Partida Rol por web

Un rato de descanso que acabó con la llegada de nuevas órdenes. Pronto deberían abandonar el campamento para una nueva misión. Pero, ¿que podía esperar? eran infantería y estaban allí para cumplir con un cometido. Al menos intentaría disfrutar el poco tiempo que le quedaba libre antes de ponerse de nuevo en marcha.

Franz se acercó hacia la caja de municiones y cogió lo que mejor le convenía. Tras guardarlo en su equipo se marcho de la zona.

De nuevo a la acción eso era a lo que se resumía lo que decía en Capitán Tsumina, el artillero no era dado a manejar las situaciones de estrategia, aún así intentó seguir las indicaciones a pesar de lo precario de los mapas. Para ir allí irian con todo dos blindados, mucho soporte de artillería y drones, sea como fuera estaba claro que lo que iban a hacer allí implicaba algo importante, los de inteligencia no malgastarían esos blindados si no fuera por algo importante, o al menos esa era la esperanza que tenía. 

Tras terminar la exposición, otra buena noticia les dió el capitán tendrían algo más de munición, rápidamente eligió un par de cargadores para la morita, y un par de granadas.

No me haré de rogar, - respondió al cabo. Listo para la acción.

El problema de hablar de cerveza, llevar varias horas en aquella puta roca helada, y aquel traje, era uno muy simple: Las complicaciones que uno tenía cuando quería ir a mear. No había sido sencillo, lo primero irse a la periferia de la base, quitarse el traje lo suficiente como para poder echar el río, y después sentir como el fresco acariciaba las partes más sensibles de un hombre. Definitivamente, la próxima vez Stukov se aguantaría toda la misión, o bebería menos cerveza el día anterior a que lo lanzaran contra aquella roca helada.

Se puso el traje, comprobó que nadie lo había visto, y volvió con sus compañeros mientras le indicaban que debía coger municiones y granadas. Aquello de rapiñar municiones y granadas si le gustaba más, todo había que decirlo, así que cogió todo lo que pudo y le fue útil, y después marchó hacia el extremoe ste del campamento.

Se reunió con sus compañeros, mirandolos mientras aseguraba que el casco estuviera bien cerrado, y maldiciendo no haber recordado fumarse otro pitillo mientras echaba la meada. - Joder, me estaba meando. - Reconoció con sinceridad y una expresión bastante divertida, posiblemente intentando darle a algo tan mundano y real como orinar, uns entido divertido teniendo en cuenta donde estaban y como estaban. - Se me han quedado los huevos como la pelotita de Mía. - Bromeó, mientras colocaba los cargadores en la bandolera, y guardaba las granadas junto la que ya tenía.

- ¿Entonces donde nos envian exactamente? Nos darán un vehiculo nuevo ¿No? El último lo dejamos hecho polvo. Espero que no nos lo descuenten del sueldo, u os quedareis sin cervezas. - Comentó, comprobando la morita y los cargadores que le quedaban.

EScucho atentamente las ordenes del capitán y lo inexistente de la planificación. Sin duda alguna, la posibilidad de tener más información que los bichos ha provocado que los mandos se emocionen. Es cierto que esta vez nosotros tenemos un punto a favor, pero espero que por querer aprovechar un momento así, no nos manden a un agujero lleno de bichos.

-Nos envían a una bonita colina para que tengamos buenas vistas de los fuegos artificiales- digo a Stukov con un tono de lo más pesimista.

En el momento de coger municiones veo que hay químicas y según su marcaje parece que son de ácido, así que las suelto inmediatamente al pensar en lo que podría ocurrir si una de esas pequeñas se perfora mientras la llevo encima.

Cojo más cargadores y un par de granadas como la mayoría. No quiero quedarme sin munición cuando tomemos la colina y más teniendo en cuenta que luego hay que mantenerla.

-Entra en el ejercito y te darán un puesto adecuado a tus necesidades, verás cosas que otros nunca podrán ni imaginar y te convertirás en un hombre, un ciudadano y un héroe-digo con rabia mientras coloco las nuevas adquisiciones en su lugar.

-Que le jodan a la federación...-pienso mientras observo cómo todos terminan de aprovisionarse.

