Partida Rol por web

 Los almendrados ojos del mestizo recorrían el salón atentos. Nada destaca aquí. Pensó, mas su pensamiento cambió al ver a Ildyra bailar. ¡Vaya! A pesar de la misión entre manos, el aspirante a Vigilante se permitió observar a su compañera durante más tiempo del estrictamente necesario. Los gráciles movimientos de la chica le recordaron una época en la que el mismo disfrutaba bailar, no es que ya no lo hiciese sino que el entrenamiento le había dado propósito a su danza; ella por otro lado bailaba con libertad y soltura.

 Probablemente hubiese permanecido mirándola hasta que ella se detuviese, pero un sordo sonido le sacó de su estado contemplativo. Giró el rosto a tiempo para ver al noble caer victima de los que sin duda era una bebida contaminada y se apresuró a soltar la copa que aún mantenía en la mamo. Se alegró de no haber bebido de ella. Las caídas, así como los gritos de socorro, se propagaron por el salón como una ola sin control. El semielfo comprendió que debía aprovechar el momento para ocultarse y evaluar la situación. Una rápida mirada reveló dos opciones: las columnas y las mesas.

 Descartó la primera pues sería equivalente a esconderse bajo las faldas de alguien y la única vez que lo había hecho le convirtió en blanco de las burlas de los otros huérfanos, así que se apresuró a refugiarse tras una de las gruesas columnas. En medio del caos y la confusión pudo observar que Ildyra hizo lo mismo, así como otra de sus compañeras se ocultó bajo el mantel de una mesa, aunque no estaba seguro de cual de ellas. Estarán bien, ninguna bebió y saben cuidarse. A pesar de estar convencido de eso, Vicnan siguió intentando ver si les encontraba mientras cuidaba de no revelar su posición a los perpetradores de tan vil traición.

Cuando el grupo se reunió en de nuevo en la Espita Dorada, los clientes apuraban sus bebidas mientras una fatigadas camareras les invitaban a abandonar el local. Algunas trataban de esconder la fatiga tras una sonrisa, pero otras lo mostraban descaradamente llegando incluso a empujar a algún borracho que se resistía a marcharse.

Pronto cerrarían la taberna que hacía funciones de posada. Debian decidir si pasar la noche allí o por el contrario no dormir y seguir investigando todo aquello. Sabían que el establecimiento pronto cerrarían sus puertas y después de aquello no podrían pasar hasta poco después del amanecer.

Alya frunció el entrecejo ante lo que estaba percibiendo, o mejor dicho, lo que no estaba percibiendo. Fantasmas, espectros o criaturas de otro plano, los pensamientos e intenciones seguían teniendo su reflejo en el Astral y ella debía haber percibido los sutiles cambios y flujos que les rodeaban.

Pero sólo sentía silencio proveniente de ellos, incluso cuando empezaron a caer como moscas después del deliberado intento de agresión que su poder debía haber revelado, al ser ellos "invitados" también.

- Tal vez no sean reales, sino decorado y atrezzo para la obsesión del espectro que habite la casa y revive estas escenas. - pensó, sin modo de poder comunicarle a sus compañeros sus sospechas. Era eso, o alguien estaba interfiriendo con el regalo de Iomidae y eso le resultaba más aterrador.

Prefería pensar que era lo primero, porque contra lo segundo no tenía modo de enfrentarse o tomar precauciones en aquel momento. Decidió seguir perdida como tramoyista al igual que sus camaradas, a la expectativa de lo que estaba por llegar, buscando el eco de una mente que no fuera la de ellos en aquel desarrollo; con la mano en el pomo de su mandoble, preparada para el combate.

Nunca la habían acusado de ser alguien sentimental, pero cuando los cuerpos de los de los invitados a la fiesta empezaron a desplomarse por doquier Cylina no pudo evitar pensar «Pobres desgraciados si esto es lo que tienen que revivir una y otra vez, y no ha hecho más que empezar». No debían interferir en los acontecimientos y tampoco es que pudieran hacer nada por aquella gente, pero la curiosidad por saber que habían estado a punto de ingerir le hizo agacharse junto a uno de las víctimas.

