Partida Rol por web

Alya alzó un poco el mentón pensativa. Por un lado, le hubiera gustado hacer más por ayudar a la niña que tenerla presente en sus oraciones, pero por su forma de ser, dudaba que fuera a servir de consuelo alguno a una persona traumatizada; Ildyra era mejor opción. Por otro lado, y por ello no había puesto ningún reparo al plan, creía que Vicnan había obrado correctamente al primero intentar localizar a los atacantes y salir del lugar con la información para la organización que buscar un puñado de inocentes con destino incierto.

El peligro podía cambiar de escala por completo si se arriesgaban a que la información no llegara por una misión de rescate apresurada.

- Puede que me equivoque, Ildyra, pero yo no creo que fueran los primeros en caer. - dijo al cabo de un instante. Su razonamiento era que, según sus propias palabras, ellos debían mantener la conexión con el plano material para que pudieran regresar, y ahí estaban. Y aunque la salida no tuviera nada que ver con ellos, el lugar por el que entraron estaba a cierta distancia. Seguramente pudieran ver lo que ocurrió e intentarían pedir ayuda. No dudaba que fueran de los que se quedaban a luchar, pero algo capaz de tomar la aldea como lo hizo, no era algo que dos personas pudieran detener en solitario. Pero no puso nada de esto en palabras.

- Es pronto para perder la esperanza en supervivientes. - Añadió, incómoda, tras un segundo de pausa, cayendo en la cuenta que no podían escuchar su segunda voz.

Luego miró a Agatosh y una sonrisa se pintó en su rostro. - Por supuesto, estaré encantada de enseñar la grandeza de Iomidae a cualquiera dispuesto a abrir su corazón a mi diosa.

Alucino con mi últimos compañeros, debo ser el único que no le interesa las artes arcanas y ellos, aprovechando con avidez cualquier momento para aprender mágia".

Bebí generosamente de la cerveza apurando casi la mitad de un solo sorbo y me quedé mirando a todos uno por uno. "Nunca había un bardo cuando lo necesitas" 

-Por cierto. Agatosh, creo que te gané la apuesta sobre que nos encomendarían en la misión. Tuvimos que colarnos en el cuartel. También apostaste que el elfo (Caidus) no lo lograría. No se si eso cuenta como doble apuesta. 

Apuro la cerveza y me quedo mirando el fondo, como si pudiese encontrarme a mi mismo en el fondo y dudo si tomarme otra y emborracharme o ser prudente. Opto por la prudencia. Carráspeo y alzo los brazos para llamar la atención de todos.

Reto cualquiera a que cuente un chiste mejor de los que se avecinan.

Oye, ¿De qué murió tu tío?
De fumar.
¿De fumar? ¿Qué pasó? ¿Tuvo toses?
No, le pidió fuego a un dragón rojo.

Están dos esqueletos y uno le dice al otro:
-Oye, ¿y tu por que eres un no-muerto?
-Nada que un mago me resucitó. ¿Y tú?
-Anorexia.

Unos orcos invaden una ciudad y saquean el castillo capturando a la princesa.
La cargan a hombros y entre gritos van subiendo a una torre...
La vamos a violar...La vamos a violar...La vamos a violar...
Cuando llegan arriba la arrojan desde lo alto de la torre y se dicen entre ellos:
-Mira como viola.

¿Cual es la raza mas insatisfecha sexualmente?
Las elfas. ¿Por que te crees que hay tantos semielfos?

¿De que murió tu tio?
-De un aliento.
-¿De que? Dragón rojo, hidra, gorgona...
-De enano.

Un gnomo entra en una barbería y le pregunta el barbero:
-¿Le corto las patillas?
- ¡Si hombre! ¿Y entonces con que ando, con los cojoncillos?

Enarcó una ceja mirando a Alya y tentado estuvo de hacer algún comentario malsonante y vulgar al respecto, pero se limitó a encogerse de hombros y realizar un ademán con la mano.

