Partida Rol por web

Este año la corte se celebra en Windsor. Veis que aparte de los vasallos del rey, también se encuentra el pretor Syagrius de Soissond, y el consejero del rey, Merlín el mago.

-Es hora de la venganza. Voy a asaltar y hostigar a esos sajones de los alrededores de Colchester. La mayoría de ellos ahora están desperdigados en bandas y deberíamos ser capaces de matarlos a todos antes incluso de que sepan que estamos allí. Yo conduciré a los caballeros durante el asalto

-El notable e infame rey bárbado Claudas de los francos ha conquistado Soissons, el último puesto avanzado romano en Europa occidental. El buen Pretor Syagrius ha venido a pediros ayuda para recuperar sus tierras. Lo estamos considerando. Por favor, tratadlo con amabilidad y hospitalidad, como si fuera un britano

—¡¿No es terrible lo de Maldon y Colchester?! ¡Mi señora tiene tres primos viviendo con ella ahora! ¡Esos horribles salvajes! ¡Oh, es el fin de Britania! ¡Rezo todos los días para que el Rey Uther los mate a todos!

—Escuchad, queridas, se dice por todas partes. Mi último amante, aquel monje, me contó que los malvados francos son incluso peores. Han invadido el último campamento militar romano en la Galia. Los bárbaros están por todas partes.

—¿Y a quién le sorprende? Desde que la gran ciudad de Roma cayó, todo allí es deprimente. Quizás es el fin del mundo.

—Pero ¿no tenéis miedo de que vengan aquí? ¡Probablemente esos salvajes estén viniendo hacia aquí ahora mismo!

—No hay nada de lo que preocuparse. Cuando estuve en los aposentos del rey, vi que Merlín ha vuelto. En la cocina estaba su plato de comida habitual. Parece demacrado y cansado.

—Bueno, tú también lo parecerías si tuvieras que dormir durante seis meses sin comer. ¡Es como un maldito oso!

 Negué con la cabeza antes de responder:

 - Sir Madoc, con el debido respecto, deberías de tener cuidado como afrontar esta lucha. Ellos pueden evitar el enfrentamiento directo y usar el de guerrillas para hostigaros hasta mermar vuestras fuerzas y morar. Si han demostrado estos sajones es que no carecen de recursos, astucia ni habilidad. Sugiero enviar exploradores que conozcan el terreno y averigüen como están organizadas esas bandas y que tipo de estrategia utilizan. Además, por lo que sabemos, la información que hemos recibido bien podría ser una trampa más.

Sir Floridas asintió e intervino, con una voz grave y segura.

- Mis señores, todos estaremos de acuerdo en acabar con la amenaza sajona. ¡Que no haya duda de que jamás huiré de un enfrentamiento con ellos, ni de que seguiré su liderazgo y el de Sir Roderick! Sin embargo, me gustaría añadir mi humilde perspectiva. Como dice Memnoch, los Sajones han mostrado que no dudan en utilizar estrategias traicioneras que poco tienen que ver con nuestros nobles principios. Quizás debiéramos considerar estrategias alternativas para esta guerra, y no tanto los enfrentamientos frontales tradicionales. Además de enviar exploradores, podríamos atacar posiciones clave en sus rutas de suministros, intentar capturar a líderes importantes, fomentar sus conflictos internos (incluyendo los relacionados con sucesiones), o incluso infiltrar a alguno de nuestros hombres para entender mejor sus planes. En cualquier caso, cuenten conmigo para lo que consideren necesario.

Cuando finalizó, hizo una ligera reverencia y dirigió su mirada hacia el resto de caballeros, intentando leer cómo habían sido percibidas sus palabras. Prestó especial atención a la reacción de Sir Roderick.

Sir Alein entró en el salón, su cara denotaba cansancio, había sido un más que duro invierno y odiaba estar en aquel lugar, aunque a la vez se alegró de ver algunas caras conocidas.

Durante la conversación se mantuvo en silencio, había aprendido por las malas que hablar demasiado equivalía a ser el foco de atención innecesariamente, a los idiotas que se escondían detrás de las sonrisas y los buenos modales de la corte les encantaba retorcer las palabras y buscar problemas en dónde no había. 

Saludo a Sir Ewan con un gesto, sonrío e hizo el mismo gesto a Sir Caerwyn y Sir Forrest, se alegraba de que ambos se encontraran bien y de una pieza.

