Partida Rol por web

TERCER DÍA DE LA RUPTURA DE LA ROCA.

AÑO: 202 DE KHATOVAR.

MES: DEL LEÓN (MITAD DE LA PRIMAVERA, MES CINCO).

DÍA: DIECISIETE DEL MES.

POR LA MAÑANA TEMPRANO.  - CAEN LIGEROS COPOS DE NIEVE.

Con permiso de los superiores, y una mirada reprobatoria de Barril, Frontera abandonó la casa en dirección a los campos cercanos. Sabía que habría tenido que pedir permiso directamente a Piojillo, pero este llevaba unos días muy débil y Frontera lo que quería era un permiso inmediato e incontestable, pues necesitaba alejarse de allí, respirar, y encontrar algo, lo que fuese, que calmase su ansiedad repentina.

Dejó atrás los terrenos de la granja y se adentró en los campos de cultivo, aproximándose a la linde del bosque que rodeaba aquella zona. Pero daba igual donde mirara, lo único que veía era aquella cosa blanca. Nieve, había oído que se llamaba. Era increible y muy bonita, pero le distraía de lo que necesitaba. Había tanta, que ocultaba la tierra y las plantas que quería encontrar. Era como si el clima estuviera gastándole una broma pesada.

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DÍA: DIECISIETE DEL MES.

POR LA MAÑANA TEMPRANO.  - CAEN LIGEROS COPOS DE NIEVE.

Cabo Barril se adelanta, cerrando la tela sobre la imponente armadura. Mientras avanza echa una mirada intensa (en tiempo) a Serpiente para recordarle que su exabrupto ha estado de más ante la visita.

— Con tu permiso meteré esto en la casa, Capitán. Parece que tenemos más visitantes. —

Señala con un dedaco a los leñadores que se acercan por el camino, los dos con los que habían hablado el día anterior.

— Puede que les sobren un par de hachas a estos zagales, o que nos puedan decir qué árboles tocar y cuales respetar de los alrededores del pueblo. —

Luego traslada el paquete que es la armadura con una sola mano hasta la cocina, donde lo deposita en una esquina, para volver a su posición de mudo apoyo tras Capitán en la siguiente entrevista.

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DÍA: DIECISIETE DEL MES.

POR LA MAÑANA TEMPRANO.  - CAEN LIGEROS COPOS DE NIEVE

Había estado poco atento ante la visita del curtidor. Al fin y al cabo, querían hablar con el capitán, y a él no le correspondía meterse en esos asuntos. No le fue muy difícil ver al Cabo Barril aguantando el tipo para no meterse en la interrupción del Mago Serpiente en una conversación en la que no se le había perdido nada, salvo que con su indiscrección dejaba en mal lugar a la Compañía. Pero no era él el que debía señalar eso. 

Al poco rato se acercó Lagrimita para informarle que en media hora debían estar en el granero. Asintió a sus palabras y fue a recoger su equipo para cumplir la nueva orden. 

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POR LA MAÑANA TEMPRANO.  - CAEN LIGEROS COPOS DE NIEVE.

- "Buenos días, señores." - El leñador hace una breve reverencia y mira alrededor, inseguro de a quién debe dirigirse, aunque mira varias veces en dirección al Cabo Barril.

- "¿Podemos hablar con vuestro líder?" -

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Había que ser diplomático, así que sonrió. Esa sonrisa, un mero enseñar los dientes en una mueca, la dirigió de manera indistinta a uno u otro de los recién llegados, como si fuera una aspersión de esas que tanto gustaban a Rastrojo que tenía que cubrir el área donde se encontraban los hombres.

──En casa, Soplagaitas. Dentro casa.

Señaló con lo que se suponía que era un moderado gesto del brazo.

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Los eventos se sucedían y nadie tomaba una maldita decisión en aquel lugar, salvo tal vez Piojillo que dio una lista de quienes podrían ir. El curtidor aparecía para llorar la violación de su hija y jurar venganza y pagos, o algo así; aquello parecía urgir para Capitán más que conseguir comida, así que se le atendió primero, incluso se llegó a ofrecer para irse sin terminar sus tareas de organización para ver a la mujer, y es que todos los Oscuros eran igual cuando se les ponía una mujer delante. Y llegaba entonces más gente para hablar con él. Desastre, impaciente y un poco molesto con tanta visita e interrupción dio un pequeño pisotón, para indicar que estaba listo, bueno, más bien para recordarlo.

