Partida Rol por web

BUSCANDO AL SEÑOR BAGGINS

Era una mañana como otra cualquiera en Stoke-On-Trent, Inglaterra. El sol brillaba, oculto en algún lugar del cielo, mientras Buzánszky caminaba por la calle, buscando el número de la calle Wairfax que le habían indicado. Llevaba la gabardina empapada del imperceptible polvillo de lluvia que caía y que tan necesario era para conservar la intensa y frondosa verdor de la campiña británica y los ennegrecidos y enmohecidos ladrillos de sus ciudades. Llegó a la puerta de una casa adosada y llamó a la puerta. Una señora, setentona a simple ojo, le recibió en su bata.

- Buenos días, señora Lindsberg. Espero no molestarla. Me llamo Sándor Buzánszky, del Ministerio, y vengo a ver al señor Baggins, si no es molestia.

-¿De donde dice que viene? ¿Qué ministerio?- preguntó inquisitiva, agudizando la vista tras sus repipis gafitas.

-Ministerio de…Hacienda, señora.

La vieja frunció el entrecejo.

-Señor Bu… señor ¡Yo no debo nada! Esta casa la herede de mi difunto esposo…

-No vengo a verla a usted señora. Estamos al tanto de su… contribución y todo está en regla, no se preocupe. Vengo a ver al señor Baggins.

-Si porque cuando mi marido me dejó la casa, mi hijo Freddy…

-Está todo bien con usted, señora. Insisto que vengo a ver al señor Baggins.

-Eso espero porque, como le digo…

Sándor se armó de paciencia y juró no volver a hacer pasarse por alguien de hacienda. A la enésima vez…

 -El señor Baggins… creo que se marchó, si. Debió salir esta mañana al centro, o a Sheffield, no recuerdo bien…

- Oh… no se preocupe, señora. Cuando vuelva, dígale que el señor Buzánszky ha venido a verle de parte del señor Allan Lawler.

-¡Si, si, claro! Descuide.

Muchas gracias, señora Lindsberg.

Tras cerrar la puerta, el perspicaz agente supo que la vieja estaba ganando tiempo para algo. Todas las viejas son desconfiadas pero las que viven de la especulación, más. Dio una vuelta en redondo a la casa y observó las ventanas. Creyó ver algo de movimiento. Luego, nada.

Tras asegurarse que no podían observarle, abrió la ventana del cuarto del piso de arriba, con un hechizo, y se convirtió  en murciélago para colarse en él discretamente. Descubrió que no había nadie. Había una maleta preparada y algunas cosas personales en la mesilla de noche. Sin sacar la varita, extendió las manos y empezó a conjurar en la puerta repello muggletum y se puso a inspeccionar la habitación. En la maleta había ropa normal, eso parecía, pero Sándor no se dio por satisfecho y observó cuidadosamente a su alrededor. Había un perchero repleto de ropa y con unos zapatos debajo. Apuntó con su varita.

-Señor Stuyvesant. Soy Sándor Buzánszky, del Ministerio de Magia. No me haga estropear la ropa de su bonito perchero, haga el favor…

El perchero, de pronto, se convirtió en un hombre alto y delgaducho.

BUSCANDO AL SR. BAGGINS

-Por favor, no me haga daño. Yo… ¿cómo me ha encontrado?

- Hurgando mucho…- respondió el agente- Necesito hablar con usted y que me cuente por qué desapareció y cambió su identidad por Baggins ¿es que se siente en peligro?

Stuyvesant se limpió el sudor del cogote.

- Es obvio…- reconoció - ¿es usted auror?

- No exactamente, pero trabajo para el ministerio- reconoció, por su parte Buzánszky mientras enseñaba al hombre sus credenciales e, inmediatamente, volvió a acercarse a la puerta y conjuró un nuevo hechizo. Había oído cierto ruido por las escaleras y, aunque la casera no podría acercarse, había olvidado que si podría escuchar que había alguien más. Así que puso enseguida remedio.

