Partida Rol por web

Alex era de los ultimos en abandonar el centro de mando, aunque siempre estaba su compañero al lado. El resto estaban saliendo o apunto.

Miller retrocede!, nos vamos en la ultima, no hay posibilidades de retrasos. Mientras la rafaga larga sale de la arma de la cabo recién desencasquillada.

Inmediatamente saca el rifle de la ventana y corre hacia la puerta para ir hacia la lanzadera.

Aquí cabo Odonell para Sirius, solicito disparo en el cuadrante AX1, apuntar bien o nos haceis un agujero en la muralla.

Si los infantes tenían esperanzas momentos atrás, ahora todo parecía perdido, los bichos se estaban infiltrando al fuerte desde múltiples sitios y amenazaban con desbordar a las líneas de la infantería móvil en cosa de segundos. Incluso ahora varios bichos avanzaban por el patio central del fuerte helado.
En los cielos la situación empezaba a tornarse oscura, quizá mas amenazadora aun que la presencia de los bichos dentro del fuerte. Los infantes de la compañía Guardianes de Sirius sabían perfectamente que la presencia de los bichos aéreos en los alrededores del fuerte podría significar el fracaso de las maniobras de retirada. Sin embargo intentar detenerlos requería una potencia de fuego con la que no contaban y más si consideraban a los bichos en tierra.
La segunda lanzadera había partido ya y en ella muchos de los buenos infantes de la compañía Sirius habían partido. Si tenían suerte lograrían sobrevivir al viaje y estarían tomando una tomando un baño con agua caliente en poco tiempo.
Al centro de la posición en el fuerte helado había llegado ya la tercera lanzadera, designada para el escuadrón Fox y los rezagados de otros escuadrones era quizá la ultima oportunidad para estos pues tal como estaba la situación era poco probable que hubiera tiempo de otra lanzadera además de la designada a la infantería ligera.

El fuerte había quedado atrás ya, lo que hubiera sido de sus compañeros lo desconocían por completo y no podrían saber nada de ellos hasta que llegaran a la Sirius Beta. Por sus mentes pasaba la idea de que quizá ya no volverían a ver a todos sus compañeros. El terrible combate había quedado atrás y sin embargo era algo que recordarían toda la vida.
Atravesando una cuantiosa nube de bichos alados la lanzadera apoyada por los cazas de la flota logro atravesar con éxito la atmosfera de Galdonia VI. Turbulentos movimientos asolaban la lanzadera mientras dejaba atrás a aquella maldita roca helada. Sin embargo lo que les esperaba en el espacio exterior  no era mas tranquilizador, la flota estaba siento atacada de forma constante y preocupante por proyectiles de plasma desde la superficie de Galdonia. Por lo que podían apreciar la flota se estaba retirando de la orbita del planeta.

Los motores resonaron justo cuando el último de los infantes abordó a la lanzadera. El momento de dejar el fuerte había llegado, el combate había terminado para esos infantes. Principalmente poblada por miembros del escuadrón Heat, la lanzadera permanecía silenciosa, muchos compañeros habían caído, muchos compañeros se habían quedado atrás aun luchando por sus vidas. Muy poco había que celebrar.
Desde las compuertas de la lanzadera que a escasos 30m del suelo aun se mantenían abiertas, los allí presentes pudieron observar la llegada de la tercera lanzadera que empezaba a descender sobre el suelo del fuerte. A su alrededor, infantes de diversos escuadrones se aglutinaban para abordar en cuanto esta abriera las compuertas.
Mas allá, del otro lado de los muros, la marabunta de bichos golpeaba los muros con suma insistencia, los cuales empezaban a desmoronarse ante sus ojos. Quizá nadie más sobreviviría.
Sin embargo no todas las noticias eran buenas. En los cielos la flota combatía contra las fuerzas aéreas de los arácnidos en un esfuerzo por dar cobertura al ascenso de las lanzaderas. Para los infantes en las lanzaderas era claro que sus vidas aun estaban en juego y esta vez no podían hacer otra cosa mas que esperar.

