Partida Rol por web

Tranquila, sigue de la mano a la enfermera, entendiendo a la perfección esa sonrisa que la señora mostraba de oreja a oreja. Había estado segura antes y lo estaba ahora, esa persona era su tío disfrazado. No le cabía la menor duda. Sin embargo, eso mismo la ponía bastante nerviosa. Quería verlo, abrazarlo, y lo quería lo suficiente para que el poder reunirse con él fuera un alivio tras todo este asunto horrible que la había dejado en cuarentena, pero le preocupaba muchísimo que estuviera aquí y se metiera en problemas por ello. 

James, ¿Dónde vamos? - pregunta preocupada, tirándole un poco la mano con una caricia - No deberíamos irnos del castillo, se van a preocupar y podríamos meternos en problemas...  ¿Por qué no vamos a la sala común mejor? Ahí podemos conversar tranquilos... - sugirió, esperando que aceptara.

Abrazado a sus rodillas, ignorado por los demás, se fue quedando solo hastaque solo el silencio parecía hacerle compañía. Así mejor, solo estaba mejor. Él siempre había estado solo y el único fruto de su infelicidad había sido las demás persona. Pero la pregunta era... ¿Siempre habñia sido así? Casi no conseguía recordarlo, pero ahí estaba aquella figura, su padre. Siempre le recordba con cariño, como una figura a la que podía abrazar y sentirse protegido. No siempre había sido así. Hubo una epoca en la que su familia fue normal, y él solo fue un niño normal y listo. Pero aquello quedaba muy lejos, en un recuerdo que parecía ni pertenecerle. Cerró los ojos, reprimiendo las ganas de llorar y sollozar.

¿Y si lo que había dicho aquel hombre era verdad? ¿Y si lo mejor es que lo sacaran del colegio? ¿Que pasaría? ¿Nunca sería un mago? No pudo evitarlo, agachó aun más la cabeza, hundido en la miseria. Entonces fue cuando ella habló y Alexander se dio cuenta que no estaba tan solo como pensaba. Alzó la vista hacia ella, cruzando la mirada con sus ojos azules y guardando silencio durante unos segundos, escuchando aquella pregunta incompleta.

- Estoy. - Contestó. Claro que estaba, estaba allí. Ella podía verlo, la pregunta no tenía sentido. Y aun así, no tenía ganas de decirle que no tenía sentido. Sorbió los mocos, mientras seguía pensando en como había llegado a un punto tan bajo, solo por si mismo. - Yo... tengo tres hermanas más. - Comenzó a explicarle, sin venir a cuento. - Mi madre nunca nos hace caso. Se ha olvidado de nosotros. Mi hermana mayor se ha olvidado de mi. Mi hermana pequeña me odia por que soy listo. E Iradia... creo que esta cansada de mi. - Negó con la cabeza. - Lo siento... Lo sé, tu hermano se ha ido sin importarle lo más mínimo tu presenca aquí. Lo siento, se lo que se siente. - Apretó algo más las rodillas contra el pecho, en aquel abrazo.

- Sientate si quieres. Que más dará... estoy sucio, me han hecho cosas y encima me quieren echar del colegio porque soy listo... - Se hizo a un lado, dejándole sitio para que se sentara, mirando la caja que le tendía. No llevaba sus guantes encima... - Cogeré uno. - Y con dos dedos, como si le diera asco, cogió uno de los pañuelos. Un gesto que debería interpretarse como una falta por como lo hacía, en el caso de Weir debía verse más bien como un avance al haberlo hecho sin "protección".

- Me gustaría que te quedaras a hacerme compañía. -

La reacción de Jason había acabado en un sonrojo imposible de disimular. ¡Había gritado como una nena! Y él era un valiente. No podía dejar que un fantasma le asustara de aquel modo, decidido. Iba a tener que controlar más sus reacciones, no podía ir chillando así.

- Pueeeeessss....nosotros... - y sus excusas. Se había quedado totalmente en blanco y, aún así, seguía sin levantarse de la silla del director, como si ni se acordara. Le dirigió una mirada de socorro a Lizbeth, esperando a que ella pensara en algo, pero Nick se adelantó a la respuesta.

- Imagino que debían estar cansados de estar atrapados en un aula tras una semana de reposo obligado - se había compadecido del chico, soltando aquel comentario cargado de buena voluntad -. Una desgracia, realmente.

