Partida Rol por web

CIUDAD DE DADIZ:

- Según se dice, la ciudad de Dadiz fue en tiempos remotos ya olvidados una ciudad fronteriza perteneciente a un gran imperio K'Hlata que se extendía por toda la Gran Sabana y cuyas ciudades son hoy en día ruinas malditas, un tabú para todos los K'Hlata de bien.

- Dadiz es antigua, corrupta y decadente. Sus ciudadanos físicamente podrían pasar por K'Hlata, aunque van ataviados con vestiduras recargadamente adornadas, y sus ojos son demasiado negros, y con las pupilas demasiado dilatadas habitualmente por el efecto de las drogas.

- Dadiz está gobernada por el Dictador que, aunque es un puesto hereditario, en realidad suele cambiar de manos cuando una dinastía es asesinada por otra nueva mediante la traición, el puñal y el veneno. El actual Dictador es un sanguinario tirano que castiga con extrema crueldad cualquier conato de rebelión, pues se siente inseguro en su trono ensangrentado.

- Los muros de Dadiz son muy altos, y están protegidos por máquinas que disparan lanzas capaces de atravesar a tres hombres y otras capaces de arrojar lanzas y un fuego alquímico que no se apaga con agua (o eso dicen). El ejército de Dadiz parece pequeño y complaciente, muchos soldados muestran signos evidentes de gula y de abuso de la bebida y de las drogas. Además, las fuerzas del orden aceptan frecuentemente sobornos, cuando no los exigen directamente.

- Las leyes son crueles y opresivas para la vasta plebe, pero inexistentes para la nobleza. Los nobles sólo pueden ser castigados si competen crímenes flagrantes contra el Dictador o contra otros nobles. Si los cometen contra los plebeyos o contra extranjeros, las autoridades siempre hacen la vista gorda.

- El crimen es elevado en muchos barrios de la ciudad, especialmente en las zonas donde el consumo de drogas está más extendido.

- El principal entretenimiento es la arena de gladiadores, donde los esclavos son obligados a luchar a muerte, entre sí o contra bestias salvajes traídas de la Sabana y de otros lugares.

- El caudaloso río da mucha vida a la ciudad, pues su corriente es rápida y navegable en buena parte hasta Idon, al Norte.

- Matagatos, Mentiroso, Lengua Negra, Serpiente, Guepardo y Caracabra se internan en la gran ciudad de piedra rodeada por impresionantes murallas.

- Los guardias les dejan pasar sin exigirles un soborno, lo que no es muy común.

- Si uno se desvía de la calle principal, lo demás son callejuelas y callejones (a veces sin salida). Todo está sucio y lleno de inmundicia de años. A lo largo de toda la calle principal hay puestos de mercado. En algunos se venden esclavos, en otros drogas, o se alquilan prostitutas por horas.

- Unos guardias obesos y mal aseados manosean a las prostitutas de mirada ajada.

- A la entrada de un callejón cercano hay un cadáver recientemente apuñalado. Unos mendigos se pelean por sus botas. Las autoridades no prestan la menor atención.

- La gente habla en un K'Hlata que suena muy arcaico, casi como el que emplean los chamanes en sus ceremonias espirituales.

- Es pronto y los peores locales están cerrados. Los nobles también duermen todavía, por lo que el grupo puede evitar a sus violentas y agresivas comitivas.

Conforme se acercaban a la mole de piedra y adobe, a Mentiroso le entró una cierta sensación de claustrofobia que tardó unos minutos en superar. No era un lugar agradable. Olía a inmundicia, no a animales, sino a podredumbre y enfermedad. En una ciudad que parecía construida sobre la desesperación era bueno entrar tan protegido. Más aún cuando llevaba lo que le parecía una pequeña fortuna, o capaz de valerla.

