Partida Rol por web

A decir verdad, aquella prueba paso mucho mas rapido de lo que podria haber imaginado.... Vaya, que despues de todo, no parecio ser para tanto. Y quizas eso fue lo que hizo que, cuando el profesor Dumbledore se acerco a mi, lo recibiera con una sonrisa, y el color de mi pelo reflejando la valentia y la seguridad que sentia en aquel momento.

-¿De limon? Genial, me encantan. Aunque me gustan mucho mas los de naranja... -reconoci al hombre, cogiendo uno de aquellos caramelos, como si tuviera con el toda la confianza del mundo. - ¿A usted le gustan?  -pregunte curiosa, prestando entonces atencion al hombre cuando comenzo a explicarme lo del tema de la legeremancia.

Me limite a negar, cuando afirmo que seguramente no tuviera ni idea de que era aquello, tal y como era en realidad, dandole a entender que estaba en lo cierto y no tenia ni idea de a que se referia exactamente. Sin embargo, poco despues, con su explicacion, todo comenzo a quedarme mucho mas claro y, a pesar de que obviamente a nadie le debia hacer excesiva gracia que otra persona se metiera en sus recuerdos y en su cabeza, lo cierto era que, en cuanto escuche el razonamiento de Dumbledore asenti, decidida, poniendome mas recta mientras miraba al hombre a los ojos, muy en mi papel, preparandome para lo que iba a hacer, resoplando incluso varias veces- Claro, claro... venga, no se preocupe... Haga lo que tenga que hacer... Vamos, estoy preparada.  acabe por decirle, soltando el aire que tenia en mis pulmones, mentalizandome para lo que estaba por venir, llena de valentia.

La expresión de su tío al detenerse la paralizó, haciéndola abrir la boca levemente para luego cerrarla y tragar saliva. No estaba segura de como reaccionar a eso, a esa asfixiante realidad que se entremezclaba con la tormenta que mostraban los ojos de James, una que a momentos podría haber atribuido a deseos y monstruos pero que ahora, aunque la atemorizaba por la incertidumbre de que efectivamente lo fueran, la hacían pensar en lo que había pasado su tío mientras ella estaba enferma. 

Pero... pero James... - intenta discutir a lo que le dice - Quizás si hablamos con alguien... Hogwarts sí es seguro, solo fue un accidente, o algo así. - continua, aunque ella misma no lo cree del todo - Además aquí tengo amigos, y no quiero dejarlos solos... - sigue hablando - Quizás puedas quedarte con nosotros, y así puedes cuidarme como antes, pero sin meternos en problemas, no quiero que te pase nada. Yo también te extraño muchísimo. - lo mira preocupada, temiendo que lo castigaran a él por llevársela.

La expresión de su tío al detenerse la paralizó, haciéndola abrir la boca levemente para luego cerrarla y tragar saliva. No estaba segura de como reaccionar a eso, a esa asfixiante realidad que se entremezclaba con la tormenta que mostraban los ojos de James, una que a momentos podría haber atribuido a deseos y monstruos pero que ahora, aunque la atemorizaba por la incertidumbre de que efectivamente lo fueran, la hacían pensar en lo que había pasado su tío mientras ella estaba enferma. 

Pero... pero James... - intenta discutir a lo que le dice - Quizás si hablamos con alguien... Hogwarts sí es seguro, solo fue un accidente, o algo así. - continua, aunque ella misma no lo cree del todo - Además aquí tengo amigos, y no quiero dejarlos solos... - sigue hablando - Quizás puedas quedarte con nosotros, y así puedes cuidarme como antes, pero sin meternos en problemas, no quiero que te pase nada. Yo también te extraño muchísimo. - lo mira preocupada, temiendo que lo castigaran a él por llevársela.

¡Una capa de invisibilidad! ¡Increíble! ¡Cómo molaba! Él quería. La de cosas que podría hacer con una capa como aquella... Pero fijo que no se podía conseguir así como así. ¿O sería algo normal? Quién sabía.

- Es genial.- afirmó, intentando no parecer muy emocionado y flipado. Luego se centró en el tema de Tom. No quería hablarlo allí pero al parecer James no tenía objeciones.- Sí. Ha sido con Dumbledore. ¿También os han hecho Legeremancia?

