolo a los K'Hlatas que
no sabían leer. Esos textos prohibidos, esos escritos selectos, son llamados
Anales, no por nada sucio ni indecente, sino por agruparse por años. Y a mí,
aventajado discípulo al que contaron los secretos de la escritura, corresponde
dilucidar la verdad. Para ello, cuento en mi horizonte los siguientes objetivos:

-Empezar en secreto este Libro de los Muertos, los Anales paralelos a los que
guardan los Errantes, con el fin de dar testimonio cierto tal y como los que
murieron por acompañar a los Errantes lo vivieron. Un legado para la cultura
K'Hlata, una historia por la que sería azotado de contarla en público, pero
de la que tengo el deber de traspasar después de mi muerte.

-Enseñar a otros a leer y escribir, para que puedan acceder a mi legado. Mis
discípulos, a los que quizás llamaré Apóstoles, todavía no le he decidido, serán
las mujeres y hombres, pero sobretodo hombres, ya que las mujeres son un
poco psá, que tomarán mi relevo y recogerán la antorcha de mi sagrada
misión. En ellos confío, y por su boca hablo.

-Recuperar los Anales de los Errantes y leerlos. La verosimilitud de las entradas
recientes dependerá del parecido con el Libro de los Muertos, y se sabrá cómo
de realista o fantasiosa es la historia que contiene. Pero por encima de todas
las cosas, lo más importante es leer las entradas antiguas, en las que espero
hallar los puntos débiles de los demonios Oscuros, y una cura contra el mestizaje.

 

Capítulo II: los Muertos.

No se puede entender este libro, sin narrar los sucesos que dan título a este
tomo. Muchos han perecido tratando de tomar la Puerta de Galdan a lo largo
de los siglos. Cuando los Errantes llegaron, los espíritus malignos alzaron los
cadáveres de los muertos. Vivos y muertos avanzando a la par en el campo
de batalla.

Yo estuve allí. Yo lo vi. La peor de las pesadillas. Cadáveres que se alzaban
con la carne podrida, las ropas roídas y la piel tensa por efecto de la
momificación de arenas movedizas y aguas estancadas. ¡El olor a muerte!
Decenas de muertos golpeando las puertas de la Puerta de Galdan, por
obra y gracia de los Errantes.

¿Era la primera vez que ocurría? ¿O hay capítulos oscuros en los Anales que
atestiguan que esta práctica era habitual? Sospecho que lo segundo. Mi
afirmación se basa en que los Errantes cuentan con sus propios magos y que
los Oscuros no tienen la práctica funeraria de enterrar a sus muertos. ¿Para
qué? Los entierros no son necesarios en las sociedades necrománticas.

Una mente ingenua podría pensar que porque los muertos atacaron también
a los soldados de los Errantes, no eran aliados, o estaban fuera de cualquier
control. Nada más lejos de la realidad. Cuando los que mueren se convierten
en tus soldados zombis, que los muertos maten a un vivo se convierte en un
mero trámite de reasignación de tropas.

Me gustaría añadir un apunte sobre la Batalla de Galdan, que puede ser
importante para averiguar la verdad de las cosas: no importa lo que
digan los Anales sobre el tema, fue el Pelotón de Infantería y no el
Pelotón de los Hostigadores, el primero en llegar a los adarves de la
muralla.

 

Capítulo III: la Elección de Uno, el Mal de Todos.

Cuidaos de la democracia representativa. Los Errantes se rigen por un estricto
código militar, al que dan legitimidad mediante una votación para elegir Capitán.
Es la mayor farsa que te puedas echar a la cara. El truco radica en que el voto
pueda ser secreto a elección de cada uno. Esto provoca que el nuevo Capitán
promocione y beneficie a aquellos que le han dado un público respaldo.

Los candidatos fueron, usando pseudónimos para preservar sus identidades:
Antiguo, Asesinamininos e Intranquilo. Con todo apalabrado entre los mandos,
Portaestandarte, que ya había perdido una votación anterior, propone a su hijo
Asesinamininos, un hombre de paja, de modo que el verdadero líder en la sombra
sea Portaestandarte si su títere Asesinamininos sale elegido.

Para mayor desvergüenza, Antiguo se presenta como la elección sensata, pero
con un pasado manchado por la corrupción mágica. Un candidato consensuado
con Portaestandarte, un asustaviejas, para dejar a Asesinamininos como la mejor
opción posible. Antiguo juega el papel de hacer que los supersticiosos K'Hlatas
voten a Asesinamininos como mal menor.

En esto, mi maestro propone un tercer candidato: Intranquilo. Seamos sinceros,
no era el mejor candidato posible. El carisma de Intranquilo brilla por su ausencia,
y es incapaz de hacer amigos más allá de sus compañeros del pelotón de Infantería.
Habría sido un candidato más efectivo Melmedes, que podría rascar algunos votos
del segmento de votantes de la Caballería.

Aunque en un principio pudiera pensarse que el número elevado de K'Hlatas entre
los Errantes podría darle la victoria a Intranquilo, nada más lejos de la realidad.
Los Oscuros pronto dividen su voto entre Antiguo y Asesinamininos, y el votante
supersticioso K'Hlata, por efecto de arrastre, acaban decantando la elección hacia
Asesinamininos. La escenificación de Portaestandarte dió el resultado deseado.

 

Capítulo IV: para este viaje no hacía falta tanta alforja.

Mis temores sobre la votación para Capitán se confirman unos días después.
La candidatura pactada de Antiguo se vió recompensada cuando el Capitán
nombró a Antiguo como nuevo Teniente. A pesar de ser rivales en las
votaciones, el día después todo queda olvidado, y un Matagatos
Asesinamininos títere se deja aconsejar por el padre que veló por su ascenso.

De nuevo la mente ingenua podría dejarse convencer por argumentos de
unidad, magnanimidad y paparruchas. Y yo a ese pánfilo le preguntaré:
¿dónde está el ascenso de Preocupado Intranquilo? ¿Acaso él no fue
también rival en las votaciones? No sería más magnánimo si se concediesen
ascensos a los dos rivales, y no solo a uno.

Miradlo desde el punto de vista de ese K'Hlata supersticioso votante de
centro que votó al imbécil de Matagatos Asesinamininos solo para que
Viejo Antiguo, afectado por magia de yuyu, no alcanzase ninguna cota
de poder. ¿No os sentiríais estafados al ver quién ocupa el puesto de
nuevo Teniente?

No fue el único nombramiento extraño. La gente del círculo personal de
Matagatos Asesinamininos empezó a ascender vertiginosamente. Lengua
Negra fue ascendido a Analista. Los nombramientos para dirigir las vacantes
dejadas por ambos como líder de Pelotón fueron ocupadas por Ponzoña y
Piojillo. Pero Ponzoña, que mostró su voto para Capitán, fue nombrado

cabo, mientras que Piojillo, que ocultó su voto, continuó como soldado
novato. ¿No es sospechoso? Por contra, para la verdadera oposición
solo hay purga. Caratótem, todo un chamán, es ninguneado y tratado
como segundo mago. ¡No es un mago, es un chamán! ¡Chamán! De esos
que solo hay uno a la vez. Y esos déspotas lo tratan de simple mago.