En cuclillas como estaba rodo lateralmente para meterse debajo de una mesa cuando vio entrar a los sirvientes, rápidamente echó un vistazo para cerciorarse de que sus compañeros también estuvieran a cubierto. Puede que estar de rodillas bajo una mesa no fuese la más digna de las posturas, pero era un buen escondite y podía ver lo que pasaba en derredor sin exponerse mucho. No sabía que estaba a punto de pasar y ni siquiera tenía claro si todo esto les iba a servir de algo para su misión, pero si estaba segura de que estaban a punto de presenciar una escena dantesca.

Se hacía tarde, las calles estaban cada vez más desiertas y pronto no quedarían a la vista más que los guardias y algún que otro borracho. Habría ladrones y cortabolsas, por supuesto, pero si eran lo suficientemente avispados esos no se dejarían ver. Por su parte, ellos dos caminaban tranquilos, directos a la taberna, prestos a comentar todas las novedades del día y, finalmente, descansar. La tensión acumulada comenzaba a afectar, tenía los hombros cargados y estaba agotado del continuo ir y venir. Dormir les vendría bien para recuperar las fuerza y, de paso, despejar la mente, aclarar ideas.

Llegaron cuando las puertas estaban a punto de ser cerradas. Saludó al entrar con una sonrisa destinada a las camareras, y señaló a Aerin las escaleras, mostrando su intención de ir directos a las habitaciones, dónde podría hablar sin que nadie les molestara. También estaban allí Abelgos y Caidus, aunque no tenía muy claro si iban a pasar también o tenían otros planes. Bueno, esperaba que se unieran, siempre podían escaparse después por alguna ventana.

Los cuatro se reunieron de nuevo en la taberna. Tal y como había ido la noche se podía considerar que era un triunfo. Ahora era el momento de comparar versiones y determinar el siguiente movimiento.

Por el momento, el elfo se acercó a la barra para pedir que subieran algo a su habitación para Abelgos y él, donde pasarían otra noche. Intentó hacerlo lo suficientemente alto como para ser escuchado por los demás. Dejó el dinero, con algo de propina, pidiendo que lo subieran rápido y llamasen antes de entrar. Luego avisó a Abelgos para que subiese cuando quisiese.

Cuando todos los invitados estuvieron atados a las sillas y amordazados, los sirvientes abandonaron la sala en completo silencio. Los invitados, aunque paralizados, emitían sollozos de terror mientras incapaces de moverse, miraban a su alrededor. 

Durante unos instantes observaron expectantes la escena. Quizás debían aprovechar aquellos momentos de calma para abandonar la sala y buscar la puerta que llevará hasta el guardián; sin embargo en el preciso instante en que el se armaban de valor para marcharse, las puertas se abrieron de par de par. El sonido de unos tacones al chocar contra el suelo rompió el silencio de manera rítmica y continua.  

Una mujer ataviada con lujosos ropajes y una máscara de porcelana hizo acto de presencia. Una parte de ellos agradecían que su rostro no se viera, pues con ver las zonas descubiertas de aquella desconocida supieron de inmediato el estado en el que debía encontrarse el resto de su cuerpo. 

—¿Creían de verdad que todo quedaría en el pasado? ¿Qué ignoraría la humillación y el desprecio que recibió mi familia cuando mis padres murieron?—. Las palabras de la mujer, cargadas una de ponzoña en estado puro, resonaban con una resonancia antinatural—. Cien veces os pedimos ayuda mi hermana y yo, y cien veces nos rechazasteis. No os importó que mi hermana muriera de inanición. 

» Durante años he esperado este momento—. Pronunciaba mientras caminaba alrededor de sus invitados—. No importa cuanto me pidas perdón o clemencia, pues cien veces os rechazaré. 

Tras esto la servidumbre regresó a la sala, portando en sus manos afilado cuchillos. Cada uno se colocó al lado de los prisioneros y a una señal de la matriarca, comenzaron a despellejar las manos de sus víctimas y echar sal en sus heridas. Durante todo el proceso oyeron los gritos de dolor a través de las mordazas, algo que poco a poco fue minando el coraje de sus corazones. Pronto llegaría el turno de los infantes aristócratas, algo que provocaba un dolor punzante en sus entrañas. Sabían que todo aquello era un reflejo de lo que una vez fue; sin embargo el sufrimiento seguía estando ahí, una y otra vez.

