Partida Rol por web

Néstor miró inquisitivo al resto de sus compañeros y echó mano a la empuñadura de su espada. Estaba cansado de tanto divagar por aquella especie de laberinto, en el que no habían conseguido nada. Quizás una buena batalla con dáctilos que le devolviese el ánimo que empezaba a perder.

Siguió mirando a sus compañeros.. tratando de averiguar cuales eran sus primeras intenciones.

Melanctha levantó el puño pidiendo a sus compañeros que se detuvieran. Después les indicó los rincones que eran más adecuados para esconderse, y ella hizo lo mismo, mientras encajaba una flecha en el arco.

Con suerte, los dáctilos tomarían el otro ramal de los túneles y pasarían de largo. Si bajaban por su túnel, entonces estarían preparados.

Aetos cumple las indicaciones de la experimentada cazadora, en este tipo de situaciones es ella la que debe dar las indicaciones. Una vez agazapado, agudiza el oído intentando escuchar lo que dicen los dáctilos.

El noble se encogió de hombros ante las acciones de sus compañeros y se ocultó pegado a la pared, esperaba que aquello les reportase información útil, pues empezaba a cansarse de aquellos túneles. 

[PENEJOTIZADO]

Aristocles tampoco avanza más, Permanece en el sitio, y se mantiene atento.

Aunque oyes el murmullo de la conversación en el cruce, no llegas a distinguir las palabras. Aristocles y Aetos, en cambio, parecen muy concentrados en lo que sea estén escuchando.

Hay sonido y voces de un numeroso grupo de individuos. Al oir la primera voz, reconocéis al oficial dáctilo que estaba al mando de la comitiva principesca.

    —Terminad de recoger los cuerpos, deprisa.—

    —¿No deberíamos volver a por la princesa, señor?—

    —Ella estará bien hasta la mañana por la mañana, cuando regresemos a por ella a la superficie. Sabrá cuidarse de si misma mientras tanto. Pobre del que se cruce en su camino. Je, je, je....— Hay un momento de duda, empero. —Debemos volver a palacio cuanto antes, alertar al Rey Sirio y obtener refuerzos. Sean quienes sean los intrusos, parecen saber defenderse.— 

    —Señor. Los cuerpos ya están cargados. ¿Hacia donde entonces?—

    —Tomaremos la ruta directa hacia Palacio. ¡¡Vamos, vamos, vamos!! ¡¡En marcha de una vez!!—

La columna parece volver a ponerse en marcha en dirección a otro túnel de la bifurcación, pues se oye el sonido de la comitiva alejándose de vosotros.

Una vez la comitiva se ha alejado lo suficiente, Aetos sale de su escondite y avanza unos pasos, asegurándose de que ningún guardia ha quedado como vigía en la retaguardia. Parece la oportunidad perfecta para escapar, ahora que están junto a la salida y ésta está sin defensas. Además, de la conversación de los guerreros se deduce que dentro de poco tendrán problemas en los túneles.

-¿Habéis oído lo que decían?- Susurra Aetos. -Creo que es un buen momento para salir de aquí.

El rostro del hoplita deja ver una preocupación mayor aún de lo habitual en él. Una parte de la conversación entre los guardias ha hecho nacer en su mente una idea descabellada, una explicación absurdamente compleja y extraordinaria para el enigma del monstruo que persiguen, y que sin embargo daría respuesta a por qué no han sido capaces de encontrarlo en los túneles. Cruza una mirada con Aristocles, y abre la boca, a punto de comunicar sus sospechas y pedir su opinión al sabio; pero finalmente niega con la cabeza y retoma sus labores de vigilancia.

Como respuesta a Aetos, me llevo un dedo a los labios y frunzo el ceño. No era el momento de hablar, o seríamos descubiertos.

Así, me concentro, para que en la mente de los demás aparezca, frente a ellos, una pequeña imagen mía, de color azulado y semitransparente.

