Viaje a Escocia

Ulfric sonrió cuando Agatha se quedó asombrada, y susurró acerca de que no sabía si podría acostumbrarse a esa vida. La miró con cariño, y le dijo: - No te preocupes, dijimos de hacer de esto algo especial. - En realidad, tampoco él era mucho de estar recorriendo aquellos lugares, aunque no le eran para nada desconocidos ni extraños, como a ella. 

Cuando me comentó sobre lo que intimidaban aquellos lugares, le di la razón. -Sólo espero no estarte incomodando. Si no, salimos y buscamos un fish & chips y comemos por ahí sentados en algún muro antiguo... Quería que disfrutases de esto. Europa es hermosa, y quedamos en que querías conocerla. Pero sobre todo, quiero que te sientas cómoda. - Sabía lo rígidos que podían ser los protocolos europeos, y aunque aquello era un restaurante, le daba cierta angustia, aunque habían hablado de aquello, que alguien de su familia pusiese acento en aquello. No su primo. 

Y cuando le preguntó acerca de los costes, la tomó de la mano, y le dijo, en un susurro: - Tampoco te creas que soy millonario, ni que quiero impresionarte con oropeles y fanfarrias. Tengo una pequeña renta familiar, que no gasto normalmente y uso para viajar, así que para cosas importantes, lo uso. - Luego, indicó al maitre que sirviera el vino y los entrantes, y revisó la comida. 

- Pues no te creas que es tan corriente para mi. De hecho,- dijo a Agatha, refiriéndose a su experiencia de alta sociedad- de niño me horrorizaba esto, las veces que íbamos a Alemania, aunque ya cuando salí del colegio, y viví en ocasiones con la familia allí le terminé viendo... ventajas. Prefiero estar en el desierto buscando una ruina que en una cena de alta sociedad, pero ya sabes que hay magos de viejas familias que sólo se mueven en estos ambientes... y son muy importantes, y es la forma de relacionarse, conseguir detalles de viejas leyendas... Eso si, al menos todos los años hay una cena así en el castillo de Alemania en Navidad, y otra a finales de verano. No me es extraño este sitio, pero no es el lugar donde cenaría cada noche. ¿Y tu? ¿Has ido a algún sitio así en tu vida? - Ulfric suspiró, y miró a su interlocutora. No quería que se pensase que él era un estirado, ni que deseaba impresionarlo con todo aquello. La verdad, Agatha le ponía nervioso, y cada vez más. Aquello era un paso muy importante para él. 

Viaje a Escocia

-Oh no no, no me incomoda demasiado, de veras. Además, ¿te imaginas que vayamos con estas pintas a comer fish & chips?- Dije, riendo ante la idea. -Es sólo nerviosismo ante la experiencia de algo nuevo.- Terminé por admitir, sonriendo nerviosa. Sonreí al sentirlo tomar mi mano, y acaricié el dorso con el pulgar. -Vale, vale.- Dije algo más tranquila.

Revisando la carta, no tardé en decidirme. -Bueno, ya que estamos aquí supongo que lo mejor será probar el plato típico escoces.- Dije, inclinándome en su dirección y señalándole un plato. -¿Haggis? ¿Se pronuncia así?- Dije, interesada por saber si él conocía del plato. La descripción del mismo en la carta no era precisamente agradable, pero aún así quería darle una oportunidad. Y lo cierto fue que la presentación del plato no era tan desagradable como podría haberse asumido.

Tomé un sorbo de vino mientras iba escuchando lo que me contaba Ulfric. -Ah, comprendo. Si, la verdad debe resultar un muy buen lugar para conseguir patrocinadores e inversionistas para tus viajes.- Acepté, me parecía que tenía lógica en ese caso. -En cuanto a mi, la verdad no recuerdo haber estado en un sitio así en mi vida. Creo que lo más cercano que he estado a comer en un castillo es... Bueno, pues en el castillo de Hogwarts.- Me encogí de hombros con una carcajada. -Antes de entrar a Ilvermorny, las salidas especiales eran ir a comer en alguno de los locales del pueblo cerca de la granja. En su mayoría son cabañas de madera, con una barra de bar y muchas cabezas de ganado disecadas en las paredes. Ya luego cuando fui mayor y pude visitar algunas ciudades, iba más que todo a sitios de comida rápida, o algún restauran pequeño. Pro nada tan fastuoso como esto.- Terminé por decir.