Por alguna razón pensó que empezarían con los de primer curso. Al parecer debía de estar equivocado. 

- Extraño. Normalmente la gente suele saber que quiere decir, pero le cuesta expresarlo. Si la duda es en realidad, un convecionalismo social para no tratar un tema que te disgusta, no te preocupes. Te invito a ello. - Total... ¿Qué más daba? ¡El ya había sido mancillado, vapuleado, golpeado, pisoteado y humillado de todas las formas posibles! Casi parecía que detrás de todo aquello estuviera Jessica. ¡Horrible mujer!

¿Quien le aseguraba que no fuera así? ¿eh? ¿eh?

Pero entonces Violett habló de Iradia. La miró de reojo, mientras permanecia callado, y volvía a agachar la cabeza. No, Iradia no estaba preocupada por él. Desde que había llegado, se había apartado como quien no quería la cosa. él era listo, debió verlo venir, debió suponerlo. ¿Quizás... no era tan listo?

- Iradia es buena. Pero aquí tiene unos amigos, una familia y es feliz. - No, él no formaba parte de aquella familia. Por triste que pareciera, lo tenía claro. Por que lél había visto otras familias, sabían como se comportaban por que las había estudiado. E Iradia se comportaba como una familia con otra gente. El razonamiento era cruel, maduro y quizás deprimente, pero era así. - Debería valerme por mi mismo. - Comentó, con un suspiro. Después levantó la cabeza, mirando hacia Violett durante unos segundos.

- ......... - No entendía muy bien como funcionaba aquello de las relaciones sociales, pero después de un tiempo allí había ocmenzado ao cmprender cuatro cosas sobre el quid pro quo. - Yo estoy aquí. No he pasado de ti. - Afirmó con contundencia, como si fuera la obviedad del día. - Te dejo que me acompañes. - ¡Toma ya! ¡Le estaba dando permiso para estar con él! Muy bajo era el golpe que debía haberle dado el profesor ocmo para que llegara a aceptar la cercanía de una persona. Este era un antes y un después, en la vida de Alexander Weir.

Miro con algo de desconfianza a aquel que me acaba de llamar gafotas. Así era como me llamaban los matones de mi antiguo cole y no es un mote al que le tenga mucho cariño. Sin embargo, al contrario que los chicos de mi clase, el chico mayor que tengo delante, y que ahora que lo miro mejor también lleva gafas, no acompaña la frase de la habitual y característica colleja sino que parece estar muy contento. Termino por esbozar una tímida sonrisa sin dejar de mirarlo con algo de extrañeza. ¿Por qué está tan alegre? Casi nos metemos en un buen lío. Bueno, quizás es precisamente por eso. Porque no nos han pillado. 

Mi incomprensión debe de resultar evidente en mi cara pues antes de que pueda preguntar nada más, el chico mayor añade alguna palabra y gestos más a su corta explicación. Conforme voy entendiendo qué es eso que nos acaba de salvar el tamaño de mis ojos se va pareciendo cada vez más al de dos platos llanos. Alargo la mano, como hipnotizado, para tocar  el mismo lugar donde segundos antes se ha posado la mano del otro chico. Al instante noto la tela y no puedo evitar, en un acto algo inconsciente, levantarla para pasar la cabeza al otro lado y comprobar, al volverme hacia el lugar donde sé que están el resto, que realmente convierte las cosas en invisibles. 

- Haaalaa. ¡Cómo mola!- exclamo, volviendo al interior de la capa y dejando caer el trozo de tela tras de mí. - ¿Cómo la habéis hecho?- la tecnología mágica resultaba súper emocionante. Y es justo con ese pensamiento que me doy cuenta de que la respuesta a mi pregunta es probablemente: con magia. Erik. Eres tonto. ¿Para qué preguntas?

- ¿Ese Tom nos ha atacado?- les pregunto, intentando hilar los datos de la conversación de los profesores con los de la de las dos personas que tengo ante mí. ¿Por qué todo el mundo parece saber quién es ese tal Tom menos yo?, me pregunto mirando al otro chico mayor, que permanece callado, preguntándome si también él está tan perdido como yo o sabe de lo que hablan. 

