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TERCER DÍA DE LA RUPTURA DE LA ROCA.

AÑO: 202 DE KHATOVAR.

MES: DEL LEÓN (MITAD DE LA PRIMAVERA, MES CINCO).

DÍA: DIECISIETE DEL MES.

POR LA MAÑANA. - NIEVE LIGERA.

Grito abandonó la reunión en cuanto Barril la dio por finalizada, todos tenían hambre, sed y frío y sin duda aquello era capaz de hagriar el carácter a cualquiera.

Pero ellos eran la infantería, y en los momentos en los que las dudas o el malestar se palpaba en el ambiente, eran ellos los que debían mantenerse más firmes que cualquiera.  La disciplina era la columna vertebral de los infantes y Grito no tenía duda de que ellos a su vez eran la columna de la compañía.

Tras recorrer apenas unos metros, Grito accedió al establo a fin de preparar a los caballos mientras Indómito llegaba

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AÑO: 202 DE KHATOVAR.

MES: DEL LEÓN (MITAD DE LA PRIMAVERA, MES CINCO).

DÍA: DIECISIETE DEL MES.

POR LA MAÑANA. - NIEVE LIGERA.

- “¡Ah! ¡Maravilloso! ¡MARAVILLOSO!”

Había pocas cosas tan extraordinarias como contemplar la forma de obrar de un don nadie al que se le daba algo de autoridad, y cuando ese don nadie se creía algo, el espectáculo era magnífico. Bastaba darle a un tonto la capacidad de decir “no” con algo, para que el tonto dijera no a diestro y siniestro incluso cuando no era prerrogativa suya hacerlo. Pero qué se podía esperar de un arrogante miembro de una patética familia de aristócrata de una tribu extinta, que se había unido a la Compañía por considerar que se le había ofendido al no valorársele tanto como él creía. Vamos, un hombre nacido arrogante en una familia altiva de una tribu engreída que ahora formaba parte de la Compañía por soberbia.

- “¿Y ese ha sido el elegido por Lengua Negra?”- pensé. - ¿No hubiera sido más fácil enseñar a sumar y escribir a otro?

La carcajada fue monumental. O mi primo perdía facultades o, si aquel era el mejor candidato, tan pronto lidiáramos con los problemas más inmediatos, la Compañía tendría mayores problemas.

Me acerqué a Matagatos y le susurré al oído.

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DÍA: DIECISIETE DEL MES.

POR LA MAÑANA. - NIEVE LIGERA.

- Quizá nos deberíamos preguntar por qué las sombras no atacan este pueblo, primo. Más cuando hay quienes nos piden prisioneros vivos para ser... ¿ejecutados? - Sonreí. -  Quizá sea una mera casualidad, un profundo y sincero deseo de venganza, pero sabes muy bien cuál fue el precio que pagamos por una sola noche de descanso. ¿Cuál sería el precio por un periodo más largo?

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DÍA: DIECISIETE DEL MES.

POR LA MAÑANA. - NIEVE LIGERA.

Guepardo sonrió ante la llegada de su apadrinado hermano de capa. Y portador de suculentos obsequios. El joven jaguar sufría dolores abdominales y no tenía claro si se trataba de la herida o del hambre. Cuando su estómago rugió no pudo evitar dibujar una mueca incómoda.

- Uno que tiene la mala costumbre de pensar en los demás - respondió con todo el humor que pudo ante la fosa ahorrada. Entonces Reyezuelo extrajo de un saco un pedazo de queso. El hostigador notó cómo comenzaba a salivar y cómo sus tripas, a pesar de estar heridas, se retorcían -. Puedo afirmar que en este momento, alejando espíritus de la hambruna, no hay chamán que te gane, Reyezuelo - admitió tomando con gratitud la porción que le daba -. Para comer esto siempre hay fuerzas, hermano. Gracias - replicó dándole un pequeño mordisco y saboreándolo con sumo gusto. Tenía un hambre atroz pero sabía que su estómago estaba delicado. Tendría que ir comiéndolo poco a poco a lo largo del día, en pequeñas porciones.

El castor estuvo preguntando a Plumilla sobre los soldados más necesitados cuando fue testigo de un momento tenso entre Barril y el dispensador de alimentos. Era una lástima que estuviera en ese estado de lo contrario hubiera intentado mediar. Si bien el orgullo bien conducido podía ser una de las mayores virtudes de Reyezuelo, dependiendo en qué momentos, también podía ser uno de sus mayores defectos. Entendía su postura pero pensó que le perdían las formas.

