Partida Rol por web

El poder se hace más intenso y parece extenderse por toda la habitación. Como si emitieses un aura casi física eres capaz de notar cada uno de los objetos de la salita sin mirarlos siquiera. Tu mano tiembla levemente al sujetar ese trozo de tablilla de piedra. Cuando la sacas a la luz te parece un cuarto de alguna pieza tallada mayor. Es plana y gruesa, como una tablilla de oración del camino por los ancestros, pero hay unos kanjis que desconoces totalmente.

Tus sentidos parecen agudizarse: eres consciente del miedo de las mujeres que están en la segunda planta junto a Natsuki, tensando los arcos, de su sudor recorriendo unos rostros sucios. Consciente del corazón acelerado por una sensación cálida y reconfortante que sale de la samurai-ko Escorpión en contraposición de su actitud calmada y fría, seguramente amor. Consciente de los pasos de los lobos, que apenas dejan huellas al sur de la torre, la manada avanza y uno de ellos se relame el hocico ensangrentado después de haber derribado a dentelladas a uno de los niños exploradores que envió Ryu-san. Consciente de cada uno del medio centenar de guerreros que bajan de las colinas para acabar con vosotros, llenos de pensamientos de odio y confianza. Consciente de un hombre grande, con una abundante melena teñida de rubio, que avanza con un Voluntad tan indomable como el Jigoku* e igualmente maligna.

Yugure absorbe la sensación, incluso habiéndole intentado poner diques. No, el poder ha arrasado esos diques, y la ha inundado. No ha sido algo optativo, la ha arrollado, cual avalancha imparable.

Pero ese poder, el que ha temido, es ahora parte de ella. La colma, la traspasa, henchidas por él cada una de sus fibras.

Y sabe. Siente. Más allá de ella, más allá de lo físico, de lo material. Los Kami están en ella, no es necesario preguntarles. Cada ser, cada alma, todo a su alrededor le contacta, le habla.

La tablilla, o la parte del todo que tiene entre sus manos, ha de contener tal magia que ella misma la transmite.

No tiene tiempo, ni siquiera lo medita, no espera: Con la tablilla aferrada sale en busca de los suyos. Usará su poder, debe frenar a esa oscura cabellera clara, debe salvar a los inocentes, y ella puede hacerlo....

Yugure sale de la habitación del incienso, y de los aposentos del Daimyo con un objeto en la mano. Su rostro está completamente distinto a su expresión habitual. Es un rostro de alguien que rezuma conocimiento, percepción.

-¡Lo he encontrado!

Sus ojos de mirada relampagueante buscan, buscan entre otras miradas. Tantean los espíritus, las intenciones...

Yugure baja corriendo con un fragmento de una tablilla en la mano. Algo parece haber cambiado en ella, sus ojos brillan con fuerza, su mirada es penetrante y su porte parece el de una emperatriz. Parece casi etérea unos instantes y al instante siguiente es poderosamente física, como lo sería un huracán.

Sin daros cuenta tenéis la necesidad de inclinaros y reverenciarla. Irradia un poder casi palpable.

Cuando Yugure-sama baja por las escaleras las mujeres y los niños, dispuestos para la muerte se vuelven a mirarla, y tras unos segundos, de su rostro desaparece el miedo. No parecen entender qué se ha encontrado pero en sus sucias caras se dibujan lágrimas de alegría y muestran melladas y sinceras sonrisas. La sensación de victoria se extiende como la pimienta gaijin* entre la gente y también a vosotros. Podéis vencer, Yugure-sama es la portadora de la victoria.

A pesar de que los aullidos ya están peligrosamente cercanos, y los arqueros del enemigo comienzan a lanzar los primeros disparos para medir el alcance, una esperanza os inunda.

Notas que el poder emana de la tablilla se remueve e intenta mezclarse con tu voluntad, empapar tu ser con su esencia. La tablilla parece encerrar algo y ese algo es muy poderoso y está empezando a controlarte desde dentro. No dejas de tener la sensación de que con ese poder la victoria es vuestra. Que puedes salir fuera y salvar a todas las personas que ahora te miran llenas de esperanza. Pero te tienes que dejar llevar por esa fuerza viviente que se esconde en la tablilla.

No sabes si podrás resistirte a ese poder, ahora que está entrelazándose con tu voluntad, pero de ser capaz, sin su ayuda, sabes que tenéis muy escasas posibilidades.

