-Toledo... -masculló el Ventrue-. Casi no he podido hacerme a la idea. ¿Qué sabemos de la ciudad? ¿Esperamos hostilidades políticas o de otro tipo? -preguntó a Oana.
-La Revuelta Anarquista lo ha consumido todo, más aún que en Aragón. La ventaja es que no deberíamos preocuparnos de la autoridad de ningún Príncipe, pues su poder será débil y podremos pasar inadvertidos. Por encima de los Principados un Vampiro controla la zona. Ambrosio Luis Monçada. El Sire de Lucita.
El viaje resultó tan incómodo como había imaginado. Oana parecía una persona distinta y su mera presencia la intranquilizaba, y daba la impresión de que Thomas no sabía demasiado bien cómo actuar. Tampoco ella. Respondía cuando le hablaban, y en los largos silencios observaba el paisaje desde el ventanuco y se sumía en sus desordenados pensamientos. Su gesto no cambió cuando avistaron Toledo. De la ciudad tan sólo había conocido un prostíbulo, probablemente el lugar al que irían ahora, y le daba la sensación de estar retrocediendo. Pero cuando Oana habló la miró sorprendida. Por eso Lucita no quiso acompañarles...
-¿Cuántas noches vamos a permanecer en Toledo? -preguntó hacia Thomas-. Si tu Sire corre peligro no podemos demorarnos, Londres queda muy lejos...
El Ventrue asintió a las palabras de Rosalía.
-El mínimo indispensable. Lo suficiente para estar bien descansados y Alimentados. Si podemos partir en la noche de mañana sería un gran avance.
El carro se detuvo entonces en una callejuela, junto a la puerta trasera del edificio que Rosalía ya conocía. Oana bajó la primera y llamó a la puerta.
Gastas 1 Punto de Sangre por la noche de viaje.
Lourdes abrió la puerta y enseguida la alegría contagió su expresión.
-¡Oana! -exclamó feliz-. ¡Y Rosalía...! Espero que hicierais felices a muchachos allí donde fuerais -le confesó pícaramente-. ¿Vaya y quien es este apuesto criado? -preguntó mirando a Thomas-. Parecéis robusto como un roble y apuesto como un rey.
-Lourdes -se apresuró a intervenir la Chiquillas-. Éste es Thomas Daister y ahora es el dueño del lugar.
-No pasa nada. La confusión es normal a la vista de estos ropajes -dijo el Ventrue tranquilizando a la mortal-. Oléis muy bien, Lourdes. Buen trabajo, Oana.
-Yo... Gracias Señor -respondió avergonzada la muchacha-. Pasad, pasad. Esta es vuestra casa.
Lourdes dejó que Thomas y Oana entraran primero.
-Contadme, contadme -susurró a Rosalía mientras entraba de su brazo-. ¿Habéis tenido un viaje... provechoso?
Rosalía se alegró de ver a Lourdes, y sonrió ante su confusión, pero que ella tuviera que entrar después y de su brazo, como si en verdad fuera una ramera, la ofendió tanto que con la vista clavada en las espaldas de Oana y de Thomas tardó en responder a su indiscreta pregunta.
-No sabría decir... -contestó por fin sin bajar la voz. Después, sin embargo, hizo un esfuerzo y se volvió sonriente hacia Lourdes-. ¿Y aquí cómo han ido las cosas? ¿Sabéis si ese desdichado caballero, Rodrigo, se ha repuesto de sus penas de amor?
Lourdes dejó de andar para que Thomas y Oana se alejaran.
-Eso es lo que os iba a contar ahora mismo. No sé qué le hicisteis a ese joven, pero desde aquella noche no ha dejado de venir todos los días preguntando por vos. Ahora está también aquí. Ha dicho que pagaría cualquier suma por volver a veros.
-Entonces no le hagamos esperar -dijo viendo alejarse a Thomas y Oana-. Llevadme con él.
Lourdes la miró un tanto extrañada por la determinación que había ganado aquella frágil niña.
-Enseguida. Se pondrá muy contento. Aguardad a que suba en la habitación donde lo recibisteis la primera vez... -aconsejó. Después pareció contener algo y terminó preguntando-. ¿El nuevo Señor? ¿Habéis hablado con él? ¿Cómo es? ¿Creéis que deseará ser atendido esta noche? Lo digo porque quizás solicite vuestra compañía.
-No, Lourdes, creo que solicitará la vuestra -respondió forzando una sonrisa-. Lo pasaréis bien -añadió antes de comenzar a ascender las escaleras hacia las habitaciones.
La Toreador subió hasta la habitación, que estaba preparada de igual forma que la recordaba. Ahora era ella la que debía prepararse para recibir al mortal.
Encendió algunas velas con cuidado de no mirar directamente la llama, descorrió el dosel del lecho y se desanudó parte del corpiño para fingir, cuando Rodrigo entrara, que la había encontrado a punto de desnudarse.
Entonces llamaron a la puerta.
-Rosalía -dijo Thomas mientras giraba el pomo-. ¿Puedo pasar?
-¡No! -respondió sin pensar, pero no se arrepintió-. Estoy ocuapada, vete con Oana.
-¿Con Oana? -preguntó abriendo la puerta del todo. Llevaba unos ropajes doblados sobre uno de los brazos-. No te entiendo. Yo... ¿Estás bien?
Ella se cubrió con las manos aquello que el vestido ya no ocultaba.
-Estoy esperando a un cliente -dijo con frialdad-. Vete o no haré dinero esta noche, "señor del hogar".
Thomas se acercó despacio, sin poder evitar que sus ojos recalaran en su desnudez, disparando los recuerdos de aquella noche en Zaragoza.
-¿Estás enfada? ¿Un cliente? ¿Qué quieres decir con hacer dinero? No tienes por qué hacer esto. Quiero decir... Puedes hacerlo para Alimentarte si quieres...