—Puede que más adelante —dijo sin ningún compromiso. Las artes clericales y divinas no le interesaban demasiado, lo suyo era más la experimentación arcana, a su modo¹. Iomedae no querría, ni seguramente podría, ayudar a alguien como él.

Luego miró a Abelgos con el ceño fruncido, pensativo—. No recuerdo ninguna apuesta².

El drow sonrió de medio lado y él entrecerró los ojos, pero no siguió la conversación, que en seguida se desvió hacia un tema de lo más peculiar. Con cada chiste, su rostro se fue tornando sonriente y, para el último, rio abiertamente. No habría esperado jamás que aquél tipo sucinto y sombrío tuviera una vena cómica, pero resultó agradable escucharle. Agatosh no se sabía ninguno, y tampoco solía ser muy gracioso, así que se limitó a esperar a ver si alguno más tomaba el relevo.

Vicnan bajó su guardia mental, trató de olvidar por un momento sus responsabilidades, aflojó su tensión lo más que pudo... pero no pudo encontrar el humor.

- Lo siento Abelgos - le dijo - no conozco ningún chiste. Pero recordaré los tuyos para otra ocasión -

"Tal vez sea la falta de vino" pensó. 

La tienda de archimago destacaba sobre las demás por sus grandes dimensiones y su color escarlata. Cuando Caidus atravesó el umbral de la estructura encontró que el interior era varias veces más grande, sin duda los poderes arcanos de aquel semielfo eran extraordinarios. 

En el interior encontró al capitán y a Nalen´Dag sentados cerca de una chimenea mientras mantenían una conversación. Al ver entrar al elfo guardaron silencio y lo saludaron con una inclinación de cabeza. 

—Buenos días Maese Caidus— saludó el archimago con voz calmada—. Me temo que no puedo tomarte como pupilo al menos por el momento. Debido a las circunstancias tuve que unirme a la Hermandad de los Vigilantes, por ello solo puedo instruir a miembros de la organización. 

» A pesar de ello puedo ofrecerte algunos pergaminos para que amplíes tus conocimientos— continuó poco después levantando parcialmente el ánimo decaído del elfo—. Por otra parte, cuando os informen si habéis superado la prueba y realicéis el juramento serás mi primer discípulo en este lugar. 

Tras unos segundos de preguntas Nalen´dag regresó con varios pergaminos en los cuales se encontraban inscritos conjuros desconocidos para el arcanista. 

Solo puedo instruir a miembros de la organización.

Las palabras del archimago sonaron en la mente de Caidus igual que la campana de la tómbola en las insalubres ferias a las que había asistido. Su motivación para entrar en la Hermandad era devolver la tranquilidad al lugar para poder dedicarse a sus estudios, pero la posibilidad de compartir grupo con el archimago superaba sus espectativas iniciales. Miró a Nalen'Dag, aún sosteniendo los pergaminos, a Marcus y otra vez al mago.

—Sin duda, es una motivación extraordinaria para lograr ser parte de la Hermandad, Archimago.—entonces el elfo miró los pergaminos e hizo un gesto dubitativo de recogerlos, no seguro de si era un regalo o no—Eh, ¿cuánto... qué... qué quiere por ellos?

Caidus enarcó las cejas aburrido al oír la grandeza de Iomedae. Sus poderes eran evidentes, pero el adoctrinamiento era ridículo en muchos de sus aspectos. Debía ser el peaje para contar con el favor de los dioses, a falta del talento natural y del trabajo sobre el estudio. Luego posó sus ojos en Agatosh.

—Me importa. No enseñaré mi libro de hechizos abiertamente.—dijo con rotundidad—No podría entenderlo todo el mundo. Tampoco quiero revelar todo lo que sé. Seguro que lo entiendes, Agatosh. Pero un intercambio de conocimientos, como dije, sí puede ser útil. Mañana, a la tarde, si quieres hablamos en mi tienda.—calló un momento mientras devolvía la atención a su jerbo—Ah, y sí perdiste las 2 apuestas. Abelgos, me debes una parte de las ganancias.

