Partida Rol por web

El Primer Sargento se siente obviamente enfadado por tener que arrodillarse, el orgullo del Primer Pelotón es patente.

Finalmente doblega primero una rodilla y luego la otra.

Sus hombres, que le estaban observando, le imitan.

Attar, al ver todo el espectáculo, comprendió que lo que se esperaba de ellos era que imitaran a sus patrones y se arrodillasen. Además, sentía una extraña sensación que le obligaba a ello. Sin embargo, al ser la costumbre, decidió no resistirse y se arrodilló libremente. 

La Sargento Vientos se arrodilla con expresión impasible, como algo rutinario que debe hacerse, parte del trabajo.

El Segundo Pelotón la imita.

Vió Rastrojo su gran oportunidad cuando empezó a sentirse atenazado. Si podía demostrar algo de fuerza de voluntad... de espíritu indomable... tal vez podría granjearse el respeto de las eminencias de Cho'n Delor, y quién sabe si ganarse un ascenso en esta misma ceremonia.

De... debo... aguantar... Nggggh... de pie...

Ayud... dadme espír... Ffffffff... Argh...

Los espíritus no iban a molestarse por un orgullo mal entendido. Entonces pensó en los niños. Nadie piensa nunca en los niños.

Imaginó a un pequeño niñito K'hlata diciendo... "¡De mayor quiero ser Oscuro!", no lo podía permitir.

Va... mos...

Imaginó a un huérfano de la Compañía respondiéndole... "¡Pues yo de mayor seré como el Capitán Lengua Negra!", y se le revolvió el estómago de pensar en que ese idiota pudiese suceder a su padre.

Aguannnnnnnta...

Imaginó a una niña exclamando... "¡Pues yo de mayor quiero ser Pitonisa!". La niña no tenía la culpa. La culpa es de los padres.

Japuta... dela... niña...

Tenía que aguantar. Por todos esos niños... Para que el día de mañana tuviesen un referente chamán, mestizo y... y cualquier otro de los valores positivos que Rastrojo podía transmitir a las futuras generaciones de...

Aaaaah-se desplomó-. Arf... arf...-no podía ser de otro modo-Nggg... argh...-inútil, fracasado. Eso le pasa por pensar en los niños. ¿Qué han hecho los niños últimamente por Rastrojo? ¡Nada! Panda de desagradecidos...

- Derviche pierde el conocimiento, como una marioneta a la que le cortan los hilos.

- Rastrojo intenta envolverse de hechicerías, que se disipan como las gotas de agua sobre una sartén al fuego. De alguna manera resiste el intenso dolor que le recorre, pero de inmediato se siente acobardado y, con la frente perlada de sudor, cae de rodillas al suelo.

La Sargento Falce se arrodilla con suavidad al mismo tiempo que todos los Exploradores. Envueltos en la creciente oscuridad, y con sus capas negras, su presencia se vuelve prácticamente invisible.

Virote asiente a Mostaza y Diana y los tres se arrodillan junto con todos los Arqueros.

Ese aire espeso no era nada agradable, hacia incómodo el respirar y notaba que intentaba doblegar mis músculos. Mi primer pensamiento fue el de resistir esa fuerza. ¿Porqué yo, un noble Oscuro, iba a tener que arrodillarme ante semejante fuerza, no tan siquiera un rey visible? Pero al ver que todos los altos mandos, incluyendo a mi padre( aunque no lo hiciese con gana), se arrodillaban elegantes cambié de opinión. Tal vez nos estábamos arrodillando verdaderamente ante un rey, o alguien de tal importancia, pero yo no podía verlo desde mi posición.

Sea cómo fuere, yo era un soldado de maneras y porte, y si todo el mundo se arrodillaba ante el señor del lugar (quién ahora nos pagaba) yo debía de hacerlo también. Era la disciplina del buen soldado. Y esta noche, más que ninguna, yo debía de demostrar que era un soldado digno.

Levantando mi barbilla un poco más, bajé una de mis rodillas y apoyé mi brazo izquierdo en ella, mientras el derecho descansaba en la empuñadura de mi espada. En última instancia, bajé levemente la cabeza a muestra de respeto.