La caricia de la que fue receptor, a pesar de lo efímera que parecía, era un gesto tan íntimo entre madre e hijo que Jarek sintió que todo estaba bien. El mundo podía dejar de girar si quería, su madre estaba con él. Esa sensación se vio relegada al olvido con la mirada posterior de Tanja y sus palabras.

No entendió lo que decía, ni de qué cambio podía estar hablando, algo como lo que la mujer insinuaba estaba fuera del alcance de su mente pero a pesar de no entenderlo sí sabía una cosa: su madre siempre los sacaba adelante aunque él no supiese como. Asintió con la cabeza mientras acababa de escuchar las instrucciones y luego contestó con una seriedad impropia de su edad.

-Te lo prometo. No diré nada, ni que sí ni que no.

En sus ojos se podía ver una confianza ciega, un amor incondicional.

Asentí a lo que me contaba Niall, sin prestar atención a mi madre y su marido y, mucho menos, a la pequeñaja.

—¿Ocupado? —A saber qué estaría haciendo mi hermano cuando todos perdimos el conocimiento, pero quizás no era ese el lugar más apropiado para hablar, aunque sabía que no me iba a contar nada, ni ahora ni cuando estuviéramos solos, así que preferí cambiar de tema—. Yo tampoco recuerdo nada... Sólo que íbamos a entrar al pasaje del terror y... luego desperté en la enfermería.

Ladeé la cabeza pensativa, pero por más que me esforzara aquellas horas habían sido borradas de mi memoria. Miré a mi abuelo cuando volvió a hablar, preguntándome a qué se referiría exactamente. No entendía muy bien porqué le echaba la culpa al director, para mí hasta el momento no había hecho nada que mereciera su desprecio, aunque tenía que reconocer que tampoco había hecho algo digno de mención.

—Pero... ¿Te han contado qué ha sucedido? ¿Por qué todos los alumnos hemos perdido el conocimiento? ¿Ha sido un ataque de algún tipo? ¿Por qué alguien iba a querer hacer que nos olvidáramos de lo que hemos hecho? Todo esto me parece una tontería. ¿Y qué van a hacerme para que recupere la memoria? Si es que lo consiguen. ¿Qué está pasando abuelo?

Había sido todo un torrente de preguntas las que habían salido atropelladamente de mi boca, y en esos momentos me encontraba recobrando la respiración pues casi no había parado mientras bombardeaba a mi abuelo con todas las dudas que se me planteaban.
 

El grito de Lizbeth hizo que Nick, que ya se había dado la vuelta, se girara un tanto alarmado, lo que por desgracia hizo que por primera vez apreciaran cómo la cabeza abandonaba su delicada posición para pender a un lado, enganchada sólo por un fino trozo de piel que, si estuviera vivo, ya se habría seccionado, eliminando así la escasa unión que había entre cuerpo y cabeza.

- Nick Casi Decapitado - murmuró Jason con morbosa fascinación, sin apartar la vista de las venas plateadas que quedaban a la vista.

El fantasma le dirigió una mirada dolida al niño al tiempo que se recolocaba la cabeza.

- Pues sí, casi decapitado, pero si no les importa preferiría prescindir de esa humillante coletilla - aún un tanto ofuscado se giró hacia la niña -. No puedo contaros más, Lizbeth, pues ni yo mismo sé lo que está sucediendo, aunque claro, los fantasmas hablan y los cuadros también. La última vez fue hace ya décadas, aunque el Sombrero le tiene gusto a lo dramático y de vez en cuando decide llevar su vena creativa hacia el oscurantismo. Pero en esta ocasión me temo que es cierto. Desapariciones, muertes,... Nada sucede porque sí. Les sugiero que estén antentos a El Profeta y pronto se darán cuenta de que últimamente hay muchos sucesos extraños sin explicación. Bien, si me disculpan...

Y dicho aquello, el fantasma atravesó el suelo hacia algún punto indeterminado del castillo.

- ¿Le has visto la cabeza? Como mola.

-¡¡¡OSTRAS!!!

Había caído de una forma muy cómica, pero le había cogido tan por sorpresa que Lizbeth se había quedado horrorizada. La voz de Jason fue lo único que consiguió sacarla de ese horroroso trance.