¡Mierda! ¡Mierda! ¡MIERDAAAAH!

Rastrojo recogió las hojas que flotaban en el agua. Su gran proyecto, su misión en la vida, su intento de ser un Analista en paralelo, fracasó miserablemente solo porque al cenutrio del Capitán se le ocurrió hundir la Lanza de la Pasión por encima de un acuífero. El Libro de los Muertos, recién empezado, se había empapado con el agua. La tinta se había corrido, y la letra redondeada tenía un trazo desdibujado y grueso que casi lo hacía ilegible.

¡Varios meses sin que surgiese ninguna noticia para criticar a Matagatos o desmerecer a los Oscuros, y justo hoy, que Rastrojo iba a escribir cómo el Capitán hombre de paja se había cargado a media compañía, van el muy idiota y le mete en el agua. ¿Qué debería hacer ahora? ¿Empezar a escribirlo desde este momento? ¿Tratar de reescribir los pasajes perdidos? ¿Olvidarse del tema? Seguramente tendría que olvidarse del tema, no quedaba otra, puesto que de momento tendría muy difícil hacerse con más papel del seco, del que no se deshace con el contacto de las yemas de los dedos.

Rastrojo, en un intento de buscar autocomplacencia, chapoteó en el agua buscando con la mirada al Analista. ¿Qué habría pasado con los Anales que portaba? ¿Acababa Lengua Negra de perder el legado cultural de cientos de años? ¿Los llevaba en un cofrecillo hermético? Ojalá los Anales se perdiesen para siempre. A la mierda con todo. Ya iba siendo hora de que a esos presuntuosos Oscuros les empezasen a ocurrir cosas malas, más allá de la impotencia y la infertilidad.

Cargando editor
20/02/2017, 00:31
Grito, Infantería, Escuadra Barril.

"Los Oscuros serán el fin de la Compañía, serán el fin de todos nosotros". Caratótem lo repitió muchas veces y yo sabía que era cierto, siempre lo supe. Solo bastaba con mirar hacia ellos y entender que todos sus actos y acciones estaban contaminados con su corrupción, con esa maldad que traen desde la cuna y que jamás han conseguido desprenderse. Su podredumbre se apoderó de toda la guerra y todos cayeron en la más asquerosa de las locuras, destrozando y violando todo a su paso, sin piedad y sin honor alguno en lo que se hace.

Esos no son los valores que la Compañía debería promover. Nos enseñaron que aquí podríamos hacer algo más, tener un camino de acero y honor en medio de este mundo de mierda y sombras. Pero ahora, la Compañía tiene la sombra en los corazones y aun más mierda en sus actos. Me avergüenzo de lo que me he obligado a hacer y sé que los espíritus están furiosos. Probablemente hasta ellos nos temen ahora.

Varias fueron las veces que miré hacia otro lado cuando mis hermanos asesinaban y violaban sin piedad a aldeanos inocentes. Las mujeres gritando mientras ellas y sus hijos eran ultrajadas, sobre los cadáveres de sus maridos. Las pilas de bebés ardiendo en medio de charcos de sangre y lágrimas. No aporté pero nada podía hacer para detener aquello. La maldad era parte ahora de nuestros métodos y el sufrimiento no era relevante.

Vi a los prisioneros uno a uno marchando hacia su muerte a mano de los oscuros rituales que intentaban atravesar la barrera mágica que protegía las ciudades del Reino Pastel. Nos intentaron consolar recordándonos como las vidas de inocentes eran sacrificadas para mantener la barrera mientras que nosotros solo lo hacíamos con despreciables pero todos hicimos la vista ciega para no ver que eramos incluso peores que ellos pues todos los rumores decían que eran voluntarios quienes se sacrificaban mientras que nosotros obligábamos a los prisioneros y luego a indeseables. Jamás nos preguntamos qué tan indeseables eran pues la violencia ya se había apoderado de nosotros y ya no era relevante nada más que vencer.

Por las noches me encerraba el lugar que la infantería usaba para dormir y, en un rincón, me sentaba a pedirle perdón a los espíritus por nuestra vileza. Cada día eramos más impíos y traicionamos no solo nuestros valores, sino a la vida misma y a la naturaleza. Podía sentir el asco y el desprecio que los espíritus sentían de nosotros pues era exactamente lo mismo que yo sentía hacia el resto, incluso hacia mí mismo.

Los días pasaron mientras en mí se volvía cada vez más fuerte la idea de desertar. ¡Con un demonio, no me uní para esta mierda! Mis sueños eran de gloria y fortuna con mis hermanos, elevando el nombre de los K'Hlata por todo el mundo que recorriese la Compañía Negra, bajo la guía de los sabios y las órdenes de los valientes, marcando la diferencia de los aficionados y demostrando que la victoria se consigue siendo los mejores sin trucos sucios y baratos. Estos últimos meses nos hemos demostrado a nosotros mismos que no somos mejores que el más despreciable y que no tenemos otros métodos que la misma suciedad que el resto utiliza. Nos hemos demostrado que no somos los mejores.

Pero la oscuridad llegó finalmente y las miles de muertes que siguieron, con los demonios y el fuego, solo fueron la cosecha de lo que sembramos. Mientras corría junto con el resto de mis hermanos, alejándonos de la explosión, no podía dejar de pensar en cuanto nos merecíamos esto y cuanto bien le hace al mundo que todos seamos borrados del mapa. Estuve muy tentado a detenerme y recibir el justo castigo por mi aporte a aquella depravación, pero el instinto de supervivencia es más grande y mis pies no obedecieron a mi conciencia.

Gracias a Matagatos nos salvamos, gracias a él caímos en aguas calmadas que nos mantuvieron con vida cuando todo el resto del mundo desaparecía. Le miré, cuando hubo pasado todo y mi último pensamiento antes de sumirme en el sueño fue que si algo aún honramos a los espíritus, deberíamos acabar con los Oscuros ahora mismo, antes de que vuelvan a contaminar este nuevo comienzo, antes de que inicien nuevamente el ciclo de degeneración y maldición que solo puede acabar como recién acababa de hacerlo. Probablemente lo intente y sé que los espíritus me ayudarán entonces.

Cargando editor
22/02/2017, 16:42
Analista Lengua Negra.

Diario privado

Ha pasado ya una semana desde que el infierno abriera sus fauces y nos devorara con sus llamas, lenguas de fuego encendidas con las chispas levantadas por el acero de nuestras armas, alimentado con el icor rojo de nuestras venas y avivado con el hálito de nuestras almas. Escribo esto tras haber paseado por el claro de bosque en el que se ha asentado nuestro precario campamento, ornado con lo poco que pudimos salvar de la destrucción. Rostros marcados por el dolor, el miedo, la pérdida y la confusión es cuanto he visto. Rostros que pertenecen a hombres y mujeres que o bien permanecen tirados en el suelo, la mirada perdida en algún punto imposible de alcanzar, o que vagan sin destino, en círculos marcados por la proximidad a aquellos otros que, a día de hoy, constituyen su única y última familia. Lo hemos perdido todo y se aferran a esa pérdida, a los recuerdos de lo que fue y ya no son. Posiblemente alguno se lamente de no haber muerto para no vivir esta agonía del presente. La agonía del superviviente. Pero lo que no ven es que ante nosotros se abre un futuro cargado de esperanza, liberados de cuanto nos atenazaba y ahogaba. Hemos sufrido una catarsis. Y del fuego nacemos limpios y puros. Hace dos semanas carecíamos de todo lo que ahora poseemos. Y aunque ahora no lo vean, lo verán.

