Partida Rol por web

La aranea comienza a susurrar unas palabras y una espesa niebla comienza a surgir desde el suelo envolviendo todo. Con un rápido movimiento, la mujer araña salta y se cuelga del techo. Su figura es difusa tras la espesa niebla que cubre la sala. Aun así, los proyectiles mágicos de Anubis consiguen hacer blanco sobre ella.

Las palabras de Okodar parecieron hacer mella en la moral de Anasana, ya que esta empezó a retroceder por el techo hacia una de las puertas de la biblioteca.

Anasana, como cualquier animal, luchara hasta la muerte si es acorralado, pero si se le permite una vía de escape huira para salvar la vida. Ahora se encuentra abrumada por el poder del grupo, tanto por el hechizo de Kari, como el de Anubis y por el grito de Okodar.

- " Grrr, eso no es rendirse, eso es huir y eso a Klad no le gusta " -

Enarbolo mi arma sobre mi cabeza en busca de la mujer araña, golpeando con todas mis fuerzas, al hacerlo mi arma traspasa la semioscuridad que acaba de aparecer, pero noto como Klad choca contra algo. Sonrío cuando escucho el característico sonido de algo cuando se rompe.

La aranea se comportaba tal y como se esperaba de un sabio depredador. Había tejido su red, su trampa, dispuesta a cernirse sobre su presa. Sin embargo, al ver que ésta era mucho más de lo que podía manejar, había decidido renunciar a la cacería y huir del peligro. La naturaleza proveería una nueva presa en otro lugar.

Viéndolo de aquella forma, ¿guardaba algún sentido invertir un ingente esfuerzo y riesgo en acabar con ella?

Tal como yo lo veía, no. Pese a lo mucho que pudiera haberme alterado su mentira, no dejaba de verla como a un potencial peligro, mas no como a un enemigo. Al igual que cualquier bestia de los bosques, se comportaba de acuerdo a su naturaleza depredadora, pero huiría igualmente en base a la misma naturaleza, y dejaría a su paso tan sólo el paso del gran ciclo. Nada ganábamos dándole caza, y nada perdíamos dejándola marchar.

¡No somos tus enemigos, Anasana, pero tampoco tus presas! -Le grité, siguiéndola con la mirada como buenamente podía a través de la niebla- ¡Ahora ya sabes que nada ganarás dándonos caza! ¡Tenemos garras y colmillos, metal y fuego, magia y el amparo de Chislev y Mishakal! -Afirmé a gritos, irguiéndome en mi posición, y solicitando con un gesto y un gruñido al gran oso negro que se acercase a nosotros- ¡Apártate de nuestro camino, y lleva tu cacería hasta presas acorde a tu capacidad! -Le advertí a la aranea, dedicando una mirada a mis compañeros- Dejadla ir, nada ganamos en esta contienda...

Comenzaba a sentirme muy confusa. Primero, Okodar renunciaba a atacar a aquella criatura que nos amenazaba, pidiéndole rendición para no arremeter contra ella; cuando el semiogro no solía perder la oportunidad de hacer lo que mejor sabía, golpear. Y luego, después de que Anasana desplegara una extraña niebla y se encaramara al techo, Lobo Blanco trataba de hacer que la mujer araña se fuera; pidiéndonos que simplemente la dejáramos ir.

No entendía a qué se debía aquel cambio de opinión, ¿pensaría al igual que Okodar que lo que hacía la araña era huir? Yo no veía motivos para pensar que se trataba de eso, bien podría estar preparándose para atacarnos, pero decidí confiar en el criterio del druida. Puede que él hubiera visto algo que yo no.

Aun armada, me mantuve quieta en mi posición, aguardando la respuesta de Anasana mientras trataba de dilucidar qué pretendía.

 Desde mi posición, observé con atención a la mujer araña, como pude, dada la escasa visibilidad, y traté de deducir si estaba realmente huyendo o solo quería dar un rodeo para atacarnos desde otra posición...

Anasana, como cualquier animal, luchara hasta la muerte si es acorralado, pero si se le permite una vía de escape huira para salvar la vida. Ahora se encuentra abrumada por el poder del grupo, tanto por el hechizo de Kari, como por el tuyo y por el grito de Okodar.

El oso comienza a lanzar zarpazos en la espesa niebla tratando de localizar a la aranea, ninguno de los poderosos golpes encuentran a su víctima. La aranea es demasiado ágil y se encuentra colgada del techo. El oso está acostumbrado a cazar salmones en el rio, no arañas en una cueva, eso es más propio de los roedores no de los plantígrados.