Miller corría entre un mar de locura y miedo. Los tableteos de las armas automáticas y las deflagraciones aparecían como destellos blancos en su visor nocturno, inmortalizando cada momento en una macabra fotografía estroboscópica que perseguiría al zapador en sus sueños por muchos años.

A cada paso de retirada podía ver hermanos infantes que aún tenían que seguir bailando el vals de la muerte con los bichos y que probablemente no oirían el final de la canción. Pudo reconocer a los de la Fox impertérritos en el muro, a los infantes ligeros que habían venido a rescatarles, cerrando filas alrededor de las lanzaderas mientras aquel maldito planeta vomitaba sin cesar hordas de bichos en el maldito Apocalipsis.

¿Tenía sentido aquello? ¿Por qué les habían mandado a proteger un fuerte que no servía para nada? ¿Por qué mandaban soldados a morir para que otros viviesen?

Era esta la cruel realidad en que se había convertido la vida en la Infantería Móvil. Matar hasta morir matando, enfrentarse cada día al peor enemigo de la humanidad con la casi certeza de terminar en algún agujero perdido de la Mano de Dios con las tripas desparramadas.

Entró en la baqueteada lanzadera como el niño que se cree a salvo bajo las sábanas, sin ser consciente que la probabilidad de no llegar a la Sirius era muy elevada. Pero aun así, sintió alivio y culpa a partes iguales. No era fácil irse y dejar a los compañeros sin pensar que era un cobarde, sin que el nudo en el estómago cortase su aliento y sin que los ojos se encharcasen de rabia.

La Cabo Odonell corría hacia la Lanzadera y la animó con gritos y gestos. Al resto no supo que decir, tan solo les contemplaba mientras luchaban por su vida. Él no moriría hoy, viviría para morir otro día, para seguir exterminando bichos en un sinsentido bucle de violencia.

Aun nervioso y sentado en mi asiento con la morita entre las manos, le puse un cargador nuevo, y la amartillé, luego mas tranquilo, le puse el seguro, y de repente, noté que la presión en mi pecho se desvanecía... empezaba a estar relajado.

Una sonrisa apareció en mis labios, miré a los compañeros de la lanzadera,  levanté un pulgar mientras me reía. Al parecer habíamos sobrevivido.

Había llegado, había corrido desde el extremo del muro hasta la lanzadera. Algunos de mis compañeros ya estaban allí, Otros nunca abandonarían esos muros.

Nuestros pasos resonavan en las rampas de acceso a la lanzadera. Estos no eran ya como cuando llegamos a este fuerte todos llenos de pasión y ansias por el combate. Habíamos perdido hermanos y sangre por un lugar que pronto caería, causando una vez mas que otros de nuestros hermanos callesen ante las garras de los aracnidos.

Unos segundos mas y en el marco de la puerta de embarque me paro para poder observar un momento mas ese "Fuerte" cumulo de desdichas y glorias. Avanzo hasta uno de los asientos.... muchos de ellos vacios de las caras de compañeros que conocí y de otros que nunca conoceré. 

De todas maneras aun había esperanza Baron dado por muerto se encontraba allí siendo atendido por el médico de la Heat. 

- Increible Baron, nunca pense que me alegrase tanto de ver tu fea cara. Parece que los nuevos cuidaron bien de ti. No puedo evitar sonreir al ver que al menos uno mas de los nuestros saldría del planeta. ¿Como estas, amigo?.

No había lugar para el miedo, o no debería. 

Las esquirlas de nieve levantadas por las lanzaderas envolvían a los infantes que no daban señas de cansancio, no podían permitírselas, el fin estaba cerca y lo sabían. Un final con sangre que teñiría el hielo que ahora pisaban de forma más o menos firme negándose a buscar el refugio que su instinto les gritaba... o un final huyendo de ese yermo gélido, dejando atrás a amigos, compañeros, gente que ella no conocía personalmente y que sin embargo habían dado su vida sin rendirse un instante para ganar tiempo. ¿Tiempo para qué? Para conseguir sacar a esos compañeros de ahí. Por eso estaban ahí.