Caracabra fija la mirada en el Capitán, al ver que este inclina la rodilla él se dispuso a hace lo mismo. Aunque no sabía si lo hacía por propia voluntad o obligado. Estaba aturdo, nunca había estado en un lugar tan grande y la presión se notaba en el habiente. El jorobado podía sentir la fuerza de la piedras, no sabía si era simple sugestión o era verdaderamente magia.

Nuestra marcha va bien, ingresando en el inmenso Bastión del Dolor. Mi paso es como el de cualquier otro, pues he logrado pasar desapercibido observando al resto. Uno de los hombres de poder de Cho'n Delor me mira un segundo más, cosa que no pasa desapercibida para mí. Le devuelvo el tiempo mirándolo y noto las facciones inusuales aquí pero muy comunes para mí. No emito comentario alguno acerca de eso, pues no es de mi incumbencia.

Camino junto a todo el resto de La Compañía cuando siento los primeros estragos. Serpiente comienza a vociferar y salirse de la formación, sus palabras hablan algo de un terrible ser. Luego los guardias de Cho'n Delor anuncian la entrada del gobernante de este reino, el Señor del Dolor.

No tardo en sentir un poder a mi alrededor. Es algo sobrenatural, tremendamente poderoso e igualmente opresivo. No es un poder magnánimo ni puro, sino de una corrupción y un odio sin parangón. Muchos a mi alrededor comienzan a arrodillarse llevados por el miedo, al igual que todos los ciudadanos presentes. Mi primera reacción es no ceder, no doblegarme ante ese mal. Mantengo la cabeza fría y sin un ápice de miedo, controlándome completamente frente al terrible estímulo, pero de un momento a otro un dolor inimaginable recorre mis piernas. Es como si mil agujas ardientes se hubiesen clavado en todos mis nervios a la vez y danzaran dentro de ellos, rajando y abrasando por igual en un carnaval de dolor y destrucción.

Caigo de manera inevitable pues mis piernas dejan de responder del inmenso dolor. Levanto la cabeza con un poco de vergüenza, pero en ese momento veo que los mandos han imitado el movimiento de los locales, por lo que siento alivio de, aun de manera involuntaria, haber hecho lo apropiado.

Matagatos observó el elenco de personajes importantes que representaban los más altos cargos de Cho'n Delor. Como dentro de la Compañía Negra parecía haber de todo un poco: soldados, magos, diplomáticos... Aunque todos le dejaban una cierta sensación de intranquilidad que no acababa de gustarle.
A un gesto del Chambelán de las cuchillas todo el mundo comenzó a arrodillarse sumisamente. Matagatos esperó a ver la reacción del Capitán y los mandos de la Compañía Negra antes de actuar, no tenía ninguna intención de arrodillarse por las buenas, pero si sus superiores lo hacían el no tendría problema tampoco. Cuando el Capitán se arrodilló despacio, Matagatos decidió que él también haría lo mismo y mientras observaba el movimiento un extraño hormigueo le recorrió las articulaciones y sintió la obligación de arrodillarse. Lo hizo sin la elegancia y la delicadeza de su Capitán, dejándose caer rápidamente.
Desde allí observó como poco a poco el resto de la Compañía hacía lo mismo.

Extraños habían sido lo sucesos acaecidos desde que la compañía de hostigadores había iniciado su marcha hacia el Bastión del Dolor y el joven analista, lejos de ser un miembro activo había asumido el papel que desde su infancia le había sido adjudicado. El de observador. Y como si de un vigía en un otero se tratara, Lengua Negra lo había contemplado todo, con cierto desprendimiento, como si solo su cuerpo estuviera presente en los muchos hechos en tanto que su mente, como en un vuelo astral, analizaba todo desde un plano inaccesible a lo físico.

Si la gran aglomeración de gentes que les había hecho el pasillo en su marcha le había afectado de algún modo, no fue evidente para nadie, pues su rostro permaneció impasible, como también lo fue ante el intercambio de miradas de Khadesa y Serpiente o la airada y siseante orden de Matagatos ante los murmullos de los hostigadores que con su estupidez deslucían la marcialidad de su avance. Solo cuando R´Gaa fue alzada de su posición por el monstruo que se materializó a su lado, su ceño se entrecerró, gesto que se acentuó ante las excusas y palabras de Sierra. ¿Vinculación? ¿Señor del Dolor? Pero el desfile continuó y no hubo tiempo para más, si bien la mente del analista tabajaba febril tratando de hallar respuestas a las innumerables cuestiones que se apilaban, inoportunas, en aquel viaje que debía concluir con su juramento de capa.