Por un momento el tiempo se detiene mientras Yugure-sama parece tener un debate interior. Los enemigos trepando el pie de la colina parecen detener su paso, los lobos parecen contener sus aullidos, las lágrimas de los campesinos congelarse en sus mejillas, y vosotros contenéis el aliento. Incluso el viento parece detenerse. Sólo hay dos figuras a las que parece afectar el tiempo. Una es Yugure-sama, con sus ojos cerrados, sintiendo, moviéndose sus globos oculares por debajo de los párpados frenéticamente. La otra es quien dirige el ejército enemigo. Una impresionante figura de gran melena rubia, como la de un león, con una túnica roja y verde que deja intuir el cuerpo que bien podría pertenecer a un bushi Cangrejo. El viento ondea su cabello, como una hoguera, y su presencia de pronto se extiende como una oleada de terror, luchando contra la esperanza que ha traído Yugure.

El trozo de tablilla se ilumina en la mano pálida de la joven Yugure y ésta parece, por unos instante, más alta, como si rozase el techo de la primera planta de la torre. Un alarido de furia surge de la garganta del cabecilla de vuestros enemigos, como el rugido de un león que ha recibido un duro golpe.

El grito se prolonga, y con cada segundo que dura, relámpagos como yaris resplandecientes caen del cielo sacudiendo los mismos cimientos de la torre. Y la batalla comienza. Alguien grita "Fuego en los tejados". Las flechas golpean las robustas paredes. Con una determinación silenciosa bushis comienzan a trepar por la colina. Una bola de fuego impacta en una de las ventanas donde estaban apostadas dos mujeres como arqueras. Sus figuras envueltas en llamas se retuercen unos segundos antes de caer al suelo en un amasijo maloliente. Tamori responde con más fuego desde una de las troneras, sus ojos envueltos en chispas ardientes.

La presencia de Yugure os hace sentir que, sin entenderlo, habéis ganado un asalto inicial, que algo tiene que ver con el sello, pero que no os ha dado la batalla.

Aceptas el poder que se esconde en la tablilla, logrando canalizarlo para que no te subyugue, aunque no sabes cuanto tiempo lo podrás dominar. El enemigo lo ha adivinado y de ahí su rabia y su miedo. Te teme y por eso ataca.

Una sensación de ser invulnerable recorre las fibras de tu cuerpo, como si las tornase en el mismo metal de tu katana, y a la vez tan ligera como su filo.

Poder. Poder en cada fibra de su ser, y no sólo eso, más allá. Yugure se siente invadida por una fuerza tal que apenas respira.

Su naturaleza se resiste, el alma de Yugure se resiste. Una mariposa no quiere, no puede volar enjaulada, tampoco ella, por mucho que esa jaula vuele en manos de un dios. Pero, al mismo tiempo en que consigue domeñar esa fuerza que la arrolla, es consciente de que sin ella nunca vencerán, la matanza será un hecho, los inocentes caerán y algo en su interior le proclama a gritos que el mal vencerá.

Debe usar ese poder, aún sintiéndolo maligno, aún sintiendo sus tentáculos adentrarse en su voluntad, acechantes, múltiples. Usarlo, y no dejar que la domine. ¿Podrá hacerlo...?

Una lágrima asoma por su párpado, muy abierto, mientras toma la decisión. Sacrificio, voluntad.

Su mirada se dirige al cielo, mientras ordena con su mente que la lluvia descargue. Que apague los fuegos de la torre, y sólo esos, que cree obstáculos. Que la tormenta se haga su aliada, que los Kami creen barricadas y trincheras. Ordena que los rayos hieran al enemigo, que el viento los ciegue, que el sonido de los truenos los apabulle. Que el miedo los invada, que se conviertan en harapos incapaces de luchar.

Ordena que una telaraña se teja alrededor de la bushi escorpión, que la inmovilice y la enmudezca en una crisálida compacta.

Y levanta su katana, gritando, respondiendo al grito escuchado, alarido contra alarido.

Y corre, como correría Amaterasu, dispuesta a matar y a morir, al encuentro del hombre que encabeza al enemigo.

Mientras Natsuki se ocupa de los lobos que suben por la ladera este yo desafío a las tropas enemigas que suben por el camino, a la distancia adecuada comenzaremos a lanzar los troncos apilados y a disparar contra el enemigo, intentando acabar con los shugenjas.