-¡HACED SITIO!-exigió patinando sobre el hielo hasta llegar prácticamente hombro con hombro junto a Ethan.-¡Brocheta y Ethan, más os vale freir a esos dos hijos de perra!-dijo con más ímpetu del que pretendía. El frío había terminado de devorar la protección térmica y le quemaba prácticamente hasta los huesos. Echó mano de la granada, su bebé descansaba en el cinto cubierta por una capa blanquecina.-¡AHÍ VA!...-entreabrió los labios en una mueca de estupefacción y rabia-NO ME JODAS...¿PERO QUE EQUIPO NOS HAN DADO? ME VOY A CAGAR EN LOS MUERTOS DE ALGUIEN¡¡SI FUERAN PATATAS LES HABRÍA HECHO MÁS DAÑO, CABRONES!!

Por lo visto no sólo las protecciones de la infantería ligera dejaban mucho que desear. Una cosa era enfrentarse a la muerte sin tener nada que perder... y otra muy distinta era lo que le habían dado como granada.

Hijos de puta...

Se le calentaba la sangre de la rabia y estaba a nada de lanzarse a por los bichos para cargárselos con sus propias manos, ni siquiera notaba el frío que hasta hacía unos instantes se las estaba haciendo pasar perras.

-Pues ahí vienen un par de guarros para recordarte donde estamos- dije mirando a Ethan...la verdad es que una vez tenía miedo, iba a morir... pero una vez lo empiezas a asumir tienes cierta tranquilidad... en plan "que te quiten lo bailao".

Asique me afiancé la morita al hombro, dí un paso para estar a la misma altura que Ethan y solo dije una cosa- ¡FRIÁMOSLES! -y apreté el gatillo.

El arma vibraba a conciencia en mi hombro, antes no me había dado cuenta de lo difícil que es apuntar mientras que eso escupe fuego y pugna por salir volando de tus manos

Maldición...

Estaba al lado de la puerta cuando empezaron a entrar compañeros tanto de mi escuadra como de las demás, en concreto pasaron a mi lado, el Cabo Stone, el Sargento Corbec, Mackeyn, Becerra, Baron, Bell, Cain y Garth.

Y sin esperar a mas la lanzadera se elevo sin miramientos aun con la rampa bajada.
Me tuve que agarrar al lateral para no caerme del fuerte tirón que sentí al despegar, que poco a poco fue disminuyendo mientras miraba hacia abajo y veía desde arriba la destrucción del fuerte que hace poco estaba intacto.

Parecía que estaba a salvo pero rápidos hoopers cruzaban al rededor nuestro mientras veía caer por igual cazas y hoopers en una batalla que parecía no tener fin.
Con frustración contenida por haberlo podido hacerlo mejor dispare al primer hooper que apareció reventándole un ala y mire a ver como caía hacia el fuerte esperando que no diera a nadie.
En ese momento sonó la sirena de cierre de puertas y me quede allí agarrado hasta que escuche el sonoro ruido de la puerta al cerrarse. Ya no había nada que hacer allí, no podíamos defendernos de los Hoopers que volaban al rededor, eso era cuestión del piloto.

La lanzadera seguía ascendiendo y me senté contemplando a mis compañeros, en sus rostros veía cansancio, malestar por las bajas de sus amigos o soldados a su cargo y el alivio de haber salido del infierno con la esperanza de llegar a la Sirius de una pieza, la moral había bajado desde que bajamos a ese helado planeta.

Cerrando los ojos mientras mi cuerpo se sacudía con cada giro que hacia la nave para esquivar lo que fuera medite sobre lo que había sucedido en aquel infierno helado.