Se acabó separando parcialmente de Caliope aunque no sin dejar una mano apoyada en su hombro en un gesto tranquilizador. Tuvo que contener una mueca cuando preguntó tan esperanzada por la asistencia de su madre. Sí. Lo había prometido. De hecho había ido hasta su casa para contárselo y cuando había preguntado, la mujer se había puesto realmente desagradable. "¿Por quién me tomas? Es mi hija, claro que iré". Pues a buenas horas se daba cuenta. Aunque pro supuesto no pensaba decir nada que pudiera afligir de semejante modo a Caliope, por lo menos ella la conocía, no como su propia madre, y sabía lo sensible que era.

- Aún no estamos seguros, cielo - le dirigió una mirada a Dumbledore pero seguía hablando jovialmente con el medimago -. ¿Hace tiempo que no ves a Ted? - tuvo que morderse la lengua. Su parte de psicóloga la incitaba a decirle que aquello era parte del proceso de madurar que, posiblemente, su estancia en Hogwarts había desencadenado, pero no era momento para sumar preocupaciones a la niña -. Es normal, has estado muy ocupada últimamente, aparecerá. ¿Estás preparada? - otra mirada a la pareja -. No te dolerá. Y me quedaré contigo.

Las palabras de Megan lograron que su tío-enfermera se detuviera pero conocía muy bien su expresión, era cuando se sumía en la desesperación, cuando le atormentaban sus propios demonios y parecía que iba a consumirse en su propio fuego. Sólo que ne aquella ocasión no eran sus demonios. Era todo lo que se había escapado de su control aquellos días, todos sus miedos, su terror, lo que le había mantenido en vela durante todos aquellos días, tocando el piano como un loco, frenéticamente, arrancando melodías erráticas a las teclas.

- ¿Preocupado? - su tono de voz era bajo y contenido -. Megan, me importa una mierda. Preocupado he estado yo. No quiero tranquilidad. Quiero llevarte a un lugar seguro. Y está claro que éste no es. Nos vamos. Me da igual lo que digan. Es que me da igual - aunque la mano había aflojado la presión ante la caricia, seguía tirando de ella de forma implacable y se notaba que estaba conteniendo las emociones, bullendo a flor de piel -. No tienen ningún derecho, ninguno, de impedirme verte durante toda una semana.

Lizbeth estaba alucinando. La reacción de Jason había sido tan inesperada que, en vez de estar mirando al fantasma bloqueada por el miedo o haber echado a correr despavorida, solo tenía ojos para observar a su amigo.

-Si, sí, nos estabamos volviendo locos - añadió con agilidad la niña, sintiéndose aliviada al ver que el fantasma no tenía ninguna intención de echarles la bronca. - ¿A ti también te ha pasado? - preguntó con la inocencia de quien no acaba de asimilar qué significa eso de poder traspasar paredes.

Volvió a mirar a su amigo, que segía en la misma posición y con la misma expresión de horror en el rostro. Respiró fuerte, obligándose a mantener la calma.

-Oye, ¿tú sabes lo que nos ha pasado? - abrió los ojos más de lo necesario. Podía parecer que estaba esperando expectante una respuesta. En realidad, estaba alucinando porque hubiese sido capaz de verbalizar esa pregunta. - Estamos muy preocupados y nadie nos explica nada. Tú pareces ser muy inteligente y estar enterado de todo...

Sí, era tímida y miedosa. Pero a bienqueda no le ganaba nadie.

Sin relacionarnos con el resto de compañeros, Joy y yo habíamos estado charlando un poco, esperando el momento que nos llamaran para hacer esas pruebas de las que nos habían hablado. Cuando la puerta se abrió dando paso al conserje, me levanté rápidamente, aunque algo nerviosa al no saber lo que me esperaba, dispuesta a que me leyeran la mente o lo que fuera que me hicieran. Quizás por ese motivo me quedé un poco desconcertada al saber que no venían a buscarme para las pruebas, sino que el conserje venía a avisar que algunos miembros de mi familia me estaban esperando.

