Partida Rol por web

Abelgos que había estado callado todo este tiempo escuchando, agria el gesto acompañado de un gruñido y por fin toma la palabra.

-Tenemos muchas ideas y todas tienen un obstáculo o dos, a ver...

Nuestra misión es encontrar el problema e informar. Pero tardaríamos mucho en ir al campamento y volver. Podríamos mandar una misiva por correo ordinario y también haber si los magos pueden mandar algo por métodos mágicos.

También tenemos el inconveniente de que no sabemos de quien fiarnos, demasiados secuaces y gente manipulada. Como no queréis ir a por el ghoul le llevo dando vueltas a si existe una poción alquímica de la verdad. -Mira a la alquimista.

Luego hay una cosa que no me queda claro, ¿Sospechamos que Belon es el vampiro? Por que parece que hay una conspiración para socavar su poder y eso no tiene sentido.

Por último y curiosidad, esa oscuridad mágica ¿Funcionaria con alguien como yo? -Sonríe como un lobo y se señala los ojos.

—Puede ser que si, o puede que no. Tu capacidad de ver en la oscuridad no servirá en el caso de que sea un hechizo más poderoso que el habitual. —Lo sabía bien, a él también le ocurría. Por supuesto, era algo que ellos no sabían ni, de momento, debían saber. No era habitual en un humano, lo que les llevaría a sospechar y, eventualmente, descubrir la verdad—. Respecto al guardia, prefiero no ir a por él aún. Si lo hacemos, entonces el vampiro sabrá que vamos tras él, por lo que es. De momento, es importante que no se de cuenta de que conocemos la verdad, que hemos descubierto que hay un chupasangre en la ciudad detrás de las desapariciones.

Eso depende, aunque no fuese un ghoul le debo un masaje en el cara. Puede parecer un trágico accidente. Pero sacarle toda la información a ese granuja, como quien es o donde se encuentra su señor, hacernos pasar por el y actuar antes de que note su desaparición... Solucinaría todos nuestros problemas de golpe.

Pero como queraís, se trabajar en equipo.

—Excepto que a lo mejor el vampiro es capaz de notar su desaparición. O ver a través de sus ojos. O contactar mentalmente. Y entonces, adiós a la sorpresa. A todo. Guárdate la venganza para después, la prioridad es la que es, y si nos precipitamos, no solo no lograremos cazar a esa sanguijuela, sino que seguramente acabemos muertos. Si él se ve en peligro y decide ir a por nosotros, estamos acabados.

Durante una larga hora el variopinto grupo charló sobre la información que conocían y en base a ello trataron de sacar conjeturas. Hablaron sobre posibles planes a realizar, así como sus potenciales peligros. Sin duda aquella misión era cuanto menos complicada.

Mientras tanto fueron devorando la comida, manteniendo a raya el hambre durante unas horas. Les habría gustado comer algo más, pero sabían que la cocina ya estaba cerrada. El tabernero no dudaría en recordar a sus difuntos si ellos se atrevían a pedirle algo.

A pesar de sentir la fatiga cayendo sobre ellos, amenazando con cerrar sus ojos, los aventureros se esforzaron en mantenerse despiertos. Había sido un día duro, pero sabían que el tiempo apremiaba y no acababan de tener un plan de contingencia para llevar todo aquello de la manera más eficiente posible.

Los gritos de agonía de los invitados del lugar, resonaban de una manera particular. Con cada sollozo y súplica ahogada por las mordazas, aquel sufrimiento oprimía cada vez más el corazón de los presentes.

Segundos después, inquisidor y bruja, se encontraron derramando lágrimas y con el labio inferior temblando de manera significativa. Pronto aquel sentimiento fue sustituido por miedo, hasta finalmente comenzar el dolor. Sintieron como la piel de su mano se desgarraba, para después aparecer un dolor punzante y agónico. Con terror observaron como la piel de su mano comenzaba a desquebrajarse, desprenderse y emprender el vuelo como si de simple polvo se tratase.

—Vaya, vaya. ¿Qué tenemos aquí?—. Preguntó aquella entidad mientras Vicnan y Cylina comenzaban a gritar de dolor—. Curioso ver a los vivos en este lugar.

