Partida Rol por web

-Sin duda sois una hermosa dama -dijo centrando su mirada en ella-. Os aconsejaría que abandonarais este palacio antes de que lleguen los Lupinos. No quisiera que sufrierais daño.

-¿Los Lupinos? -preguntó alarmado Arturo buscando a alguien entre los invitados-. ¡Vais a matar al Príncipe Fernando!

Thomas escuchaba en la distancia a Rosalía y se lanzó a buscar a Fernando de Aragón.

La Tremera Sandra Keller salió detrás de él. Quizás para ayudarle. Quizás no.

-Os haré caso y abandonaré el palacio, pero vendréis conmigo. Mostradme por dónde han de llegar los Lupinos, quiero hablar con ellos -dijo severa sin apartar su mirada de la de él. En su manga derecha sentía el peso del medallón arrebatado a los Giovanni.

-Me temo que eso de nada os servirá -dijo con una sonrisa-. Haceos a un lado y marchaos.

Rosalía vio entonces a aquel Vampiro de una manera diferente y sintió la necesidad de complacer sus deseos.

Un quejido masculino se escuchó en ese momento.

-¡El príncipe! ¡Han herido al príncipe!

Rosalía se volvió y observó a Thomas forcejear con un hombre que portaba una daga ensangrentada junto al Fernando de Aragón, quien, sostenido por sus dos guardias personales se llevaba una mano al costado con el dolor evidenciado en su rostro. En condiciones normales, el asaltante no habría sido rival para el Ventrue, pero la herida en su pecho todavía dificultaba sus movimientos.

-¡Ha sido él. Él ha atacado al heredero! -gritó quien luchaba con Thomas.

La Tremere observaba la situación dubitativa sin saber de qué lado poner su lealtad. Finalmente se acercó para ayudar al Fernando.

-¡El príncipe! ¡Tiene sangre lupina! ¡Si muere a manos de un Vástago significará la guerra con los Licántropos! -dijo Arturo tratando de luchar contra la corriente de nobles que huían del lugar del asalto-. ¡Hemos de impedirlo!

-¡No impedirás nada, arcaico bastardo! -dijo su Chiquillos agarrándolo por la espalda y hendiendo un puñal en ella.

Rosalía apretó los dientes y apartó la mirada del Chiquillo. Probablemente marcharse era lo mejor que podía hacer, pero si los Lupinos aparecían ella era la única que tal vez pudiera impedir una masacre.

Aferró el medallón en el puño y corrió hacia las puertas del palacio.

Se dispuso a correr hacia la salida, pero un tumulto de personas se concentraba en la puerta, desalojando el salón precipitadamente.

-¡Los castellanos atacan el palacio! -se escuchaba

-¡Son rebeldes, catalanes! -gritó un hombre a su lado.

Desesperada, la Toreador se volvió hacia la escaleras, buscando otra salida. Entonces le pareció ver como uno de los hombres con los que había entrado Fernando crecía ligeramente de tamaño y se dirigía hacia Thomas y su combatiente.

Thomas se volvió, advertido del inmenso soldado que se dirigía hacia él. Sin demasiado espacio para maniobrar dio un paso hacia adelante, impidiendo que el otro desenvainara. En su lugar este quiso rajar sus rostro con unas incipientes garras, pero el Ventrue las evadió por muy poco.

-¡Sanguijuelas. Puedo oleros. Os arrancare la garganta a todos! -rugió.

A su alrededor apenas quedaban mortales, pues lo que no podían llegar a la puerta se hallaban ascendiendo las escaleras hasta el patio.

Maldiciendo la hora en que decidió acompañar a la hermosa pareja a aquella fiesta, Rosalía sacó valor de donde pudo y echó a correr hacia Thomas y el Lupino.

-¡Espera! -le gritó interponiéndose entre ellos y mostrándole el medallón en la mano-. Escúchame, por favor. Os han engañado: ese joven Vástago os está utilizando para que hagáis lo que él no puede hacer -señaló hacia el Chiquillo de Arturo de Barbastro-. Marchaos, ésta no es vuestra guerra.

El Garou apretó los dientes jadeando y rugiendo. Sus ojos parecían llevados por la furia y sus dientes crecía. Sin embargo, a la vista del medallón la lucha por controlarse comenzó. Miraba a uno y otro lado, cual bestia acorralada y finalmente habló.

-¿Aliados? -preguntó desde la profundidad de su garganta. Entonces miró a quien señalaba Rosalía.

-¡Francisco! ¡Vámonos! -gritó el que había apuñalado al príncipe corriendo hacia él.

El que fuera Chiquillo de Arturo tenía a su Sire postrado de rodillas a punto de acabar con él.

-¡No! ¡Maldita sea! ¡No! -exclamó a punto de cortar el cuello del Antiguo.

Pero su aliado llegó hasta él, detuvo su mano y los dos desaparecieron, desvaneciéndose a plena vista.

-¡Su herida es profunda! ¡Ayudadme! -exclamó la Tremere con el príncipe tendido en el suelo

-Nuestra Sangre puede curarlo -dijo Thomas acercándose.

No pienso dejar que seas tu quien Vincule al Príncipe Usurpadora.

-¡No! -se interpuso el protector de Fernando, quien había retornado a su tamaño normal-. ¡Vuestra Sangre es veneno! ¡Ponzoña secretada por el Wyrm!

Rosalía vio con rabia cómo los dos Anarquistas huían, y dudó si acudir en auxilio de Arturo, con quien había simpatizado, o del príncipe. Por fin se decidió: Arturo de Barbastro era un Vampiro y podría reponerse solo, mientras que Fernando de Aragón... No entendía lo que significaba tener sangre Lupina, pero no parecía capaz de regenerar su herida sin ayuda.

Con paso aparentemente tranquilo se acercó hacia él hasta colocarse junto al guerrero Garou.

-Escúchame de nuevo -le pidió en un tono sereno sin soltar el medallón-. Tu príncipe morirá si no recibe nuestra sangre. Habéis caído en la trampa de ese Cainita que ha huido indemne y por eso tu protegido se desangra ahora. No quieras ser también culpable de su muerte. Acepta la ayuda que te ofrecemos. Sanará, y no habrá consecuencias para él.

El Licántropo se acercó y olisqueo a Rosalía. Dudó y miró al Pariente inconsciente en el suelo.

-Acepto siempre que sea tu Sangre. Hiedes menos al Corruptor que él -dijo en referencia a Thomas-, y según parece has ayudado antes a mi pueblo... Pero esto te digo. Si lo haces habrás de abandonar la ciudad esta noche. No quiero tu influencia sobre un Hombre que gobierna el destino de tantos.