Ni Agatosh ni Caidus pusieron sus pensamientos en palabras con respecto a su oferta. No obstante, cuando los ojos de la joven se clavaron primero en uno y luego en otro, al notar la tensión y la dureza que anidaba en aquella mirada que parecía taladrar mucho más allá de lo que ojos mortales deberían ver, los dos tuvieron la más que leve sospecha que la muchacha sabía exactamente lo que se les había cruzado por la cabeza.

Alya dejó correr el tema, no obstante. Había aprendido hacía mucho tiempo y de mala manera lo que tomar la justicia de su deidad por su mano de forma imprudente implicaba. Mientras sirvieran su propósito y la misma causa que ella, le daba igual qué credo creyeran estar siguiendo.

Así que la muchacha respiró profundo y siguió comiendo su cuenco, en silencio. La comida sabía bastante peor por tener que actuar con diplomacia en aquellas circunstancias, pero tragos más amargos había pasado.

Tampoco encontró gracia en los chistes, pero aquello dudaba que tuviera relación. Nunca lo había hecho, la segunda voz siempre destripaba la gracia antes de que se contara.

Un gnomo entra en una barbería y le pregunta el barbero:
-¿Le corto las patillas?
- ¡Si hombre! ¿Y entonces con que ando, con los cojoncillos?

Balthor rio tan estrepitosamente, que parece que iba caerse de culo, pero por suerte se repuso con un asomo de lagrimas en los ojos.

 - Esos enanos, son tremendos, duros como piedras para los pequeños que son, buenos compañeros.- luego escucho cosas sobre apuestas o libros de hechizos - libros para magia, el día que falle el libro falla la magia, por suerte un druida lleva sus trucos siempre encima. En un segundo se transformo en un gato gris, bien grandecito, y se puso junto al fuego - esto es comodidad- por suerte su anillo le permitía ser entendido por todos.

Tras recapacitar un momento en las palabras de Abelgos que Caidus secundaba, entrecerró lo ojos y, al recordar, sonrió de medio lado, irónico.

—Creo que la misión que nos encomendaron era encontrar a los artífices de unas desapariciones, nada que ver con lo que dijimos, aunque por surte hayamos tenido algo de eso por el camino —respondió, cruzándose de brazo y pasando la atención por completo al mago—. Respecto a lo otro, ahí estaré, aunque no creo que puedas aprender demasiado de mi. Demasiado... Intricado —dijo eligiendo una palabra que, esperaba, no le ofendiera. El problema es que era más fácil convertir un hechizo en una fórmula, que viceversa, especialmente para alguien sin conocimientos alquímicos avanzados.

La conversación no dio para mucho más cuando el enorme humano vestido apenas con pieles decidió hacer una demostración de habilidades, transformándose en un musculado felino. No era la primera noticia que tenía acerca de los druidas y las posibilidades que su unión con la naturaleza ofrecía, pero verlo de cerca resultó igualmente sorprendente.

—Una capacidad muy útil —dijo Agatosh, mirando con la cabeza ladeada, pensando en si aquél vínculo con el medio natural también le haría sentir aversión al estar cerca de él, como ocurría con la mayoría de animales. 

Mercer negó entretenido al escuchar el peculiar humor de Abelgos. Sus bromas eran tan malas que hasta causaban risa por eso. Un tipo de una personalidad extraña, sin duda, pero comenzaba a agradarle. La noche estaba yendo mejor de lo que esperaba cuando se animó a compartir el fuego y la comida con ese grupo. Al principio tan solo esperaba escuchar historias de como fueron las misiones de ellos, pero ahora quería conocer más a cada uno de ellos. Quizás empezaba a sentirse parte de la hermandad como nunca antes. Hasta este momento de hermandad Mercer solo había experimentado el nombre, pero no lo que significada de verdad. Le complacía darse cuenta que el nombre no era al azar. 