Desde que al acercarse a la ciudad se cruzaban con otros viajeros, Mentiroso escuchaba con atención el dialecto K'Hlatan de los habitantes de Dadiz, muy distinto del que hablaban en la Sabana, difícil de entender si no te concentrabas. Se preguntó si al norte todos hablarían así. Pero estaba más interesado en las mercancías que se compraban y vendían allí, buscaba gangas que pudiera comprar y revender más tarde. Estaba claro que el sueldo de soldado no era suficiente para equiparse dignamente, ni siquiera para vivir salvo en la inmundicia. Había que sacar beneficio de otra forma, y a diferencia de las videntes ni tenía poderes ni podía prostituirse. En particular buscaba un puesto donde vender ciertos artículos de marfil. Y si aquí las tiendas eran más baratas o mejores que las que vendían en el Campamento, quizá volviera con una.

-Vamos al mercado.

Tenía una batería de preguntas preparada: qué se produce en Dadiz, qué se produce más al norte, cuánto se paga por esas mercancías, qué compran los nobles de aquí... «si es que no toman lo que desean sin más», por cuánto me tasas esto, para irlas soltando poco a poco. Si los nobles pagaban, quizá pudiera sacar un buen precio por las piezas de marfil que había traído.

-Hola, mercader. ¿Qué son estas tallas? ¿Las hacéis aquí?...

MENTIROSO:

- Tiradas ocultas y secretas de:

* Diplomacia.

* Averiguar Intenciones.

* Recabar Información.

* Engañar.

* Tasación.

La ciudad de Dadiz no tiene nada que ver con ninguna otra cosa que hubiera visto hasta ahora. Aquello era como un poblado pero de dimensiones gigantescas. Todo estaba sucio y descuidado y no solo las calles, el aspecto de muchos de sus habitantes también. No me siento especialmente cómodo allí pero todo lo que veo es sorprendente. Un hombre yace muerto a la entrada de un callejón y a nadie parece importarle, tan solo a un puñado de mendigos que pelean por sus pertenencias.

Parece que aquí la muerte de alguien es un hecho tan común que a nadie le importe.

¿Que clase de sociedad era aquella donde asesinaban a alguien y nadie se preocupaba? Seguimos avanzando por la calle principal, las callejuelas que dejamos a los lados parecen aún más inseguras.

-¿Habéis visto? Comento con mis compañeros. Nunca me imaginé que una ciudad fuera así.

Da la sensación de ser una hora temprana ya que muchos locales parecen cerrados y no parece haber tanta gente en la calle como debería para el número de casas que vemos, pero ya hace horas que el sol asomó por el horizonte.

-¿Hablan un K'Hlata muy raro verdad? No era un gran experto en el idioma pero me costaba entender todo lo que decían.

Estaba de acuerdo con Mentiroso en echar un vistazo a los puestos del mercado, quizá se pudiera encontrar algo interesante. Busco con la mirada algún puesto que tenga ropa.

-No os adentréis mucho, esperaremos unos por otros, no quiero que nadie desaparezca de la vista del grupo.

Si ahora parecía haber poca gente no quería imaginarme como sería caminar por allí cuando hubiera más.

A la entrada de una calleja, un grupo de hombres jalean a dos luchadores callejeros. Uno acaba quedando inconsciente y el organizador busca un nuevo contrincante.

- "¡Vamos, vamos! ¿Quién quiere ganar cinco platas? ¡Cinco contra tres! ¿Quién será el siguiente oponente de Mugumbu?" -

MATAGATOS:

- Tiradas ocultas:

* Buscar.

* Recabar Información.

MATAGATOS:

- Parece como si nadie vendiera ropa en esta ciudad.

- Dirías que Mentiroso tiene algo que quiere vender.

- Ese luchador parece fuerte, aún así es una oportunidad de ganar cinco platas...

Oigo los gritos y jaleos que provienen de un callejón donde se están produciendo una especie de combates callejeros. Al parecer ofrecen cinco platas por ganar a un tipo enorme lleno de músculos.

No me interesa, he venido a buscar otras cosas.

Podría ser interesante ver a Uro o Campaña luchar contra él, seguramente lo vencerían con facilidad. No podría decir si Mentiroso, Lengua Negra o Caracabra podrían con él, aunque seguramente ni tengan las 3 platas necesarias para participar.