Continuamos una conversación amena sobre comidas y restaurantes, teniendo que explicarle un poco sobre lo que eran MacDonals, Pizza Hut, y Subway, y poco después apareció el plato elegido. -Bueno, hora de la verdad. Espero no indigestarme.- Dije, haciendo un guiño a Ulfric antes de probar aquello. Sorprendentemente, estaba delicioso.

Y ya está.

De nuevo mi despacho relucía como siempre, limpio y ordenado, en contraposición de lo que mi propio aspecto dice soy alguien extremadamente obseso con la pulcritud y el orden en mi día a día. Me dirijo hasta el armario de un lateral del despacho y lo abro descubriendo así numerosas bebidas alcohólicas que en su día mandé traer. Saco uno de los desgastados vasos y me dispongo a servirme una copa cuando la puerta suena seguido de una voz que me es ligeramente conocida aunque el apellido no deja a dudas. Bufando levemente dejo de nuevo el vaso en su sitio y cierro el armario.

- ¡Adelante, pase! - digo con brusquedad y no de muy buena gana. No me gustan las visitas sorpresas.

Buzánszky entró y se detuvo a mirar a su alrededor.

- ¡Qué limpio! ¿Es que sabías que iba a venir? ¡Qué detalle! - se acercó a la mesa - ¡Alegra esa cara , Rusev! Tú a mí siempre me alegras el día...- y era verdad. Rusev le parecía tan feo, oscuro y quejumbroso que le hacía verse a sí mismo desde una perspectiva más amable y positiva. Puso la botella de palinká sobre la mesa.

- ¿Tienes vasos? - se explicó - la hacen mi abuela y mi tía, en los Cárpatos. 

Si Rusev se servía, no notaría nada extraño pero si lo hacía Sándor se daría cuenta de que la botella de autorrellenaba.

- Rusev, ahora ya en serio. Acudo a tí con un asunto muy delicado.

Sacó la varita rota y la puso en la mesa, delante de Rusev.

- Madera de serpiente con núcleo de retina de basilisco.

-Segunda clase de animagia-

Tenía ganas de la nueva clase con Lestrange.

Se podía decir que me sentía –o tal y como yo lo llamaba, es decir, a mi manera- muy Bellatrix en aquel momento. ¿Por querer matar a Sirius Black y cantarlo por cada lado al que fuera? Oh no, ni mucho menos…pero sí por la fuerza. Por ese torbellino alocado que te remojaba el cerebro en ideas básicamente paranoides.

Una enorme sonrisa me caracterizaba (desde hacía un par de horas), me estaba haciendo brillar. Me sentía con inquietud, una niña traviesa. Y seguramente fuera por haber logrado llegar tan lejos en el duelo de hacía unos días.

Animada accedí a la sala en la que ambos habíamos quedado y justo lo vi. Se vislumbraba algo desmoronado, así que no pude más que acercarme a él sonriente -¿listo para ser recordado por los eones del tiempo, Randall?- ¡Yo maté a Sirius Black! Shh, ya vale, calla.

Me acerqué a él un poco, como si quisiera decirle un secreto en el oído –hoy nos vamos de aquí- para acto seguido acercarme con buen ánimo a la chimenea que la sala de menesteres había dejado correctamente allí. Ese era el valor inigualable, que tenía el poder acceder a esa habitación mágica.

Saqué una pequeña bolsa de terciopelo en tono mostaza y lancé unos polvos flu que avivaron las llamas y le concedieron su tan habitual tono verdoso -¿vamos? Visitaremos el lago rojo. Mi querida Rumanía- comenté extendiendo la mano, indicándole que me siguiera.

Y casi al instante, con los codos bien apretados contra el cuerpo, allí aparecimos –ven, el aire fresco te vendrá bien, y el agua te ayudará para ver tu reflejo.

Randall aún se mostraba alicaído, aunque la sonrisa de Cliodna era contagiosa, lo que hizo que el joven esbozara una sonrisa, si bien era más para reconfortar a la Hufflepuff que porque él mismo se encontrara bien.

-Listo -anunció Lestrange, cuando Cliodna le preguntó si estaba listo para ser recordado por los eones de los tiempos.