Aunque certero, el golpe del poderoso martillo de Okodar apenas consigue atravesar la cutícula que cubre el cuerpo de  Anasana. Molesta por el golpe, esta responde con una mezcla de silbido y gorjeo desagradable para el odio. Mientras retrocede hacia una de las cuatro puertas de la biblioteca a gran rapidez, colgada del techo.  

Todos dejaron que Anasana se escapara. Todos no, el oso convocado por Lobo Blanco no se atendía a racionamientos lógicos, se guiaba por instintos. Viendo en la aranea una posible presa con la que alimentarse, salió detrás de ella perdiéndose por los pasillos del templo destrozado. Lo que pasara entre la aranea y el oso solo incumbía ahora a los dominios de la Chislev, eran dos animales enfrentándose.

Tras la huida de Anasana revisáis la biblioteca comprobando que la aranea ha hecho un espléndido trabajo de selección y organización. La mayoría de los libros se encuentran inservibles por la humedad y el moho, deshaciéndose en la mano cuando uno trata de sacarlos de la estantería. Los libros que se pueden salvar se encuentran amontonados en el centro de la sala, y todos ellos son libros comunes y de escaso valor, tanto económico como intelectual.

En el pasado la biblioteca tuvo que ser un gran centro de conocimiento, pero las hogueras de los ogros y el paso del tiempo habían borrado todo resto de este conocimiento.

En la pared que indica el mapa con un interrogante parece no haber nada interesante, es una pared normal de mampostería.  Pero tras una revisión minuciosa de Anna esta detecta un mecanismo de apertura. Si no llegamos a encontrar ese mapa, nunca habría podido encontrar esta puerta. Es un trabajo muy hábil. La puerta conduce a un pasillo largo con varias esquinas, pero en ese momento….

Esta habitación debió servir como armería para los sacerdotes del templo. Las paredes están cubiertas de armeros para armaduras y armas, aunque la mayoría están vacíos. Las armas que quedan todavía parecen estar en buenas condiciones, aunque necesitarían algunas reparaciones.

El noble gigante del bosque, tan pacífico en unas ocasiones como rabioso en otras, ignoró mis indicaciones de acercarse a nosotros. Había sido invocado en nombre de Chislev como guerrero de su causa, y como guerrero, cazador y depredador tenía intención de permanecer hasta el final. Era un final que no alcanzaríamos a presenciar, pero igualmente formulé una silenciosa plegaria agradeciendo su colaboración.

La bruma invocada por Anasana no tardó mucho en disiparse, al menos lo bastante para poder inspeccionar la biblioteca. Sin embargo, con cada tomo medianamente conservado que comprobaba prácticamente por encima, la pesadumbre se iba adueñando de mí, junto con la desesperanza.

No hay nada de utilidad, según parece. -Comenté finalmente tras posar pesadamente el último libro, apoyando ambas manos sobre la mesa con resignación mientras emitía un suspiro- Puede que ese saber se haya perdido para siempre...

Con ciertos síntomas de cansancio, me dejé guiar por el grupo a través de los pasillos, en busca de aquella señal en el mapa. Anna demostró ser ciertamente diestra en su oficio, y nos abrió el acceso a un corredor secreto en el que padecimos una nueva visión del pasado. Resultaba abono para la desesperación comprobar cómo tantos hombres habían luchado y sido derrotados por el mal entre aquellos muros. Nadie había acudido en su ayuda, ni otros hombres ni sus propios dioses.

Al final nos encontramos con lo que parecía ser una armería, que curiosamente conservaba algunas armas en razonable buen estado. Sin mucha convicción, me acerqué a una lanza muy similar a la que había tenido que entregar en trueque a cambio del pergamino. La tomé entre mis manos y comprobé su factura, suspirando de nuevo.

Y pensar que toda esta aventura dio comienzo con una lanza como ésta...

Mientras los demás pierden el tiempo con papeles gastados y llenos de polvo, Oko observa atento los alrededores, la mujer araña puede sorprenderles desde cualquier lugar, ya sea desde el techo o desde el suelo, y Oko no se va a dejar engañar por esa mujer dos veces, la próxima vez no le dará la opción de rendirse, la próxima vez primero le romperá las patas una a una y después le pedirá rendirse.

 Observé a Anasana irse, teniendo la sensación de que esta no sería la última vez que sabríamos de ella, y a continuación fije mi atención tanto en las armas como libros, buscando algo que pudiera ser de interés...

No hay nada mágico, todo son objetos mundanos, tanto en la armería como en la biblioteca.