Me resisto a plasmar en los Anales lo que vivimos, sufrimos y padecimos. Y lo que hicimos sufrir y padecer. Mas de igual modo me resisto a que aquello sea olvidado. Olvidar es no aprender. Quizá por ello me he decidido a vomitar primero en mi diario, bajo el trazo de la sangre de la tinta, aquellas jornadas de violencia y cruel sadismo en el que incurrimos. Después, tras un tiempo, relea estas líneas y sea capaz de extraer de ellas la enseñanza necesaria y plasmarla para las futuras generaciones. Para que ellos, que no podrán olvidar lo no vivido, sean capaces de aprender de los errores de sus mayores. Y de sus aciertos.

Parece que han transcurrido eones desde que se llevara a cabo la votación que alzó a Matagatos como nuevo Capitán. Aún recuerdo su mirada cargada de sorna cuando en una de nuestras escasas conversaciones privadas le auguré aquel futuro. Y con el suyo, el mío. Maldiciones lanzadas con nuestro nacimiento y que el destino se obstinaba en materializar de un modo u otro. Y que él hizo realidad, por justicia, necesidad o placentera venganza ante mi declarado voto a su favor. Pero mi padre... Desde el primer momento supe que su nombramiento era un error, que su resurrección por obra del oscuro poder del Señor del Dolor, tenía un precio y que nos arrastraría a la oscuridad de la sima en la que su alma se había perdido. Sus ignotas ansias, su nueva y destructiva naturaleza, la insaciable sed que a duras penas conseguía controlar junto a otras pulsiones no confesadas eran un chancro purulento que acabaría extendiendo su podredumbre al resto de los nuestros. Y así fue.

Pero no fue el único error. Alcanzadas las Puertas de Galdan deberíamos haber partido, sin mirar atrás, renunciando incluso al cobro de nuestro contrato de haber sido necesario. Alcé mi voz en protesta, afirmando que ya demasiados de los nuestros habían pagado con su sangre pero no fui escuchado. Y si lo fui, no sirvió de nada. Sabía de la insana voracidad de mi padre y de sus deseos de avanzar contra el Reino Pastel. Mas ignoraba si era su garganta la que hablaba o la del Señor del Dolor desde la fracción de alma que había devorado y parasitado. Portaestandarte vivía por y para la violencia y su secreta ambición de enfrentarse al último inmortal era superior a cualquier precaución. Dos a uno. Pero Matagatos, heredero e hijo, de mi padre y del suyo, aunó ambas ambiciones y las hizo suyas. A sangre y fuego. Sus palabras sellaron nuestro destino. El cráneo de plata se teñiría de rojo una vez más.

Avanzamos como el hambre, la peste y la muerte de la mano de una guerra que no era la nuestra y precedidos por heraldos que transformaban la vida en una maldición a la que también debíamos hacer frente. Sajamos, laceramos, fracturamos. Hacha, espada y maza. Tormentas en las que las gotas de lluvia se sustituyeron por flechas. Truenos provocados por el entrechocar de los aceros. Sembramos la destrucción. Ríos de sangre daban testimonio de nuestro paso por aldeas y poblachos. Los gritos de terror que nos recibían se transformaban en un pesado y plomizo silencio tras nuestra marcha. La muerte y la nada eran nuestro legado. Sembramos de sal su futuro. Y sembramos una semilla de crueldad y sadismo en nuestras almas.

Una semilla alimentada por un creciente odio hacia los demás y hacia nosotros mismos, testigos y actores de un horror jamás vivido. Una semilla regada con la roja agua de las arterias de hombres y mujeres que ya no podían calificarse de enemigos sino de víctimas. El mal arraigó, creció y se expandió. Cuerpos desollados, crucificados, quemados, torturados de formas infames por el mero placer de poderlo hacer. Desmembramientos, violaciones, vejaciones que no entendían de edad ni género. Lo peor surgió y fue ley.

Pero todo camino tiene su fin y alcanzamos el nuestro, portando nuestras armas y con ellas, nuestras almas condenadas, para enfrentarnos a aquellos que en su desesperación, se habían alzado al mismo altar que nosotros. No eran el enemigo. No eran distintos. Eran nuestros iguales. Horror por horror. Magia por magia. Oscuridad por oscuridad. Solo nos separaba un velo. Un alto e imbatible muro alimentado por los más oscuros e impíos poderes y embestido por otros de semejante valor. Día tras día, aullidos y lamentos acompañaban la vigilia y las escasas horas de sueño a las que el agotamiento nos condenaba, revolviéndonos en metálicas pesadillas de las que emergíamos bañados en una acre y maloliente sudor para descubrir que la pesadilla continuaba. La locura hizo presa de las más diversas formas. La magia impuso su nuevo orden e imperio y las mismísimas entrañas de la tierra se revolvieron ante aquella profanación, regurgitando alquitrán y gases venenosos.

Cayeron antiguos rivales. El Último Inmortal fue sacrificado y la mismísma tierra pareció lamentar su muerte, rompiéndose en mil pedazos bajo nuestros pies al tiempo que la magia de las tres ciudades parecía crecer. Ardientes lenguas acariciaban las piedras, fundiéndolas, y el temor a la derrota se extendió como la lava. Y en la locura brotó la cordura y de la cordura la perdición. Una llamada a la huida, un rugido de furia, la lucha de dos titanes infernales fueron los clarines que terminaron por desatar el caos. La diabólica semilla germinada en muchos de los nuestros terminó por destruir lo que en ellos había de humanos. Desde mi padre al más bajo escalafón, guerreros y soldados de diversa índole vieron mutar sus cuerpos para adecuarse a su verdadera y repulsiva naturaleza. Sentí que mi mente se tambaleaba, próxima a romperse.

A lomos de mi semental, troté hasta Matagatos. Era hora de abandonar y mi palabra, como muchas otras veces, fue preludio de la destrucción. Pero fui escuchado. Resonó el gran cuerno y aquellos que aún conservaban en sí trazas de humanidad acudieron a su llamada. Todo a nuestro alrededor pulsaba como un enorme forúnculo lleno de putrefacción, listo para vomitar su purulencia y ahogarnos en ella. Hostigadores, los hombres de Barril y mis antiguos soldados corrieron tras su Capitán. Galopé tras ellos sobre mi montura, negra como la noche, negra como la compañía, negra como nuestras almas y vi cómo los rezagados morían consumidos por el purificador fuego que habría de alcanzarnos a todos.

Azar, suerte, una oportunidad de redención. ¿Qué condujo a Matagatos a hacer lo que hizo? ¿Quizá la visión de su medio hermana, Khadesa? No lo sé. Ni lo sabré nunca pues creo que ni el propio Matagatos lo sabe. Hay fuerzas poderosas que mueven manos pequeñas. La Lanza de la Pasión fue nuestra salvación. Qué encerraba y qué poderes liberó escapan a mi comprensión. Fuimos arrancados de aquel vientre hecho de fuego y muerte y paridos con violencia en una tierra desconocida que nos acogió bañados en líquido amniótico.