Parecía que iban a conversar poco, los elfos se dirigían ya  su habitación. bueno, ahora es cuando les decía que se dedicaba al celibato y abandonaba su compañía. Sonrío para sus adentros. Igual sería una broma demasiado pesada. En cualquier caso, no iba a ser un día de dar más vueltas. Su familiar montaría guardia, de hecho, sino no conocía al pequeño cieno.

Lo que si era cierto es que la experiencia había resultado perturbadora. Quizás porque por un momento quería seguir convertida, y aunque sabía que todo era erróneo, dentro de ella había despertado el deseo de conocer al vampiro más a fondo... aunque fuese con una antorcha en la mano.

Ninguno parecía muy dispuesto a reunirse, más bien querían irse a sus habitaciones, cenar y dormir. Mala suerte. A él le importaba una mierda lo que quisieran, no estaban de vacaciones y tenían cosas de las que hablar. Así que esperó a que subieran la cocina a los elfos, y cuando el pasillo quedó desierto, salió para llamar suavemente a las puertas de todos para reunirse. Ya que los orejas picudas tenían vituallas, su cuarto suya pareció la mejor opción.

—Bueno, hay que ponerse al día —dijo cuando estuvieron ya juntos—. ¿Qué hemos descubierto y qué pistas tenemos? Empiezo yo con lo que tengo claro desde mi punto de vista: hay un vampiro poderoso, quien está secuestrando jóvenes de un perfil concreto (pelirrojas) para alimentarse. Tiene diversa gente controlada por la ciudad, que le sirven para hallar a sus víctimas y, de paso, mantenerse fuera del radar. El chupasangre es de familia noble, ya sabemos que casa —sacó el pañuelo y lo dejó en medio—, aunque no sé el nombre, pero es poderosa. Creo que su intención no es solo comer, sino también desestabilizar el gobierno, y por eso esas chicas en concreto. Creo que quiere enfrentar al señor de este lugar con los magos, y en medio escalar él, o uno de sus peones, para alcanzar el poder. Por desgracia no tengo ni idea de como enfrentarnos a él, pero al menos tenemos la forma de entrar: Aerin tiene una invitación. —Asintió—. Bien, ahora vosotros.

La solicitud de Caidus no cayó demasiado bien al tabernero, el cual frunció el ceño de manera pronunciada; sin embargo cuando el arcanista deslizó la propina su semblante se suavizó un poco. Aunque era entrada la noche, el dinero era el dinero, algo bien recibido si uno quería sobrevivir un día más. 

Minutos antes de que el grupo se reuniera de nuevo, una de las camareras subió a la habitación una bandeja con pan, queso, variadas patatas cocidas, una generosa porción de mantequilla y algunas salchichas frías. Tampoco podían pedir mucho dadas las horas que eran. 

Poco después hicieron acto de presencia Aerin y Agatosh, justo en el momento en el que ambos elfos comenzaron a comer. A pesar de que aquella comida era simple e insulsa, cayó en sus estómagos como si de un manjar se tratase. Después de todo llevaban sin dar bocado desde el desayuno.

Caidus ofreció algo de comida a sus compañeros, especialmente al grandullón. Le sorprendía que no hubiesen pedido comida como ellos y luego la hubieran subido. Poco previsores, al menos han entendido la indirecta, pensó. En cualquier caso, escuchó las palabras de Agatosh con interés.

—Buen análisis, Agatosh—empezó diciendo— Veamos, si las seduce, pues parecen ir voluntarias, luego deberá dejarlas alguien por él. Sabemos que tiene gente leal entre la guardia, así que no contamos con ellos. También en la iglesia, pues una mujer que nos iba a ayudar apareció muerta en el cementerio, por lo que también está descartada como posible aliado por el momento. Aunque detecté restos de de nigromancia en su cadáver. Quizás Nalen'Dag, el archimago, pueda ayudarnos con esto.