- Investigo todo lo relacionado con el mundo muggle- explicó, tomando asiento en la cama y devolviendo toda su atención al hombre- Usted se preguntará que tendrá que ver usted conmigo. Le explico: ¿Conoce usted el caso de Yago Ferreira? Hubieron una serie de asesinatos de muggles perpetuados por magos, por eso estoy dentro de la investigación, y Yago es el principal sospechoso. Pero ser sospechoso no te hace necesariamente culpable y es posible que cierto crimen que se le atribuye no sea precisamente de él. Por eso estoy aquí con usted.

No hubo que explicarle mucho más. Stuyvesant, que era ya un hombre bastante maduro, casi sesentón, volvió a secarse el sudor, esta vez del cuello.

- Supongo que podré fiarme de usted. Si quisiera liquidarme, ya lo habría hecho; y si quisiera sosacarme algo… no se tomaría tan amables molestias- Sándor le respondió con una sonrisa. El viejo continuó.

- Conocía a Yago Ferreira de Hogwarts, pues coincidió con mi hijo allí, además de que conozco a sus padres. No es que fuésemos íntimos ni nada de eso pero, simplemente, le conocía. ¿Quiere una taza de té?

-No, no es necesario Harry… bueno, si ¿por qué no?- se corrigió Buzánszky.

El viejo entonces conjuró un par de tazas y una tetera humeante de la cocina. Sándor gesticuló, sancionador.

-No se preocupe. A esta hora, la señora hace siempre el té y se sienta a ver la reposición de Se ha Escrito Un Crimen. Y como es una vieja…

Sirvió el té.

- Coincidí con Ferreira en aquel congreso de Edinburgo. No hablamos mucho, lo típico entre un par de conocidos entre unos cuentos desconocidos. Además, el iba acompañado de su amigo, un chico también joven, alto y guapo, no recuerdo su nombre.

-Tyler…

-¡Si, ese! ¡Cierto! Pues los dos estuvieron allí y luego se quedaron un rato con los demás, hablando intercambiando impresiones con los ponentes y el resto- dio un sorbo al té y continuó- Se quedaron a cenar y luego se marcharon, sobre las ocho.

Cuando vi todo aquello de la matanza en El Profeta, no me lo podía creer.

-¿Por qué decidió desaparecer hace dos meses?- preguntó Sándor, in fraganti.

- Pocos días antes llamé a un amigo, que conocí en el congreso, y su mujer me dijo que llevaba días desaparecido y no sabía nada de él. Ese mismo día vi en El Profeta que uno de los individuos con los que hablé en el Congreso, junto a Ferreira, había aparecido muerto en su casa. No tuvo relevancia mediática, pues el “caso Ferreira” acaparaba toda la atención- hizo una pausa, visiblemente nervioso, y tomó otro sorbo de té- Un primo mío me llamó, diciéndome que un par de tipos habían preguntado por mí… Ahí decidí que debía largarme. Me ocultéaquí, entre muggles, con otro nombre. Supuse que así sería más seguro, aunque la casera siento que a veces me mira con suspicacia…

A Buzánszky no le extraño, pues era típico entre magos no ser lo suficientemente discretos con su magia, aunque se lo propusieran.

- Es natural que le mire así, si baja usted con su tetera…- acusó al atribulado Stuyvesant- Le ayudaré, pero tendrá que cambiar de domicilio. Si yo le he encontrado, es seguro que otro también podría hacerlo- le dio dinero muggle.

-Pague con esto a la viuda y márchese ahora mismo. Miéntale en su destino y marche a Birmingham. Hospédese en un piso de alquiler en el barrio más mundano y concurrido que haya. Tiene dinero para pasar tres meses. Y , por supuesto, no escriba a nadie. Nos veremos dentro de tres días en la puerta del Ayuntamiento. ¡Y no use magia! Salvo en su propia habitación para protegerse.

- ¡Gracias! ¡muchas gracias!- dijo Harry, mientras se guardaba el dinero muggle, parte de las ganancias de Buzánszky en su época de futbolista profesional y que le permitían moverse y vivir en el mundo muggle.