Los nervios dieron paso a la emoción de saber que podía ver a mi familia, aunque no sabía quién habría acudido me imaginaba que uno de ellos sería mi abuelo. Y así era. Pero me quedé de una pieza en la puerta al ver que también había ido mi madre con el otro y la cría. Me quedé rígida al sentir el abrazo de mi madre, que por algún extraño motivo que yo no sabía, parecía bastante enfadada, pero poco me importaba. Hice un gesto con la cabeza a modo de saludo dirigido a Sean y a la enana, y dediqué una gran sonrisa a Niall y a mi abuelo, al que abracé con cariño.

—No esperaba veros aquí tan pronto. Me habían dicho que tenía que hacer algunas pruebas... No sé qué de leerme la mente o algo así. —Me giré hacia mi hermano—. ¿A ti te han hecho algo Niall?

Me sentía tan reconfortada entre los brazos de mi abuelo que si por mi fuera me quedaría allí durante mucho tiempo. Pero eso no era posible, así que me separé un poco de él.

—Sí, sí... Estoy bien, pero no recuerdo nada de lo que pasó. —Aquellas palabras iban dirigidas a todos en general, aunque me centraba mucho más en mi abuelo—. ¿A ti te han dicho algo abuelo?
 

Pues nada, no había ni rastro de su amiga a pesar de que llevaban un buen rato buscando. Troy se golpeó el muslo con una mano, molesto por no conseguir encontrarla. ¿Dónde se habría metido? Si bien, a su parecer habían encontrado algo mucho mejor: una conversación seria entre adultos.

Miró a Erik durante un segundo, alcanzando a leer un "¿Qué hacemos?" en sus labios. Para Troy estaba claro. De esa conversación sacarían mucho más que estando en la enfermería o con sus padres. Se apoyó en la pared, comprobando con satisfacción que su compañero hacía lo mismo, dispuesto a escuchar el resto de la conversación.

Hubo varias palabras que calaron en su interior y entre ellas estaban "Magia oscura" y, por supuesto, "Tom". Ese nombre retumbó varias veces en el interior de su cabeza, acelerando su corazón. Por segunda vez en lo que llevaba de día escuchaba aquel nombre y desde luego no era sinónimo de paz y armonía. Tenía que escuchar más. ¡Debían enterarse de más cosas! Al parecer todos le conocían y había estudiado allí.

Su miraba de preocupación fue a Erik pero no se movió del sitio. Se llevó el dedo índice a los labios para indicarle que permaneciera lo más callado y quieto posible.

Era demasiado joven como para saber qué responder a muchas de las cosas que decía Alexander, aunque si tenía algo claro era que todo eso importunaba al muchacho, que le dolía, así que cuando dijo las palabras mágicas, que se sentara, que le gustaría que se quedara, y cogió el pañuelo que le ofrecía sin antes ofrecerle un discurso sobre lo insalubre que era la costumbre de los pañuelos de papel expuestos a diferentes elementos alergénicos y patógenos, obedeció, procurando no tocarle para no incomodarle más.

- No sé qué decir - empezó. Si le decía que seguro que no era verdad, posiblemente se equivocaría. Y dudaba que el chico aceptara una mano consoladora de modo que se quedó allí, un poco incómoda y rígida antes de intentar comentar alguna cosa -. Bueno, a mí no me parece que Iraida esté cansada de ti, sólo preocupada. Igual que mi hermano no se ha olvidado de mí. Sólo que, bueno, ha hecho otros amigos y supongo somos muy diferentes. Aunque somos mellizos, él es más independiente que yo. Me gustaría que me hiciera más caso pero no puedo pedírselo porque es normal que vaya por su cuenta. En el mundo muggle también pasaba es sólo que yo tenía más amigas allí - y que Megan, que en ese caso era con la que más se había hecho, era más amiga de Troy que suya.

El silencio se había formado entre el corro de adultos, tanto que los dos niños llegaron a preguntarse si no se habrían ido ya. Pero no. Sólo necesitaron esperar treinta segundos de miradas indecisas hasta que volvieron a escuchar la voz de Slughorn retumbar por los pasillos.

- Vino a verme. La noche del incidente - comentó con voz pesarosa antes de añadir -. ¡Pero yo no sabía nada de esto! Fue antes de que todo ocurriera, lo juro. No parecía nada raro, sólo una visita de cortesía, lo juro - volvió a repetir, nervioso.

- Cálmate, Horace, por favor, nadie te está acusando de nada - replicó la voz de McGonagall, perdiendo un poco de su severidad habitual.