Hay buena caza en el amanecer, y en el anochecer. Pero es más complicado cuanto menos anochecer y amanecer estemos.

Urgió, esperando que fuese suficiente, sólo necesitaban un maldito sí que al parecer era más difícil de conseguir que una disculpa de Rastrojo. Estaba volviendo a sentirse como un tigre enjaulado y aquello sólo podía terminar en desastre.

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POR LA MAÑANA TEMPRANO.  - CAEN LIGEROS COPOS DE NIEVE.

Cabo Barril aún está en el quicio de la puerta, y desde allí hace un gesto a los leñadores para que se aproximen, mientras señala a Capitán. Todavía no había entrado en la casa, seguramente porque había visto a los leñadores que Cabo Barril le había señalado antes de meter la armadura dentro de la casa, a buen recaudo. Comenta en voz baja con Capitán mientras los leñadores se acercan.

— Estos fueron los primeros hombres de Verdín a los que vimos al acercarnos al pueblo. Aguantaron el tipo con sus hachas algo temblorosas en las manos al vernos, pero al menos no se mearon encima. Son leñadores, quizás podamos sacar algo en claro de ellos, Capitán.

La cosa es que creen que los K'Hlata son salvajes de alguna lejana jungla de estas tierras, y les tienen bastante miedo. De ahí que se haya comentado que los de color no entren en el pueblo libremente, para no acojonar al personal. —

Luego retorna a su posición en la puerta, mientras vuelve a hacer un gesto para que se aproximen y señala a Capitán de nuevo.

— Éste es Capitán, el hombre que buscáis. —

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Ambos saludan al Capitán con respetuosas inclinaciones de cabeza.

- "Mi señor Capitán, venimos de parte del Alcalde de Verdín. Hemos venido a ofrecer nuestros servicios a su Compañía Mercenaria.

Somos leñadores de oficio y también carpinteros profesionales, en menor medida. Conocemos bien la periferia del Bosque Sombrío y podemos ejercer de guías. Conocemos el sendero medio escondido que conduce a las ruinas de Rocasone, el pueblo de origen de los Capas Rojas, en el bosque.

Por un precio, podemos ir a por leña para ustedes, aunque si prefieren enviar a sus propios hombres a por leña, podemos enseñarles las normas que imponen los Druidas del Bosque Sombrío. Es mejor tomárselos en serio, pues tienen muy mala baba y son firmes aliados de la Corte Umbral.

También podemos conseguirles maderas de calidad para construir, y fabricar para ustedes, a precios razonables, muebles y utensilios hechos de madera, lo que necesiten.

No somos guerreros ni buenos cazadores, pero, como he dicho, conocemos bastante bien las partes exteriores del bosque más cercanas a Verdín y sabemos cuáles son las mejores zonas de caza, y qué animales se pueden cazar y cuáles no." -

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Barril podría ser un buen elemento. Cualquier gallito de estos caía como los demás si se le encontraba en solitario y se le degollaba por la espalda. Solamente había que pensar cómo abrir esa lata de coraza. Y luego... Mmmmmmh, carne calentita y jugosa para comer asada, frita, estofada o marinada en vino o vinagre. Delicioso.

Sacudió la cabeza. Estaba comenzando a tener pensamientos un poco locos. Ja, ja.

Ahí iba Soplagaitas a hablar con Capitán. Parecía que iba a hacer un día frío. Curiosa la nieve esa. ¿Así se llamaba? Fría.

...

¿Estaría blandito Soplagaitas? Igual había que comenzar por los que no fueran hermanos. A comer. Pero no, ¿qué estaba pensando? Si iban a salir de caza de inmediato. Y las presas vendrían solas a ponerse delante de su ballesta.

...

Cambió el apoyo de un pie al otro. El tiempo transcurría. Qué tranquilidad. Qué paz. Se estaba bien ahí, sin hacer nada.

...