Ha transcurrido una semana. Ya hemos llorado lo sufiente en nuestro nuevo nacimiento. Es hora de levantarse y andar. No hay un ayer. Solo el amanecer de un nuevo día.

 

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22/02/2017, 20:25
Sabandija.

EPILOGO: SABANDIJA

-¡Oh!..¡ay!..¡Cuidado!...- Sabandija trataba de recolocarse bajo el enorme peso que suponía tener encima a la gran mercenaria Sierra. Toda ella era la voluptuosidad personificada mientras que Sabandija era el más escuchimizado de los Campamenteros, quitando a Plumilla. Tras su último encuentro Sabandija había perdido toda esperanza en retozar de nuevo con Sierra y se había conformado con visitar, muy de vez en cuando, a Elefanta. La prostituta era muy agradecida con el Campamentero, por la ayuda prestada en los malos momentos, pero por mucho que se esforzaba no era más que un pálido reflejo de la mercenaria. Así que, cuando Sierra abordó de nuevo a Sabandija, tan directa y contundente como lo había sido la primera vez, éste no sólo no pudo negarse sino que se relamía por su gran suerte.- ¡Así no...esperaaa-a-a-ay!- Sierra había cogido a Sabandija, literalmente, y se lo había llevado a un rincón maloliente con algo de paja de los establos en el suelo. Allí lo había desnudado y tirado al suelo. El Campamentero, a pesar de estar algo asustado, notaba como su entrepierna respondía a los encantos "femeninos" de la mujer. Por otro lado, entendía que Sierra pudiera estar sedienta tras meses de luchas y batallas.- Me vas a...ayayayaya...- Sin inmutarse lo más mínimo la mujer cortó cualquier intento de Sabandija de levantarse plantándole el enorme pie en su pecho. Sabandija sintió cómo se le vaciaban los pulmones de aire bajo el peso de la mujer. Cuando notó las sienes palpitar y empezó a boquear como un pez fuera del agua comenzó a preocuparse. ¿Qué pasaba? El recuerdo que tenía de su encuentro sexual con ella había sido mucho más..."dulce". Sólo cuando vio que el pequeñajo se quedaba quieto Sierra aflojó la presión sobre su pecho y las costillas de Sabandija volvieron a dejar paso al aire.

-Arf, arf, relájate, hay Sabandija de sobra...- Como contestación recibió un escupitajo en toda la cara que le hizo enmudecer, al menos durante unos segundos. Sin siquiera desvestirse, nada más echando a un lado la correa de cuero que cubría su pubis, Sierra comenzó a acuclillarse. La vista desde abajo era algo espectacular, el sexo de la mujer abriéndose como el capullo de una flor con la primavera. Pero algo no iba bien. Era normal que una mujer se humedeciera cuando estaba excitada pero, cuando Sierra se abrió de piernas, lo que cayó derramándose por sus poderosos muslos era un líquido negruzco, como agua sucia o estancada. Justo le recordaba al terreno pantanoso en el que habían tenido que combatir para asaltar la Puerta de Galdan. Además, caía a raudales, encharcando la paja sobre la que el campamentero estaba obligado a tumbarse.

¡Chof!

La imagen le recordó a las mujeres cuando daban a luz y rompían aguas. Asustado como un conejillo Sabandija se arrastró de espaldas por el suelo incapaz de introducir su pene en aquel agujero infecto. Sierra lo agarró inmediatamente del brazo y tiró con fuerza hacia ella.

- ¡Mi brazo malo!¡Uuuuaaaaah!- Notó la humedad del suelo tocar su piel y trató de aferrarse al suelo y clavar sus uñas en el terreno. Su mano tocó algo viscoso y resbaladizo que se movía.- ¿Pero qué...- Lo que vio en el suelo casi le hizo vomitar el frugal desayuno.

- ¡Puaj!¡Cof , cof!- Una especie de gusano negro se retorcía en el charco provocado por el extraño flujo de la mercenaria. Ya había visto esos gusanos antes. Los reconocía. Los había visto salir de los no-muertos que se levantaron para atacarlos. Los había visto salir de la herida de Rastrojo cuando Plumilla le obligó a sujetarlo.- ¡No , por favor, nooooo!- El que se retorcía ahora era él. No quería saber nada más de Sierra, se la regalaba a Campaña, ni del Señor del Dolor, ni de la Compañia misma. Sólo quería correr, salir de allí y no parar hasta olvidar todo aquello. Usando toda la habilidad posible de la que fue capaz logró zafarse del portentoso agarre de Sierra y trastabillar por el callejón para salir de allí por patas. No quiso mirar atrás pero el aullido aterrador, cargado de furia, que emitió la mujer le obligó a hacerlo. Cuando vio su rostro desfigurado supo que iba a morir si no desertaba.

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23/02/2017, 07:19
Dedos.

El repentino cambio de temperatura del calor del infierno que nos rodeaba al frío del agua me aturde, haciendo que a pesar de ser aguas poco profundas yo no consiga saber dónde es arriba y dónde abajo, y me quede suspendida en el líquido pataleando. Al intentar gritar he inhalado un poco de agua y los pulmones me pinchan de dolor como si quisieran retraerse sobre sí mismos hasta desaparecer.

Tras unos pocos segundos que a mí me parecen una eternidad, una mano fuerte, que pertenece a un brazo fuerte, me agarra de la nuca de la armadura y saca casi todo mi cuerpo del agua, haciendo que parezca un cachorro de felino agarrado por su madre.

Toso, vomito el agua, vuelvo a toser, y cuando soy algo más consciente de mi situación vuelvo a patalear intentando ahora librarme de aquel agarre, pensando que es de algún enemigo que ha conseguido cogerme. El cuerpo que dirige aquel brazo ni siquiera se inmuta con mis torpes golpes, con paciencia, hasta que me calmo y soy capaz de ver que el rostro que completa aquella anatomía es el de Ponzoña. Me mira un poco preocupado, y emito un “aaaghh” con algo de agua que aún contiene mi estómago, pero el Hiena sabe interpretar que es una mezcla de “estoy bien, gracias, y perdona por los golpes”.

Con cuidado entonces me baja haciendo que vea que soy capaz de llegar con los pies al fondo y caminar con la cabeza fuera del agua, aunque mi cuerpo no sobresale tanto como el suyo. En ese mismo momento una mano se posa suavemente en mi hombro desde mi espalda. Me giro y veo a Khadesa, que también me mira un poco preocupada. Asiento con la cabeza. Parece que a ninguno nos apetece hablar, y tampoco nos hace falta para entendernos.

La pareja se adelanta mientras yo miro a mi alrededor, y no me cuesta localizar a quien busco. Ponzoña y Khadesa caminan hacia él, que se encuentra unos pocos metros por delante en la dirección en la que parecen moverse todos: 

tierra.

Y pensar que estuve a punto de mandarlo todo a la mierda. Aún recuerdo la paciencia que tuvo conmigo, y la forma en la que consiguió calmarme. Siempre lo hace. Parece que sólo él es capaz de hacerlo.

