Partida Rol por web

SERPIENTE:

- Recuperas el conocimiento en tu celda, estás solo, tumbado boca abajo y te duele muchísimo la espalda.

ATTAR:

- Gracias a los excelentes cuidados recibidos, te encuentras fuera de peligro.

- Lamentablemente estás la mayor parte del tiempo inconsciente, cuando estás consciente deliras y no te puedes levantar ni mover.

Lengua Negra asintió confirmando su identidad. Tomó el recibo y lo leyó y después pasó a confirmar que todo lo relacionado estuviera en el pequeño carromato. Tras repasar y comprobar que no faltaba nada, firmó el recibo que entregó al Rufián. Sonrió y se vio que murmuraba algo para sí, antes de hacer un gesto a Matagatos para que se aproximara.

El Cabo Berrinche se acerca al centro del patio.

- "¡Matagatos, Cochinillo! ¡Formad a vuestros Pelotones! ¡Listos para revista!" -

Levantándome con las cornetas del Cabo Kallmall, empaqueté mis pertenencias y me preparé para lo que se presentaba hoy. Con mi armadura bien ceñida, y mi escudo y espada en su lugar, salí de celda dejando mis pertenencias recogidas en una esquina.

Mientras aún me estiraba con la brisa mañananera, las órdenes de Matagatos me irritaron el nuevo día.

- ¿Para qué nos reparten los quesos individualmente si después los tenemos que ceder? ¿No podían habérselos dado directamente al pelotón? - pensé en voz alta.

Reticente por varios minutos, al final accedí y fui a recoger mi queso. Aunque prefería mantenerlo para mí y podía hacer si lo escondía bien, no quería arriesgarme a ser descubierto y castigado por ello. No por el castigo en sí, sino por la deshonra en mi nombre. Y era por un queso. No merecía la pena. Con el queso en mano lo dejé dónde Matagatos indicó y fui a rellenar mis odres de agua. 

Esta situación me recordaba a nuestra primera partida, de la cuál no tenía buenos recuerdos.

"De verdad espero que esta vez no sea igual. Es una lástima dejar un sitio así, pero si encima acabo de nuevo enfermo, en llanuras vacías y campamentos incómodos..." 

Malamente iba de aquí para allá con una sonrisa en la cara por primera vez en mucho tiempo. Le excitaba la idea de partir y demostrar lo que valía. Era algo que llevaba deseando mucho tiempo y en esos momentos el corazón no le cabía en el pecho. Una pequeña taquicardia fruto de la fogosidad que estaba experimentando conseguía que sus movimientos fuesen más rápidos y frenéticos, aunque no por eso menos precisos.

Al pasar al lado de Pelagatos escuchó su reflexión en voz alta y le comentó de pasada: -Nadie dijo que en la Compañía Negra se hacían las cosas de una forma justa o lógica.

Formó y esperó a las órdenes. -Por fin... -Pensó, con esa sonrisa en la cara. Sonría que reflejaba sus ansias de sangre, sus ansias de gloria.

Desde que había compartido algo de conversación, apenas unas palabras, con la joven guerrera tras los entrenamientos.. Odio había permanecido más pensativo y dubitativo de lo normal en su persona. Entrenó sólo, comió mas sólo aún y descanso mucho. Sus ojos estaban más apagados de costumbre, aunque quizás era bueno que su mirada no fuese cómo hierro a fuego que se clava en la piel.

Los nervios empezaban a aflorar en la compañía ante la inminente actividad que se avecinaba. Debían preparar sus cosas y estar listos. Con tiempo para ello, Odio recogió sus pocas cosas y su equipo. Al parecer quizás llegase más, pero era algo que no le preocupaba, actuaría con lo que tuviese.

Se limitó a sentarse y esperar que los acontecimientos llegasen por si solos, y así fue, con la llegada de un simple carro.. todo se precipitó. Ante la orden de formar.. se levantó y se dirigió, con una irritante parsimonia a su posición. Aunque pareciese que no le interesaba.. en sus ojos se volvió a despertar un brillo.. estaba deseando derramar sangre por la compañía

Luego de los “negocios” del día anterior me había mantenido  lo más tranquilo posible a instancias de nuestra pronta partida, es por eso que con la llegada del nuevo día y la toca de diana, la mañana me encontró descansado y dispuesto a partir.