Sándor se despidió del testigo y volvió a salir por la ventana, convertido en murciélago. El tiempo había mejorado, ya no hacía llovizna, y un hambre atroz le entró. Sin embargo, sabía que en cuestión diminutos volvería a quedarse calado hasta las trancas.

Tras la imposibilidad de encontrar al profesor Von Hoggen en San Valentín, Buzánszky mandó una lechuza para quedar con él al día siguiente, en su despacho. Apareció allí entonces, junto con Altair.

- Buenos días profesor - le estrechó la mano--es un placer volver a verle. 

- Buenas, estimado profesor Buzánszky, y el señor Black, por lo que veo. He recibido su lechuza, y ante todo, lamento no haberle podido atender ayer como debiera haber sido. Espero no haberle causado perjuicio alguno, y ante todo, aquí me tiene a su disposición. 

Ulfric von Hoggen tenía su despacho atestado de libros y artefactos antiguos, que funcionaban o no, no se sabía. Y les ofreció sentarse a ambos en unos sillones en un lateral, con una mesa baja de té, donde había unas tazas. Les preguntó: - ¿Café, té, alguna otra bebida? - Dijo, con la varita preparada para hacerla aparecer.

-Un café estará bien-  pidió Buzánszky mientras se acomodaba.

-¡gracias!- dio un sorbo, antes de entrar en materia.

-Profesor... - comenzó, mientras sacaba y extendía a Ulfric el broche de plata con forma de busto de lobo- encontramos esto en un registro en casa de un licántropo. ¿Tiene alguna idea de lo que significa? ¿Pudiera ser el símbolo de alguna hermandad? 

Ofreció a los invitados lo que deseaban y se lo sirvió, y se acomodó con un té blanco, que le hacía recordar la velada del día anterior. Miró a sus interlocutores, invitándoles a hablar con un gesto amable. 

Lo que le dijo Sándor le asombró. Tomó lo que este le ofrecía, y le dio un par de vueltas. - Interesante, interesante... - Se levantó, y fue hacia una de sus librerías, sacó un libro, y le echó una ojeada. - Aquí debería haber algo sobre el tema... - levantó la cabeza, y los miró a los dos: - Perdonad... a veces me embebo... ¿podéis decirme alguna cosa más del contexto? 

Los animales se han convertido en una inspiración para la creación de joyas porque otorgan a las piezas fuerza, personalidad y rebeldía, entre otros rasgos. No hay ninguno que este excluido, podemos encontrar desde insectos, como arañas, moscas o libélulas, a otros más majestuosos, como son los leones, tigres, pavos reales, osos…

Las figuras de animales las podemos encontrar en cualquier tipo de joya: pulseras, anillos, collares, pendientes, broches… Esta temática no se encierra solo bajo un estilo, sino que encontramos una infinidad de ellos que han caído bajo este hechizo.

A continuación el dedo de Ulfric se deslizó por el significado de varios animales, hasta que…

Lobo: los lobos viven en manadas por lo que son  unos animales que aprecian vivir en grupo y ser leales a él.  Por lo que llevar la figura de un lobo o sentirse vinculado a este animal transmite la idea de tener un gran sentido de la familia, para ellos la familia es lo más importante, como un lobo con su manada. También se identifican con ser leales, no solo a la familia, sino también a sus parejas sentimentales, y para ellos es sumamente importante la fidelidad y ser honestos. Son todo lo contrario a los gatos, tienen un sentimiento muy delimitado de la individualidad. Lo perros se asemejan mucho a estos.

Día 1.

Llevábamos ya algunas semanas revisando a fondo la parte teórica de la transformación en animago. Tal como había visto durante las clases y por los comentarios que me habían hecho Anne y otros profesores respecto a Linus, el Slytherin era un excelente estudiante, muy aplicado cuando tenía algo en mente. Así que decidí para ese día empezar con la parte práctica del aprendizaje. Esperé a que el rubio llegara a mi despacho como llevaba haciendo desde que empezamos con estas clases particulares, y una vez llegó le hice una señal para que me siguiera. No dije nada en el camino, manteniendo mi gesto severo mientras avanzábamos por los pasillos y nos adentrábamos a las mazmorras del castillo. La habitación a la que lo dirigía era la celda donde usualmente Annelie pasaba sus noches cuando se transformaba en licántropo, así que ya estaba bastante familiarizada con ella. Una vez allí, rompí mi silencio.