Alguien iba a sufrir un accidente. Se miró los dedos. Vaya. Se estaba olvidando de vigilar que no hubiera bichos que se pudieran comer sus dedos. El hambre hacía olvidar cualquier pesadilla que se hubiera sufrido durante toda la noche. Una larga noche sin dormir.

...

Gordito. Barril estaba gordito y jugoso. ¿Por qué estaba tan gordo? ¿No sería que guardaba raciones solamente para él, para alimentarse a escondidas, a escondidas de sus hermanos? No. Eso no podía ser pero...

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Escuchaba y observaba a los hombres de la aldea que iba a ser su nuevo hogar,  ni que fuera temporalmente. Los Capas Rojas, la jovencita violada, el curtidor y su armadura. Un regalo. Realmente tenía una pinta excelente,  el hombre debía ser un buen artesano.  

Así se lo iba a hacer notar a Romo, a su lado, cuando vino Lagrimita a notificar una reunión de la Infantería para dentro de media hora.

-De acuerdo, el granero, media hora. Allí estaré. 

Su respuesta se vio adornada por un sonido a medio camino entre el rugido de una bestia salvaje y  el gruñido de una rueda mal engrasada en su eje. Sus tripas. Se frotó la barriga con furia. 

-¡Joder! ¿alguien tiene algo de comer que quiera compartir? 

Bajó la voz, no quería interrumpir la conversación que el Capitán mantenía con los dos hombres, ya lo había hecho antes el maldito mago, dos veces sería indigno. 

-Me muero de hambre...

Mientras,  dos hombres más llegaron y los primeros se fueron. Y de comida, ni trajeron ni nombraron.

La mañana estaba siendo interesante, no solo había visto la nieve por primera vez en su vida, las visitas empezaban a sucederse y no parecía que fuesen a terminar. Esta vez, se trataba de los leñadores Gobalted y Giroud, o lo que es lo mismo, Soplagaitas y Barbacalva, los primeros habitantes de Verdín que fueron a recibirles. Se acercó con la intención de saludarles y poder charlar un poco incluso, le había caído bien el primero y era positivo mostrarse amable entre aquellas gentes, pero en ese momento tuvo que aminorar drásticamente.

Maldición, justo ahora...

Nunca se sabe cuando llega la llamada de la naturaleza, pero había algo muy cierto al respecto sobre ella, era tan impredecible como inoportuna. Las tripas se le removieron de golpe y porrazo, de forma alarmantemente rápida, más pronto que tarde el oscuro enfilaba el camino de la zona donde se estaban haciendo las letrinas. Pocos momentos en la vida de un hombre son tan miserables y desesperados como aquellos en los que intenta evitar cagarse encima, se pierde toda dignidad y compostura mientras se adquiere una sorprendente soltura en la habilidad de proferir maldiciones. Lagrimita había pagado el precio de llevar dos prendas de vestir, quien lo diría, por evitar pasar frío casi no llega a la letrina y se caga encima.

Unos minutos más tarde, aliviado y repuesto, se encontraba a Romo no muy lejos de la casa principal, momento en el que le transmitió la voluntad del líder de la escuadra. Aún quedarían unos quince o veinte minutos para que se agotara el plazo, tiempo para tener unas palabras con Preocupado u otros de sus compañeros de unidad.

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Plumilla abrió los ojos cansada, inspiró profundamente y se tapó los ojos con el antebrazo para reducir la luz ambiental. Había conseguido dormir, pero parecía que esas horas de descanso solo habían servido para reducir el constipado pero no para descansar. Notaba la cabeza mas despejada, pero aun algo embotada, buena señal porque significaba que se estaba recuperando.

Voces cerca la hicieron incorporarse y mirar a su alrededor, sonrió de oreja a oreja aliviada cuando vio que Guepardo estaba despierto. En cuando los que habían venido a ver como estaba el soldado se alejaron, se acercó ella con cuidado y sin salir de la manta que aun la tapaba de arriba a abajo.

- ¿Como estás? - preguntó en voz baja a Guepardo, - Deja que mire como tienes los vendajes, - avisó antes de apartar ligeramente la manta para vislumbrar los vendajes, era muy importante que las vendas estuvieran siempre limpias y bien colocadas o seria necesario cambiarlas. Normalmente eso ocurría al despertarse, pues todo el mundo se movía inconscientemente durante el sueño y acababa por desbaratar las vendas. - Es importante que aunque pienses que puedas, no te muevas hasta que las heridas cicatricen y se curen. - le recordó al soldado.

