Partida Rol por web

A ojos de Anna, ese monstruo provocó terribles heridas en Lobo y Okodar, sin embargo, éstos, lejos de amedrentarse se lanzaron al combate con fiereza pese a las graves heridas... no había mucho que elegir. Anna no tenía ese arrojo por la batalla, ni sentiría vergüenza alguna por retirarse, pero no podía dejar allí a aquellos dos elementos para que murieran, aún uno de ellos siendo un semi-ogro y el resto un montón de brujos de diferentes dioses, eran buenas personas y merecían vivir.

Tiró la linterna al suelo y sosteniendo la espada mágica con ambas manos lanzó un golpe contra el monstruo que, sin necesidad siquiera de mirar por donde venía el filo del arma, pudo esquivar con facilidad - Glups - 

¡ La espada Kairi ! ¡Despierta a la espada ! - Ese enemigo parecía fuerte, rápido, fiero y hábil en combate. No sobrevivirían sin la espada de Paladine

Aquella especie de demonio fue increíblemente rápido, alzando su aguja y atacándonos antes de que ninguno de nosotros pudiera reaccionar. Su desesperado ataque alcanzó primero al semiogro, pero pronto también al druida, provocando en ambos heridas que debían ser graves. Desde mi posición no podía verlas con claridad, pero la sangre de mis compañeros no tardó en alcanzar el suelo.

El ataque no pareció hacer excesiva mella en ninguno de los dos, continuando ambos arremetiendo contra aquel ser. Ver que aún podían desenvolverse sin grandes dificultades supuso todo un alivio, aunque como la contienda continuara por ese derrotero, no tardaría en tener que hacer uso de la magia curadora de mi diosa.

Cerré los ojos brevemente, lo justo para pedir a Mishakal que nos ayudara.

- Concédenos tu bendición, danos las armas para enfrentar el mal y nosotros lucharemos por tí… - musité melódicamente, no tardando en sentir la reacción de mi medallón mientras abría los ojos.

Fue entonces cuando escuché a Anna, sobresaltándome ante sus gritos y mirándola confusa.

¿Despertar la espada? ¿Yo? ¿Cómo?

Miré rauda en dirección al arma, viendo la luz que atesoraba en su interior. Me pregunté si no haría falta la llave que portábamos para poder realmente llegar hasta ella, pero no veía de qué manera, el fragmento de luz estaba ahí; a nuestro alcance. Entonces, caí en la cuenta. La llave nos daría acceso a otra cosa, y creía saber a qué.

Clavé una rodilla en el suelo con rapidez y bajé la cabeza un instante antes de volver a alzar la vista, sin querer perder de vista mucho tiempo a aquel terrible ser.

- Paladine, concédenos tu ayuda para continuar con nuestro camino, por favor. Ayúdanos con tu luz, ayúdanos a alcanzar lo que se nos ha encomendado. No me detendré hasta conseguirlo, tienes mi palabra. Ayudádnos, Dioses de la Luz, os lo suplicamos. - pedí a viva voz, antes de volver a ponerme en pie y tratar de alcanzar aquella espada.

 Mientras los demás luchaban contra la criatura, yo me mantenía en segundo plano, tratando de identificarlo para tratar de saber si tenía algún punto débil que aprovechar...

Es un diablo barbado, un ser infernal extraplanario convocado desde el infierno. Son seres que cumplen sus pactos (legales) pero de tremenda maldad. Su arma, la guja, es temible y pueden entrar en frenesí como los bárbaros.

Lobo blanco casi se desencaja la mandíbula al intentar morder la pierna del ser y resbala por el suelo. El martillo de Okodar desciende sin piedad sobre el barbado aplastando uno de sus pies, el daño causado es poco, pero por algo se empieza. Anna blande su espada con poco éxito, aunque grande el barbado se mueve con extremada agilidad. Kairi reza a Paladine y la luz de este ilumina la sala, todos notáis como la mano protectora del dios guía vuestros golpes, pero la espada continúa clavada en el sarcófago sujetando el cuerpo del traidor.

Esta vez, la guja no alcanza ni a Okodar ni a Anna en su giro mortal. Pero la herida del Semiogro y de lobo blanco continúan sangrando.

