Partida Rol por web

- Pfff... Es como seguir el rastro de una estampida. Hasta un niño podría hacerlo. Vamos, sigamos, espero que Néstor no se haya perdido en la espesura.-dijo, con un tono que expresaba claramente que precisamente eso era lo que se temía que hubiera pasado.

Néstor avanzaba con seguridad y firmeza. Era un hombre con los nervios de acero, que no solía asustarse con normalidad. Sin embargo, cuando vio aquél cuerpo destrozado y fue consciente de la situación.. se dio cuenta de que había sido demasiado impulsivo y que estaba en una situación complicada.

Desmontó del majestuoso caballo, desenfundó con cuidado sus dos espadas..tomo un par de bocanadas profundas de aire y se adentró en la dirección de la que provenían aquellos perturbadores ruidos. Era totalmente consciente que aquél podía ser uno de esos momentos en los que convertirse en héroe.. o en los que morir. 

Avanzó despacio, midiendo sus pasos, un pie delante del otro, con cuidado... con cautela. 

Nestor se desliza sobre las hojas como el viento entre los troncos. Avanza al amparo de la oscuridad, intentando atisbar entre ella por medio de la pobre luz de los astros que se cuela entre el dosel.

Hasta él llega el olor de la sangre y la muerte, y se detiene a observar tras un retorcido cedro a las figuras.

Al principio, parecen caballos. Su cuerpo, sus crines, su relinchos, sus patas.. pero hay algo en sus miradas. Algo extraño. Y sus mandíbulas rezuman algo que surge al masticar. Están devorando los órganos interiores de su pobre víctima. La persona cuyo cuerpo Néstor acaba de ver segundos antes.

Néstor ve la chispa de la lumbre por el rabillo del ojo, y ve aproximándose a la manada a una forma équida más deslumbrante y ominosa. El ser equino es el más alto de entre los suyos. Su cuerpo es fuerte y poderoso. Su piel es oleosa y azulada, casi infernal.

A cada paso que da, las huellas de sus cascos, expontaneamente, arden en llamas, para apagarse casi al instante. De sus cascos no surgen llamas, empero. Son las huellas que deja al avanzar las que arden en llamas.

La criatura relincha, se alza sobre sus patas traseras, y el resto se aparta, dejándola hueco. 

Cuando sus cuerpo cae y sus patas delanteras golpean el suelo con fuerza, una anaranjada llamarada surge hacia del suelo hacia el rostro de la bestia, sin quemar su piel.

Las llamas descienden, y los ojos ardientes se fijan en el repugnante festín. La Bestia de Kalyssia, hunde el hocico en las entrañas. El resto de criaturas, temerosas, se apartan dejan que su líder tome la mejor parte...

En todas esta escena, sin embargo, hay algo que Néstor echa en falta.

Un sonoro relincho en la lejanía rompió el ominoso silencio del bosque. Todos pudieron oirlo claramente, pues produjo un eco que se reprodujo por los alrededores.

Después, volvió una vez más el tranquilo silencio de un bosque nocturno.

Parecía haberse originado de algún punto en la misma dirección a la que se dirigía el rastro de huellas.

Bueno. En realidad, no. El sonido parecía venir de un lugar un poquito más desviado de esa dirección, a la derecha.

Melanctha puso los ojos en blanco y se apresuró en dirección al ruido, con el arco en la mano y semiagachada para no descubrirse.

"Que no se haya partido la crisma", pensó.

Néstor,  oculto tras la frondosidad del bosque, observa sin poder cerrar la boca la escena que tienen ante sí. ¿Caballos comiéndose a una persona? No.. ni si quiera son caballos, son bestias infernales... 

Durante unos segundos piensa en la idea de sorprenderlos y clavar su espada en el lomo de su líder, de aquella bestia que da pasos de fuego y cuyos fulgurantes ojos encogerían el corazón de algunos de los más valientes guerreros. Sin embargo... piensa que es hora de, quizás, esperar a sus compañeros. 

El joven noble siente que algo falta... que hay algo que le suena familiar...y es entonces cuando se vuelve a buscar con la mirada a su nuevo caballo... una mirada cargada de incertidumbre y nerviosismo. 

    [PENEJOTIZADOS]

El veterano hoplita y el aún más veterano hechicero hacen señales a Melanctha para que se adelante en silencio, mientras ellos permanecen más atrasados.