Cuando mencionaron las apuestas y la supuesta deuda de Abelgos, Mercer ya más en confianza, se animó a participar. —Veo que he puesto mi dinero en las mejores manos.— Bromeó. Se permitió reír tras su comentario, pero su risa fue cortada por la transformación de Balthor. —Joder Balthor, ya van varias y sigo sin acostumbrarme.— No era la primera vez que el grandulón hacía eso, ya en algunas ocasiones mientras compartían alguna tarea o descansaban lo vio hacerlo. Pero siempre se sorprendía igual. Para un hombre venido de abajo como él, la magia siempre sería algo extraordinario. 

Creo que después de lo vivido no volveré a ver a los gatos con los mismos ojos, vaya, se me erizan los vigotes.

Nos habría venido bien un gato en nuestra última misión, la verdad, en la parte en la que tuvimos que infiltrarnos sin ser vistos. Hubo un gato que podría haber sido un problema. Lo hubieras cortejado en la despensa, Balthor. 

Pronto las chanzas quedaron atrás cuando dieron el último bocado del estofado y apuraron sus bebidas. Aunque estaban cansados no querían marcharse a dormir, al menos no todavía. De modo que con humor sombrío los allí reunidos comenzaron a compartir lo ocurrido durante sus misiones. 

Abelgos e Ildyra fueron los elegidos para relatar lo acontecido, siendo interrumpidos en ciertas ocasiones por puntualizaciones realizadas por sus compañeros. Sin duda los acontecimientos de la ciudad de Norul y Mesh´Ran debían de tener algún tipo de relación. No solo un vampiro era la pieza central de los males que habían acosado a unos pobres inocentes, sino la aparición de un vial que contenía una sangre embriagadora para los sentidos.

Miró la forma felina de Balthor al escuchar el comentario de Abelgos. - Si miras el lado positivo, es mejor que flirtear con una espectro corpóreo como me tocó a mí. La música de piano fue hermosa de todos modos. - dejó ir un suspiro satisfecho, apartando el cuenco vacío de su cena a un lado.

- Parece que mi intuición estaba en lo cierto. Ambos sucesos parecen guardar relación; si se trata del mismo chupasangres o de algún otro aliado con él quien proporciona su sangre para esto... Es algo que todavía no sabemos. - Frunciendo el entrecejo al pensar en criaturas como aquella y sus aliados moviéndose a sus anchas por el templo de su deidad. Aquello le resultaba repulsivo a un nivel primario que no había sentido en mucho tiempo... Desde que tuvo que escapar de su templo, para ser precisos.

¿Que sabemos de la sangre contenida en los viales? -Miro a los alquimistas y magos.  ¿Es la sangre del vampiro? tiene que tener una utilidad quiero decir si no no lo tendrían consigo.

Restó importancia a lo ocurrido en el cuartel con un ademán—. El gato nunca fue un problema. —Miró a Balthor y sonrió—. Ningún animal lo es cuando estoy cerca.

La conversación siguió un rato, pero al final, inevitablemente, fue encaminándose de nuevo a lo sucedido durante las misiones. La narración de los hechos acabó por ofrecer valiosa información, y un nexo de unión entre ambas misiones; algo estaba ocurriendo en el mundo a gran escala, y tan solo habían dado con la punta del iceberg. ¿Cuántas otras amenazas estarían surgiendo en otros lugares? ¿Y qué mal estaría detrás de todo eso? Lo que tenía claro es que debían volver a Norul y acabar con Belon. Tal vez allí encontraran respuestas.

—Tendría que inspeccionarlo más, pero a juzgar por el relato de Ildyra, creo que gracias a ella resucitó nuestro ghooul después de degollarle mientras dormía. Así que si, diría que es sangre de vampiro, aunque puede no de Atrox, si no de una criatura más antigua y peligrosa.

Arrugué la nariz ante la respuesta.

-¿Como salimos de dudas? No me gustan los "creo"  ¿Que puede pasar si bebo un poco o la mitad? -Sería ya la segunda vez que bebo un liquido misterioso públicamente sin reparar en los riesgos, quizá debería hacerme mirar ese mal hábito.