—Que sean todas parecidas—continuó el elfo— puede suponer que tenga un fetiche personal o que, siguiendo con la idea del posible complot, trate de minar el poder del Señor Atrox Belon, cuya mujer era también pelirroja. Esta información nos puede servir para conseguir el apoyo del Señor, o al menos cesar en su inquina a la torre arcana. Además, sus recursos siempre nos serán de ayuda, si accede. Por suerte, Abelgos y yo esperamos que nos den la invitación para ir a la zona noble.

—En el caso de enfrentarnos con él, os recuerdo sus debilidades [...]. Pero deberemos estar preparados CONTRA él, y su posible ayuda. Dices que tienes una invitación, Aerin. ¿Dónde, cuándo y cómo irás? ¿Alguna petición más que te haya hecho? Podemos prepararle una trampa, si tenemos tiempo.—cogiendo el pañuelo y estudiándolo, concluyó preguntando a Aerin—¿Qué nos puedes contar de tu experiencia con el vampiro?

—Oh, es verdad: vulnerables al sol y al agua bendita. Una estaca en el corazón a veces los mata, a veces los aletarga. Solitarios, aunque pueden tener esclavos ghouls. Pueden convertirse en otros animales y dominar a gente débil. —Repitió todo para si, grabándoselo para no volver a olvidarlo—. Sin embargo, al no ser que puedas conjurar la luz del sol directamente sobre él, solo el agua bendita nos va a servir de mucho; más que nada, no creo que se quede quieto mientras intento acertarle con un palo en el pelo. —Negó.

Además, quería asegurarse; no es que no confiara en el mago, pero prefería una segunda opinión, más experta, que corroborara todo aquello e incluso añadiera información. Su primera idea, sin embargo—. ¿Crees que por haber aparecido muerta en el cementerio la Iglesia ya es aliada del vampiro? Puede que algún sacerdote o novicio, ¿pero los paladines? Esos tíos no serían más rectos si les metieran una pica por el culo. Aún así, es buena idea hablar con el archimago, no solo para eso, también para que nos de más pistas sobre los nobles, rumores, etc. Respecto a hablar con el señor Belon, bueno, supongo que la invitación de Aerin no tiene fecha y hora, podrá usarla cuando quiera, los guardias no preguntarán mucho; yo puedo ir como su guardián, como siempre. Hasta ahora ha funcionado.

—Coincido en lo primero—le respondió el elfo a Agatosh—más información es mayor garantía de éxito. Y aunque yo no puedo convocar la luz del sol, es factible encontrar un pergamino que sí lo haga. De hecho, un buen plan es paralizarlo con ese pergamino y clavarle una estaca que lo inmovilice.

—Respecto a la Iglesia, disiento en parte. No creo que toda esté dominada, pero no conocemos quién sí y quién no. Si la mujer no quiso hablar dentro de la propia catedral es señal de que hay suficiente influencia maligna. Yo no me adentraría en ese cenagal. No todavía.

 Vicnan siempre estaba dispuesto a actuar. Saltaba al combate sin demora y se interponían ante los indefensos sin dudarlo, pero algo parecía mantenerle fijo en su lugar. Tal vez fuese una mórbida curiosidad o un antinatural miedo, él no lo sabía, mas sus pies se negaban a moverse y sus manos a desenvainar la espada.

 De poco le servía recordarse que contemplaba la repetición de hechos pasados que no le afectaban; para él todo ocurría frente a sus ojos y se mostraba incapaz de actuar. Algo que le llenaba de vergüenza.

Ildyra nunca había tenido duda en interponerse entre los desvalidos y los ejecutores y había estado haciendo grandes esfuerzos para no salir, pero cuando le llegó el turno a los infantes no pudo esperar más y salió a enfrentarse a aquella mujer.

-No se cuanto tiempo llevas haciendo esto, pero ¿no crees que ya es tiempo de parar?

Alya dejó ir un suspiro, enfocando su atención en la mujer que parecía ser la macabra "maestra de ceremonias" del drama que tenía ante sus ojos. Si todo era una ilusión, una charada, entonces seguramente ella debía ser el único ente real en escena.