Su cuerpo, mecánicamente, siguió dando un paso tras otro y cuando las trompetas sonaron, inconsciente, se detuvo a la espera, ciego a la torpeza de algunos de sus compañeros. Pero la tensión se mascaba. Figuras desconocidas hasta entonces hicieron acto de presencia, personajes que destilaban poder como él transpiraba sudor. Y al final, como el clímax que concluye con el derramamiento de la semilla, el Señor del Dolor hizo acto de presencia. Su poder era innegable. Y se hizo evidente cuando, como una niebla invisible, se extendió en derredor de forma sutil, obligando a hombres valerosos a hincar su rodilla en medio de un éxtasis de dolor más que evidente en sus expresiones. Y vio también a quienes, como su padre, consideraron el clavarse de hinojos como un gesto más, carente de valor en sí mismo, hecho solo para satisfacer a su cliente y que no mermaba ni su orgullo ni su valía. Pero también distinguió a quienes, como Serpiente, doblegaban su voluntad ante quienes consideraban su superior y el servilismo de su primo, hizo que un escalofrío recorriera su espalda.

Lengua Negra tomó aire tras soltar el que inadvertidamente había contenido. Orgullo, deber ante el cliente, poder... ¿Qué necesitaba aquella extraña criatura de ellos, de la Compañía? Parecía poseedor de un poder infinito, rodeado de huestes también poderosas, mientras que ellos, simples mercenarios dueños tan solo de sus vidas y espadas, palidecían ante ellos, como el reflejo desvirtuado y pálido de un espejo mal construido. No, Lengua Negra no entendía. O quizás sí, y lo que entendió no le gustaba. Era un mensaje de sacrificio, de muerte. Eran los clarines del apocalipsis que resonaban para ellos. Allí, en aquel momento, supo que aquel era el comienzo del fin. O quizás solo lo intuyó. Y tal vez por todo ello supo que debía saber más, que debía mantenerse en pie o al menos intentarlo. Ello sería fuente de conocimiento, de saber y él, a fin de cuentas, estaba allí para lograr ese conocimiento.

El Hiena miraba a su alrededor. Uno tras otro, imitando a los servidores del Señor del Dolor, los miembros de la Compañía se arrodillaban ante aquel engendro que había provocado el más instintivo de los rechazos en Ponzoña, que había sentido como su estómago se contraía y cómo sus intestinos parecían haberse anudado de modo imposible. La magia era evidente y para el K´Hlata, vinculado por el ancestral temor a toda forma de poder no física, el deseo de dar media vuelta, de romper la formación, de huir cobró una imperiosa fuerza que solo pudo dominar por medio de la voluntad. Su mano izquierda trazó una señal de protección, mientras se obligaba a mirar, primero a aquel que había contratado sus servicios mercenarios y después a quienes lo acompañaban como serviles títeres. Títeres cuya fuerza y poder eran claramente perceptibles para el Hiena.

Su frente se perló de sudor, al igual que las palmas de sus manos. Ante él tenía un león rugiente y él se sentía como un impala que se sabía marcado, destinado a llenar el buche de aquel hambriento estómago. Sofocó su deseo primitivo de luchar, de tratar de demostrar algo. No cuando los mandos agachaban la cabeza. Había batallas que se libraban con los músculos. Otras, con el cerebro. Y aquel era lugar para la cabeza.

Y así, cubriendo su rostro con una máscara pétrea, doblegando su orgullo, amansando su rechazo a la magia, ordenando a sus músculos, flexionó su rodilla hasta que esta acarició el suelo.

PEREGRINO:

- Te resulta del todo indescifrable.

- Attar se ha arrodillado libremente por propia elección. Al igual que R'Gaa.

- Pelagatos y Caracabra se arrodillan por propia voluntad, lo mismo que Ponzoña.

- Loor cae al suelo de rodillas, temblando de dolor y de miedo. Su Diosa la ha abandonado.

- Matagatos ha caído arrodillado y observa de reojo como el aprendiz de Analista, Lengua Negra, se mantiene firme de pie.