Recordar aquella conversación tras su nombramiento como capitán me hace agradecer estar en el agua, pues la simple idea de lo que hubiera pasado si él no hubiera reaccionado como lo hizo, si él se hubiera ido cuando se lo pedí, si se hubiera rendido, me hace sudar.

Me mira, y en su rostro hay alivio. Tampoco hace falta decir nada. Yo estoy bien, y él debe liderar la marcha. Y yo aún debo buscar a más gente. Matagatos comienza a avanzar a través de las aguas y yo intento seguirle y alcanzarle, mientras vuelvo a observar a mi alrededor.

¿Dónde está Chamán Rojo? Ah, ahí está. Menos mal. Siento tanto haber discutido con él… No me habría perdonado su muerte separados de esta manera.

Casi de forma automática busco al objeto principal de aquella pelea. El mago, que incluso caminando a través de las aguas tiene esa actitud, esa expresión de superioridad, como si el agua tuviera que agradecer que dejara que tocara su piel escamosa. Me llevo la mano izquierda al tatuaje que descansa desde hace tantos años en mi hombro derecho. Lo noto caliente al tacto, comparado con el resto del cuerpo que se enfría, mojado. Pero seguro que es sólo cosa de mi imaginación.

En un rápido vistazo localizo a Plumilla y Preocupado, que también intentan salir del agua, ella en sus brazos, agarrada a él como si fuese la última rama por encima de un precipicio. Me hace sonreír.

Está loca. Con esa locura dulce e infantil que sólo conocen las mujeres enamoradas, pero loca al fin y al cabo. No sé qué habrá visto en Preocupado, pero me alegro por ella. Supongo que con ese mote, cuidados no le van a faltar a la chica.

No muy lejos veo a Rastrojo, que parece buscar algo.

¿Qué habrá perdido ahora, el muy imbécil?

Sabandija, Derviche, Cielo… A unos parece costarles más que a otros, sobre todo debido a sus armaduras.

Lo curioso es que el Cabo Barril o Campaña sean siquiera capaces de moverse con eso…

Aquí y allá las miradas denotan confusión, tristeza, desasosiego. ¿Realmente estamos a salvo? Y lo que es más importante…

¿Dónde estamos?

Parece que hasta que no he comprobado que los que más me importan están bien, no me he fijado en el detalle de que no parecemos estar ni cerca del Reino Pastel.

Qué demonios… ¿Y ahora qué?

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23/02/2017, 12:54
Cabo Ponzoña.

PONZOÑA

Se revolvió inquieta en sueños, despertando una noche más a Ponzoña. Y una noche más los brazos de la Quinta se agitaron en el aire, sus piernas buscaron deshacerse de la manta que cubría sus cuerpos desnudos, su torso se alzó y bajó a un ritmo creciente. Murmullos incomprensibles brotaron de entre sus labios, apenas audibles, en una lengua que no parecía la suya y que fueron elevándose hasta formar una palabra que sí reconoció. Khadi. La diosa. Y el ceño del Hiena se frunció.

Ella era la que ocupaba los sueños de Khadesa y cada vez con más frecuencia sus tiempos de vigilia. Era la garrapata que absorbía su esencia vital, la que la agotaba poblando su mente de augurios incomprensibles, de visiones imposibles, de muerte y destrucción. Era como el picabueyes que camina sobre el lomo de un búfalo y hurga constante en su oreja buscando parásitos y llenando su mente con el rasposo sonido de su pico. Y Khadesa se aferraba a ella, en una relación enfermiza a ojos de Ponzoña. Y la preocupación se marcaba en su frente dibujando una fina arruga vertical que no desaparecía y la oscuridad de las noches en vela se dibujaba en su mirada, sombreándola y dando al Hiena un aspecto amenazador. Su hembra caminaba por un sendero peligroso, el de la magia oscura. Ella creía ser lo suficientemente fuerte como para resistir su influjo, su canto de sirenas al que ya otros más fuertes habían sucumbido, como el infame Serpiente. Pero él la conocía. Él sabía. Y el temor a que se alejara y se perdiera en las brumas tejidas por la diosa aumentaba. Nadie podía devolver la mirada a un dios y regresar indemne al plano de los mortales. Ni siquiera ella que en aquellos últimos días, gateaba, se arrastraba, serpenteaba implorante hacia Khadi en un ondulante mundo onírico marcado por el horror que vivían en las horas diurnas. Ponzoña ignoraba lo que ocurría en aquel plano, pero la sentía cambiar, oscurecerse, encogerse y crecer pulsante, incubando en su interior la larva de la brujería.

Y una vez más la abrazó con fuerza, reteniéndola a su lado, batallando contra la diosa por su hembra. Murmuró, como tantas otras noches, palabras que sonaban a hogar, a fuego en las noches frías, a abrazos y besos ardientes, a mantas de piel, a música de flauta y timbal, a la promesa de un hijo. La llamó, reclamándola a su lado. Porque era su hembra y él su hombre. Quizá lo escuchó. Quizá su ronca voz conjuró un poder capaz de romper por un instante la red de plata y magia de Khadi. Despertó con un grito y lo miró sin reconocerlo. Lágrimas de sangre en unos ojos que no reconoció hicieron que el Hiena llorara en silencio, oculto su rostro entre los cabellos de ella, susurrando palabras que la trajeran definitivamente a él.

Llegó el alba y con ella el olvido de la mayor parte de lo soñado. Pero no para él que debía revivir nuevas pesadillas. Había visto a lo largo de jornadas a la Compañía transformarse, convertirse en algo que quizá siempre había estado ahí pero no supo ver. El mal en estado puro. Obedeció órdenes y peleó contra enemigos que alzaban contra él hoces y horcas de campesino. Su maza se abatió contra hombres que luchaban con orgullo por lo que era suyo, contra jóvenes con más arrojo que pericia y su muerte siempre fue rápida y limpia, acompañada de una breve oración K´Hlata de despedida. Pero su estómago se revolvía y sus puños se cerraban impotentes ante la crueldad manifiesta y no castigada de unos y otros. Mantuvo firme su posición entre los Hostigadores, dirigiéndolos, ordenando, exigiendo, prohibiendo. Eran sus hermanos por encima de todo. No permitió que nadie de entre los suyos obrara como no correspondía. Pero todos fueron testigos de cuanto aconteció. Todos vieron y supieron. Sus miradas se endurecieron. Sus puños se crisparon como garras, clavando uñas en carne. Jadearon de impotencia. Gritaron por el dolor de otros. Y por todo ello, se buscaron entre sí, estrechando aún más su lazo de hermandad, alejándose de quienes traicionaron su juramento con los execrables actos que ninguna bestia salvaje sería capaz de realizar. La lucha de aquel día concluyó. Avanzó junto a los suyos en pos de la vanguardia y su sendero era el de la vergüenza y la corrupción más inhumanas. Se detuvo ante un cuerpo incapaz de apartar la mirada. Sintió el brazo de su hembra en la cintura y su llanto ahogado, impotente. Quiso gritar y no pudo, la garganta estragulada.

