JURAMENTO

Días después los aspirantes llegaron al campamento donde informaron a sus respectivos superiores, los cuales les instaron a escribir un exhaustivo informe explicando todo lo acontecido. En aquel momento Lancerot se encontraba a varios kilómetros de allí, de modo que la única manera de hacerle llegar aquella información era a través de una ave mensajera o un emisario.

Con el informe escrito y enviado, no quedaba otra mas que esperar las siguientes ordenes. Mientras tanto les fueron asignadas unas tiendas de campaña ya montadas para que pudieran descansar de la larga caminata. Aunque debían compartirlas con un compañero, agradecían un lugar en el que poder dormir resguardados de las inclemencias del tiempo.

Sus cuerpos les gritaban de manera insistente un largo descanso en el que poder renovar fuerzas; sin embargo antes debían atender necesidades mas inmediatas. Después de encender una fogata de cálidas llamas y traer un cuenco de humeante estomago para cada uno, el grupo de diez personas se sentó alrededor de la hoguera y comenzó a comer en silencio.

Había sida una misión dura, pero todos los presentes la habían superado o eso creían. Si todo había salido como ellos creían, serian nombrados como miembros de pleno derecho de la organización de los Vigilantes, pronunciarían el juramento y recibirían su merecido broche de la hermandad.

Mercer vio a los recién llegados de las misiones con añoranza. Se los veían tan imponentes, dignos y orgullosos. No podía esperar a ser él quien llegara triunfante de una misión para finalmente poder jurar como un hermano de pleno derecho. Para él ese sería el mayor honor de su vida, sabía que pronto llegaría su momento, pero no podía evitar desear que el tiempo pasara más rápido para que ya llegue. Por eso procuraba mantener su mente ocupada siempre que podía, ya sea entrenando o cumpliendo las distintas labores que le asignaban en el campamento.  

Esa noche le habían encargado montar las tiendas de campaña, labor tediosa pero sencilla y que no le tomó demasiado tiempo. Es más, le tomó el suficiente para poder deslizarse hacia una de las fogatas donde estaban algunos de esos valientes que habían cumplido con éxito el desafío que les habían puesto como requisito para jurar. ¿Qué mejor lugar para escuchar historias de aventuras y batallas que una fogata? Así que con su cuenco se sentó y comenzó a comer en silencio. No quería ser él quien tomara la primera palabra, pues estaba allí para escuchar más que para hablar. 

Blathor había pasado el día acarreando cosas, por suerte su recia constitución le permitía cargar más peso que un mulo, y seguramente con el mismo mal temperamento, su brazos como troncos le permitían llevar una tienda completa en cada brazo sin mayor problema. Una vez montadas lo mismo se paso clavando las piquetas, es posible que se quedaran clavadas como una ofrenda a la tierra, pero eso sería problema del que durmiera allí.

Enseguida llegaron los demás aventureros del grupo, los que se habían probado para ser miembros de los vigilantes, ojala hubiera podido ir, estaba deseando soltar todo lo que tenía dentro, la rabia primigenia y el deseo de transformarse en algo fuerte y rápido.

- ¡Saludos compañeros, que nuevas traéis! Venís todos y eso es bueno.- su voz tronaba como para hablar con alguien que estaba a varias millas de distancia, pero a la vez tenía un tono bastante cálido, pero daba la impresión de poder ser bastante intimidante si quería.

Abelgos fue de los último en sentarse en torno al calor de fogata, le tocó salir a cazar en el bosque junto con el otros exploradores para que mañana hubiese algo sólido en la sopa aparte de hortalizas. El conejo es una carne que con el tiempo le encuentras el encanto.

Se sentó donde pudo, se retiró la capucha dejando ver sus rasgos ladinos, su cabello gris ceniza recogido en un coleta sencilla y una sus inquietantes ojos rojos. Se llevó la mano a la cara y a pesar de la magia curativa aun le quedan vestigios de dolor por la tortura que recibió. Cogió con una mano el cuenco de comida y se imaginó que era la cabeza de aquel bastardo y una sonrisa pícara se le dibujó en los labios. 

Luego de eso siguió comiendo en silencio un poco mas hasta que, como la vez anterior que estuvieron reunidos en torno a la fogata, fue de los primeros en romper el silencio y hablar a todos.

-Saludos a ti tambien.  ¿Nuevas? Necesito quinientas cincuenta piezas de oro para mejorar mi material. ¿Alquién quiere hacerle un favor a un hermano? O quizá haya un prestamista entre los reunidos.