- Abelgos, recomiendo que te contengas - mencionó Vicnan. - vimos a un nigromante completamente fuera de sí tras probar un sorbo de ese frasco. Puede que los efectos inmediatos sean agradables, pero sospecho que estarás condenando tu mente y tu alma al hacerlo. No vale la pena -

El semielfo cruzó sus dedos debajo del mentón. El fuego de la fogata se reflejó en sus ojos.

- Lo que me preocupa es cómo seguimos a partir de ahora. Hay un pueblo completamente vacío, y un vampiro, o tal vez más, agazapado en otro. Cuando salimos de Mhes’Ran los barcos no estaban en el puerto, estoy seguro que quien esté detrás de todo esto ahora tiene un pequeño ejército de no-muertos viajando por barco hacia quién sabe dónde -

- ¿Alguien sabe si la Hermandad tiene pensado hacer algo al respecto? -

Se encogió de hombros—. Investigando. Así es siempre. Un mago debería analizar el aura mágica que desprende, y un alquimista, yo mismo, pero puedo ayudar a Aerin también, tendría que analizar sus componentes con precaución. Después optaría por alguna prueba en algún animal vivo y otra en uno muerto, a ver que efectos tiene en ellos. Mañana podemos encargarnos de ello.

Miró a Vicnan. Un ejército de no-muertos no era una cosa agradable, pero daba igual, pues sabían por donde empezar. Suponía que la Hermandad decidiría lo mismo.

—Imagino que nos mandarán de nuevo a Norul, a todos, en grupos distintos para no llamar tanto la atención. Posiblemente los que ya hemos sido vistos allí tendremos que ir disfrazados y tirar de subterfugio, lo suficiente para llegar hasta el nuevo archimago y acabar con él. Los demás tendrán que buscar la manera de acercarse a Atrox Belon. Eso haría yo.

Al día siguiente Caidus no concedió ninguna visita. Entre su charla con el archimago y su estudio de nuevos conjuros, no dispuso de tiempo para atender a nadie. Tampoco es que supiera si alguien había ido a verle, pues había 'quitado' la puerta con el viejo truco de remendar, haciendo que esta fuera parte de la propia tienda, y los tapones de cera que usaba le protegían de los mundanos ruidos.

Pero al día siguiente, recordó la conversación en la lumbre. Usando uno de los nuevos conjuros que había aprendido mandó un mensaje a Agatosh en forma de susurro mezclado con la brisa del lugar. En seguida llegó a donde descansaba habitualmente el alquimista, donde se quedó pausado hasta que apareció el receptor esperado y se activó. 

—Agatosh, soy Caidus. Te espero en mi tienda.

OFFTOPIC: como entiendo que vienes, continúo. Si no vienes, borro y te lo pierdes xD

Cuando el compañero llegó, Caidus hizo un gesto con la mano, pidiendo que esperase unos instantes mientras terminaba de escribir sobre un pergamino.

—Puedo mostrarte algunos conjuros de mi libro y, como dije anteayer inscribir algún pergamino. Dime qué buscas y te ayudaré o te lo facilitaré hasta donde mi conocimiento abarque.—El tiempo era oro, y Caidus no lo iba a perder en presentaciones, pero antes de que el misterioso alquimista respondiese, el elfo clavó los ojos en él y le preguntó con curiosidad académica—Ahora, veamos hasta dónde quieres compartir. ¿Qué eres? ¿Todo es alquimia en ti, o hay algo más? ¿Qué es ese algo más? ¿Puedes controlarlo a voluntad? ¿Cómo aunaste ese poder u obtuviste tu condición? ¿Las pociones te las creas tú mismo? ¿Qué pue...?

Demasiadas preguntas. Déjale respirar, pensó Caidus. Entonces extendió la mano con la palma hacia arriba. 

—Mientras decides qué contar, puedes dejarme el vial para estudiarlo con atención.