Que asco de planeta, no solo tenemos que ir a por un doctor al culo de ese maldito mundo sino que ademas nos mandan defendedlo de la mayor cantidad de bichos que he visto jamas. Mi actuación no fue mala pero tampoco buena, dispare de todo y a todos, hice fuego de supresión cuando se me mando, pero hubo momentos en que no tenia que haber fallado. dos malditos tanques me chamuscaron pero eso no me detuvo, estuve en mi posición contra viento y marea machacando bicho tras bicho hasta que se me dio la orden de evacuación, espero que los chicos que han quedado detrás de mi tengan la opción de poder subir a un transporte.

Y con ese pensamiento en los compañeros que habían estado luchando con el seguí pensativo en la lanzadera mientras esta ascendía con sus giros y cambio de velocidad,

En esos instantes, todo parecía suceder a cámara lenta. De golpe dos bichos con enormes garras, largas y puntiagudas, sobrepasaron el muro, dirigiéndose a toda velocidad hacia ellos, como si intuyeran una masacre cercana. Casi podría decir que en sus pequeños ojos negros veía la maldad rezumando por ellos, el ansia de devorarlos, de acabar con ellos hasta no dejar más que pulpa machacada contra el suelo. Sus patas levantaban terrones de nieve al pasar rápidamente por el terreno que ellos intentaban proteger. 

-¡HACED SITIO! - ¡Brocheta y Ethan, más os vale freir a esos dos hijos de perra! - ¡AHí VA! - ¿PERO....

Pues ahí vienen un par de guarros para recordarte donde estamos.. - ¡FRIÁMOSLES!

No sentía el frío, aunque éste mordía con tanta intensidad como apenas un minuto antes mordía el miedo en sus entrañas. La nieve seguía cayendo a su alrededor en la semi-oscuridad que les rodeaba, y ahora veía entre los copos formas veloces que se acercaban en un vuelo bajo hacia ellos, más bichos que buscaban su festín. Uno de esos bichos apareció casi por delante de ellos, rozando el techo de la pequeña edificación que tenía enfrente. La única iluminación que tenían eran las múltiples detonaciones, disparos y los haces de luz que generaban los motores de los cazas al pasar por el cielo oscuro. 

Con un repentino movimiento, como si el tiempo volviera a su transcurso normal, Ethan volvió a conectar el visor de su casco, levantó el morro de su morita y gritó casi al unísono con McAllen "¡FRIÁMOSLES!" , mientras apretaba el gatillo de su morita con decisión. 

Mientras disparaba, dijo por la radio "Cabo, corra. Todos, corran. Les estamos consiguiendo esos segundos para los que hemos venido. La Infantería Ligera a sus órdenes."

El fuerte se había perdido, vidas habían cesado de buenos infantes, la mision había facrasado antes de empezar, ella había fracasado, vidas humanas tendian de un hilo por errores cometidos.

La retirada era total, todos los escuadrones se retiraban y aunque fuera de dia el sol estaria eclipsado por una nube de bichos voladores que daban caza a los transportes de evacuacion.

Los ultimos infantes de la eco se retiraban a toda prisa mientras una infanteria ligera cubria la retirada y frenaba una marabunta propia de un tsunami.

La explosion de plasma de la Sirius apenas afecto y no freno en nada el avance, solo quedaba rezar y devolverle el golpe otro dia.

Finalmente Alex entro en la nave de transporte justo despues del ultimo miembro de la Eco, miller, no pude evitar mirar una vez en la rampa atras el planeta desolado.

Como una hormiga en un barquito de papel a la deriva, Frost observaba, oía, sentía, pero nada podía hacer. Fuera de tierra firme, la infantería dependía por completo de la flota. Mi vida ahora está en manos de esta pandilla de bastardos...
No había mucho que hacer, el plasma podía cocinarlos en cualquier momento si los pilotos no eran habilidosos o tenían mala suerte, solo quedaba esperar y esperar; masticar cada momento y tragar la bilis que aquella situación le producía. No entendía que hacían realmente saliendo de una roca que siempre estuvo perdida. Seguro que el capitán Dorgotiev y quien los lideraba a ellos, Tsumina, tendrían motivos que no compartieron. Detestaba la actitud paranoica de pensar siempre en que había agnedas secretas llevándose a cabo por detrás de sus asignaciones, pero ahora no tenía ni una sola razón más que esa para justificar el desperdicio tanto de recursos como de vidas humanas que se estaba llevando a cabo. La base y el asteroide en sí no valían un bledo, quizá, ellos mucho menos. Se acomodó dentro del arnés murmurando Pedazos de hijosdeputa... mientras sonreía para sí mismo, un chiste que solamente él entendía. Siguió ensimismado, prestando atención a qué curso tomaban.

