Partida Rol por web

Los gestos y la falta de afecto por parte de sus hermanos y de la reina no le pasó desapercibida. ¿Qué sospecharían? Era imposible que esos estúpidos tuvieran la más mínima noción del alcance de sus maquinaciones, pero cabía la posibilidad de que simplemente se dejaran llevar por los rumores. ¿Quizás algún estúpido juicio de valor acerca de sus negocios con los esclavistas? Sería absurdo pensar que Asdrom sobreviviría sin los esclavos pero, ¿qué sabrían ellos? Sólo sabían malgastar el dinero en mujeres, alcohol y lujos...

Tras asegurarse de que los criados tenían todo listo para la llegada de sus hermanos, la reina y Mac Mardiggan, Albert se dirigió preocupado a las estancias de su hermano Grifith. No entendía la premura de su necesidad de hablar con él, pero supuso que algo de lo que había sucedido en su ausencia le incomodaba. Tal como fuere, Albert se dirigió con sus ropas de terciopelo negro a la lujosa habitación de su hermano y llamó con cuidado antes de abrir.

- Hermano - dijo, con una sonrisa.

Al oir que llamaban ala puerta la mujer corrio a esconderse en el interior de un armario.-Nadie debe saber que estoy aqui, por favor señor.- pidio cerrando la puerta y acurrucandose en un ricon entre tu ropa.

La reputacion de la chica quedaria destrozada si la encontraban alli, mas si era Albert.

Aun con la copa en la mano vi como una joven entraba en mis aposentos cerrando la puerta con cuidado tras de ella. Al descubrirse vi un rostro celestial con unos cabellos dorados tan bellos como la misma luz del sol. Su voz dulce cruzó la estancia hasta colarse por mis oídos en una cuestión que me sorprendió. Al parecer esa mujer era mi prometida y tenía interés en ver mi rostro antes de la presentación oficial algo que me ruborizó un poco haciendo que dejara lentamente la copa en el escritorio. 

Sin saber muy bien que decir, comencé a separa los labios para articular alguna palabra cuando escuché de nuevo la puerta y, en esta ocasión, mi hermano Albert venía para tener audiencia conmigo. La hermosísima joven corrió tras de mi a esconderse entre mis ropas al tiempo que me susurraba que nadie debía saber que se encontraba allí por lo que me apresuré a sujetar la puerta antes de que abriera Albert y abrí tan solo un ápice para asomar medio rostro.

-Albert....hermano mío.- ,exclamé entreabriendo la puerta y asomando levemente por la misma, -Venís pronto, os ruego me disculpeis, mas desearía un tiempo en mis soledades para asearme y descansar del viaje. Además tengo varios documentos que poner en regla antes de hablaros de mis deberes en el distrito comercial. Lamento haberos hecho venir tan raudo mas yo mismo os buscaré en un par de horas.- ,mostrando una media sonrisa cordial concluí, -Quizá podamos charlar durante la cena, hermano mío, me complacerá compartir con vos una copa de vino mientras discutimos temas económicos, campo en el que se de buena tinta que os moveis como pez en el agua.-

Al decir esto incliné la cabeza levemente respetuosamente y exclamé:

-Id con Dios hermano, la cena será nuestro momento para intercambiar impresiones. Disculpadme una vez más.-

Sorprendido porque su hermano le hubiera solicitado su presencia para nada, Albert se encogió de hombros al percibir el aroma a coñac y se marchó.

¿Llamarle para nada? Le parecía un soberano insulto, pero le daba en la nariz que algo había sucedido. ¿No sería que le querían distraer y que no estuviera en sus aposentos, o acaso en sus mazmorras privadas? Bien sabía que cualquiera que osara entrar en ellas sin que él desactivara las runas de protección provocaría que todo explotara, llevándose al incáuto con él, y en sus aposentos no había nada que pudiera delatarlo. Sin embargo, toda precaución era poca.

- Zaya - llamó mentalmente - ¿Dónde están cada uno de mis hermanos, la reina, y ese bastardo de Mac Mardiggan?