Natsuki ha esperado a que las flechas enemigas llegasen a la torre. No ha permitido ni un disparo a sus arqueros hasta que fuese el otro bando el que midiese las distancias para ahorrar munición. Ahora lo siente por las dos mujeres, pero no hay tiempo para lamentarse. Redistribuye a sus arqueros y da la orden de disparar.

-Uteeeeee!-

Él mismo, tras dirigir a la mayoría de sus arqueros contra los lobos, la se acoda en una ventana contraria y busca con sus propias flechas la cabeza del líder de los mismos. De no identificarlo, se volvería para acabar con tantos shugenjas como pudiera.

Emiko está con un grupo de campesionos vigilando las escaleras para evitar que nadie tome la torre. Ordena a los campesinos que tomen posiciones de ventaja frente a los enemigos que consigan alcanzar la torre y reza una plegaria a las fortunas para salir del combate con la victoria de su parte.

Yugure-sama parece alzar una plegaria hacia los cielos mientras la tablilla que sostiene en sus gráciles dedos revienta en una explosión de polvo. De pronto una luz rojiza empieza a manar justo de las nubes que se arremolinan sobre la torre y comienza a llover, dificultando la subida a los atacantes y apagando los fuegos. La luz rojiza, parecida al atardecer pero que sale directamente de encima de la torre, tiñe de un color sanguinolento la nieve. Los relámpagos siguen azotando y cayendo, pero más descontrolados y erráticos, en un vórtice de muerte.

Mientras que todos mantienen sus posiciones, Yugure-sama sale por la puerta, con un impresionante salto sortea todos los escalones, en un corto vuelo en el que por unos instantes parece estar suspendida en el aire, con las mangas de su kimono revoloteando salvajes por el viento. En ese mismo momento un shugenja enemigo descuida su posición adelántandose para lanzar una inmensa bola de fuego contra otra tronera. Justo en ese instante los troncos lanzados por Ryu-san caen en el momento preciso y golpean a los primeros valientes, y uno de ellos, con un extraño rebote en una roca cae directamente con uno de los extremos justo en la cabeza de ese shugenja, golpeándole contra el suelo rocoso con un crujido horrendo. La bola de fuego hace temblar la torre y produce que ceda una viga del techo que cae de improviso sobre Miyako-san, con un desagradable sonido de huesos rotos. Y sin embargo ella no grita, su entereza es tal. Toji-sama corre a su lado y en un gesto que os sorprende toma su mano con amor y con un sortilegio se concentra en calmar el dolor de su amada para después intentar, desesperado, retirar la enorme viga de madera. Los deseos de Yugure se realizan, pero teñidos de sangre.

Pero ahora se enfrenta a un rival demasiado peligroso para ser ignorado. Desciende como un torbellino sesgando la vida de todo aquel que se cruza en su camino con ligereza, belleza incluso, pero de manera sangrienta.

Ryu-san mantiene bien disciplinadas a las mujeres y niños, logrando que el ataque frontal sea retrasado a pesar de la gran inferioridad numérica y de entrenamiento. Los pocos que llegan a la puerta son derribados por el peligroso filo de Emiko-san.

Natsuki-san hace llover flechas sobre los lobos, pero el líder de ellos, el gran lobo, es elusivo e inteligente, y a pesar de sufrir bajas, consigue hacer ascender a su numerosa manada por la colina y están cercanos de alcanzar los costados de piedra de la torre.

El imponente líder se cubre, con una orden, con una capa de fuego y, alzando tres trozos de tablillas entre sus enormes manos las hace añicos, liberando una nueva oleada de poder.

-Mi nombre es Chuda Donjai, y soy el heredero del alma que fue encerrada en estas tablillas, mi ancestro del cual llevo su nombre, pequeña Asahina. Mío será su poder cuando acabe contigo. Y con este poder, las tierras Dragón sentirán nuestro mordisco.

Desenvaina un no-dachi, un espadón enorme, como si se tratase de una katana ligera, y se abalanza sobre Yugure-sama con un rugido que sacude las mismas montañas.

Una oleada de fuego envuelve a la pequeña bushi, que parece desaparecer por unos momentos por la sombra de las llamas, pero su luz resplandece cuando los filos se encuentran y un trueno surge del choque. Una impresionante batalla comienza entre ambos, intercambiando golpes que rasgan el cielo y hacen saltar llamas y luz.