- Pero yo no sabía. Estaba extraño. Los ojos le brillaban con un tono rojizo. Aún así había sido tan buen alumno, tan bueno.

- Seguramente nos hubiera pasado a todos - Flitwick intentaba ser conciliador -. No nos servirá de nada lamentarnos por lo que podríamos haber hecho - aseveró la vocecilla aguda del hombre -. En todo caso, debemos ir con nuestros alumnos y calmarlos en la medida de lo posible.

- Tienes razón, sí, iré con los de primero.

De repente los pasos se reanudaron, todos partiendo en diferentes direcciones pero un par de pies iba, sin duda, en su dirección. Les iban a pillar. No había nada que pudieran hacer, estaba claro que los iban a coger cuando les habían prohibido de forma expresa salir del aula. Aquella persona, probablemente McGonagall, estaba a punto de doblar la esquina cuando, de repente, unas manos los cogieron a ambos por detrás, cerrándoles la boca, y su visión se enturbió, como si hubiera caído un velo por delante de sus ojos.

- Callad - Troy reconoció la voz en seguida. Era Sirius Black. Pero aún así no se movían y la mujer ya doblaba la esquina. No tardaron en ver el pico de su sombrero y su rostro severo andando en su dirección. Sin mirarlos. ¿Por qué? De hecho, cruzó por delante de ellos como si no los viera y se marchó, dejando de nuevo el pasillo abandonado.

- Ufff, por que poco - el que habló esta vez era James, apartando la mano que cubría la boca de Erik -. Oye chaval, las babas - comentó con tono jocoso a la par que se limpiaba la palma en la túnica -. Ha sido bastante interesante. Qué pena que Remus y Peter no se hayan querido unir a la fiesta.

La conversación había sido de lo más interesante. Ese tono rojizo de iris lo había visto en los recuerdos de Legeremancia. Sin duda alguna era Tom. Ese hombre que había visto en su mente. 

Menuda suerte ser amigo de Sirius y James. Sin duda su amistad con ellos les había salvado tanto a Erik como a Troy. Agradeció la ayuda si bien era extraño no haberles visto antes por allí. ¡Si estaban detrás de ellos todo el tiempo! Y lo más curioso era que McGonagall les había pasado a escasos centímetros y ni se fijó. Porque estaba claro que de haberles pillado ya estarían con cincuenta puntos menos y una enorme reprimenda convertida en castigo.

- Gracias.- fue lo primero que le salió.- Ese Tom...- iba a hablar, pero se cayó entonces. Una pequeña aventura con Erik no le iba a hacer confiar.- No importa- Decidió encontrar otro momento para hablar con James y Sirius. Un sitio más privado.- ¿Por qué no nos ha visto McGonagall?

La señora Gibbs jamas sabria cuanto agradeci en aquel momento aquel contacto fisico. Hasta hacia un instante me sentia desemparada, sola, perdida en medio de toda aquella confusion. Pero ahora ella estaba alli. La unica persona, a excepcion de mi padre, que constituia para mi una fortaleza, un pilar al que aferrarme cuando todo lo demas fallaba. Quizas por eso me preocupe cuando me respondio que aun no sabian que habia pasado- Pero cuando lo sepa me lo dira, ¿verdad? Prometamelo, por favor... - dije, con el pelo de nuevo cambiando intermitentemente de color, en medio de todas aquellas emociones. Pero, en cuanto nombro a Ted, mi melena volvio a tornarse completamente azul, simbolizando la tristeza que sentia al hablar de el- No, no lo he visto... Y me preocupa.. ¿Cree que le habra pasado algo?- dije, asintiendo cuando me hablo de que habia llegado el momento de la prueba. Cogi aire, mentalizandome entonces, y fue el rojo propio de la valentia el que tiño entonces mi pelo- Estoy preparada. Gracias por quedarse conmigo, señora Gibbs. - dije, mas envalentonada aun por la presencia de la mujer alli.
 

Jarek miró a sus amigos y se despidió con la mano antes de salir presuroso hacia donde fuese que le esperaba su madre. Al llegar y verla bien un cúmulo de sentimientos se agolparon en su interior. El abrazo del que fue receptor, a pesar de todo lo contenido que solía ser, no ayudó al niño a aguantar la compostura pues era mucho lo que se agolpaba su interior y al fin y al cabo solo tenía once años. No pudo evitar que lágrimas silenciosas se deslizasen por sus mejillas.