Un punto de la conversación que escuchó le hizo sentir mal. El sentirse débil y necesitado, teniendo que recibir alimento prioritariamente, le dio una sensación de rabia. Él debería estar fuera proveyendo de alimentos. Se le daba condenadamente bien. Y sin embargo estaba ahí tirado, siendo un lastre. Se preguntó qué había hecho mal durante la emboscada para terminar así. Se planteó qué podía haber hecho para evitar lo que aconteció, qué otro tipo de acciones o tácticas podría haber tomado para que el desenlace no hubiera sido ese. Y tras pensarlo una y otra vez... no fue capaz de encontrar otro modo de operar más óptimo que el que habían tomado en el túmulo. Sencillamente no había tenido suerte. Quizás tenían razón y una sombra de mal fario lo perseguía. Y respecto a sombras perseguidoras tenían razón, mucho más de la que creían. Aunque desde hace dos noches que no las había vuelto a ver.

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POR LA MAÑANA. - NIEVE LIGERA.

Mientras la reunión con el Cabo Barril se demora en suceder, aprovecho de entrenar con mi lanza para mejorar un poco mis movimientos con el arma, los que de momento no han sido tan buenos como debería, considerando que soy un miembro de la Infantería y saber ensartar enemigos debería ser mi mayor competencia.

"No me importa que no sea mi mayor talento, lo importante es ser capaz de matar al enemigo en frente."

Mientras lanzo los golpes, pienso en esos malditos no-muertos enanos que esquivaban mis ataques como si no fuesen nada, lo que me llena de frustración y me hace mejorar a cada momento. De pronto, veo que Grito está intentando hacer lo mismo pero sus movimientos son sumamente torpes. No hago comentario pues le he visto luchar en momentos de tensión y ojalá yo luchase con ese brío.

"Deben ser las heridas."

Por lo que no hago comentario alguno y simplemente me hago como que no lo visto para no avergonzarle.

Entonces llega el Cabo Barril y nos reúne, para darnos información de lo que haremos en esta jornada. Asiento a su decisión de enviarme de cacería pues es algo que creo que puedo hacer. Recuerdo los años en los que mi padre me enseñó a cazar en los bosques y sé que podría ser un aporte a la comida, cosa que falta en ese momento. De hecho, el hambre que tengo es difícil de resistir y no puedo esperar a cazar algo para echármelo a la boca.

Haciendo caso de sus instrucciones, me acerco al Cabo Ponzoña para ponerme a sus órdenes:

 - "Señor, Cabo Barril mandome pra cacería, Señor."

Me quedo de pie frente al K'Hlata, listo para salir a cazar lo que sea que veamos, mientras escucho sus indicaciones y los comentarios de mis compañeros, los que no entiendo mucho pues los chondelorianos no compartimos esas creencias que parecen tener en la Gran Sabana.

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POR LA MAÑANA. - NIEVE LIGERA.

Ballestero observó el debate entre Reyezuelo y Barril sin hacer demasiados gestos. Miró a Capitán en espera de lo que dijera. Aunque seguía teniendo hambre, ahora mismo estaba pendiente de no mirar más que por el rabillo del ojo, por si acaso conseguía atrapar a uno de esos bichos come dedos que le habían atormentado toda la noche.

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La brusquedad del Capitán señalando a Piojillo hizo que Desastre le mirase sin entender. Si estaba cabreado, podría solucionarlo con un duelo sencillo y desquitarse, Desastre sólo quería salir a cazar y le habían hecho perder media mañana con visitas y esperas estúpidas, mientras en otro lado unos -Reyezuelo y Cabo Barril- discutían por unas migajas.

Sin embargo y antes de que pudiese meter la pata, las palabras de Ballestero así como la inmediata confirmación de Piojillo sentaron al tigre como si fuese una bendición. Alguien entraba en razón y aquello le gustaba. Se puso al lado de Ballestero en menos que se tardaba en... en algo muy rápido. Le daba igual quién fuese el resto del equipo.

Sólo entonces se fijó en que algo caía en el exterior, una especie de lluvia lenta y blanca. Se fijó con curiosidad, pero sus ganas de cazar le hicieron dejarlo en segundo plano y esperar.

Bebió de su odre, la mitad.

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POR LA MAÑANA. - NIEVE LIGERA.

