Partida Rol por web

- No volverán a ser un problema - sentenció el noble con una tímida sonrisa. Quitar la vida a alguien no era algo de lo que presumir, pensó en su fuero interno. Después miró a su mentor, Aristocles y lo interrogó con la mirada, para después preguntarle en el mismo tono de voz que el resto - ¿Ahora qué? 

- ¿Qué ha pasado con la princesa?- preguntó Melanctha.

- Vamos, decidme, ¿a dónde se la han llevado? Ya que nos hemos metido aquí, lo menos que podemos hacer es averiguar por qué una humana vive engañada entre los gnomos.

Melanctha se sentía mal por la pobre chica, y realmente quería ayudarla, aunque no olvidaba el propósito original de encontrar a la bestia. Al final tendrían que hacer lo que Néstor ordenara, pero si podía ayudar a la muchacha, lo haría.

- Estábamos siguiéndole la pista cuando vimos que Aristocles estaba en peligro, después nos advirtió que también podías estarlo y vinimos a ayudarte - dijo con cierto pesar. Había hecho lo correcto, siempre hubiese escogido esa opción, de ayudar a sus compañeros.. pero le apenaba haber perdido la pista de la princesa. - Supongo que le hemos perdido el rastro

- Bueno, esperemos que sólo sea eso y no nos perdamos nosotros también en este laberinto de túneles.- dijo Melanctha, mirando a su alrededor con estudiada profesionalidad.

- Tenemos que movernos, antes de que los otros dáctilos nos encuentren. ¿Intentamos reencontrar al grupo de la princesa, o retomamos el túnel por el que se llevaban a Aristocles, a ver si localizamos al supuesto rey?

—La respuesta de porque la princesa vive con los gnomos puede no tener mucho misterio —respondo a Melanctha—. O el rey la encontró y la cuidó como una hija, o secuestro a su madre, o secuestró a la niña despegándola de la madre. Creo que sería mejor preguntarse quién es realmente esa muchacha, ya que puede que no sólo sea una princesa aquí dentro.

Tras decir esto, retomo el tema que nos interesa más, para decir—. Pero no es tiempo de trivialidades. Debemos ver qué hacer. Ahora el rey no esperará un ataque, pero si lo espera, tendrá a sus defensas mermadas, por la partida que vino a buscarnos.

—Por otro lado, la princesa puede ser una buena moneda de cambio, aunque si la encontramos y retenemos, o incluso si la convencemos de que somos buenos, el rey no nos mirará con buenos ojos, y pondrá todos sus esfuerzos en acabar con nosotros.

Dicho esto, añado—. Que el rey esté furioso es un arma de doble filo, ya que aunque doblará su ataque, descuidará sus defensas. Pero todo esto son cabilaciones. Sea lo que sea lo que hagamos, debemos hacerlo ya.

Tras mis últimas palabras, miro a Néstor. Al fin y al cabo, él era el noble, y él debía decidir nuestro próxima paso. Yo sólo podía mostrarle las ventajas y desventajas de un camino y de otro, pero era él quien debía decidir cual recorrer.

[PENEJOTIZADO]

Aetos asiente: —Hablas sabiamente, anciano. Lo que dices sobre la princesa tiene sentido.—

Pausa antes de continuar: —Pero debemos decidir qué hacer y a donde dirigirnos. Tal y como dices, podríamos dirigirnos a palacio, en busca del Rey Sirio, e intentar cogerle por sorpresa. O podríamos ir tras la princesa.—

—El problema en este último caso, es que no sabemos muy bien hacia donde han llevado a la princesa Hipodémona, como dice mi buen amigo Néstor. Esta es una encrucijada de caminos, y hay varias direcciones posibles, y no sabemos cual ha tomado su comitiva.— Se encoge de hombros.

[PENEJOTIZADA]

Melanctha mira a ambos, al fornido hoplita Aetos y al sabio Aristocles: —Hummmm... La comitiva de la princesa venía de palacio. Se dirigía a otro sitio, así que el camino del palacio queda descartado como destino para la comitiva. principesca.—

—Según estas indicaciones que tradujiste en los arcos de la bifurcación, Aristocles, o bien la comitiva principesca ha bajado a las minas, en las que no hemos estado aún, o ha tomado camino del muelle y de ahí al exterior.—

El gesto de la cazadora se vuelve ceñudo e interrogante: —De todas formas, la cosa se complica demasiado. Se supone que habíamos venido aquí en busca de una Bestia, y aún ni la hemos visto. Hay algo en todo esto que no me cuadra o no acabo de entender.—

—Bueno ¿Entonces qué? ¿Al palacio, las minas, el exterior?— La chica no parece dar una respuesta definitiva a los  interrogantes de nadie.

Néstor escuchó a sus compañeros con una paciencia impropia en él, o eso solían pensar los demás. Elegir camino estaba complicado, pero debían de hacerlo.

- Hemos venido aquí en busca de la bestia, pero por lo pronto no tenemos ni la más mínima idea si quiera de si es real. Pero lo que parece claro es que algo extraño está pasando aquí y que quizás pueda tener que ver con nuestra expedición. - Se quedó pensativo, miró a cada uno de sus compañeros y después cualquier atisbo de duda pareció irse de su cabeza. - Si queremos salvar a la princesa, descubrir quién es y por qué esta aquí debemos ganarnos su confianza. Esa confianza la perderíamos para siempre si vamos directos a eliminar al Rey, al que ella cree que es su padre.. Ahora bien.. nos toca apostar. Las minas o el exterior. Las minas no parece un destino para una princesa.. pero viendo que todo es muy extraño y que siempre me gusta arriesgar.. apostaría por las minas. - Una leve sonrisa se despertó de los labios del joven, que miraba inquisitivo a sus compañeros. Había tomado una decisión, pero respetaba a aquellos compañeros y estaba dispuesto a escucharlos. La gente pensaba que era un noble consentido y mimado y, quizás, tuviesen razón, pero era de aquellos que solían escuchar a los demás, por encima o por debajo de su posición. 