-Perdona a mi amigo, es un metepatas - añadió rápidamente una vez que terminó de recuperarse, lanzándole una mirada incendiaria a su amigo. En primer lugar, porque había hecho sentir mal a ese fantasma que, curiosamente, se había convertido en su primer amigo en el colegio. Segundo, porque si seguía así iba a conseguir que se marchara sin darles más información. ¿¿¡¡En qué estaba pensando!!??

Desapariciones, muertes,... Nada sucede porque sí.

Tragó saliva incómoda. Más que incómoda... ¡¡¡¡asustada!!!! Notaba como le temblaba todo el cuerpo. Se llevó las manos a los bolsillos de la túnica en un inútil intento de disimular.

- ¡Lo estaremos! - añadió rápidamente. - El Profeta... Profeta... - dirigió una mirada angustiosa hacia Jacob. ¿¿¿Qué narices era El Profeta??? Mientras su cerebro funcionaba a todo gas (sin mucho éxito), siguió al fantasma con la mirada. Se quedó un par de segundos en silencio. Quieta... como una estatua.

Entonces, echó a correr hacia Jason frenando en seco justo en el momento adecuado para no chocarse contra él.

-¿¿¿¡¡¡Le has oído!!!??? - Le miraba con los ojos tan abiertos que parecía que se le iban a salir. - Los fantasmas y los cuadros hablan... ¡¡¡tenemos que seguir preguntando!!! - Tenía la respiración tan agitada que se sentía hasta agobiada. - Olvida la cabeza Jason. - Seguía hablando de forma atropellada. Le cogió de la muñeca. Justo cuando iba a tirar de él, se dio cuenta de algo. - Oye, ¿¿¿qué es eso de El Profeta???

- Por supuesto, incluso les encuentro el gusto a las grajeas con sabor a peperoni - respondió risueño el director de Hogwarts. Parecía mentira que tal eminencia pudiera ser tan cercano pero la verdad era que, salvo por su mirada inteligente, Dumbledore podría pasar por un anciano entrañable sin más.

A su lado, se había instalado la Señora Gibbs que guardaba una distancia prudencial para no interferir pero se aseguró de que Caliope viera su sonrisa confiada y un asentimiento de ánimo.

- Voy a meterme en tu mente, Caliope - vaya, era extraño que un profesor les llamara por su nombre - pero prometo que no te va a doler y que no me voy a inmiscuir en los recuerdos ajenos a la noche de Halloween. Lo único que tú tienes que hacer es tratar de pensar en lo que sucedió aquella noche hasta donde recuerdes. Eso me hará mucho más fácil encontrar el bloqueo y podremos avanzar juntos. Si ves que hay algo difícil, detenme.

Lo último que vio Caliope fueron los ojos azules y penetrantes de Dumbledor pues, momentos después, todo lo que la rodeaba desapareció y se encontró sumida en el recuerdo de la noche de Halloween, una imagen desvaída y con los bordes difuminados de un recuerdo. Su recuerdo. Era raro. Sabía que no era real pero lo volvía a vivir como si lo fuera.

Caliope se encontraba junto a Erik e iban hacia la casa del terror. Hacía un momento habían dejado a Alexander atrás, lo recordaba como si acabara de suceder y allí estaba una niña vestida de hada con una larga melena castaña y sonrisa inocente que miraba a Erik con los ojos brillantes.

-  Hola - saludó con una mezcla de timidez y entusiasmo mal ocultado -. Perdona, ¿tú eres Erik?¿Erik Gallaway?

- E-Esto  s-sí. Soy Erik. ¿Quién eres tú?-  mi tono está cargado de curiosidad infantil. Algo que, por otra parte, no es raro en mí. 

Caliope había saludado y aunque había deseado darles intimidad, el abrazo que la niña le había dado a su amigo la había cogido totalmente por sorpresa. 

- ¡Primo!

- Intenta recordar lo que sucedió luego, Caliope - la voz de Dumbledore se interpuso en sus recuerdos y de repente la conversación pasó a toda velocidad.