Y no sólo no se ponían en marcha. Además, surgían aún más problemas. Capitán se obligó a respirar, de manera profunda y calmada, para no atajar aquella discusión por la vía rápida. Más aún cuando fue consciente de que, en su breve reparto con el aprendiz y temporal sustituto de Analista de la comida con la que contaban, no había tenido en cuenta a los que se iban a encargar de rellenar sus reservas de agua. 

-Sí-dijo, tras unos segundos reuniendo toda la calma que podía amasar-tuve un despiste, pero la labor de cargar agua sigue siendo trabajo que será recompensado. Que reciban su ración, y que no se demoren-replicó, seco como las tierras de aquella granja. 

Entonces Serpiente decidió acercarse, y le susurró algo. Algo que cada vez parecía más claro, algo que estaba empezando a ver cada vez más conforme más hablaba con los habitantes de aquel maldito trozo de tierra. 

-No es el momento-fue toda la respuesta que dio, ahora sí encaminándose a la granja. Deseando poder dar más de tres pasos antes de tener que resolver algún otro asunto. 

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Cabo Barril asiente a las palabras de Capitán para volverse hacia donde está Reyezuelo, con quien intercambia unas palabras brevemente en voz baja.

Tras coger las tres raciones, Cabo Barril vuelve donde sus hombres y divide las tres raciones entre los nueve Infantes, de tal manera que se convierten en el desayuno de todos.

— Usad algo de agua para ablandar esa carne y coged fuerzas, nos espera un día duro. Sobre todo a los que vais a ir a cazar; si volvéis con las manos vacías pasaremos hambre. Hay agua en ese barril que está llenando Rastrojo con plegarias a sus espíritus. —

Siempre quedaba el recurso de usar la plata para comprar provisiones a los habitantes del pueblo, pero había que motivar a la tropa, y nada como la amenaza de un estómago vacío para hacerlo. Mientras comían, se reuniría con Ponzoña para determinar los componentes de las tres partidas de las otras Escuadras.

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POR LA MAÑANA. - NIEVE LIGERA.

Lombriz escuchó las palabras de su jefe y de sintió algo decepcionado, agachó la cabeza y murmuró.

-Hmmm- ​​​​​​

Sin más que decir, arrebujado en su manta se dispuso a marchar hacia el pozo, para paliar su sed y limpiar sus heridas. 

El agua estaba fría, si, pero era limpia y clara. Tras un tiempo prudencial, volvió a la granja y buscó alguien con quien recoger madera caída, dándole vueltas a lo dicho por su jefe campamentero. 

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Parece que podemos ejercitarnos tambien con los pies en el suelo - dijo palomita a Pelagatos mientras desenvainaba su espada y hacia ejercicios de calentamiento para que los músculos, aun ateridos, no la jugaran una mala pasada. Durante unos instantes, se planteó quitare la parte superior de su armadura, pero luego decidió dejarla puesta, al fin y al cabo no pensaba entrar en combate sin la armadura salvo que fuese sorprendida.

Las cosas distan mucho de volver a la normalidad y mas así, sin embargo hay unos cuantos de nosotros que aún no tenemos muy claro nuestro sitio dentro de esta compañía despues de lo ocurrido - Lanzó un par de estocadas de prueba a Pelagatos que detuvo sin mucho problema...

Necesitamos volver a ejercitarnos y perder el miedo a la nueva situación - dijo en voz alta para tratar de contagiar a mas compañeros - necesitaremos hombres y mujeres capaces de montar, y si ahora mismo no tenemos ninguna tarea encomendada, en vez de estar tirados por los suelos podemos aprovechar para practicar todos, que se note que esta mierda de sitio no va a poder con nosotros

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Cualquier consejo era útil, desde luego, bien te podría valer poco, nada o lo bastante como para salvarte la vida, pero siempre había que demostrar gratitud al oirlos totalmente gratis. Cielo había tomado la palabra y pedía a todos tener ciertas precauciones extras durante la partida de caza. Él, no se veía hablando con espíritus, sobre todo cuando no creía en ellos pero ya tenía un poco de experiencia en esos temas, gracias a las charlas con su buen amigo Preocupado. Todo iba bien hasta que habló de sus visiones sobre zombies procedentes del granero, se le borró la sonrisa de inmediato y evitó pensar en todo momento en la posibilidad. 