Cuando todos la ven, ésta comienza a hablar, diciendo—. No alcéis la voz, o seremos descubiertos. Ya habéis oído a esos enanos. Van a reagruparse en el palacio, y mañana buscarán a la princesa, que está en la superficie.

—Si queremos tener alguna oportunidad, debemos ir a la superficie y encontrar a la princesa. Sólo así tendremos una ventaja sustancial frente al ejército de los dáctilos —Termina diciendo mi pequeño miniyo.

—¡Vamos, no hay tiempo que perder! —Es lo último que dice antes de darse la vuelta y salir corriendo, para desaparecer. Una vez ha desaparecido, hago un gesto con la cabeza, para decir que avancen y comenzar el regreso a la superficie.

Melanctha asintió. Aunque no había oído ni palabra de la conversación de los dáctilos, efectivamente era más prudente salir primero a la superficie. Sin decir nada, se adelantó para guiar al grupo de regreso al embarcadero.

El noble no sabía de que hablaban, pues no había escuchado nada de la conversación que habían tenido los dáctilos. Aunque no le gustaba no estar informado.. salió detrás de su maestro, estaba harto de los túneles.. por lo que la idea de salir a la superficie le pareció más que correcta. Ya se informaría tranquilamente. 

Esperaron a dejar de oir a la comitiva alejándose en la oscuridad. Sin perder más tiempo avanzaron tomando la encrucijada en dirección al embarcadero por el que habían entrado a aquél reino. 

Al llegar a la sala de guardia en la que los dáctilos jugaran a aquel extraño juego de figuras de roca con el tablero de un laberinto, no encontraron ninguno de los cadáveres o heridos que habían dejado en el paso anterior por aquél lugar. Parecía que sus compañeros se los habían llevado.

Tampoco encontraron ningún cuerpo en el muelle. Vieron que todas las embarcaciones estaban. Sin embargo, una de ellas había cambiado de posición en la playita de arena, junto al muelle de roca. Parecía que la habían usado para salir de la cueva y, de nuevo, volver a entrar.

Sin mucho problema, los héroes tomaron una embarcación y remando con suavidad salieron al fín de las cavernas. Era noche cerrada, y el cielo estaba estrellado cuando atravesaron la catarata de la entrada para contemplar el exterior. Una sensación de libertad se apoderó de ellos, al notar la corrientes del aire, y volver a respirar aire fresco.

La embarcación embarrancó suavemente en la playa de grijo. Sin necesidad de tener que observar demasiado. Las huellas de un grupo grande de equidos ahondaban visiblemente la arenisca de la playa. Y alrededor de las marcas de alguna de aquellas huellas, parecía que las piedrecillas tenían sombras negras de hollin o calor.

Sin embargo, el lugar parecía estar ahora, tranquilo.

Melanctha aspiró profundamente el fresco aire nocturno, mientras miraba aliviada el cielo estrellado. Parecía que hubieran pasado una eternidad bajo tierra.

Pronto encontraron las huellas de la bestia cerca de la playa, así como de la manada que la acompañaba. Melanctha se agachó para revisar con cierta preocupación las marcas de calor alrededor de las huellas en forma de U.

- Está bien, contadnos, ¿qué dijeron los dáctilos del túnel?- preguntó a Aristocles y Aetos.

Néstor dio una bocanada de aire fresco nada más salir de aquél laberinto. En cualquier otra ocasión aquél sitio sería fantástico para un baño nocturno acompañado de cualquier vino.. pero no estaban allí para disfrutar, no por el momento. Se acercaron a aquella suerte de playa y vislumbraron un montón de huellas. Melanctha hizo la misma pregunta que él pensaba hacer, por lo que guardó silencio. Observó, tras la exploradora, las huellas. No hacía falta ser un experto para denotar que aquellas huellas rodeadas de hollín podían ser de la bestia que estaban buscando.. 

PENEJOTIZADO

—Al parecer esos dáctilos eran la escolta de la princesa. Sin embargo, ella no estaba ya con ellos, asi que parece ser que antes de desandar el camino la habían dejado en la superficie... sóla.— Respondió Aetos a la pregunta de Melanctha.