Erik y ella andaban en dirección a la casa del terror y a medio camino de lo que ellos sabían que era el aula de pociones se encontraron que habían elevado una reja metálica con una puerta llena de telarañas. La cerradura herrumbrosa tenía salpicaduras de sangre y estas podían verse extendiéndose por el suelo hacia el interior de lo que era sin duda la casa del terror, pero una niebla paranormal impedía ver más allá. Curiosamente, la puerta estaba abierta y no había nadie que la guardara. ¿Sería aquello normal?

Se escuchó un grito más adelante, no uno tenebroso sino uno que casi parecía de dolor.

De repente todo se puso rojo. Dolía pero no dolía. Estaba en su cabeza. Se encontraba congelada eternamente en aquel grito como si no pudiera dejar de escucharlo, con el tiempo detenido a su alrededor.

- Sigue Caliope, tú puedes.

Era la voz de Dumbledore. Aquello no era real. Podía.

La apariencia de su tío empezaba a cambiar, de mujer rubia y fría como el hielo al guapo y solitario músico atormentado por sus propios demonios. Su imagen, vestido de medimaga, hubiera resultado bastante cómica de no ser por la expresión de su cara que en aquellos momentos tenía un aura de peligro. Sin embargo, fue lo que Megan necesitaba pues James decidió entrar en un aula vacía para cambiarse. Una pausa.

- No es seguro, esto de accidente no tiene nada, ningún accidente deja dormido a todo un colegio. Ha sido un ataque deliberado. ¿Por qué? Ni idea. Quizás por Dumbledore porque hay tanta gente que le quiere como que le odia. Pero Megan, no es seguro... - había sacado la ropa de una pequeña mochila que obviamente estaba encantada porque ni siquiera la había visto bajo la bata de medimaga -. Por favor - le pidió cuando se pasó la camiseta por la cabeza. Momentos después se encontraba de rodillas y la abrazaba contra él -. Por favor, ven conmigo. No me van a dejar quedarme.

- Creo que nos han despertado por cursos. Para no agobiarse, ya sabes, han decidido que podíamos aguantar unas horas más - Sirius puso los ojos en blanco, exponiendo su carácter cínico -. En mi caso no ha servido de mucho, no recordaba una mierda... - salvo lo buena que estaba Agnes con su disfraz de gatita, añadió mentalmente.

James, que por supuesto sabía por su amigo lo que éste había visto, le dirigió una sonrisa maliciosa pero no comentó nada al respecto.

- No todo el mundo lo sabe, chaval. Pero parece ser que es el cabrón que nos hizo esto. Si alguien sabe por qué, ni idea, porque Dumbledore no ha soltado prenda. Nosotros - se señaló a él y después a Troy -, estábamos juntos en la casa del terror. Así que nos lo encontramos juntos. Un tipo con los ojos rojos y casi sin nariz. Y te juro que no era ningún disfraz. Y ahora sabemos que fue a ver a la morsa.

Negó con la cabeza cuando la invitó a opinar, porque estaba esforzándose, siempre lo hacía, por comprender a Alexander. Era un chico difícil y delicado, extraño. Solitario. Ella era tímida y reservada, pero lo de él más que un defecto de carácter de origen natural, parecía ser algo que había buscado o incluso creado, una defensa. Por eso sentía que cuando decía algo andaba en terreno pantanoso. Era difícil opinar sin conocer.

Sin embargo, cuando dijo lo de Iraida, la tímida y callada Violet que acostumbraba a guardarse los pensamientos para sí misma, no pudo evitar decir lo que creía con más vehemencia de la esperada.

- Tu hermana te quiere. Estoy segura. Siempre te está mirando y preocupándose por ti, pero cada vez que ha venido a verte... - pero fue perdiendo fuelle mientras hablaba, indecisa por la reacción del niño -...bueno, da la sensación de que la apartas. De que te separas de ella. A mí me parece que ella actúa como cree que tú quieres que actúe...¿No será que quieres sentirte solo para poder decir que todos te dejan solo? - lo último lo había dicho en un tono suave y casi triste, en parte porque le daba pena, en parte porque sentía que había metido la pata. Se preguntaba cuál sería la reacción de Alexander entonces, sobre todo porque acababa de darle permiso para estar con él lo cuál era, de por sí, bastante extraño -. Eres muy difícil de entender, Alexander. ¿Lo sabes?