Pronto las cosas comenzarían a cambiar nuevamente, lo sentía en la sangre, y eso era bueno.
Prepare todo lo necesario para el viaje en un cómodo bulto, apreste mis armas y la armadura y cuando los últimos soldados estaban llegando al patio, me uní a la miembros de la compañía.

Un pequeño jaleo se había creado por la repartija de los quesos del día de ayer, y mientras miraba a los que se veían obligados a entregar sus hormas me dije a mi mismo que a veces las buenas intenciones de uno, se enturbian por las malas decisiones de otros, demasiados caciques para tan pocos nativos…

Forme para la revista y me dispuse a esperar las nuevas órdenes, un poco mas allá de mi estaba Loor quien nunca había respondido a mi pregunta, y al parecer la derrota no le había sentado bien…¿cómo podían vivir así?, excluidos de la gente, cuando el peligro nos pisaba los talones y la muerte nos susurraba al oído constantemente, la vida – en nuestro oficio -, era un bien voluble que bien pronto podía perderse, no iba a desperdiciar lo poco o mucho que me tocase en suerte intentando parecer, duro, recio, hosco, o simplemente el negro con el miembro más grande…

Y si todo salía como lo esperaba, hasta quizás pronto pudiera vivir con un poco mas de lujos y tranquilidad que el resto de los que me rodeaban….

Asintiendo a las órdenes del cabo Berrinche

¡A formar Campamenteros! Espero que todos hayáis cogido vuestro equipo y llenado vuestros odres de agua. No sabemos durante cuanto tiempo estaremos fuera, pero seguramente no será poco. Despedíos de la comodidad de esta sala.

Con mi mochila al hombro, me dirijo hacia mi posición, por detrás de los Hostigadores y encabezando a los campamenteros.

Lombriz se apresura a hacer formar a la tercera escuadra de Campamenteros.

- "Meera está lista, jefe." -

Contesto a Cochinillo con un leve asentimiento. Me dirijo a mi tienda, para recogerla y terminar de empacar mis pertenencias. Ajusto mi cuchillo al cinto, y ato mi lanza y mi escudo a mi espalda. Después de guardarlo todo en mi mochila, me la echo a también a los hombros y abandono el vestíbulo siguiendo a mis compañeros.

El dolor de los golpes recibidos en el entrenamiento pasado aún persiste. Aunque puedo caminar sin dificultad, todavía me cuesta respirar, y el peso que llevo en la espalda no está siendo precisamente una ayuda. Trato de disimular mi malestar, mientras me muevo en dirección al patio. 

Me detengo a contemplar el interior del Palacio antes de salir. En mi vida nunca había tenido oportunidad de ver edificios tan majestuosos. Construcciones hechas por los hombres, pero capaces de resistir las más fuertes tempestades sin ceder lo más mínimo. Un desafío a los dioses. Quizás no vuelva a ver algo semejante jamás, y trato de capturar el recuerdo en mi mente. 

En el patio busco a Keropis con la mirada. Una vez que lo encuentro, me acerco a él y le tiendo la mano.

- Eres un gran luchador, te presento mis respetos. ¿Te importaría que caminase a tu lado? Me gustaría hablarte de algo, como te dije en el entrenamiento.

Sabandija alza la cabeza ante la llamada de Cochinillo, su conversación con Chamán interrumpida.

Se despide de su interlocutor y se marcha a su tienda. Dobla con agilidad la estera y la guarda junto a su escudilla en su macuto. Acto seguido saca una de las lanzas cortas y se la ata al lado derecho de la cintura. Saca otra y la deja a un lado. Mira a su alrededor, cerciorándose que no le falta nada y cierra la mochila, tras lo cual, se la echa a la espalda, coge la lanza que había apartado y sale de la tienda.