Melanctha se adentra sola hacia la oscuridad del bosque, mientras ambos héroes esperan.

Melanctha se desliza durante un buen rato como el viento entre los troncos sobre un manto de hojas caídas. Avanza al amparo de la oscuridad, intentando atisbar entre ella por medio de la pobre luz de los astros que se cuela entre el dosel.

Entonces, hasta ella llega el olor de la sangre y la muerte, de forma intensa y algo desagradable. Se detiene, y alcanza a ver el movimiento de figuras no muy lejos.

Metiéndose rápidamente en una hondonada antes de un claro, pasan unos segundos ates de atreverse a asomarse para observar. 

Al principio, parecen caballos. Su cuerpo, sus crines, su relinchos, sus patas.. pero hay algo en sus miradas. Algo extraño.

Y sus mandíbulas rezuman algo que surge al masticar. Están devorando algo, pero no se alcanza a ver bien el qué en la oscuridad. Restos de... algo.

Entre las criaturas équidas, hay una de ellas que destaca sobre las demás, por ser más deslumbrante y ominosa. El ser equino es más alto entre los suyos. Su cuerpo es fuerte y poderoso. Su piel es oleosa y azulada, casi infernal.

A cada paso que da, las huellas de sus cascos, expontaneamente, arden en llamas, para apagarse casi al instante. De sus cascos no surgen llamas, empero. Son las huellas que deja al avanzar las que arden en llamas.

La criatura está tomando parte del festín. Melanctha nota el olor a quemado y puede ver claramente los ojos ardientes de la criatura.

La Bestia de Kalyssia, hunde el hocico en las entrañas. El resto de criaturas, temerosas, se apartan y dejan que su líder tome la mejor parte...

En todas esta escena, sin embargo, hay algo que Melanctha echa en falta.

No es un cadáver. O no al menos un cuerpo al completo. Por la distancia y la oscuridad de la noche no se ve bien, pero "un cadáver" sería un bulto más grande.

Melanctha distingue un rastro visible entre las hojas del suelo, que llega hasta donde se encuentran los restos de los que se alimentan estas bestias. El rastro proviene del borde del claro, a su izquierda y sigue más lejos, desde la oscuridad del bosque. 

   Al seguir el rastro hacia el lindero, cerca del mismo Melanctha ve a Nestor, como a una treintena de metros a su izquierda, agazapado tras el tronco de un nacho cedro, observando la misma escena que ella.  

El noble no parece haberse percatado de la sigilosa presencia de la cazadora.

Melanctha no ve al semental blanco con el que Nestor se fue, y sigue echando en falta algo más.

Otro detalle curioso del que Melantha se ha dado cuenta, es que todas las criaturas équidas sin excepción, incluida La Bestia, son yeguas. Hembras.

Mientras le daba vueltas a la cabeza a la horrorosa escena, a Melanctha le venían muchas preguntas a la cabeza. ¿Por qué había solamente hembras en ese rebaño infernal? ¿Dónde estaba el semental blanco? ¿Podía tener alguna relación con la manada?

Se fue acercando sigilosamente hasta la posición de Néstor y cuando estuvo a unos dos metros, se dejó ver. Indicándole con un dedo que guardara silencio, se acercó hasta él.

- ¿Y el caballo?- susurró.

Al girarse para buscar con la mirada, Néstor ve a Melanctha a apenas dos metros de él.

Indicándole con un dedo que guardara silencio, se acercó hasta él agachada y lo más sigilosamente posible.

—¿Y el caballo?— Susurró.

Néstor siguió el recorrido de su mirada hasta mirar el lugar por donde había venido, y aunque no se veía con claridad, distinguió la silueta de Crinos esperando.

El noble se puso el dedo sobre los labios, pidiendo silencio a su compañera. Después señaló a Crinos para, a continuación, señalar hacia la dirección opuesta, donde se encontraba la bestia a la que estaban buscando.

Néstor se encogió de hombros, era difícil creer lo que estaban viendo y no tenía muy claro como empezar a solucionar aquella situación.

Melanctha asintió, dando a entender que ya había visto la escena de la bestia.

- Creo que necesitaremos a todo el equipo.- susurró.

El joven asintió ante las palabras de la cazadora. Esperaba que ella supiese donde estaba el resto... así que le dejó hacer. El volvió su vista nuevamente a aquella bestia, tan peligrosa como cautivadora..

Melanctha asintió de nuevo, y se fue tan silenciosa como había llegado.