La respuesta del Capitán es de alguien altamente instruido, yo tendría que ir consultando con expertos de todo tipo para siquiera tener una idea, lo mío es más para la parte mecánica que electrónica. - Ya escucharon al Capitán, que no cogió munición se jodió. Los quiero a todos listos en el Gecko antes de que enfríe esta roca más si es posible. - Con las municiones extras encima enfilo para el vehículo mientras los comentarios de humor me llegan a los oídos y no son los mejores y los ánimos pueden caerse por la borda si no hago el esfuerzo de darles un poco de ánimo. - Señores, si pudiera estrangularía a un par de Psyco hasta que pidan ir al frente con nosotros, pero no podemos. Mal que nos pese somos la infantería móvil y éste es nuestro lugar. Nadie dijo que sería fácil, nadie dijo que sería divertido y por más que nos den ganas de mandar todo al demonio, siempre quedará un compañero que no lo hará y que no tendrá a alguien que le cubra el flanco. Si no lo quieren hacer por ustedes háganlo por el que está a su costado y si quiere ir, porque cuenta con ustedes para llegar a la cima de esa puta colina. ¡¿Quién está a mi lado Gatling?! - 

El artillero recoge las municiones que considera que les serán útiles, escucha a Rivas maldecir pensó algo que decir pero extrañamente decidió no decir nada por el momento su ira estaba justificada.  Justo antes el capitán Tsumina termina de contestar las preguntas que aun restaban por responder, al fin y al cabo lo de siempre pero esta vez aun un poco peor, sin preparación nos lanzan a la misión, entonces el cabo toma la palabra , envalentonando a los infantes.

- ¡Juntos hasta el final,!  - responde a la arenga del artillero amartillando la shredder, era momento de preparar ánimos algo le decía que era un punto crucial que no era otra misión más 'importante' de las que les ordenaban, por alguna razón esta vez creía que podía ser algo realmente importante,  y añadió.Vayamos a esa colina y démosles una patada en su culo de bicho.​ Hagamos hacerles saber de que material esta hecha la infantería pesada.

El sargento escuchó con atención las respuestas que otorgó el capitán, las cuales eran del orden de lo que sospechaba. Era demasiado complejo y costoso tomar control de aquellos drones aéreos con los recursos actuales en los escuadrones de infantería.

En cuanto Tsumina terminó de hablar y los despidió, Frost le hizo un respetuoso saludo militar y se volteó para guardar las municiones y granadas que había obtenido. Pronto los soldados se ponían en marcha, rompiendo filas, preparando su armamento, hablando, unos temerosos, otros animados y con ansias de terminar esta batalla.

En medio de aquella multitud de infantes, Frost siguió a sus hombres hacia los nuevos Geckos. Si, es correcto decir que los siguió, ya que era el cabo quién estaba impartiendo órdenes y tratando de animar a todos. Jhonny se acercó a Haggar y coreó con él -¡Hasta el final!- mientras levantaba con orgullo el estandarte de la compañía, que flameaba pristino pro primera vez.

-¡Vamos a patear traseros quitinosos, soldados!-

El explorador escuchó las opiniones de Frost y asintió ante la buena idea, aunque parecía que todo iba a ser mucho más complicado de lo que podría ser- Bueno, al menos es un plan B para intentar evitar quedarnos sin apoyo aéreo, ¿no? -dijo el explorador- a las bravas se intentan estrellar contra los agujeros de bichos y fuera -se encogió de hombros y siguió escuchando mientras notaba como ese cinturón de combate pesaba por culpa de la munición extra y se afianzaba bien los dos rifles a la espalda.

-¡Hasta el final! -coreó el explorador con el resto de su escuadrón. Podría ser cercano o lejano, pero el final llegaría, sí o sí.

Aunque Jenkins no era ningún experto en mecánica y mucho menos en electrónica, trató de memorizar las indicaciones que el Capitán Tsumina les proporcionó en el hipotético caso de que el Comand Carrier cayese en combate. ​-Creo que lo que dices quedaría mejor como plan C, Vandel.- Respondió a su compañero de escuadrón con una sonrisa. Sin duda la solución parecía demasiado complicada para llevar a cabo en medio de una batalla, pero nunca se podía descartar ninguna alternativa completamente. De modo que él estaría ahí si alguno capacitado para hackear el drone se olvidaba de lo que había que hacer. Aunque dudaba que fuese necesario.