-Bien, hoy vamos a prescindir de los libros, señor Avery. En vez de eso quiero ver hasta donde podemos avanzar con su transformación.- Descubrí un espejo de cuerpo completo que había preparado para esta actividad. -Es un reto lograr algo así a la primera, por lo que esta vez veremos hasta donde puede cambiar. Concéntrese en el animal en el cual quiere transformarse, en el tamaño, los ojos, el hocico. Mírese en el espejo e intente verse como el animal en el que desea transformarse. Recuerde que esta habilidad podrá asumirla en un principio concentrando la magia en su varita como catalizador. Cuando sea capaz de manejar la magia de su sangre sin la varita, deberá ser capaz de tomar la forma animal a voluntad.- Esperé que me hiciera alguna señal o asentimiento de haber comprendido.

-Muy bien.- Saqué mi varita para poder reaccionar y ayudarlo si veía que las cosas se complicaban. -Cuando guste. Tómese su tiempo, y no se frustre si no logra cambiar nada a la primera.-

Le estaba tremendamente agradecido a Agatha por las “clases extras” que le impartía para ser animago. Sin embargo, tal y como era el muchacho, este agradecimiento no pasó a más de un: Muchas gracias los primeros días. Aunque lo agradecía, no lo exteriorizaba.

Cuando ese día llegó y la profesora únicamente le indicó que la siguiese, él lo hizo, sin preguntas. Si me saca de clase será que hoy haremos algo que no debería llamar la atención de los demás. Cuando llegó a las mazmorras reconoció el lugar, de las descripciones de Anne. No mencionó nada. Esperó a la explicación de Agatha con su habitual cara de seriedad.

Tras ver el espejo y escuchar la explicación el chico asintió, acercándose al espejo y moviendo con cierto nerviosismo sus muñecas.

-Entiendo- Se fijó en su imagen- Porfesora, habíamos hablado de que no tiene por qué ser mi patronus mi animal ¿verdad?- Le gustaba su patronus, le pegaba, era como él, pero… tenía claro que forma quería adoptar en su transformación. Al fin y al cabo el objetivo de todo aquello era poder estar con una persona. Mirando su reflejo sonrió irónicamente. Que pareja más extraña un lobo y un hipogrifo.

-Esta bien, voy a probar.

Se concentró siguiendo las instrucciones. Se concentró en sus ojos, azules, y como cambiaban poco a poco hacia un tono amarillento, casi dorado. Luego sus cabellos, como empezaban a brotar de todos los lugares de su piel e iban perdiendo el color rubio hasta quedarse blancos como la nieve. No le costó asumir la forma en su imaginación (de esto tenía suficiente) de cómo su cuerpo iba cambiando poco a poco.

Su mano aferraba su varita con fuerza. Empezó a moverla ligeramente sintiendo la magia que emanaba de ella. De repente sintió, no solo se imaginó, sintió como verdaderamente empezaban a tensarse y a contraerse sus articulaciones. Esto rompió su concentración. No sabía si había sido una ilusión o no, pero dio un paso hacia atrás instintivamente y miro a Agatha.

-Profesora- estaba algo avergonzado por fallar-  lo tenía, me lo imagine y vi claramente mi forma pero… he notado algo y he perdido la concentración. No me lo esperaba.

Apretó con fuerza la mandíbula, que idiota, había fallado con lo que a ojos del muchacho era una tarea bien fácil.