Se presenta para formar y se coloca junto a su grupo, la primera escuadra de Campamenteros, con el arma hacia arriba.

-Hostigadores, ¡a formar! -gritó el Hiena. Había visto que Matagatos había sido reclamado por Lengua Negra ante la llegada de aquel carro y como segundo, debía saber cuándo actuar.

La madre que los parió...

A Rastrojo no le costaba cuadrarse en una formación. Entre unas ocasiones y otras, ya le había pillado el truquillo. Pero, en serio, ¿tiene que ser precisamente a estas horas de la mañana? Entendió el motivo cuando vió al Cabo Berrinche. Se suponía que el pelotón de Exploradores estaba en otra planta, pasarse por aquí le quedaba un poco a desmano.

No puede ser otro entrenamiento de los exploradores. Los Hostigadores ya están formados, y los Campamenteros son despojos que no merecen la atención de los Altos Mandos, no creo que vengan por ellos.

Uy, uy, uy... Esos quesos...-comentó con malicia.

No tenía pruebas de que se tratase de ello, y no sería la primera vez que Rastrojo saca una conclusión precipitada. Pero algunos Reclutas y algunos Soldados se merecerían más de una reprimenda. ¡Por ignorarle anoche! Y en menor medida por el tema de los quesos. ¡Pero sobre todo por ignorarle! ¡A él! ¡El líder espiritual de los Hostigadores!

Se colocó en su sitio y se puso firme, esperando como un buitre de la sabana a que la desgracia cayera sobre los demás.

Tras escuchar a Ponzoña cojo todo mi equipo y formo en medio del patio.

El odre está lleno y las armas prestas para ser usadas cuando sea necesario.

- Estoy preparado. - digo tranquilamente.

Sin duda la baja de Attar será complicada de ser suplida. Veremos que pasa.

Loor preparó su equipo cuidadosamente, y llenó su odre de agua. Luego formó junto al resto de la compañía evitando mirar hacia las estructuras del lugar que iban a dejar atrás

Attar se encontraba en su celda, delirando en uno de sus momentos de consciencia. Creía ver a su padre y a su madre con él, cuidándole. Veía cariño y preocupación en sus ojos, pero también podía ver orgullo, y éso hacía inmensamente feliz al mestizo. Toda su vida, desde que murieron sus padres, se ha esforzado en el que ellos y sus ancestros estén orgullosos de las hazañas de su hijo, de su aporte a la Compañía. 

Mientras caía de nuevo en el dulce descanso de la inconsciencia, sonrió con la certeza de que así era. 

- Todos se van colocando en formación, aunque los otros Pelotones (Caballería, Infantería, Arqueros) no han salido aún al patio.

- Los Exploradores parecen listos para partir.

No esperaba mucho más de Cochinillo viendo que lo había obligado a entrenarse con Derviche justo el día anterior a marcharse, ahora tendría que caminar, o arrastrase, y procurar no quedarse retrasado o seguramente le dejarían perderse a su suerte.

-Como digas Cochinillo, tu eres el que ordena y yo el que obedece siempre. Al menos Cochinillo no podía decir que Pulga hubiera desobedecido nunca una orden directa suya. Pero hay algo que tengo que decirte ahora. Pulga se acercó a Cochinillo y susurró solo para él. Su tono resultaba sincero y preocupado. El queso que te ha dado Malamente. Será mejor que te deshagas de él. Está maldito por Ojopocho y si nos lo llevamos y lo comemos estoy seguro que las desgracias se apoderarán de nuestro pelotón. Hazme caso si quieres a tus hombres vivos.

Pulga dejó a Cochinillo y se fue a cumplir la orden de formar junto al resto de sus compañeros. Con sus odres de agua llenos, las protecciones puestas y la mochila cargada con sus cosas estaba todo lo preparado que podía para partir. Seguía doliendole todo el cuerpo y lo que menos le apetecía era caminar. Desde su posición observó a Cochinillo esperando que el incauto no desechara su consejo.