No obstante, una expresión confusa se dibujó en el rostro del joven cuando la chica le indicó que hoy se irían de allí. No fue hasta que Cliodna se aproximó a la chimenea y lanzó los polvos flú que Randall entendió a lo que se refería.

-Siempre quise visitar Rumanía -confesó el muchacho, y no pudo evitar quedar boquiabierto al observar el lago al que le había llevado Cliodna. Estaba acostumbrado al lago de Hogwarts, con sus aguas oscuras y su calamar gigante, por lo que el cambio entre ambos era muy visible-. Esto es... precioso -declaró, fascinado, y dirigió una mirada a Cliodna, tomando su mano al ver que esta se la extendía.

En un momento, las preocupaciones de Randall se habían desvanecido. Disfrutaba de las hermosas vistas que en esos instantes estaba contemplando y decidió aproximarse hacia el agua para observar su reflejo en ella. Fue entonces cuando se concentró en intentar poner la mente en blanco, evadirse y tratar de conseguir lo que no había logrado con los espejos. No sabía si lo estaba logrando, pero podía notar unos claros cambios en él.

-Creo... creo que he logrado algo... -expresó, con ciertas dudas a Cliodna.

-Segunda clase de animagia-

Disfruté con impaciencia el haber llevado a Randall a ese lugar, uno de mis sitios favoritos. Pues fuera lo que fuere, estaba compartiendo un nuevo cachito de mí, así que ¡un pequeño paso para Cliodna, un inexistente paso para la humanidad!

De nuevo le indiqué que se concentrara –pese a que esta vez era muy estilo a la película del rey león, ya que Lestrange estaba mirando su reflejo en un símil al momento en que Rafiki le dice “no, ahí está el, ¿lo ves? Él vive en ti”-.

Seguidamente, tras los pensamientos que continuaba recreando sin cesar, le pedí un ligero cambio: que aceptara su conversación interior, que tratara de fluir y, -ante todo- que controlara su respiración.

Intentando apoyarle desde un segundo plano, me situé a su vez en el límite que separaba la tierra con el agua, permitiendo que hasta se mojaran ligeramente los zapatos con las ondas que traía consigo el lago.

Un avance por parte del mago me hizo sonreír con tensión, pero la transformación no llegó a completarse. He vuelto a fracasar como profesora, adiós a ese paso que decías antes Cliodna; te has quedado en 0 a 0. O menos 1, me recriminé. Sin embargo, no podía dejar que eso le provocara una nueva tristeza al Slytherin. Tenía que halagarle, pero sin que se notase la frustración que me daba el no hacer más -¡Esto está genial!, ¡te falta un empujón y ya! 

Sí, habéis leído bien, “un empujón” que se recreó de forma literal. Lo explico…-aunque en defensa propia expondré que no era mi intención, ni siquiera quería que aquello pasase, pero…- tras hablar expresándole ánimos, me tropecé.

Sin duda las piedras no eran ventajosas cuando una niña torpe quería ser –la famosa y muy muggle- Dora la exploradora, por lo tanto, en un déficit de equilibrio, mi tobillo se torció y mis manos se apoyaron sobre el hombro de Randall, causándole una pequeña inestabilidad conjunta que acabó con un chapuzón en la orilla (seguida de la sensación de agua fría que pegó -al vacío- la ropa en plena piel).

Y es que al parecer íbamos a recrear por completo la mencionada película del rey león, en el momento de: pelo mojado-pelo bufado.

Randall no hubiera esperado que el empujón de Cliodna fuera literal, cayendo al agua con gran sorpresa. Sintió cómo todo su cuerpo se mojaba con el contacto del agua y dejó escapar una exclamación de sorpresa por lo inesperado que le había resultado lo ocurrido.

Tambaleándose, el joven mago se aproximó hasta la orilla, volviendo hacia Cliodna una mirada entre confusa y sorprendida.

-¿Qué diablos...? ¡Me has dado un susto de muerte! -exclamó, con todo el cabello y el rosto chorreando de agua. Segundos más tarde, dándose cuenta de lo divertido de la situación, comenzó a reírse, dejándose caer en el suelo. Tardó un poco en recomponerse-. Creo... creo que nunca lo hubiera esperado... -Observó sus ropas mojadas y luego sonrió, ya tomándose lo ocurrido como algo divertido-. Cuando volvamos a Hogwarts, vamos a tener que poner las ropas a secar. Me he calado entero.