Su entrenamiento de soldado le hizo repasar una vez más su equipo y revisar su armadura para realizar cualquier ajuste de última hora. Amartilló su morita y levantó la mirada para escuchar el discurso motivacional del Cabo Llorens. Sin duda se había tomado muy en serio su reciente ascenso y estaba haciendo un buen papel para animar a la tropa. -¡Hasta el final!- Gritó al unísono con los infantes de la Gatling a la vez que alzaba su puño hacia el cielo mostrando su ímpetu. La misión que tenían por delante no sería fácil, pero tendrían su oportunidad para devolver el golpe a los arácnidos. Y en ese mismo instante McNillon decidió que no la desperdiciaría.

La junta había terminado tan súbitamente como había iniciado. Las ultimas palabras dirigidas por el capitán Tsumina a las tropas bajo su mando, se centraban en desearles suerte, realmente todo lo que estaba en sus manos para ayudarles, ya lo había hecho. Ahora todo dependía de su eficiencia como miembros de la infantería móvil, y de la suerte.

Uno a uno los infantes fueron abandonando la tienda de campaña donde se había llevado a cabo la junta. Con su equipamiento en mano, salieron a enfrentarse con el caos que se gestaba en el exterior. Grandes contingentes de tropas se movilizaban en todas direcciones con la mayor prisa posible. Muchos vehículos estaban siendo preparados y muchos otros descendían ahora desde los cielos para ser usados en la nueva batalla. Entre todo aquel caos, los infantes se movilizaron sin muchos problemas, gracias a que el gran contingente que formaban avanzaba sin problemas guiado por los técnicos quienes ya sabían donde estaban sus vehículos.

Varios minutos después ya estaban allí, justo donde un gran cartel de cartón anunciaba a la Colina A. Allí, ya solo era cosa de preguntar por sus respectivos Armored Geckos y abordar, lo cual fue aun mas sencillo. Tal como el capitán Tsumina les anunciara momentos atrás, en los Geckos tanto del escuadrón Gatling como del escuadrón Eco, ya se encontraban dos tripulantes, el conductor y el artillero. Según se había dicho en los últimos momentos, el papel de los artilleros de todos los Geckos sería mantener una lluvia de fuego supresivo contra los bichos a gran altura con el fin de impedir que descendiesen para apoyar el combate en tierra. Eso les quitaba poder de fuego a los infantes durante su avance, pero también les quitaba la preocupación de que un Hooper les cayera encima desde gran altura.

No pasó mucho tiempo antes de que tras abordar, los vehículos encendieran motores y se pusieran en marcha. Con ello, la misión por la colina iniciaba, y aunque quisieran evitarlo, eso empezaba a subir los nervios de muchos. A su alrededor el rugir de todos los motores los dejaba algo ensordecidos, aunque la incomodidad bien valía la pena al ver el despliegue de poder que presenciaban. El Comand Carrier viajaba al centro de todos escoltado por 4 armored Geckos con la infantería móvil, seguidos del devastador Gecko MLRS con su lanzador de múltiples misiles Blizzard. Mientras, a los costados viajaba la infantería móvil en los otros 4 armored Geckos acompañados por los imponentes Heavy Geckos con sus inmensos Tunderstrike Cannons.

Lo malo en todo aquello, era que ellos mismos en sus Geckos, tenían que cargar con el combustible de reserva para todos los vehículos así como la munición extra. Así, tanto en el Gecko del escuadrón Eco como en el del Gatling, había un total de tres grandes cajas de proyectiles para el Tunderstrike. Con lo cual, así algo poderoso les impactaba y penetraba la armadura del Gecko, todos saltarían por los aires en pedazos.

El zumbido de proyectiles sobres sus cabezas y posterior estallido, les dio la señal de que el combate estaba empezando. Tal como se había pactado, las fuerzas de artillería estaban lanzando una densa cortinada de proyectiles sobre la colina para diezmar a los enemigos, seguida de una cortina de humo para cubrir el avance de las tropas en tierra.

El cañón automático Twin-fifty empezó a disparar repentinamente hacia los cielos, señal no solo de que estaban cerca, si no de que ya eran atacados desde los cielos. Por las escotillas, a su alrededor, también se precipitaba el combate, varios bichos dispersos iban quedando entre sus filas, y por orden del teniente Hammer, había que acabar con ellos para evitar que se reagruparan y les atacaran por la espalda.

Así comenzaba una nueva misión en la que por fin podrían asestar un golpe al enemigo. O eso es lo que esperaba McNillon a pesar de mantenerse escéptico y no tratar de confiarse. Cuanta menos seguridad tuviese en el porcentaje de éxito de la misión, mayor sería su intención por aumentarlo y su esfuerzo por alcanzarlo. Quizás sonase un tanto contradictorio, pero Jenkins sabía que nada bueno sale cuando uno cree en una certeza que poco más tiene de tangible que una cortina de humo.