Aidan no era un maestro de la estrategia, ni un luchador profesional, de hecho su última estratagema en batalla le había costado un señorío por lo que se dedicó a escuchar más que a opinar.

Lady Ealasaid había acudido de nuevo acompañando a su esposo, quedándose con las Damas tal y como acostumbraba, compartiendo rumores, cotilleos, cuchilleos e incluso algunas bromas que hacían que sus mejillas se sonrojasen.

Había saludado a los caballeros conocidos y amigos, así como a aquellos que había visto en la batalla y a aquellos que habían demostrado ser hombre de valía. 

Como los asuntos de estrategias y guerras eran para los hombres, la dama continuó charlando con el resto de mujeres. Aunque le resultaba curiosa la presencia de Memmpch al conocer que no contaba con todo el apoyo del Conde... Y el rostro de Sir Alein era preocupante, aunque no era de extrañar tras lo sufrido hacia tan poco... 

Escuchó a Lady Indeg con calma.

- Mi Señora, debemos confiar en nuestro Señor, en Nuestro Rey, en el Conde y en los caballeros del reino... Ellos, con su valor y destreza protegerán nuestras tierras y reinos de esos salvajes... 

Emitió un ligero suspiro mientras sus mejillas se sonrojaban ante la confesión de Lady Elaine y la tranquilidad con la que hablaba de tener un amante, aunque si tenían en cuenta quién era su esposo y las prácticas de ambos no le extrañaba en absoluto... Lo que no entendía era como Dios lo permitía... 

- Debería ser más discreta Lady Elaine... Debemos guarecernos y protegernos de los bárbaros que asolan nuestras tierras... No quiero ni imaginar qué nos harían a nosotras... 

Miró a Lady Leilani con calma.

- Calmaos Lady Leilani, el fin del mundo aún está lejos... Debemos mostrarnos confiadas y creer en nuestros caballeros, en nuestro Rey y en que Dios nos protegerá... 

Las palabras de Lady Amber hicieron que diera un ligero respingo al sobresaltarse.

- Lady Amber, aquí estamos seguras... Debemos mantener la calma y las formas. ¿Acaso no confiáis en vuestro hermano? Relajaos... 

Cuando escuchó a Lady Kirsty respiró algo aliviada.

- Si él ha regresado podremos estar más calmadas... 

¿En los aposentos del Rey? ¿Qué hacía Lady Kirsty allí?

Sus ojos se voltearon ahora hasta Lady Adwen.

- Lady Adwen, esos modales... No debemos hablar así de quienes son cercanos al Rey... 

Sir Caerwyn había pasado un duro invierno desde que su madre se desposara por tercera vez, llevándose parte de su fortuna y dejándolo a cargo del señorío de Berwick St. James y de su hermana pequeña. Para colmo, ésta había desaparecido poco después en misteriosas circunstancias mientras el caballero tenía que acostumbrarse a vivir con los recuerdos de sus heridas cuando el frío hacía mella en su cuerpo. 

Y, sin embargo, allí estaba él, dispuesto a cumplir con su juramento una vez más, dejando a un lado sus cuitas personales para hacer frente al enemigo invasor que tanto lo hizo sangrar. Macerando un odio que rezaba porque fortaleciera su brazo y no debilitara su mente.

Tras los respectivos saludos de cortesía, donde sonrió cortésmente a Sir Caderyn y asintió ante el gesto de Sir Alein, haciendo especial hincapié en aquellos caballeros que estaban ayudando desinteresadamente en la búsqueda de su hermana; escuchó atentamente a Sir Madoc y al Rey.

Luego sus ojos se posaron en el mago cuando tomó la palabra y en Sir Floridas cuando aportó su punto de vista. Sir Caerwyn se amasó la barbilla, pensativo, reflexionando las palabras de su compañero.

—Entiendo y comparto vuestro punto de vista, Sir Floridas. Y mi propia hoja está sedienta de sangre sajona— dijo el normalmente retraído caballero —, pero hay que ser prudentes y no sacrificar nuestro honor a la ligera, o poco nos distinguiríamos de esos bárbaros invasores— no había reproche en su voz, sólo determinación —. Esperemos, pues, a conocer mejor la estrategia de Nuestro Rey y de nuestro Señor.