Randall se aproximó de nuevo a las aguas cristalinas del lago, con la mirada atenta en ella para intentar conseguir concentrarse para continuar su proceso de aprendizaje como animago.

En mi cara se notaban la falta de ganas que tenía de que me molestaran. Ceño fruncido y labios un poco apretados, en especial ante el estado de ánimo de Sándor.

Los cumplidos siempre eran desconcertantes y solían venir seguidos de una petición de ayuda. De hecho, volviendo a acercarme al armario -donde acababa de dejar el vaso- terminé sacando un par con clara molestia (además de un nuevo bufido), hasta que finalmente -y como era de esperar- llegó la pregunta en forma de objeto, es decir, el motivo de que el asesor del ministerio se hubiese decidido a visitar mi despacho sin previo aviso.

-Madera de serpiente con núcleo de retina de basilisco.

Le miré y me senté casi tumbándome en el sillón, para acto seguido echarme hacia delante, servirme el brebaje y tomarme medio vaso de un trago.

El alcohol apenas carraspeaba por mi garganta. Así que mi gesto no varió -Bonita varita. Aunque un poco rota- dije terminando la bebida y apoyando en un golpe seco el vaso de cristal sobre la mesa -¿Qué quiere que haga? ¿La guardo o la enmarco?- pregunté sin entender muy bien qué intentaba hacer mostrándome un trozo astilloso de madera en un estado totalmente nefasto.

Rusev siempre tenía aquella lamentable actitud huraña salvo con sus niñitos repelentes de Slytherin, a quienes sonreía como un bobo, especialmente a ella. Pero desde que cancelaron el viaje a Rusia, a su escuela, que la cosa había ido a peor. Realmente no le caía mal Rusev, de hecho se llevaba razonablemente bien con él, al fin y al cabo eran del mismo rincón del mundo, pero en aquel momento Buzánszky no estaba para gilipolleces, a pesar de sus propias bromas.

 -Bonita varita. Aunque un poco rota- dije terminando la bebida y apoyando en un golpe seco el vaso de cristal sobre la mesa -¿Qué quiere que haga? ¿La guardo o la enmarco?

- ¿De quién es o puede ser esta varita, Rusev? Sé de buena fuente que no te debe ser ajena... por eso estamos ahora aquí, molestándote con una buena bebida de 70 grados - dejó entonces las bromas a un lado - Es un asunto serio, Rusev: la seguridad de mucha gente, alumnos de éste colegio incluidos, está en juego.

Volví a ser yo. Pero, espera ¿Qué has hecho? Tierra trágame. Soy torpe, muy torpe, torpe en exceso. Como un cuerpo de dinosaurio con esas diminutas manos que sólo sirven de adorno o para tirar lo que encuentra a su paso.

De primeras, palidecí. De segundas también.

Abrí los ojos y no parpadeé, o al menos no sentí que consiguiera hacerlo, pues eliminé por completo la sonrisa al inicio de sus palabras y, no la recuperé hasta que no volví a verlo a él hacerlo. Entonces, ¿Le ha hecho gracia? Esto…haz lo mismo, rápido –h-a sisi…sido sin querer- dije -por si acaso- portando de nuevo un gesto forjado en tensión que hacía parecer que habían clavado dos chinchetas en mis mejillas.

Sola. Morirás sola, sola con tu pena. Me dije, dándome ánimos (ironía más 1.000).

Acto seguido -en plena revolución sanguínea-, quise creer que de verdad le había resultado divertido y, como le ví volverse a dirigir hacia el agua para practicar una última vez, pues no quise interceder. Aunque si hubiera una opción de ver los controles de mi cabeza (estilo inside out) posiblemente habría 5 muñecos de miedo accionándome a la vez.

Eres tú, mi príncipe azul…canté por dentro -al igual que una niña- para lograr llegar a niveles aceptables de nervios, es decir, calmarme (pese a que en mi vocabulario parecía que eso no existiese).

¡Qué desastre estaba siendo como profesora y compañera! Respiré. Un dos, un dos, volví a referirme y, traté de mirarle de forma acorde, como una persona medio normal que trataba de enseñar.