EL corte anterior no para de sangrar, a este ritmo preveo una exanguinación de mi propio cuerpo en un par de minutos. Sin embargo ¿ que es la gloria ? nada, si no se alcanza con riesgo. Giro mi arma de derecha a izquierda aplicando mi fuerza desde mis hombros, pasando por la cadera y afianzándose en las rodillas, el impacto no solo es sonoro, sino que también dañino para la criatura - " Golpe a golpe, ser del mal, morirás " -

Anna recobró el equilibrio y entre sus compañeros comenzaron de nuevo el contraataque. Blandiendo la espada con ambas manos volvió a asestar un nuevo golpe y esta vez saltó pelaje de la criatura, aunque desconocía si había sido suficiente para inflingirle daño. Era duro como un cerdo muerto hace días y esperaba que no volviera a lanzar un ataque como el que Okodar y Lobo habían sufrido.

La sorpresa vino cuando vió a Kairi arrodillada - ¿Qué rayos hace? ¿Porqué no coge la espada? - Poco o nada entendía Anna de los rituales mágicos ni de porqué no cogían la espada de luz sin más, sin embargo sentía que debía combatir con más bravura si quería que sus compañeros y ella salieran con vida de aquí.

Choqué dolorosamente contra el suelo al resbalar por el suelo, golpeándome la mandíbula contra el frío y duro piso de piedra. El cuerpo me dolía, alrededor de aquella herida, que manaba sangre de forma demasiado abundante. Aquel arma debía albergar algún tipo de magia o veneno, que continuaba actuando tras el corte. Eso significaba que aquella lucha era una cuenta atrás, una nueva cuenta atrás, al igual que lo había sido permanecer aprisionado por la criatura puerta, no tanto tiempo atrás.

Me impulsé como pude para tratar de ponerme en pie, y lancé una dentellada torpe e inútil que estuvo muy lejos de alcanzar la carne de aquel demonio. No sólo me sentía torpe y dolorido, sino impotente al ver cómo la vida se escapaba de mi cuerpo gota a gota, sin yo poder hacer nada por evitarlo. Mis compañeros trataban de luchar por sus vidas, de encontrar una solución, pero nada de lo que decían tenía sentido para mí, más allá de seguir luchando. Y no estaba luchando lo suficientemente bien como para merecer sobrevivir a la selección natural.

Sólo los más fuertes sobreviven, en la naturaleza.

O los mejor adaptados.

Sí, era un riesgo, sin duda, un movimiento peligroso. Di un salto atrás para tratar de alejarme de la bestia, cogiendo distancia. Era más que probable que pudiera utilizarlo en mi contra, que aprovechase aquel desplazamiento para alcanzarme con su arma, pero valía la pena arriesgar por un bien mayor. Tenía que emplear el poder de Chislev contra él, y para ello, necesitaba mantener una distancia adecuada.

Paladine había escuchado mi llamada, al igual que Mishakal, no tardando en embargarnos la poderosa determinación de esta. El dios se manifestó por medio de la luz, iluminado aquella tétrica sala, pero la espada no reaccionó de ningún modo, esperaba que al darle alcance aquello cambiara.

Sin embargo, no sería tan sencillo llegar hasta ella con aquel abominable ser haciéndonos frente. Debía moverme con cuidado, de manera que pudiera encarar los ataques de aquella criatura y que no se diera cuenta de lo que pretendía.

Mis compañeros continuaban haciendo frente a aquel ser, a excepción de Anubis, quien no comprendía a qué se dedicaba. ¿Estaría bien? ¿Habría ejercido aquella criatura algún tipo de control sobre él?

A pesar de que habían evitado el último embiste de aquella suerte de demonio, tanto Okodar como Lobo Blanco continuaban sangrando por aquellas feas heridas. Me di cuenta de que el druida pretendía tomar distancia, temiendo que la criatura aprovechara aquella ocasión para arremeter contra él, pero al menos de esa manera quedaría fuera de su alcance. Sin embargo, en primera línea continuaba Okodar, cuya situación podía volverse muy complicada en poco tiempo.

Extendí mi mano hacia su brazo, y posándola sobre este invoqué el poder sanador de mi diosa en un murmullo.

- La Sanadora, la Curadora, la Traedora de Luz... Por favor. - susurré, sintiendo pronto cómo Mishakal respondía a mi llamada.

Tras ello, aparté mi mano del semiogro y continué avanzando con cautela en dirección al sarcófago.

 - Es un diablo barbado, un ser infernal extraplanario convocado desde el infierno. Son seres que cumplen sus pactos pero de tremenda maldad. Su arma, la guja, es temible y pueden entrar en frenesí para atacar con más fuerza... - Informé a mis compañeros, mientras preparaba mi hechizo.

La espada de Anna revoto contra la piel del demonio sin causar ningún daño, y el martillo de Okodar se hundió en uno de los hombros del demonio barbado. El musculo recibió todo el golpe, aunque no era un golpe mortal, había causo un gran daño al demonio que se retorció de dolor. Dolor que fue incrementado por los dos rayos de Anubis. El demonio volvió a rugir de rabia. ¡Liberadme!