Se reunieron aquella noche en torno a la hoguera. Las llamas iluminaban rostros asqueados, furiosos, dolidos, acongojados. Hostigadores con hostigadores, hermanos con hermanos. Y juraron una vez más no seguir aquella senda de crueldad y sadismo. Y más allá de su círculo de luz, pozos de magia oscura crecieron devorándolo todo. La misma tierra repudió aquel poder capaz de romper el equilibrio, de doblegar a la naturaleza. Oyeron los gritos de los sacrificados, de los enemigos capturados que eran degollados, de las filas de esclavos arrojadas a la muerte para alimentar lo que no debió ser alimentado. Las pulsantes ondas de magia los alcanzaron y rechinaron los dientes. Y Khadesa entre sus brazos temblaba bajo su embate, como el farallón golpeado por una y otra ola gigantesca. Y la sintió erosionarse, debilitarse. Un postrer grito y un golpe invisible los alcanzó. Su hembra gimió y se revolvió.

Huyó de entre sus brazos, corriendo hacia aquel grito. La siguió, ciego a cualquier otra cosa que no fuera ella, esquivando cuerpos, tiendas y monturas. La alcanzó cuando finalmente se detuvo ante Portaestandarte y el Viejo, acompañados de Matagatos. Su mirada verde refulgió en la noche como la de un leopardo. Y su garganta exhaló un himpado que provocó un escalofrío en el Hiena cuando la Lanza de la Pasión fue puesta en manos del Capitán junto con un consejo. Ella vio algo que él aún no era capaz de percibir. Un horror, un desastre, una muerte. Y entonces, de entre las carnes malditas del Viejo nació el monstruo que devoró al que siempre había sido un padre para su hembra. Vio la locura en sus ojos, oyó el desgarrador grito de su boca, sintió sus músculos tensarse, escuchó los latidos de su corazón acelerarse hasta ser un continuo y tuvo miedo. Miedo de lo que haría, de que dejara emerger la larva de la brujería de su largamente incubada crisálida, de que se arrojara a aquella destrucción que la arrancaría para siempre de su vida de la mano de Khadi.

No pensó. Actuó. Un puño cerrado golpeó la nuca de su hembra con un sonido húmedo y ella cayó desmadejada en el brazo ya listo para recogerla. La cargó en su hombro y cobró consciencia de cuanto ocurría a su alrededor. El Capitán ordenaba la retirada, la huida. Corrió hasta sus hombres y transmitió las nuevas órdenes y como una marea, lo dejaron todo atrás, para correr en medio del caos y la destrucción. El pecho le ardió con cada respiración tras cada zancada, siguiendo a su líder y portando consigo lo que más amaba. Olió la carne quemada, el pelo chamuscado, el borboteo chisporroteante de la grasa burbujeando en la piel socarrada de quienes quedaban atrás. No miró atrás. Solo corrió.

Un calor creciente lo consumió, haciendo hervir su sangre, evaporando su sudor y creando en torno a él y a Khadesa un sudario de vaho gris. Supo que iban a morir, que no lograrían escapar, que la inexorable parca segaría los hilos de su vida. No hubo más consuelo que saber que moriría con ella, unido a ella, con ella entre sus brazos. Se detuvo para enfrentarse a la muerte como un guerrero, dándole la cara, sin temor ni miedo. Mantuvo la vista fija para mirarla de frente mientras acudía. No sintió el dolor del fuego. Solo una luz cegadora y el vacío de un suelo que desaparecía bajo sus pies. Cayeron ambos. Su hembra y él. Sentía su tibieza, su respiración suave, su piel albina. No hubo un tiempo con el que medir aquel viaje hacia las grandes sabanas más allá de su vida mortal. Ni lo pretendió. Solo experimentó calma y paz y la alegría de una eternidad junto a ella.

Pitonisa y guerrero no encontraron tierra dorada y acacias, hierba verde y cielo azul. Ni la soledad de ambos dos. Agua y niebla, árboles con agujas en vez de hojas finas y un olor penetrante a resina sacudieron sus sentidos. Ponzoña se vio envuelto por un agua helada, rodeado de una miríada de burbujas como si todo hirviera. Sus pies tocaron un suelo limoso y se alzó en toda su altura. Emergieron cabeza y pecho y entre sus brazos, su hembra se agitó con violencia, despertada de su inconsciencia por la gelidez del lago. La alzó y la miró. Y ella lo miró a su vez. No necesitaron hablar. Y entonces oyeron las voces y los murmullos. Estaban rodeados de los suyos. Ella tomó su mano y avanzó hacia la orilla, llevándolo consigo. Y él se dejó llevar. Y en su camino, un cuerpo boca abajo, removiéndose torpe. La mano de Ponzoña aferró la armadura y tiró hacia arriba. Una mujer pataleante y boqueando como un pez arrancado de las aguas, se revolvió en la presa que no cedió. Unos ojos se abrieron a aquel nuevo mundo y encontraron frente a sí, no los de un padre, sino los de un hermano. Con suavidad, el Hiena bajó a Dedos hasta que esta hizo pie. Su hembra posó una mano sobre ella. Estaban vivos. Estaban bien. Reanudaron su camino. Había una orilla, había una tierra, había una oportunidad. Sobre sus cabezas, un águila chilló en libertad.

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24/02/2017, 20:00
Piojillo, Jefe de los Campamenteros.

Ya está. Lo habían conseguido. Al fin habían conseguido abrir las dichosas Puertas de Galdán. Por suerte para Piojillo, apenas había sufrido heridas, salvo unos arañazos en el vientre, producto de uno de esos seres no muertos que le atacó. Muy pronto empezaron a sanar sus heridas, mientras seguía con sus tareas diarios.

Las votaciones para el nuevo capitán de la Compañía Negra habían cambiado la cadena de mando en más de un puesto. Lengua Negra ascendió y había dejado a Piojillo al cargo de los campamenteros, aunque no le ascendieron en el cargo. Tendría que ganárselo a pulso, el poder ser cabo. Lo peor de su nuevo cargo fue cuando le encomendaron la tarea de dar el castigo a latigazos sobre la espalda de Derviche. El campamentero había combatido codo con codo con aquella mujer fanática, loca sí, pero compañera de armas al fin y al cabo. Pudo hablar en susurros con ella, diciéndole que tenía que cumplir las órdenes. No serían latigazos suaves, pero trataría de ser rápido y acabar con el sufrimiento lo más rápido que pudiera. Después de todo, el mismo era tomado por un debilucho, así que nadie se molestaría por un latigazo más flojo de la cuenta. Pese a sus pensamientos, dio los latigazos lo más certeros y rápidos que pudo, abriendo la carne de la fanática. El primer deber como nuevo líder de los campamenteros había sido llevado a cabo.

 

 

Los días siguientes, toda la Compañía, en bloque, iba acabando con todo lo que quedaba de sus enemigos, pero Piojillo estaba la mayor parte del tiempo tomando partido en otras acciones que le requerían. Después de todo, parecía que estuviese más lejos de la batalla desde que le pusieron al cargo de su escuadra. – No era esto lo que hacías tú, buen amigo. Espero que, estés donde estés, me guíes. – Pensaba para sí mismo el guerrero K´hlata. Aquellas preguntas tenían un destinatario, su fallecido amigo, Cochinillo.