De una ubicación no muy distinta a la de Abelgos, y con un botín muy similar, apareció Alya con su característico rostro inexpresivo pero con inequívocas señas de cansancio en él. Aunque su capa podía cubrir las necesidades inmediatas con menos esfuerzos, simplemente había días que té áspero y galletas no eran suficiente para calmar el apetito; aparte, era casi segunda naturaleza a aquellas alturas.

La menuda mujer se dejó caer pesadamente junto a la hoguera con un suspiro cansado, antes de hacer una pasada con su mirada incómodamente penetrante por todos los presentes. - Esto será muy ruidoso. - dijo para sí, en voz baja.

- ¿Nuevas? - se preguntó en voz alta por un momento, preguntando qué de todo lo que habían vivido en su misión era novedoso. - Si os asignan supervisión en una prueba, es muy posible que os toque intervenir. El plano de los muertos es deprimente y hay una amenaza seria proveniente de allí suelta. - dijo con la sutileza de un golpe de martillo en la cara.

- "Quien le presta dinero a un camarada, pierde el dinero y al camarada." - respondió quedamente a Abelgos con su voz fría, sin darle ningún matiz diferente a ese, mientras empezaba a preparar la presa para hacerse un caldo reconstituyente.

- Pero la luz divina del sol puede penetrar incluso el reino de las sombras - masculló Vicnan, incorporándose al grupo. No parecía decirlo con convicción.

Y luego miró al hombretón, el druida enorme como un oso: - La ciudad de Mesh´Ran yace en silencio ahora, sus habitantes devorados por un horror sin nombre. No siento que haya sido una victoria, pero sí, volvimos todos, y eso es bueno -

No pretendía ser una bravata, pero ya lo había dicho y confiaba que el grandote lo entendiera.

Cylina no pudo evitar sonreír antes la ironía, menos mal que nadie habia dicho buenas nuevas. —Pues nuevas sí que hay, buenas... —. Su estado de ánimo era similar al de sus compañeros, habían cumplido la misión, pero sin duda había sido una derrota.

—Hemos salido de la tierra de los muertos para encontrarnos una ciudad muerta, ya te digo que oro no es precisamente los que nos hemos encontrado por el camino—. Dijo sin levantar si quiera la cabeza mientras se calentaba las manos en la hoguera.

 - ¿Joder Mercer, donde has quedado el alcohol? ¡Esta gente esta más triste que un pan seco! Si la misión es dura, mejor es volver vivo.- miro en dirección a Abelgos - quinientas cin..cuenta..- sin disimulo contó los dedos callosos que casi parecían de piedra - tengo suficiente pero quiero ahorrar para que un mago me de garras mágicas y poder cortar mejor cuando sea un animal entero. Seguro que ganas monedas rápido.

Me quedo apartada en el claro, pensando. El comentario del druida me saca de mis pensamientos- ¿Ese? Gasta en una noche más que tu y yo en todo un año, te lo puedo asegurar. Para que te hagas una idea, casi fallamos la misión porque el muy glotón quería comer queso... Aunque a mi gusto está a medias, a ver si volvemos y podemos darle de palos a ese chupasangre. Ahí si que dejaré al elfo delante - lanzo una risilla maliciosa.

La vuelta, si cabe, fue más penosa que la ida; al comienzo de aquella misión, siendo todos desconocidos, rostros que apenas se habían cruzado por los campamentos y que no habían intercambiado más de tres palabras antes de aquello, al menos habían tenido la esperanza de ser parte de la Hermandad, el nerviosismo pero también el anhelo de tener éxito en su primera tarea y convertirse en Vigilantes de pleno derecho; al acabar, regresaban siendo compañeros, hermanos, pero también habiendo fracasado. Eso, al menos, pensaba Agatosh en realidad, aunque su actitud ufana y orgullosa saliera a relucir de nuevo poco después, y nadie lo hubiera dicho. Incluso si le daban el broche, incluso si les nombraban lo que tanto ansiaban, él sabía que a lo suyo no podía llamarse victoria, todavía no; si algo ansiaba, era que les volvieran a enviar a la ciudad, poder regresar a terminar con el vampiro y todos sus aliados, cumplir sus promesas. Solo entonces estaría listo para pasar página y seguir adelante, continuar su camino.