Ante las preguntas de Tanja asintió con la cabeza mientras se limpiaba la cara con la manga, pues no llevaba su ropa, y luego cogió aire para responder.

-No, solo con Rox y Simon, pero de nada especial. -se apresuró a añadir -Rox no recibió carta de sus padres y la animamos.

Dijo mirando desde abajo a su madre, esperando no haber dicho algo inapropiado.

Por el rabillo del ojo, veo cómo Troy me indica que guarde silencio. Sobra decir que aquella indicación es innecesaria. No soy tan tonto como para delatar nuestra posición cuando tengo clarísimo que no deberíamos estar escuchando esta conversación. Siento un pinchazo de culpa en el pecho pero es demasiado tarde para echarse atrás por lo que sigo absorbiendo como una de esas esponjas marinas tan chulas toda la información que llega a mis oídos. Parece que los otros profesores también le echan la culpa al tal Tom. Los ojos le brillaban con un tono rojizo. Aquellas palabras encuentran eco en mis pensamientos llevando a mi mente a realizar extrañas asociaciones. ¿Será un vampiro?. En las historias de vampiros a veces los describían con los ojos rojos, del color de la sangre de sus víctimas. ¿Y si ese chico nos había intentado robar la energía como si fuera un vampiro?

Los pasos de alguien acercándose hacia nosotros me cortan la respiración y mis labios se abren para emitir un pequeño grito de sobresalto. Sin embargo, antes de que ningún sonido pueda escapar de ellos, alguien me tapa la boca. A pesar de las ganas que tengo de zafarme de su presa, la palabra "Callad" susurrada en nuestros oídos me abstiene de hacerlo y me quedo quieto como una estatua. Para mi sorpresa, la profesora pasa por delante nuestro sin darse siquiera cuenta de nuestra presencia. 

- Pero si yo no...- Me doy la vuelta hacia aquellos que nos acaban de salvar de un buen castigo, dejando la queja a mitad al ver la expresión de broma del chico mayor que tengo detrás.- ¿Cómo lo habéis hecho?- pregunto, alucinado, casi al mismo tiempo que Troy. - Gracias. - añado. En el fondo soy un cobarde y no me habría gustado acabar castigado.

No conozco a ninguno de los dos chicos mayores, como a la mayoría de los niños del colegio. Jamás habría pensado que pudiesen existir tantísimos magos y magas en el mundo. Entonces, algo que dice Troy llama mi atención. Otra vez ese nombre: Tom.- ¿Lo conoces?- pregunto, volviéndome con curiosidad hacia él.- A Tom. Al chico del que hablaban. - ¿Sería Troy también un vampiro al que le había mordido Tom? No. Era imposible. Los ojos de Troy no tenían un brillo rojizo. ¿O lo estaba disimulando? De repente, me siento mucho menos seguro que hace tan solo unos segundos. Estoy con dos chicos que no conozco y un posible vampiro. Y nadie sabe que estoy aquí. Podrían atacarme y nadie se enteraría de mi muerte.

Jason lo estaba alucinando. ¡Lizbeth estaba sacando su osadía! Al final iba a resultar que su amiga era buena inventando excusas y mintiendo, un campo que nunca habían explotado antes. Vaya, quizás más adelante analizaría que usos podían darle a la recién descubierta virtud de su amiga pero aquel no era el momento. Logró recuperar la entereza suficiente como para asentir a las palabras de su amiga, como parte de su apoyo moral ya que no le estaba dando apoyo estratégico.

- Eso, sí, looooocos del todo - exageró el niño que por fin se levantó discretamente de la silla, como si de aquel modo Nick no fuera a reparar dónde lo había encontrado. Claro que su exageración le ganó una mirada reprobadora y desconfiada del fantasma, lo que hizo que se amilanara un poco.

Por suerte para Jason, la pregunta de Lizbeth atrajo la atención de Nick, que soltó un suspiro pesaroso.