- Hummmm.... hummmm... - Ulfric leyó en un rato de media docena de libros, algunos con imágenes, incluso móviles, y con diferentes reacciones. de vez en cuando, decía - - interesante, interesante... - Y volvía a embeberse en los libros. Luego de ese rato, agitó la cabeza, como diciendo que ya había mirado suficiente. Miró a sus dos invitados, y les habló: 

- Lamento el haberos desatendido así, pero me da rabia no encontrar nada concreto. Creo que de ese broche en particular no puedo decir nada, pero lo que he visto es que la creación de piezas como esas hace que los animales sean inspiración y transmiten sus capacidades. En concreto, de los lobos, habla de la lealtad, a la manada o grupo, pareja, o incluso amo. Quizás el que llevase el broche fuese alguien con un fuerte vínculo de tipo familiar, puede que de sangre, de creencias... o de situación. - Se encogió de hombros. - No se qué más decirle, así de pronto, amigo. 

Me mantuve atenta al muchacho manteniéndome fuera de su rango de visión, de esta manera podría estudiarlo sin ser una distracción para lo que intentaba hacer, ya que no se trataba de algo sencillo. Por un momento me pareció ver como curvaba su cuerpo hacia adelante, como si buscara una posición cuadrúpeda, pero enseguida pareció retroceder. Volví entonces a acercarme, viendo la decepción en sus ojos.

-Vamos, vamos.- Dije, con tono un tanto maternal. -Ha sido el primer intento. El hecho de que hayas sentido algo, cualquier cosa, ya es un avance. Esta vez, no te enfoques tanto en tomar la forma de inmediato. Conecta con tu forma animal, imagina que se trata de otro ente que tomará posesión de ti mientras te encuentras transformado. Sé consciente de que es la primera vez que estás tomando una forma no humana, y es posible que al principio duela. Con la práctica se te irá haciendo más fácil.-

Lo guié de nuevo hacia el espejo. -Vamos entonces. Concéntrate en la imagen que viste en el espejo. No pienses aún en transformarte, sino en crear esa conexión, esa afinidad, con tu forma animal. No te sobresaltes si sientes que tu cuerpo intenta cambiar, tómalo como que tus músculos y tus huesos intentan adaptarse a la forma que deseas.- Una vez lo vi más calmado, volví a apartarme para darle su espacio.

No le solía hacer efecto que otra persona intentase calmarlo o consolarlo, pero esta vez se dejó hacer. Tenía prisa en intentar dominar aquel poder, quería utilizarlo cuanto antes, y esa prisa jugaba en su contra.

Asintió a las palabras de la profesora mientras volvía a colocarse frente al espejo.

-Gracias- dijo en apenas un susurro mientras intentaba hacer lo que le decía Agatha.

Miró al espejo, su mirada parecía de enfado, como casi siempre, aunque poco distaba esta de la de concentración. ¿Afinidad? ¿Conexión? Eso sí que le iba a costar. Imaginarlo era una cosa pero sentirlo… Suspiró y lo intentó.

Se volvió a imaginar la transformación, eso lo consiguió, bastante fácil. Sintió lo mismo que antes, ese proceso de cambio, sin embargo esta vez se concentró en esa conexión con el animal.

Intentó buscar las semejanzas entre el lobo y él, un sentimiento primitivo quizás o un instinto... verdaderamente no sabía que buscar. Quizás fuese porque el animal al que intentaba evocar no era el correcto, o quizás simplemente era que no podía hacerlo. La cuestión es que no sentía el vínculo. Cabreado por ello decidió cambiar igualmente, forzar esa forma quizás… en realidad no sabía lo que hacía.

Sintió un tirón en la base de la espalda, después como una especie de calambre en el brazo, intentó ocultarlo a la profesora. Debería haber parado y no lo hizo. Miró al espejo volviendo a evocar la imagen. El siguiente pinchazo fue algo más fuerte y  ya no pudo fingir que no lo había sentido. Se inclinó hacia delante y respiró algo agobiado mientras el pelo le caía sobre los ojos.

-No he podido conectar profesora,- dijo girando la cabeza desde detrás de sus mechones rubios- pero he sentido claramente el cambio, aunque algo más brusco de lo que imaginaba.

-De acuerdo, de acuerdo.- Me apresuré a acercarme al ver el gesto de dolor de Linus. Era posible que su mismo cuerpo se estuviera resistiendo al cambio, y mientras más se frustrara más difícil iba a resultar. -Vamos a hacer un alto por unos minutos, ¿vale?- Le ofrecí, haciendo un movimiento con la varita para hacer aparecer una mesa y un par de sillas. Momentos después una tetera y dos tazas aparecían sobre la mesa.