» Vuestra presencia es bien recibida mortales. Gracias a vosotros podré abrir el portal de manera más rápida—. Continuo tras unos instantes de confusión—. No sabéis cuánto os lo agradezco. Estas almas marchitas apenas arañan la celosía, pero vosotros…

A pesar de que sus últimas palabras fueron pronunciadas apenas en un susurro, los mortales allí presentes las oyeron con perfecta claridad. Los matices eran sombríos y ponzoñosos, algo que no auguraba nada bueno en todo aquello. Tras esto comenzó acercarse con rapidez hacia Ildyra, extendiendo su brazo tratando de tocarla.

-Así que tu eres la causante... La paladín no se lo pensó y lanzó un conjuro* mientras adoptava una postura de combate algo particular.

Una vez declaradas las hostilidades ya no había espacio para duda. Miró a aquel espectro vengativo a los ojos y esperó a que su mano llegara a su cuerpo para contraatacar.

Escuchó quejidos de sus compañeros cerca, pero tenía que concentrarse en aquella mujer ahora mismo.

El silencio se había hecho en la habitación, cada uno enfrascado en sus pensamientos, analizando todo lo que sabían, que aunque parecía bastante, no era suficiente todavía. Tras un momento así, dio por acabada aquella reunión.

—Será mejor que nos vayamos a dormir. Tenemos preguntas que necesitan respuesta, así que, si os parece bien, mañana deberíamos ir todos al Colegio de Magia, e intentar resolverlas. Debatid con la almohada la idea de secuestrar a Zoe para interrogarla en relación a la conspiración, y de ir a ver a Atrox con el mismo cuento del complot contra él. Ambas cosas, sin tener que mostrar nuestras cartas, nos darían más pistas sobre el vampiro. También deberíamos visitar la Catedral durante alguna de esas lecturas de las palabras y hazañas de Iomedae, a ver que Belon acude. Y por último, vamos a tener que conseguir acceder al cadáver de una víctima para coger sus huesos y hacer estacas... —Sabía que el riesgo de todo aquello era alto; asintió—. Descansad bien, mañana será un día tan duro como el de hoy. Buenas noches.

Si no había más que decir, y después de despedirse de los elfos, fue hasta la puerta, la cual abrió para dejar paso a Aerin, y salió también, cerrando tras de si.

Abordó a la mujer en el pasillo, antes de que cada uno se fuera a su propio cuarto.

—¿Estás bien? —preguntó directamente—. Todo el tema del vampiro, el intento de subyugar tu mente, ha debido de ser duro. Puedo quedarme en tu habitación esta noche, si quieres. Dormiré en el suelo, tranquila —se apresuró a decir, dejando claro que esta vez no era una de sus bromas ni intentonas por diversión.

El terror y el dolor se habían apoderado de Cylina, pero la parte más racional de su mente sabía que no era cosa de ella, aquella criatura era capaz de enajenar las mentes. Dio un puñetazo al suelo para que su propio dolor alejase al provocado por ese ser y salió de su escondite que ya de nada serbia.

No sabía que podía afectar a ese ser y que no, pero si conseguía retenerla aunque fuse un momento les daría una gran ventaja. Tras hacer unos extraños gestos con sus manos un potente alarido salió de su boca en dirección a la criatura haciendo que todo a su paso vibrase como si de un vendaval se tratara.

 El dolor no era algo nuevo para Vicnan, aunque jamás lo había experimentado de forma tan aterradora. Ver su mano desgarrase sin intervención física resultó perturbador como pocas cosas antes. Solo el ver al ser acercarse a su compañera le permitió salir de su estado enajenado.

 Dando un firme toque a su medallón profirió una plegaria a su diosa. —Incluso en este reino de sombras y muerte, la luz del amanecer emana de los corazones puros.— A pesar del terror y la muerte circundante, él sabía que contaba con la protección de Sarenrae y gustosamente la compartiría con aquellas valientes dispuestas a arriesgase para detener la maldad.