- Todavía no han pasado por el despacho del profesor Dumbledore, imagino. Me temo que no hay nada claro salvo que se avecinan tiempos difíciles. El Sombrero Seleccionador ya lo advirtió pero hoy en día nadie presta atención a sus discursos. Claro que es cierto que tiende a ver épocas oscuras cada pocos años - el fantasma negó suavemente aunque incluso aquel gesto hizo que su cabeza temblara peligrosamente sobre la gorguera que ocultaba el corte que casi lo había decapitado, dándole el sobrenombre y su muerte -. Todavía sois muy jóvenes para tener que sufrir estas preocupaciones, pero temo que la muerte de nuestro Ministro no fuera un caso tan aislado como pretendían hacernos creer - el fantasma parecía estar deliberando más consigo mismo que otra cosa de modo que cuando su mirada se posó de nuevo en Liz su ceño se frunció -. Demasiado jóvenes. Deberían volver a su enfermería.

Una sombra de dolor pasó por la mirada de su madre al ver cómo abrazaba a Tynam con un cariño que, desde luego, no había existido en su abrazo. Sin embargo sabía que aquel no era el momento para atosigar a su hija, por más que quisiera, no, deseara, que aquella reunión se hubiera realizado al margen del patriarca de los Connolly.

Por su parte, Tynam se había mostrado orgulloso y cariñoso al ver la predilección de su nieta, algo que sólo demostró con la mirada victoriosa que ni siquiera se molestó en dirigir a su competencia.

- Sí, el profesor Dumbledore me llamó hace ya rato - atajó Niall, previendo que aquello iba a acabar en discusión. La verdad era que casi prefería seguir en la enfermería con los y las de su curso que en aquella reunión familiar, pero Niall era responsable y sabía mantener la compostura incluso en aquellas situaciones -. Pero no sé, la verdad es que yo no recordaba nada útil, sólo sé que estaba...ocupado y de repente me desmayé.

Aquella pequeña pausa incómoda pasó desapercibida por todos los adultos, sobre todo porque Tynam no tardó en tomar la palabra.

- Pamplinas. Esto no hubiera sucedido si el inepto de Dumbledore no estuviera al mando del colegio. Esto es sólo algo más que demuestra que las cosas tienen que cambiar en nuestra sociedad.

Sirius había puesto un poco de distancia con Troy, con quien todavía no acababa de llevarse del todo bien. Aquel chaval tenía algo que no le gustaba, aunque quizás en el fondo se trataba de que podía aprecias las similitudes entre ambos y el verse reflejado en otra persona no le acababa de gustar.

- Es un truquito genial, gafotas - explicó James, quien también llevaba gafas. De hecho, no parecía que hubiera soltado el apelativo como algo insultante, pues su voz estaba cargada de entusiasmo, quizás por lo que acababan de escuchar. Uno podía imaginárselo claramente frotándose las manos con aire travieso, aunque en aquel momento permaneciera con la varita en la mano -. Es una capa de invisibilidad - comentó, pero al ver como Erik pareció quedarse igual tuvo que proseguir -. Nadie ve la capa ni lo que ésta cubre. ¿Ves? - alargó la mano y los dos niños pudieron apreciar cómo los dedos de James tocaban la tela. Acto seguido miró a Troy -. Tom, ¿eh? ¿Tú también lo ha visto cuando Dumbledore te ha hecho la prueba? A mí no me dijo su nombre.

La mujer sonrió alentadora pero dudosa sobre si asentir. ¿Podría contarle más a la niña? A veces, saber era peligroso. Y perturbador, sobre todo para alguien como Caliope, demasiado sensible. Estaba preocupada por ella, como era de esperar, pero aún así terminó por acceder, decidiendo plantearse la situación cuando llegara.

- No, cariño, seguro que no - le respondió, más para animarla que por verdadera seguridad.

Acto seguido, como si Dumbledore no hubiera perdido detalle de la conversación, ambos hombres se acercaron y el medimago empezó a tomarle el pulso a Caliope, probar sus reflejos, observar la dilatación de sus pupilas, la pigmentación de su piel, la de su lengua...; incluso le hizo tomar un par de pociones que le hicieron soltar pompas de jabón por la boca y sentir un curioso cosquilleo en los pies.

- Todo en orden - anunció tras un proceso que se alargó más de cinco minutos.