Hywell escuchaba con atención desde un extremo de la sala, junto a Sir Aidan. Sentía empatía y un poco de compasión por el caballero; al fin y al cabo ambos habían sido deshonrosamente capturados por los sajones en su anterior batalla, pero por lo que se comentaba, el precio que había tenido que pagar Sir Aidan ara volver con vida a casa había sido muy elevado.

El anuncio del rey le pilló por sorpresa. ¿Prestarían ayuda en las guerras del continente? Seguro que el rey tenía sus motivos, pero no podía evitar pensar que en aquellos momentos se enfrentaban a sus propios problemas en Britania. Por mera cortesía, dedicó una inclinación de cabeza al pretor cuando este fue presentado.

Por otro lado, las palabras de Sir Madoc eran claras. Era lo que había estado esperando, una segunda oportunidad para cobrarse venganza contra los sajones por la afrenta en la última batalla. — Mi espada está a vuestro servicio señor. Es todo un honor que nos lideréis en batalla. — respondió rápidamente. — Esta vez les toca pagar a los sajones, ¿no creéis? — susurró a Sir Aidan para no interrumpir al resto de voces.

Cuando Sir Floridas propuso un cambio en sus estrategias, Hywell se mantuvo al margen. Un puñado de los caballeros que participaron en la batalla de Mearcred Creek habían celebrado una reunión informal para discutir precisamente aquél punto, pero no recordaba que él estuviera entre ellos. En lo personal, no le gustaba emplear ciertas estrategias que le parecían deshonrosas, pero Sir Floridas había presentado sus ideas directamente a Sir Madoc y al Rey, y ahora esperaba expectante sus respuestas.

Tras despedirse de su esposa al llegar, para que esta pudiera compartir con las damas, Edward saludó a sus vecinos y compañeros, dando especial atención a Sir Alein, pues le interesaba saber cómo seguía tras los tristes acontecimientos que tuvo que vivir. 

Poco pudo conversar antes de que, primero el príncipe y luego el rey, se pronunciaran. El gesto alegre con el que había llegado se borró. El ir otro continente a ayudar a un desconocido no le parecía tan buena, sobre todo con la situación con los sajones. La idea de Madoc le atraía más, pero tampoco le convencía del todo. Él creía que si estaban tan dispersos como mencionaba el príncipe no solo se debería llevar a unos hombres, sino a todo el ejército y así dar un golpe final a esos diablos. 

Buscó con la mirada a lady Ealasaid, pues no sabía cómo tomaría ella esas noticias. Sabía que el tiempo de disfrutar junto a su esposa estaba por llegar a su fin y temía el no volver a verla. Antes, al acudir a las batallas no tenía nada que perder, pero ahora si que tenía una razón para intentar regresar. No le quedaba más que resignarse y aprovechar al máximo el tiempo que tuviera con ella antes de que le ordenaran partir.

Una vez recuperado de todos mis problemas de la batalla anterior parece ser que volveríamos a entrar en combate en breve. Estaba motivado. Esta vez  no caería, el tiempo recuperando mis heridas me hizo pensar que habria momentos que tendría que tener más  cautela, no podría atacar siempre sin mirar también mi defensa. Permaneci impasible y en silencio escuchando las posibles órdenes y posibilidad de victoria. En estos momentos estaba ansioso de batalla y de demostrar lo que realmente valía. 

Sir Leomie escuchaba en silencio lo que proponían los britanos sobre cómo lidiar con los sajones. Una vez más se sentía fuera de su terreno, ya que él no tenía mucha idea de batalla o de cómo ir a la guerra, lo suyo era entender cómo tomar la espada y ganar contra un oponente. Tendría que interesarse más por las vicisitudes de la táctica y estrategia o no tendría lugar en esta corte.

Sobre el tema del honor, Leomie era una persona muy descreída sobre el tema, y le parecía que si bien había límites para todo, en general había poco honor en la derrota y la muerte, y estaba dispuesto a intentar algunas de las estrategias que proponía sir Floridas.

Por otro lado, lo que más le interesaba al bretón era guerrear contra los francos, y parecía que por fin había encontrado a alguien que los odiaba tanto como él, pues el pretor Syagrius había perdido tierras contra ellos. Sabía, sin embargo, que todos los caballeros presentes estarían más dispuestos a pelear contra los sajones que en cualquier guerra más allá de la isla, con lo que primero debían lidiar con estos antes de que Leomie pueda formar una alianza para luchar contra los franceses al otro lado del estrecho. Más tarde tendría que hablar con este para ver si podían formar un frente común.