El ya familiar traqueteo del Gecko se había convertido en la música de fondo durante todo el viaje hasta que las armas montadas en los vehículos rompieron la monotonía de la travesía para alertar de contacto enemigo. Las órdenes del Teniente Hammer pronto se transmitieron por la cadena de mando hasta llegar a los infantes del escuadrón Gatling. McNillon enseguida ocupó su posición en un puesto de tiro del transporte y apuntó con su morita a la masa dispersa de arácnidos. El objetivo a corto plazo estaba muy claro. Si no querían verse rodeados en la posición que debían ocupar y mantener, debían acabar con los bicheros rezagados. Con fría determinación, Jenkins respiró profundamente para entrar en ese estado de concentración que lo aislaba del ensordecedor entorno y lo dejaba solo a él, a su arma y al objetivo. Con la protección de aquella burbuja, el fusilero abrió fuego para abatir a cuanto más insectos pudiese. 

El avance sobre nuestro Gecko nos sitúa en medio de filas de arácnidos que nuestros vehículos dejan atrás. Las órdenes son claras y es completamente cierto: Cada uno de esos bichos que dejamos atrás y que luego se reúnan, será una amenaza más que podría clavar nuestros traseros.

Apunto con mi rifle hacia fuera por los espacios de los muros y disparo hacia un grupo de arácnidos que me parecen un buen blanco, pero mi rifle no dispara y siento como se encasquilla. Profiero una maldición mientras me doy cuenta de que en este combate, así como en el anterior, seré completamente inútil.

Una formación blindada avanzando por la colina. ¿A quien no le apetecería cantar alguna marcha militar típica de las barracas cuando eran pipiolos imberbes? - Joder, deberiamos animar un poco más esto. Si mejora un poco, parecerá un funeral. Veamos... ¿Os sabeis la canción del Bebé de Zhoe? - Pregunté a los demás, mirandolos uno a uno.

- ¿Ninguno? - Alzó las cejas, en un gesto de sorpresa exagerada. - Joder ¿Y que os hacian cantar cuando marchabais a correr por las mañanas? - Les preguntó, encogiendose de hombros. - Bueno, os la voy a cantar. Total, dudo que se ponga a llover... - Pero entonces, y como si fuera la obra de algún ser caprichoso y malicioso, comenzó a llover.

Proyectiles.

- Vale, ya me callo. He pillado la indirecta. - Se quejó, mirando hacia arriba, como si estuviera buscando a Dios... o comprobando si el blindaje iba a aguantar. - Bueno, chicos, tiro al pato. Señor, permiso para disparar. - solicitó, poniendose en posición para abrir fuego. Cuando recibió la orden, apretó el gatillo, pero el arma se encasquilló. - Joder. -

- La próxima vez que vea al de intendencia le pediré perdón. No puede seguir jodiendome los rifles cada vez que nos vemos. - Tiró de la pestaña, sacando la bala en la recamara, sacando el cargador, volviendo a meterlo y amartillando el arma nuevamente.

- Ahora. -

Todo comenzaba como siempre, tal cual como Psyco decía que sería, aun con tanto combustible y municiones como para ir dar un paseo a otra fría roca muy lejana. Se siente la tensión previa al combate, esa charla errática que pocos recuerdan quien dijo que y a quién. Del sol no se tiene noticia alguna pero por lo menos la ventisca persistente que nos estaba molestando antes ahora no se siente. - Señores ya lo saben, si no lo hacen por la federación, háganlo por sus compañeros. - 

Tomo la morita con el seguro puesto y la dejo sobre mis piernas y me acomodo bien el equipo para andar ligero en el momento que lo necesite. Dejo la Javalim apoyada a mi izquierda y me afirmo la "triple" en la espalda, la cargo con la única carga de frag que tengo y dejo las dos de humo a mano en la bandolera. Practico sacar y guardar las granadas algo que me viene constando mucho tiempo y viendo si puedo mejorar al punto de ser tan rápido como el Sargento Frost por ejemplo que ni los dedos se le distinguían cuando cambiaba cargador, era todo un solo movimiento fluido y ya estaba disparando de nuevo.