Lobo blanco volvió a fallar en su ataque y decidió retroceder dando un gran salto. El barbazu hizo girar su guja en el aire, pero Lobo blanco era demasiado rápido y el arma silbo cerca del pelaje del lobo sin causarle daño.

Kairi poso su mano sanadora sobre el hombro de Okodar justo cuando el barbazu volvía a clavar su guja en el costado del gran semiogro. Sin perder un momento, el barbazu giro su arma y la dirigió contra Anna. La guja corto limpiamente la carne de la pierna de la exploradora dejando una herida que comenzo a sangrar profusamente.

Tras la cura, Kairi continúo dando la vuelta al gran barbazu, ahora estaba a un costado del gran monstruo. Con el siguiente paso podría llegar hasta el arma, pero también estaba sola, si el demonio se giraba podría atacarla a placer.

Merced a la gran agilidad que me confería mi forma de depredador natural, logré evitar el arma de aquel demonio, el ser que Anubis había llamado demonio barbado. La guja rozó mi pelaje, pero no probó mi carne, aunque la herida anterior aún dolía horriblemente e iba dejando un reguero de sangre a mi paso. No se cerraba. Y el demonio seguía atacando, exigiendo una liberación que no le dábamos, aunque el martillo de Okodar y la magia del mago empezaban a hacer mella en él.

Cuando estuve a una distancia prudencial, la máxima que me permitía la velocidad de mis cuatro patas, retorné a mi forma de hombre. Incorporándome con la mirada fija en el demonio, pude comprobar cómo Kairi se dirigía en solitario en busca de la espada resplandeciente. Estaba casi a su alcance, pero se había apartado de la manada, quedando sola y a merced del demonio si éste decidía girarse hacia ella.

~¡Chislev, si el objetivo de esta empresa merece tu apoyo, tu humilde servidor te lo solicita ahora!~ -Grité en la antigua lengua de los druidas, transmitida de generación en generación de maestro a pupilo, desde los albores del tiempo- ~¡Te imploro la ayuda de cazador del bosque, para unirse a mi manada!~

Alcé una mano hacia el techo del templo, y la descendí bruscamente señalando un punto a la espalda del demonio, justo al lado de Kairi. La sacerdotisa de Mishakal precisaba ayuda, y mi señora podía brindársela como la suya había sanado mis heridas anteriormente.

El arma del diablo se gira hacia ella, pero está preparada, tenía el ojo puesto en ella y se prepara para esquivar. No obstante el demonio es extremadamente rápido y Anna no podía imaginar aún viendo a sus compañeros la tremenda fuerza que traería el golpe consigo. Su armadura de metal queda hendida en la pernera y un leve chorro de sangre empieza a caer por la coraza y de Anna empapando su pantalón. Anna abre los ojos y la boca queriendo gritar de dolor, pero sin tener la fuerza suficiente para henchir sus pulmones lo suficiente para tal hazaña. Ahora sí creía tener la certeza que moriría aquí

Sujetó su espada con ambas manos y con fuerza asestó un mandoblazo sobre aquél ser, con unas lágrimas que empezaban a derramarse por su cara debido al dolor y al miedo, podía oír la voz socarrona de su padre quien siempre dijo que una muchacha no podía ir en busca de aventuras en un mundo tan peligroso, si estuviera ahí, lejos de ayudarla, se plantaría con su escudo esperando que fuera ella quien se refugiara tras él.

Todo esto se arremolinaba entorno a ella mientras descargaba su rabia y su miedo contra aquel formidable enemigo.

El demonio continuaba tratando de derribar a mis compañeros, algo ante lo que estos respondían intentando dar lo mejor de sí mismos. Por desgracia, aquello no siempre era suficiente, y la sangre de Okodar y Anna volvió a salpicar parte del suelo.

Mientras continuaba rodeando a aquel ser, escuché de nuevo a Lobo Blanco pronunciar ininteligibles palabras, para acto seguido darme cuenta de qué era lo que hacía. A mi lado aparecía otra criatura, esta vez amiga, que debía haber invocado el druida.

Proseguí con mi avance, estando ya muy cerca de la espada que Paladine había concedido a aquel sacerdote para que pudiera continuar con su lucha contra el mal. Sentí cierto temor, conocedora del gran poder de los dioses de la luz, sintiéndome increíblemente pequeña ante arma semejante; pero había llegado la hora de hacer lo que debía hacer.