Gurnet esta con su esposa, mi señor, en su cuarto dandose un baño...parece que su mujer se a enfado con el.-aseguro.-Gurnet la a rechazado como mujer...-comento.-La reina intenta ver al rey apesar de haberselo prohibido... aun no lo a conseguido, los guardias la han detenido en la puerta... de momento, parece que tiene gran interes en hablarle. Ha Grifith ya le habeis visto...Mac esta... oh.- exclamo y se cayo despues volvio a hablar.-Mac a metido a uno de sus hombres en una mazmorra, no en la suya, en la oficial del casitillo que como sabra esta en desuso desde hace años.

Una vez que Albert se marchó, cerré la puerta con llave para no ser sorprendido por nadie, o al menos en la medida de lo posible. Nada más girar la llave, me giré para dirigirme al armario donde permanecía oculta milady D'Avignon, abrí con cuidado y, con voz tenue, exclamé en un susurro:

-Podeis salir, milady, mi hermano Albert partió sin sospechas.-

Al decir esto, le tendí la mano gentilmente al tiempo que esbozaba una tierna sonrisa.

Os lo agradezco mi señor.-dijo saliendo.-Disculpar mi osadia, solo pretendia conoceros ya que sereis mi marido.

Vi salir a lady D'Avignon del armario al tiempo que decía que tan solo tenía interés en conocerme dado nuestro enlace concertado. Su rostro irradiaba luz tal y como si fuera un astro en el firmamento, una luz cálida que me reconfortaba con solo mirarla. 

Tras cerrar el armario me volví hacia la joven y exclamé con la misma voz tenue:

-No teneis que disculparos por nada, milady.- ,la miré a los ojos y continué, -Decidme, milady D'Avignon, que penseais de este enlace, ni siquiera conozco vuestra cuna y sois mi prometida....no sé, es una locura.-

Por primera vez en mi vida no sabía bien que decir pues ni siquiera tenía claro que pensar de todo esto. Mi padre parecía dejar escapar sus últimos hálitos de vida, el reino de Asdrom no tenía aun un heredero y muchas incógnitas se cernían sobre nuestra familia. Tan solo podía mirar a esa joven a los ojos con el alma totalmente al descubierto. Tras mi historia con Shura sentía como milady D'Avignon volvía a traer una cálida luz a mi ensombrecido corazón, sin embargo, aun no conocía a esa mujer y no sabía que pensaría ella de mi.

¿Cómo se atrevía ese bastardo a encerrar a alguno de sus hombres? ¿Acaso sospechaban de él? ¿O se habrían cruzado con su patrulla en dirección a la captura de Dasmus? Aún no tenía noticias suyas, y eso le escamaba. Fuera como fuese, iba a ver qué sucedía, porque una cosa es que esa zorra le hubiera nombrado su guardaespaldas, y otra muy distinta que tuviera agallas para tocar sus cosas... O a lo mejor ni siquiera sabía que era uno de sus hombres.

Como quien no quisiera la cosa, se dirigió a las mazmorras con un libro de administración, dispuesto a ver qué sucedía allí. Aunque bien podría reducir a ese estúpido a cenizas si osaba plantarle cara, se aseguró de llevarse a dos soldados para que le fueran abriendo puertas.

- Bien, señores - les dijo, fingiendo estar distraído - Hace mucho tiempo que estas mazmorras no se usan, así que vamos a ver qué podemos hacer con ellas para inflar la economía del Reino...

Y diciendo esto, se dirigió a las mazmorras.

- Vengo de un pais pequeño, esta muy lejos. Su hermano nos conoce por los pactos mercantiles que nos unen a Asdrom. A decir verdad somos un reino joven, hasta hace un par de generaciones formabamos parte de uno mucho mayor.- explico la joven.- Mi padre dice que nuestro enlace hara que nadie intente invadirnos.-dijo resignada.

-Tengo la sensacion de que sentis lo mismo que yo... Es una locura casarse con alguien que no se conoce pero es una cuestion de deber, que debemos asumir... supongo.