Al regresar al campamento les estaban esperando, ya fuera porque había recibido algún mensaje mágico o, más sencillamente, porque los exploradores hacía rato que habían informado de que se aproximaban. El suyo no era el único grupo que regresaba, y pronto estuvieron reunidos una gran cantidad de pretendientes, esperando que les dijeran algo. Caras cansadas, hablaban poco y aguardaban con impaciencia una orden, la que fuera. Tras un rato, solo les dijeron que descansaran.

Aunque mucho se fueron directos a sus tiendas, el gran guerrero, espada a la espalda, si se acercó a la fogata en la que poco a poco, como un goteo, se iban reuniendo varios aventureros. El silencio se rompió con palabras además del crepitar de las llamas, y la conversación comenzó a fluir, aunque en un tono sombrío que le recordó sus propios fracasos. Si, parecía que nadie había salido indemne de su cometido, no espiritualmente.

—No podemos decir que nos haya ido tan mal, pero si no hacemos algo el resultado puede ser igual, o peor —sentenció sin cortarse tampoco. Entre los allí reunidos no parecían reunir un ápice de sutileza, y seguramente ni todos juntos podrían embellecer lo ocurrido. Aerin era la única que parecía verle la gracia a algo de lo ocurrido, pero él estaba claro que no—. Si, habéis oído bien. Un maldito chupasangre gobierna Norul, moviendo además los hilos del Colegio Arcano y la Guardia; nadie se opone a él, y quienes podían enfrentarlo han salido por patas —gruñó, hosco—. Parece que no hay noticias amables esta noche.

- ¿Un chupasangres? - Aquello hizo que alzara la cabeza con interés, mirando significativamente a los miembros de su propio grupo que ya estaban en torno a aquella hoguera. - Es posible que esté relacionado con nuestro incidente entonces. - dijo sin ninguna inflexión en su voz. - Al menos, el cabecilla que conseguimos encontrar estaba haciendo alguna clase de ritual con sangre de uno.

Mercer escuchó con atención los diferentes relatos mientras disfrutaba del calor que tanto el fuego, como la comida le proporcionaba. Al sentarse allí se había imaginado historias de gloria, grandes batallas y vidas salvadas. Historias de héroes. Pero al parecer la realidad era otra, era una mucho más dura y sobre todo cruel.  —En eso tienes razón Balthor, regresar con vida no es algo menor. Las cosas siempre pueden estar peor, así que ánimo.— Se aventuró a decir, fiel a su filosofía de vivir el presente y encontrar dicha en donde se pueda, pues muchas veces algo malo luego parecía bueno cuando la situación cambiaba. Eso sí, sus expectativas respecto a su primera misión se tornaban menos alegres. Era mejor estar preparado mentalmente para una situación como la que describían ellos. Aunque no por eso perdería el poco optimismo -si a eso se le podía llamar optimismo- que le quedaba. —Ya vendrán noches mejores. No lo duden.— Dicho eso sacó una bolsa que tenía amarrada al cinto y miró al que antes había mencionado que le faltaba dinero para mejorar su material.  —Yo te los doy. Pero antes, me gustaría conocer tu nombre. De donde vengo no se hace regalos a desconocidos. — Añadió con una sonrisa amistosa. El dinero era una trivialidad para Mercer, pasó tantos años tratando de sobrevivir que aprendió a vivir con lo necesario. Si 550 piezas de oro eran lo que un hermano necesitaba, pues se lo daría sin problema. Todavía le faltaba hacer el juramento, pero ya se sentía uno más de la hermandad. 

Alya es la primera en responder con una frase hecha o proverbio, acepta de buen grado su negativa pero le respondo con tono neutro. -Espero pues, que en tu lecho de muerte, dentro de muchos muchos años seas rica en dinero y camaradas.

-Otros ignoran la petición por lo que lo tomo como una negativa simple, doy un sorbo a su cuenco mientras hablan de sus propios asuntos y aquel bárbaro o druida (no lo tenía nada claro) que no recuerdo haber visto nunca responde con un casi.
-Agradezco el gesto de todos modos, puedo pedir dinero pero no que te antepongas mis necesidades a la tuyas.