Un shugenja se destaca entre los pocos que aún quedan, las flechas nunca le alcanzan, ni a él ni a los bushis que con él están subiendo el camino. Dos docenas de armas entrenadas en dar muerte. El joven en cuestión se parece al daimyo y a Toji-sama, por lo que debe tratarse de Fuhiro-sama, el hijo mediano del daimyo. Cuando están cerca de alcanzar la puerta la samurai-ko exhala su último suspiro en brazos de Toji-sama. Éste deposita un beso en su frente, se permite una lágrima en la mejilla cargada de angustia y se levanta mientras Emiko-san y los centinelas de la puerta intentan inutilmente evitar la entrada de los bushis en la torre. Volando por encima de Emiko-san cae entre los guerreros, justo frente a su hermano, relámpagos en sus ojos y en sus manos. Golpea con sus manos enfundadas en rayos a su hermano en el pecho con un sonido que rasga vuestros tímpanos. Lejos de estar acabado el hermano coge la sangre que le brota del pecho y del labio y pronuncia unas palabras corruptas. Toji-sama se agarra la cabeza como si le fuese a explotar y sus oídos y ojos comienzan a emanar sangre. En una grotesca escena de coraje salta de nuevo sobre su hermano, cargado con el relámpago. Ambos se enzarzan en un mortal combate de sortilegios.

Los lobos alcanzan también a los defensores de la puerta, empujando hacia adentro junto con los bushis que subieron con el hijo corrupto del daimyo. Emiko-san es incapaz de detenerlos y Ryu-san va en su ayuda, deteniendo su avance junto con unas pocas mujeres armadas con lanzas bien dispuestas, a la orden del veterano León, en dos filas impenetrables de acero. Aunque es sólo cuestión de tiempo que rompan el muro.

Los arqueros de Natsuki cambian de lado, ya que por el sureste ya no queda alma a la que disparar y ayudan en la puerta y en las troneras del noroeste para cubrir a Yugure-sama y acabar con los arqueros enemigos de ese flanco.

La pelea entre Yugure-sama y el terrible maho-tsukai continúa y el cansancio empieza a hacer mella en la joven samurai-ko Grulla antes que en su oponente. Los tajos de él entumecen sus brazos, el aura de fuego que le rodea le asfixia, sus sortilegios hacen mella en su recién ganado poder. Parece que la serpiente le ha inyectado veneno a la mariposa y ésta empieza a flaquear y a ser arrastrada por el viento hasta sus fauces.

-Me darás lo que me has robado, Grulla. El pedazo de alma que ahora vistes completará la de mi antepasado. Ni tu ni nadie podrá hacer fracasar mi venganza.

Por el rabillo del ojo sois capaces de ver que la luzha entre Toji-sama y su hermano se ha vuelto más encarnizada y ambos parecen al borde de sus fuerzas, pero Toji-sama parece aún más agotado. Es en un movimiento imprevisto cuando se echa encima de Fuhiro-sama a pesar de que este tiene un wakizashi con el que le empala en el vientre. El grito que sale de la garganta de Toji-sama se alza hacia el cielo.

-¡¡¡OSANO-WO!!! ¡¡¡VENGA A MI AMADA!!!

Parece suceder a cámara lenta. El relámpago parece una grieta de luz rompiendo la realidad, abriéndose paso, zigzagueante, hasta golpear a ambos cuerpos. A ambos shugenjas. A sendos hijos del daimyo. Un segundo más tarde el tiempo vuelve a revolverse en el caos de la batalla, con dos contendientes menos. Donde se encontraban ahora sólo hay un hueco en la nieve y la roca. Un círculo de hollín quemado que muestra dónde han muerto.

Yugure-sama es herida varias veces por Donjai con su enorme no-dachi y parece al borde del colapso. Algunos de los lobos consiguen evitar el muro de lanzas de Ryu-san y atacan por el flanco haciendo que la defensa se deshaga en campesino huyendo. El veterano León consigue llevar a Natsuki-san, Emiko-san y las seis campesinas aún vivas hacia las escaleras del segundo piso para formar otra vez una defensa, mientras los lobos dan sangrienta cuenta de las que no lo han logrado. Pero según os estáis dirigiendo al segundo piso, los tres véis algo moverse al pie de la colina. Nuevas tropas se acercan, aunque no tan numerosas, pero en vuestro actual estado otra veintena de guerreros significa la sentencia final. En especial para Yugure que aún resiste entre la nieve contra su oponente.