Mejor, no quiero cargar con un inconsciente o tener problemas.

No me gustaba ese tipo de combates por dinero y el tipo que lo organizaba todo no me daba buena espina. Sigo buscando entre los puestos.

-Primos. ¿Creéis que entre los tres podríamos con él? Les digo a Serpiente y Lengua Negra haciendo una pequeña broma.

Decadencia. Era la única palabra que se ajustaba a aquella realidad. La prometida joya se había transformado durante el pequeño paseo en bisutería de mala calidad. La violencia, la dejadez, el abandono, unidas a la suciedad y al olor de la miseria y la basura corrupta, ajaron las expectativas de Lengua Negra que se preguntaba qué hacía allí. Hace un siglo, quizás cincuenta, el paseo hubiera sido muy distinto. Hoy, ahora, la realidad era la que era y poco podía aprender de ella, salvo que Dadiz fue y ya no era. Lo que ahora tenía ante sí era una especie de gusano gordo y blanco, devorando la carroña de un cuerpo muerto. Dadiz se autofagitaba.

-¿Eh? No, lo dudo -respondió distraídamente Lengua Negra-. Es más que probable que un solo cuesco suyo nos hiciera volar por los aires. Y sin magia. Pero no deberíamos despistarnos. Mentiroso se ha detenido en ese puesto. Mejor que no nos separemos.

Después de echar un vistazo a los puestos que había por allí llego a la conclusión de que no encontraré lo que busco, así que mi interés por aquel mercado y permanecer en Dadiz había terminado. Si al menos esta ciudad ofreciera algo de interés, pero solo se veía violencia, vicio y suciedad. Me río con las palabras de Lengua Negra.

-Tienes razón, permanezcamos juntos, yo ya he visto todo lo que quería.

A partir de ahora me dedicaría a acompañar a mis compañeros y a vigilar que nada extraño pasara.

-Serpiente, podrías hacerle el truco de darle la mano, aunque creo que el organizador se enfadaría y más nos valdría estar bien lejos cuando el hombretón se despertara.

Nada más cruzar las puertas el pétreo velo de grandeza que cubría la ciudad cayó al suelo. La decadente realidad había apartado a empellones las apariencias y eso me encantaba. Me fascinaba ese contraste, la mentira que nadie había pronunciado y tras la que la verdad se ocultaba, una ilusión que todos habíamos dado por cierta. Cuando cualquiera de nosotros seis recordara Dadiz esas serían las imágenes que nos vendrían a la cabeza, mientras el resto recordaba las maravillas de una ciudad falsa. Hubiera sido una lección excelente para el progreso de Khadesa si la muy pacata no se hubiera quedado con el resto.

- Si yo quisiera no se levantaría. Los soldaditos de los Tres Castores no se volvieron a levantar después de mi hechizo.- Reí.- ¿Habrán despojado ya al cadáver de todas sus pertenencias?

Y es que esa era otra de las cosas que no cambiaban estuviera allí o en la sabana, de los muertos dejaban lo verdaderamente valioso a las alimañas.

-Lo se. Respondo a Serpiente. Pero será mejor que dejemos que el fortachón pueda seguir ganándose el pan. ¿El cadáver? No creo que le hayan dejado nada que valga la pena, ya viste como discutían. Y lo que hayan dejado tampoco nos interesa. No quería que si alguien había advertido la presencia de gente de la Compañía tuviera que relacionarnos con el corte de los dedos de un cadáver. Miro a mi alrededor de nuevo. Dadiz resulta decepcionante, espero que Idon sea diferente.

La sensación que tenía con Dadiz era como una especie de poblado esclavista pero a gran escala. Cuando alguna vez nos habían hablado de alguna ciudad nos lo pintaban todo bastante distinto. Al menos no me arrepentía de haber entrado, quizá comparándola con esta el resto de ciudades no me pareciera tan mala.

-¿Sabéis algo de Idon?

Quizá alguno de los otros hubiera oído hablar de ella en alguna ocasión.