Miró a su alrededor, buscando si había alguien que supiera donde conseguir algo para desayunar para ella y para Guepardo. Su mirada se posó en una de las ventanas y sus ojos se abrieron de par en par, levantándose con cuidado y con la manta tapándola, se acercó a la ventana que tenía más cercana para ver caer esas cosas blancas del cielo. No parecían peligrosas, pues había compañeros fuera sin preocuparse por ellas, pero eran… ¿que eran?

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Capitán, tras asentir al cabo Barril para que sacara de allí la armadura que juraría haber cogido, escuchó a aquellos dos hombres. Más información, más ofrecimientos... Y más problemas. 

-Llegan justo a tiempo... Por favor, ¿qué normas son las que rigen la recolección de leña y caza en el bosque? Justo iba a mandar a algunos hombres, y preferiría no empezar con mal pie. Me gustaría también saber quienes son esos druidas, y la Corte Umbral... Como recién llegados, no sabemos mucho de este lugar aún-replicó el oscuro. Su ofrecimiento de construcción y recolección era tentador, pero la ausencia de Analista y su inventario dificultaban saber si necesitaban algo con más urgencia que otras cosas.

-En cuanto a su ofrecimiento... Por desgracia, Analista está ausente en estos momentos, él sin duda sabrá qué necesitamos más... Aunque, ¿por cuanto podrían fabricar algunos muñecos de entrenamiento y aparatos similares? ¿Y reconvertir ese granero en unos barracones en condiciones?

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La llegada de la gente del pueblo levantó expectación y también algunas reticencias e inseguridades. Preocupado no las tenía todas consigo y miraba con desconfianza a los recién llegados, con sus armas preparadas para defender a Capitán si llegaba el momento.

Parece que vienen con buenas intenciones.

Habían traído regalos y eso estaba bien, mostraba respeto. ¿Conocían la fama de la Compañía Negra? Seguía sin saber bien donde estaban y si se encontraban lejos de la Gran Sabana.

Quizás la Compañía Negra pasó por aquí hace muchos años y la fama aún perdura.

Era una posibilidad. En cualquier caso le preocupaba el nuevo contrato pues no se veía en condiciones de luchar y muchos de sus compañeros estaban igual o peor.  Tampoco sabía el número o la preparación de sus enemigos y eso también le preocupaba. Fue entonces cuando llegó Lagrimita y le transmitió el recado: la infantería debía reunirse en unos minutos, el K'Hlata hizo un gesto de asentimiento a su amigo para dejarle claro que había escuchado.

-Me preocupa todo esto. Aún no estamos en las mejores condiciones. Pero será mejor que vayamos a la reunión, quizás el Cabo nos explique mejor la situación. ¿Vienes?

Quizás Lagrimita aún tenía que avisar a más gente.

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Se vuelve hacia su compañero con expresión de asombro en la mirada y susurra:

- "No es posible que no lo sepa..." -

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Hace un gesto cortante con la mano, como conminándole a que se calle.

- "Los Druidas Sombríos dominan el Bosque, al menos la mayor parte, mi señor.

La Corte Umbral asiste al Triunvirato Negro en el gobierno de la nación.

En cuanto a las normas de los Druidas, algunos querrían que no se talasen árboles en absoluto, pero en general son tolerantes con quienes respetan el bosque, talando cuidadosamente árboles que estén rodeados por entre diez a veinte árboles en cada dirección y dando un uso respetuoso a la madera. Les gusta que además los leñadores planten nuevos árboles y que recojamos principalmente ramas caídas o madera muerta para la leña." -

Hace una pausa para examinar el granero y el campo baldío cercano.

- "Sí, unos monigotes de entrenamiento y similares podrían costar de dos a cinco platas cada uno, dependiendo de su calidad.

En cuanto a convertir el granero en unos barracones, el coste mínimo serían unas quince piezas de oro, aunque dependiendo de lo que quieran quizás sería conveniente construir de cero, aunque eso aumentaría los costes." -

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Espíritus del hielo. Eso parece esto que cae, pues va arrancando el poco calor que había en la casa y dejando solo frío y frío. El curtidor se va. Ok, coger prisioneros y no matar a unos cuantos.