En eso que salta Aerin con su comentario jocoso y permanezco un largo instante mirándola, tratando de ver que hay detrás de la chanza. -Puede ser que mi dinero no dure mucho dentro de la faltriquera, pero no dilapido, invierto. Pago mis deudas incluso con interés si fuese correcto y necesario. Y si, confieso humildemente ante todos mi gusto por el queso. ¿Y si ahora hablamos sobre tu libertinaje y que casi fallamos la misión por solo estar pensando en violar a tus hermanos? -Sonrio , alzo mi cuenco a modo de saludo y brindis a la semielfa para luego quedarme mirando a la fogata dando el intercambio de puñaladas zanjado

Mercer interviene poco después, o así creo que se llama. -Me llamo Abelgos, que en infracomún puede significar el agradecido o el que se perdió a si mismo. Según la entonación. Agradezco el gesto y contraigo una deuda aparte de devolverte lo prestado en cuanto pueda.

Vicnan sonrió ante los roces de Abelgos y Aerin. Al principio no se sentía cómodo entre tanta gente diferente. Su vida en el templo era más predecible, pero en el campo las cosas eran mucho más desordenadas. De cualquier manera empezó a disfrutar de la compañía de tan dispares individuos. 

"Así debe ser como funciona una familia", pensó.

Dio un sorbo de su jarra de agua. Prefería evitar el vino, en respeto a sus creencias. Todavía se sentía abatido por el desenlace  de su última misión, pero poco a poco mejoraba su humor. 

Alzó su cuenco a modo de brindis, agradeciendo las palabras de Abelgos aunque sentía que su voz interior tenía sentimientos encontrados al respecto. Era algo que había aprendido por las malas; apreciar la forma y el contenido, ignorar los matices que ella inevitablemente sentía.

Diplomacia, lo llamaban algunos.

Viendo que Vicnan daba un sorbo de vino en ese momento, decidió arrojarlo, metafóricamente, a las llamas de la conversación. Un poco de humor haría bien a todos los reunidos - ¿Ah si? - Enarcó una ceja, mirando alternativamente a Aerin y a Abelgos. - Entonces se llevará muy bien con Vicnan. De acuerdo con Ildyra, cuando me uní a la prueba como refuerzo, estaba en pleno proceso de construcción de un harén. - terminó con una sonrisa, antes de empezar a atacar su comida. Lo que podía hacer funcionar la broma era que, por su tono natural de voz, nada indicaba a primera vista que estuviera bromeando.

Vicnan siguió la broma, pero no pudo evitar sonrojarse.

- No conseguí un harem, pero al menos formé una hermosa familia - Saludó a Cylina con su jarra - con una bella esposa y dos hijas encantadoras... - y dedicando la última frase a Alya, concluyó: - aunque tal vez la menor merezca una zurra por impertinente... - 

El rubor en su rostro no disminuyó, claramente no estaba acostumbrado a charlas así. 

¿Me lo parece a mi o sois familia?  -Pregunté con cierto interés a Vicnan.

Entornando los ojos mientras negaba con la cabeza Cylina no pudo evitar pensar «Casi lo prefería cuando era un soso mojigato».

—Efectivamente, te lo parece a ti—. Respondió a Abelgos con sequedad, después con tono sarcástico se dirigió a Vicnan. —Y tú no te vengas arriba, solo estuvimos casados en la muerte hasta que la vida nos separase.

- ¿En qué quedamos, entonces? ¿Eres un reformado hombre de familia o pretendes darme unos azotes? - Dijo con media sonrisa provocativa que no llegó a extenderse a su voz. - Unos pocos días, y ya revierte a sus antiguas sendas. No me extraña que el matrimonio se quedara en el otro lado del portal.

Hizo un teatral suspiro, decepcionada.

Puede que no fueran familia, pero al menos no la trataban como un bicho raro. Aquello era una mejora respecto al tratamiento que Alya estaba acostumbrada a recibir.

- Disculpad mis modales. No estoy demasiado acostumbrada a estar en grupos así. Mi nombre es Alya Grimhailer.

Miró al elfo entrecerrando los ojos - Te recuerdo que cuando era ratona fui yo quien te dije que como volvieses con otro gestito sexual te haría algo ¿Comer gusanos? Así que no te inventes nada estúpido. además, aún no has pagado los costes de la curación, las varitas no se recargan solas, no tengas tanto morro de ir pidiendo dinero prestado.

Lanzó una pequeña carcajada poco despues- Lo siento por el resto que escucháis la discusión, pero este tipo nunca aprende. Para que voy a negarlo, estoy aburrida y unas pocas pullas ayudan a entrar en calor. Aerin Mauar a vuestro servicio.