Mi pulso se relajó relativamente. Y tanto fue así, que cuando Randall estuvo a punto de lograr una transformación entera, mis ojos brillaron, obligando a esfumarse lo anterior. Pero por un poco de nada, se quedó a medio acabar.

Un mechón de pelo cayó sobre mi frente y mis ojos, volviendo a hacerme parecer un tanto estúpida. Bueno, quitadle el parece.

-Es...extraordinario- expresé retirando como podía mi pelo rubio e indudablemente mojado –has estado a punto –referí tras esa cortina de humo que me generaba una sensación amarga. Un pequeño odio propio por no haber cumplido mi misión: la de ayudarle en el mundo de la animagia –no lo dejes de practicar, los sueños se deben perseguir. Y tú has estado a nada de conseguirlo- aparte, es importante comentar que a mi juicio debíamos tener en cuenta que llevar calcetines mojados dificulta –y mucho- llevar a cabo cualquier cosa. O yo al menos no conocía a héroes que lograran grandes éxitos con charcos fríos en los pies mientras estaban realizándolo. (Dato que traté de pensar para no sentirme tan inútil. Obviadlo).

-Para mí ya eres un gran animago. Pues que te falte un elemento sólo significa que es cuestión de tiempo- sonreí, ahora de verdad –Has estado a la altura, Randall Lestrange- concluí acariciándome el pelo desde mi hombro, llevándolo todo hacia ese lado y tratando de hacer pequeños círculos con el dedo índice a modo de manía.

-Pero bueno. Su-supongo que ya es hora de volver- comenté desviando la mirada hacia el suelo del lago. Ya que me apenaba que esos encuentros se terminaran. Tantos nervios, tantas ganas de acabar... Y una vez en ese punto deseaba volver a empezar. Definitivamente la magia de perseguir una meta muchas veces no te deja disfrutar del camino. Y ahí está todo el error.

La primera reacción de Randall al ver que no había obtenido la transformación por completo fue respirar hondo y patear una pequeña roca con cierta decepción. No obstante, al oír las palabras de Cliodna supo que la chica tenía razón. Había realizado grandes avances en animagia en muy poco tiempo. La mayoría de magos necesitaban años para conseguir convertirse en animagos, y en el caso de Randall, había obtenido avances muy rápidos, en parte gracias al aprendizaje con Cliodna.

-No dejaré de practicar. Gracias por ayudarme -le agradeció a Cliodna por el esfuerzo que había hecho por enseñarle. Pese a que la transformación no había sido completa-. Contigo he avanzado más que estos últimos años practicando solo. Creo que podré dar un último empujoncito para conseguirlo por mí mismo.

El joven observó el lago al que Cliodna le había llevado. Era realmente hermoso, más de lo que hubiera podido imaginar, y había sido un buen lugar en el que poner su mente en blanco y practicar.

-Intentaré venir aquí para continuar con las transformaciones -comentó el chico, con una sonrisa, animado por los avances que había conseguido realizar en ese día-. Este lugar es una pasada.

¿Seguridad? Apunto estuve de esbozar una sonora risotada. Como si me hubiera importado en algún momento la seguridad de la que hablaba.

Varias opciones de respuesta pasaron por mi cabeza, pero opté por la diplomacia torciendo el gesto y arrugando la frente. Pues al parecer Buzánszky todavía no sabía ni con quien hablaba. Ya que yo no era ni más ni menos que un ex mortífago. Sus ideales demostraban estar muy lejanos y distintos de los míos –al menos los pasados-.

Por lo pronto esbocé una irónica sonrisa cargada de malas intenciones. Sándor no debía ir con seriedades; su superioridad había disminuido nada más cruzar la puerta por la que nadie le había invitado a pasar, pues había irrumpido por sorpresa, molestándome– no me sé el nombre de todos los pertenecientes a los árboles genealógicos habidos y por haber- fijé mi vista en la suya demostrando que yo tampoco estaba para bromas y, me recliné ligeramente hacia delante –pero si tan inteligente es, Buzánszky, debería saber que sólo existe un árbol con esas características- dije volviendo a rellenar el vaso hasta casi que desbordase –de hecho sólo un buen Slytherin de renombre lo puede tener en su cabaña. Y en concreto, algún descendiente de su estirpe que aún siga con vida –echando la cabeza hacia atrás- y, de un trago-, me bebí de nuevo el licor.