Pero Piojillo no estaba preparado para todo lo que vino después. El último bastión de sus enemigos lo formaron sus hechiceros, manifestaron una cúpula mágica que servía de escudo. Todos los intentos de la Compañía por destruirla acababan en nada, hasta que un día todo cambió. No estaba preparado para todo aquello, esa oleada de terremotos y destrucción, era todo producto de la magia, una magia que no entendía ni quería comprender pues en su cultura no trataban esos temas tabú.  Un enfrentamiento entre el viejo y Matagatos, hermanos de la Compañía transformados en bestias de pesadilla, era todo demasiado para el pequeño guerrero. Incluso los caballos se desbocaron y muchos arrojaron a los jinetes al suelo. Esos pobres corceles fueron pasto de las bestias y acabaron en sus fauces. Por suerte, su querido rocín, Marengo, se salvó de tal desenlace, gracias a que el campamentero pudo sostener sus riendas y arrastrarlo tras de sí. Y de pronto, la luz lo inundó todo y el cuerpo de Piojillo acabó dando tumbos por el suelo sin saber que estaba pasando. Los oídos le iban a explotar, la luz no le dejaba abrir los ojos. Todo vibraba, después se dio un tremendo golpe en la cabeza y todo terminó, por el momento.

 

 

¡Aaaarrrgggg! ¡Cof, cof, cof! – Gritó de pronto al sacar la cabeza del agua, atragantado por la misma que había tragado. No sabía como, pero todo era agua a su alrededor. ¿Qué había pasado? La respuesta era fácil, el golpe en la cabeza. Se tocó el lado derecho de la testa, para retirar corriendo la mano. Un prominente chichón, tapado por sus coletones, era la señal de que el golpetazo le había dejado fuera de combate.

Piojillo miró a un lado y a otro, de nuevo recuperaba la visión. Varios compañeros le rodeaban en aquel extraño lago en el que estaban. ¿Qué era lo que había pasado?

 

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24/02/2017, 21:45
[RIP] Escudo, Pelotón de Exploradores.

El Reino Pastel había desaparecido. Donde antes se alzaban imponentes estructuras y el poder y el terror dominaban a hombres y bestias, ahora no quedaba nada.

El apocalipsis había pasado y la quietud de las aguas de un inmenso lago contrastaba con la devastación que se había producido apenas unas horas antes.

Una figura solitaria permanecía a la orilla del mismo. Realmente no estaba allí,  había muerto hacía mucho y ningún ser viviente se hubiera percatado de su presencia. Observaba con la mirada perdida en el horizonte como al alba llenaba la superficie del lago con su luz.

Los meses desde el ataque a la muralla de la Puerta de Galdan habían pasado como un instante, un suspiro. Había sido testigo de los horrores desatados posteriormente pero como si los viera a través de un sueño.

La propia Compañía había cambiado, evolucionado. Nuevos mandos habían ascendido mientras nueva sangre se incorporaba a la misma. El ciclo de la existencia continuaba.

Escudo permanecía con la mirada fija mientras otra presencia aparecía a su lado. Testudo, su hermano de capa lo miraba con gravedad.

- Luché con honor y morí libre. - comentó a su hermano largo tiempo muerto. - Pero aún no estoy listo para partir, esperamos a alguien más.

Una nueva presencia se unió a los dos hermanos: Perdida, que también había muerto en la batalla y que había sido apadrinada por Escudo. Escudo la había estado buscando porque tenía la sensación de que tampoco había completado su partida. Ahora que la notaba a su lado era cuando daba por completa su misión.

Miró por un momento la imagen de su hermana de sangre ¿qué le podía decir ahora si no lo había hecho en vida? Se sentía orgulloso de ella y si alguna vez hubo algún otro sentimiento, el tiempo para el mismo ya había pasado.

- Ahora sí, es hora de irse ¿crees que nos recordarán alguna vez?

Testudo no respondió. El olvido final es el destino de todas las cosas pero no quería entristecer al guerrero. Aunque no los recordasen y sus tumbas fueran erosionadas por el tiempo, habían dado lo mejor de ellos mismos por la Compañía y se sentían orgullosos de ello.

Una suave brisa soplaba a lo largo de lago mientras el amanecer lo llenaba con su luz. Nada perturbaba la paz de aquel paraje solitario.

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25/02/2017, 00:21
Ballestero.

Y bajó el sol a la tierra, llevándose consigo a todas esas cosas que se habían estado alimentando de la sangre de los inocentes.

Huyeron de aquella locura los pocos no tocados por la semilla del Señor del Dolor.

La tierra era como siempre. Caliente. Había hierba. La sabana permanecía inmutable. El cielo era de un profundo color azul. Se escuchaban algunos pájaros que cotilleaban en una de las acacias cercanas. Qué dirían. Cosas sencillas propias de la vida cotidiana.

Era todavía temprano. Apenas el sol comenzaba a dar calor.

Ballestero buscaba insectos en un montón de madera podrida. Tenía hambre, y había que sobrevivir.

Pensaba que había hecho bien en salir de la ciudad. Fuera se veían cosas. Se encogió de hombros. En realidad todo era lo mismo, pero merecía la pena visitarlo. Por lo pintoresco.

Hurgó con un palito en un agujero prometedor de un tocón todavía unido a la tierra. Ahhhh. Había encontrado algo blando. Concentrado, con mucho cuidado, siguió haciendo cosquillas al ser que intentaba resistir su insistente pero delicado embate... Poco a poco... ¡Ya estaba! Salió de su guarida cagando leches solo para ser vilmente atrapado entre los dedos ágiles de Ballestero. Y... ¡Ñam! Masticó rápido. Saboreó la sabrosa pulpa en que se había transformado. Todo su ser vibró de satisfacción.

Por ahí seguían los pájaros, maquinando quién sabe qué cosa.

Mientras paladeaba pensativo, con un ojo en el tronco, por si había algún otro agujero prometedor, vio unas hormigas por el suelo. Exploradoras. Peinaban el terreno en busca de algo con que alimentar al nido.

No había que distraerse. Las hormigas no eran buenas para comer. Y había mucho que hacer ese día. Limpiar a su creadora de viudas, la Venganza de la Bruja, y ayudar a los curtidores, que intentaban arreglar aquellas pieles de cebra para las tiendas.

Miró al cielo. Pronto llegaría la temporada de lluvias, y había que estar preparado. Y, puede, habría más patrones que desearían contratarles. Debían mantenerse fuertes.

Así que continuó procurando encontrar su desayuno.

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25/02/2017, 03:48
Lagrimita, Escuadra Barril, Pelotón de Infantería.

OUROBOROS

Lagrimita sentía como el peso de su armadura le arrastraba hasta el fondo del agua, haciendo que su lucha por buscar el aire que le faltaba fuera cada vez más difícil. Cuando empezaba a ver puntos en su visión unas manos firmes lo asieron, y no sin cierta vergüenza pudo observar que el agua no era tan profunda como para ahogarse en ella. Boqueó escupiendo agua, dirigiendo una mirada agradecida a los que lo habían izado, Preocupado y Barril.