—Sea pues —digo al resto del grupo, sentenciando las palabras del noble—. Vamos a buscar a la princesa. Tal vez eso nos ayude a entender qué está pasando en todo esto.

Dicho esto, sólo me queda añadir—. Melanctha, espero que sepas rastrear también bajo tierra, porque algo me dice que las minas serán un auténtico laberinto, y encontrar a la princesa no será nada fácil.

- Está bien, hacia las minas entonces.- accedió Melanctha.- Tendremos que tomar algunas precauciones, como dejar marcas con una piedra en cada intersección que tomemos. Bien, vamos allá.

El grupo continuó. Habían disminuido en número, pero no en convicción.

Melanctha intentó encontrar señales del paso de  la comitiva de la princesa, pero en la rocosa caverna le resultaba imposible. 

Caminaron un buen trayecto en una cuesta claramente descendente. El camino giraba a menudo a a la izquierda, y durante bastante rato descendieron en espiral sin encontrar nuevas bifurcaciones. No tuvieron problemas de visibilidad, pues las gemas en las puntas de las varas reaccionaban claramente ante la presencia de Aristocles, iluminando el camino. El único sonido que escuchaban era el eco de sus propios pasos a traves de un túnel de paredes bien definidas y de suelo firme.

Tras un buen rato de caminata, quedó claro que la comitiva principesca no había venido por aquel camino. A pesar de los retrasos y de los combates,  deberían haber alcanzado ya al palanquín de la princesa si la comitiva hubiera tomado esta dirección. 

Al fin y al cabo, corriendo de ellos habían descubierto que los dactilos tenían un paso más corto que los humanos, y eran menos veloces. Además, la comitiva llevaba guardias con armaduras pesadas y un palanquín, lo cuál hacía su paso aún más lento.

Así pues, la comitiva, por alguna extraña razón debía haberse dirigido al embarcadero por el que los héroes habían entrado al reino Dáctilo.

A pesar de ello, los héroes empezaron a sentir calor y oir golpeteos rítmicos más adelante.

Melanctha atisbó entonces más adelante varias galerías laterales saliendo a los lados del túnel principal que ellos recorrían. Al asomarse con cuidado por la boca de una de ellas, Melanctha vio que unos dactilos trabajaban cavando en una pared de roca de la galería. Tan absortos estaban en su trabajo, extrayendo mineral, que no se habían fijado en la presencia de los héroes.

Por el ruido constante, debía haber varios grupos de trabajo repartidos pro diversas galerias. El camino principal seguía hacia adelante, con galerias a los laterales, pero el calor parecía provenir de algún lugar mucho más adelante en el túnel principal.

En estas minas ya no había "varas iluminadoras". En su lugar, diversas lámparas de aceite colgadas en las paredes iluminaban las minas.

Melanctha hizo retroceder al grupo hasta un recodo donde pudieran hablar sin ser vistos ni oídos.

- Pequeños gnomos mineros por todas partes. Vámonos. Aquí estamos perdiendo el tiempo.-sugirió. Estaba empezando a cansarse de aquel reino subterráneo, cuando la bestia podía seguir en cualquier otra parte.

El noble estaba empezando a cansarse también de tanta bifurcación y tanto camino. Parecía que nunca escogían bien.. miró a los pequeños dáctilos extraer mineral, escucho a Melantcha y después miró inquisitivo a su maestro Aristocles.

- ¿Debemos dar la vuelta o queremos ver donde acaba este túnel ? - preguntó con cierta pesadez

-¿Alguna idea de qué extraen en la mina?- Aetos pregunta en un susurro a Aristocles, curioso por el tipo de metales que puedan estar consiguiendo los enanos subterráneos. -Si no han venido por aquí quiere decir que se dirigían a la salida. Y eso significa que están a punto de descubrir los cadáveres a la entrada. Deberíamos intentar salir de aquí antes de que absolutamente todos los enanos en estos túneles estén buscándonos.

[PENEJOTIZADO]

Se gira hacia Aetos: —Supongo que extraen hierro, cobre y quizás también ese extraño mineral que reacciona ante mi presencia... creo.— Sin que nadie le pregunte, añade:  —Estos dactilos han llegado hace poco a esta región. Esto era un antiguo asentamiento suyo de tiempos de la Era de la Magia. Y lo han recuperado, pero llevaban desde aquella lejana Era habitando en las lejanas Tierras del Sol, en oriente.—

— Me pregunto por qué habrán vuelto...—

El grupo dio la vuelta sin llamar demasiado al atención.

Otra larga caminata sin contratiempos hasta regresar cerca de la bifurcación.

El tiempo se alargaba, y el paso de las horas, yendo de un lugar a otro en galerías cavernosas vacías, se hacía tedioso. Debía ya ser de noche en el exterior. Lo notaban en sus cansados huesos y hambrientos cuerpos. Empezaban a estar hastiados de tanta caverna.

Cuando estaban ya casi a la altura de la bifurcación, oyeron más adelante el sonido familiar de voces rasposas como el roce de la piedra contra la piedra.

¡Dáctilos en la bifurcación más adelante!