Cuando Barril se marchó por el desayuno prometido, Lagrimita vio entonces a la hambrienta Derviche, venir en busca de una de las mudas. No pudo evitar mirarla a los ojos lo suficiente como para ver el brillo voraz de un depredador a duras penas contenido. ¿Cómo era posible? Optó por la obviedad más sencilla, la fanática llevaba más tiempo sin comer.

<< Se lo dije a Frontera, demasiado líquida, la sopa había quedado demasiado líquida. >>

- Coge la que quieras, espero que sea tu talla, ahora es tuya, no tienes que agradecerme nada. Pero... Recuerda que aún no estás recuperada, no pases demasiado tiempo fuera o el frío te haría empeorar. - Recordó a la mujer. Esta, había tomado la mejor de las dos mudas sin saberlo, detalle que posiblemente no llegase a notar nunca. Tras aquello, buscó con la mirada a otro infante al que donar la muda, pero no acudió nadie.

Quien sí acudió, fue Barril, repartiendo una ración por cada tres infantes que todos agradecieron, alguna más que otro. Aquella mañana el grupo no se mostró muy parlanchín, la reunión se disolvió al poco de recibir las últimas instrucciones.

Antes de presentarse ante Cabo Ponzoña, la idea no le agradaba nada pues había recordado algunos desencuentros pasados, fue a dejar la muda sobrante con el resto de sus pertenencias y subió hasta donde Rastrojo estaba. Allí pudo ver como el voluntarioso chamán había llenado buena parte de un barril con agua fresca.

- Buen trabajo, si señor, ¿Es del pozo? - Preguntó, ya que no concebía que los espíritus le hubieran ayudado a cargar el agua como parecía que había sugerido el cabo. Pero antes de que el K'Hlata pudiera decir algo, ya daba cuenta con largos tragos ayudado con sus manos. Había olvidado traer recipiente alguno y no quería tener que volver.

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-Vale, gracias. Estaré bien con esto, y ya me siento mejor...

Respondió a Lagrimita. Sobre todo porque estaba viendo que quizá, y sólo quizá, la discusión entre Barril y Reyezuelo, si Capitán asentía, acabara inclinando la balanza hacia el lado de los hambrientos infantes. Y así fue.

Se colocó la armadura encima de la muda, la tela era suave para lo que ella acostumbraba, que era ninguna tela, y aunque supuso que al principio tendría alguna rozadura que otra, era mucho mejor que pasar frío con su simples harapos. 

Cuando por fin tuvo ya definitivamente ese tercio de ración fue a buscar agua del milagroso Rastrojo, al que por primera vez miró con respeto.

-Has hecho algo bueno, Chamán. -Quizá también era la primera vez que le otorgaba el título abiertamente. Eso no era nada para otros, pero sí para la exigente e intransigente sacerdotisa del Jaguar. -Y los espíritus te han escuchado, y bendecido. Me sorprende, lo admito. Y te felicito por ello.

Llenó su escudilla con el agua y remojó su parte de comida hasta que se diluyó en un aguado caldo que, aún así, bebió con verdadera fruición.

Y ya, estaba dispuesta. A punto. Se sentó esperando nuevas órdenes, y ahorrando una energía que con seguridad iban a necesitar, todos.

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Cabo Ponzoña, se me ha asignado para su grupo en labores de recolección de madera.

Estoy listo para cuando de sus órdenes señor.

Parece que por fin va a servir de algo lo que aprendió con Carpintero mientras estuvo apartado de la linea de combate, aunque espera que las expectativas no sean muy altas porque tampoco le dio tiempo para aprender demasiado.

Las cosas siguen estando de momento bastante mal y en precario, pero al menos esto empieza a parecerse un poco a lo que han conocido siempre como una compañía.

Tienen un asentamiento, quizás no sea definitivo, pero tiene opciones, además por lo que ha escuchado es posible que tengan algún otro alojamiento que ofrecer. También están empezando con una dinámica de ordenes que se parecen mas a las de un campamento estable. Por último, han aceptado proteger a los habitantes de Verdin de unos bandidos, que podría ser mas propio de la Compañía.

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Tras la reunión de la infantería Preocupado comenzó a revisar sus armas y su escudo, le preocupaba que no estuvieran listos por si los atacaban, aunque esperaba que esos bandidos los dejaran en paz el tiempo suficiente para recuperarse. Habían quedado pocos pero en condiciones favorables eran una fuerza a tener en cuenta. Cuando el Cabo Barril llegó con algo de comida el K'Hlata agradeció el gesto, aunque fuera poco estaba tan hambriento que eso ayudaría a entretener a su estómago.