-Siéntate, por favor.- Le indiqué, tomando asiento yo también y sirviendo el té. -Creo que por hoy será mejor que detengamos la parte práctica. Pero a partir de ahora dividiremos las clases en dos: un día será para trabajar la teoría y tu conexión con tu lado animal, y el otro será para enfocarnos en prácticas. Voy a necesitar que te prepares mentalmente antes de cada clase práctica, vacía tu mente de preocupaciones y estrés. Si no lo haces, créeme, no podrás avanzar.- Le advertí.

Removí la taza de té. -Háblame de lo que viste. Descríbelo detalladamente, junto a lo que sentiste; vamos a intentar descifrar por qué te está costando tanto tomar esta forma, ¿está bien?-

Y por el resto de la hora de clases nos enfocamos en el estudio de la forma que quería tomar, esperando así que para la próxima vez que lo intentara se diera un poco mejor.

-Primera clase para la meta de animagia, de Randall-

La responsabilidad me invadía.

Mentiría si dijera que no ensayé delante del espejo el diálogo a exponer. Bueno, eso y que por desgracia entre cada intento volvía a meterme en la cama tapándome la cara. Queriendo desaparecer... Pero eso no lo contaría, nadie lo sabría.

Arreglé un poco las rubias ondas de mi pelo, me puse el uniforme de falda, camisa blanca y, ajustándome la amarilla corbata de mi casa, suspiré. No oía nada, a excepción de la voz interior. Aunque, a decir verdad, en mitad de aquello noté el maullido de tetes, el cual se coló por medio de mis brazos esperando que le hiciera caso.

-¿Por qué? ¿Quién te ha hecho tan adorable a ti?- expresé elevándolo con ambas manos hacia arriba, para poder mirarle su esponjosa barriga. Seguidamente vinieron más halagos. Pero, dejaré ahí el momento azucarado con mi gato.

Tras unos minutos desvié la vista hacia la hora. Era tarde. ¿De verdad? ¿Estaba destinada a ser un desastre en situaciones especiales?

Dejé a mi bebé felino sobre la cama (no sin antes abrazarlo), para finalmente salir corriendo en dirección a la sala (por fin arreglada y habilitada) de menesteres, la que, como apropiadamente cuentan: "cuando aparece, está preparada para las necesidades del buscador".

Con prisa, fui a paso acelerado atravesando cada pasillo, cada escalera en movimiento y, por suerte aún no estaba Randall, al menos en principio, así que me dispuse a entrar para esperarle sentada  con las piernas cruzadas, encima de la mesa que había nada más llegar.

Bien, debe sentir tranquilidad, conectar, me referí balanceando mis pies hacia delante y hacia atrás.

Hasta que de repente, allí estaba, cruzando el umbral. Pudiendo contemplar la oscuridad de la sala, rota escuetamente por las pequeñas franjas de luz que pasaban a través de las ventanas. Varios espejos con enredaderas verdes y algo de vaho se disponían en mitad de la estancia, formando un círculo completo.

La habitación repartía paz, como si se tratase de un ambiente natural y alejado de cualquier persona, ya que había muchísimo color esmeralda miraras donde miraras. De hecho, daba la sensación de formar parte de un aula abandonada, a la que tanto el tiempo como la propia hierba habían marcado con su huella. Esa huella en la que sólo tienes ganas de relajarte y pensar.

-Ho…la- comenté con nervios por los anteriores sucesos del mareo. Cliodna, ni lo menciones -¿Estás listo?

Volviendo a echarse hacia atrás los mechones de pelo asintió.

-Vale- Se sentó en la silla que le ofrecía y sonrió al ver la taza de té. Algo muy típico.