Al oir a milady D'Avignon, recuperé por un instante mi semblante negociador, mi rictus de político y le ofrecí asiento junto a mi ambos frente al escritorio. Lo cierto era que quería saber más acerca de ella pero escucharla hablar así de nuestro enlace me devolvía a la realidad tras todo lo ocurrido.

Una vez sentados el uno frente al otro la miré con una media sonrisa y el rostro algo más relajado. Busqué sus ojos con la mirada y le dije en tono suave:

-Vereis milady, ciertamente jamás me había planteado la necesidad de contraer matrimonio pues mi vida me confería suficiente satisfacción en soledad como para ligar mi destino a una mujer.- ,dije con sinceridad, -Sin embargo, hace poco sentí que, pese a todo, mi corazón jamás había tenido un verdadero sentimiento de felicidad, esa calidez que nos envuelve y nos mece haciéndonos sentir embriagados, he llegado a la conclusión de que el que ha conocido sólo a su mujer y la ha amado, sabe más de mujeres que el que ha conocido mil. Además, mi rey y padre, su majestad el Rey Haroth, se muere y querría darle la satisfacción de ver a su tercer hijo casado y asentando su vida.- ,me incliné hacia delante y me apoyé en ambas manos entrelazadas frente a mi rostro, -Os confieso que este enlace me agrada más de lo que podía llegar a pensar. Al veros he comprobado que un hombre puede ser bendecido por la diosa fortuna con un regalo sin parangón y, si vos me lo permitís, querría hacer honor a este giro del destino.-

Al decir esto me incorporé y suspiré pues tenía preguntas que debían ser respondidas aunque complacería a mi padre a pesar de todo casándome con ella. Miré al suelo, para alzarla de nuevo hacia ella:

-Aunque vos, milady D'Avignon, acaso vuestro corazón pertenece a alguien o quizá no deseais este enlace pues no sabeis nada de vuestro prometido.- ,una expresión melancólica acudio a mi rostro algo vencido, -Decidme, que os dice vuestro corazón y vuestra razón....-

- Mi señor, sinceramente, esperaba un hombre mayor y menos atractivo.-dijo la mujer.-He tenido pretendientes pero ninguno era de mi gusto y mi padre los descartaba uno por uno. Tampoco yo pensaba en casarme aunque... bueno... viendoos no me desagrada tanto la idea.- dijo sonrojandose.- Pienso que podiamos llevarnos bien, llegar a algun acuerdo. No me importa que tenga amantes despues de casarnos, es un matrimonio politico y no pretendo restringir su vida.

Sonreí ante su respuesta, jamás hubiera pensado en una respuesta mejor para un primer encuentro entre mi prometida desconocida y yo. Sus palabras eran sinceras y me mostraba una disposición a nuestro enlace que no solo me complacía sino que compartía con ella. Mirándole a los ojos me acerqué a ella y, hincando una rodilla en el petreo suelo de mi habitación, exclamé con una sonrisa en el rostro:

-Milady D'Avignon, se que esto no es necesario mas deseo hacerlo.- ,tomé su mano entre las mías y exclamé con voz tenue, -Ante los ojos de Dios, me haríais el honor de casaros conmigo.-

Sabía que aquello relajaría el ambiente pues nuestro enlace estaba ya concertado y contraeríamos el santo sacramento mas pensaba que, a pesar de los pesares y de nuestra realidad, yo al menos podría encontrar en ella todo aquello que ya conocía y lo que aun anhelaba mi corazón. Volví a separar los labios y dije para concluir:

-No hay acuerdos en el umbral del amor, no hay concesiones y tampoco permisos. Me entregaré a vos por entero si así lo deseais, he llegado a la primavera de mi vida y quiero que vos me acompañeis en mi camino. Tan solo el tiempo determinará si somos dignos del amor del otro pues no hay mayor virtud que amar y ser amado. Habeis llegado a mí como el sol al solsticio de verano y espero poder corresponderos al igual que las estrellas a la luna. Esa es mi única promesa para vos.....milady D'Avignon....-