Aquello había debido ser una gran tragedia, si realmente llegó a ocurrir, pero todos los implicados, perpetradora incluida llevaban ya mucho tiempo fallecidos y estaban bajo la jurisdicción de la deidad que creara aquel plano. Se recordó eso con insistencia, al igual que lo hizo con que su misión no tenía nada que ver con la obsesión de aquel espectro en concreto.

Esperaba que los otros Guardianes mantuvieran la cabeza y la sangre fría suficiente como para darse cuenta de aquello. Si no, la situación podía complicarse enormemente. Dedicó un instante, entonces, a escuchar los zumbidos que provenían de las mentes de sus compañeros, intentando leer sus intenciones*.

Si fueran a intervenir, sacaría su mandoble y lo envolvería en la esencia caústica del Astral, para solucionar la batalla lo antes posible. Si no, buscaría un modo de salir de forma discreta e inadvertida, para retomar su búsqueda.

De momento, nada nuevo bajo el sol. bueno, si, que si no les paro los pies tendríamos un problemilla.

- Yo no iría a pedir ayuda precisamente a los Belon, es la insignia de su casa, y me jugaría un dedo del pie a que el tipo que me encontré en el carruaje era el propio jefe de la misma. Digamos que no es un mindundi, recibí algún tipo de ayuda externa al lado de la catedral para vencer su poder que no hemos conseguido identificar, si lo usa otra vez puedo no resistirlo, aunque hay conjuros que protegen durante algunos minutos de la dominación mental. No voy a mentiros, he pasado miedo por unos momentos de lo fuerte que era. La invitación es en principio a cenar, si me demoro demasiado sospechará, pero no tiene por qué ser esta noche, aunque puedo acceder a la zona en cualquier momento, incluso durante el día, aunque si me aproximo demasiado sospechará. Y un detalle importante, el interior del carromato estaba lleno de oscuridad mágica, vamos a necesitar luz mágica si o sí para enfrentarnos a él.

Viendo el aspecto de aquella mujer se diría que había sufrido enormemente y si esos aristócratas eran los culpables, entendía perfectamente que quisiese vengarse. Aunque el método desde luego era muy excesivo, sobre todo si se le iba a aplicar también a los mas jóvenes, aun así no podían ni debían hacer nada por aquellas personas que no eran más que ecos del pasado.

Aunque  estaba atenta a todo cuanto pasaba a su alrededor, Cylina prefirió mirar a otro lado en los momentos más escabrosos, no era muy aprensiva, pero tampoco era tan morbosa como para tomarse aquello como un espectáculo. Entonces al girar la cabeza vio como Ildyra salía de su escondite para dirigirse a la tenebrosa mujer «Mierda» pensó mientras se preparaba para intentar rodear a la mujer si esta atacaba a su compañera.

Las palabras de Aerin formaron un gran y poco habitual sonrisa en Caidus.

—¡Ja! En ese caso, nuestra misión toca a su fin. Al menos por el momento. Se nos pidió  encontrar a los responsables de los asesinatos, para que se pudiera limpiar el nombre del archimago. Todo apunta a Belon, que es el señor de Norul, y eso confirma la vesión que el archimago nos contó. Deberíamos hablar con el archimago para contarle nuestros descubrimientos, y también con Grom. No sabemos si querrá que eliminemos a Belon solos, como parte de la prueba, o no.

—Aerin, tu cita es por la noche, entiendo. Mañana podéis ir vosotros a avisar a Grom y nosotros al archimago, e intentar conseguir unos pergaminos apropiados.

Negó las palabras de Caidus, demasiado impacientes.

—Todo apunta a ello, pero no tenemos pruebas. Necesitamos corroborarlo. Aunque él realmente sea el vampiro, y esté detrás de todo, no estaría demás acercarnos a su casa con la excusa de una conspiración contra él. Puede que nos de alguna pista, incluso que crea que no sospechamos y no se preocupe tanto de nosotros. No está demás intentarlo, ¿no creéis? Además, sería extraño si el Archimago nos consigue una invitación para verle, y de repente nuestro interés se ha esfumado. Como sea, el Colegio de Magia parece nuestro siguiente paso, deberíamos acercarnos mañana temprano. Prefiero intentar que ellos manden recado a tener que ir nosotros, serían varios días de marcha para llevar solo suposiciones.