Partida Rol por web

Cuando volvéis a reaparecer estáis en un lugar diferente al que estabais, un lugar desconocido

El lugar está a rebosar de personas que gritan y silban, podéis ver en los palcos a los patrocinadores haciendo sus apuestas. Un pequeño gnomo se acerca a un micrófono después de que los patrocinadores le den instrucciones

-Bienvenidos a la arena tributos, ahora lucharéis entre vosotros, el ganador ganará una lanza de caballería desgarradora pesada, también uno de los objetos al azar del inventario de vuestro contrincante. La pelea no será a muerte, en cuando caiga inconsciente vuestro adversario se dará por concluida la pelea, si por designios de los dioses el ataque fuese mortal, el vencedor podría quedarse con el inventario completo de su adversario. ¡Que empiece la lucha!

¿Qué...? ¡No! Estaba frente a un callejón sin salida, dispuesto a retroceder para seguir buscando, cuando sintió el tirón. Era inútil luchar, lo sabía, pero aún así lo intentó, esforzándose por no ser transportado. Todo se volvió negro, vacío. Durante un fugaz instante sintió una fuerte migraña, causada por resistirse a la magia. Luego no sintió nada.

Debían de haber sido apenas unos segundos. Estaba frente a una gran multitud, entre la que destacaban los patrocinadores que ya conocía. En seguida se dio cuenta de que aquello no había sido una trampa, activada de manera fortuita, sino otro de los juegos de aquellas gentes sanguinarias que se divertían viéndoles luchar y morir. Solo gracias a su fuerza de voluntad no torció el gesto y gruñó, para en su lugar esbozar una sonrisa tirante y saludar al público, dedicando una reverencia al palco de sus mecenas. Si había que hacer algo, era mejor hacerlo bien, y allí parecía que lo que se quería era un espectáculo. No le gustaba, pero podía darlo.

El gnomo que alguna vez le había dado la bienvenida en el Capitolio, era el encargado allí de dar voz a sus amos. Con una voz que retumbó por todo el coliseo —pues eso era—, explicó para que estaban allí y lo que debían hacer, además de un premio que tampoco parecía demasiado interesante. ¿Quién quería una lanza de caballería en un laberinto dentro de una torre? Asqueado, frunció el ceño pero no dijo nada. Interrumpir no habría servido de nada bueno, y eso si que es conseguían escucharle entre el griterío.

—Pues toca luchar —dijo con un suspiro.

En cuanto el gnomo acabó de hablar, lo que más o menos debía de significar que se iniciaba el combate, enfocó la vista en su enemigo, analizándole. Tampoco se paró mucho. Fuera lo que fuera, caería si le daba suficientemente fuerte.

Alzo los brazos con entusiasmo hasta que miro alrededor y puedo percatarme de que me han vuelto a mover a la fuerza - NOOOOOOO - grito mirando de un lado a otro - ¿TANTO OS GUSTAN LAS PUERTAS? MALDITOS, LO HABIA CONSEGUIDO. - Entonces avanzo ligeramente hacia el hombre frente a mi - ¿Eyyy, a ti también te han tomado el pelo con las puertas? - digo girando sobre mi mismo como quien realiza un movimiento de baile.

Enarcó una ceja al observar a aquél pirado, que gritaba al aire. Otro que parecía creer haber caído en una trampa, solo que al contrario que él mismo, se lo tomaba con menos filosofía. Parecía alterado, como mínimo, hasta que le vio y bajó el tono. Suficientemente alto para que le escuchara al menos.

—Creo que han forzado un teletránsporte sobre nosotros. —Se encogió de hombros vagamente—. No sé mucho del tema, así que no tengo ni idea de como lo han hecho. Pero claro, por eso somos los que estamos aquí, y no ahí arriba.

Con cautela, fue caminando alrededor, rozando con la mano la piedra del coliseo, sin avanzar hacia el otro. No quería parecer una amenaza, actuar precipitadamente. El bastón que llevaba a la espalda se quedó dónde estaba, colgado, así como la ballesta, descargada. Sorprendéntemente, su contrincante —eso debía de ser— no hizo amago de atacar en un primer momento tampoco. Una buena señal. O un buen truco. No le había pasado desapercibida la gracia con la que se movía. Tendría que conocerle un poco más, saber a que se enfrentaba.

—Se supone que tenemos que luchar el uno contra el otro. Creía que todo se decidía en el laberinto. —Suspiró—. Yo lo prefería así. ¿Por qué nivel ibas? ¿Hasta dónde habías llegado?

Mientras mi contrincante se mueve yo avanzo también Pero sin un mínimo de cautela hacia el mientras le enseño un guante - Está claro que nos han forzado un teletransporte, ya me lo han hecho antes, si no haces lo que quieren se dedican a moverte a su antojo - en ese momento tiro el guante frente a mi al suelo - No tengo ni idea de donde estaba, me he dedicado a romper puertas... Que se jodan y llamen a un carpintero- escupo al suelo - Me he encontrado esto, ¿sabes para que es? - me alejo ddl guante, dando espacio a mi rival para inspeccionarlo sin problemas y me pongo a cantar de una forma horrible - NOS MOVIERON POR LA CAVERNA, PERO YO SOLO QUERIA IR A LA TABERNA, ELLOS QUERIAN QUE NOS MATARAMOS PERO... - me detengo antes de acabar y suelto un gruñido - Mierda, ¿se te ocurre algo que rime con mataramos o con calabaza? - Mientras pregunto este último me voy alejando a un borde del coliseo y empiezo a orinar. 

Aquél tipo había perdido totalmente la cordura. Si era de antes o si el laberinto era la causa de su locura no tenía ni idea, pero si de que sin duda era inestable. Vincent no se movió de dónde estaba mientras el otro se acercaba, tampoco cuando soltó el guante y ni siquiera cuando volvió a alejarse, cantando. No se fiaba de él.

El público empezaba a impacientarse; habían ido allí para ver como se derramaba la sangre, y en su lugar uno estaba inmóvil como una piedra y el otro... Era mejor no opinar. Aquél hombre faltaba el respeto a los espectadores y a los patrocinadores —por supuesto, tal vez no le impotaba—, pero también a él. Si le estaba deliberadamente ignorando o simplemente tomándole por inofensivo, en ambos casos era un desprecio que no iba a dejar pasar. Además, estaba allí para ganar.

—Dejémonos de tonterías —dijo cuando el otro terminaba de vaciar la vejiga—. Voy a atacar. Atento.

Nada más terminó de decir eso, dando tiempo suficiente para que el otro se prepara al menos para defenderse, cargó —esquivando el guante por si acaso—, y golpeando con sus puños al llegar hasta él.

Maraktarth no se estaba tomando en serio la pelea, al contrario de Vincent que en cuanto ve una oportunidad carga contra el otro joven golpeandolo fuertemente con uno de sus puños, el daño que ocasiona en el joven es bastante considerable, pero aunque tambaleándose, Maraktarth sigue en pie

Los espectadores gritan y se levantan festejando la brutalidad del ataque, se puede escuchar un coro gritando:

-¡Mátalo! ¡Mátalo!

Desde cuando se puede cargar y hacer un ataque completo?