- Señores. - Les llamo la atención al grupo a medida que nos estábamos acercando. - Todavía es de noche y no quiero que disparen a la nada, usen la visión nocturna hasta que no haga más falta. - Hago el cambio y saco mi arma por el costado. Los cañones comenzaron a escupir sus balas y eso marcaba el comienzo. - Apunten bien y no quiero un solo bicho corriendo entre las filas. - Casi al mismo tiempo que termino de hablar comienzo a disparar a los que andan por tierra en esta loca, fría y dura roca llamada Galdonia VI.

De nuevo somos la vanguardia del ataque... y esta vez no somos carne de cañón. Parece que la Federación nos ha cogido algo de estima. Una risotada casi se escapa del adusto rostro de Mia al pensar en tal cosa, pero la retiene: marcha demasiado concentrada en el Gecko, atenta a los arácnidos que comienzan a concentrarse a su alrededor y sin tener en cuenta ni los luminosos y rudiosos proyectiles ni las chanzas de sus compañeros. En el vehículo sólo están ella, su Morita y el alivio por haber superado la jaqueca de la incursión anterior. Los ánimos de Frost y Llorens parecen haber hecho efecto en ella. Vamos allá. Mente fría y arma caliente. Esta vez sí lo vamos a hacer bien. No vamos a ser rechazados de nuevo.

- ¡García disparando! - Gritó a sus compañeros mientras su rifle silbaba y sus balas alcanzaban a varios enemigos.

La misión era crucial para la supervivencia no solo de nosotros, sino de todos los que participaban en la misión. Una vez en el vehículo cuando el ataque de los arácnidos comenzó tanto así como la respuesta por parte de la infantería dentro de los Gecko. Desde mi lugar saco mi arma, apunto y disparo pero nuevamente veo que las balas van a parar a ningún lugar.

-¡Mierda, mierda, MIERDA!- grito al ver como desperdicio la valiosa munición.

Una vez dentro de un nuevo Armored Gecko, el Sargento del escuadrón Gatling Jonathan Frost, técnico eléctrico entrenado y formado en el cuerpo de La Federación Guardianes de Sirius, se dirigía a un momento decisivo para la humanidad. La misión que estaban comenzando era un intento desesperado por aprovechar el sacrificio de tantos hombres en el frente de batalla y en la dura misión que fue capturar aquél cerebro del que tanto se hablaba. Sabía que el escuadrón Fox y Heat habían tenido mucho que ver con ello; y no pretendía dejar que todo ese esfuerzo fuese en vano. Daría todo y más por llegar a darle ese triunfo a los soldados de la federación, a su padre y al recuerdo de su madre.
Volver o no a casa sería simplemente una circunstancia, pero la misión debía ser cumplida. De aquello estaba seguro hasta el tuétano de sus huesos.

Respiró hondo mientras avanzaban al ritmo del pdoeroso motor del gecko y los ronroneos de tantos otros blindados que iban a escasos metros llevando infantes, ingenieros y munición como para volar por los aires medio Galdonia VI. Miró a su alrededor los rostros de aquellos hombres y mujeres que estaban reunidos allí con el mismo propósito pero con motivaciones muy distintas. En la parte trasera del camión, sin ventizca y utilizando la visión nocturna era sencillo distinguir las expresiones de cada uno. Por suerte, el miedo no era lo que reinaba. La constante diatriba de Stukov se lo recordaba a cada momento.

No importaba si era cierto o no, Jhonny tenía fe en que esos soldados ya habían sido bautizados en el fuego de la batalla y ahora podrían dar todo lo que tenían en pos del futuro.

Cuando comenzó la dulce música de los cañones, la orden del teniente llegó clara a ellos y Frost se apostó en su escotilla con su fiel morita listo.

¡Gatling, Fuego a discreción! Escupió por la radio luego de las calmadas órdenes del Cabo Llorens.

Avanzaban por el desierto helado, montados en unas autenticas bombas. Los Geckos cargados con la municion y el combustible de reserva eran una trampa mortal si los bichos pudieran conseguir alacanzarles. Pero era una más de todas las que tenían que estar acostumbrados, esa era su parte en esta historia siempre arriesgar la vida en cualquier situación en cualquier momento y este no iba a ser diferente, ni se iba a quejar por ello. 

Pronto comenzó el baile, del ronrroneo de los motores de los gekcos se pasó directamente al sonido de los disparos de los bichos, y su artillería, tan pronto escuchó al sargento afianzó la shredder en el puesto de tirador y disparó a todo lo que se movía cerca, ¡¡¡¡Disparando!!!!