Miró atónito el paisaje, que tan poco tenía en común con el escenario que acababan de dejar atrás. Y el Oscuro no se engañaba, a pesar de sus esfuerzos y su heroico rescate, la muerte era su destino final hasta que el Capitán estrelló la Lanza de la Pasión contra aquella piedra. El cómo habían llegado a aquella situación era algo que acababa de desfilar por la mente del Infante, ya que mientras se ahogaba, había tenido algo cercano a esa sensación que se dice que uno tiene cuando está a punto de morir, pasando las imágenes de los meses más cercanos por su mente, a modo de explosiones de emociones enfrentadas.

 

“Con su voto comprometido hacia el Viejo por la deuda de sangre que tenía con él, Lagrimita vio como la ceremonia se volcaba finalmente en Matagatos, al cual la voz popular hizo finalmente Capitán electo de la Duodécima.

No podía ser de otra manera, toda la Compañía había pasado por los cuidados de su principal médico y cirujano, y nadie podía decir una mala palabra de Matagatos. Leal, comprometido, y serio en el cumplimiento de su deber, había perseguido obcecado todas aquellas tareas que se le habían ordenado para con éxito. Nadie podía decir una mala palabra para con el hijo de Portaestandarte. Bueno, al menos casi nadie. Lagrimita era un conato de sentimientos enfrentados con respecto a su más juvenil primo. El joven hasta ahora Cabo, había heredado las habilidades de su padre para la sanación y había tenido a bien transmitirlas a varios entre las filas de la Compañía. Lo poco que sabía Lagrimita sobre sanar se lo debía a él en gran medida. Pero también había notado que Matagatos carecía del apego al sentimiento de casta y unidad que todo Oscuro llevaba en su interior en mayor o menor medida para con los suyos. El estrechar lazos más allá de la sana camaradería que da el ser Hermanos Juramentados para con los  K´Hlata, era una fea mancha en su historial a los ojos del Infante. El permitir a su Segundo el retozar con su hermana libremente, y mancillar el honor de la tradición Oscura del honor y la espada, era otro fallo para su impecable manera de conducirse normalmente.

Con todo este torbellino de pensamientos batiendo  en su interior, Lagrimita comenzó la que sería la Campaña Pastel, la más cruenta que recuerdan los Anales de la Compañía Negra. Las luchas fueron el desahogo de muchos y la venganza se tomó para nada fría en las semanas que siguieron. Había muchas afrentas que lavar, y muchos Hermanos que vengar, y teníamos un blanco claro para con quien alzar nuestras armas sedientas de sangre: El Triplete.

El torrente de sangre derramado por la mano de la Compañía era simplemente demasiado grande como para que una mente humana la aceptara sin abrir su mente a algo oscuro, algo que vive en el interior de todos los humanos. Abrimos una puerta que muchos no pudieron cerrar, y la Oscuridad se instaló en el corazón de muchos hermanos Juramentados.

No se oían charlas, chanzas, partidas, ni bromas como las que se daban en las campañas que la Compañía había llevado a cabo a lo largo de décadas. Un viento frío y un sabor cobrizo en la boca era la sensación que parecía reinar en los campamentos que se erigían semana tras semana. La Tienda de Grog del Gordo Wem era una sombra de lo que era, y sólo la Infantería la frecuentaba a menudo. Al final de la campaña desaparecieron algunas prostitutas y niños, pero todo el mundo estaba ocupado y dijeron que seguramente habían abandonado el campamento con los infantes, quizás en un intento de huir de la guadaña de muerte en que se había convertido la Compañía. La explicación era otra, pero no supimos hasta más a delante que la sangre empezaba a ser un bien preciado para algunos, y cuando los del Triplete se refugiaron en sus ciudades, y los prisioneros escaseaban, es cuando empezaron las primeras desapariciones.

Cuando finalmente se desató la oscuridad, hombres y mujeres fueron atacados por un mal, una locura que cambió su mente y sus cuerpos en una oscura degeneración. Los Cambiados empezaron a destrozar a todo el que no era como ellos, aunque algunos cambiaban en cuanto eran alcanzados por las garras y dientes de los enloquecidos atacantes.

Los pocos que manteníamos la cordura, conseguimos reunirnos y huir del campamento. Nos refugiamos en la Tienda de Grog, un lugar que los Cambiados habían evitado hasta ahora. Parecía que el olor del grog les desagradaba. Lagrimita se negaba a partir sin su madre y su hermana Palomita, ya que no podía creer que estuvieran muertas o Cambiadas. Barril le dio cinco minutos.  – Luego nos iremos chico, contigo o sin ti –. Preocupado se ofreció a acompañarle, y con una lágrima de emoción corriéndole por el rostro, Lagrimita aceptó la ayuda de su gran amigo. Se abrieron paso hasta la zona de los Seguidores y allí se vieron obligados a acabar con Vieja Guardia y Korvald, que ya Cambiados amenazaban con torturas a la madre y a Palomita, hermana de Lagrimita. Una vez rescatadas las dos mujeres, se unieron al grupo de huída. Más los Cambiados les siguieron, y una vez rodeados, la Lanza de la Pasión blandida por el Capitán, hizo su trabajo.”

Lagrimita se acercaba a la orilla ayudando a Derviche que parecía aún aturdida. Había deseo de ayudarla en su gesto, más también una silenciosa vigilancia por parte del Oscuro. Después de lo ocurrido con aquella muchacha casi forzada por Derviche, Lagrimita pensó que sería una de las primeras en unirse a las filas de los Cambiados, más la mujer había aguantado reciamente aquel fragmento de oscuridad que pugnaba en su interior. Quizás al final su propia locura había confundido al mal más que una brújula moral imperfecta.

Tras el recuento final, Lagrimita se dejó caer exhausto. No encontraba a su madre ni a Palomita por ningún lado. Se quitó la armadura e hizo varios saltos de buceo a las aguas del lago, más todos los intentos fueron infructuosos. Las dos mujeres simplemente no estaban allí.

Tras entregarse a la pena el tiempo que le dejaron, se recompuso y equipó de nuevo, dispuesto a afrontar lo que el destino le había dispuesto en su camino. Ya habría tiempo de llorar a los muertos, ahora los vivos necesitaban de su ayuda. Y si querían sobrevivir allá donde estuvieran, todos deberían cuidar de todos.

Quizás era el momento de olvidar, y de hacer borrón y cuenta nueva en muchos aspectos, quizás...



 

El forvalaka observaba con unos ojos que tenían más de felino que de humano al grupo de hombres y mujeres que chapoteaban como perros ahogados en dirección a la orilla. Su instinto le pedía que rajara sus cuellos y se alimentara de su sangre. Pero el dolor lo recorría, y pensar en el cambio era impensable. Sólo pensarlo le ponía enfermo.

El estallido de luz de la Lanza del Destino había traído a esta tierra algo más de lo que pensaban los patéticos humanos. Sabía que él y otros habían pasado a este “otro lado”.  Pero debía recuperar fuerzas, hacerse con presas más fáciles, antes de saborear los corazones de aquellos. La necesidad de sangre se hacía imperiosa, y la criatura se alejó finalmente en busca de algo con que saciar su sed.

A pesar del dolor que le causaba, sostenía la Lanza con una mano. Al final los Oscuros vendrían a por ella. Tal era su maldición, y su Destino.