Fruncí con rudeza el ceño.

Seguidamente, volviendo a medio acostarme en el sillón y fijando de nuevo la mirada sobre aquellos dos, proseguí –madera de serpiente- ¿cómo contratan a tantos ineptos para el ministerio? –Gaunt, Gaunt, Gaunt…- reí por su desconocimiento, llegando a formar hasta unas pequeñas arrugas a ambos lados de la cara.

No entendía cómo podía andar con aires de grandeza desconociendo tal dato -y eso que en mi caso no sabía porqué quería saber la procedencia de tan característica varita-.

Seguro que nada bueno, me dije.

¿Gaunt? No es posible, ya no debería quedar nadie vivo de ese legado el último fue el bastardo de Tom Riddle.

Profesor Boronov ¿Sabe usted algo sobre el destino de Fenrir Greyback? El fue uno de los pocos lugartenientes de Riddle que no fue capturado y curiosamente es un licántropo de los peores, un maldito sádico sediento de sangre quien asesinaría por el mero placer de asesinar. - digo atando cabo mientras observo a Sandor esperando una reacción de su parte.

Finalmente, tenía una pista y si era él quien estaba tras la muerte de mi hermano, yo lo cazaría y lo mataría ya sea de manera directa o indirecta, ese maldito costal de pulgas pagaría por lo que le hizo a mi hermano, no importaba cuanto tiempo me tomara, de ser necesario me largaría ya mismo de la escuela para buscar su escondite y quemarlo hasta las cenizas con todos los que estuvieran dentro.

Sólo con la muerte de ese bastardo hallaría yo la paz.

Acepté los agradecimientos y el buen ánimo de Randall con una tímida sonrisa que traté de esconder bajando la mirada.

Mi madre solía decir que había que aspirar olores de verano para superar los inviernos. Y sería por ello que aspiré con fuerza el aire del campo, el cual me llenó totalmente los pulmones.

Pues mi sensación no era sólo la de coger oxígeno, si no momentos, olores, colores, recuerdos en forma de pequeñas fotografías o vídeos que quedarían grabados a fuego, –junto a los que ya de por sí ese lago me había creado en toda la niñez, claro- en la retina, conectada directamente con la memoria.

-Me alegro que te haya gustado- susurré con sinceridad, volviendo a colocarme el pelo tras la oreja.

Aquello se acababa, y tanto era así que pasados unos pocos minutos, volvimos al colegio, así sin más. Pero ¿sabéis lo que os puedo decir? Que volví con la pesadez de no haber sido una maestra ejemplar, sí, sin embargo, no reinaba la negatividad. Por lo que el haber imaginado infinidad de posibilidades no había funcionado, ni ayudado. No debes preocuparte tanto por lo que vendrá Cliodna, que sea como deba ser y ya, me referí.

AL DÍA SIGUIENTE DEL TORNEO...

Lago Negro.

Tras el incidente del Torneo algunas cuestiones me han quedado inconclusas y debido a todo lo que he vivido en este último período, he preferido esta vez compartir el secreto con mi madrina. Desde que tengo el cubo entre mis manos, no he parado de pensar en un solo instante sobre la idea de como activarlo. Pero he podido controlar el ansia de querer hallar su objetivo para hacerlo en compañía y bajo la protección de un adulto. 

Si bien la he liado con creces más ahora desde que estoy de novia con Linus, prefiero antes de desquiciar más a mi Madrina intentarlo con ella. Es una forma de hacer algo juntas, pero también darle ese lugar que suelo arrebatarle por ese afán de querer hacerlo todo sola. Por esa razón es que quedamos en el Lago Negro a esta hora, ya cuando el sol comienza a caer y hay cierta intimidad en los alrededores. 

—Hola Madri—saludo y la abrazo con fuerza. —Ya estoy lista, a ver que puedo descubrir...

Voy comentando mientras tengo el dado delante mío apoyado en el suelo y yo sentada también. Con la varita apunto directamente al objetivo y pronuncio...

—Specialis Revelio—digo en un susurro. 

Y espero a que la magia surja. 