Su madre no se había dado cuenta de que acababa de pedirle a su hijo que no confiara nada en ninguno de sus compañeros ni amigos y que aquello era mucho pedir para un niño de aquella edad. Le estaba condenando a una especie de soledad recelosa. O no. A veces las promesas, incluso cuando se hacían de corazón, eran demasiado difíciles de cumplir.

- Así me gusta - Tanja le miró con orgullo en su recio porte antes de ponerse en pie y mirar hacia la puerta, como si esta pudiera abrirse de un momento a otro -. Es posible que pronto me case, Jarek. Tengo que asegurar nuestra posición aquí.

Su abuelo sonrió, especialmente orgulloso de la persistencia de su nieta y de su tino, a decir verdad. Era una lástima de las malas compañías en las que se encontraban. No es que fuera a explicarle nada del otro mundo a su nieta, era una niña todavía, no como Liam. Pero por más pequeña que fuera sabía que empezaba a tener la edad suficiente como para conocer ciertas verdades, y más si la realidad diaria que vivía era el mundo edulcorado en el que la hacía crecer la simple de su madre.

- Quizás no querían que os olvidárais porque hubiérais hecho o presenciado algo importante, Maebh. Tal vez era sólo una declaración de intenciones - estaba claro que poco más le iba a sonsacar a su abuelo, que en aquel momento estaba recogiendo las cosas para marcharse.

- Sólo legeremancia, Maebh, el profesor Dumbledore te leerá la mente y desbloqueará tus recuerdos. Pero no se entromete ni nada, en realidad es bastante legal. Y buen mago. Eso se lo tienes que reconocer, abuelo - Niall sonrió. A pesar de las opiniones de Tynam y, por añadido, de Liam, él tenía bastante personalidad y no había dejado que éstas influyeran a la hora de formarse un juicio sobre el director de su colegio. Dijeran lo que dieran las malas lenguas, los hechos seguían poniendo a Dumbledore como uno de los mejores magos de todos los tiempos.

- La habilidad no lo es todo, Niall - le reprendió su abuelo, algo que hizo que su madre apretara los labios con furia. Reprender a su hijo delante suyo era bastante indignante -. Tengo que marcharme, tengo asuntos que atender.

-¿Peperoni? Nunca probe ninguna grajea con sabor a peperoni... Debe ser de lo mas interesante.. - dije al hombre entonces, sonriendole, al tiempo que acababa por asentir, cuando afirmo que iba a entrar en mi mente. -No se preocupes, profesor Dumbledore... Haga lo que tenga que hacer... Y yo le ayudare en lo que pueda.. - dije entonces, con una sonrisa, recuperando poco a poco mi color habitual de pelo, a pesar de que en cierto mechones quedaba patente mi miedo.

Y entonces lo hizo. Dumbledore entro en mi mente. Una sensacion de lo mas extraña e incomoda, sobre todo hasta que te acostumbras, pero que acabo resultando mucho menos horrible de lo que habria imaginado, a decir verdad. De hecho... de no haber sido por las razones que habian llevado a Dumbledore a hacer aquello, era hasta guay. Era como ver una pelicula antigua, de esas de color sepia, en la que volvias a vivir tus propios recuerdo. Una sensacion extraña, muy extraña.

Y alli estaba yo de nuevo, junto a Erik, en aquel tunel. Me sentia bien, contenta. Estaba con mi amigo y estabamos a punto de hacer algo divertido. Sin embargo, de repente aquella chica nos abordo. Una chica que resulto ser... - Pues... estabamos en el tunel... y llego la prima de Erik... y entonces... Habia una reja y....

Alli estaba aquella reja, salpicada de sangre, como aquel suelo que se extendia ante nosotros. Será parte del atrezzo, pense, mientras invitaba a Erik a entrar, empujando aquella puerta con una sonrisa, decidida a ver que habria tras de ella.

Pero entonces se escucho aquel grito... Un grito de puro dolor, no uno de pasaje del terro- Erik... ¿Que es eso? ¿Crees que alguien se habra hecho daño? Vamos a ver... - dije entonces al chico, tomando nuevamente su mano, dispuesta a tirar de el, en direccion al lugar del que procedian los gritos.