Luego llegan unos leñadores. Así pyes, el bosque tiene nombre y dueño. Interesante. Hay cosas que me gustaría preguntar, pero no me corresponde a mí. Aunque espero que Frontera no se meta en un lío.

Me acerco a donde está Barril con la armadura. Perdón, Cabo, ¿puedo evaluar la armadura? Me da curiosidad la habilidad de ese curtidor.

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Mientras vigila lo que sucede, puede ver que el curtidor y el otro joven que le acompañaba, se vuelven al pueblo, sin el fardo que llevaban. Además, en su camino de vuelta, se cruzan con los leñadores que viera el día anterior, y no puede evitar preguntarse, cuanta gente más vendrá a visitarles, pues... a este ritmo, terminarán conociendo a todo el puñetero y frío pueblo. Por que, ciertamente, hace frío, y mantenerse de guardia ayuda, pero más ayudaría tener una buena lumbre a la que arrimarse...

En estas, oye la convocatoria: Dolor les avisa que hay que estar formados, en un rato, ante el Granero.. Asiente; eso puede significar muchas cosas, pero... en estas circunstancias, posiblemente se trate de algo de acción. Sinceramente, lo agradece: al menos entrarán en calor... Si ya de paso consiguiesen comida, sería estupendo...

... Porque tiene hambre.

Sin prisa, sabiendo que tiene tiempo, va hacia el punto de encuentro de la convocatoria, recordando que se les pidió entregar las raciones de comida... y que seguramente conseguir más alimento será una de las prioridades de la Compañía... Lo piensa en silencio, pues estos días, no anda muy hablador que digamos...

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Sabandija no se sentía afortunado pro haber podido dormir bajo techo, junto al fuego, y con los suyos. Sentía un hondo penar del que no conseguía desprenderse. Ni siquiera tenía ganas de ir a buscar a Rastrojo para contarles sus penas. Quizá cuando todo estuviera un poco más establecido en aquel nuevo emplazamiento que parecía fuera a ser su campamento.

Su primera impresión al ver la nieve caer fue terrorífica. Lo más parecido que había visto era la ceniza flotando en el aire que desprendían las enormes montañas de cuerpos quemados en imponentes hogueras. Sin embargo la "nieve", como la llamaban unos, no olía mal, ni hacía toser. Pero era fría, muy fría, y húmeda, así que se refugió de nuevo bajo techo con la esperanza de que su pelo no se humedeciera demasiado.

Los Capas Rojas...- Pensaba de vez en cuando en el nombre que habían dejado caer como sus próximos enemigos. No habían tardado mucho en conseguir un contrato y eso le reconfortaba ligeramente. Se preguntaba si en aquella extraña tierra podrían mantener la Compañía como hasta ahora había sido. Por lo que parecía allí todos eran Oscuros y eso era realmente extraño. No sólo eso, sino que parecían tener miedo a los K'Hlatas prohibiéndoles entrar en la aldea.

Ya ves tú...qué interés podría tener yo.- Sólo las órdenes de Piojillo hicieron que Sabandija volviera a ponerse en marcha. Era un buen cazador, pero tampoco se mostró efusivo. La idea de encontrarse con criaturas como las que habían dejado a Guepardo incapacitado no le llamaba la atención. En lo que se decidía quién iba a tratar de cazar alguna pieza, Sabandija salió al exterior, venciendo su reticencia al contacto con la nieve, para echar un vistazo y ver si podía colocar aluna trampa.

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No sólo seguía siendo ignorado parcialmente, sino que además si se iba tampoco contarían con él para ir a cazar y por todos los espíritus él quería salir a cazar, y sólo por eso Desastre aguantaba y escuchaba. Escuchaba cómo esos hombres del bosque decían que había que talar con muchos árboles para todos los lados y a saber cuántas cosas más, como plantar. ¿Es que los árboles no tenían sus propios medios para ello?

Se cruzó de brazos porque, por si fuera poco, no comentaba nada de las reglas de cazar. Suspiró y siguió esperando, pero su paciencia estaba al límite con tanta tontería para ir a cazar.