Quizá no tenga la fortuna de morir rociando de balas a los bichos...

Con algo de esfuerzo consigue arrastrar al herido hasta uno de los asientos con arnés para que el despegue no acabe con su cuerpo estrellado con el techo, y tras anclarle intenta evaluar su estado para determinar si sobrevivirá al viaje o era necesaria una intervención de urgencia durante el mismo.

Pero las dudas siguen asaltándome con su estado, cuando termino por sentarme a su lado y sigo observando su evolución. Aunque la tos profunda del cabo, hace que Becerra reaccione dirigiendose a él para intentar diagnosticarle desde su posición.

Romeo había estado ausente durante la mayor parte del combate respondiendo en fuego automático a lo que le habían enseñado a hacer durante la formación: Matar bichos.
Sin embargo ahora los superaban en número, habían entrado en el fuerte, y que demonios, había que largarse de aquí inmediatamente.

Un sonido procedente de la edificación cercana a su posición seguido de un seseo pone sobre aviso a romeo de que una de esas cosas se encontraba cerca suya mientras retrocedia y disparaba pero de pronto observó como otro de esos bichos le flanqueaba. ¡Y el transporte aún quedaba muy lejos!

No habrá oportunidad de alcanzar el transporte con esos bichos tan cerca - pensaba romeo mientras retrocedía y sacaba una de las granadas sacando la anilla de seguridad con la boca. Pero tal vez aún pueda conseguir un poco de tiempo extra para llegar.

- ¡INFANTERIA! - grito romeo dándose la vuelta y corriendo hacía el transporte mientras dejaba caer la granada detrás suya confiando en que los bichos le persiguieran y se enfrentasen a ella.

Mis últimos recuerdos de ese infierno fueron las palabras de McAllen mientras me sacaba como podía de ese fuerte que, como todos sabíamos, iba a ser tomado por los bichos. Recuerdo también otro rostro borroso que ayuda a Mc a alejarme del campo de batalla, aunque no pude llegar a verle bien pues la noche se cernió nuevamente sobre mí.

Inconciente, solo notaba los movimientos bamboleantes que hacía mi cuerpo mientras mis compañeros corrían. Luego calma. Otra vez movimiento. Otra vez calma, solo rota por el ruido de unos motores y de miles de balas y explosiones que resonaban por el campo de batalla.

Mis últimos pensamientos fueron para todos aquellos compañeros que había dejado atrás, sin saber si volvería o no a verlos, sin haber podido ayudarles a defender y aguantar el fuerte. Solo el hecho de que se trataban de la infantería móvil y de los valientes guerreros de la infantería ligera, me hizo tener la esperanza de volver a verlos nuevamente a todos ellos, en un sitio mejor y con una cerveza en la mano.

Dereck no tuvo mayores dificultades en llegar a la lanzadera. A decir verdad, en los últimos momentos del combate solo se había limitado a correr para cumplir las órdenes del sargento, y no había podido unir su arma en la defensa casi imposible ya, de la fortaleza. Billy se encontraba a su lado, esperando que la lanzadera se pusiera en marcha.

Poco a poco, la nave se iba llenando de soldados... aquí y allá reconocía alguna cara, otros eran de unidades que no conocía en absoluto. Ya cuando la lanzadera se encuentra llena, comienza a despegar. Dereck suspira... aún quedaba salir del planeta -y esquivar a los bichos voladores- pero al menos ellos por el momento estaban a salvo. O eso esperaba. Ahora, la mente del soldado solo pensaba en sus compañeros: esperaba que lograsen subir a la lanzadera a tiempo.