-Gracias Cabo Barril, aprovecharemos bien estas raciones, aunque me preocupa que no tengamos suficiente comida. -Ese era un problema al que la Compañía Negra no se había enfrentado, al menos lo que alcanzaba a recordar Preocupado, que aún seguía confuso.- Seguro que nuestros compañeros cazan algo, pero quizás aquí los animales sean distintos a la sabana. ¿Como sabremos cuales se pueden comer y cuales no? 

Aunque con el hambre que tenían seguramente se comerían casi cualquier cosa. Dejó al Cabo con sus tareas y recogió el tercio de ración que le correspondía, después siguiendo el ejemplo de Derviche fue con su escudilla hasta el barril que Rastrojo había llenado.

-Los espíritus son poderosos en ti Chamán Rastrojo, veo que Caratótem no desperdició el tiempo contigo. -Había hecho un gran esfuerzo y Preocupado estaba orgulloso, esperaba que eso pudiera poner al chamán en el lugar que le correspondía, ya había hecho mucho más que otros.- Tomaré un poco de esta agua, seguro que me ayuda a sanar. -Al fin y al cabo era agua chamánica y seguro que tenía propiedades mágicas. Sonrió a su amigo Lagrimita con su comentario a Rastrojo.- No Lagrimita, Rastrojo es un chamán y puede llamar a los espíritus de la naturaleza, ellos le han bendecido con agua y la ha compartido con el resto.

Se despidió de Rastrojo y regresó a la zona donde esperaban sus compañeros para partir a buscar más agua, tampoco debían abusar de los poderes de Rastrojo, tenía que descansar y ahora les tocaba a ellos.

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POR LA MAÑANA.  - NIEVE LIGERA.

Tras escuchar el discurso del Cabo Barril parecía que ya tenía un nuevo cometido, estar en la partida de caza. Al menos ya tenía algo que hacer y que esperaba que se le pudiera dar bien. La Compañía necesitaba comida con cierta urgencia. 

Tras esto, coge la ración que le ofrece Barril mientras asiente a sus palabras.

Cazaremos algo para la Compañía.- dijo con cierto entusiasmo. Tras esto, se dirigió a Lagrimita y Dolor- tendremos que salir ahora para la caza, ¿verdad? ¿o queréis hacer algo antes?

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POR LA MAÑANA. - NIEVE LIGERA.

No le gustó nada... la discusión por la comida... en tiempos de hambruna, pasabam esas cosas, que se discutía por cada trozo de carne; eso eran recuerdos de malos tiempos, hacía mucho tiempo. Afortunadamente, el Capitán atajó la discusión antes de que se enquistase, y decidió sabiamente, como no cabría esperar de otro modo.

Cuando el Cabo Barril se acercó con las raciones, Cielo tomó el tercio que le correspondía; sabedor que eran un bien precioso, y que había que justificar su consumo con trabajo duro, que aportase lo necesario para el bienestar del grupo; por desgracia, su trabajo de hoy, en principio, no serviría para traer más alimento, pero sí sería importante para aliviar la sed de sanos y heridos, y para curar las heridas de estos últimos.

Se dirigió, con su escudilla y la comida que le tocó, al barril donde el Chamán Rastrojo había invocado la aparición de agua potable... Un don extraordinario el de Rastrojo, sin lugar a dudas. Cielo llenó su escudilla, y remojó en ella la comida, de modo que esta aumentó algo su volumen al absorver el líquido elemento, y perdió parte de su salinidad. La ingirió con calma, sin prisas, y terminó bebiéndose el agua del plato; no había que desperdiciar nada, y esa misma agua calmaría su sed para la jornada.

Al terminar, se acercó a Rastrojo; lo que había visto antes... lo que creía haber visto antes, le seguía atormentando: soñar despierto era extraño, y es lo que le había pasado... tenía que advertirle, por lo menos.

-Rastrojo... tengo que contarte una cosa, para que estés avisado... Tú que tienes contacto con los Espíritus, debes saberlo. Antes, tuve una especie de visión, un sueño con los ojos abiertos. Se que lo que ví no era real, pero lo parecía: Se abrían las puertas del Granero, el lugar donde dormimos, y de él salían como dos docenas de zombis. No se lo que puede significar... Quizá... haya algo allí, como es posible que lo haya bajo el sótano. No tengo el alma tranquila. Se que hay algo mal, pero no alcanzo a entender el qué.