Tras asentir y desear buenas noches a los compañeros, Caidus se cambió de ropa y se tumbó. Jugueteó un rato con su jerbo, al que toda esta situación le estaba alterando más de lo que hubiera deseado, y le dejó algo de comer sobre la mesilla. El animal saltó como un rayo y empezó a comer con ansia. Como animal nocturno, sabía que tardaría mucho en dormirse si se quedaba disfrutando con su acompañante, así que cerró los ojos y durmió, como no, pensando en lo sucedido estos días.

Había mucho que ordenar.

Su mente se afiló como el filo de su espada, únicamente concentrada en el blanco desde el momento en que la sangre de alguien que consideraba un camarada había entrado en su rango de visión.

Su mandoble ya vibraba con la furia de Iomidae, embebida con la ira caústica del Astral, pero aún podía darle más impulso a la canción de pureza que resonaba en el interior del oscuro mineral cristalino que la conformaba. Rebuscó en su mente qué criatura podía ser, resuelta a simplemente considerarla un Espectro si no encontraba una criatura más similar, y dejó que la furia de su diosa recorriese su cuerpo y su arma*; era más importante aquel golpe que juzgar debidamente a la criatura en su potestad de inquisidora.

No dudó un instante y, en el espacio entre dos respiraciones, se movió como una exhalación, cargando contra la enmascarada que no le prestaba la más mínima atención todavía, puso toda la fuerza que aquel engañoso cuerpo suyo ocultaba en su arma. No parecía ser etérea, al menos no en aquel plano, así que también utilizó el retroceso de la energía mental que Iomidae le otorgaba para engrandecer el impacto.

No dije mucho, la verdad es que el cansancio me impedía pensar con claridad, y la exposición era bastante correcta. Agatosh sabía todo... o casi de todo, hay algo que no me termina de cuadrar, pero aún no sé el que. Asiento y me retiro con Agatosh.

Me abordó en el pasillo, la verdad, es que estaba manteniendo el tipo, pero parece que veía algo aún así.

- Me encantaría decirte que bien, pero ¿Qué pasaría si te digo que me siento confusa? Por un lado aterrorizada por la sensación de perderme, por otro lado asqueada con la situación, y una pequeña parte de mí... como una chiquilla deseosa de ser desvirgada. No tengo claro que la próxima vez que le veamos pueda resistirlo sin preparación. Y no sólo eso, no es solo es que me conquiste, sino que me use contra vosotros. Os conozco aunque sea un poco, se de la misión y puedo complicaros mucho la situación... aparte de que no tengo claro que sea un único vampiro. Esa bestias pueden crear vástagos con su sangre, es extraño que sólo hace unos meses no tuviese esos hábitos alimenticios, lo que me lleva a pensar que igual hay dos vampiros, un amo y un sirviente. Si cazamos al amo muy bien, pero si nos descubrimos antes de tiempo... O eso o que nuestro amigo ha cambiado su perfil por alguna razón, quizás al hacerse más fuerte necesita un tipo concreto de sangre, o al revés, o es una señal para el resto de los suyos.

Y si, estoy atemorizada, porque poco a poco, noto una débil influencia en mí.

- En cualquier caso, nuestra misión es encontrar pruebas de quien es el artífice, no deshacernos de él. Preferiría evitar la confrontación directa.

Estaban en un punto muerto y el sueño atenazaba por lo que la conversación quedó ahí, inconclusa y pendiente para la mañana próxima.

Cuando se fue el bárbaro y la semielfa cerró la puerta tras ellos y buscó la manera de bloquearla con un cerrojo si lo había o una cuña. Se quitó algo de ropa y las botas. -Buenas noches- Dijo con un alargado y sonoro bostezo.  Se echó en la cama y quedó dormido casi en el acto, agarrado a su daga.

En eso no había caído. ¿Por qué habían ocurrido de repente las desapariciones? ¿Había habido antes otras, de otro perfil? ¿Acaso evolucionaban los vampiros? Demasiadas preguntas sin respuesta que tendría aclarar al día siguiente. Con suerte, sacarían algo en claro de la visita a la torre arcana. Esperaba que así fuera.

Respecto a todo lo demás, era poco lo que podía decir. Entendía a Aerin, en cierto modo, los nervios, el miedo, el deseo, el desconcierto. Era normal en una situación como aquella, presa de sensaciones contradictorias. En otro aspecto, él también había vivido algo así, durante su transformación. Lo mejor era apaciguar sus temores.