Me sorprendió la persona por la que aquel Gryffindor me preguntó. Al parecer tenía sentimientos muy vengativos y, sin duda, estaba metiéndose en asuntos un tanto delicados. No estaba nada mal para pertenecer a esa casa -Hay muchos que ya no hablan de él. Supongo que quieren creer que murió. Ya que en parte fue lo más probable- desvié la mirada hacia la mesa observando la botella y seguidamente fijé la vista en los ojos de ese chico.

-Pero también he oído historias de su resurgimiento- expresé pasando el dorso de los dedos por la nariz, boca y barba -en un rápido movimiento-, tratando de limpiarme las gotas de alcohol que siempre se quedaban a remolque en esta última - Realmente cuentan muchas cosas y, entre ellas resuenan habladurías acerca de que se haya escondido, reclutando gente con la que armar un ejército para liquidar a todos los magos que han descendido de los que le atacaron _{y creyeron vencer}- arrugué la frente -Pese a que atacaría a cualquiera realmente- comenté haciendo un ligero gesto con la mano –eso sí, dicen que ahora el único motivo que lleva de lema es el de hacer daño y destruir a los famosos apellidos de las casas que supuestamente han seguido, o se han dejado vencer por el legado de los "buenos" de Albus Dumbledore y, como no, del gran Harry Potter. Una excusa más en la que sustentarse.

Acto seguido dejé un breve silencio y, finalmente, sonreí apretando los labios, marcando las facciones de ambos lados de la piel -¿historias? La verdad es que eso ya no lo sé- haber abandonado las filas como mortífago me había relegado a no estar informado de los últimos planes revolucionistas. Y esa era una de las partes menos interesantes de mi renuncia al bando "malo".

Me tomó por sorpresa, pero me alegró en gran manera, que Annelie decidiera confiar en mi para acompañarla mientras examinaba el extraño cubo que había formado parte de su primera prueba. No tardé en reunirme con ella en el Lago, me causaba curiosidad que eligiera esta locación, pareciera que este es un punto ideal para confesiones crepusculares y conversaciones entre dos.

Le devolví el abrazo, antes de situarnos ambas para la realización de su hechizo. Me alejé unos pasos, y mantuve mi varita a la mano, sólo por si acaso, mientras veía como Annelie ejecutaba de forma precisa y asombrosa el encantamiento revelador. Quedaba ver si sería esa la manera de descubrir los secretos escondidos en el interior del cubo.

Rusev se tranquilizó y abrió cuando le preguntó el chico, seguramente uno de sus alumnos. Buzánszky no lo desaprovechó y escuchó sin entrometerse hasta que terminó. La mirada de Altair le señalo cuando llegó el momento.

- Eso es muy interesante y puede explicar lo ocurrido con la joven Rowle. 

Pero no vió la conexión con lo que estaba investigando, con los asesinatos de Muggles padres de magos muggles ni los asesinatos con armas Muggles. La única conexión es su origen licántropo. A pesar de sus distintos objetivos ¿Habría una alianza entre Corina Ferreira y Fenrir?

De una forma u otra, aquella información transcendía su misión y debía comunicarla inmediatamente al departamento de aurores y al Ministro.

- ¿Sabes quién podría darnos alguna pista más sobre Fenrir?- tomó la botella, ya casi vacía, e ipso facto se rellenó sola. Volvió a servir el caso y volvió a rellenarse a tope la botella.

- 

La dificultad inicial de aquel extraño objeto desapareció gracias a la potencia de tu hechizo: el specialis revelio; sí, ese conjuro que ya parecías dominar por los usos que previamente en otras situaciones también habían resultado favorables. Aunque quizás no tanto como aquel, que logró hacer efecto en cuestión de segundos al impactar sobre el objeto.

Ya que quizás fuera porque estaba tu madrina delante, porque tenías mucha fuerza de voluntad o simplemente por el grandísimo potencial que escondías, pero numerosas nebulosas os rodearon, con luces en tonalidades malvas, violetas, azules y pequeñas destelladas blancas en formas tanto de puntos, como de rayas -aparte de las grandísimas manchas en color negro-.

Todas ellas parecían flotar, simulando a nubes de colores que le hablaron en susurros a Anne.

Fue como si el propio interior del cubo saliera hacia afuera, tratando de esconderos. De hecho, dejasteis de ver el lago negro.