- Tu opinión no es decepcionante porque no es inesperada, es exactamente lo que esperaba que opinarías- dije a Mentiroso.- Y precisamente eso la hace aburrida, lo que a ti te convierte en un aburrido. Y tú Lengua Negra eres igual que él pero encima haces bromas de pedos.- Meneé la cabeza y reí.- Sé de Idon lo que tú esperas que yo sepa, aunque esto no tenga por qué coincidir con lo que realmente sé de ella.

A continuación me giré hacia el k’hlata mutilado.

- Y tú Guepardo, ¿crees que podrías ganar a ese fortachón? Me refiero a ahora, no a antes- solté con una sonrisa.

Caracabra seguía atentamente la conversación de los oscuros, mientras fantaseaba con la idea de tumbar al grandullón de un golpe, consiguiendo la gloria, el respeto del grupo y el dinero. Pero sabía que le hundiría, lo humillaría, quebrándole todos sus maltrechos huesos.  El pequeño jorobado, cabio el hilo de sus pensamientos tras la pregunta de Serpiente a Gueopard, ahora solo deseaba que no le preguntaran a él, si podía vencer al grandullón. Le daría mucha vergüenza decir que “no podía”; quedaría como un estúpido delante del grupo.

Era una ciudad muy extraña, y a mediada que se introducía en ella le parecía aun peor, no sabia como seria la ciudad de la que hablaban los oscuros “Idon”, ni tampoco entendía “por qué” esta ciudad era decepcionante, cuando parecía demoniaca, con sus altos muros.

Caracabra, solo miraba y atendía, tratando en todo momento de tener localizado a todos los miembros del grupo.

-Y tu comentario es tan típico de ti que hasta yo hubiera podido decirlo de haber querido hacer de Serpiente por un rato. Lo cual es obvio que demuestra que eres predecible además de aburrido. Y teniendo en cuenta que son caracterísiticas comunes a nosotros tres, no me queda más que lamentar la endogamia -dijo Lengua Negra-. Y ahora que ya sabemos todos lo que somos, ¿intentamos sacar algo de provecho de esta ciudad? La verdad es que me hubiera gustado conocer la opinión que se tiene aquí de nuestros actuales patronos -y en aquel punto, lanzó una significativa mirada al brujo- y de aquello en lo que quieren embarcarnos. ¿Alguno sabe más de lo que "no" nos han dicho?

Guepardo se imaginó la ciudad de otra manera. Algo más...digna, era la palabra. Aquello era una acumulación de ruina y vicio que sin, asustarle, le parecía decepcionante para aquelo lugat tan majestuoso. Andaban tranquilamente por sus calles cuando Mentiroso se paró en un puesto a tratar algo con un comerciante. Esa actitud le parecía impropia de un guerrero al antiguo Jaguar, pues en su aldea eran las mujeres las que realizaban los trueques con los mercaderes cuando raramente aparecían. Sacorroto debió pensar lo mismo pues sonrió cuando vio regatear a Mentiroso.

Después oyeron a un hombre que qeuría apostar contra ellos. El rival a batir parecía duro pero Guepardo dudaba de que fuese demasiado ágil y de que siquiera pudiera atraparlo. Se dispuso a seguir caminando cuando oyó a Serpiente dirigirse hacia él. Sacorroto dejó de sonreir y su rostro se torció a una expresión incrédula. Le estaba retando a combatir con aquel tipo. Era lo último que quería hacer en ese momento, no por el contrincante en sí, sino por lo deleznable que le parecía el hecho de pelear por dinero. - No sé si podría con él, seguramente, lo que sí sé es que la victoria me daría más regocijo que masacrar a unos críos. Si tienes tres monedas podemos comprobarlo.

AL PASAR JUNTO A UN CALLEJON OSCURO:

CHICA MESTIZA:

- "Chicos, necesito vuestra ayuda. Si me ayudáis a llevar estos barriles a mi casa os daré un cobre a cada uno y os invitaré a una buena jarra de cerveza de trigo de Dadiz. ¿Qué me decís?" - Señala con la cabeza el fondo del callejón oscuro.