Con una inclinación de cabeza agradeció el té mientras escuchaba con seriedad las palabras de la profesora. Le gustaba la parte de vaciar su mente, siempre había creído que era la mejor manera de avanzar en algo, precisamente por eso había ideado un hechizo que hacía eso mismo. Por otra parte ya no tenía tanto interés en la teoría, el haber empezado la practica y haber fallado le incitaba a volver a intentarlo una y otra vez. Sin embargo ella era la que sabía del tema, por ello no discutió.

-Me vi transformándome. No me costó imaginarme la forma que tendría, entonces pasé a lo siguiente, pensar en cambiar directamente. Me dieron algunos pinchazos y me sentí extraño, por eso perdí la concentración, debería haberlo previsto…- dio un trago acallando sus pensamientos.

-Pensé en transformarme en lobo- sonrió de forma estúpida, Agatha sabría por qué eligió esa forma- pero en realidad no encontré nada específico que me vincule a ese animal, por eso quizás no sentí la conexión- quizás no había encontrado aún aquello que lo vinculase, o quizás es que no existía. El chico era cabezota, si quería hacer del lobo su transformación, lo haría, aunque tardase años.

Día 2.

Habían pasado dos semanas desde el primer intento en la parte práctica de las clases particulares de Linus. Aún no habíamos podido ver un cambio real, pero podía verlo esforzarse con muchas ganas. Sobretodo los días más cercanos a la luna llena. Esta iba a ser nuestra última clase esta semana, ya que a partir del día siguiente tendría que preparar el aula para Annelie.

Para estas clases ya no esperaba a Linus en mi despacho sino que acordamos encontrarnos directamente en la mazmorra. Abrí la puerta en cuanto lo escuché llegar, y descubrí una vez más el espejo. -De acuerdo, señor Avery. Vamos a intentarlo nuevamente. No se fuerce a cambiar hasta que no haya empezado a sentir los primeros pinchazos en sus músculos. Concéntrece primero en lograr conectar con su lobo interior, y en no desconcentrarse por el dolor.- Volví a tomar la varita y me situé fuera de su rango de visión, en silencio, para permitirle concentrarse a sus anchas.

Cuanto más se acercaba la luna llena más se sumía en su tarea de lograr ser animago. Había estado pensando en la conexión que podría tener con el animal que había escogido como su transformación. Había llegado a la conclusión de que no tenía nada en común. Al menos su forma de ser.

Linus había llegado puntual al lugar en el que dentro de poco volvería a estar recluida Anne. Sonrió al escuchar la tarea que le encomendaba Agatha.

-Ya he pensado en lo único que me vincula con el lobo- dijo tranquilo mientras se ponía frente al espejo- pero creo que esto podría funcionar…

Se concentró, lo visualizó claramente, como la vez anterior. Hasta ahí era fácil. Ahora tocaba forjar aquella conexión. Cierto, no tenía nada de su personalidad que lo vinculase con el lobo, su patronus era un hipogrifo… sería por algo. Sin embargo ya había pensado en lo único que lo unía a aquel animal, la misma razón por la que estaba aprendiendo a ser animago era la misma que le llevaba a buscar aquella forma concreta. Aquel lazo era suficiente. 

Sonrió satisfecho al poder forjar aquel vínculo, se veía claramente como un lobo blanco. Aquel pequeño logro le hizo querer ir más allá. No percibió el cambio, por lo que pensó que podría intentarlo con mayor fuerza. Creyó mal y el dolor le hizo caer de rodillas y soltar una maldición.

Aun así cuando miró a Presley desde el suelo sonrió satisfecho.

-He conseguido hacer el vínculo… aunque quizás debería entrenar más mi cuerpo- dijo algo avergonzado porque el dolor le hubiese derrotado.

La respuesta del director me dejo un tanto desanimado, pues sentía que seguíamos con las manos vacías, mientras oos asesibos de mi hermano seguían libres y felices.

Muchas gracias por su tiempo director y se que quizá sea abusar un poco de su buena voluntad, pero, ¿Conocerá usted algún método que nos permita rastrear al propietario del broche o tal vez observarlo a distancia con una bola de cristal? - pregunto de forma educada mientras veo a los dos docentes intentando comprender sus pensamientos.