-Ahora, debo ir a cumplir la misión de agüador con el resto... solo te lo digo para que tengas cuidado con ese sitio...

Lástima, pensó, no tener más tiempo... Quizá después pueda, cuando esté libre de servicio, hacer pequeñas catas en el terreno del Granero, para asegurarse de que no hay nada debajo, y quitarse así la extraña sensación que tiene desde que tuvi la visión.... En ello pensaba mientras volvía con el resto de los soldados de Infantería, para ir a por agua.

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POR LA MAÑANA.  - NIEVE LIGERA.

Frontera llevaba cuánto, ¿una hora? ¿quizás dos?, rebuscando hierbas entre la cada vez más abundante nieve. Mas no encontraba absolutamente ninguna. Sólo briznas y hierbajos sin ninguna utilidad "chamánica". Daba igual cuánto escarbase entre aquel blanquecino polvo venido del cielo, las zonas cercanas a la granja o a las otras granjas estaban desprovistas de hierbas curativas o de otra índole. Se acercó con precaución a la linde del bosque, sin encontrar en la misma nada que no hubiera visto ya.

Derrotado y con los brazos y las piernas temblando por el mono, se vino abajo. Arrodillado en la mullida nieve, cogió un puñado y la arrojó con furia lo más lejos que pudo. Entre aquella "cosa" no podía distinguir nada. Podría adentrarse en el bosque, donde habría mayor probabilidad de encontrar las plantas que buscaba, tanto por ser terreno menos transitado como por el hecho de que la nieve no parecía cubrir tanto el suelo al quedarse sobre las copas de los árboles. Pero decidió no hacerlo. Ya había dedicado mucho tiempo a la infructuosa búsqueda, debería regresar al campamento, mal que le pesase. Además, adentrarse a solas en un bosque desconocido, en un lugar completamente nuevo y al parecer bajo el influjo del Señor del Dolor o algún equivalente igualmente macabro no parecía la idea más sensata. Y si algo era Frontera era sensato.

Cabizbajo regresó, desviándose un poco por el camino para hacer una parada en el pozo de agua fresca que les habían indicado que podrían usar.

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POR LA MAÑANA. - NIEVE LIGERA.

La respuesta de Matagatos no era la idónea, pero eso no quería decir que fuera inesperada. La gente tenía por costumbre rehuir la realidad esperando que, sin su intervención, el paso del tiempo aliviara el peso de las decisiones que tendrían que tomar tarde o temprano. En algunos aquella costumbre se transformaba en vicio y la inacción era su curso de acción para toda decisión que suponía un esfuerzo de algún tipo.

Aquel no iba a ser el caso. No lo creía. La decisión se tomaría, estaba seguro, pero antes era conveniente conocer lo suficiente el tablero del juego sobre el que había sido arrojados y recuperar una fortaleza que, de cualquier modo, íbamos a necesitar bastante temprano.

- Puede que no sea el momento, pero el momento llegará. – expuse con ominosa claridad mientras Matagatos se alejaba. Entonces sonreí. – Nunca olvides que las apariencias engañan, que nadie es lo que dice ser y que hasta el sincero dice ser menos de lo que es.

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POR LA MAÑANA. - NIEVE LIGERA.

Sabandija iba por ahí, escuchando a unos y otros, tratando de pasar desapercibido sobre todo ante los extraños que venían de la aldea. ¿Que les tenían miedo? Más les tenía él a ellos. Si podía evitarlo no iría por allí a no ser que la sed le obligara. Sumido en sus pensamientos iba cuando Ballestero gritó su nombre. No podía ser otro, tenía que ser Ballestero, con esos ojos y esa cara de no haber dormido demasiado bien. Dio un respingo y acudió reticente a su llamada. últimamente había perdido su alegre caminar, como de trote, y lo había cambiado por un pesado arrastrar de los pies. Al llegar escuchó que Piojillo le había designado para una partida de caza. Al menos era algo que sabía hacer. Sin muchas ganas se puso a preparar su equipo para la tarea. El arco tenso, las jabalinas afiladas. Ahora que su tienda y esterilla estaban en la casa iba más ligero de peso, algo fundamental si quería pasar desapercibido entre los animales de sentidos aguzados. Eso sí, se ajustó la capa negra y el broche que la sostenía porque hacía un frío de muerte.