Terminé de avanzar hasta situarme frente al sarcófago y colgué la maza de mi cadera, sujetando con mis temblorosas y blancas manos la espada clavada en aquella tumba; dispuesta a armarme con ella.

- Paladine, déjanos canalizar tu luz... - musité tomando la espada, esperando que esta nos ayudara a combatir el mal, comenzando por aquella criatura que no dejaba de castigar a mis compañeros.

Siento como mi herida se cierra milagrosamente, pero el enemigo aprovecha mi momento de relax para volver a abrirme una fea herida. La sonrisa en la cara de la criatura al pincharme con saña, no es nada comparada con la que tiene cuando hiere a mi compañera, eso hace que gire con fuerza de arriba a abajo a Klad y aseste un tremendo golpe en la cabeza del demonio, el sonido del golpe hace que esta vez el que sonría sea yo. - " Mírame a los ojos demonio, porque será lo último que veas antes de morir a mis manos " -

 Manteniéndome en segundo plano, repetí el hechizo anterior, siendo este el último que me quedaba de mi repertorio...

Chislev escucho la llamada de Lobo Blanco, un poderosos lobo negro apareció corriendo desde las profundidades de la catacumba y se colocó en uno de los laterales del gran demonio barbado, obligándole a mantener la vista en dos sitios a la vez. El lobo ataco al gran demonio pero con poca fortuna, sin llegar a darle.

La espada de Anna esta vez dio en el brazo del demonio. La espada se hundió en la carne y un rugido ensordecedor broto del arma, chipas surgieron de la hoja del arma y la herida causada fue incrementada por el daño eléctrico. Okodar volteo su enorme martillo sobre su cabeza e impacto limpiamente en la cabeza del ser rompiendo uno de los cuernos. Los proyectiles de Anubis vuelve a dar en el pecho del demonio dejando dos heridas negruzcas en sus pectorales.

El demonio vuelve a rugir con fuerza. ¡Liberadme! Las venas yugulares del barbazu se expanden y sus músculos de expanden por la tensión. ¡LIBERADME! Ruge con odio y cólera, mientras aprieta su guja con más fuerza, tanta fuerza que el asta del arma parece doblarse. La cólera hace que el demonio pierda la concentración en su defensa y sea más fácil impactarle.

Cuando Kairi quitar la espada, el esqueleto del traidor quedará reducido a polvo, dejando sólo los restos harapientos de su túnica, su medallón de Chemosh y su máscara de calavera. La espada es una espada corta con el filo hecho de cristal sólido que parece iluminado desde dentro, como si se hubiera capturado la luz del sol en la piedra. El fulgor de la espada ilumina toda la sala.

Anna sufre un pequeño espasmo, la herida en su muslo es dolorosa y un borbotón de sangre, como un vómito forzado, sale a chorro de ella impregnando el combate con el olor ferroso de la sangre. Blande su espada con ambas manos, pero a pesar de que el monstruoso ser ruge y se pavonea enloquecido bajando la guardia Anna da un paso fallido haciendo que su golpe resulte tremendamente fácil de esquivar. El tiempo se acaba para Okodar y para ella, quizá el siguiente sea el último golpe

La luz empieza a extenderse. Anna puede ver la silueta de Kairi por detrás del demonio sosteniendo la espada de luz, un rayo de esperanza si consigue empuñarla con destreza y acabar con la vida del monstruo.

Precipito mi ataque al ver que le estamos rodeando, veo tan fácil acertarle que golpeo el suelo con fuerza.

Mi pequeña estratagema había salido, más o menos, como esperaba. El demonio, acosado ya por ambos frentes, se veía obligado a dividir su atención. Kairi, por lo tanto, se veía más libre de actuar, y no tardó en lograr arrancar aquella espada del cuerpo que se descomponía por segundos. El lobo negro que surgió aparentemente de las sombras del lugar, pero que realmente acudía desde otro plano ante la llamada de su Señora, permanecería a su lado para velar por ella, mientras que el resto acudíamos desde el frente de batalla para cumplir la última y repetitiva petición del demonio.

~¡Cazador del bosque!~ -Grité al lobo negro en la lengua de los druidas- ~¡Ayúdame a cumplir el deseo de nuestra presa!~

Con tan sólo esas simples palabras, más un deseo implorando la bendición de mi diosa que una orden necesaria para que el lobo obedeciera a su instinto, cambié de forma hasta tornarme nuevamente un lobo de pelaje gris con la pechera blanca como mi cabello en forma de hombre, y corrí tomando impulso con todas mis fuerzas en pos del demonio, dispuesto a emplear mi velocidad para arrojarme a las bravas contra él.