¿Iradia siempre le estaba mirando? - ¿Y eso que quiere decir? - Le preguntó. No tenía mucha idea de que quería decir que le estaba mirando y preocupandose por él. Claro que debía hacerlo, la convención social decía que las hermanas mayores debían preocuparse por los hermanos pequeños. Pero era eso, una convención social.

Y fue su pregunta lo que acabó por arrancarle una mueca de extrañeza. - Decir que estoy solo es una consecuencia de estar solo. Que a su vez es una consecuencia de que soy listo, y los demás no. - Le explicó, con toda la amabilidad del mundo. Es que había que explicarlo todo... ¡y solo tenía once años! - Yo... no necesito a nadie. Todo el mundo es malo, solo estoy mejor. Si fueran buenos, y listos, y me hicieran caso si me gustaría estar con más gente. Pero si no me tocan. No me gusta que me toquen. - Se apresuró a decir.

- Claro que soy dificil de comprender. Todos sois dificiles de comprender. Seguís unas normas sin sentido, poco eficientes o sucias. No me gustan. - Guardó silencio, lanzando un largo y cansado suspiro. - Tu pareces buena y lista. Y no me tocas. Eso esta bien. -

Cuando el chico del flequillo largo nos cuenta su teoría sobre el distanciamiento en los despertares me remuevo inquieto. A lo mejor deberíamos volver. ¿Y si se habían dado cuenta de que nos habíamos ido? ¿Qué nos harían? La teoría del chico tiene sentido para mí. Yo habría hecho lo mismo, porque despertar a todo el mundo al mismo tiempo tenía que ser un follón muy grande. Había que ser práctico. 

- ¿A vosotros también os han hecho ya la Legernosequé?- pregunto cuando nos confiesa que él tampoco recordaba nada.- ¿A qué curso vais?- Si ya les estaban haciendo la prueba a los mayores- ese chico tenía que tener catorce años por lo menos- a lo mejor ya no me tocará hacérmela cuando vuelva. Se habrán olvidado para entonces seguro. 

- ¿Y por qué no le pararon? Los profesores lo conocen. - al menos por la conversación que acabábamos de escuchar a escondidas parecía que lo conocían. Esbozo una mueca de extrañeza cuando escucho la descripción del tal Tom. Si no supiera que se trata de un ser humano diría que hablan de una serpiente. Y para colmo una serpiente que hablaba con una morsa. ¿Sería una morsa parlanchina? A estas alturas ya me espero cualquier locura de este nuevo mundo.- ¿La morsa...?- termino por preguntar, de manera ambigua, sin dejar entrever si pienso que se trata de una morsa de verdad o de alguien a quien le han apodado así. 

Respiró aliviada cuando se dio cuenta de que su tío se detenía para entrar a un aula vacía, tomando una pausa de su paso acelerado. Estaba convencida de que a pesar de que estuvieran solos, ese lado oscuro que tanto temía no se dejaría ver, pues Hogwarts la protegía, y aunque estuvieran solos en la escuela de magia las mismas paredes hablaban. Lo que de pronto la hizo preocuparse denuevo. ¿Y si algún cuadro recordaba el rostro de su tío y lo delataba? No, no, tenía que sacarlo del castillo pero ya.

Ya sé que no es seguro, James, pero aunque sea un ataque no podemos dejar a mis amigos atrás... - replica mientras James sacaba la ropa de aquella extraña y práctica mochila. Normalmente habría alabado lo genial de esta y le habría preguntado si se la podía prestar algún día, pero ahora estaba en una misión: No dejar que James terminara en Azkaban. O lo que sea que se hiciera cuando un mago secuestraba a una alumna de Hogwarts. 

Sin embargo, en cuanto James la abrazó de rodillas, cualquier plan de contradecirlo se hizo imposible. Lo quería demasiado como para no acompañarlo cuando en su voz se escuchaba la desesperación y cada gesto era un ruego - Voy a ir contigo, tranquilo. Siempre juntos, ¿recuerdas? - le susurró al oído, dándole un beso en la cabeza mientras lo abrazaba con cariño.