—Tranquila, encontraremos la forma. Y si, es verdad, no tenemos porque ocuparnos de él, pero si lo hacemos, habremos ayudado a la gente de esta ciudad. —Negó—. Aún así, no les debemos nada, si vemos las cosas muy negras, nos limitaremos a cumplir nuestra misión y nada más. Te prometo que te mantendré a salvo, no dejaré que ese monstruo te atrape y te desangre. —Sonrió a la mujer—. Venga, vamos a dormir.

Con los gritos estridentes y agónicos de los espectros torturados cruelmente en la no vida. A pesar de que sentían el dolor de todos ellos, especialmente Vicnan y Cylina, no se dejaron vencer y salieron de sus improvisados escondrijos. Pronto el grupo se posicionó dispuesto a poner fin a todo aquello. 

Ildyra se colocó frente a su enemigo en una postura más parecida a un baile que una postura marcial. A pesar de ello sus movimientos fueron rápidos y hermosos, pero no lo suficiente. La mujer de rasgos cadavéricos amago con su mano izquierda, para posteriormente tocarla con su mano derecha. Cuando la tocó con sus dedos, sintió un frío gélido manar de ellos, extendiéndose por su costado como una enfermedad. 

Mientras tanto Cylina lanzó un alarido silencioso que distorsionó parcialmente su entorno hasta llegar a su objetivo. Cuando su ataque lo golpeó, no lo aturdió como en otras ocasiones sí había hecho, pero pudo observar con claridad como su máscara de porcelana comenzaba a agrietarse. 

Por su parte Vicnan clamó el poder de la luz alrededor de su compañera, una acción inteligente, pues otorgaría un poder ofensivo adicional a su compañera en el combate cuerpo a cuerpo. Durante esos preciados segundos observó al adversario, nunca había visto algo similar, pero si se encontraba en el plano astral y su cuerpo presentaba un aspecto cadavérico, sin duda debió ser un no muerto. Si lograran romper la careta que ocultaba sus rasgos, quizás podría identificarla. 

En último lugar, Alya, sirvienta de Iomedae cargo con fiereza contra aquel no muerto. Su golpe fue demoledor, impactando de lleno en el pecho de la criatura con un tajo de arriba abajo. El impacto no cortó su cuerpo, sino que se oyó como el filo de su arma golpeaba contra una superficie dura y sólida.

La expresión en el rostro de Alya seguía tan ausente como estaban acostumbrados, pero en su fuero interno, la psiónica se sentía completamente abrumada por la situación. Si aquel golpe había sido incapaz de tocar a la criatura, nada de lo que ella pudiera hacer en combate iba a servir de nada.

Simplemente estaba fuera de lo posible para ella. Dispersó el poder de Iomidae de su arma ante aquella realización para no malgastar el recurso, y aunque mantuvo una pose atenta a la batalla, en su fuero interno sabía que su espada no sería de utilidad en ese combate*.

- Vicnan, la campana. Ahora. - Urgió a su compañero, antes de comenzar a murmurar una plegaria entre sus labios, sin perder de vista a su oponente. Una luz sanadora se concentró entre sus dedos, que utilizó para sanar al susodicho tras dar un paso para ubicarse a su lado, para intentar facilitar todo lo posible que usara el objeto en cuestión.

Después, usándolo como muleta psíquica, utilizó su presencia para fortalecer su mente de nuevo, recuperando el foco mental necesario para algunos de sus dones.

 ¿No pueden callarse? Aunque el joven semielfo lamentaba lo ocurrido a las víctimas, eso no evitaba que desease dejaran de lamentarse.

 Vio como la luz de Sarenrae envolvió Ildyra y supo que disponía aún de algunos segundos antes de que se disipase, por lo que llevó su mano al cinto y extrajo la campana siguiendo las palabras de Alya. En cuanto el objeto estuvo en su palma lo sacudió mientras desenvainaba su cimitarra y avanzaba para rodear a la criatura enmascarada. Una vez estuvo en posición, blandió su cimitarra contra ella.