- Gracias, Carl - y, de nuevo, como si las palabras afables del director conllevaran el pistoletazo de salida, Carl Jamison se dirigió hacia la puerta, quizás en busca de otro de los niños de la torre. Cuando la mirada de Caliope regresó de la espalda del medimago se encontró los brillantes ojos azules del director mirándolo por encima de sus gafas de medialuna -. ¿Un caramelo de limón? Son mis preferidos - el anciano tendió el bote en dirección a la niña y esperó a que ésta lo aceptara o rechazara antes de proseguir -. Señorita Thonks, tengo que confesarle, como le he dicho ya a su compañero el señor Knight, que no sabemos exactamente qué aconteció la noche de Halloween y aunque puedo hacerme una idea aproximada creo que los recuerdos de todos ustedes son importantes y vitales para que esos vagos pensamientos se conviertan en hechos. Por eso voy a usar con usted legeremancia y, perdóneme si presupongo demasiado, imagino que usted no sabe qué es - una leve sonrisa se extendió por las facciones del anciano antes de proseguir -. La legeremancia es un tipo de magia avanzada que permite leer los pensamientos del objetivo. Éste puede intentar protegerse aunque, si me permite decirlo, yo soy muy bueno. De todos modos no es mi intención hacer una intrusión a su intimidad así que buscaré el bloqueo y lo eliminaré. Si está de acuerdo, puede negarse por supuesto, empezaremos.

Apoyó la mano en la nuca de su hijo, en aquel gesto tan suyo, y le miró con seriedad, atravesándole con aquellos ojos increíbles que tenía y que ahora sólo mostraban la misma urgencia que había percibido momentos antes y qye podía escucharse también en su voz.

-Escúchame bien, Jarek - le susurró con voz apremiante. Antes de añadir nada más, alzó la varita y realizó un par de conjuros sin voz, moviendo los ojos de lado a lado como si esperara revelar algo. Al parecer, fuera lo que fuera lo que hizo, dio un resultado satisfactorio porque pronto volvió a centrar la atención en su hijo -. No te puedo contar lo que está pasando pero es peligroso, muy peligroso. Va a haber un cambio en la sociedad británica, algo que incluso puede llegar a repercutir a nivel mundial y lo que ha pasado aquí es sólo un paso más. No sé cuándo será pero se está preparando. Vas a escuchar cosas, te van a contar más, pero tienes que prometerme que no permitirás que nadie te convenza de nada, ¿me oyes? De nada. No quiero que hables de esto con tus amigos. Si alguien te cuenta algo, si te enteras de algo, quiero que seas listo. No digas que no ni que sí - nada de aquello parecía tener mucho sentido pero Tanja era convincente y apremiante -. Nunca, jamás, te posiciones. Prométemelo, Jarek.

Lizbeth estaba alucinando. Había mentido y... había mentido y.... había mentido... y... ¡¡¡¡el fantasma se lo había tragado!!!! Estaba entre asustada, emocionada, avergonzada, desubicada e intrigada. En su interior era tal la barabunda de sentimientos que tenía la sensación de que iba a explotarle la cabeza.

-¿¿T...tiempos difíciles??

La respuesta de Nick hizo que el subidón repentino que había tenido se desinflara como un suflé. ¿Qué era eso de tiempos difíciles? ¿Cómo que tiempos difíciles? ¿¿¡¡Por qué empezaban los tiempos difíciles cuando ellos eran admitidos en Hogwarts!!?? Si no fuera imposible, hubiera apostado porque Dana la marrana estaba detrás.

-¿¿Por qué ocurre eso cada pocos años?? ¿¿Qué pasó la última vez??

No tenía claro que esas preguntas fueran adecuadas, pero sentía demasiada curiosidad. Eran nuevos en ese mundo mágico y todo les sonaba a chino. Darles a entender que lo que les rodeaba no era lo habitual era lo peor que le podía pasar.

-¡¡¡Noooo!!! - su queja extremadamente infantil y temerosa era sincera. - ¡¡¡¡Cuéntanos un poco más por favor!!!! - se acrecó hacia él un par de pasos. No podía dejar de mirarle como le temblaba la cabeza. Cruzaba los dedos para que no se cayera, era algo que no quería presenciar. - Nos dejarás mucho más tranquilos y así dejaremos de preocuparnos - concluyó, argumentando lo que el fantasma necesitaba oir. Se metió las manos en las mangas para disimular su nerviosismo. ¡¡Estaba siendo una mentirosa!!